¿Castigo justo? (1)

Puse los cuernos a mi marido y se vengo en el cuerpo de mi hermana pequeña. ¿Fue un castigo justo?

Yo sabía que tenia toda la culpa y esto me hacia estar triste. Fue un error acostarme con Antoine. Su nombre tan exótico y ese acento suyo tan excitante me atrajeron desde el día que comenzamos a trabajar juntos. Ya llevaba cinco años casada y pensé que era hora de echar una canita al aire, además parecía que era algo habitual entre mis compañeras ser infieles a sus parejas.

Cuando llegamos al hotel era más curiosidad que excitación lo que sentía. Nos besamos y me manoseo un poco pero nada destacable. Cuando se desnudo me sentí desilusionada, su pene era bastante más pequeño que el de mi marido. No era lo que esperaba de un hombre tan atlético. No me moleste ni en chupárselo, deje que se pusiese sobre mi y apenas sentí que me penetrase. Simule un orgasmo y el lanzo unas gotas de semen sobre mi vientre, ni siquiera lleno mi cuerpo del pegajoso y calido liquido como hacia mi marido.

Había puesto en peligro mi matrimonio por un capricho infantil y encima para llevarme una decepción tremenda.

Pensé que tenía que compensar a mi marido por el daño que podía haberle hecho.

Él siempre me trataba con cariño y respetaba todo lo que yo no quería hacer. Su pene tiene un buen tamaño y nunca en todo este tiempo he dejado que me penetrase hasta el fondo por temor a que me hiciese daño, siempre he creído que mi coñito no podía dilatarse mas y es muy fino el limite entre el placer y el dolor y yo nunca he querido aventurarme mas allá, así que cuando me penetra pongo la mano alrededor de su pene para que solo me meta hasta donde yo consienta.

Lo mismo ocurre con el tema de las mamadas. Tengo miedo a me haga daño en la boca o que me la meta muy dentro, eyacule y me pueda atragantar. Así que me limito a lamerle el pene y solo en un par de ocasiones me he metido su glande en la boca pero, por supuesto, sin eyacular nunca dentro de ella.

Él nunca me ha recriminado nada ni me ha obligado a nada, siempre ha respetado mis deseos y ahora yo le hago esto.

Me llevo 10 años con mi hermana pero siempre hemos estado muy unidas, decidí contárselo, para ver como podía quitarme esta culpa de encima, y sorprender a mi marido.

Nos hemos criado en un ambiente cristiano y yo llegue virgen al matrimonio. Mi hermana sigue mis pasos. Se que tiene que quitarse los moscones a cañonazos porque a sus 19 añitos tiene un cuerpo espectacular. Mide 1,65 pero tiene unos bonitos y enormes pechos que, al contrario que los míos algo más pequeños y con pezones como galletas, son redondos, están duros y sus pequeños pezoncitos apuntan al cielo. Su cintura esta todo el año morena y gusta de enseñarla. Y sus caderas son pequeñas con un culo duro y respingon tras años de practicar pilates.

Pero con ese cuerpo y siguiendo mis consejos solo ha permitido a los chicos con los que ha salido que la tocaran un poco el pecho y la pasaran la mano por encima de sus braguitas y ella únicamente les ha masturbado con la mano sin llegar a mas. Yo siempre me he sentido orgullosa de mi hermana por esta razón y contestaba a sus preguntas sobre sexo con nimiedades y sin entrar en detalles. ¡Que mojigata he sido! y he arrastrado a mi hermana conmigo puesto que siempre se ha fiado mas de mí que de los cuentos de sus compañeras.

Mi marido es fisioterapeuta y tiene un salón, mi hermana acude un par de veces en semana y es cuando aprovechamos para charlar. Yo me siento en una silla frente a ella y hablamos mientras mi marido la masajea y luego continuamos en la cafetería de enfrente mientras el coloca las cosas y cierra el salón.

Ella confía plenamente en mi marido y siempre se desnuda totalmente para recibir el masaje. Él sé que respeta a mi hermana como si fuera su propia hermana y pone sus manos sobre ella con toda profesionalidad. En alguna ocasión me he fijado que aparecía un brillo de excitación en sus ojos mientras aplicaba el aceite alrededor de sus pechos, en sus nalgas o en el interior de sus muslitos pero siempre desaparecía en un segundo y continuaba su trabajo como quien corta jamón.

En la ultima sesión, cuando termino el masaje y nos quedamos solas le conté a mi hermana lo ocurrido y me hecho una bronca impresionante. Me hizo jurar que no volvería a pasárseme siquiera por la cabeza volver a hacer algo así y que tenia que darle algo cada día a Juan (mi marido) para que yo no olvidase mi compromiso.

Ella me convenció para que todos los días estuviese sexy para Juan y me ayudo a buscar ropa que podía ponerme a diario pero desabrochando un botón o ajustándola un poco pudiese ser un regalo para la vista de mí marido. Incluso me obligo a llevar tacones todos los días. Pero bueno todo era por él y así podría expiar la culpa que me corroía.

Era jueves y mi hermana llegaría en un rato al salón, siempre venía fuera del horario para que pudiésemos estar tranquilos sin ningún cliente molesto. Yo me había puesto una minifalda vaquera, unos taconazos rojos y una camisa de cuadros anudada a la cintura. Como solo íbamos a estar los tres decidí no ponerme sujetador. Tengo que decir que aunque no tengo los pechos tan grandes como mi hermana los míos también tienen un buen tamaño y con el nudo de la camisa bien apretado dejan a la vista un buen escote.

Cuando llegue al salón mi marido parecía que no se había fijado en mi atuendo y me saludo muy secamente, pero supuse que había tenido un largo día de trabajo y no le di mas importancia. Me comento que había comprado un accesorio nuevo para las camillas de masaje y que si no me importaba probarlo para saber si los clientes estarían cómodos. Accedí encantada y le seguí hasta la sala contigua a la que él utilizaba habitualmente.

Me sorprendí al ver que había convertido la camilla de masajes en algo parecido a la camilla del ginecólogo, y que había correas a la altura de los pies y las manos. Me indico que me tumbara y me dijo que quizás la falda me molestaría y me ayudo a quitármela. Estando boca arriba en la camilla y totalmente horizontal conseguí poner una pierna en el soporte pero la otra pierna no era capaz de subirla puesto que tenía que separar mucho las piernas. Mi marido cogio mi pierna, de manera un poco brusca, y la coloco en el soporte.

Aproveche para arquear un poco mi espalda y mostrar mi escote y le dije que estaba cómoda pero que tenia las piernas mucho mas abiertas que en la consulta del ginecólogo. El ni siquiera me miro, cogio las correas de las piernas y me sujeto fuertemente a los soportes. Me fije en su cara y vi que hablaba entre dientes enfadado pero no conseguí entender lo que decía. A continuación me ato las muñecas a la camilla y con un pañuelo me tapo la boca.

Al acercar su cara a la mía fue cuando por fin le oí decir:

-“que te creías, ¿qué no me iba a enterar? Tu me has dado donde mas duele y ahora te voy a dar a ti donde mas te duela.”

Lo repetía una y otra vez. Yo sabía perfectamente a lo que se refería y quería darle una explicación y pedirle que me perdonase pero amordazada como estaba ninguna palabra salía de mi boca, solo sonidos sin sentido.

Después de comprobar que no podía moverme me miro con rabia directamente a los ojos y me dijo en voz alta y clara:

-“sabes que tu eres la única persona en el mundo para mí y me has hecho daño donde mas duele. Ahora te voy a pagar con la misma moneda y te voy a dar donde mas te duela.”

Dicho esto cerro la puerta que daba a la entrada, apago la luz y paso a la sala que él utilizaba habitualmente por una puerta de comunicación. Dejo esta puerta entreabierta y comprobó que yo podía ver bien su camilla de masajes. A continuación se desnudo y se quedo solo con la bata puesta. Volvió a comprobar la colocación de la camilla, para que yo tuviese un primer plano de la parte correspondiente a los pies y se sentó a esperar tranquilamente sin siquiera echarme una mirada.

Pasaron unos minutos y golpearon la puerta. Juan se levanto y se fue a abrirla. Pude reconocer la voz de mi hermana y entonces un súbito temor se apodero de mí. Pensé que me haría mirar como se tiraba a alguna de sus clientas para darme una lección pero… por favor a mi hermanita no.

Cuando entraron en la sala Juan subió un poco el volumen de la música. Supongo que lo hizo para que mi hermana no pudiese oírme. Ella pregunto por mí y él le dijo me habían llamado y había tenido que salir pero que seguramente no tardaría en volver. Ella se quedo tranquila y comenzó a quitarse la ropa.

Mientras él colocaba la sabana en la camilla comenzó a explicar a mi hermanita que le habían hablado de un nuevo tipo de masaje que era muy relajante y descargaba más los músculos. Comenzó a explicarla que tenía que vendarle los ojos y que con esto los músculos no sabían donde se aplicaría el masaje y reaccionaban mejor. Ella accedió encantada y le comento que hoy había tenido una sesión muy dura de pilates y que notaba la espalda algo cargada y que además estaba muy cansada y el contesto que volvería a casa como si acabase de nacer.

Tenía miedo por lo que pudiese hacer a mi hermana pero a la vez también sentía curiosidad. Lo cierto es que no podía apartar la vista de ella.

La tumbo boca abajo en la camilla. La metió una almohada en la parte alta del abdomen, como hacia siempre, para que sus enormes pechos no sufriesen todo el peso del cuerpo y ella se encontrase cómoda. A continuación la vendo los ojos. Ella sonreía como si se tratase de un juego inocente.

El comenzó a masajear su espalda con suavidad pero con firmeza. El pecho de mi hermana asomaba por ambas axilas y se movía a cada presión que Juan hacia sobre su espalda.

Fue bajando hasta que llego a sus piernas. Primero una y luego la otra. Mi hermanita cada vez estaba más relajada. Entonces él la atrajo, doblando sus rodillas, hasta el borde inferior de la camilla. Volvió a acomodar sus pechos con la almohada y la dijo que no se preocupara que iba a ser un masaje realmente alucinante.

Juan coloco a mi hermana de rodillas sobre la camilla, en una postura que desde mi posición solo veía las plantas de los pies de mi hermanita y su rajita y su culito prácticamente fuera de la camilla. También podía ver un poco del lateral izquierdo, sus rodillas tocando la almohada, a continuación lo que asomaba de su enorme y aplastado pecho izquierdo y su carita apoyada sobre su mejilla derecha con su boquita entreabierta.

Mientras contemplaba a mi hermana pude ver que Juan se desprendía de la bata, cogía el aceite de masaje, se embadurnaba las manos y lo extendía a lo largo de su pene, que en ese momento se encontraba erecto y palpitaba mientras apuntaba hacia la rajita de mi hermana.

Juan se acerco por detrás y se coloco entre sus pies. Luego comenzó a dar a mi hermana un masaje en la zona lumbar. Entonces quito las manos del cuerpo de mi hermanita y cogio su pene para apuntarlo a la pequeña rajita.

Cuando mi hermana noto algo calido rozando su vagina levanto la cabeza y solo acertó a decir:

-“¡pero Juan!”

No pudo decir más. Antes de terminar la frase ya se encontraba empalada por la verga de Juan. De un solo golpe se la había metido más de la mitad de su longitud. Mi hermanita ahogo un grito de dolor y se dejo caer en la camilla apretando los dientes por la súbita intrusión de tanta carne en su rajita virgen.

Juan fue sacando su pene lentamente para volver a clavárselo más profundamente. Cuando por fin consiguió que sus huevos tocasen a mi hermana se detuvo un momento para cogerla por la cintura y clavársela un poco mas. De los labios de mi hermana salio algo que parecía entre y gritito y un gemido de placer.

En este punto fue cuando él saco parte de su pene de la rajita de mi hermana y comenzó a hundírselo hasta los huevos rítmicamente. Podía oír los gemidos de mi hermana mientras la penetraba y a cada empellón sus piernas se iban separando más hasta que su pubis quedo prácticamente tocando la camilla.

Pasado un rato él paró y pareció alejarse unos centímetros de mi hermana. Eso también lo hacia conmigo. Un día me explico que podía controlar las eyaculaciones, que el sentía orgasmos, se detenía y pasados unos segundos podía continuar. Que todo ese semen se le iba acumulando y que después de dos o tres veces ya no podía aguantarlo más y que tenía que echarlo todo fuera. Que ese era el motivo por el que aguantaba tanto follando y sus eyaculaciones eran tan abundantes. Yo siempre había pensado que era un vacile típico de machitos pero después de mi experiencia con Antoine empecé a pensar que era verdad.

Estando en estos pensamientos mi marido volvió a coger el bote de aceite y se volvió a embadurnar el pene, después puso su rodilla izquierda sobre la camilla y volvió a clavársela a mi hermanita. Pero esta vez fue distinto, esta vez sí que salio de sus labios un grito de dolor mientras levantaba la cabeza, arqueaba su espalda y sus enormes pechos apuntaban hacia el techo de la sala. Durante un momento se quedo así con su boquita abierta hacia el cielo y sin que saliese un sonido de su garganta. Después se dejo caer de nuevo sobre la camilla.

Juan hizo lo mismo del principio, comenzó despacio y fue acelerando el ritmo sin parar de penetrarla en ningún momento.

Entre el violento mete y saca me fije que el pubis de mi hermanita se encontraba a un palmo de la camilla y a veces, cuando Juan arremetía con fuerza, rebotaba contra la camilla. Fue cuando pude ver la rajita de mi hermanita superdilatada, dejando caer a cada embestida los jugos de su vagina que se iban acumulando en la camilla. Entonces caí, ¡mi marido estaba penetrando a mi hermana por su delicado culito!

Eso no lo habíamos hecho nunca porque él ni siquiera me lo había propuesto y ahí estaba metiendo su enorme verga en el culito de mi hermana con una violencia como nunca había visto en él.

Los minutos pasaban y Juan ni siquiera disminuía el ritmo, fue un largo rato que se me hizo eterno. Mientras oía los gemidos de mi hermana no podía dejar de mirar como ese pene entraba y salía violentamente del culito de mi hermana y como su pobre vagina se abría y se cerraba según saliese o entrase el pene en su culito.

Juan volvió a detenerse de nuevo. Pude ver como el cuerpo de mi hermana se relajaba al notar que el pene abandonaba su agujerito. Pero unos segundos después arremetió de nuevo con más fuerza y mayor vigor contra la rajita de ella.

Con las brutales y rápidas acometidas que estaba recibiendo el cuerpo de mi hermana se incorporo un poco. Lo suficiente para que sus enormes pechos se quedasen en el aire bamboleándose salvajemente adelante y atrás. Esto debió excitar enormemente a Juan porque comenzó a entrar y salir de mi hermanita cada vez mas violenta y rápidamente.

En un momento el saco su pene y corrió hacia la cara de mi hermana, la agarro la cabeza y metió su pene en la boca todo lo que pudo. Mientras mi hermanita apretaba los ojos vi surgir de la comisura de sus labios la leche espesa y caliente.

Cuando Juan acabo de correrse en la boquita de mi hermana deposito su cabecita con cuidado en la camilla, sobre la mejilla derecha para que yo pudiese contemplar su obra. Se acerco a ella y mientras desataba el nudo del pañuelo que tapaba sus ojos, mirando hacia donde yo estaba la dijo:

-“este regalito tienes que agradecérselo a tu hermana mayor”.

Ahora fue cuando me sentí realmente mal. Veía a mi hermana con las rodillas lo más separadas que podía. Su rajita y su culito tremendamente dilatados y chorreando una mezcla de jugos vaginales y aceite de masajes. Y su carita tan dulce con la boquita entreabierta dejando escapar el semen que aun la inundaba la boca.

Ya no veía a Juan y no podía dejar de mirar a mi hermanita. Con los ojos cerrados y como adormilada la vi sufrir un par de espasmos, posiblemente ocasionados por los orgasmos que había tenido. Creo que incluso se quedo dormida.

Ahora que ella estaba tranquila me empecé a preocupar porque Juan no venia a desatarme. Ya no había más que ver, el tenerme así no llevaba a ningún sitio. De pronto apareció totalmente vestido y me dijo que enseguida volvía que aun no había terminado conmigo.

¿Qué más podía ocurrirme ahora?