Castigo en la playa-Relato corto

Follar en la playa esta bien, pero ver un castigo es mucho mejor.

Milienka era una chica un poco regordeta, pelo rizado y castaño. Pero tenía dos grandes pechos que levantaban algo más que pasiones. Sus nalgas eran el objetivo de muchas pollas que querían meterla justo ahí.

La sociedad del futuro es mucho más libertaría, en las playas, los hombres y mujeres pueden follar tranquilamente sin sentir pudor o vergüenza alguna. Todos gozaban de estar desnudos y no tener que cubrirse. Muchas chicas, jóvenes sobretodo, solían menear sus tetas a los hombres maduros que paseaban por la orilla y estos les devolvían el ''saludo'' agarrando su polla. El tema del tamaño tampoco era motivo de burla, algunos inclusos bromeaban con ello o les encantaba que le mirasen su pequeña cosa colgando.

Milienka aquel día fue a la playa con su amiga Leyla, rubia, alta, cuerpo delgado y una mujer muy independiente. Respecto a cuerpos, eran completamente opuestos pero el tema del cuerpo también importaba nada, la cosa para la sociedad, era disfrutar.

—¿Nos ponemos aquí?—preguntó la joven.

Leyla asintió y extendieron todo el pequeño campamento. Desnudas y con la crema puesta por todo su cuerpo, se tumbaron en las hamacas para disfrutar de la sombra. Además de que el sol tampoco pegaba mucho, estaba muy nublado pero sin frío.

La gente aquel día estaba más por follar que por pegarse un baño. Pronto, aparecieron algunos chicos alrededor de ambas quienes se miraron con una sonrisa mientras a pocos centímetros de sus caras tenían una polla erecta. Ellos casi suplicaban por una mamada y ellas se la dieron.

El chico de Milienka se corrió a los pocos segundos, era inexperto y pidió perdón. Luego, se quedaron viendo como su amiga, la rubia, deslizaba su pelo suavemente mientras daba con su lengua, movimientos circulares alrededor de su glande que temblaba. El joven no perdía momento para meter mano a sus tetas.

—Son muy bonitas—comentó.

—Gracias, tu polla tampoco está nada mal—dijo con una sonrisa antes de meterla hasta la garganta.

El joven no aguantó más y liberó todo en su boca.

Después de limpiarse, se quedaron un rato charlando hasta que la dureza de sus pollas regresaron a ellos. Enseguida las chicas se abrieron de piernas y esperaron el momento. Aquellos rabos se introdujeron como si nada, sus vaginas depiladas y rosadas recibieron con gratitud ambas.

—Oh, dios que ganas tenía de un buen rabo—dijo Milienka.

—Espero que puedas aguantar un poco más que antes—Leyla lo dijo en un tono suave y erótico que aumentó las ganas del joven.

Sin embargo, el joven de Milienka no aguantó demasiado, casi como antes pero no se enfado, simplemente se limpió y bebió agua. Leyla seguía cabalgando a aquel hombre que le estaba empotrando cual semental.

—Oye, ¿te vienes?, han pillado a varios.

—¿En serio?—preguntó la joven.

—Si, y parece que ellos van para rato—dijo el chico señalando a su amigo y Leyla.

Esta le dijo que se marchase y ambos empezaron a caminar hasta el lugar. Mientras caminaban hacia el lugar, solo vieron tetas, culos, coños, pollas y huevos colgando de un lado a otro.

Y por fin llegaron al sitio indicado. En esta época, los delitos como violación o abuso están severamente castigados. Ese día, un hombre y una mujer estaban siendo sentenciados. Mucha gente estaba presente, era como un pequeño campo de voley y ambos condenados en el centro escuchando la sentencia.

—¡Qué comience el castigo!—habían llegado tarde para escucharlo pero no para presenciarlo. Toda la gente estalló de júbilo.

Al parecer, el hombre había abusado de una joven menor de edad en la playa y algunas cámaras le pillaron en el escenario.

A Milienka no le interesaba lo que le ocurriese a la mujer que había abusado de unos pocos niños, y que el castigo era ser follada por la mayor cantidad de hombres posibles los cuales se pusieron en fila. A ella le interesaba el chico que mostraba miedo en su mirada.

Lo primero fue atarle las pelotas a una piedra para que no pudiera moverse al igual que las manos. Unos cuantos hombres se acercaron con cara enfadada y apretando los puños mientras las mujeres recibían dildos.

—Dios...creo que estoy cachonda—pensó ella con una sonrisa.

Se quedó allí a unos pocos metros contemplando todo mientras el chico con el que estaba se unía a la fila para follar. El contemplar como aquel hombre era enculado por pollas mucho mayores que la suya era todo un placer. El pene de este no es que fuera gran cosa, y más en aquel momento. La madre de la niña veía todo junto a la jueza, susurrando algo que no podía escuchar desde la distancia.

Milienka se introdujo los dedos mientras contemplaba las caderas de los hombres y mujeres que iban follando el culo del chico que daba alaridos mientras rogaba clemencia. Unas manos se posaron sobre sus tetas, una mujer madura pero con apariencia joven la comenzó a besar y ella, en lugar de quitarla, le dejó hacer todo lo que quiso.

Se colocó de pie mientras la mujer madura de rodillas le comía el coño, saboreando cada rincón de su entrepierna mientras ella le jalaba del pelo y veía la tortura al hombre. Se notaba mucho la experiencia ya que pronto alcanzó el tan deseado orgasmo. Luego, le devolvió el favor sin perder de vista la tortura.

Al cabo de una hora, todo terminó. El castigo había durado una hora pero una hora muy dura donde los huevos estaban morados por algún golpe recibido y su culo abierto de par en par. Entonces la jueza dio paso al final.

—Mira con atención—dijo la mujer madura mordiendo sus labios.

—¿Lo va a hacer?—preguntó. Ella asintió y ambas esbozaron una sonrisa.

Tumbaron al chico en una roca plana y siguió atado pero con los brazos y piernas extendidas. La jueza y la madre acompañadas de unas chicas se acercaron. El hombre pedía clemencia, sabía lo que estaba por venir.

—¿Muestras clemencia?—la jueza volteó a la mujer y ella negó, alegando al recuerdo de su hija que estaba en el hospital—la mujer ha hablado.

Entonces vio como le fue cedido un gran cuchillo de pinta muy afilada. La mujer se colocó entre las piernas del delincuente y sin compasión alguna le cercenó el miembro seguido de un gran grito de dolor de este.

El público estalló en júbilo y ahora quedaba la mujer. Pero Milienka se despidió de la mujer madura con un gran y apasionado beso. Antes de marcharse, vio a la madre alzar el pene como un trofeo.

—Lo que se ha perdido Leyla—se dijo a sí misma.

Al llegar a su sitio donde estaban sus cosas se quedó de piedra al ver a la joven siendo follada por todos lados. Sus manos masturbaban dos grandes pollas mientras era follada anal y vaginalmente, su boca iba succionando tres pollas, cada una tenía su turno.

—¡Ya era hora!—dijo.

—He estado viendo un castigo—comentó—le han cortado el miembro a uno.

—¡Joder y me lo he perdido!—lamentó—¡vamos chicos dadle caña!—gritó cachonda gracias al escuchar aquello.

Los pobres chicos apenas podían con ella y estaban al borde de correrse.

—No te quedes ahí, ayúdame amiga—dijo ella con una sonrisa.

Milienka sonrió y se aproximó mientras decidía a quien se iba a follar.

Un relato más corto de lo habitual pero más intenso. Espero sus opiniones y que les haya gustado mucho ;). Y ya saben, cualquier cosa a mi correo de rositameler69@gmail.com