Castigo

Lo que puede pasar si en el dom disfrutas mucho y tu amo te lo impide...

El primer azote le pilló desprevenida.

Es cierto que este tipo de prácticas las había hecho antes Sin embargo seguía adorando esos momentos de incertidumbre,  cuando tensaba su cuerpo unos segundos esperándolos con temor y placer a la vez; para al  final, al mínimo signo de debilidad, sentir el calambrazo de dolor por todo su cuerpo, seguido de placer y calor cuasi instantáneo.

Cuando creía que esa sensación de placer podría durar para siempre llegó el segundo azote. Otra ola de dolor le recorrió todo el cuerpo, seguida por otro más que la hizo querer estremecerse, sino fuera por las cuerdas que ataban sus manos de espaldas y juntaban sus piernas, dejando un poco de espacio para después.

Al séptimo azote no lo pudo evitar, gritó.

  • Veo que por fin has gritado… aunque no tenías de hacerlo. ¿Te acuerdas  qué es lo que  pasaba si gritabas? Podía notar el aliento de él en su cara; de cómo se inclinaba hacia ella, y se acercaba para dejar que sus labios le susurraran.

-  Porque te acuerdas… ¿Verdad?

Cómo no recordarlo. Ella emitió una sola palabra, titubeante de cómo podría responder él.

-Si…. amo.

Él alejó su cara de ella recorriéndola con la punta de la nariz. Ella no pudo evitarlo, era muy fuerte la atracción que sentía hacia este amo.  Tanteó donde podría estar su boca, rozarla y besarle. Él lo notó y se apartó antes de que la boca de ella lograra su objetivo.

-  Has  gritado, puede que de placer o de dolor; pero lo has hecho al fin y al cabo.

Mientras decía esto, él se fue retirando poco a poco. Ella cerró los ojos por un momento para descansar de los azotes, el calor que ella sentía se estaba transformando en una incomodidad ahí donde los había recibido.

Cuando abrió los ojos no lo veía por ninguna parte. Recorrió la habitación con la mirada con la esperanza de poder encontrarlo,  aunque sin éxito alguno.

Notó un movimiento detrás de ella, cómo la cama se hundía debido al peso de otra persona más, y cómo se iba acercando a ella lentamente, aumentando su ansiedad y ganas de anticipación.

Conforme él iba avanzando hacia ella, más aumentaba la tensión que recorría su cuerpo. Daban igual las cuerdas, la postura incómoda en la que se hallaba, e incluso  las molestias que sentía debido a los azotes. Se irguió para estar lo más recta posible ante la llegada de él, aunque no era muy fácil debido al hueco que estaba formándose al acercarse él por detrás.

Cuando ya no podía ponerse más recta, se cayó en la profundidad del hueco. Esperaba caerse y que él la castigara por ello, sin embargo recayó en sus hombros. Sus brazos la envolvieron suavemente, y en vez de devolverla a la rectitud por la que le había hecho pasar antes, la cubrieron suavemente.

-  Sabias cual era tu castigo por chillar, y aun así no has aguantado…

Mientras  susurraba esas palabras tan amenazantes y con muchas promesas al mismo tiempo, lentamente le iba masajeando sus senos. Primero agarrándolos lentamente, y después masajeándolos solamente con el roce de sus dedos alrededor de sus pezones.

Ella luchaba por no estremecerse ni mostrar emoción alguna, pues sabía que sino el castigo se recrudecería. Y por mucho que lo intentaba, no podía resistirse a lo que su cuerpo pedía que hiciera, por ello optó a morderse los labios.

Él notaba que ella intentaba resistirse, por lo que decidió atacar y aumentar su agonía. Lentamente fue usando su boca y su lengua recorriéndole la espalda, los hombros, el cuello… hasta llegar a su zona de ataque.

La inclinó lentamentey dejó que descansase en sus brazos. Una vez la dejó, notó que ella se dejaba llevar más y más por el placer. Él, aprovechándose de su debilidad fue haciéndose hueco para llegar a sus  senos con su boca, mientras que sus manos se iban deslizando más abajo, lentamente.

Ella notó que sus manos cambiaban de dirección y dejaban de hacer ese masaje tan placentero, aunque prefirió la sustitución de su boca por sus manos. Estaba tan pendiente del placer que le provocaban esos movimientos, cuando notó como uno de los dedos de esa mano ausente entraba dentro de ella.

Él aprovecho ese momento de debilidad, sería una grata sorpresa para ella, y un gran placer para él. Cuando ella se dio cuenta de lo que él le estaba haciendo, intentó devolverle lo suyo, y ya que estaba atada por detrás se inclinó un poco para acariciar su sobresaliente miembro. Él, dándose cuenta de los planes de ella, se adelantó para que lo alcanzara, aunque sólo lo justo para que lo envolviera, mientras él marcaba el ritmo de una perfecta sincronización.

Ella notó que un dedo más se sumaba, y no le importaba; es más, le daba más placer. Como aumentó el número de dedos  que la penetraban, aumentó el ritmo de las entradas.

Ella ya no podía más, su cuerpo estaba al borde del colapso. Él lo notó y cuando retiró sus dedos, intentó impedírselo con un “por favor…”.

Ella sintió que él se acercaba a hablarle, como antes, susurrando en la oreja.

-Te dije que no gritaras….

Y sintió un octavo azote.