Castigo
Qué pasa cuando la esclava llega tarde...
Cuando Greta llegó a casa, se encontró a Cyrus esperándola ante la puerta, sentado en una silla, con las piernas cruzadas y golpeando suavemente contra la palma de su mano el largo peine que tenía en la otra. Vió que llevaba puestas sus botas de cuero, y supo que nada bueno iba a suceder. -Llegas tarde - inquirió Cyrus. - No me había dado -replicó Greta por respuesta en un tono ya asustado.Antes de acabar la frase, Cyrus la interrumpió. - Ssshhh. ¡A callar!- Ordenó él. No aprendes, Greta mira que lo intento, pero es que no aprendes. Y siempre me acabas obligando a meterte en vereda. ¿Qué tengo que hacer ahora yo contigo? Greta bajó la mirada, incomprensiblemente avergonzada ante las palabras de la persona que se sentaba ante ella. Por alguna razón no se atrevía a replicarle, cuando esas palabras, venidas de cualquier otra persona, habrían desatado en ella una reacción explosiva. Pero allí estaba, sin poder siquiera musitar una respuesta. -Bueno, pues ya sabes lo que toca: Empieza ya a quitarte la ropa y no me hagas cabrear más. Greta iba vestida de calle, completamente normal: unos pantalones, una blusa, una chaqueta, y bajo ella, un conjunto de ropa interior negra y unas medias del mismo color a los que completaban unos zapatos con un ligero tacón. Ante la mirada de Cyrus, Greta soltó las bolsas que llevaba y empezó a desvestirse sin protestar. Él la observaba, y entonces Greta pudo ver que encima de la mesa habían unas correas de cuero, que mucho sospechó que eran para ella; En efecto, se quitó la braguita, y tan pronto como hizo el gesto de desabrocharse el sujetador, que era la última prenda que le quedaba, Cyrus echó mano a las correas. Al despojarse del sostén se quedó allí, en pie, a la espera de la reacción de aquel hombre que tanto poder ejercía sobre ella. Él se levantó, correas en mano, se puso delante de ella y con el peine le dio un par de golpecitos suaves en medio de la frente. -De rodillas Greta flexionó las piernas y se arrodilló frente a Cyrus, que ya estaba guardándose el peine en el bolsillo trasero de sus tejanos. Ella quedó arrodillada, mirando al suelo, pero enseguida Cyrus la agarró del pelo y, suave pero firmemente, tiró de él hacia atrás, obligándola a alzar la vista y a mostrar su cuello. Entonces cogió la más larga de las correas, que Greta pudo entonces ver que en realidad era en collar de perro, y lo cerró en torno a su cuello, girándolo para que la anilla en la que se cerraba la cadena quedara justo bajo su barbilla. El collar era negro, tachonado, y era tan ancho que casi cubría todo su cuello. Con un ademán, Cyrus le ordenó que levantara sus manos, y las aprisionó con sendas correas similares, haciendo lo propio con sus tobillos. Al volver ante ella, colocó su mano tras la cabeza de Greta y, con un firme "a cuatro patas", empujó su cabeza hacia delante, haciéndole perder el equilibrio y obligándola a apoyarse en sus manos, quedando efectivamente a cuatro patas. De vuelta a la silla, Cyrus recogió la ropa interior de Greta del suelo y se sentó, entreteniéndose en oler las prendas mientras pensaba qué hacer con ella. Finalmente, le ordenó que fuera a él. Cuando Greta se dispuso a levantarse, Cyrus hizo una pelota con sus bragas y se la lanzó iracundo a la cara. -¿¡Quién ha dicho que te levantes!? "¡Gran error!," pensó Greta. Aún de rodillas, gateó hasta quedar delante de él. Cyrus le ordenó subirse a sus rodillas para recibir unos azotes, a lo que Greta replicó tímidamente. La reacción de Cyrus fue inclinarse hacia delante, meter el dedo índice en la anilla del collar y tirar de ella hasta que sus caras quedaron a escasos centímetros una de otra. Entonces le enseñó los dientes y gruñó una amenaza. - ¿Voy a tener que repetírtelo? Era obvio que la respuesta era no. A Greta no le gustaba cuando Cyrus mostraba tanta rabia, porque cuando lo hacía era realmente intimidatorio, así que torpemente se levantó y dejó caer su peso sobre los muslos de Cyrus, dispuesta a recibir su castigo. Lo peor de este castigo era que en esta postura no veía nada y volverse para intentarlo era una descarada muestra de rebeldía, así que se limitó a sentir lo que le llegaba de sus posaderas, que en este momento eran las protagonistas del castigo. Para su sorpresa, los azotes no llegaron hasta pasado un rato en el que Cyrus se recreó magreando sus nalgas y abriéndolas para fisgar en lo que se ocultaba entre ellas El primer cachete la pilló por sorpresa, y lo recibió con un respingo. Trató de contenerse, pero tras un par de azotes más el instinto pudo con ella e intentó zafarse sin éxito; La respuesta a su reacción no se hizo esperar, y llegó en forma de un cachete mucho más fuerte y sonoro que arrancó un grito de la pobre Greta. -¿Vas a estarte quieta? Greta se quedó quieta y no dijo nada. Cyrus la azotó de nuevo, aun más fuerte. -¿Vas a estarte quieta, he dicho? Greta asintió con la cabeza pero no convenció a Cyrus, que antes de continuar con su castigo la agarró del cuello y la empujó hacia abajo, inmovilizándola. Así continuó su castigo, azotándola una veintena de veces. Después, soltando su cuello, indico a Greta que se retirara con un par de cachetes en el costado. Ella se incorporó con las nalgas enrojecidas por el maltrato, pero tan pronto como lo hizo, Cyrus le ordenó de nuevo que se postrara de rodillas; Se acuclilló delante de ella y levantó su cabeza cogiéndola por la barbilla. -¿Ves? Si pasas de los horarios como los perros, tendré que tratarte como a una perra. Como una perra. Greta no supo si fue la palabra en sí, o si fue la forma despectiva en que sonaba saliendo de la boca de Cyrus, pero aquello cambió su disposición completamente: Le había gustado que Cyrus la llamara perra, y ahora se sentía como tal, sometida a él y a su voluntad. Greta esperó a cuatro patas a que Cyrus volviera del dormitorio, y cuando lo hizo llevaba una cadena que enganchó a la anilla del collar. -Creo que ya va siendo hora de que te enteres de dónde estás y de a quién perteneces, perra y como aún no te has enterado, te voy a tener que dar un paseíto por la casa. Se giró levemente y tiró una sola vez, de forma enérgica, de la cadena. Greta reaccionó al momento y siguió a su amo gateando, y así pasearon por toda la casa. En un rincón de la cocina había un platito para un animal de compañía, pero estaba vacío, limpio, y Greta no recordaba que Cyrus tuviera ningún animal salvo ella, claro. Sospechó que ese plato era para ella. Tras el paseo, Cyrus la llevó al baño y allí la ordenó levantarse. Ella, metida ya en su papel de sumisa, obedeció y se levantó. Cyrus le quitó el collar y las esposas, y luego se fue al comedor para volver con una silla. La plantó delante de la ducha y se sentó. -Bueno, si voy a tener que usarte, al menos lávate, que estés limpia Greta se limitó a asentir, y al gesto de Cyrus, se metió en la ducha, abrió los grifos del agua y empezó a ducharse ante los ojos de él. -Así, así lávate especialmente las tetas y el chocho Greta no estaba muy acostumbrada a oír ese lenguaje soez en Cyrus, pero lo que más le sorprendía era que no le molestaba en absoluto; De hecho, le excitaba oírle referirse a sus intimidades con esa grosería vulgar de quien no se preocupa en absoluto de los sentimientos del otro. Ante sus ojos, se limitó a obedecer y enjabonar sus pechos y su pubis. En un par de ocasiones durante la ducha Cyrus se levantó de la silla para alargar la mano al interior de la ducha y permitirse enjabonar él mismo sus redondos pechos y su vello púbico, aunque no había cariño ni cuidado en sus caricias Más que acariciarla, parecía que la estaba examinando para comprarla como si de una yegua se tratara y de nuevo, volvió a excitarse con ese desprecio que le mostraba. Al salir de la ducha, Cyrus le lanzó una toalla, y después de que se secara, volvió a ponerle los grilletes y el collar. De nuevo gateando la llevó al dormitorio y allí la ordenó echarse sobre la cama. Boca arriba, Cyrus ató los grilletes a las cuatro esquinas de la cama, exponiendo a Greta al máximo sin que ella pudiera hacer nada de nada. Ella, ya imposibilitada para hacer ningún movimiento, se limitó a mirarlo, preguntándose qué más tendría en mente Lo primero que le venía a la cabeza era que la violaría allí mismo, atada a la cama, pero por alguna razón aquello le parecía un final un poco brusco; Por alguna razón, sospechaba que había algo más. Cyrus simplemente se la quedó mirando inquisitivamente, como tratando de averiguar qué era lo que no le convencía, y finalmente reaccionó y salió del cuarto para volver con un gran cojín del sofá del comedor, que acomodó bajo los aún encarnados glúteos de la pobre Greta. Tras dar un par de pasos atrás para observar el cambio, sonrió complacido: Greta yacía sobre la cama, con sus extremidades extendidas hacia las cuatro esquinas, y ahora, con el cojín, sus caderas se disparaban hacia arriba arqueando su espalda hacia atrás y mostrando completamente el encanto de su vagina. Desde la posición de Cyrus, la vista era perfecta. Sacó de su bolsillo una pieza de tela negra, una venda, y tapó los ojos de Greta, negándole la visión e impidiéndole prever los movimientos de su amo. Así, se sentó al lado de la cama y empezó a tocarla de nuevo sin ninguna consideración. Su contacto no transmitía más que un mensaje claro: "para mí no eres más que un pedazo de carne", y era un mensaje enviado a través de sus manos con una claridad brutal. Greta se sentía vejada, sobada descaradamente por una persona a quien no importaba en absoluto la falta de sensibilidad con la que era tratada se sentía despreciada, insultada su dignidad como ser humano Y le encantaba cómo lo estaba haciendo. Cyrus se limitaba a magrear allá por donde le apetecía, pellizcando en ocasiones sus pezones y los labios de su vagina, que con la excitación se habían hinchado levemente y sobresalían ligeramente por entre los labios mayores. Cuando Greta empezó a gemir, a Cyrus le pareció una ofensa que ella disfrutara del magreo, así que sacó un gag ball del cajón y le tapó la boca con él. Tras ello, los magreos de Cyrus se endurecieron, mostrando a través de sus manos su enfado. Pero de la misma manera, lo que la boca de Greta ya no podía expresar lo hacía ahora su cuerpo, que se contoneaba con los tocamientos. Cyrus, iracundo, dejó caer una sonora bofetada al lado del muslo de Greta. Se subió encima de ella y colocó su cara tan cerca de la de ella que Greta podía sentir su respiración. Pero ahora sentía algo más. Dolor. Cyrus le estaba retorciendo los pezones mientras grunía una nueva amenaza a su oído: -¡Zorra maleducada! Si no tienes educación, te la voy a enseñar yo por las malas Greta, incapaz de hablar o de hacer ningún gesto, se limitó a asentir, y a partir de entonces, no sin esfuerzo por su parte, sus movimientos se atenuaron. Cyrus continuó los tocamientos, pero percibiendo que Greta se estaba excitando demasiado, optó por parar. Ella, sin ver ni entender lo que pasaba, se quedó quieta, expectante. Cyrus observó durante un rato a la inquieta Greta, en silencio, sin decir nada ni dar pistas de cual sería su próximo movimiento. Esperó a que ana se relajara un poco para centrarse en su entrepierna. Decidió dedicar todas sus atenciones a la rajita de su perra, así que se tumbó sobre la cama con la entrepierna de la chica a apenas un palmo de su cara, y comenzó a juguetear con ella La acarició, pasó sus dedos por encima de sus labios y tiró suavemente de la piel hacia arriba para revelar su clítoris, que estimuló con otro de sus dedos abrió sus labios y contempló sin vergüenza sus orificios, con los que también jugueteó, y palmeó tanto su vulva como su monte de Venus Greta no podía ver nada, pero aquel tratamiento la estaba volviendo loca de placer, aunque por miedo aún disimulaba al máximo sus reacciones. Finalmente, optó por penetrarla con los dedos: colocándose justo encima de su vagina, Cyrus dejó caer sobre ella un salivazo que empapó sus labios y se deslizó hacia abajo por los pliegues que conformaban el sexo de Greta. Después, se chupó los dedos y procedió a introducirlos uno dentro de su rajita. Greta se convulsionaba con cada dedo que entró en su cuerpo, pero esta vez Cyrus fue indulgente con ella y le permitió esos movimientos, comprendiendo que ya eran prácticamente inevitables. Uno, dos, y hasta tres dedos introdujo en la vagina de Greta, tres dedos vivarachos que no paraban de moverse en el interior de la chica; Cyrus contempló la posibilidad de un cuarto, pero no sabía si Greta iba a ser capaz de tomarlo. En cualquier caso, con los tres dedos dentro, el último estaba doblado de una forma incómoda, de forma que consideró descansarlo entre las nalgas pero aquello tampoco funcionó, y entonces le vino a la cabeza Olvidó por un segundo los otros dedos y se concentró en encontrar el esfínter con el único que había quedado fuera; Cuando lo encontró, notó que Greta contraía y dilataba su agujerito, e intuyó que le estaba invitando a entrar Tampoco es que importara mucho, porque tanto si le gustaba como si no, iba a meterle el dedo en el culo. Tensó los dedos en posición recta, tres en la vagina y uno en el ano, y empujó hasta meterlos todos dentro. Greta apenas podía contener los gritos a través de la pelotita roja que tapaba su boca. Empezó a juguetear con todos los dedos, sintiendo en ocasiones cómo el solitario dedo en el ano tocaba los otros tres a través de la membrana que separaba ambas aberturas Pero después de un rato las convulsiones de ana eran tan fuertes que Cyrus decidió sacar los dedos y parar de repente. Greta, desconcertada, se preguntaba qué había pasado Se lo estaba pasando en grande en un momento, penetrada anal y vaginalmente por los dedos de aquel bastardo, y de repente, cuando estaba a punto de llegar a un orgasmo monumental, todo paró, cortándola en el mejor momento. Entonces oyó su voz. -No te creas que voy a dejar que te corras así, tan ricamente. Eres mi esclava y si no me das espectáculo no me vales una mierda. Greta no dijo nada, pero en un momento sintió cómo las ligaduras de sus manos se liberaron. Las de los pies continuaban firmes, y cuando oyó la orden de su amo, supo que no iban a soltarlas aún. -Bueno como veo que te gusta mucho esto de los deditos, voy a dejar que te lo hagas tú misma un rato bajo mis órdenes. Por toda respuesta, Greta bajó tímidamente sus manos a su entrepierna, esperando las indicaciones de Cyrus, que simplemente ordenó que se empezara a masturbar. Greta empezó acariciándose, deslizando uno de sus deditos por entre los labios menores y rozando con él su clítoris. Enseguida, Cyrus le ordenó que de cogiera los labios con dos dedos y se los abriera delante de él, a lo que ana obedeció inmediatamente sin dejar de tocarse el clítoris con uno de los dedos. -Ahora métete un dedo así ahora sácatelo y lámelo como la perra que eres eso es Cyrus seguía indicando a Greta qué hacer, invitándola a introducirse dedos en la vagina y el ano, a acariciárselos y a mojarlos con su propia saliva, pero ya se estaba volviendo a excitar demasiado, así que ordenó parar de nuevo. A Greta ya le estaba empezando a frustrar el haber llegado al orgasmo casi tres veces y en las tres haber interrumpido el clímax, pero entonces Cyrus la sorprendió: -Bien, perrita te has portado muy bien y creo que como has sido una zorrita buena te voy a dar el premio que te mereces Greta esbozó lo que si no fuera por el gag ball hubiera sido una sonrisa; Se sentía tan frustrada por los tres orgasmos interrumpidos que ya no le importaba hablar tan groseramente como su presunto dueño: Ansiaba que se la follara y la hiciera correrse de una vez. Sintió cómo los grilletes de los pies se liberaban y recibió la orden de ponerse a cuatro patas encima de la cama. Así lo hizo, y en breve sintió cómo también desabrochaban su mordaza, que se desprendía de su boca dejando caer entre los dos un hilillo de baba. También cayó la venda, y en cuanto sus ojos se aclimataron a la luz lo primero que vió ante ella fue la punta del miembro de su amo a apenas centímetros de su cara. -Venga, es la hora de comer Greta notó la ligera presión de la mano de Cyrus en la parte trasera de su cabeza, y cómo ésta la empujaba hacia su falo. Poco pudo hacer salvo abrir la boca y tomar su punta en ella. Con el capullo dentro de su boca, Greta se entretuvo en acariciarlo con su lengua mientras la mano trataba de marcar el ritmo de su felación. No era su ritmo habitual, pero se podía adaptar con relativa facilidad. Cuando la mano la liberó de la presión, Greta se sacó el miembro de la boca y lo lamió con cariño. Las caricias con su lengua siguieron durante poco más de un minuto hasta que Cyrus se apartó y se colocó detrás de ella, dispuesto a embestirla. Agarró la correa y la penetró de una sola embestida que Greta recibió con más dolor que placer. Tan pronto como exhaló un grito, Cyrus tiró de la correa como quien trata de detener a un perro ansioso. -No grites o será peor ¡Que soy capaz de ir a por un pepino a la cocina y joderte con él! Greta calló de inmediato: La idea de ser penetrada con un pepino no le hacía ninguna gracia, pues lo más fácil era acabar desgarrada por el tamaño del vegetal. Así, Cyrus comenzó su vaivén y paulatinamente el dolor se desvaneció dejando sitio al placer. Eventualmente, Cyrus aumentó la fuerza de sus embestidas y Greta dedujo que estaba a punto de tener un orgasmo aún cuando ella no había llegado al suyo, y aquello no le gustaba nada. Sin embargo, en vez de seguir montándola, la sacó de su agujero u ordenó a Greta a arrodillarse en el suelo otra vez. Greta obedeció rápidamente, y Cyrus, cogiéndola por el lado de su cara, la pegó a su muslo justo por debajo del miembro que estaba acariciando a la espera de una descarga de esperma. Greta poco más pudo hacer que esperar y tomar la descarga de leche en su cara mientras que Cyrus la apretaba aún más fuerte contra su pierna, tal vez porque los espasmos hacían que perdiera el control de su fuerza Una vez acabado, Cyrus limpió con el dedo una de las trazas de semen de la cara de Greta y se lo metió n la boca para que ella lo limpiara al cabo de un momento, Cyrus salió de la habitación sin decir una palabra. Greta aún estaba excitada y no había conseguido su orgasmo, por lo que se sentía frustrada y molesta. Se sentó en el suelo y abrazó sus rodillas, pensativa Y entonces Cyrus volvió a la habitación con una amplia sonrisa, totalmente cambiado. Tomó la cara de Greta con las dos manos y la besó en los labios. Ya no era el Cyrus autoritario y cruel, sino el Cyrus sonriente y cariñoso de siempre. Cogió su mano y la invitó a levantarse caballerosamente, la tendió sobre la cama y abrió sus piernas. -¿Te ha gustado lo de los dedos?-Preguntó. -Mucho,-respondió ella, -me estabas volviendo loca Sin decir más, Cyrus repitió la operación de penetrar la vagina y el ano de su amiga con los cuatro dedos de su mano, esta vez de una forma mucho más suave. Empezó a acariciar el interior de sus orificios ante los altos gemidos de Greta, que ya se sentía libre de gemir, gritar o lo que hiciera falta, y entonces él añadió al juego una juguetona lengua sobre su clítoris. Greta se convulsionaba poseída por el placer que le llegaba de tantas partes hasta que al final se aferró a la cabeza de su pairtenaire, la apretó contra su sexo, y éste, entendiendo que el esperado orgasmo ya estaba llegando, aceleró sus movimientos, empujando sus dedos dentro de ella todo lo que podía hasta que la pobre Greta, castigada durante tanto rato, consiguió entre unas enormes convulsiones su ansiado orgasmo. Exhausta, jadeante, Greta sintió cómo los dedos de Cyrus abandonaban lentamente sus orificios, y al abrir los ojos vió a Cyrus chupándoselos y saboreando el néctar del interior de su compañera de juegos ambos sonrieron y con un dulce beso se dejaron vencer por el sueño