Castigando a una esclava (2)

Aunque no se lo mereciera, cumpliría su promesa y seguiría castigándola...

Para y por Escorpio62001...

Ella estaba tumbada en la cama bocabajo, apoyada sobre los codos y fumando un cigarrillo.

Él no había olvidado su promesa de ponerle unas pinzas de ropa en los pezones para sustituir la percha que le había quitado antes y tampoco le había quitado el plug.

Se había sentado al lado de ella, con la pala de ping pong en la mano y mientras hablaban de cosas triviales, él de vez en cuando dejaba caer un par de azotes con esa pala sobre sus nalgas para recordarle que aunque no se lo tenía prohibido, odiaba que fumase.

Alternaba eso con jugar con el plug que la penetraba. Lo sacaba un poco y lo volvía a meter. Le encantaba jugar con el culo de su esclava. Era la parte que consideraba que más le pertenecía y le gustaba recordárselo a ella jugando con él continuamente.

Aquella no era la mejor forma de disfrutar de un cigarro, así que ella se dio prisa por acabarlo y apartar el cenicero a la mesita.

Ella hizo amago de incorporarse, pero él le dijo que se quedase como estaba, cosa que ella hizo.

Entonces el Amo posó la pala sobre la espalda de ella y se dedicó a mover un poco más el plug, hasta que acabó sacándolo y metiendo entero una y otra vez.

Después de un par de minutos, lo sacó definitivamente y separó las nalgas de ella para observar el abierto ano. Quedó satisfecho con el resultado... No quería abrirla demasiado, lo justo para después meterle la polla sin dificultad. Quería que fuese su miembro el que la abriese por completo.

Por fin, se levantó y le dijo a ella que hiciese lo mismo...

Coge las dos sillas y ponlas de espalda la una contra la otra a una distancia de un metro aproximadamente...

Ella le miró extrañada por un momento... ¿ Qué nuevo juego era aquel ?

Colocó las sillas como el Amo le había dicho, mientras el cogía de la mesita una vara de bambú que medía algo más de un metro.

Puso un extremo de la vara en la segunda barra desde arriba del el respaldo de una de las sillas y luego colocó el otro extremo en la misma posición en la otra silla.

Ella empezó a adivinar de que se trataba esta vez el juego.

Pasa una pierna por encima de la vara...

Ella lo hizo, pero eran sillas bajas y la vara quedaba unos centímetros por debajo de la entrepierna de ella.

Enonces el cogió el primer extrema y lo subió hasta arriba del todo de la silla. Cuando fue a hacer lo mismo, el resultado fue que iba a quedar demasiado alta.

Ponte de puntillas...

Al ponerse ella de puntillas, la vara quedó justo donde él quería. Pero ella protestó...

No podré aguantar mucho de puntillas Amo...

Ese es tu problema, si te dejas caer la vara se te clavara. Y si te mueves y la vara cae al suelo te la vas a ganar de verdad...

Ella tomó aire y se dijo a si misma que tenía que aguantar...

Mientras pensaba esto, vio como soltaba el cordel que antes estaba unido a la percha y lo pasaba por el agujerito de la pinza que atrapaba el pezón izquierdo haciendo un pequeño nudo para que quedase sujeto.

Inclínate hacia delante.... Dijo él mientras tiraba hacia abajo del cordel.

Paso la cuerda por debajo de la vara para después unirla a la pinza que torturaba el otro pezón. No usó ni la mitad del cordel, lo que sobró quedó colgando y de esta forma ella no podía zafarse de su incomoda postura so pena de un gran dolor en los pezones.

Por un momento casi perdió el equilibrio, estar de puntillas e inclinada era complicado. Así que él le permitió apoyar ligeramente las manos en el respaldo de la silla, pero sólo lo justo para no caerse.

En aquellos momentos ella pensó que había sido tonta al sentir vergüenza por bajarse las bragas y enseñar su ano...aquello que estaba haciendo ahora era mucho peor y no había protestado. ¿ Se estaría volviendo obediente después de todo?

Sus pensamientos se interrumpieron al ver que el había cogido una regla y se daba golpecitos en la palma de la mano mientras sonreía y la miraba...

Bueno...ahora ya sabes lo que te toca... Aguantar hasta que me aburra y no tirar la vara...

¡ Si claro! Y si quieres de paso canto y bailo...

La sonrisa de él se volvió una sonora carcajada mientras ella pensaba "No, parece que no me he vuelto tan obediente como parecía".

Si quieres hacer bromitas puedes hacerlas mi niña, pero yo en tu lugar, sólo abriría la boca para gemir o gritar. Esa contestación te va a costar que yo tarde más aún en hartarme de azotarte...

Ella nunca había probado los azotes con una regla y si bien al principio se soportaban sin problema, poco a poco notó como cada reglazo quemaba más y más que el anterior. Tenían la fuerza de la pala de ping pong, pero picaban más.

Intentaba estarse quieta, pero cuando recibía un azote especialmente fuerte, no podía evitar arquear la espalda con lo que la cuerda tiraba de sus pezones que ya de por si estaban bastante atormentados, o contorsionarse para intentar escapar al golpe, con lo cual la vara se iba moviendo más de su precario sitio.

Encima, cada vez sus piernas estaban más doloridas por la postura y su cuerpo tendía a relajar el peso con lo que la vara se le clavaba en el coño.

Sentía torturado todo su cuerpo...

No se le escaparon más impertinencias. No se le ocurrieron. Lo único en lo que podía intentar concentrarse era en resistir aquello como pudiese. Ahora si que sentía que estaba siendo castigada.

Los azotes no cesaban. Cada vez dolían más. Y no solo era porque tenía ya las nalgas resentidas sino porque él imprimía cada vez más fuerza.

Le ardía. Ella que siempre se había jactado de no gritar y apenas gemir, no conseguía acallar los sonidos de queja que salían de su boca...Era la única forma de desahogar el dolor.

"Naranja, naranja, naranja, naranja...." Era la única palabra que pasaba por su cabeza. Era uncódigo entre ella y su Amo. Naranja, precaución. Rojo, paro inmediat. Pero nunca habían tenido que usar el código hasta entonces. Y se esforzó por no usarlo en aquel momento. Estaba segura de que él no traspasaría el límite.

Y de repente, como por arte de magia, en el momento en que ella pensaba que no aguantaría un azote más, estos pararon.

Sintió la mano de él acariciando el dolorido, enrojecido y caliente trasero de ella mientras decía...

Tendrías que ver como lo tienes, lo de otras veces no ha sido comparado con esto...

Ella tenía la cabeza gacha, semioculta entre los brazos, respirando profundamente e intentando relajarse, cuando el la cogió por la barbilla y la hizo subir la cabeza.

Ella vio una mirada de asombro en los ojos del Amo.

Vaya... dijo él... No has llegado a gritar, pero esto que veo me gusta más aún... ¡Has llorado!

¿ Qué he llorado? Preguntó ella sorprendida...

Él, por respuesta llevó un dedo a la mejilla de ella y después se lo enseñó. La yema estaba mojada.

Ella se sorprendió aun más, ni siquiera se había dado cuenta, pero ahora que ya estaba algo más tranquila, notó su rostro húmedo.

El Amo la sonrió dulcemente para después besarla, mientras le quitaba las pinzas de los pezones, lo cual hizo que ella gimiese angustiosamente, tras lo cual los acarició suavemente para calmarlos.

La ayudó a incorporarse y quitó la vara de las sillas para que pudiese por fin apoyar los pies.

Aquello fue una sensación de alivio enorme a pesar de que sentía todo su cuerpo dolorido.

Los dos se tiraron sobre la cama y estuvieron besándose y acariciándose un rato.

La polla de él hacía ya mucho que estaba de nuevo dura y el coño de ella a pesar de la tortura recibida, o quizá a causa de ella, estaba caliente y húmedo.

El Amo le dijo que se tumbara bocabajo...

Quiero ver si sigues abierta y abrirte aun más. Tu culo se va a acordar de mi durante varios días tanto por dentro como por fuera...

Ella obedeció sin rechistar, no creyó que pudiese resistir más azotes.

De nuevo, el separó sus nalgas. Vio que el ano se había cerrado un poco, pero no importaba. El hecho de que a ella le fuese a doler un poco la hacía más suya.

Su polla fue directa al ano como si este tuviese un imán. Tal como esperaba encontró algo de resistencia, pero no mucha puesto que estaba medio abierto.

Entre los gemidos de dolor de ella y las embestidas, cuidadosas pero decididas de él, el miembro acabó entrando hasta el final.

La sacó y volvió a meter suavemente durante unos segundos, tras los cuales, cualquier rasgo de delicadeza se borró y comenzó a penetrarla salvajemente.

A ella le estaba doliendo y él lo sabía. Era lo que más le gustaba, saber que ella aguantaba por él. En aquellos momentos la sentía tan suya...

A su vez, así era como se sentía ella. No le importaba el leve dolor que sentía, que se mezclaba con un extraño placer, sino el hecho de saber que en aquel instante sólo le pertenecía a él.

De repente, él salió por completo de ella...

Date la vuelta y abre bien las piernas...

Ella lo hizo, tras lo cual, él cogió la almohada de la cama, la dobló en dos y la puso bajo sus caderas para elevarla bien.

Quiero verte la cara mientras te follo el culo. Y mastúrbate, también quiero verte disfrutar. Pero no te corras hasta que yo te lo diga...

Si Amo... Dijo ella esbozando una sonrisa pícara.

De nuevo la polla de él embestía contra el culo de ella, ya sin miramientos de ninguna clase. Se la metía hasta el fondo con fuerza, entera y la volvía a sacar de forma que sólo la punta quedase dentro.

De vez en cuando la sacaba del todo, observaba el ano, ahora totalmente abierto y se la volvía a meter.

Mientras, ella se masturbaba, acariciándose el clítoris en círculos cada vez más rápidamente, hasta que llegó el momento en que no pudo más...

Amo, por favor, déjame correrme...

No, aguanta un poco más... Dijo él penetrándola con más fuerza aun.

¡ No puedo! ¡ Por favor!

Él salió de ella se levantó y fue hacia la mesa.

¿ Qué pasa? Preguntó ella dejando de masturbarse e incorporándose un poco.

Nada...sigue ahí tumbada y no te muevas. Y no sigas masturbándote. Vas a aprender a no decir que "no puedes" cuando yo te ordeno algo.

La voz con la que el Amo dijo aquello hizo que un escalofrío le recorriese la espalda...

Le vio coger la caja de preservativos, abrirla, coger uno desenvolverlo y ponérselo. Aquello no la tranquilizó, porque no estaba muy acorde con lo que él había dicho.

Cuando le vio coger también una vela y el mechero de ella, comprendió que había hecho bien en no relajarse.

Él encendió la vela mientras ella protestaba...

No te atreverás...

Si, si me atreveré. Espero que unas gotas en tu clítoris te harán comprender que sólo puedes correrte en el momento que yo quiera.

Ella tragó saliva. Había probado la cera, pero no en el clítoris. Aquella era una zona muy sensible y más aún estando excitada. Pero decidió no suplicar y aguantar una vez más.

Cuando él se situó entre sus piernas y levantó la vela, el acto instintivo de ella fue cerrarlas, de lo cual fue disuadida con dos azotes en la cara interna de cada muslo.

La primera gota pareció que tardaba una eternidad en caer, y cuando lo hizo falló el objetivo, cayó en el nacimiento del pubis. Quemó pero no fue para tanto.

Por desgracia la segunda gota si que dio en el blanco. El dolor fue como un pinchazo agudo. No duró más de un segundo, pero la hizo encorvarse y aunque se tapó la boca con las manos, no fue lo suficientemente rápida como para acallar el grito que se le escapó.

La tercera y cuarta gotas fueron igual de dolorosas. La quinta ya no. La capa de cera que se había formado sobre el clítoris lo protegía. La sexta solo fue un leve calor.

El Amo aguardó un poco a que se formase bastante cera derretida y entonces la dejó caer en chorro por el resto del coño. Fue un chorro pequeño, pero de nuevo tuvo que ella tuvo que ahogar el grito.

Tras esto, el Amo apagó la vela, se inclinó sobre ella y la besó en los labios...

Ya te he dicho lo mucho que me gusta ver la cara que pones en el momento justo que cae la cera verdad?

Ella no pudo contestar. Sintió como algo invadía su coño violentamente. El la había penetrado sin preámbulos, por sorpresa y con mucho fuerza. Desde el primer momento la embistió como un loco y ella tardo unos segundos en acoplarse a sus movimientos.

Ahora vuelve a masturbarte, así con el coño lleno de cera. Y ni siquiera preguntes si puedes correrte, yo te diré cuando debes hacerlo.

Si Amo...

Ella metió la mano entre sus cuerpos hasta alcanzar el clítoris. Estaba cubierto por la capa de cera, con lo que tenía que apretar más para poder sentir, al tiempo que notaba que la cera se reblandecía entre sus dedos.

A pesar de todo, volvía a estar al límite y justo en el momento en que iba a bajar el ritmo de sus caricias para aguantar más, el Amo comenzó a moverse dentro de ella en embestidas cortas, rápidas y con mucha fuerza.

¡ Ahora mi esclava! ¡ Quiero que te corras ahora!

Ella no dudó. Sus dedos se movieron en su coño a la velocidad en que era follada...

Intenso, largo, así fue el orgasmo de ambos. Uniendo cada movimiento a todo un concierto de jadeos y gemidos...

Tras salir de ella, permanecieron un rato abrazados sin decir nada.

Aquel silencio que era complice de ambos y que les permitía pensar durante unos segundos en todo lo que había pasado...

Y sin saberlo, los dos llegaron a la misma conclusión... De nuevo había merecido la pena...

Para cualquier comentario, podéis escribirme a estadovirgen@yahoo.es