Castigando a una esclava
Cuando una esclava es rebelde e insolente el Amo tiene dos opciones, desesperarse y huir o castigarla... A fin de cuentas, el castigo es un juego más...
Para y por Escorpio 62001...
De nuevo volvían a verse...
Siempre la habitación de un hotel diferente, siempre algún juego distinto, siempre fantasías ideadas entre los dos...
Sabían para que estaban allí ese día. Su objetivo en esa ocasión era el castigo...
Cuando una esclava es rebelde, altiva, orgullosa, respondona, vacilona, insolente, desobediente... su Amo tiene dos opciones, desesperarse y huir o castigarla y enseñarla a obedecer.
A fin de cuentas, no era más que otro juego entre ellos, el que más le gustaba, crimen y castigo. Pero esta vez sería especial. Él quería que el castigo fuese ejemplar y ella lo sabía, así lo habían pactado y así sería.
La ventaja del Amo...saber exactamente que pasaría.
La ventaja de la sumisa... que en el fondo disfrutaba no sabiéndolo.
Era una habitación pequeña. Una cama de 1,80 con un cabecero de barras de hierro forjado, que hizo que ambos sonrieran al tiempo; una mesita de noche a cada lado de la misma con sendas lamparillas. Había una mesa redonda pequeña, adornada con un jarrón de flores artificiales, y dos sillas con respaldo de barritas de madera horizontales en la pared de enfrente de la cama, al lado de la ventana. El cuarto de baño, no era muy grande, pero tenía de todo.
Se veía una estancia intima y acogedora.
Tras posar la bolsa de viaje, de la cual ella sospechaba el contenido, e inspeccionar la habitación, se produjo un pequeño silencio. Pero no era el silencio incomodo de los desconocidos. Sino el silencio de la complicidad, unida a las miradas pícaras que ellos se dedicaban...
Él se acercó a ella, y pasando lentamente una mano por su nuca, la atrajo hacia si y la beso. Un leve roce de sus labios que poco a poco fue dando paso a que sus lenguas se unieran y jugasen anhelantes, queriendo recuperar todo el tiempo en que no habían podido tocarse.
Por fin, se separaron...
El puso sus manos sobre los hombros de ella y le dio la vuelta.
Depositó un beso en su nuca, bajo sus cortos cabellos, pare después decirle acercando su boca a la oreja de ella...
Ahora quiero que te desnudes, sólo quiero que te quedes con las bragas...
Ella hizo ademán de girarse mientras abría la boca para protestar...Odiaba desnudarse y él lo sabía... Pero el Amo apretó con fuerza los hombros para impedir que ella se diese la vuelta y después le tapo la boca con la mano...
No quiero oírte protestar. Sabes para que estamos hoy aquí y cualquier cosa que hagas que me moleste, no hará más que acrecentar tus faltas y por lo tanto tus castigos. Así que póntelo fácil a ti misma y obedece.
Ella apretó los dientes, parecía que estuviese pensando si comenzar a rebelarse u obedecer. Se decantó por lo segundo, pues segundos después, sus manos iba a la cinturilla de su jersey y comenzó a elevarlo.
El Amo se apartó y se sentó en la cama frente a ella para observar como tras el jersey, desaparecían del cuerpo de su esclava la camisa, las botas, los calcetines y los pantalones.
Sólo llevaba encima el sujetador y las bragas, todo en color negro. Se quedó de pie mirando a su Amo sin decir nada.
Continúa. He dicho que te dejes sólo las bragas. Quítate el sujetador...
Ella torció el gesto, pero llevó sus manos a la espalda para desabrochar la prenda. Deslizó los tirantes por los hombre y los dejó caer por los brazos de forma que tiraban de las copas y dejaban al descubierto sus grandes pechos, coronados con aquellos pezones que tanto le gustaban a su Amo, grandes también y de color marrón.
El se la quedó mirando, como examinándola, hasta que por fin se levantó y fue hacia la bolsa de viaje, la abrió y empezó a rebuscar.
Cuando por fin encontró lo que quería, volvió hacia ella y de nuevo se puso a su espalda.
Ella notó como un trozo de suave tela, un pañuelo, cubría sus ojos, y sintió como el nudo se cerraba tras su cabeza. Sólo movió las manos para recolocar de forma cómoda el pañuelo, tras lo cual el preguntó...
¿Puedes ver algo?
No.
Ella sintió un azote no muy fuerte por encima de la tela de sus bragas...
Pero...¿ Que he hecho?
No es lo que has hecho, sino lo que has dicho... ¿ Te parece esa forma de contestarme?
No...Amo...
Eso es... Dijo el mientras besaba su hombro desnudo.
Entonces ella notó la mano de él en su codo...
Ven...
Ella se dejó guiar. Sólo fueron unos pocos pasos.
Ponte de rodillas...
Bueno...eso podía hacerlo sin protestar...Así que lo hizo sin dudar.
Bájate las bragas hasta medio muslo...
Sólo fueron un par de segundos de indecisión, pero eso fue suficiente para que unos azotes cayeran sobre sus nalgas aún vestidas. Él estaba usando la pala matamoscas de plástico con la forma de una mano pequeña que ella tan bien conocía. Lo que no sabía era en que momento él la había cogido...¿ Lo habría hecho junto al pañuelo?
Aquellos azotes no dolían...Sólo eran un toque de atención... Pero bastaron para que ella llevase las manos a la cinturilla de las bragas y las deslizase hasta dejarlas por debajo de la cadera.
Bájalas un poco más y después pon los brazos a la espalda.
Lo hizo, pero antes de poner los brazos como él le había indicado, llevó las manos hacía delante, pues sospechaba que estaba de rodillas cara a la pared, y así era estaba colocada en una de las esquinas de la habitación. Como si fuese una niña pequeña, castigada en el colegio, sólo que lo único que la cubría eran una bragas a medio quitar, lo cual era casi más humillante que tenerlas quitadas por completo...
En aquella postura pudo oír el roce de la ropa al ser quitado. Su Amo se estaba poniendo cómodo...
Oyó el tintineo del cinturón al ser desabrochado y el susurro al ser sacado de la trabillas del pantalón. Lo siguiente que oyó fue el ruido seco de ese mismo cinturón golpeando un par de veces sus nalgas ya desnudas.
Sintió inmediatamente el picor de aquellos dos azotes, que si bien no habían sido muy fuertes, si la habían cogido por sorpresa.
Cuando pareció que el Amo ya había acabado de quitarse la ropa, empezó a oír algo que la hizo pensar que él estaba sacando cosas de la bolsa de viaje, cosa que confirmó cuando notó que el golpe de una vara se estrellaba en su culo. Esta vez, los azotes fueron seis.
De momento parecía que el sólo quería calentarla un poco el culo en aquella humillante postura más que azotarla en serio.
El parecía seguir sacando cosas, hasta que al final notó como el apartaba la bolsa a un lado. Entonces sintió que el se acercaba, como si se inclinase sobre ella. Fue cuando notó sobre su trasero los azotes de algo desconocido. Era algo duro, plano y con ello se abarcaba con cada golpe una buena parte de su culo, con lo que a los pocos azotes, lo notó caliente.
Tardó poco en adivinar que se trataba de una pala de ping pong, pues aunque no podía verlo habían hablado de usarla en alguna ocasión.
Los azotes cesaron. El se incorporó para dejar la pala y coger otra cosa. Entonces volvió donde ella y tras volver a inclinarse y depositar algo en el suelo, paso las manos por delante hasta alcanzar los pechos, los cuales comenzó a acariciar, amasándolos primero suavemente, pero aumentando poco a poco las fuerza, para después centrarse en los pezones, pellizcándolos y retorciéndolos hasta ponerlos duros como puntas.
Ninguno decía nada...de nuevo el silencio de la complicidad rodeaba sus actos...
Ella se estremecía bajo los dedos de su Amo, deseando que no parara nunca. Pero finalmente lo hizo.
Entonces recogió lo que había dejado en el suelo y tomo con dos dedos el pezón izquierdo de ella.
De nuevo, la esclava adivinó cual era el objeto que el Amo iba a usar... La percha de pinzas metálicas...
Él pinzó con cuidado el pezón, dejando que la pinza se cerrara poco a poco sobre él atrapándolo, para después hacer lo mismo con el otro.
Las pinzas de aquella maldita percha dolían y mucho. ¿ Por qué tenía que ponerle esas y no las de ropa ? A pesar de ello no dijo nada, sólo emitió un pequeño gemido cada vez que aquellas pequeñas trampas cazaban su objetivo.
El Amo dejo que la percha cayera sobre el vientre de ella, mientras desataba el nudo del pañuelo que vendaba sus ojos. Ella parpadeó un par de veces antes de abrirlos por completo y mirar sus pinzados pechos, para descubrir que en el gancho de la percha había atada una cuerdecilla de mas o menos un metro de largo.
Él tomó el extremo de dicha cuerda mientras decía...
Ahora date la vuelta hacia mi...
Ella lo hizo y vio que él no estaba completamente desnudo, sino que llevaba puesto unos boxer de color negro ajustados.
Súbete las bragas...
Ella lo hizo, contenta de poder cubrirse un poco.
Muy bien... ahora sigueme..
Pero cuando ella hizo ademán de levantarse para caminar el la detuvo...
¡No! No quiero que camines...quiero que gatees...
¿ Quieres que ande a cuatro patas?
Si.
¡ De eso nada!
El Amo se quedó mirándola seriamente durante un segundo antes de soltar la cuerda y decir...
Estas aquí para que te castigue por tu desobediencia y rebeldía. Así que ahora mismo puedes hacer dos cosas, levantarte, vestirte y nos vamos o aceptar lo acordado, que era que aceptarías los castigos fuesen lo que fuesen, coger la cuerda y entregármela sumisamente y caminar a cuatro patas como te he dicho...
La cara de la esclava cambió de expresión varías veces en pocos segundos, primero sorpresa, después indignación, abrió la boca para protestar, volvió a cerrarla frunciendo el ceño, por último una sonrisa pícara asomó en la comisura de sus labios, mientras pensaba para si misma ¡ Que demonios!.
Cogió la cuerda y se la entregó a su Amo, mientras agachaba la cabeza.
Entonces fue él el que sonrió, feliz, mientras recogía el cabo de manos de su esclava.
Tensó la cuerda, cosa que hizo que la percha se izara tirando de los pezones. En la cara de ella apareció una mueca de dolor pero no gritó ni gimió. Él había dicho que en aquella ocasión quería oírla gritar. Odiaba la capacidad de resistencia que tenía ella. Nunca gritaba y apenas gemía. Quería sentirla no sólo con la piel, el olfato y la boca...también deseaba oírla.
Ahora ponte a cuatro patas y camina como mi perrita...
Ella lo hizo mientras él la guiaba con aquella improvisada correa. Él se sentó en la cama y fue tirando del cabo para que ella se acercará hasta que quedó entre sus piernas, con la cara muy cerca del duro bulto que se marcaba bajo el boxer negro.
Los pezones pinzados comenzaban a dolerle de verdad, así pidió a su Amo que le quitara, por favor, la percha...
Debes aguantarla un poco más. ¿ quieres que esté contento verdad?
Si, mi Amo...
Pues entonces las llevarás un rato más mientras me comes un poco la polla...luego las cambiaré por las de la ropa que te dolerán menos... ¿ De acuerdo?
Como tu digas, Amo...
Así me gusta. Ahora quítame el boxer y metete mi polla en la boca como una niña buena.
Ella deslizó el boxer liberando el miembro de su Amo que estaba erguido y duro como un mástil, para después comenzar a lamerlo golosamente, retirando con la mano la piel que recubría la punta para poder besar y mordisquear esta.
Mientras duraba aquello el Amo, de vez en cuando, tiraba de la cuerda para tensar los pezones, recordándole que debía esforzarse si quería dejarle satisfecho y que le cambiase las pinzas.
Se entretuvo jugando con la polla como si fuese un caramelo, antes de metérsela en la boca hasta la mitad. A partir de ese momento, sus labios se deslizaron sobre ella engullendo cada vez un poco más hasta que llegó al limite de su capacidad, momento en que su Amo la cogió por el pelo y atrayendo su cabeza hacia sí hizo que la punta de la polla llegara hasta la campanilla de su esclava.
Ella contuvo una arcada y se sintió aliviada cuando él aflojó la tensión y sacó el miembro hasta la mitad. Pero en vez de detenerse ahí, volvió a empujar la cabeza de ella y volvió a meterle la polla hasta dentro. Así repetidamente, hasta que ella aprendió a recibir la verga sin que le viniese una arcada. Incluso consiguió jugar con la lengua sobre el tronco y apretar los labios cuando el miembro salía para dar a su Amo más placer.
Las acometidas se hacían cada vez más fuertes con lo que ella pensó que él iba a correrse... ¿ Lo haría en su boca? Nunca lo había hecho... La duda se disipo en seguida...
Voy a correrme y lo haré en tu boca...quiero que te lo tragues... ¿entendido?
Ella no podía responder y menos aún cuando las embestidas se volvieron tan violentas que lo único que podía hacer era dejarse llevar. Lo peor era que con la emoción del momento, su Amo tiraba del cabo de la percha más fuerte y sus pezones eran un punto de intenso dolor. Pero no podía protestar su boca estaba atrapada de forma que no podía escapar puesto que la mano empujaba cada vez con más fuerte, hasta que por fin sintió como los jadeos de él se transformaron en sonoros gemidos de placer y su boca quedó inundado por un liquido caliente y amargo que trató de tragar sin atragantarse y sin que se cayera...
Tras esto, notó que él soltaba su cabello y pasaba a acariciárselo cariñosamente, complacido.
Amo, por favor, la percha, quítamela, no puedo soportarlo más...
Si, es cierto...Dijo el mientras respiraba profundamente tratando de recuperarse del orgasmo.
Llevó una mano al pezón derecho sujetando la percha con la otra mano y abrió la pinza poco a poco.
Ella intentó ahogar un profundo gemido. Aquello si que era doloroso, siempre era peor quitar una pinza que dejarla puesta, y aquellas aun más. Él procedió a quitar la del pezón izquierdo. Esta vez, ella no pudo reprimir el gemido y el sonrió.
Tiró la percha a un lado y comenzó a pellizcar los pezones suavemente, pero aquello que se suponía que era una caricia, suponía una tortura en aquellos atormentados pezones.
Ponte de pie...
Ella lo hizo. Entonces él la cogió por la caderas y la atrajo hacia si, cubriendo los pezones por turnos con su boca y lamiéndolos para calmarlos un poco...
Cuando considero que ya era suficiente, la miró a los ojos y le dijo...
Ahora quiero que realices esa fantasía mía que tanto sabes que me gustaría y que tanto corte dices que te da. Y espero que la hagas a la primera, sin rechistar ni poner objeciones...
Ella abrió los ojos en expresión de sorpresa. Aunque sabía que él aprovecharía aquella ocasión para que ella hiciese lo que no quería, pensó que tal vez pasara por alto la tan comentada fantasía...
Ella tomó aire profundamente antes de decir si Amo...
No sabía porque aquello le daba tanta vergüenza, a fin de cuentas, había estado en otras ocasiones totalmente desnuda y a cuatro patas a su disposición. Incluso la había sodomizado.
Pero el hecho de ser ella la que tuviese inclinarse, bajarse las bragas y abrirse las nalgas para que él viese, inspeccionase y jugase con su ano, le parecía lo mas vergonzoso de su vida.
Aún así, se giro y se inclinó. Su manos dudaron un poco antes de tirar de la cinturilla de sus bragas. Las bajó hasta las rodillas y abrió un poco las piernas. Le temblaban un poco las manos mientras las llevaba a sus nalgas para abrirlas y dejar su más intimo agujerito totalmente expuesto a los deseos de su Amo.
Él apenas respiró mientras ella acataba la orden. Había deseado tanto que ella hiciese aquel simple gesto de entrega... De nuevo sintió una cálida oleada de felicidad.
Ella sintió como un dedo recorría lentamente en círculos su ano y se hundía un poco en él. Sólo fue la punta del dedo, pero sintió una ligera molestia al no estar lubricado ni dilatado.
Entonces él se levantó y fue hacia la mesita redonda que era donde estaban todas las cosas que había sacado de la maleta, mientras le decía que no se moviese.
Volvió y de nuevo se sentó en la cama...
Tras unos segundos, ella notó algo frío que era untado en su ano, y que ayudaba al dedo a hacerse paso en él, hasta que lo tuvo por completo dentro.
Él comenzó a moverlo hasta que notó que se deslizaba sin dificultad, tras lo cual procedió a meterle un segundo y un tercer dedo progresivamente, hasta que consideró que ya estaba suficientemente abierto para el siguiente paso.
De pronto ella se notó vacía al sacar él los dedos, pero la sensación no duro mucho, pues pronto notó que algo intentaba penetrarla. No era tampoco la polla de su Amo, así que comprendió que él había comprado el prometido plug y que era eso lo k la iba a meter.
No costó mucho que entrara, así que no debía ser de los grandes, pero en cuando quedo correctamente colocado, el efecto empezó a notarse. Era una sensación incomoda, aunque al mismo tiempo placentera. Esta sensación se acentuó cuando el la dijo que ya podía incorporarse y darse la vuelta.
Entonces él también se levanto y la besó dulce y largamente, tras lo cual le dijo que estaba siendo tan buena que merecía que dejase de castigarla, que lo justo sería que a partir de ahora le diera sólo placer...
Pero como te dije una vez.. soy Amo y no juez, así que no seré justo... Seguiré castigándote aunque no lo merezcas...
Continuará....
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