Castigando a mi jefe sin follar - CAPITULO 4

La visita a la fábrica con nuestro cliente estaba resultando de lo más cachonda y toda una provocación, ¿caería Raúl en mi trampa o definitivamente yo en la suya?

Castigando a mi jefe sin follar

(Alf & Sylke )

CAPITULO 4

El hecho de haberme metido en esa caseta de obra con Didier para comerle la polla y sacarle una foto, no ha rebajado lo más mínimo mi calentura, de hecho, ha conseguido ponerme aún más cachonda, y que unido a las bolas chinas y al calentón que llevo desde la mañana con el masaje que me ha dado Raúl en el coche, hace que esté desesperada. Supongo que es inevitable que me lo noten los que me ven... Camino taconeando sonoramente sobre el suelo de cemento de la nave, que hace que todos los obreros vayan girándose a mirarme a medida que me adentro en la nave, y me noto el centro de atracción de todos ellos, lo que me excita más aun, y mis pezones resaltan en mi vestido de lana fina, mientras continúo mi camino contoneando mis caderas y deleitándome cómo el sonido de cada paso y mis tacones van marcando un ritmo y una cadencia en esa nave vacía de la nueva fábrica “cloc– cloc-cloc"  va sonando y generando alrededor un espeso silencio a medida que avanzo, y algunos murmullos de los operarios.

Didier me acompaña, agarrándome de la cintura y con una evidente sonrisa de satisfacción, como un pavo real, exhibiendo su trofeo, mientras su mano me abraza entre la espalda y el culo y yo le agarro de su brazo, permitiendo que mi pecho roce con su antebrazo y excitándome aún más con ello. Noto como la humedad resbala por mis piernas, hasta alcanzar la costura de mis medias...,

Llegamos de nuevo con el resto del grupo que nos mira expectante, como si intuyeran algo, especialmente Raúl que me observa detenidamente.

-        No sabíamos si os pasaba algo. - dice en un tono celoso, con su mirada en la mano de Didier que sigue agarrado a la parte baja de mi cintura.

-        No, está todo bien. - respondo sonriente y mirando a Didier que me devuelve la sonrisa cómplice.

De algún modo he conseguido mi propósito por partida triple, primero sacar la foto, contentar a Didier y poner celoso a mi excuñado, que seguramente habrá estado imaginando lo que ha podido pasar, tanto por la cara de satisfacción de Didier y por mi evidente excitación, que no puedo disimular. Esa situación me pone muchísimo y nerviosa froto mis muslos, emitiendo levemente el sonido del roce del nylon de mis medias, que siento como si todos lo escucharan.  Ese silencio que se ha producido, cortando sus conversaciones al verme llegar y girarse al oído de mis tacones y ahora del roce de mis medias, creo que nos ha excitado a todos, a mí la primera.

-        Bueno, os quiero enseñar esta maravilla- dice Didier sonriendo, todavía sujetándome de la cintura, refiriéndose a la nave, pero con un evidente doble sentido, - lo mejor es que lo hagamos desde la pasarela que hay arriba, desde donde podréis tener una vista de toda la nave. - añade.

-        Muy bien, síganme por favor – nos informa el Jefe de Obra y todos le seguimos.

Noto la mirada de Raúl a mi lado mientras Didier sigue agarrado a mí. Atravesamos la nave hasta el final hasta llegar a unas escaleras metálicas que ascienden prácticamente al techo de la nave, y yo ya veo cómo va a ser complicado manejarse en esas escaleras y por esa pasarela de tramex, con el suelo de rejilla, con estos taconazos y con el vestido que llevo, bastante corto. Pero con lo excitada que estoy y sabiéndome el centro de atención de todos, me encanta ese nuevo reto y camino convencida hacia la escalera, seguida de Raúl, de Didier y de otro operario que nos acompaña en esa ruta guiada.

El Jefe de Obra se adelanta y comienza a subir las empinadas escaleras, yo voy justo detrás de él, agarrándome a la sucia barandilla, ascendiendo con cuidado. Supongo que detrás de mí Raúl tiene una buena vista de mi culo y de mis piernas, aunque tampoco se les escapará a Didier y el operario que viene tras él. Estoy convencida de que ninguno quiere perderse el espectáculo.  Tengo que hacer un esfuerzo para que mis tacones no se me salgan de los pies en cada escalón, ya que entre lo que se resbala la suela de piel en los escalones metálicos y la propia holgura de mis zapatos, que me había puesto pensando en la feria, se me salen de los talones en cada escalón, a punto de salirse totalmente, enseñando el refuerzo del talón de mis medias.

Para colmo, la falda se me va subiendo con el movimiento, dejando ver a cada paso el liguero, por más que me esfuerce en bajar la falda cada dos pasos. Veo como el Jefe de Obra, un poco más arriba, intenta no perder detalle de mi escote y mis piernas desde su posición, buscando cualquier excusa para girarse y preguntarme si voy bien o para hacer como que explica detalles de la construcción de la fábrica a los que vienen detrás, pero sin poder quitarme ojo de encima. Estoy cachondísima con esos cuatro hombres pendientes de mí.

La escalera tiene varios tramos, con pequeños descansillos para poder hacer su ascensión en zigzag, y en uno de los tramos intermedios, en cuanto salgo de la escalera para meterme en la pasarela, un tacón se me engancha en la rejilla del suelo, quedando mi zapato atrapado y yo descalza de un pie. Rápidamente, Raúl, que venía detrás de mí y que estaba llegando al final de las escaleras, me ve desde su perspectiva descalza de un pie, con la falda algo subida y las costuras de mis medias, y me ayuda a desenganchar el zapato. Sentir sus manos en mis pantorrillas me enciende todavía más, teniendo en cuenta de que suben excesivamente, por encima de mi rodilla, ascendiendo por mis medias hasta el final, mientras me ayuda a calzarme el tacón de nuevo, aprovechando para darme otro breve masaje en mi pie, que no hace sino calentarme a tope, recordando el de esta mañana en el coche.

-        Muchas gracias Raúl, ya sabía yo que venir a la visita así vestida iba a ser un problema... - le comento agarrándome a su hombro mientras él continúa con el masaje.

-        ¡Qué va, mujer!, ¡no es ningún problema, todo lo contrario! - sonríe maliciosamente, y noto como los que le siguen asienten encantados.

-        Por supuesto que no es ningún problema, además, aquí estamos, para ayudarte en lo que necesites. - añade Didier.

-        Gracias, sois muy amables- respondo y me giro, para continuar la ascensión.

Cuando estamos a punto de alcanzar el último tramo de las escaleras, doy un ligero traspiés y un pequeño grito

-        ¡Uy! ¡Que me resbalo!

Esta vez no puedo evitar que uno de mis zapatos se me salga totalmente y caiga, dando varios rebotes y provocando un ruido que retumba en la nave por el eco que se produce al golpear en las escaleras metálicas a medida que rueda por ellas, para aterrizar contra suelo de la nave, unos cuantos metros más abajo, con un sonido que se oye como un trueno en ese espacio vacío.

No me he percatado que en al resbalarme, mi pie ha parado casi en la cara de Raúl, que venía detrás, y al agarrarme a la barandilla fuerte con las dos manos, mi vestido se me ha subido más de la cuenta, prácticamente enseñando mi culo, abriéndose incluso mi escote, dejado ver una parte de mi sostén negro de encaje y una buena porción de mis pechos.

El silencio vuelve a reinar y todas las miradas clavadas en mi cuerpo. Con lo cachonda que estoy todo el día, esas miradas me encantan y las bolitas en mi coño haciendo su extraordinario trabajo, me noto ardiendo y mis pezones duros como piedras. La imagen debe resultar impactante. Desde arriba, gracias al Jefe de Obra no he caído rodando y todavía logra sostener mi cuerpo, tirando de la parte alta de mi brazo y al hacerlo, roza uno de mis pechos, mientras que, por abajo, Raúl trata de evitar que me resbale, sujetándome el culo con una de sus manos. Todos ven como en un segundo, estoy en la escalera, con mis piernas enfundadas en las medias negras totalmente expuestas hasta el culo, donde pueden ver claramente mi tanga negro, y quizá percibir lo húmedo que está, mientras por arriba el vestido muestra parte de mi sostén y mis tetas atrapadas en él queriendo salir por arriba.

Miro hacia abajo la gran altura a la que estamos y en cierto modo el miedo a poder haberme caído rodando. Veo a lo lejos mi zapato en el suelo y dos operarios que no pierden detalle desde la parte baja. Ahora voy con un solo zapato para subir el último tramo, ayudada por el jefe de obra y por Raúl.

-         ¿Estás bien Cristina? ¿te has hecho daño? -pregunta Didier, cuando ve que hemos llegado casi al final.

-        Si, vaya susto. - respondo - ha sido un resbalón, estos tacones... Pero estoy bien.

-        Nos has dejado paralizados. - añade, aunque todos sabemos cuál ha sido el otro motivo de esa paralización.

-        Además, he perdido el zapato. - añado mientras señalo al suelo y muevo en círculos en el aire mi otro pie.

-        No te preocupes Cristina, recuperaremos tu zapato cuando bajemos, ahora ya que estamos arriba os enseño todo y ya terminamos.

-        Si, no hay problema, sigo así, no os preocupéis- y continúo subiendo el último tramo de escaleras con un pie descalzo, pisando con la punta de mi pie, para intentar equilibrar la diferencia de altura con mi otro pie aun calzado, y manchando mi media en el suelo sucio de los peldaños metálicos.

En cuanto alcanzamos el último tramo, llegamos a una pasarela más larga, desde la que se puede observar toda la extensión de la nave, que es enorme y que desemboca en otras escaleras que descienden y terminan en la otra parte de la nave. Desde allí, Didier, nos explica los avances de la obra y las inversiones que va a realizar en la nueva línea de producción que estará lista en unos meses, y de la que está muy orgulloso. Raúl aparenta estar muy interesado en sus explicaciones, pero puedo notar como intenta mirarme continuamente para ver mis piernas y como me paso mi pie descalzo sobre el empeine y el zapato de mi otro pie, mientras le sonrío detrás de Didier.

En un momento dado, mi cliente nos enseña un acceso a un pequeño pasillo que se comunicará con el resto de las naves de la fábrica, pero el sitio es realmente estrecho, porque está lleno de trastos y de sacos de cemento. Ese pequeño espacio hace que estemos muy juntos, tanto que noto el pecho del Jefe de Obra pegado a mi espalda, mientras Didier continúa con las explicaciones. Inconscientemente echo mi culo hacia atrás y noto enseguida el bulto de ese hombre que parece crecer entre mis posaderas. Sin duda tiene una buena polla y parece que está empalmado y saber eso me vuelve loca.

El operario que está junto a él, parece animado y con cierto disimulo acaricia mi mano que está apoyada sobre la barandilla, pero no la retiro y le dejo que siga...

-        ¡Joder, qué buena está! - le oigo decir entre susurros el operario a su jefe.

Veo que su otra mano juega en mi cadera, como queriendo alcanzar mi culo, como si todo fuera accidental, pero tampoco me muevo y le dejo actuar. Cada vez siento la polla más dura del jefe de obra y esas manos juguetonas de su ayudante entre mi cintura, mi cadera llegando a acariciar mi tripita por encima del vestido. Me están poniendo a mil y si me muevo un poco las bolitas dentro de mi coño hacen más efecto todavía.

De pronto Raúl gira su vista y me ve allí, tras ellos, totalmente pegada a esos dos hombres, merced a sus tocamientos y roces más que casuales. Noto como los celos encienden su mirada y veo también como su paquete crece en sus pantalones, sin duda le estoy poniendo cachondo a él también y sonrió mordiéndome el labio.

Por fin salimos de ese pequeño cubículo y Didier nos informa:

-        Bueno, pues si me acompañáis, bajamos por las otras escaleras, así veis la otra parte de la nave, y de paso recuperamos tu zapato Cristina ¿vas bien?

-        Bueno, si- digo, mientras me masajeo un poco mi pie descalzo con mi media sucia de andar descalza en la fábrica- noto un poco de frio en el pie, pero bueno, estoy bien.

-        Si, bueno, lo siento mucho, pero enseguida estamos abajo, no te preocupes.

Continuamos avanzando por la pasarela hasta llegar a las otras escaleras, y yo sigo caminando descalza de un pie, manchando mi media cada vez más. Todos los hombres, los que van conmigo y los que están abajo, siguen atentos mi evolución, ahora con una cadencia distinta: “cloc-tap-cloc-tap" de un tacón y un pie descalzo a cada paso, que no se si les está poniendo más nerviosos aún, pero noto todas las miradas fijas en mí. En esta ascensión las bolas chinas han hecho su trabajo de manera muy eficaz, y entre las miradas de todos, las bolas, la mamada a Didier, el cuerpo de esos hombres que han estado tan pegados al mío, estoy al borde del orgasmo. Estoy segura de que, si alguien me pone un dedo encima, exploto. Además, veo que Raúl está también a cien... pero no es el único. Se percibe una enorme tensión sexual en la fábrica y parece que cualquier cosa puede pasar en ese momento. Y esta vez no son figuraciones, lo noto.

De pronto, un bip en mi teléfono, si ya era todo tensión, ahora un nuevo mensaje de mi hermana.

-        Cariño, muy bonita esa polla en tu boca, pero no intentes engañarme, se nota que no es la de ese hombre del que me hablabas, al menos, no de una enorme polla que comentábamos. Si se parece algo a la de Raúl, desde luego es casi el doble de esa, así que no te la guardes para ti, guapita... mándame la buena o ya sabes que me presento ahí.

La angustia me recorre todo el cuerpo, primero porque ya estoy muy caliente, pero mi hermana me agobia con el tema de la foto de esa polla de mi jefe, sin que evidentemente sepa que es la de Raúl. Para colmo, cuando me ha dicho que es tan grande, Dios, noto mi chochito humedecerse más, porque no puedo remediar excitarme soñando con esa verga enorme. ¿Será realmente tan grande como dice ella?

Didier continúa con las explicaciones y por fin Iniciamos nuestro descenso, pero de pronto vuelve a pasar lo mismo que en la subida, la escalera metálica es tan empinada y estrecha que me veo muy insegura bajando con un solo zapato, por lo que decido quitarme el otro. Al principio lo llevo conmigo en la mano, pero como tengo que agarrarme a la barandilla, decido dejarlo caer deliberadamente al suelo desde esa gran altura. Todos observan la caida de ese tacón que rebota en uno de los escalones acabando en el suelo de la nave, muy cerca de donde debió caer el otro. Ellos me miran y les sonrío.

-        Con un solo zapato es imposible bajar. - añado mientras noto las miradas de los cuatro hombres en mis piernas y especialmente en mis pies descalzos sobre cada peldaño.

Me doy cuenta de que mis medias se van manchando cada vez más, con el polvo de la obra, además el frío suelo donde piso, hace que me detenga de vez en cuando para frotarme los pies y calentármelos un poco. El operario que va justo detrás de mí, no resiste más y se agacha para calentarme con sus manos uno de mis pies. Desde su posición, agachado, tiene una buena visión de mis piernas, de mi liguero y seguramente de mi tanga, porque sus ojos no parecen querer despegarse de ahí. No sé si puede ver la humedad de mi tanga, pero lejos de enfadarme, yo le sonrío desde arriba, agradecida notando sus manos ásperas sobre el nylon de mis medias.

-        Es usted muy amable, no hace falta. - le digo.

-        No es molestia, al contrario- me dice casi babeando y me fijo que bajo su mono de trabajo el bulto es también notable.

Me encanta tener empalmados a todos...

-        Bueno, será mejor que sigamos- dice Raúl, desde más abajo, y creo que algo molesto por no ser él quien esté ahí acariciando mis pies y mis tobillos.

-        Si, vamos - digo sonriente y victoriosa por todo ese juego.

Al llegar por fin abajo, caminando esta vez descalza sobre el frío cemento, encuentro cerca de la escalera el segundo zapato que había arrojado, lo recojo en una mano, pero no soy capaz de encontrar el primero que se cayó.

-        ¿Ocurre algo? - me pregunta el jefe de obra.

-        No, el otro zapato... - respondo mirando a todos lados.

-        Estará a los pies de la otra escalera, me acerco a por él, espere aquí si lo prefiere. - me dice amablemente ese hombre.

-        No se moleste, le acompaño yo para buscarle entre los dos - le digo sonriéndole y notando como Raúl ve la escena desde atrás mientras atiende las explicaciones de Didier, pero sin dejar de mirarme desaparecer junto a ese capataz.

Continúo andando descalza por el suelo de la nave, en busca de mi otro zapato, seguida del Jefe de Obra y justo detrás el otro operario, mientras Didier y mi jefe se quedan allí hablando juntos.  Notar el suelo a través del fino nylon de mis medias, y saberme observada, me excita muchísimo y voy muy cachonda hacia la otra parte de la nave, acompañada por esos dos hombres que sin duda andan tan calientes como yo.

Al llegar allí, no vemos el zapato donde presumiblemente había caído, y el Jefe de Obra pregunta a uno de los obreros que hay trabajando cerca.

-        ¿Has visto el zapato de tacón que se la ha caído a la señorita? - le pregunta el jefe a su empleado señalándome.

Este levanta la vista y tras observarme de arriba abajo recreándose en las curvas que marca el ajustado vestido y mis medias manchadas de pisar descalza, añade:

-        Si, señor, lo he visto, y lo ha cogido un compañero para llevárselo a ustedes, pero no sabíamos que volverían hasta aquí para buscarlo.

-        Vaya, pues vete a buscarle por favor y que lo traiga, ¡no vamos a hacer caminar a esta pobre mujer descalza por toda la nave!

-        Si, claro, ahora mismo.

-        Espera. Antes trae una silla o algo para que pueda sentarse ella. - añade el jefe.

Rápidamente ese obrero, siguiendo las indicaciones del encargado, acerca una caja vacía sobre la que me siento y en donde voy frotando el pie que sigue descalzo y frío.

Desde allí no logro ver al resto del personal, ni a Didier ni Raúl. Nos hemos quedado a solas el Jefe de Obra su operario y yo, en un apartado, bajo la primera escalera, sentada sobre esa caja, con mis piernas cruzadas y siendo devorada por la mirada lasciva de ambos hombres.

Un nuevo mensaje de Silvia.

-        Hermanita, no te olvides de la foto buena, quiero una polla grande en tu boca y que la disfrutes... te lo mereces, que no te pase como a mí, que perdí una gran oportunidad con Raúl de la que me arrepiento cada día. Si yo me perdí ese pollón, no pierdas tú el tuyo.

El Jefe de Obra se acerca y agachándose coge mi pie descalzo para masajearlo y calentarlo, y de paso me limpia un poco la suciedad, pues las plantas están totalmente llenas del polvo de la nave. Yo estoy muy excitada por la situación, las bolas y esas palabras de Silvia que no hacen más que alentarme. De pronto, pongo mi pie sobre el paquete de ese hombre que continúa agachado, mirándole fijamente a los ojos. Enseguida noto esa dureza bajo mi pie y como le brillan los ojos. Sus manos abandonan mi pie, para continuar subiendo por mis pantorrillas y alcanzar mi rodilla. Yo sigo moviendo el pie, cachonda de ver lo dura que se le está poniendo, mientras sus caricias siguen siendo cada vez más intensas sobre la tersura de mis medias. Entonces, abro ligeramente mis piernas para que tenga una buena perspectiva del final de mis medias y de mi tanga semi transparente que debe evidenciar la humedad que tiene.

El otro operario que nos acompaña, no quiere quedarse impasible como mero espectador y viendo mi disposición, se ha acerca por mi espalda, y sin dudarlo me coge las tetas desde atrás, masajeándomelas encima de mi vestido.

-        ¡Ah! - suspiro cogiendo aire y cerrando los ojos.

Estiro ms pierna jugando con los dedos de mis pies descalzos dentro de las medias sobre el paquete del otro hombre y sigo notando las bolitas dándome placer en mi sexo. Estoy tan caliente que en cuanto alguien me roce el coño voy a correrme.

El jefe de obra está tan caliente que no ha dudado en sacarse la polla y deja que mis pies sigan jugando con ella, esta vez en vivo. Puedo notar hasta sus venas a través del nylon de las medias y como sus huevos están a punto de reventar. Me descalzo el otro pie y con ambos empiezo a pajearle lentamente, ubicando su dura verga en los empeines de ambos pies, mientras sus caricias siguen explorando la cara interna de mis muslos. El otro mientras tanto, ha logrado sacar una teta fuera de mi sostén y pellizca uno de mis pezones.

-        ¡Sí, qué gusto! - digo jadeando, cuando la mano de uno ha rozado mis braguitas tocando mi sexo sobre ellas, mientras el otro sigue pellizcando y jugando con mi duro pezón.

En ese momento el jefe de obra no puede aguantar más la presión y se corre de repente, sin poderlo remediar sobre mis medias, llenándome los pies con su semen.

-        ¡Joder! - exclamo.

Mi queja no es porque me haya pringado las piernas con su leche, sino por ser el segundo hombre que se corre hoy, en tan poco tiempo y yo sigo tan caliente.

El operario ha sacado mi otra teta y sigue sobándolas fuera de mi escote, mientras mi vestido sigue medio subido, ofreciéndoles la visión de mi tanga por entero. El jefe de obra se lleva mi zapato a la nariz y aspira el olor, algo que le debe excitar porque noto aun los espasmos de su polla ya algo desinflada. Su ayudante que sigue masajeando mis tetas ha bajado una mano hacia mi coño y está acariciando los labios de mi sexo por encima de mi empapado tanga, arrancándome otro gemido... Puedo notar las cuatro manos hurgando mis piernas, tocando mis medias, mi liguero, mi tanga... cuando de repente oímos los pasos de alguien que se acerca y paramos en seco.

Vemos que se acerca el otro obrero que ha salido en busca de mi otro mi zapato y se ha dado cuenta de la escena. Sin duda la imagen le debe haber impactado, verme allí con esos dos compañeros suyos, mis piernas abiertas, mis medias manchadas del blanquecino líquido, mis tetas por fuera del escote...

-        Hola, ya estoy aquí, me ha costado encontrar a mi compañero, pero aquí traigo su zapato señorita, le ayudo a calzarse- dice el tercer hombre y se agacha para ponérmelo, momento que aprovecha para acariciarme las pantorrillas e incluso algo más arriba.

Me pongo de pie, apoyada sobre su hombro mientras voy recomponiendo mi vestido y colocando mis tetas en su sitio, ante la atenta mirada de los tres, que siguen babeando a mi alrededor, aun puedo notar una mano en mi culo, otra entre mis piernas y el otro obrero calzándome, pero sin dejar de hurgar entre mis piernas, alcanzando mi tanga de nuevo. Estoy cachonda, pero me siento algo avergonzada entre ellos tres.

-        No, no es necesario –les digo algo aturdida todavía.

Al meter mi pie en el zapato puedo notar aun la corrida húmeda del jefe de obra en mi pie, pero al calzarme el otro, veo que otro de los tres me ha dejado también otro regalo dentro y esta vez noto que esa corrida un está caliente. ¿Quién será de los tres? Es increíble, he hecho correrse a esos hombres y yo sigo todavía excitada.

Tras mirarles uno a uno y al final recapacito, vuelvo a recolocar toda mi indumentaria, sin poder evitar sentir la humedad tanto de mi coño como de mis pies que están impregnados por ambas corridas. Les pido que me acompañen a la salida y nada más llegar veo tanto a Raúl como Didier algo intranquilos por haber esperado tanto rato.

-        ¿Te costó encontrar el otro zapato, Cristina? - me pregunta Didier.

-        Sí, no aparecía, pero estos tres amables caballeros me han ayudado. - digo señalándolos mientras ellos sonríen algo azorados.

El coche de ese empresario está esperando y nos subimos a él en dirección a su casa, no sin antes mirar hacia los tres operarios que siguen mi avance disfrutando de mis piernas y mi culo. Una vez dentro del coche, se sienta Didier a mi derecha y a mi izquierda Raúl. No sé si ellos son capaces de notar mi turbación y mi excitación, pero apenas un minuto antes, estaba teniendo una buena sesión con esos desconocidos y el caso es que no ha bajado mi calentura.

Durante el trayecto hablamos de la obra que acabamos de visitar y las miradas de ambos hombres siguen recorriendo tanto mi escote como mis piernas que yo cruzo constantemente, así como el juego que hago con mis zapatos, descolgándolos ligeramente, manteniéndolos balanceantes con la punta de mi pie... sabiendo que ambos están atentos a cada uno de mis movimientos. Desde su posición no pueden ver que la planta de mis pies está impregnada con algo más que polvo, pero me encanta ese juego morboso.

Por fin llegamos a la mansión de ese empresario y tras despedir a su chofer, nos adentramos en la casa. Irina nos está esperando a la entrada y tras saludarnos nos anuncia que la cena estará lista en breve, pues está en el horno.

Raúl no puede evitar fijarse en esa mujer que ha cambiado su atuendo y viste una minifalda de cuero negro y una blusa roja que hace resaltar su pecho. No tiene el volumen de mis tetas, pero con su belleza y su gracia, sabe explotar de sobra sus recursos. Hay que reconocer que está imponente, al igual que sus piernas enfundadas en unas medias de rejilla y calzando unos tacones finos de color rojo, a juego con su blusa.

Ella saluda primero a su marido, dándole un piquito en la boca y luego dos besos a mí y otros dos a Raúl, aunque este, viendo que Didier no se percata, aprovecha para posar su mano muy cerca del culo de la chica, algo que a mí me incomoda bastante, pero no tanto a ella que le devuelve una sonrisa y un juego de miradas cargadas de deseo.

-        Irina, perdona, necesitaba cambiarme, no sé si puedes prestarme unas medias. Me las he puesto perdidas- le digo intentando cortar ese buen rollito entre Raúl y ella.

-        ¿Te has manchado las medias? - pregunta confusa mirando mis piernas.

-        Si, ha sido una odisea – apunta su marido riendo.

Si tanto él como Raúl y la propia Irina supieran lo que realmente ha ocurrido, primero que se la he chupado a su esposo y que aparte de perder mis zapatos en la nave y llenarme de polvo también me manché de otra cosa...

Irina me lleva a la planta superior, en donde se encuentran las habitaciones mientras los hombres pasan al comedor a servirse una copa de vino mientras nos esperan. Ella me lleva a su dormitorio y allí a su enorme vestidor. Tras abrir uno de los enormes armarios, veo que es poseedora de una gran colección de zapatos, que me quedo mirando embobada.

-        ¡Qué maravilla! - digo cogiendo unos “Prada” que son una auténtica delicia.

-        ¿Te gustan?  - me pregunta.

-        Ya lo creo. Aquí hay más de...

-        Quinientos pares... sí. - añade sonriente.

-        Pues elige los que quieras, aparte de las medias, puedes ponerte uno de mis vestidos.

La invitación de ella se extienda todo su ropero, abriendo cada uno de los armarios cargados de ropa de todo tipo, al igual que los enormes cajones con lencería, medias y complementos. Envidio la suerte de tener un vestidor tan grande y con tanta variedad de ropa, que sin duda no tiene tiempo material de usar, ni cambiándose varias veces al día.

-        ¿Segura que puedo ponerme cualquier cosa? - le pregunto.

-        Naturalmente, mujer, estás en tu casa, todo lo que hay aquí, como si fuera tuyo. - me dice amablemente, pero mi mente vuelve a recordar la mamada que le he hecho a su marido hace un rato.

Ella me indica donde me puedo dar incluso una ducha en el gran baño que hay dentro de su dormitorio, además de cambiarme de ropa interior, medias y todo lo que necesite.

-        Cristina, lo dicho, ponte guapa... lo que más te guste. Con total confianza.

-        Gracias Irina. Eres un cielo.

-        Nada, mujer. Por cierto, con igual confianza, ¿Puedo hacerte una pregunta íntima? -

-        Claro.

-        ¿Tu jefe está casado?

-        Esto... ¿Quién?, ¿Raúl? - digo algo contrariada, pues estamos hablando precisamente del exmarido de mi hermana.

-        Sí, está buenísimo

-        No, no está casado.

-        Bueno, en realidad da igual, no sé el rollo que hay entre vosotros, pero te envidio, porque me ha parecido que está bien dotado.

-        ¿Perdón? - digo todavía más confundida.

-        Sí, Cristina, perdona, cuando habéis salido del coche he notado un enorme bulto bajo su pantalón y supongo que es por tu culpa... no sé, ya me imagino que con un jefe así, te lo estarás follando todo el día. No me extraña.

Me quedo paralizada por esas palabras, pero sin saber exactamente qué decir.

-        No, no, Irina, solo somos compañeros - la digo al fin.

-        ¿En serio que no tenéis nada? - pregunta con asombro.

-        Sí, esto... no, nada.

-        Ah, genial... ¿entonces no te importará si lo intento yo?

-        ¿Cómo?

-        Si, mujer, tú entretienes a mi esposo, que seguro que anda loco con esas tetas y así yo aprovecho con Raúl y me lo llevo por ahí... estoy intrigada por ver esa polla en vivo. ¿Segura que no te lo has follado todavía y que no te importa si yo lo hago?, uf lo que debe sentirse con algo así dentro. Con solo pensarlo me vuelvo loca.

Me quedo callada, desorientada, pero entiendo perfectamente a esa mujer, porque es que a mí me pasa exactamente lo mismo. No puedo dejar de pensar en esa polla continuamente y eso que todavía no he visto, pero si he calibrado bajo su ropa, con sus roces, tan pegada a mí y sobre todo con los detalles que no para de darme mi hermana, que lo ha puesto por las nubes y con lo cachonda que estoy todo el día, pensar en esa enorme polla dentro de mí, no hace más que aumentar mi deseo por ella... y por su dueño... pero me vuelvo a decir a mí misma por mis fantasías: “Pero ¿qué estás diciendo Cristina?”

Irina interrumpe mis pensamientos:

-        Entonces ¿De verdad que no te importa?

-        Esto... no, claro. - respondo.

Sin duda, claro que me importa, es más, me molesta la sola idea de que esta preciosa rusa se lo tire, antes que yo, no quiero que ella me lleve la delantera... pero vuelvo a repetirme a mí misma ¿qué estoy diciendo? ¿en qué demonios estoy pensando? Cuando debería darle su merecido a ese cerdo, que no quiero que se folle a nadie, ni menos conmigo... ¿no? Pero, ¿realmente pienso eso? ¡Dios!

Irina me deja sola en la habitación con mis contradicciones, mis locos pensamientos y antes de salir me guiña un ojo y me sonríe agradecida.

Decido que voy a darme una ducha para aclarar mis ideas y buscar sin tardar demasiado una indumentaria que pueda quitar de la cabeza a Raúl que esa preciosa rubia se le insinúe y decida follársela. Tengo que hacer algo para evitarlo y todavía no sé qué, ni tampoco qué ponerme, para distraerle, cómo actuar... desde luego que no debería pensar en follármelo, pero tengo que evitar que otra lo haga... y todavía me pregunto ¿Por qué?

En ese mismo instante, cuando me estoy quitando el vestido, veo un nuevo mensaje en mi móvil. De nuevo mi hermana:

-        Tengo una foto de un pollón pendiente. ¿Recuerdas? - reza su mensaje.

-        Qué pesadita te pones, Silvia – le contesto, ya algo enfadada y agobiada con tanta mujer revoloteando con el dichoso Raúl, especialmente ella, a la que estoy engañando ocultando la verdadera identidad de mi jefe.

Tras unos segundos en los que me estoy desnudando y dándole más vueltas a todo, recibo otro mensaje de mi hermana.

-        Bueno, pues si no quieres follártelo tú, ni comerle esa enorme ricura, voy yo para allá. Te repito que desde que me dejó Raúl, estoy deseando volver a llenarme con un pollón de verdad. No te haces idea... Así que tu verás, o te follas a tu jefe o lo hago yo. Ya he reservado vuelo, así que mañana por la noche me tienes en Paris, y nos divertiremos juntas, que hace mucho que salimos las dos a ligar, y así me llevo a tu jefe, ya que tu al parecer ya tienes diversión, ...por la foto que me has enviado esta mañana...

Casi se me cae el móvil ante esas palabras y la verdad es que tardo en reaccionar, mientras veo mi cuerpo reflejado en el espejo, me he quitado el vestido y el sujetador, estoy descalza, tan solo con mis medias sucias y mi tanga empapado, pero aún sigo excitada, noto como mis pezones están en punta y todo mi cuerpo ardiendo... sin embargo tengo que serenarme y pensar cómo frenar a mi hermana. No puedo permitir que se presente aquí, y mucho menos se tire a Raúl delante de mis narices, ¡si alguien lo hace debo ser yo!

Por un momento me miro a mí misma en el espejo y me digo ¿que estoy pensando? ¡Ese cabrón no puede llevarse ningún premio!  A ver como resuelvo esto... De momento, tengo que tomar las riendas esta noche, y mañana ya veré como lo hago con Silvia cuando venga, ...no puedo pensar con claridad, pero ¿Qué digo? no, no... tengo que evitar que venga. Entonces decido mandarle un mensaje para quitarle de la cabeza esa locura.

-        Silvia, de verdad, he venido por trabajo y no voy a poder hacer gran cosa, creo que no es buena idea que vengas, ya organizamos un fin de semana juntas más adelante y disfrutamos de verdad ¿vale? -le digo, intentando evitar que se presente en Paris... pero con muy pocas esperanzas de conseguirlo pues conociéndola sé que no será fácil disuadirla.

Me dirijo hacia el baño, ya que no quiero tardar mucho y dejar a Raúl solo con Irina por ahí pululando. Me desnudo y me meto en la ducha para limpiarme y  al mismo tiempo tratar de calmarme un poco, pero lo cierto es que el día de hoy no ha hecho sino ponerme cada vez más caliente y pensar en competir con Irina esta noche, con Raúl enfrente, casi que acaba estimulándome más y me froto mi coño en la ducha, donde siguen las bolas chinas haciendo de las suyas... Me las saco de mi chorreante coño, pensando en principio en no volver a ponérmelas, pero llevo tal calentón encima que tras la ducha me las vuelvo a introducir, haciendo que salga un pequeño gemido de mi garganta al hacerlo.

Tras quedarme bien limpita, pero igual o más excitada que antes, me acerco desnuda al vestidor de Irina... ¡qué maravilla! ¡vaya joyitas de ropa y de lencería que tiene esta chica! Seguro que Didier estará encantado viéndole con estas cositas...

Elijo unos pantys negros brillantes de Wolford, con dibujos bordados en las piernas, y que dejan el coño al aire, por si surge la ocasión..., me digo ¡que prácticos! y ¡que pillina esta Irina!, me los voy poniendo y siento su suavidad sobre mi piel recién duchada, y me excita verme con ellos puestos, hasta mi cintura y marcando mi culito, con el brillo y los dibujos en la pantorrilla que resaltan mis largas piernas.

Lo complemento con un body de encaje negro con bordados, que se ciñe a mi torso dejando totalmente libre mi espalda, y me lo pongo sin sujetador, ya que los propios encajes tapan estratégicamente mis pezones, pero dejan ver los pechos tras la transparencia negra y los dibujos que forma su diseño. Con lo excitada que estoy, mis pechos se ven firmes y llenan el top haciendo que sea una segunda piel, y añado una minifalda de cuero negro muy corta, que deja ver mis piernas casi hasta el comienzo de mis muslos. Por último, unos taconazos de 15 cm de “Louboutin”, granates, que dejan libre el arco del empine y me excitan nada más calzármelos y verme subida en ellos. Verme con ellos me hace sentir muy sexy y poderosa, sin duda estilizan mi figura y me marcan un culito que estoy segura de que va a gustar mucho a Didier y por supuesto a Raúl. Me pongo unas gotas de perfume que veo en el tocador de Irina, y que veo que tiene uno que me encanta usar, “J´adore, de Dior”, que siempre me ha dado muy buen resultado..., y tras pintarme los labios de rojo, y arreglarme un poco el pelo, bajo al salón por las escaleras, donde todos se giran en cuanto el taconeo de mis zapatos anuncia mi llegada...

Están en el salón, con una música suave de Jazz que crea una atmosfera muy agradable, veo que están sentados en el tresillo grande de cuero, Irina en el mismo sofá que Raúl, con sus larguísimas piernas cruzadas y enseñando sus muslos a mi excuñado mientras juega con su taconazo en el aire, y Didier mientras tanto, charla junto a ellos en el otro sofá.

Tanto Raúl como Didier se levantan al verme, y no quieren perderse ver cómo voy vestida y me acerco bajando despacio por las escaleras con el conjunto que he tomado prestado de Irina. Veo en el brillo de sus ojos que les gusta lo que ven, y también percibo en la sonrisa y mirada felina de Irina que a ella también le gusta... Irina me sonríe al verme con ese atuendo y sabe que hay competencia entre nosotras por cautivar la mirada de los hombres.

-        ¡Estas espectacular Cristina! Desde luego, ha valido la pena la espera – dice Didier, acercándose para acompañarme hacia el salón

-        Muchas gracias Didier, siempre tan halagador. - respondo orgullosa.

-        Si, te sienta genial el conjunto que has elegido, ¡me encanta! - dice Irina ¿te quedan bien los zapatos? ¿son de tu número?

-        Sí, gracias Irina, la verdad es que resulta difícil elegir entre las maravillas que tienes en tu vestidor... Si, los zapatos me quedan bien, un poco holgados, pero siempre he querido llevar unos “Louboutin” como estos, y la verdad es que me encantan! - digo.

En ese momento me giro levemente, levantando el talón de un pie para que se vea bien el tacón y toda mi perna con las medias. Noto como tanto Didier y Raúl no despegan sus ojos de mi cuerpo, y casi puedo notar el tacto de sus miradas, que me recorren desde la punta de mis pies hasta mi cuello, y me vuelvo a excitar, lo cual inmediatamente se refleja en mis pezones y mis pechos, que seguro que los tres pueden notar con ese body tan sexy que he elegido.

-        Siéntate aquí Cristina -me dice amablemente Didier, señalándome el sofá donde estaba sentado, para quedarme cerca de Irina- Estábamos tomando un aperitivo, un vino blanco mientras esperamos a que la cena esté lista ¿quieres tomar uno? -me dice ofreciéndome una copa

-        Si, muy amable Didier, le digo sonriéndole con mis labios rojos y mirándole a los ojos.

Nos sentamos en el sofá, y al cruzar mis piernas se me sube la falda y deja ver toda mi pantorrilla enfundada en los pantys, y mi pie choca levemente con el de Irina, que está sentada junto a mí en el otro sofá, y me sonríe con complicidad mirándome a los ojos, y moviendo su zapato en el aire, en círculos, que parece que tienen hipnotizado a Raúl, que casi no ha dicho una palabra, y se ha quedado en un segundo plano, contemplándonos a Irina y a mí y deleitándose la vista con las dos, sonriendo como un lobo.

-        Muchas gracias por permitirme darme esta ducha y poder cambiarme de ropa, Irina, me ha sentado de maravilla, ¡y me encanta tu ropa! - digo chocando mi copa con la suya.

-        De nada, Cristina, me gusta que te siente tan bien y haberte podido ayudar, quiero que estéis a gusto en nuestra casa- dice, girándose un poco hacia Raúl, y tocándole con su mano en la pierna, bastante más cerca de su ingle de lo que sería correcto, y dejándola ahí unos segundos, jugando con sus largas uñas sobre su pantalón, mientras le sonríe.

-        ¡Por supuesto Cristina! - comenta Didier - Irina tiene razón, nos encanta que nuestros invitados se sientan lo más cómodos que sea posible en nuestra casa, y especialmente contigo, y ahora con Raúl, por la relación tan estrecha que tienen nuestras empresas, y que estoy seguro de que podremos seguir manteniendo y profundizando.

Mientras Didier dice eso, también posa su mano sobre mi muslo, muy cerca del principio de mi falda. ...veo que la relación de Irina y Didier es muy particular, y me da la sensación de que es bastante liberal...

-        Muchas gracias a ambos- dice Raúl - tenéis una casa muy bonita y acogedora, y estoy seguro de que esta relación de amistad que hay entre nuestras compañías nos va a seguir dando muchas satisfacciones a todos. Bridemos por ello. Dice, elevando su copa y mirando a Irina mientras le sonríe, y esta le devuelve seductora la mirada mientras chocan sus copas.

Yo hago lo propio con Didier, y todos bebemos el excelente vino que nos han servido, que he de reconocer que entra de maravilla, y que a mí me afecta rápido, porque recuerdo que no he comido nada y estoy con el estómago vacío.

-        Bueno, mientras esperamos a que esté la cena, si queréis os enseñamos la terraza y el jardín de nuestra casa, acompañadme por favor- dice Didier levantándose, y ofreciéndome su mano gentilmente para ayudarme a levantarme, pero también para poder ver desde su posición mi entrepierna, que se puede apreciar con la minifalda tan subida al sentarme en ese sofá, y también porque seguramente conoce la particularidad de esos pantys, que veo que conoce y le gustan mucho, por el brillo de sus ojos, así que le permito verlo, abriendo ligeramente las piernas antes de levantarme, mientras le devuelvo mi sonrisa.

Entretanto, Raúl hace lo mismo con Irina, que se incorpora y se agarra del brazo de Raúl para llevarle hacia la terraza, mientras Didier me acompaña a mí, y tanto Irina como yo, dejamos oír el sonido de nuestros taconazos sobre el suelo de madera de la casa, que sé que siempre causa un efecto hipnótico sobre muchos hombres, me consta que, sobre Raúl, y veo que también en Didier, que me repasa sin disimulo mientras camino.

Llegamos a una gran terraza que se eleva sobre un jardín con piscina y una zona arbolada, y nos acodamos en la barandilla, disfrutando de nuestras copas de vino y de la noche. Entonces Irina termina su copa y ve que Raúl también ha terminado la suya y aprovecha la situación

-        Bueno, parece que nos estamos quedando secos, voy a bajar a la bodega a por otra botella para serviros ¿me acompañas a la bodega por favor? -le pide a Raúl, muy cariñosa, mirándole a los ojos y con una sonrisa más que seductora.

-        Claro, como no, ¿me permites, Didier?

-        ¡Por favor, es un placer!  aprovecha para enseñarle la bodega a nuestro invitado, y que elija el vino para la cena, estoy seguro de que sabrá apreciar los secretos que esconde- dice mirando a su esposa con una sonrisa pícara, que no se le escapa a su mujer. - yo mientras tanto intentaré entretener a Cristina como buen anfitrión, me dice sonriéndome.

Y seguidamente, veo como Irina y Raúl se introducen de nuevo en la casa en dirección a la bodega, y observo que ella aprovecha para ponerse delante de Raúl, contoneándose y ofreciéndole una visión de su culito y sus interminables piernas sobre sus altísimos tacones, dejándome a mí con Didier, todavía muy cachonda y celosa por ver como Irina se va con mi jefe.

-        Bueno, por fin solos – me dice Didier agarrándome de la cintura por detrás una vez que los otros han desparecido.

-        ¡Didier, por Dios, nos van a pillar! - le digo yo, pero reconozco que me gusta sentir esa dureza apoyada en mi culo. ¡Estoy a tope y veo que él también!

-        Cristina me tienes absolutamente loco, desde que me la chupaste esta tarde en la fábrica... no dejo de pensar en ti - me dice al oído y aprovechando para agarrar mis tetas y estrujarlas entre sus dedos.

Me giro halagada y tremendamente cachonda por sus palabras y sin dudarlo le pego un morreo con todas las ganas, haciendo que nuestras bocas se unan en un juego lascivo e intenso... Aunque en el fondo, no estoy muy segura de sí es a él a quien beso o es a mi cuñado a quien me gustaría estar haciéndolo.

-        Ven, vamos al sofá... - me dice mi cliente tirando de mi mano.

Me invita a sentarme y él se arrodilla a mis pies, desde donde empieza a acariciarme esos tacones granates, entreteniéndose en su forma, para después rozar mis pantorrillas suavemente, notando sus cálidos dedos atravesando la fina tela de los pantys.

-        ¡Cristina eres preciosa! - me dice abriéndome ligeramente las piernas sosteniendo mis rodillas.

Desde luego la visión que tiene delante debe ser más que atrayente y alentadora, pues al no llevar braguitas, esos pantis con la abertura central, exponen mi coño en todo su esplendor.

-        ¡Qué maravilla! - dice abriendo aún más mis piernas, aunque la falda no lo permite del todo.

Al ver que esa prenda le incomoda para maniobrar lo que hace es soltar la cremallera del costado, tirar de ella y despojarme definitivamente de esa mini. Ahora permanezco igualmente sentada, pero esta vez dejando mi coño al aire, abierto y brillante.

Didier pasa sus dedos suavemente por la costura del panty y recorre toda esa abertura elogiando lo que ve y entreteniéndose en cada centímetro hasta que toca directamente mi piel, esa parte tan sensible de la parte alta de mis muslos y a continuación un poco más arriba sobre mis ingles.

Justo en ese momento, suena mi teléfono y veo que es mi hermana. Didier me mira, pero no se detiene, al contrario, eso le estimula y sigue acariciándome mientras yo contesto la llamada.

-        Hola Cris... acabo de ver tu mensaje – me dice mi hermana al otro lado.

-        Sí, quería decirte que no voy a poder atenderte, que no tengo tiempo de nada...

-        No me pongas excusas que te conozco, guapa. - añade - Voy a Paris a verte y a ese jefe tuyo.

-        Qué es verdad, Silvia... No puedo... - la repito, reprimiendo un suspiro cuando los dedos de Didier avanzan hasta rozar mis labios vaginales.

-        De eso nada, hermanita, lo que tú no quieres es que conozca a tu jefe por si te lo robo...

-        No, no es eso, de verdad.

-        Si cariño, cuanto más me lo niegas, más ganas tengo de conocerlo.

-        No creo que te guste eso. - la digo pensando en la idea de que se encontrase de frente con su ex marido.

Los dedos de Didier siguen jugando esta vez en mi rajita y se impregna los dedos con los juguitos que voy soltando...

-        Cris, cariño, tal y como hablamos, creo que tu jefe se debe parecer mucho a mi Raúl... ¿o no?

Noto mis carrillos arder, mezcla de las caricias de mi cliente jugando en mi sexo y de las palabras que dice mi hermana que evidentemente no sospecha la verdadera identidad de mi nuevo jefe. Por un lado, eso me hace temblar de miedo con la idea de ese posible encuentro y lo que sería que ella me viese con Raúl y se enterase de golpe cómo la he ocultado la verdad... seguramente Silvia tras eso, me dejaría de hablar para siempre, pero, por otro lado, no dejo de excitarme con lo morboso que resulta todo esto.

-        Veo que no contestas, guapa... - añade Silvia impaciente al otro lado de la línea.

-        Ando liada – le digo cerrando los ojos sintiendo esos dedos juguetones en mi coño.

-        Pero no me engañas. Estoy segura de que tiene una polla enorme como la de Raúl. ¿En serio que aún no te lo has follado?

-        Que no mujer, somos compañeros... - digo mordiéndome el labio.

Didier me mira y no entiende muy bien toda esta conversación ni con quién estoy hablando, pero parece que le da igual, porque acaba de descubrir el extremo del hilo de mis bolas chinas y suavemente tira de él sacando la primera bola brillante para después sonreírme al descubrirla. Yo tengo que tapar el auricular de mi móvil para abrir la boca y soltar un largo suspiro cuando noto mi coño abrirse al sacar esa esfera.

-        Al menos se la habrás chupado. - insiste mi hermana en su interrogatorio.

-        ¡Qué no...!, ¡ufff, Silvia...! - digo cada vez más caliente.

-        ¿Ves cómo me das la razón? Si te pones cachonda con solo pensarlo, no hay más que oírte - añade.

-        Que no, que no es eso... - digo con otro gemido mientras la segunda bola me acaricia el clítoris y noto mis piernas temblar.

-        Esa polla te mata de gusto, te conozco bien... me quieres engañar.

-        ¡Ahh, nooo! - no puedo reprimir otro gemido.

Didier se sube al sofá y comienza acariciar mis tetas, pero rápidamente abre mi blusa de par en par y las saca sobre el corsé sonriéndome al ver mis pezones duros y sensibles a sus labios, mientras yo sigo oyendo a mi hermana al otro lado.

-        Si esa polla no ha estado en tu coño, estate segura que te está llamando, hermanita y no deberías perder esa oportunidad en cuanto se te presente. Te aseguro que yo fui una idiota, no hagas tú lo mismo... - repite Silvia.

Con mi mano libre logro soltar la bragueta de Didier y comienzo a acariciar suavemente su polla, algo que él agradece mordiéndome ligeramente en el labio en un juego morboso y lascivo.

-        Pero si somos compañeros... - le insisto a Silvia

Mientras tanto, los dedos de ese hombre vuelven a introducir una bola en mi coño, abriéndolo y yo sigo masturbándole cada vez más deprisa totalmente excitada.

-        Pues eso, que eres tonta, Cris, si no te comes tú esa polla, al menos déjame hacerlo a mí y ya te contaré después. - sigue ella ajena a lo que estoy haciendo.

-        No. No puedes hacer eso, Silvia... es mi jefe.  - digo soltando otro gemido ahogado.

Didier me mira confundido nuevamente, por esa extraña conversación mientras nos tocamos, pero mi mano acelera los movimientos masturbando su polla y creo que el hecho de jugar con las bolas en mi sexo, el morbo de la llamada y esa paja habilidosa de mis dedos, logran que en segundos se corra sobre su regazo, ahogando al mismo tiempo sus gemidos mientras me chupa una teta que devora hambriento.

Yo estoy cada vez más cachonda, con las manos de Didier, con la conversación con mi hermana y pensando en Raúl... y ella sigue hablando:

-        Pues te digo una cosa, hermanita, si ese hombre se parece a Raúl, seguramente ahora, mientras tu y yo estamos hablando se está follando a alguna otra putilla... tú verás.

En ese momento me doy cuenta de eso y me levanto del sofá rápidamente dejando a Didier, recuperándose de su corrida y acudo a toda prisa, escaleras abajo, en dirección a la bodega, que se encuentra en el sótano sin percatarme de que voy sin falda, con ese panty que ofrece mi coño al completo y mis dos tetas saliendo por encima del corsé.

Abajo se oyen risas nerviosas de Irina y me parece que hay algún jadeo, por lo que acelero el paso, intentando parar a esos, sin que ellos se percaten de mi avance y eso que los tacones en las escaleras hacen un atronador sonido “toc, toc”... hasta que llego a la planta baja. Mi pulso está acelerado... y mi coño palpitante.

Abro de golpe la puerta de la bodega. La escena que me encuentro es tremenda, Irina está completamente desnuda, sentada sobre una mesa con sus pies colgando y tan solo lleva sus medias de rejilla y sus tacones que se mantienen oscilantes, colgando de la punta de sus pies a punto de perderlos, mientras que Raúl, vestido únicamente con sus pantalones y su torso desnudo mordiendo en una de las juveniles tetas de la rubia mientras ella tiene metida su mano dentro del pantalón de él, acariciando su enorme polla por dentro. Ambos se giran al oírme:

-        ¿Qué pasa aquí? - digo de forma enérgica, intentando poner orden, aunque no sé si soy capaz de ponerlo en mi propia cabeza, ya que aun vengo de arriba terriblemente cachonda sin haber llegado al orgasmo.

Ambos se me quedan mirando atónitos ante mi extraño atuendo, y es entonces cuando me doy cuenta de que también voy medio desnuda, por arriba con mis tetas al aire y abajo esos pantys que dejan al descubierto mi sexo empapado.

-        Mira Irina, ya tenemos otra putita para el juego. - añade Raúl mirándome de arriba abajo con una sonrisa burlona.

-        ¿Qué? - digo sorprendida no sé muy bien por haberme llamado puta o por querer incluirme en su juego.

-        Ven, Cristina, ¿no quieres jugar? - insiste Raúl que no deja de sobar lascivamente una de las tetas de la chica mientras ella le sigue masturbando dentro del pantalón.

-        ¿Qué es esto? - pregunto alucinada pero cada vez más caliente viendo esa imagen.

Avanzo hacia donde están ambos marcando el sonido de los tacones sobre ese suelo de cemento y me planto muy cerca de Raúl que observa mis pezones detenidamente, sonriendo al ver mis enormes tetas por fuera y después baja la vista hasta mi rajita.

-        ¿Qué estás haciendo Raúl? - le pregunto totalmente seria viendo el cuerpo desnudo de esa preciosa joven, siendo manoseado por él.

-        Creo que más o menos lo mismo que has estado haciendo tú allá arriba - añade mirando mi desaguisado atuendo.

-        Pero...

-        ¡Schsss! - dice poniendo su dedo en mis labios. Ahora tienes que adivinar. Si aciertas tendrás tú premio... y si no pagarás prenda.

No entiendo cuál es ese juego, pero es Irina la que me lo aclara.

-        Si, Cristina, voy perdiendo casi todas las rondas y ya ves... me ha dejado desnuda...

-        No entiendo nada. - digo todavía aturdida.

Raúl me explica detalladamente ese juego que no es otra cosa que adivinar el año de cosecha de unas cuantas muestras de botellas de vino de esa bodega que ahora están sobre esa misma mesa repartidas y tapadas con un paño. Quien acertaba tenía un premio y el que fallaba perdía una prenda. Por lo que entiendo, Raúl solo ha perdido su camisa, mientras que ella ha quedado sin toda su ropa y ahora está pagando la prenda de que él la chupe las tetas y que ella le masturbe dentro del pantalón. La cosa es tan loca como cachonda.

-        Si, Cristina, ayúdame, por favor- - reclama Irina... - tienes que adivinar el año de ese vino y Raúl nos enseñará su polla. He perdido tres veces...

-        ¿Cómo? - pregunto mientras ella pone cara de ruego y él una socarrona sonrisa.

-        Si, por favor - me ruega esa preciosa mujer - estoy tocando este pollón y es enorme, pero no me lo enseñará hasta que no adivine el año... por favor Cristina, inténtalo tú...

-        Es una tontería. - digo y veo que los ojos de Raúl siguen mirando mis tetas y esa abertura de mis pantis, dejando mi coño totalmente expuesto.

-        ¿Estás segura? - dice él con chulería y riéndose, pues sabe que es lo que más deseo en ese momento.

Airadamente, le arrebato la copa que mantiene la chica entre sus dedos, que anda medio mareada con tanta cata y llevo esa copa a mi nariz... Por suerte me llega ese inconfundible aroma y sé que se trata de un Ribera del Duero, lo percibo enseguida. Eso de tener un buen cliente que me enseñó sus bodegas hace unos años me ha servido para este reto. Vuelvo aspirar ese agradable olor del tinto, miro su color y paladeo un par de tragos en mi boca.

-        Es un “Vega Sicilia, 2009” – digo decidida devolviéndole la copa.

-        ¡Caramba Cristina! - dice él sorprendido, sin creerse que haya acertado a la primera.

-        ¿Es cierto, Raúl? - pregunta Irina que debe llevar unos cuantos intentos.

-        Ha acertado. - sentencia él.

En ese momento Raúl se separa de la mesa y sin dejar de mirarme a los ojos, suelta su pantalón y va desabrochando los botones de su bragueta para a continuación bajar la prenda de golpe quedándose totalmente desnudo. Mi vista se queda clavada en esa polla que se muestra balanceante, sin creerme todavía la enormidad que se mece desafiante ante mis ojos. Es un duro tronco, erguido, grueso y lleno de venas, el más grande que he visto en mi vida. Es incluso más grande de lo que me había relatado mi hermana.

-        ¡Dios, es gigante! - dice Irina comprobando igual que yo, esa enormidad tan perfecta.

-        ¿Os gusta? - dice agitando esa polla ofreciéndola en una pequeña masturbación que hace brillar su violáceo capullo.

No contesto, creo que me he quedado en shock y solo escucho los latidos de mi corazón tanto en mi pecho como en mi sexo, que parece palpitar soñando en cómo debería ser tener eso bien adentro partiéndome en dos.

-        Bueno, pues la primera de vosotras que acierte el siguiente vino, podrá comérmela. - añade de nuevo con chulería, agitando varias veces ese enorme miembro que debe superar los veinte centímetros.

Y se da la vuelta para servir dos copas de una botella que tenía detrás de él, apartadas para que no veamos las etiquetas, lo que sí podemos observar es su fuerte espalda y su perfecto culo, embobadas, y creo que, aunque tuviéramos las botellas delante de nuestras narices, no las veríamos porque solo tenemos ojos para ese cuerpo y esa polla que nos tiene hipnotizadas...

CONTINUARÁ…

Alf & Sylke