Castigando a mi jefe sin follar - CAPITULO 3

No dejo de pensar en las palabras de mi hermana, animándome a tirarme a su jefe, hasta calentarme al máximo, pero no puedo, es él, su exmarido y tengo que vengarme...

Castigando a mi jefe sin follar

(Alf & Sylke )

CAPITULO 3

Recoloco mi ropa y mi pelo en el espejo de ese baño, antes de regresar a la mesa. Por el camino voy pensando en las palabras de Silvia, en cómo es Raúl y lejos de querer vengarme, estoy cada vez más intrigada y cachonda, porque sé que es cierto que su mirada derrite, sé que está buenísimo, sé que sabe cómo tocar y donde hacerlo, sé que tiene una polla grande porque la he notado en mi culito... pero todo lo demás, ¿será cierto?, las palabras de Silvia y aquellas chicas en los baños de la empresa, coinciden... pensar en eso no hace otra cosa que mojar mi chochito y no lo que quiere dictar mi conciencia y mi sed de venganza.

Nada más llegar, veo a Raúl hablando muy cerca de la boca de esa chica, casi se podría decir que están rozando sus labios, mientras su mano está apoyada sobre la cadera de esta y ella al mismo tiempo juega con su pie descalzo en la oscuridad que ofrecen sus piernas ligeramente abiertas. Sin duda, su paquete debe estar a tope. Siento un extraño hormigueo por todo mi cuerpo, mezcla de rabia y celos....

Me planto allí frente a la mesa con mis brazos en jarras, muy seria, lo que hace que los tres se me queden mirando.

-        ¿Ocurre algo, Cristina? - pregunta Raúl al verme la cara seria tras esa llamada y lógicamente él ignora con quién he estado hablando.

-        No, nada, pero Raúl, creo que debemos irnos al hotel.

-        ¿Tan pronto?

-        Mañana tenemos mucho trabajo en la feria. - digo seca, con un gesto que entiende enseguida pero que corta bastante el rollo tanto a Philipe que se ha quedado con las ganas, como su compañera Edith que me mira confusa y con cierta cara de rabia.

En el fondo, estoy cortando esa calentura de los cuatro y a mí especialmente me cuesta mantener el tipo, más todavía después de la conversación con Silvia, pero siguiendo sus buenos consejos, no debo permitir que ninguna putilla se lleve por delante a mi jefe ¿o debería decir mi excuñado?, pero desde luego no puedo dejar que Edith se lo folle, no...  antes que yo... pero, espera ¿qué estoy diciendo?, ¿en qué estoy pensando?

-        Bueno, siento terminar así la noche chicos, la verdad es que la cena ha estado genial, y este sitio está muy bien, pero ha sido un día muy largo y tenemos por delante unos días muy intensos, deberíamos irnos ya a la cama –digo, mirando a Raúl al terminar mi frase

-        Bien, tienes razón Cristina, -dice Raúl- una pena, porque la verdad es que ha sido una velada muy agradable, que espero que podamos continuar en otra ocasión, me ha encantado conoceros y estoy seguro de que podremos hacer muchas cosas juntos- dice Raúl, mientras acaricia la pierna de Edith sobre su media y con evidente doble intención.

Estoy segura de que a él le hubiese gustado seguir jugando con esa francesita tan espectacular, pero el hecho de que yo le insinúe que nos “vamos a la cama” parece que le despierta más interés. Y es precisamente Edith la que me mira y parece entender que me quiero llevar a Raúl al hotel, porque me guiña un ojo, entendiendo que es mi turno y que la debo una. A continuación, dice:

-        Si, una pena terminar ya la noche, pero lo entendemos, seguro que habrá más y mejores ocasiones en el futuro, y, en cualquier caso, nos acercaremos a la feria estos días, ¿no Philippe?

-        Si, por supuesto, seguro que iremos por allí. Pues nada, si os parece pido un taxi y nos vamos. - añade su compañero.

Noto la mirada de Raúl en mi escote y a continuación aclara:

-        Gracias, nosotros estamos al lado, vamos andando y así nos despejamos un poco, que nos vendrá bien - añade Raúl.

En ese momento le da dos besos a Edith mientras me fijo cómo le toca por debajo de su cintura y ella vuelve a mirarme de reojo mientras se despide, con una cara que me indica que esto no acaba aquí...

-        ¿Seguro que no queréis que os acerquemos al hotel con el taxi?, no nos cuesta nada... - dice Philippe, como un último intento para ver si puede terminar mejor esta noche y mirándome con deseo.

-        No, de verdad, muchas gracias – responde Raúl - estamos al lado y nos vendrá bien un poco de aire fresco, nos vemos en la feria, muchas gracias por todo, ha estado genial la cena, ¡buenas noches!

Nos despedimos de Edith y Philippe en la puerta del pub, junto a su taxi, para emprender nosotros el camino de vuelta al hotel caminando en silencio, dejando oír el sonido de mis tacones retumbar en esa agradable noche de Paris. Noto las miradas continuas de mi jefe a mis piernas y a mi canalillo que al caminar resalta aún más con el bote que hacen mis tetas a cada paso. Me siento pletórica calentándole, aunque yo también vengo caliente del restaurante. Entonces llegamos a un semáforo para cruzar la calle y esperamos a que se ponga en verde. Le miro y poniendo mi cara de niña buena, le comento:

-        ¡Buff! Perdóname Raúl, igual he sido un poco brusca hace un rato con estos.

-        No, tranquila, no pasa nada, lo entiendo - añade sin dejar de comerme con los ojos.

-        La verdad es que estoy molida y solo de pensar en lo que nos queda por delante, y con el día tan largo que hemos tenido, solo estoy pensando en llegar al hotel y quitarme estos zapatos... - digo resoplando.

Con esa excusa me apoyo en su hombro ligeramente y masajeo mi tobillo con mi mano al tiempo que alzo mi pie hacia mi culo, ofreciendo una vista de mi trasero y de mi pierna, que sé que le encanta, a la vez que rozo, intencionadamente, mi pecho en su brazo.

-        ¿Y por qué vas a esperar? - me pregunta.

-        ¿Cómo dices?

-        Pues ve descalza, no hay nadie en la calle y no ha llovido, verás cómo te sienta muy bien - me dice.

A continuación, sin tiempo que le replique, se agacha para descalzarme él mismo suavemente, primero un zapato, sujetándome por el talón con una mano y extrayendo suavemente mi tacón con la otra, y repitiendo el mismo gesto con el otro pie, que aprovecha para masajear ligeramente sobre el tobillo, por encima de mi media.

-        ¿Cómo está tu tobillo? ¿te sigue molestando tras el golpe del aeropuerto? Yo creo que necesitas un buen masaje. - me dice desde abajo observando mis muslos.

-        Y tanto...

-        Soy muy bueno con eso, por lo que me han dicho en alguna ocasión- añade sonriendo ligeramente y alzando su mirada hacia mi desde su posición en cuclillas, con mi pie descalzo en su mano, y recorriendo mi pantorrilla hacia arriba por mi perna poco a poco, con sus dedos largos y hábiles...

-        Eh... si, creo que está mejor, muchas gracias Raúl - le digo, retirando mi pie.

Raúl se incorpora frente a mí, con mis dos zapatos en su mano, y me coge por la cintura para continuar caminando hacia el hotel. Puedo notar el frio del suelo parisino bajo mis pies descalzos, tan solo cubiertos por mis finas medias negras que se van ensuciando poco a poco en el adoquinado de la calle, pero me encanta la sensación de alivio, y curiosamente, el contraste entre el frio de los pies me produce un calor en mi coño, al sentirme un poco desnuda junto a Raúl, que no pierde de vista mis pies, y me está llevando agarrada junto a él cogida por la parte baja de mi cintura.

Le miro y me sonríe... ¡Buff! Me estoy poniendo muy muy cachonda, mis tetas están muy firmes y mis pezones se me marcan claramente en la blusa, algo que veo que él ha notado. Me quedo mirándole durante más tiempo y percibo sus ojos recorriendo todo mi cuerpo, desde abajo, fijándose en mis pies descalzos, luego mis piernas, después mi pecho, hasta que se cruza con mi mirada.

Entonces nos detenemos y veo como sus ojos otean algo detrás de mí. Noto como está escudriñando algo... y tras morderse el labio y clavarme de nuevo esa mirada felina en mis ojos, vuelve a mostrarme esa media sonrisa que me encanta.

Raúl mira a ambos lados de la calle y de pronto me empuja suavemente hacia un pequeño callejón que hay entre dos edificios, cerca del hotel. La noche es silenciosa y oscura, más todavía en ese callejón, pero aun puedo ver sus ojos lascivos devorándome. Me apoya contra la pared, y me acaricia con una mano desde el pelo, sigue por la oreja y mi nuca y va recorriendo mi espalda, mi cadera y mi culo, mientras oigo como ha dejado caer al suelo uno de mis zapatos de tacón, que retumba en el callejón al caer ¡clock! Y sin dejar de mirarme se queda con el otro tacón, y lo pasa junto a nuestros ojos, que están a pocos centímetros.

No digo nada, solo me dejo llevar por esa mirada que parece estar comiéndome. Yo sigo apoyada contra la pared, descalza y de puntillas y con las piernas ligeramente abiertas, mientras Raúl me está subiendo la falda con su mano, y toca mi pierna sobre mi media, llegando al liguero. Yo sigo callada, sin decir nada, sin moverme, in detenerlo, sin oponer resistencia, no parezco yo la que se está dejando tocar por ese hombre...

Raúl sigue acariciándome bajo la falda y consigue llegar hasta mi ingle, para después acariciar con sus cálidos dedos alrededor de mi húmedo coño, tocándome con su pulgar en mi clítoris, mientras me da un beso en el cuello, debajo de mi oreja, haciéndome estremecer y lubricando aún más mi coño.

Levanto una pierna y le abrazo por detrás con ella mientras me agarro a él, deseando que me folle, casi lo estoy pidiendo a gritos, pero en cambio no lo hace y noto como usa mi propio zapato para ponerlo sobre la raja de mi coño y lo pasea suavemente sobre él. Enseguida se humedece con mis flujos, que resbalan por mis muslos hacia mis medias. Raúl vuelve a sonreírme muy cerca de mi cara y sin mediar palabra me introduce ligeramente el tacón en mi coño, mientras con su otra mano me ha subido la falda por detrás y me mete un dedo en mi ano. ¡No me lo puedo creer! Yo ya estoy mojadísima y necesito que me folle, que me meta el tacón, el dedo, la mano o lo que quiera, pero ya no puedo más y me abrazo con ambas piernas sobre el dejando bailar mis pies descalzos y sostenida por sus brazos y noto como el tacón se me va metiendo poco a poco.

En ese momento, para un coche cerca de nosotros con intención de aparcar, y entonces nos recomponemos inmediatamente. Raúl me deja con suavidad en el suelo, y vuelvo a sentir como mis pies se vuelven a posar en el pavimento de ese sucio callejón. Nuestras caras siguen pegadas y sin dejar de mirarnos, saca el tacón de mi coño, pero se lo lleva a la nariz, oliéndolo y mirándome sonriente, vencedor de esta primera batalla en la que yo he caído irremediablemente.

-        Bonitos zapatos... me gustan mucho, tienes muy buen gusto Cristina – dice con cara de malo.

Entonces me baja ligeramente la falda mientras yo estoy todavía jadeando, muy mojada y muy cabreada. ¿Cómo me estoy dejando llevar? No tengo el control en ningún momento, pero lo peor es que mi cuerpo pide incesantemente que este tío me folle. Le miro con cara de enfado, mordiéndome el labio y apoyada aun en la pared, recomponiéndome un poco el vestido y mi blusa, mientras Raúl recoge el zapato del suelo, y me ofrece amablemente su mano para que le acompañe de nuevo camino al hotel.

-        Gracias, sí, me gustan mucho a mí también, mejor vamos al hotel- respondo yo siguiendo su juego, como si realmente no hubiese sucedido nada.

Me agarro a su brazo y continuamos caminando hacia la entrada del hotel y yo descalza, naturalmente.

Una vez entramos, noto el calor y la suavidad de la moqueta de la recepción del hotel bajo mis pies, y caminamos hacia el ascensor para subir a nuestra habitación y esperando poder terminar lo que ha empezado en el callejón, pero la persona que está en recepción, nos hace señas y nos pide que nos acerquemos hacia el-

-        Buenas noches señores, que bien que los haya visto, antes no hemos podido localizarles, pero finalmente hemos podido resolver el malentendido de esta tarde.

-        ¿Malentendido? - pregunto.

-        Sí, con el tema de la habitación. Por fin hemos podido asignarles dos suites separadas.

-        ¡Ah que bien! - digo, pero por dentro no pienso eso exactamente.

-        Como habíamos visto que habían salido - continúa el recepcionista - y para no causarles más molestias, nos hemos permitido acceder a su habitación, y como hemos visto que no habían deshecho las maletas, hemos dejado ya la maleta de la señorita en su habitación. Les doy ahora mismo sus tarjetas, y reitero nuestras disculpas por las molestias que les hayamos podido causar...

Mientras el chico nos habla y busca nuestras nuevas tarjetas, yo estoy apoyada contra la barra de recepción, pasándome el empeine de mi pie descalzo sobre el gemelo de mi otra pierna, y Raúl aprovecha la distracción del recepcionista para tocarme el culo sobre mi falda y hasta que ese joven no me ha dado la tarjeta en la mano, casi no me he enterado de lo que me decía, porque entre la calentura, los toqueteos de mi jefe y esa sorpresa de reasignarnos habitación, no consigo serenarme ni centrarme. Creo que he bebido demasiado porque no atino a razonar.

-        ¿Eh? ...mu.. muchas gracias, muy amable... - consigo decir, mirando la tarjeta y luego a Raúl, sin saber muy bien que hacer y él parece confuso por mi actitud.

Subimos en el ascensor en silencio y mi cabeza da vueltas, no sé si por el alcohol ingerido o por el cúmulo de sensaciones.

-        Buenas noches Raúl. - le contesto cuando llego a mi habitación que es la primera.

-        Buenas noches Cristina, que bien que se haya resuelto todo ¿no?  - añade él, esperando ver mi reacción por si en el último momento le invito a pasar.

-        Sí, parece que esta gente tan eficiente ha resuelto el problema.

-        Pues sí... ¡En otra ocasión te daré ese masaje en los pies que te he prometido... Buenas noches! - añade él.

Raúl me entrega mis zapatos y se produce un silencio sepulcral y ninguno sabemos que hacer realmente en ese momento, pero abro con mi tarjeta mi habitación y veo que Raúl hace lo propio con la suya, no sin antes echarme una mirada a todo mi cuerpo, deleitándose especialmente con mis piernas y mis pies descalzos con los que yo juego sobre la cálida moqueta.

Por un momento me quedo sin entrar, con el pomo de la puerta en la mano, esperando a que en cualquier momento Raúl me diga si pasamos a su habitación a terminar lo que habíamos empezado en la calle, sustituyendo mi tacón con su polla y follar como locos toda la noche, pero me lanza una sonrisa y me dice:

-        Si necesitas cualquier cosa, aquí me tienes, Cristina.

-        Sí, claro...

-        Buenas noches.

-        Buenas noches, Raúl.

Me meto en la habitación y tras cerrar la puerta apoyo mi espalda sobre ella notablemente excitada. Ese hombre ha conseguido llevarme a donde quería, sin que pudiera resistirme y estoy completamente segura de que habría conseguido mucho más de mí, estaba dispuesta a cualquier cosa... a que me follara.

En ese momento pienso en mi hermana y vuelvo a maldecirme “¿en qué demonios estás pensando, Cris?” - me digo, aunque es inevitable que esté con ese calentón, producto de toda la noche, pero especialmente de Raúl, que quizás espera a que sea yo la que dé el paso. No hay duda que sabe cómo manejar las riendas, algo que me hace angustiarme por dentro.

Intento serenarme, me desnudo completamente y me meto en la ducha para intentar apagar ese calor, pero lo único que hago es tocarme, pellizcando mis pezones que están duros y muy sensibles, para luego acariciar mi culo, mis tetas y acabar metiendo dos dedos en mi coño que rezuma una humedad propia de estar en celo, totalmente dispuesta a recibir una verga gorda y dura como la de ese hombre, a la que aún no he visto en vivo, pero no dejo de imaginarla, de soñarla... cuando de pronto suena mi móvil en la habitación.

Salgo corriendo desnuda empapando la moqueta con mis pies mojados, esperando como una idiota que esa llamada sea de Raúl para acudir rápidamente, así desnuda, a su habitación para que me haga suya de una vez, sin embargo, cuando cojo el móvil veo que es Pablo, con una video llamada.

-        Hola jefa. - me dice sonriente. Ya sé que es tarde, ¿te pillo bien?

-        Hola guapo, ¿pasa algo?

-        Bueno, quería saber lo de las habitaciones... ¿lo han solucionado?

-        Ah, sí, gracias Pablo. Lo han hecho. ¿Entonces ha sido cosa tuya?

-        Si, Cristina, no quería que estuvieras incómoda compartiendo habitación con el nuevo jefe.

Mi empleado ha sido el que ha cambiado el asunto de la habitación única e hizo todas las gestiones para que no tuviera que compartirla con mi jefe, él siempre tan eficiente, aunque en esta ocasión, creo que me hubiera gustado que no lo fuera tanto.

-        Genial, gracias por la gestión, Pablo. - le respondo y él me sonríe en la pantalla de mi móvil.

-        Cristina, por cierto, te mando a tu correo un último informe para los clientes de mañana que os visitarán en la feria a primera hora.

-        Gracias Pablo, estás en todo. - le digo y le mando un besito al tiempo que él me sonríe algo apurado.

-        A mandar, jefa.

-        Oye, por cierto, ¿has trabajado hasta ahora?... es muy tarde, ¿no? - le digo.

-        Bueno, sí ya me iba a acostar, pero quería primero saber si se había arreglado el tema ese y que tuvieras el informe actualizado.

-        ¿Estás en la cama ahora mismo, Pablo? - le pregunto con curiosidad.

-        Sí, claro. Espero no haberte despertado a ti.

-        No, acababa de ducharme.

-        Si, ya te veo las gotitas por tu cara.

-        Tendré unas pintas...

-        Cristina, estás preciosa siempre. Y ahora, así mojada, incluso más todavía.

-        Pues si supieras que estoy desnuda. - le suelto de pronto.

No sé por qué he dicho eso, pero Pablo se queda mirando a la pantalla con los ojos como platos, pero el caso es que estoy demasiado caliente y quiero aprovechar esa calentura, aunque sea con mi ayudante. En ese momento separo el móvil de mi cara y lo alejo para que Pablo pueda ver mi cuerpo desnudo por entero.

-        Ya ves que no miento... - digo volviendo a aparecer con mi cara frente a la suya que es todo un poema, pues aún está con los ojos como platos, totalmente alucinado.

-        Cristina... yo... - el chico ha debido soñar con mi cuerpo muchas veces y estoy tan desatada con Raúl, que ya casi no sé ni lo que hago, pobrecito... pero es la primera vez que me ve en pelotas.

-        ¿Me enseñas tú algo? - le digo mordiéndome el labio.

-        ¿Cómo?

-        Sí, tu polla, seguro que está durísima.

-        Pero Cris... yo...

-        Vamos, Pablo, acabas de verme completamente desnuda.

Tras unos segundos en silencio, le aliento, alejando de nuevo mi teléfono para que el chico pueda tener una buena visión de mi cuerpo y vuelva a ver que sigo en pelotas, le echo más leña al fuego y comienzo a acariciar mi rajita depilada a la que le hago un primer plano metiendo y sacando dos de mis dedos, al tiempo que gimo ligeramente.

Pablo por fin se desata conmigo y la siguiente imagen que me ofrece es de su cuerpo desnudo, sentado en su cama y con su polla totalmente tiesa sostenida por la base con su mano.

-        ¡Qué bonita, Pablo! ¡Está para comérsela! - le digo relamiéndome.

Casi no hay más palabras, el chico no se cree lo que está pasando y comienza a respirar entrecortadamente porque está, indudablemente, masturbándose, mientras yo hago lo propio metiendo mis dedos como si fuera su polla la que me está taladrando. Así permanecemos unos minutos, mostrando nuestra desnudez y nuestros sexos mientras nos pajeamos, para acabar corriéndonos como dos quinceañeros, enseñando nuestros respectivos orgasmos, en forma de jadeos, él descargando su semen que llega a salpicar la cámara de su móvil y yo mostrándole mis dedos empapados.

-        Hasta mañana guapo. Ya hablamos... - le digo y corto la comunicación dejando al chico extasiado y lleno de preguntas por mi extraña actitud.

Tal como estoy, me meto en la cama desnuda y aun con una gran calentura, pienso que es lo mejor que podría haber pasado. Ya sé que Pablo estará alucinando, que ya no me he limitado a enseñarle el canalillo, sino que esta vez le he mostrado mi cuerpo desnudo, incluso me he masturbado frente a él, mientras él hacía lo mismo. ¿Estoy loca?... Todo esto es culpa de Raúl, que me ha llevado al descontrol, cuando era yo la que quería tenerle dominado... En cierto modo, celebro no haber estado en su habitación y haber apagado mi calor aunque fuera con el pobre Pablo. He hecho lo correcto... ¿verdad que sí? - me vuelvo a preguntar por enésima vez... Al rato me quedo dormida.

Me despierta la alarma de mi móvil a las 7,00 a.m, y tardo unos minutos en ubicarme, y recordar donde estoy, ...y como estoy. He tenido sueños húmedos, y me despierto desnuda y sigo muy excitada, me toco los pechos, los pezones y bajo a mi coño que sigue húmedo y caliente. Me muerdo el labio cerrando los ojos, pensando en lo que pudo ser anoche si llego a meterme en la habitación de Raúl, y en como terminé la noche con Pablo a través del móvil... esto, lejos de enfriarme, me excita más, pero no tengo mucho tiempo para más, y he de levantarme, ducharme y vestirme para la feria y bajar a desayunar. Así que me ducho rápido y antes de secarme, decido darme un capricho y saco de mi neceser un compañero de viaje que suelo llevar cuando salgo, y encuentro en una bolsita unas bolas chinas, que me introduzco al momento en mi húmedo coño para que me acompañen todo el día, ya que estoy muy caliente y quiero seguir así.

Para hoy, primer día de la feria, quiero estar guapa y atractiva, e intentar seducir y calentar a Raúl. Me decido por un vestido de lana muy finito, color crema, cruzado, que realza mis tetas y mi culo, y que se ajusta en la cintura con un cinturón marrón, me pongo unas medias negras, brillantes que se ciñen a mi muslo con un refuerzo de encaje, y lo complemento con unos zapatos de tacón alto, del mismo color que el vestido, con la puntera descubierta que dejan ver mis deditos del pie, y que son un poco holgados, ya que en la feria me gusta poder descalzarme o jugar con ellos con facilidad, porque pasamos mucho tiempo de pie, y si no me matan, ...además, he visto que ese juego le encanta a Raúl, y me vuelvo a poner húmeda recordando cuando me metió anoche el tacón de mi zapato en mi coño, en el callejón, estando descalza. Solo de recordarlo, me humedezco más aún.

Me pongo un tanga negro semitransparente que me tapa lo justo mi rajita y se esconde entre los cachetes de mi culo, de modo que no se marca nada en el vestido, que se ajusta a mi como una segunda piel.

Me arreglo el pelo, y me maquillo con el eyeliner, mi pintalabios rojo y mi perfume, y cogiendo mi cartera y mi móvil, bajo a desayunar al comedor del hotel, para empezar esa jornada de feria.

Nada más entrar en el buffet del hotel, hago una mirada rápida y veo que Raúl ya está allí, en una mesa, perfectamente arreglado con su traje oscuro y su camisa blanca y la corbata, y me está haciendo señales con la mano para que le acompañe en su mesa. Me acerco y compruebo que me está escaneando todo el cuerpo.

-        Buenos días Cristina, ¿Qué tal has dormido? ¿has podido descansar bien?, a mí me costó conciliar el sueño, tenía mucho calor... - me dice con su atrapante sonrisa.

-        Pues sí, he dormido muy bien, estaba agotada y he dormido del tirón –miento, para quitarle importancia- veo que ya te has servido, voy a por algo de desayunar y un café, que lo necesito para arrancar, vengo enseguida.

Ninguno queremos hacer mención de lo sucedido, el del famoso juego del tacón y parece como si realmente no hubiera pasado, pero sí que pasó... Quizás él arrepentido y yo en cierto modo atrapada en ese juego, que me llevó al paroxismo del placer. Intento serenarme recordando ese momento y sigo con mi juego de seducción para Raúl, al que tengo que controlar yo y no él a mí...

Me giro para ir hacia el buffet y le ofrezco la visión de mi culito y mis piernas sobre los tacones altos, que se salen ligueramente al andar, y mientras me sirven un revuelto y espero con mi bandeja, jugueteo con mi tacón, sacando el pie del zapato y apoyando mis dedos en la parte del talón, haciendo levantar ligeramente el zapato por su puntera y moviéndolo hacia los lados, sabiendo que Raúl no pierde detalle, ya que le puedo ver en el reflejo del espejo que hay tras el buffet. Me encanta seducir así y sé que, a la mayoría de los tíos, les pone mucho ese juego. Una vez tengo mi bandeja, vuelvo a la mesa a desayunar juntos con un meneo exagerado de mis caderas, pero ver su cara, es todo un triunfo para mí.  Hoy espero ganar mi batalla.

Raúl me enseña la agenda que tiene prevista, sin duda quiere llevar también las riendas en eso, pero le agarro su mano y le insisto en que sigamos el plan marcado por mi ayudante.

-        Espero que no te moleste que nos ciñamos a lo organizado por Pablo. - le digo.

Me mira serio al principio y esboza una sonrisa, seguramente pensando en cómo llevarme al huerto, pero yo quiero dejarle claro que hemos venido a trabajar, eso sí, hoy no me voy a dejar embaucar y le voy a poner tan burro que esta noche se la va tener que pelar como un mono en su habitación. Entonces le señalo mi agenda y prosigo, llevando esta vez yo la voz cantante. Raúl aprovecha para mirar mi escote mientras empiezo con mi explicación.

-        Bueno, hoy tenemos otro día intenso, el primer día de la feria suele ser bastante movido, tenemos agendadas varias visitas de clientes y proveedores y el equipo comercial y azafatas ya están allí con todo listo.

-        Entiendo – responde él, pero sigue con sus ojos en mis tetas.

-        Pablo me ha enviado algunas fotos de cómo está el stand, y como siempre, lo tiene todo controlado, es un encanto y muy eficiente, tenemos suerte de tenerle entre nosotros...

-        Trabaja duro el chico. - comenta.

-        Sí, anoche a última hora me pasó el último informe.

Al mismo tiempo no puedo evitar excitarme pensando en cómo terminó la noche, y al mover mis piernas al cruzarlas bajo la mesa, noto como actúan las bolas chinas que llevo. No estoy segura de que haya sido muy buena idea ponérmelas, porque no hemos comenzado el día, y ya estoy empezando a ponerme cachonda. Noto mis pezones en punta y como Raúl también se ha fijado y mira de reojo y después me sonríe...

-        Si, parece bastante eficaz, - interviene él - veo que formáis un buen equipo, se os ve muy bien compenetrados.

No sé si lo dice con doble sentido, pero yo estoy excitada, y todo lo interpreto por el mismo lado... Sin duda no sabe lo que pasó entre Pablo y yo, pero noto cierto aire de celos y la verdad es que me encanta.

-        Bueno, lleva más de dos años conmigo, y me conoce bien, y sabe lo que me gusta y como me gusta que se hagan las cosas. Eso siempre facilita todo, y además es muy servicial. La verdad es que es un encanto. - añado para picarle un poco más.

-        Si, eso parece. Me alegro que tengas un buen equipo. Ahora, si has terminado, podemos ir yendo a la Feria ¿necesitas subir a la habitación o vamos directamente?

-        Podemos ir directamente si te parece, es un poco tarde.

-        Estupendo, me voy acercando a la entrada para ir pidiendo un taxi.

Y se levanta mientras yo apuro mi café, y veo como aprovecha para dar un repaso a mi pierna cruzada, que deja ver el zapato colgando de la punta de mi pie y con esa media sonrisa, supongo que, recordando el episodio de ayer en el callejón, que todavía me tiene caliente y a él supongo que igual.

Una vez terminado mi desayuno, nos vemos en la puerta del hotel y ya está el taxi esperando, Raúl me abre la puerta caballerosamente, y me siento, lo cual aprovecha para repasar mis piernas, y se sube junto a mí en la parte de atrás. Puedo oler su colonia Hugo Boss y nuestros pies chocan en el aire al cruzar las piernas, y mi zapato cae el suelo del coche, y lo dejo ahí, moviendo mis dedos enfundados en la media, mientras charlamos sobre la feria, y Raúl no deja de mirar mi pie y mi pierna de reojo. Sé que eso le pone cachondo... y desde luego, a mí también.

En ese momento veo como me entra una llamada de mi hermana Silvia y no puedo evitar ponerme nerviosa, moviendo mi pie arriba y abajo en el aire...

-        Hola Silvia – contesto.

-        ¿Qué tal anoche Cris? ¡cuéntame! Quiero saber cómo terminó la noche ¿te llevaste a tu jefe a la cama? - me pregunta mi hermana con intriga.

A pesar de que siempre le cuento mis cosas, esta vez no se trata de unos de mis ligues, algo que me mantiene tensa. Esta vez se trata de su ex-marido, que está ahora mismo a mi lado y me pongo muy nerviosa con el móvil pegado a la oreja pensando si él haya podido oír a mi hermana.

-        Silvia, perdona, es que estamos llegando a la feria, te llamo luego y te cuento ¿vale?, todo bien...- le comento.

Mis intentos por disimular van en las dos direcciones, tanto en el teléfono como en Raúl que va a mi lado. No quiero complicarlo más y no entrar en la conversación de ella, que ya veo por donde quiere llevarme...

En ese momento, Raúl aprovecha para coger suavemente mi pie descalzo y darme un leve masaje sobre mi fina media, desde la pantorrilla hasta la punta de mis deditos, pasando por toda la planta y el empeine con ambas manos, y eso me excita muchísimo, ya que mis pies son uno de mis puntos débiles, y me pone super cachonda si me los tocan, por lo que noto enseguida como me humedezco y mis bolas chinas saltan de alegría dentro de mí. Tengo que hacer un enorme esfuerzo para mantener el control.

-        ¿Todo bien? ¡o sea, que te lo has tirado! -grita- ¡enhorabuena! ¡que cabrona y que envidia me das! - comenta Silvia a la que no disuaden mis excusas.

-        Yo no...

-        Vamos Cris, no disimules conmigo, que noto en tu voz que te ha empotrado ya... ¿a qué sí?, pero dime ¿se parece a Raúl en lo que te conté?

-        No. - respondo tajante mientras Raúl, me sigue masajeando el pie poco a poco, con mi pie sobre su regazo, que toca levemente su ingle y voy notando con mi pie descalzo como crece el tamaño de su pene, y me sonríe maliciosamente, y yo me voy derritiendo a la vez que me pongo muy nerviosa mientras intento mantener la calma.

-        ¿Aun no te lo has follado? No me lo puedo creer... Si es como me lo imagino, olvídate de todo y que te empotre bien empotrada. Por cierto, ya me contarás con detalle cómo es ese pollón.

-        Si. - digo, con el teléfono muy pegado a mi oreja, ya que no quiero que Raúl oiga nada.

-         ¡Aprovecha bien la feria, cariño!  ...estoy pensando ir yo a verte y divertirnos juntas y así me enseñas a ese machote.

-        ¿Eh? No, no, Silvia, ja, ja.. No es eso, ...bueno, luego hablamos, ¿vale? - respondo totalmente apurada.

-        Hermanita, ¿me vas a dejar así sin contarme nada? ¡estás con él ahora! ¡que zorra y que egoísta eres! ¡voy a mirar vuelos ahora mismo y me voy allí, que me estás dando mucha envidia! Ya sabes, si no te lo follas tú, lo hago yo ¿eh? -me incita retadora.

-        No seas loca, que es un lio. Hablamos luego, que tengo que dejarte. -con los nervios que me da, he estirado mi pierna y pongo la planta de mi pie sobre todo el paquete de Raúl, que se alegra y lo retiene ahí, aunque yo lo he hecho de forma involuntaria, no puedo evitar notar lo que hay debajo y me excito más aun.

Y cuelgo el teléfono, intentando recomponerme, mirando a ese hombre y notando como estoy muy acalorada, retiro mi pie de su paquete, y lo bajo buscando mi zapato con el pie en el suelo del taxi, mientras él mira con su media sonrisa, disfrutando de la buena porción de pierna que le muestro, hasta que consigue ver el liguero.

-        ¿Todo bien? - me pregunta Raúl, al verme algo desorientada.

-        Si, mi hermana, que está un poco loca... digo sonriendo y tratando de no dar más explicaciones

-        No sabía que tenías una hermana.

-        Pues sí - respondo con mis carrillos enrojecidos, pensando en que la identidad que oculto es nada menos que la de su exmujer.

-        Y dime, ¿Es tan guapa como tú? ¿qué hace?

-        Bueno, dicen que nos parecemos, ella es morena de pelo... bueno, ya hemos llegado –digo para no seguir por ahí, no quiero dar más detalles que me puedan traicionar. Por un momento pienso que en que la he nombrado y podría atar cabos con respecto a nosotras.

Llegamos por fin y puedo escabullirme de sus preguntas. Raúl paga al taxista mientras bajo del coche y nos dirigimos a nuestro stand. Creo que voy a matar a mi hermana, y espero que lo de pensar en venir a París fuera una broma ¡no quiero ni pensar en lo que pueda pasar si ella se presentara aquí! Tendré que llamarla para quitarle esa idea de la cabeza...

Llegamos al stand y como esperaba, está todo perfecto, los dos monitores gigantes de plasma ofreciendo nuestros productos con unos videos de calidad, las mesas con los catálogos y dos azafatas bien elegidas atendiendo a los visitantes, entregando publicidad y objetos de merchandising.

Raúl no lo duda y se presenta directamente a las dos chicas que parecen encantadas, mientras yo voy atendiendo a uno de los clientes habituales, aunque casi no puedo prestarle atención pues miro de vez en cuando de reojo a Raúl, que sigue charlando y riendo con las dos azafatas. Mientras una le coloca la corbata, Raúl está sujetando la cintura de la otra. Ahora la celosa soy yo... no me lo puedo creer, pero mis planes se trastocan cada vez que aparece una mujer bonita y toda mi estrategia de seducción se viene abajo. Si ya estaba lo suficientemente nerviosa, cada cruce de mis piernas que hago, las bolas chinas actúan dentro de mi coñito, haciéndome temblar llevándome a un placer intenso y a duras penas puedo mantener la conversación con mi cliente, que nota mi torpeza, viéndome desconcentrada, aunque lo que no sabe es que me estoy empapando las braguitas.

En ese momento, para colmo, recibo un mensaje en mi smartphone de mi hermana que dice:

-        Oye Cris, me has dejado defraudada con lo de tu nuevo jefe, sabiendo que aún no te has tirado. Desde que me has dicho que debe tener un bueno pollón, no puedo evitar acordarme de la enorme polla de Raúl y una está muy necesitada, acuérdate. Así que ya sabes, como no me mandes una foto de esa tranca en tu boca, me presento ahí, en menos que canta un gallo, tú verás...

Me asusto con la idea de que Silvia cumpla su amenaza, pero conociéndola sé que es capaz de eso y de mucho más. ¡Lo que me faltaba!

Sigo atendiendo a varios clientes que van entrando al stand, sin perder ojo a Raúl que sigue bromeando con las chicas y estoy a punto en más de una ocasión de llamarles la atención pues me irrita la idea de que esas dos chicas se lo puedan llevar al huerto. Yo ya no sé si mi rabia es porque se me desbaraten los planes o porque realmente estoy celosa de verle con otras. Mientras tanto, las bolitas siguen haciendo su trabajo ahí abajo. ¿Por qué demonios me las metí?

-        ¡Hola Cristina, tan deslumbrante como siempre! - oigo de pronto a mi espalda la inconfundible voz de Didier, uno de mis mejores clientes que viene acompañado de su joven esposa.

Ese hombre maduro me agarra por la cintura y me planta dos besos, momento que aprovecho para mirar de reojo a Raúl, que de pronto ha dejado de reírse con las chicas al verme tan jovial con ese cliente a las que yo correspondo, esta vez riendo con él, dejándole acariciar mi cintura.

-        Creo que ya conoces a mi esposa – me presenta Didier a su acompañante, aunque ya la conocía de anteriores visitas.

Le doy dos besos a esa escultural chica, que debe ser veinte años más joven que su marido. Está espectacular y creo que tampoco se le ha pasado desapercibido a Raúl ese bombón con lo bien que le queda su vestido fucsia tan ceñido.  Ella es Irina, una rusa rubia, de medidas perfectas, con grandes ojos azules, buenas tetas y larguísimas piernas, ensalzadas con unos tacones de más de 15 centímetros.

-        Mira Raúl, él es Didier, uno de nuestros mejores clientes. - le presento.

-        Vaya, yo pensé que era el mejor – añade Didier, sin soltar mi cintura con excesiva confianza, porque realmente la tenemos de hace muchos años, hasta el punto de haber retozado con él en más de una ocasión en algunas de mis visitas a Paris, pues tuve que emplear mis armas comerciales con él, ya que es un mujeriego empedernido, pero sobre todo un gran cliente, posiblemente como él dice, el mejor.

-        Encantado Didier – saluda Raúl en un apretón de manos a ese hombre.

-        Igualmente, ella es mi mujer. - añade el otro presentando a la jovencísima Irina.

Raúl besa caballerosamente la mano de la preciosa rubia, mostrando su sonrisa y encandilándola al momento, con su mirada y sus halagos, pues de forma sutil, atiende más a la mujer que al propio Didier, al que yo intento distraer, pues de siempre le he gustado, mientras mi compañero lo hace con su esposa. De nuevo siento una nueva enemiga en mi estrategia y es que cuando creo tenerlo todo dominado, un nuevo obstáculo se pone delante.

Un rato más tarde, los dos hombres conversan sobre la nueva fábrica que está poniendo en marcha la compañía propiedad de Didier y le está convenciendo para ir a visitarla.

-        Didier, tenemos la agenda un poco apretada– intervengo yo cuando mi cliente insiste en llevarnos a las nuevas instalaciones y después quiere invitarnos a cenar en su nueva mansión.

-        ¿Por qué no cristina? - es Raúl el que interviene – podemos hacer un hueco. - añade mirando las piernas de Irina, casi relamiéndose.

Siento de nuevo esos extraños celos, pero es que no quiero pensar lo que sería dejar a Raúl suelto en esa casa, estando la preciosa Irina por allí, que, sin duda, caerá en las garras de ese hombre a la mínima de cambio. No quiero perder el control. Entonces les explico.

-        Bueno, tenemos mucho trabajo, Raúl, ya sabes... además, no vengo preparada para hacer una visita a la obra. - le digo ajustando mi vestido ceñido a mi cuerpo y le señalo mis tacones.

-        Yo creo que estás perfecta, ¿verdad Didier? - añade Raúl llevándose un cómplice que me mira de arriba a abajo.

-        Claro que sí, Cristina, tú estás preciosa siempre. Además, será una visita corta, así Irina nos irá preparando la cena en casa, verás cómo cocina.

La idea no me convence absolutamente nada, primero porque no llevo mi ropa cómoda de zapato bajo y vaqueros, que es como debería ir a visitar el terreno, pero el hecho de que la joven esposa pueda estar presente en la cena, me intranquiliza todavía más, sabiendo del poder de seducción de Raúl, pero parece que ambos hombres ya se han puesto de acuerdo y cuando me quiero dar cuenta Didier se ha despedido de su esposa y vamos en su limusina de camino a la nueva fábrica en obras.

Nada más salir del coche, siento todas las miradas clavadas en mi cuerpo, pues soy la única mujer, algo que no me incomoda, estoy acostumbrada pero además me gusta ser el centro de atención, pero para colmo las bolas chinas están haciendo efecto a cada paso que doy. Verme rodeada de hombres me hace sentirme deseada, tanto por Raúl, como Didier, además de por el jefe de obra que nos acompaña y un par de operarios que no dejan de mirar mi escote y sobre todo mis piernas y mi caminar con aquellos taconazos que marcan el inconfundible sonido en el suelo.

De pronto un nuevo bip en mi móvil con un mensaje de mi hermana:

-        Cris, cariño, no me has mandado la foto de esa polla en tu boca... ¿recuerdas? Quiero masturbarme con ella pensando en la de Raúl, si no tendré que ir yo a verla personalmente - insiste poniendo iconos de enfado. Y es que mi hermana cuando se pone no hay quien la pare.

El jefe de obra está enseñándole a Raúl una nueva nave enorme en construcción, momento que aprovecho para hablar bajito a Didier.

-        Necesitaba ir al baño. - le digo.

-        Ah, sí, claro. En la caseta de obra que hemos dejado atrás. - me responde.

-        ¿Me acompañas? - le pregunto mimosa agarrándome a su brazo.

Su sonrisa es la única respuesta y es Raúl el que se queda mosqueado viéndome desaparecer con Didier, pero lo hago meneando el culo y marcando aún más mis pasos sabiendo que tanto él como el resto de los hombres no pierden detalle. Al caminar de esa manera, las bolas hacen todavía más efecto en mi coño y cuando llego a la caseta mi cachondeo es total.

-        ¡Déjame comerme esa polla otra vez, Didier! – le digo nada más entrar en la caseta, dejándole sorprendido, cuando me ve enfrascada en soltar su cinturón.

En cuanto le bajo los pantalones, su polla ya está preparada y aparece tiesa. Sin más tiempo me pongo en cuclillas, y al abrir mis piernas, se remanga mi falda, dejando ver la costura de encaje de las medias, y se me salen los talones de los zapatos, y me la meto en la garganta hasta tenerla bien adentro. El sonido de su jadeo se mezcla con el de su propia polla metida en el fondo de mi garganta.

-        ¡Joder, nena, me matas! – dice el otro sujetando mi cabeza para no caerse.

-        Espera – le digo de pronto sacándola de mi boca y dándole varios meneos a esa verga dura.

-        ¿Qué pasa? - pregunta él sorprendido.

-        Si quieres que me lo trague, me tienes que dejar hacer una foto a esta preciosidad. - le digo señalando su pene y mordiendo mi labio.

Inmediatamente la polla de ese hombre da un respingo, pues parece encantarle ese halago creyéndose poseedor de una gran tranca y no está nada mal, pero aun así consigo hacer la foto selfie, medio metida en mi boca y de esa forma mi hermana no podrá calcular el tamaño en la imagen. Apenas unos segundos después, tras mis apretados labios contra ese tronco y mi juguetona lengua, la polla de mi cliente francés, explota dentro de mi boca, mientras yo trago hasta la última gota, tal y como le he prometido.

Me pongo de pie, recompongo mi vestido y caminamos de vuelta al encuentro de los demás, mientras aprovecho para enviar la foto de la polla de Didier a mi hermana, confiando que ella se trague que es la de mi jefe.

CONTINUARÁ…

Alf & Sylke