Castigando a mi jefe sin follar - CAPITULO 2
Intento plantear una buena estrategia para la feria de Paris con mi nuevo jefe. Tengo que estar preparada y no dejarme embaucar por ese hombre y utilizar todas mis armas de mujer para hacerle sufrir al máximo.
Castigando a mi jefe sin follar
(Alf & Sylke )
CAPITULO 2
El resto de la semana transcurre con bastante ajetreo de trabajo para todos, preparando la feria, por lo que apenas tengo tiempo de encontrarme con Raúl, salvo cuando nos cruzamos en la cocinita que tenemos en la oficina, para tomar un café, y para confirmar algunos detalles de la agenda, lo cual aprovecho en cada ocasión para que pueda seguir admirando mi cuerpo, unas veces con minifaldas, otras con faldas de tubo y otras veces con algún pantalón que marca bien mi culo... y que yo le exhibo con mis mejores artes, sabiendo lo que a él le pone, de manera aparentemente casual, y noto como no pierde ocasión para darme un repaso cada vez que estamos juntos. “Prepárate, que esto es solo el comienzo”. - pienso para mí, mirando esos ojos que me turban y no dejo de pensar en mi plan para torturarle y dejarle con las ganas.
Por fin llega el martes y hemos quedado directamente en el aeropuerto, aunque Raúl parece retrasarse ligeramente, mientras yo aprovecho para ir haciendo el “check-in”, asegurándome que viajaremos juntos en el avión, en butacas contiguas, en clase Business, por supuesto, como nuestros puestos ejecutivos requieren.
Me ha costado elegir la ropa adecuada para el primer día, porque había pensado en un vestido veraniego, pero al final he escogido una falda de tubo gris de ejecutiva, de cuadritos, por encima de la rodilla, con una abertura lateral, que muestra mi muslo y ciñe mi culo con mi cintura estilizando mi figura, resaltando mis curvas, y arriba, una blusa holgada de la que llevo varios botones sueltos para permitir insinuar mi escote y que se vea el encaje de mi sujetador negro, algo que gustará a mi nuevo jefe, al igual que mis tacones de aguja y unas medias negras brillantes, con liguero, que también sorprenderán a Raúl. La chaqueta, a juego con la falda, no la llevo puesta, pues prefiero lucirme bien, con esas miradas de los hombres con los que me cruzo, como ese comandante, justo cuando ha pasado a mi lado.
Una vez tengo los billetes espero a mi nuevo compañero en el bar, tomándome un café sentada uno de los taburetes de la barra, cruzando mis piernas y jugando con el zapato en el aire distraídamente, y justo en ese momento me entra una llamada en el móvil de mi hermana Silvia.
- Hola Cris – me dice.
- Hola guapa, ¿cómo estás?
- Ya me han dicho que te vas a Paris con tu nuevo jefe.
Esa respuesta me deja un poco aturdida y solo puedo contestar con cierto nerviosismo:
- Sí...
- ¡Vaya... que calladita! ¿Está buenorro? - me pregunta ella intentando sonsacarme.
No soy capaz de revelarle el gran secreto, pues mi nuevo jefe, que efectivamente está muy muy bueno, es su anterior marido, el mismo que la puso los cuernos... el mismo que la hizo tanto daño.
- Oye, ten cuidado, no te vayas a quedar embarazada, que Paris tiene mucha magia – me comenta.
- Qué boba eres, voy a un viaje de trabajo...
- Ya, ya... como que no te conozco. En cuanto tengas oportunidad te lo pasas por la piedra.
Es cierto, mi hermana me conoce bien y sabe que siempre aprovecho mucho mis viajes y procuro divertirme al máximo, pero ahora no puedo decirle que con quien voy a viajar es con Raúl, nada menos que su ex. Pero bueno, de lo que estoy segura es que lograré vengarme por mí y por ella... eso está claro, aunque nunca pueda revelárselo.
- Cris, cariño, no pierdas la oportunidad y fóllatelo que la vida son dos días.
Tengo que dar un trago al café porque sus palabras me ponen en tensión, pensando en esa invitación a tirármelo. Si ella supiera...
- Oye, por cierto, ¿sabes de lo que me he enterado? - me dice ella.
- No,
- Pues que Raúl está en España... creo que está buscando trabajo por aquí.
Noto como el calor sube por mis mejillas y como se eriza la piel de mi nuca.
- ¿Ah sí? No sabía... - la digo con disimulo, pero mi voz tiembla.
- Como lo oyes.
La verdad es que me siento fatal engañando a mi hermana, pero no tengo la suficiente valentía para revelarle algo tan fuerte como que sea precisamente mi nuevo jefe y el caso es que ella me sigue hablando sobre él.
- Lo cierto es que casi le tengo olvidado, Cris. - dice ella, pero sé que en el fondo no es verdad.
- Bueno, pues mejor. ¡Que le den a ese capullo! -respondo.
- Eso. Oye, pero, además, tranquila, no te preocupes por mí que ahora estoy con ese protésico dental tan majo...
- Lo sé, y me alegro mucho por ti, hermanita.
- Claro que comparando... no es lo mismo.
- ¿Cómo que comparando?
- Sí, mujer que mi pareja de ahora, pues que está muy bien... pero guárdame el secreto... una polla como la de Raúl, no la he vuelto a ver ni a sentir.
Esa revelación me deja totalmente impactada por segunda vez en dos días. La verdad es que mi hermana y yo habíamos hablado hace tiempo de Raúl, pero lo que menos me esperaba es que ahora me suelte eso. Ha pasado tiempo desde que dejamos de contarnos esas cosas, precisamente yo intentaba no ahondar en la herida para que ella no sufriera.
- Pero Silvia, ¿Qué tenía de especial? - no puedo evitar preguntarle intrigada sabiendo que voy a pasar unos días con él en París.
- Pues que esa polla... era enorme... y como una droga.
- ¿Ah sí? - le pregunto y entonces noto de nuevo cómo mis pezones se endurecen y mis braguitas humedecerse al instante, y muevo nerviosa mi pierna, dejando caer mi zapato al suelo sin querer.
- Pues sí, hija, la de mi chico de ahora, bien, no tengo queja, pero claro, donde esté un pollón bien manejado...
- ¿Bien manejado? - sigo con mi intriga, aunque recuerdo la conversación de las chicas en el baño.
- Hija, es que además Raúl, ¡follaba como los ángeles!
- Vaya... parece que lo dices con pena... - respondo y me muerdo el labio guardando la tensión.
- Pues no te digo que no. Cris, aunque él desapareciera de mi vida, no he podido olvidarlo en ese sentido, de hecho, cuando follo con mi chico, Raúl no se quita de mi cabeza.
La confesión de mi hermana me hace sentirme inquieta y excitada al mismo tiempo. Mientras la escucho, me levanto ligeramente sobre el taburete, estirando mi pierna para recolocarme el zapato, enseñando al hacerlo el comienzo del liguero de mis medias, y volviéndome a sentar en el taburete, cruzando esta vez mis pies sobre la barra del taburete, y dejando salir ligeramente el talón de uno de los zapatos al moverlo de manera nerviosa por la excitación que siento
- Parece que ahí te dejó marcada. - la digo.
- No... bueno sí, cuando pruebas la polla de Raúl no quieres otra. Y pensando en las mujeres que se ha follado, que ya sabes que deben de ser miles, no me extraña que ellas también se quedaran enganchadas por él.
- Pues sí que dejó huella.
- Cris, incluso ahora, hablando de él, me pongo cachonda.
- ¡Silvia! - la regaño.
- No, hermanita, estoy satisfecha actualmente, el protésico es muy cariñoso, romántico, lo hace bien, pero bueno, claro, cuando tienes un semental como Raúl, no hay color, no puedo olvidar cómo me empotraba contra la encimera, me follaba de aquella forma tan animal y salvaje a todas horas... ¡de aquella manera!
En ese preciso instante en el que mi hermana me está sorprendiendo en esa confesión de las habilidades amatorias y folladoras de Raúl, este precisamente aparece reconociéndome desde lejos y le digo a ella nerviosamente que tengo que embarcar en unos minutos colgando la llamada.
- ¡Hola Cristina, qué guapa! - me dice Raúl en cuanto llega a mi lado, vestido con su traje azul a medida que le sienta como un guante y se queda absorto observando mis piernas cruzadas sobre el taburete y mis pezones marcados bajo la tela de mi blusa.
- Esto... hola... gracias. - respondo azorada.
- ¿Todo bien?
- Sí, sí.... me has encontrado muy rápido. - le respondo algo inquieta tras la conversación con mi hermana que todavía estoy intentando asimilar hablando precisamente de él.
- No es difícil encontrar a un bombón cómo tú, porque deslumbras. - añade él galantemente, poniéndome aún más nerviosa.
Como ya es tarde, nos encaminamos por la terminal, arrastrando nuestras respectivas maletas, vamos hablando de los distintos puntos de nuestra agenda, aunque yo no soy capaz de concentrarme y no puedo dejar de pensar en la conversación que acabo de tener con su exmujer, contándome nada menos que es portador de un grandioso pene y que “follaba como los ángeles” en palabras textuales de ella.
Entramos por la puerta de seguridad y Raúl me deja pasar delante, creo que para disfrutar nuevamente de una buena vista de mi culo que yo meneo haciendo oscilar mis caderas para acentuar mi taconeo y que él disfrute de mis movimientos y de mi trasero y de toda mi figura. Noto que me sigue a poca distancia, sin perder detalle.
Antes de pasar por el escáner, tengo que dejar la maleta y el portátil en la cinta, y en la bandeja los objetos metálicos, entonces me quito un collar, el reloj, una sortija, y, antes de nada, los zapatos de tacón, para lo cual me apoyo en su brazo y él me agarra firmemente por la cintura. Al descalzarme me quedo de puntillas con las medias tocando directamente el suelo, son de esas de refuerzo desde el talón a la puntera. La mirada lasciva de mi nuevo jefe me gusta mucho y me calienta, aunque yo ya lo estoy desde que hablé con Silvia.
Avanzo hacia el arco de seguridad y sigo notando su mirada clavada en mis pies en toda la operación, y, como me imaginaba, la luz y la alarma se disparan en cuanto paso. El policía que controla la operación me ordena que me aparte para pasarme el otro escáner manual. Me doy cuenta de que el soporte del liguero es el culpable de ese problema. Me quedo ahí con mis piernas ligeramente separadas y de puntillas, remarcando bien mis piernas y mi culo, y el escáner manual pita justo cuando pasa por la parte lateral de mi muslo, por lo que tengo que subir ligeramente mi falda para explicarle al agente que es debido al liguero, y así ofrezco una nueva visión de mi pierna enfundada en la media. El hombre me sonríe y al levantar la vista veo que Raúl tampoco se ha perdido detalle y tiene los ojos clavados en mis piernas, especialmente en lo que muestra la parte alta de mi muslo y el liguero, hasta que el otro policía le tiene que advertir.
- Por favor caballero, ¡continúe!
- ¿Eh? ¡Ah, sí claro disculpe! - responde Raúl aturdido.
Al final el policía me deja pasar y yo recojo mi maleta y el resto de mis cosas, pero en lugar de calzarme en ese punto, me acerco con los tacones en mi mano, caminando descalza hasta Raúl, ofreciéndole mis pies enfundados en esas medias y me pongo a su lado mientras me coloco el collar, el reloj, mi sortija, meto el móvil en mi bolso, y, por último, para ponerme un zapato, me apoyo sobre su hombro, sin que pierda detalle de la operación, subiendo a continuación mi pie hacia mi culo en un gesto que parece encantarle, por lo que hago la misma operación con el otro zapato y al terminar, doy un ligero taconazo al suelo de mármol, para remarcar que ya estoy lista.
- Muchas gracias Raúl, eres un encanto. - le digo agradecida por su ayuda.
- De nada, Cristina, un placer, ¿vamos yendo hacia nuestra puerta de embarque?
- Claro, vamos para allí, que hay que andar todavía un rato.
Una vez que nos metemos en el avión, Raúl amablemente me ayuda a poner mi equipaje de mano en el compartimento superior, nos acomodamos en nuestros respectivos asientos, cediéndome él el de la ventanilla y nos ponemos el cinturón para el despegue, todo sin que él me quite ojo ni al escote ni a las piernas que yo muevo de forma juguetona, lo mismo que mis tacones sobre la moqueta.
Cuando ya estamos en pleno vuelo, sigo dándole vueltas a la charla telefónica con mi hermana sin dejar de imaginar a mi compañero de viaje desnudo empotrándome como lo hiciera con ella y notando como me clava su enorme polla, llenándome por completo. Al hacerlo noto como me estoy mojando, pues mi sexo está lubricándose por momentos e intento despejar mi mente y pensar en otra cosa, recapacitando con el hecho de que he venido a este viaje por trabajo y de paso a vengarme de él, no a otra cosa. Entonces le pido que me deje pasar al baño, pero al levantarme, en un movimiento del traqueteo del avión, hace que tenga que chocar contra su cuerpo quedando mi escote prácticamente en su cara durante unos segundos, llegando a notar su barbilla rozando uno de mis pechos.
- Perdón. - digo apurada.
- Nada, Cristina. - responde él sonriente y vuelvo a notar su bulto creciendo bajo el pantalón.
Me noto cada vez más excitada y camino hacia el baño sin dejar de pensar... “¿La tendrá tan grande como ha dicho mi hermana?” Y realmente “¿follará así de bien, de esa forma tan salvaje?”
Al meterme en el cubículo tengo que remojarme la nuca para apagar mi calentura pues todo esto me está excitando tanto, que no logro centrarme en lo que realmente he venido a hacer con este hombre en este viaje. Pero al meter mis manos bajo mi estrecha falda noto mis braguitas empapadas, por lo que me las quito... me seco con una toallita y guardo ese húmedo tanga en mi bolso. ¡Este hombre consigue mojar mis bragas como nadie! Me recompongo un poco el maquillaje y regreso a mi asiento. No creo que nadie se dé cuenta de que no llevo braguitas. Al llegar, Raúl me ayuda a pasar sujetando una de mis manos y poniendo su mano en mi cadera, que roza ligeramente. Si supiera que no hay nada debajo...
Dos horas después el comandante del vuelo nos anuncia la llegada al aeropuerto Orly de Paris.
Yo sigo muy caliente, no me quito de la cabeza lo que escuché en los baños de la empresa, ni lo hablado con Silvia y por supuesto, no ayuda precisamente tener a Raúl tan cerca durante todo el viaje, donde, además, no pierde la ocasión para coquetear conmigo, con la excusa de repasar unos papeles. Reconozco que eso me gusta, porque puede facilitar mi plan de calentarle, aunque no puedo evitar calentarme yo, claro. En alguna ocasión se acerca a mí en el asiento, y me toca el brazo con sus dedos. Le noto muy cerca y percibo su calor. Una de las veces me toca levemente el pecho por un lateral, justo cuando me señala un gráfico que sostengo y él, vuelve a rozar ligeramente mi teta derecha, pudiendo percibir esas manos y esos dedos largos, logrando que se me endurezca inmediatamente el pezón. Espero que no se haya percatado. Seguimos charlando y aparentemente, de forma accidental, con su pierna cruzada se topa con mi pie, que también cuelga de mi perna cruzada y noto el roce su pie contra mi media. Un escalofrío recorre mi espalda al notarlo.
Cuando aterrizamos, Raúl me ayuda a meter todos los documentos en mi cartera de mano, pero me tiene que echar una mano con mi maleta, para bajarla del compartimento superior. Estoy de espaldas a él y noto que se acerca a mí, por detrás agarrando suavemente mi cintura.
- ¿Necesitas ayuda? - me pregunta con su cálida voz junto a mi oreja.
- No sé... voy a ver si puedo - le digo.
Sigo de espaldas a él, me pongo de puntillas sobre mis tacones, dejando salir los talones de ambos pies al hacerlo, sabiendo que ese hombre no pierde detalle y aprovecho para sacar mi culito ligeramente hacia atrás. Enseguida noto como mi trasero se topa con su paquete. Sus manos siguen en mi cintura como si quisiera auparme y reconozco que me siento muy protegida por sus fuertes brazos. Por fin consigo bajar la maleta y al descender yo esos centímetros, saco ligeramente el culo de nuevo, frotando de forma lenta y deliberadamente contra su enorme paquete, que me encanta notar tan duro y eso me excita muchísimo.
Yo me muestro de lo más inocente, tanto en mi comportamiento como en mis movimientos y me giro, restregando esta vez mi cadera contra ese bulto. No niego que le quiero dejar bien caliente, pero de paso, me estoy poniendo yo como un volcán.
- Disculpa, Raúl, esto está tan estrecho... - me disculpo.
Él no contesta, pero caballerosamente me deja pasar delante, para no perder detalle de mi culo y mis piernas. Me encanta sentir su mirada clavada en mi retaguardia y puedo notar lo húmeda que estoy, pero, además, el hecho de ir sin mi tanga me excita más aun... Esto, definitivamente, se me está yendo de las manos, toda mi estrategia de calentarle a él para castigarle después, se me está volviendo en contra...
Nos dirigimos hacia la salida, y avanzamos por la terminal del aeropuerto. Yo camino junto a mi nuevo jefe que está arrastrando el carro con nuestras maletas, cuando, de repente, una persona distraída choca conmigo, golpeando con su carro contra mi pie, haciéndome perder el equilibrio y tengo que agarrarme a Raúl, que camina a mi lado con el carro. En el movimiento, pierdo un zapato bajo el carro de la otra persona que ha chocado conmigo y en el traspiés, mis pechos van directamente contra el cuerpo de mi excuñado que, al intentar sujetarme por la cintura, no puede evitar agarrarme las tetas por los costados. Todo ocurre muy rápido, pero de forma totalmente accidental, lo juro, esta vez no lo hago a propósito, pero lo cierto es que me encanta sentir el calor y la fuerza de sus manos sujetándome ahí, lateralmente y su cuerpo muy pegado al mío.
Al fin logro incorporarme y al hacerlo me doy cuenta de que uno de los botones de la blusa se ha soltado, ofreciendo una excelente vista de mi sujetador negro de encaje y de mi canalillo a mi nuevo jefe, que no pierde detalle. El calor invade todo mi cuerpo y tras sujetarme a sus brazos logro ponerme derecha. Raúl, galantemente, recupera el zapato perdido y, agachado se preocupa en ayudarme a calzarlo en mi pie. Sus fuertes manos sujetan mi pierna por el gemelo, casi por el tobillo, acariciando mi media y mirando hacia arriba al hacerlo, lo cual le permite una rápida visión de mi pierna al completo, mi liguero, y no sé hasta donde alcanza su vista, pero me doy cuenta de cómo se dilatan sus pupilas y esboza una sonrisa que denota que ha visto bastante más de lo esperado. Se recrea unos segundos acariciándome el pie y el empeine, con la excusa de asegurarse de que estoy bien.
- ¿Estás bien Cristina? ¿te has hecho daño? - me pregunta sin dejar de observar mis piernas y lo que pueda ocultar mi falda.
- No, tranquilo, muchas gracias, ha sido un susto, muchas gracias Raúl. - Le digo sonriéndole y me noto cada vez más mojada.
Me pregunto si habrá visto mi coño desde ahí abajo, pero al levantarse veo que el bulto de su pantalón parece haber despertado de nuevo.
El hombre que ha chocado conmigo, pide disculpas precipitadamente y sigue su camino con prisa. Nosotros salimos del aeropuerto, y cogemos un taxi a la salida, para ir ya hacia el hotel.
En el taxi, nos sentamos detrás, y Raúl le da la dirección al taxista en su perfecto francés, mientras yo me recompongo un poco la camisa, y me siento, mostrando parte del refuerzo de la media, y haciendo un pequeño gesto de dolor tocándome el pie que ha sufrido el golpe, junto al tobillo.
- ¡Uy! ¡Me duele, ese bruto me ha dado un buen golpe! Menos mal que me has sujetado, sino todavía me rompo algo. - le digo a Raúl.
- Déjame ver, - dice
A continuación, me coge por el tobillo apoyándolo sobre sus rodillas, descalzándome suavemente, y con sus largos dedos me repasa el pie enfundado en la media, para darme un ligero masaje, que, en lugar de aliviar el dolor, consigue excitarme muchísimo, y yo muevo mis deditos dentro de la media de manera instintiva. Raúl sigue con su masaje, acariciando mi empeine, el tobillo, la planta del pie, y hasta mis dedos, y entonces puedo notar como su paquete crece bajo su pantalón de manera patente. A la vez, noto como su mirada recorre mi pierna y veo que parece querer volver a buscar mi coño desnudo bajo la falda ya que al estirar la pierna y en esa postura, supongo que tiene una buena perspectiva desde posición, y me muerdo el labio de gusto con solo imaginarlo...
- Ya hemos llegado, dice el idiota del taxista interrumpiendo ese momento.
Raúl me vuelve a calzar con delicadeza mi tacón y tras pagar al taxista y sacar las maletas, me recompongo un poco con cierto disimulo, pues lo último que quiero es que me note excitada, pero lo bueno es que no lo puedo evitar. ¡Estoy demasiado caliente!
Él se acerca a la recepción del hotel y nuevamente, en perfecto francés, comienza a tratar con el recepcionista nuestra reserva y justo en ese momento recibo una nueva llamada de mi hermana.
- ¿Qué tal Cris? ¿Ya estás en tu nidito de amor con tu nuevo jefe? - me pregunta.
- ¡Qué tonta eres!
- Vamos mujer, cuéntame... ¿Está bueno o no? ¿Está follable?
No soy capaz de decirle a mi hermana que mi nuevo jefe es nada más y nada menos que su ex marido, ese al que tanto odiaba, ese que tanto daño la hizo... Pobrecilla, me siento mal por ella, por todo lo que ha pasado, pero claro no le puedo contar que con quien estoy en Paris, es precisamente Raúl, eso le haría mucho daño.
- Vengo a trabajar, hermanita. No seas guarra. - la recrimino con cierto disimulo.
- Perdóname Cris, pero es que desde que me hablaste de Raúl, me has calentado.
- ¿Cómo?, ¿Yo? ¡Pero si fuiste tú!
- Bueno sí, cariño, ya te digo que lo estoy empezando a olvidar, créeme, pero en cuanto le hemos nombrado... ya te digo que Raúl es como una droga.
- Perdona, no quería que te sintieras mal recordándole...
- ¿Mal?, pero si es imaginarle y me pongo cachonda perdida. ¿Sabes que después de hablar contigo me he masturbando pensando en él?
- ¿En serio?
- No te puedes imaginar cómo es Raúl, y me estoy preguntando... ¿Con qué putilla andará en este momento? - dice ella, mientras yo trago saliva intentando no mostrar mi inquietud.
- Bueno, mujer, lo mejor es olvidarlo. No te tortures.
- Claro, eso para ti es muy fácil, pero si le tuvieras delante no dirías lo mismo. Ese hombre te atrapa desde el primer momento, logra encandilarte, con sus miradas, con sus gestos, hasta que te deshaces como una idiota y para colmo, además de ser guapísimo y estar como un tren, es un amante perfecto.
- Igual lo tienes demasiado idolatrado...
- ¿Qué dices? Cris... te juro que no he conocido a un amante como Raúl. Es algo que no te puedo contar... es algo que solo entiendes cuando lo sientes. Yo me imagino que ahora tendrá engatusada a alguna zorrita que tendrá las piernas abiertas, las braguitas mojadas o eso si no se la está follando salvajemente contra la pared.
- ¿Salvajemente? - pregunto atónita.
- ¡Salvaje es poco, es atrapante, Cris! Además de tener una polla enorme, que parece que te va a partir en dos, es que la sabe usar como nadie, cuando Raúl te folla, entras en otro mundo, no quieres volver a hacerlo con nadie que no sea él, es increíble... por no hablar de sus manos o su lengua... ¡Dios!
Mi hermana está alterada, pero yo no lo estoy menos escuchándola. El calor sube por mis mejillas mientras mi hermana sigue elogiando a su ex y puedo notar los latidos en mi coño y no, definitivamente no tengo mis braguitas mojadas, porque no llevo, peor aún, tras ese relato de mi hermana, puedo notar como un pequeño río sale de mi coño se escurre entre mis muslos que cierro instintivamente. En ese momento Raúl se vuelve y me despido de ella, prometiéndole que la llamaré esa misma noche.
- Cristina, creo que hay una confusión - me dice Raúl justo cuando cuelgo la llamada con su exmujer.
- ¿Confusión? - pregunto.
- Sí, con la habitación. Creo que está mal hecha la reserva.
- Pero si la hizo Pablo delante de mí.
- Pues por alguna razón nos han dado una habitación solamente.
- ¿Una solo?... Vaya, pues pide otra, entonces. - le indico.
- ¡Imposible! El hotel está completo.
Miro a esos ojos que observan los míos y también mi canalillo y me digo que no puede ser, que todos mis planes de jugar a seducir a mi nuevo jefe se están yendo al traste, que cada vez que quiero usar mis armas de mujer, algo se desbarata, si no es por su mirada, es por sus roces, como su ayuda en la terminal, como sus masajes en el taxi... y ahora... ahora ¿una habitación para los dos?
- Podemos buscar otro hotel – dice él viendo mi cara de susto.
- Bueno, no tenemos tiempo, Raúl. Tenemos la primera cita ahora, para comer en este mismo hotel con dos de los clientes de la lista.
- Vale, pues entonces dejamos las maletas arriba, nos cambiamos para comer y luego resolvemos este problema. ¿Te parece?
Sonrío asintiendo y no me acabo de creer que todo se líe de esa manera y vayamos a compartir habitación ese hombre y yo, porque encontrar hotel en Paris en estas fechas es casi imposible. Muevo mis piernas, notando mi chochito palpitar, mientras no dejan de martillear en mi cabeza las palabras de mi hermana sobre Raúl. ¿Amante perfecto?, ¿follador salvaje?
Subimos a la habitación y yo sigo nerviosa además de estar muy caliente, y pensando cómo voy a gestionar esta situación. Raúl abre la puerta con la tarjeta que nos han entregado, y galantemente me deja pasar primero en la habitación, pero sé que también lo hace para poder mirarme el culo con detenimiento, al igual que mis piernas, lo cual consigue excitarme más aún.
Raúl entra detrás de mí, y ambos nos quedamos unos segundos mirando la habitación, sobre todo al darnos cuenta de que son dos camas pegadas, y no puedo dejar de pensar en qué pasaría si los dos durmiéramos juntos... eso me pone nerviosa y no puedo evitar mover mis pies sobre mis tacones...
Al fin él rompe el silencio que se ha formado, dejando su maleta sobre una cama y la mía sobre la otra. Parece más tranquilo que yo y eso que era yo la que quería ponerle nervioso.
- Bueno, de momento estamos aquí, veremos si Pablo o el propio hotel son capaces de arreglar esto mientras comemos con los clientes. - me dice.
- Ya...
- Cristina, no sé si necesitas pasar tu al baño primero, si no, lo hago yo, pues me gustaría cambiarme.
- No, pasa tú, yo no necesito ir al baño, mientras yo me arreglo aquí en el espejo del dormitorio.
- De acuerdo, no tardaré, gracias Cristina. - responde y cogiendo algunas cosas de su maleta se mete en el baño, dejando la puerta ligeramente entornada
Yo me quedo en la habitación de pie, pensando en qué voy a hacer, y mirándome en el espejo de cuerpo entero que hay en la habitación y decido que no voy a cambiarme de ropa, pues la que llevo parece gustarle bastante. Me giro sobre mí misma para darme un repaso general por si está todo en orden, y repasando especialmente mis medias desde el talón hasta la falda. Descubro entonces que el golpe que me han dado en el aeropuerto me ha hecho una pequeña carrera en una media a la altura del tobillo, y me doy cuenta de que necesito cambiármelas, si no quiero que acabe recorriendo toda mi pierna. Inmediatamente, busco en mi maleta, en donde siempre suelo llevar varios pares de medias, y encuentro otras parecidas, con liguero, para poder cambiarme aprovechando que Raúl se encuentra en el baño.
Me siento en la cama y me subo la falda para soltar los enganches del liguero, con la pierna estirada apoyando el pie descalzo en suelo, y comienzo a retirarme la media lentamente, hasta irla sacando por la pierna hasta que abandona finalmente de mi pie. Repito la operación con la otra pierna, y cojo las nuevas medias para ponérmelas, primero una, que recojo en mis manos para meterla en mi pie derecho, para lo cual subo el pie y se me remanga casi toda la falda. Me sonrío a mí misma al ver mi coño expuesto al no llevar braguitas, pensando en que tendré que buscar otro tanga. Con mi pierna totalmente levantada comienzo a ponerme la media desde la punta de los dedos hasta mi muslo, poco a poco para asegurarme que la raya de la media no está torcida y que los refuerzos del talón y la puntera de la media están en su sitio moviendo los dedos dentro de la fina tela, con el pie alzado. De repente, alzo la vista y veo en el reflejo del espejo la puerta entreabierta del baño, descubriendo a Raúl que se ha quedado totalmente clavado mirando el espectáculo. Me pregunto si me habrá visto desde esa distancia, porque yo sí puedo verle a él perfectamente, percatándome de que está en calzoncillos, sin pantalón y camisa, dispuesto a cambiarse, y parece que todo lo que me ha contado mi hermana es cierto, pues puedo observar su enorme paquete que se intuye claramente bajo su slip negro de Calvin Klein, que, por cierto, le sienta de maravilla, marcando su culo y ese enorme paquete. Puedo admirar su vientre plano y trabajado, al igual que sus pectorales y sus fuertes brazos. ¡Está buenísimo!
Decido simular que no le he visto y continuo con la otra media, pero esta vez lo hago más lentamente, asegurándome de que en esta ocasión no haya duda de que puede ver mi coño depilado y húmedo perfectamente desde esa distancia y ofreciéndole el espectáculo de mi pierna al enfundarme la otra media y mover mis deditos dentro de la media al terminar.
Cuando he enganchado las dos medias en el liguero, me levanto para alisarme la falda y volverme a calzar mis zapatos de tacón. Vuelvo a girarme frente al espejo y con disimulo puede percatarme de que él sigue atento a mis movimientos. Me siento admirada y eso me pone cachonda, así que continúo con mi juego de seducción, mostrando toda mi femineidad en cada pose. Aprovecho para retocarme el maquillaje y echarme un poco de perfume, inclinándome un poco hacia el espejo, y dejando intencionadamente mi culito en pompa, mirando de reojo en el espejo a Raúl que intenta terminar de vestirse, pero sin perder detalle. Me doy cuenta de que su paquete ha crecido dentro de sus calzoncillos mientras le veo ponerse los pantalones. Poco después, sale del baño abrochándose los botones de su impecable camisa blanca y con una sonrisa irónica terriblemente seductora.
- ¿Estas lista Cristina? Yo no tardo nada, me pongo la corbata y la chaqueta y bajamos, los clientes deben estar al caer y hemos quedado en el bar del hotel, será mejor que nos les hagamos esperar.
- Si, ya estoy, Dame un segundo. - le digo mientras termino de retocarme con mi lápiz de labios rojo sabiendo que no deja de mirarme.
Por un momento recuerdo que no he tenido tiempo de ponerme unas nuevas braguitas, pero creo que sabiendo que él lo sabe, me pone más caliente. Raúl se pone a mi lado y se va haciendo el nudo de la corbata sin dejar de mirarme.
- Ya veo que has sido rápido, te sienta muy bien ese traje, por cierto. - le digo mirándole a través del espejo.
- Muchas gracias, tú también estás muy guapa, como siempre... me dice con su media sonrisa, y el hecho de que sepa que no llevo nada bajo mi falda me pone tremendamente cachonda.
Seguidamente, bajamos al bar del hotel donde hemos quedado con los clientes, aunque afortunadamente no les hemos hecho esperar, ya que no han llegado aún, por lo que vamos a la barra y pedimos una copa mientras les esperamos. Me siento en uno de los taburetes, cruzando mis piernas y apoyando mi pie en la barra del otro taburete, enseñado así el talón de ambos pies mientras balanceo ligeramente mi pie en el aire con el talón colgando del pie, para intentar poner un poco más nervioso a Raúl y retomar el control sin dejar de pensar en ningún momento todo lo que me ha contado mi hermana.
Al instante, llega nuestra esperada visita, concretamente uno de ellos es Philipe, al que conozco bien de otras ferias y con el que siempre me ha gustado flirtear, incluso hemos tenido algún escarceo en más de una ocasión. Todo por el bien de la empresa, aunque no solo lo he hecho por eso, ya que es un tío que está muy bien. Gracias a Philipe he conseguido mejorar mi nivel de francés y naturalmente me refiero al idioma, porque aparte de nuestras visitas a Francia, él también ha pasado buenas temporadas en España. Yo sé de siempre que le vuelvo loco a él, pero cuando se acercan, me quedo realmente sorprendida ya que en esta ocasión le acompaña una compañera a la que no conocía.
Philipe se acerca agarrado a mi cintura y me besa en el carrillo, pero muy cerca de mis labios, algo que no le pasa desapercibido a Raúl. Y reconozco que eso me encanta.
- Cristina, tú siempre tan espectacular – me dice mi cliente, al que le devuelvo una sonrisa cómplice.
- Tú siempre tan adulador, Philipe. Mira, él es Raúl. - le presento y se dan la mano mirándose fijamente a los ojos.
- Ah, ella es Edith. - nos presenta nuestro cliente a su compañera.
Raúl se adelanta, agarrando la cintura de esa chica, para plantarle dos besos, sabiendo que yo no me pierdo detalle. Y a continuación lo hago yo y ambas nos mostramos las mejores sonrisas, aunque es inevitable notar la competitividad.
Tengo que reconocer que Edith es espectacular. Es más joven que yo, alta, de interminables piernas también enfundadas en medias negras y calzando unos zapatos de altísimos tacones que dejan ver la puntera de sus medias, y vistiendo un traje oscuro de ejecutiva con falda de tubo muy por encima de las rodillas. Nuestras miradas se cruzan varias veces y ambas sabemos que nos hemos escaneado mutuamente.
Los cuatro hablamos cordialmente, pero capto como ella también es una seductora profesional, que sabe cómo reírle las gracias a Raúl, con gestos y movimientos inocentes, pero totalmente provocadores, a la vez que toma asiento en el taburete y también cruza sus piernas, frente a mí, mientras ellos permanecen de pie. Tanto ella como yo, parecemos estar compitiendo en ser el centro de atención y observamos los movimientos de la otra. En un momento dado, hacemos que nuestros pies se toquen levemente y ambas sonreímos, atrayendo la atención de Raül y Philipe inevitablemente.
Tras esa previa charla, pasamos a la mesa, donde nos sentamos los cuatro, y me doy cuenta de que ha dado comienzo un juego del que no tengo claro cómo voy a salir. Yo comienzo mi tonteo un poco con Philipe, sabiendo lo mucho que le pongo, pero sobre todo tratando de poner algo celoso a Raúl, que a la vez me está poniendo nerviosa a mí, pues le noto muy centrado en Edith, que a su vez, le está haciendo un buen juego de seducción a Raúl, mostrándose excesivamente servicial y sonriéndole más de la cuenta, al tiempo que le ofrece una buena visión de su escote a través del casualmente botón suelto de su camisa que deja ver el encaje de su sostén color burdeos. Si no fuera porque de vez en cuando comentamos algo sobre el negocio que hemos venido a tratar, se diría que estamos en continuo juego sexual entre los cuatro, más allá de lo que yo hubiera planeado.
Al cruzar mi pierna bajo la mesa, topo con el pie de Edith que también lo tiene cruzado y con su tacón colgando en equilibrio de la punta de sus dedos, por lo que caen al suelo tanto su zapato como el mío, generando una leve confusión entre ambas que tratamos de salvar sin decir nada y mirándonos con una sonrisa, mientras intentamos recuperar cada una su zapato. Curiosamente, con la confusión, y sin darnos cuenta al principio, cada una se lleva el zapato de la otra.
- Voy a baño, ¿me acompañas, Cristina? - me dice Edith, justo cuando están a punto de traer los postres.
Es cuando nos levantamos ambas para ir al baño y el momento en el que nos miramos a los pies y reímos inevitablemente por ese lío del cambio de zapato, dejando a los hombres algo confusos, pues no parecen haberse enterado. Lo bueno es que vamos así al baño y es curioso, pero calzamos el mismo número de pie.
Llegamos a los servicios y tanto ella como yo, nos retocamos el maquillaje y perfilamos el eyeliner.
- Oye, creo que Philipe y tú os conocéis hace tiempo. - me comenta.
- ¿Te lo ha contado él? - la respondo mirándonos a través del gran espejo del baño.
- Bueno, me ha contado algo. Tus visitas a Paris... sus visitas a Madrid....
- Pues sí, la verdad es que sí, nos conocemos hace mucho, tenemos una buena relación comercial.
- ¿Sólo?
- Bueno, además de buen cliente es un buen amigo.
- Y yo puedo decir que buen compañero... pero ¿Habéis follado? - me pregunta de sopetón.
Me quedo quieta mirándola a través del espejo, ante esa pregunta tan directa.
- No hace falta que contestes, es evidente. - dice sonriente y sigue perfilándose los labios – no te lo reprocho, porque Philipe está muy bueno.
- Sí, bueno, pero yo no... - intento hablar, pero ella me interrumpe.
- No te disculpes, Cristina, que Philipe y yo solo somos compañeros. Bueno, yo también me lo follo de vez en cuando y, por cierto, no lo hace mal. ¿O no?
- Pues no...- respondo riendo.
- ¿Mejor que Raúl?
- ¿Cómo?
- Vamos, Cristina, no hace falta que disimules que veo vuestro juego, noto vuestras miradas, ya sé que vosotros también folláis, se os nota en la cara, además me he enterado en recepción de que estáis compartiendo habitación.
- Bueno, yo... - no sé qué responderle, pues ella me está aturdiendo y lo cierto es que es más directa incluso que yo.
- Espero que no te incomode con estos comentarios. - alega.
- No, para nada, tranquila, Edith.
- Pues eso, Raúl está muy bueno, me ha estado poniendo cachonda durante toda la velada y tiene pinta de follar de maravilla. ¿Me equivoco?
- No. - le miento, aunque atendiendo a los argumentos de mi hermana, eso debe ser cierto.
- Lo imaginaba... ¿Y no me lo prestarías un ratito? Perdona que sea tan directa, pero yo te dejo a Philipe, aunque bueno, tú ya lo has probado, pero me gustaría un buen revolcón con Raúl. Me ha puesto mojada.
En ese momento Edith mete las manos bajo su falda y se saca su tanga que parece empapado para meterlo en su bolso. Y a continuación me mira para volver a sonreírme.
- Entonces ¿me das permiso para follarme a tu jefe? - me dice mientras se seca descaradamente su coño igual de depilado que el mío, con un trozo de papel.
- No tengo que darte permiso... eso dependerá de él. - le contesto ciertamente turbada y a continuación le digo que volvamos a la mesa, sin tiempo a que me replique.
De camino a la mesa no dejo de pensar en lo que ella me propone, pero eso me incomoda, no sé si son celos o es sencillamente porque todo esto está fuera del guion que yo tenía previsto. Está claro que mi viaje a Paris está saliendo al revés de lo planificado y es que todos mis planes se están desmoronando como un castillo de naipes. Si yo venía con la idea de calentar a Raúl, excitarlo y dejarle al final con las ganas, ahora me encuentro que esta chica me va a echar por tierra todas mis opciones y eso no lo puedo permitir, porque yo venía a hacerle sufrir, no que además se folle a este pibón.
Ambas nos sentamos mostrando nuestras mejores dotes de seducción y a pesar de que hemos tenido cierto punto de complicidad, se nota que ambas tenemos cierta rivalidad y no podemos evitar competir en mostrar quien es la más sexy o la más atrevida.
Edith le ofrece la mejor de sus sonrisas a Raúl, jugando con él y enseñándole su canalillo medio incorporada en la silla, y yo, me quedo un poco descolocada con esta situación, quería poner cachondo y celoso a mi jefe, jugando con Philipe, pero ahora me temo que va a estar bien entretenido con Edith..., y, además, no sé cómo va a terminar esto, ¡estamos compartiendo la habitación! Mi cabeza no deja de dar vueltas: ¿piensa subir a Edith a nuestra habitación?… me estoy poniendo cada vez más intranquila, y muevo nerviosa mis pies bajo la mesa, haciendo tamborilear mis tacones, y recuerdo entonces que, con la conversación del baño, nos hemos vuelto a la mesa todavía con un zapato cambiado. Muevo entonces mis pies bajo la mesa, buscando los de Edith para recuperar mi zapato, y me encuentro con los dos zapatos sueltos en el suelo, y veo que ella le está sonriendo maliciosamente a Raúl y que esté tiene una cara bastante tensa... intuyo lo que está pasando, y subo mi pie descalzo hacia la entrepierna de mi jefe para encontrarme con los pies descalzos, enfundados en sus medias de esa chica que está dándole un buen masaje a Raúl en su enorme paquete. Esto me enciende más aun, y me topo con uno de mis pies descalzos con los de Edith e intuyo bajo mi media el paquete de Raúl. Ella se gira hacia mí y me mira satisfecha, confirmándome lo que habíamos hablado en los baños, mientras aprieta ese paquete que a estas alturas estará durísimo, y yo le sonrío forzadamente, pues veo que ella me ha tomado la delantera y me ha ganado en esta primera batalla... entonces decido cambiar de estrategia y me giro hacia Philippe, y decido aprovechar este calentón que tengo para rebajarlo de algún modo, primero tonteando con él, rozando sus dedos con los míos sobre la mesa y jugando bajo ella con mi pie descalzo sobre su pantalón a la altura de su pantorrilla. Él al percibir mis primeros roces me mira encantado, sin saber realmente todo lo que está pasando bajo la mesa, pero intuyendo que esta puede ser una gran noche...
Todo esto me tiene muy caliente y entonces juego igual que Edith, masajeando también el paquete de su compañero con mi pie descalzo bajo la mesa, y noto como crece bajo la planta de mi pie, lo cual me pone más cachonda aun y noto como me estoy poniendo muy húmeda por segundos, mis pechos están duros y mis pezones como clavos, marcándose en mi blusa, a pesar del sostén.
Estamos ya terminado la cena, y Raúl, algo inquieto debido a los juegos de esa preciosa chica, pide la cuenta, y que nos la anoten a la habitación.
- ¿Os apetece tomar una copa antes de irnos? ¿Aquí en el bar del hotel o conocéis algún sitio agradable cerca?
- Se me ocurren varios... dice Edith mirando a Raúl con malicia y doble sentido, seguro que aun jugando con sus pies descalzos bajo la mesa. Esta chica es buena calentando...
- Bien, podemos ir a un pub que hay aquí cerca, es bastante agradable. Dice Philippe, a la vez que sujeta mi pie sobre su paquete y noto como ha crecido mientras lo masajeo firmemente
- Por mi bien, pero debemos irnos temprano a la cama, que mañana tenemos mucho trabajo en la feria, - digo sonriendo y bajando mi pie lentamente por la pierna de Philippe hasta rozarle su pie.
- A partir de ahí abandono los roces, para comenzar a buscar mi zapato bajo la mesa, y me cruzo de nuevo con el pie de Edith, que está en la misma operación y me sonríe maliciosamente. Noto que está tan caliente como yo. Finalmente, recupero mi zapato, y ambas, tras una fugaz mirada, nos recolocamos en nuestras sillas y nos levantamos casi al unisonó, retocándonos la falda al levantarnos y mostrando nuestro culito al hacerlo. Ambas hemos pensado lo mismo: queremos mantener la erección de los chicos que hemos estado provocado el máximo tiempo posible, bajo la mesa. Seguramente ella querrá algo más con Raúl y eso no lo debo permitir. He planeado este viaje minuciosamente para calentarle, para dejarle cachondísimo y que me desee, para que se quede con las ganas... Quizás mi baza sea jugar con Philipe.
- Eh, bien, pues vamos entonces donde sugiere Philippe - comenta Raúl, mientras se levanta, intentando disimular su evidente erección bajo la servilleta, para a continuación, taparse con la silla al levantarse, y luego cerrando su chaqueta, que, por cierto, le sienta de maravilla.
Philippe intenta también disimular ese empalme bajo su pantalón, y, caballerosamente, nos cede el paso a Edith y a mí, para que vayamos delante, pero a la vez para poder acomodarse su paquete bajo el pantalón de manera más o menos disimulada y de paso echar una buena ojeada a nuestros respectivos culitos.
- Bueno, Edith, a ver a donde nos lleváis, le digo agarrándole del brazo y caminando junto a ella, y así mostrando ambas nuestra figura a Raúl y Philippe, que caminan detrás de nosotras sin perder detalle y con una erección que les resulta bastante difícil de disimular.
- Es aquí al lado, a la vuelta de la esquina, es un pub bastante agradable, podemos tomar una copa tranquila oyendo música de jazz muy buena que suelen tocar en directo.
- Muy bien, vamos allá.
Mientras tanto, voy pensando cómo acabará esta noche, yo estoy cada vez más húmeda y noto como se me han mojado hasta las medias, y Edith anda parecida, y solo de ver a los dos que nos siguen, no están mucho mejor...
Efectivamente, tal y como nos habían anunciado, el Pub está muy cerca, entramos los cuatro, y nos dirigimos a la barra a pedir algo. En un pequeño hueco que hay libre, nos colamos Edith y yo, para apoyarnos en la barra y ver si el camarero nos atiende, mientras que nuestros respectivos compañeros se colocan justo detrás, para llamar la atención al barban para que nos sirvan.
En esa pose que tengo, aprovecho para sacar ligeramente mi culito y notar el paquete de Raúl que tengo justo detrás y que se apoya contra mí al notar mi contacto. Puedo notar su erección y eso me encanta, para comprobar igualmente su gran tamaño. Eso quiere decir que lo que me decía mi hermana no era mentira... ¿La tendrá tan grande?, ¿follará tan bien como dice ella?
MIentras tanto, Edith no ha perdido detalle y se gira hacia Raúl para decirle lo que quiere tomar, y cogerle por el culo y apretar su pecho contra su hombro. Ante este ataque de Edith, yo ya estoy muy mojada, tanto que creo que un pequeño río se desliza entre mis muslos. Entonces no pierdo tiempo, le sonrío a esa chica y descalzándome un zapato, le paso el empeine de mi pie descalzo por la pantorrilla de Raúl, justo por la parte de su tobillo y subiendo lentamente hacia su gemelo, a la vez que aprieto mi culito aun más sobre su paquete, que noto que como sigue creciendo y me pone a mí todavía más caliente. Las dos le estamos dando un buen repaso a mi jefe, mientras Philippe, claramente excitado, no quiere quedarse fuera del juego y al tiempo que pide las consumiciones, me está tocando el culo con todo descaro por encima de la falda. ¡Dios, qué noche me espera! No sé si él se habrá dado cuenta de que no llevo braguitas, pero si podrá notar que mis pechos están muy tensos y mi canalillo y el escote de mi camisa apenas aguantan la presión a la que están sometidos con esté calentón...
Finalmente, nos atienden y nos dan nuestras copas, yo me vuelvo, dándole a Raúl un último repaso con mi culito sobre su paquete, para recuperar al mismo tiempo mi zapato e irnos a sentar a un apartado con forma de U, alrededor de una mesa, y poder tomar la copa y oír la música del grupo de Jazz que toca al fondo del local, dando un ambiente muy agradable.
Nos sentamos de modo que quedamos mezclados, es decir, primero Edith, junto a ella Raúl, luego yo, y por último Philippe, junto a mí, quedando yo entre Raúl y Philippe, que no ha dejado de tenerme agarrada por la cintura y tocarme el culo por encima de la falda en el trayecto desde la barra hasta la mesa. Yo ya estoy a cien, y a estas alturas poco me importa que la habitación que tengo sea compartida con Raúl, porque ya tengo poco control sobre mí y como no haga algo intuyo que acabaremos los 4 en la misma habitación, y todavía me pongo más húmeda...
Justo en ese momento noto mi móvil vibrar dentro de mi bolso y al sacarlo veo que se trata nuevamente de una llamada de mi hermana. Me levanto y Philipe parece desilusionado, porque parecía estar muy a gusto a este ese momento, con tanto toqueteo sobre mi culo.
- Perdonadme, tengo que atender esta llamada, es importante. - les digo.
Camino hacia los servicios, porque con la música no me entero de la conversación al teléfono hasta que por fin llego al baño de señoras, para nada más entrar, mirarme en el espejo, pudiendo reflejarse mi cuerpo y sobre todo mi calentura, tanto en mis pezones duros sobre la tela de la blusa, como en mis carrillos encarnados y un brillo en mis ojos mezcla del alcohol y la lujuria. No sé hacia dónde conducirá esta noche, pero viendo mi cuerpo descontrolado, a Philipe cachondo perdido y a Raúl, cada vez más encendido con esa preciosa rubia... que puede acabar en cualquier cosa. Y es entonces cuando vuelvo a caer en que se trata de Raúl... el exmarido de mi hermana, que me nombra al otro lado del teléfono y evidentemente no sospecha nada, pero yo me vuelvo a sentir fatal ocultándoselo.
- Hola Silvia – contesto al fin – perdona, pero no te oía.
- Hola Cris, preciosa... ¿Ya te lo estás follando o qué?
- ¿Cómo? - pregunto confundida.
- Joder, hija a tu nuevo compañero, ese buenorro de la ofi. Pensé que tardabas en cogerme el teléfono porque te estaba taladrando en cualquier esquina...
- ¡Mujer, qué bruta eres! - le contesto con cierto apuro, mientras aprovecho para perfilar un poco más mis labios frente al espejo.
- Ya, ya sé que me pongo muy guarra, pero es que tienes que aprovechar ese viaje, Cris. Me has nombrado a Raúl y es como si nombraras al mismo diablo, pero en todo el sentido de la palabra, ya me entiendes... Pero bueno, dime, ¿cómo es ese chico? ¿Tiene pinta de empotrador o no?
Me quedo un poco en shock con esa pregunta, intentando responderle con naturalidad, sin embargo, no sé cómo decirle que no es él, cuando realmente lo es...
- Pues es normal... - respondo algo titubeante.
- Vamos Cris, que te lo noto en la voz, dime, ese chico te hace mojarte entera, no lo niegues, y dime, ¿la tiene grande?
- Pues no lo sé, hermanita... ¡qué cosas tienes!
- Vamos, que de seguro que ya se la has palpado o al menos con tu culito... ¿O no?
Es increíble lo bien que me conoce mi hermana y creo que me va a resultar muy difícil seguir ocultándole la verdad o que ella misma no me pille en algún comentario fuera de lugar.
- Mira, desde lo de Raúl, yo no quiero perder el tiempo, Cris... - me comenta ella - dirás que es obsesión y todo lo que quieras, pero me arrepiento mucho de no haber hecho determinadas cosas, de no haber sabido verlo con claridad.
- No te entiendo. - respondo confusa.
- Pues que tenía que haber estado más espabilada. Verás, cuando Raúl estaba conmigo, pues bien, teníamos nuestras relaciones sexuales de matrimonio, pero él siempre me quería dar más caña y eso que me sacaba mil y un orgasmos, hasta dejarme rota. A veces me dolía hasta el coño de las folladas que me daba...
- ¿Entonces?
- Pues mira, si te digo la verdad, yo estaba satisfecha al máximo, pero no debía de estar a la altura y por eso se debió buscar “carne fresca”.
- ¿Pero qué dices? ¡si eres una mujer espectacular! - la comento con cierto enfado.
- No, no me refiero a lo físico, yo sé que Raúl estaba muy contento conmigo, pero es un hombre muy caliente, que, si no estaba bien atendido, pues parece estar como enjaulado... encasillado, no sé... siempre busca más carne fresca.
- Pero si tú siempre me decías que tus relaciones eran geniales... que disfrutabas mucho en el sexo...
- ¡Y tanto!, pero era para mí, cariño. Él siempre quería algo nuevo, más caña, esa puta que le vaciara los huevos como nadie... y yo no supe jugar en esa liga, por eso que si le pillara ahora...
Las palabras de mi hermana me turban y al mismo tiempo me encienden. Ella continúa hablando de él, con su voz temblorosa y claramente excitada también.
- Quizás Raúl encontró otra putilla que le sacara todo el jugo que yo no era capaz de sacarle ¿Me comprendes?
- Sí, claro, pero... - intento buscar respuestas.
- Mira, si ese chico de Paris, se parece un poco a Raúl, te digo que no pierdas el tiempo, que tengas cuidado, porque ese tipo de hombres son adictos al sexo y se lo buscan con la primera que les entregue sus braguitas, ya sabes... olvídate de todo y entrégate en cuerpo y alma, verás como sales recompensada y descubres tu lado más salvaje al lado de un follador de primera. Si lo has encontrado, no pierdas el tiempo ni se lo hagas perder a él. Aprovéchalo, cariño.
- Pero... si yo todavía no...
- Qué si, Cris, que yo fui una ingenua o una idiota, que no me di cuenta de que Raúl necesita una hembra en celo, que le atienda, que le vuelva loco, que se comporte como auténtica zorra y se le esté follando todo el día, que se la chupe hasta dejarle saciado, de esa manera no le pierdes... hazme caso. No repitas mis errores.
Mi mente da vueltas, en parte por todo el alcohol ingerido, pero también por todo lo que mi hermana me está contando, sabiendo que su gran fracaso no ha sido un problema matrimonial, sino más allá de lo sexual, sabiendo que Raúl necesita a toda una zorra experta en la cama, mejor que a ninguna otra, sabiendo que él es insaciable y que hay que darle toda la caña del mundo y precisamente ella me quiere explicar que no lo vio y no lo supo aprovechar. Pero... ¿cómo le puedo responder a eso, cuando del hombre del que hablamos es precisamente Raúl?
- Oye, Cris, no te quiero entretener, pero sigue mi consejo. Vete con ese hombre y no le des más vueltas, hazle una buena mamada y fóllatelo varias veces esta noche, que vea el tipo de hembra caliente que eres, tú tienes mucho potencial, más que yo...
- Yo no...
- Qué si, que tú eres un pibón, que seguro que lo haces mil veces mejor que yo. A estas alturas, ese hombre está loco por partirte ese coñito que tienes. ¡Estoy segura!
- ¿Tú crees?
- Mira, si ese chico es como Raúl, yo misma te lo quitaría, porque sé de lo que hablo, porque nadie me ha follado como él, nadie me ha hecho una comida de coño como las suyas, ni me partido en dos, ni me ha hecho ver las estrellas hasta casi el desmayo... Ten en cuenta que esos hombres quieren follar todos los días y si no lo hace contigo se buscará a otra.
- Pero, es mi compañero. - intento interrumpirla como excusa, con una calentura cada vez mayor, aunque en realidad estoy hablando de mi excuñado.
- Lo dicho, Cris, aprovecha esta oportunidad, porque vendrá otra y se lo llevará, como me pasó a mí. No quiero que te pase lo mismo... ¡fóllatelo sin miramientos y disfrútalo, hermana!
Lógicamente ella no sabe que de quien estábamos hablando, es precisamente Raúl... ese mismo que ella me está alentando a follarme y descubrir un mundo inaudito en el sexo con él y solo con pensarlo me siento sucia, pero sus palabras, son tan fuertes... Además, me ha puesto en alerta y el hecho de que Raúl esté tonteando con esa francesita no me gusta nada... ¿celos? No lo sé, pero por dentro pienso que se pueden desbaratar todos mis planes. Quiero que en Paris solo me desee a mí y luego darle con la puerta en las narices.
Al final nos despedimos, con nuestro “te quiero” tan sentido por ambas, aunque yo con ese resentimiento interno que me hace marearme. Por un lado, estoy loca por descubrir ese semental que ella dejó escapar, disfrutando cada minuto, cada polvo... pero por otro, yo no debo hacer eso... no puedo traicionar de esa manera a mi hermana y debo seguir mi plan.
CONTINUARÁ…
Alf & Sylke