Castigando a mi jefe sin follar - CAPITULO 1
Un nuevo jefe llegó a mi oficina. Lo que menos esperaba es que fuera él... Cuando me di cuenta de quien era, quise darle su merecido... y castigarle.
Castigando a mi jefe sin follar
(Alf & Sylke )
CAPITULO 1
La reunión es a las nueve de la mañana y llego tarde, pero estoy metida en un taxi en mitad de un atasco. Normalmente soy muy puntual y me gusta no retrasar a los demás y menos en una reunión tan importante como la de hoy. Precisamente nos van a presentar al nuevo jefe de proyectos de grandes cuentas, a la que yo no puedo faltar, pues soy la coordinadora de marketing de una gran multinacional, con un equipo detrás del que respondo como jefa.
- ¿Cristina, dónde andas? - me pregunta Pablo, mi secretario, en un mensaje lleno de emoticones de alarmas.
- ¡Estoy en un atasco!
- Tienes a todos revolucionados... El nuevo jefe ha venido y no quiere empezar sin ti.
- Vale, por favor, dile que estoy llegando.
Saco el espejito de mi bolso y retoco ligeramente mis labios con ese rojo pasión que nunca falla, luego bajo el espejo por mi escote, que siempre es otro de mis fuertes. También echo una ojeada por mis largas piernas, en un chequeo minucioso, comprobando que la raya posterior de mis medias vaya recta, pues quiero estar guapa, deslumbrante, hoy con mis tacones de aguja, bueno, como casi siempre... pero hoy quiero lucirme especialmente con el nuevo jefe.
- Disculpe... – le digo al taxista apoyando mi mano en su hombro – este atasco está durando mucho.
- Sí, señorita, esto es porque hay alguna obra y seguimos aquí parados – responde él dirigiendo su mirada a mis ojos verdes y a mi canalillo que yo le he puesto intencionadamente en primer plano al estar ligeramente incorporada.
- ¿Y no se puede hacer nada? - esta vez se lo digo con mis labios muy cerca de su cuello... sin duda, tiene que percibir el olor de mi perfume.
- Esto... sí, claro... supongo que puedo salirme por alguna calle y dar un rodeo para movernos algo más.
- Se lo agradezco - añado casi susurrante y lanzando un poco mi aliento en su cuello.
Su boca al girarse ha quedado muy cerca de la mía y entonces le muestro la mejor de mis sonrisas a modo de agradecimiento. ¡No lo puedo remediar!, ¡Cómo me gusta poner cachondos a los tíos!... y ellos normalmente se dejan agasajar con una miradita, un pequeño roce, una voz sensual. Reconozco que soy muy puta haciendo eso, pero es que no lo puedo remediar y el caso es que se me da muy bien, aunque suene petulante.
Por fin ese hombre logra salvar el atasco, callejeando y llegando por fin al edificio de oficinas de mi empresa. Tras pagarle le rozo la mejilla con la punta de mi dedo y ligeramente con mi uña en una tenue caricia.
- Gracias, ha sido usted muy amable. - le digo de nuevo en un susurro y noto su piel erizarse.
Salgo del vehículo y camino hacia la puerta del edificio sabiendo que el taxista está echando un buen repaso a mis piernas, enfundadas en esas medias negras con una rayita que las recorre verticalmente y además también le imagino dibujando mis curvas con mi vestido de color rojo, que es realmente corto y espero que no pierda detalle del movimiento oscilante de mi trasero. Quiero pensar que esta noche se hará una buena paja a mi salud, al menos eso me gustaría que pasara. ¿Acaso puede haber algo mejor que ponérsela dura a un tío y que sueñe contigo?
Tras salir del ascensor, llego a la planta 14, que es donde están las oficinas de mi empresa y Pablo se levanta nada más verme, echando al mismo tiempo un buen repaso a mi cuerpo enfundado en ese ajustado vestido, también a mi larga melena rubia y a mis piernas.
- Menos mal, Cristina, han preguntado por ti otra vez. - me dice mirando a mis labios de rojo intenso.
- Vale. ¿Estoy guapa? - le pregunto girando sobre mí misma.
- ¡Qué pregunta, jefa!, ¡Hoy más impresionante de lo que ya eres!
- Gracias guapo. ¿Por cierto como se llama el jefe nuevo?
- Raúl.
Me encamino a la sala de reuniones en un nuevo movimiento de mis caderas, sabiendo que Pablo, mi secretario desde hace un año, me mira con esa cara de deseo que tanto me pone... pobrecito, sé que le gusto y algún día tendré que darle algo más que frases cariñosas y cruces de piernas. Es mi gran escudero y nunca me falla. Le lanzo un besito antes de entrar en la sala de reuniones y su sonrisa denota que le gusto.
Una vez entro en esa sala de reuniones, hay formados un par de corrillos de personas, de pie, esperando a que yo llegue, pero sin haberse sentado. Camino, como no, decidida, marcando cada paso y marcando el sonido de mis tacones sobre el entarimado, dejándoles en silencio durante esos largos segundos, solo escuchando ese taconeo rítmico. Observo al fondo a nuestro Director General junto con el Director Financiero hablado con otra persona que hace un momento estaba de espaldas y ahora ha girado su cabeza, observándome atento, lo mismo que el resto de hombres. Me gusta la idea de ser la única mujer en esa sala, algo que me hace sentirme más poderosa y sexy a la vez.
El Director General me sonríe, pues sabe de mis armas de seducción. De vez en cuando me suele decir aquello de “si tuviera veinte años menos...”
Me voy acercando a ellos y mis ojos se clavan en los de ese nuevo miembro que me mira las piernas absorto, tal y como yo pretendía. La primera impresión es bastante mejor de lo esperado, pues le creía algo mayor y aunque tiene sus años, resulta ser un tipo apuesto, elegante, delgado, que se cuida, está claro que se encuentra en plena forma y el traje le sienta de maravilla. Se adivina su fuerte tórax y adivino un buen culo...
Esto puede ser divertido, veo que nadie ha ocupado ningún sitio, así que me adelanto y dejo mi bolso y mi bloc de notas en la esquina de la mesa, junto a la cabecera donde imagino que se sentará el nuevo jefe. Quiero estar de forma estratégica a su lado. No quiero perder la oportunidad de exhibirme un poco delante de él y ver cómo reacciona ante mis cruces de piernas que tan buen resultado me suele dar en las reuniones. Tras dejar mis cosas, me acerco a ese grupo de hombres con la mejor de mis sonrisas al grupo donde está Raúl y el Director General.
- Hola, ¡buenos días! - les saludo.
- Hola Cristina, ¿Qué pasó? – contesta el director.
- Lo siento muchísimo, mi coche no arrancaba, he tenido que venir en taxi, y me ha pillado el atasco... siento haberos hecho esperar... - digo poniendo cara de niña buena y la mejor de mis sonrisas.
Aprovecho para acercarme a ellos, a la vez que agarro por el antebrazo a ambos directores, haciendo que se fijen en mi canalillo que resalto más entre ellos, y que siempre me resulta infalible su efecto para que los hombres desvíen sus miradas hacia él, y seguidamente, me dirijo al nuevo jefe.
- Mira, ella es Cristina, nuestra Jefa de Marketing – me presenta el director General.
- Y tú debes ser Raúl, nuestro nuevo fichaje, - Le digo segura, llamándole por su nombre y tuteándole, porque quiero crear el ambiente más cercano posible con él.
Por su sonrisa, noto que le gusta mi familiaridad y que haya sabido su nombre, pero teniéndole de frente por primera vez, me doy cuenta de que mejora muchísimo la impresión que me había dado de espaldas. Es un ejecutivo muy apetecible, está muy bueno y me cuesta dejar de mirar su culo. Se le ve en forma, delgado pero fibroso, tendrá cuarenta y tantos, pelo corto, moreno, con incipientes canas que le dan ese toque de madurito atractivo... Voy subiendo poco a poco hasta su cara, para descubrir una barba bien cuidada, ¡me encantan los hombres con esa barbita! Luego su mirada penetrante, de hombre inteligente, incluso algo traviesa... pero, ¡Dios!, ¿Esa mirada? ¡No puede ser!
Me quedo en shock durante unos segundos mirando a los ojos a ese hombre. ¡Como no me he dado cuenta antes! ¿es él? ¿Es Raúl? ¡¿Mi ex cuñado?! ¿El cabrón que dejo tirada a mi hermana mayor, un año y medio después de su boda por un rollo con una húngara en Viena? ¿Qué hace aquí? ¿Cómo no lo he reconocido antes? Han pasado diez años, sí, pero creo que ha cambiado considerablemente, aunque veo que incluso a mejor.
Me está hablando, pero no logro escucharle, porque mi cabeza da vueltas y parece que me va a estallar. No hay duda, es Raúl, mi excuñado, al que ahora tengo casi olvidado, pero siempre presente como “el gran cabronazo”, porque además de traicionar a mi hermana, me traicionó a mí, pues, aunque yo era una cría por entonces, le tenía idealizado y estaba coladita por él.
Naturalmente no hemos vuelto a saber nada de ese cerdo, tanto mi hermana Silvia como yo, desde que desapareció de repente de su vida... y por supuesto de la mía. Recuerdo que fue destinado por su anterior trabajo a un proyecto en Viena, y mi hermana Silvia iba y venía fines de semana, y él volvía a casa otros fines de semana. No estoy segura, pero creo que tanto viaje y tanto tiempo separados los llevó a la ruptura definitiva de su matrimonio, bueno eso y a que el muy cabrón tuvo ese lio con una húngara compañera de trabajo. Cuando mi hermana se enteró, lo pasó fatal y recuerdo el día cuando lo mandó expresamente “a tomar por culo”.
Yo entonces era una adolescente y recuerdo que Silvia sufrió mucho porque había estado enamoradísima de él, y le costó reponerse, y yo... la verdad sufrí por ella y por mí misma, pues me sentía parte del engaño también. Ese tío siempre me puso muchísimo, pero creo que nunca se fijó en mí, principalmente porque nos llevábamos más de 10 años. Yo estaba en el instituto por entonces y creo que me veía como una niña, así que ni me miraba. Por eso me dolió tanto cuando esto pasó y por supuesto por mi hermana, que nunca lo superó. ¡Y ahora me lo encuentro aquí, en mi oficina, y encima es mi jefe!
Parece bastante claro que no logra reconocerme o al menos eso parece, pues me saluda encantador y no estoy muy segura de que me haya notado mi turbación y mi sorpresa.
- Hola, encantado de conocerte Cristina, soy Raúl, ya me han hablado de ti, muy bien, por cierto. - me dice sonriente.
- Gracias. - respondo con la mejor de mis sonrisas mirando a esa boca que siempre me atrajo tanto.
- Si os parece, empezamos ya la reunión y hacemos las presentaciones. - me dice, mientras me coge ligeramente de la cintura, con excesiva confianza, para ir hacia la mesa.
Puedo notar cómo aprovecha para darme un buen repaso a mi culo prieto y mis largas piernas enfundadas en las medias y rematadas por los taconazos que me he puesto hoy. Noto un cosquilleo en mi sexo cuando me siento escaneada por ese hombre. Es la primera vez que me mira como mujer y sé que le atraigo, lo he notado desde el minuto uno.
Como había previsto, Raúl se sienta en la cabecera, a su derecha el Director General junto al director financiero, y yo ocupo el sitio que había dejado reservado con mis cosas. Ese hombre me observa con detenimiento mientras yo me siento en la silla con lentitud, marcando mis movimientos con la mayor sensualidad y pensando con malicia: “¿Te gusta lo que ves? ¡pues te voy a hacer sufrir un poco, cabrón!” Pues... ¡Que empiece el espectáculo!
Me siento, erguida, con mi culito más cerca del borde de la silla que del respaldo, lo cual hace que mis pechos resalten más y se aprecie mejor mi canalillo, a la vez que cruzo una pierna sobre la otra, dejando ver a Raúl gran parte de mi muslo y el incipiente encaje del refuerzo de la media por debajo de la minifalda, sé que eso suele tener un efecto inmediato. Me doy cuenta enseguida de que no se ha perdido mi performance, de manera casi imperceptible, un segundo o dos quizás, pero disimula con elegancia. Se ve que quiere dar buena impresión al resto y sabe que es el centro de atención, no puede distraerse en este momento... Tendré que esforzarme un poco más.
Empieza la reunión, el Director General y el Financiero hacen una brevísima introducción, y le pasan la palabra a Raúl, que se presenta ante todos. Nos hace un pequeño resumen de su trayectoria profesional, comentando que ha trabajado en varios proyectos internacionales, el que yo ya conocía, de Viena, que me trae tan malos recuerdos, y luego en México, Roma, París, y finalmente, Madrid. Eso explica que no supiera nada de él en todo este tiempo.
Mientras él da sus explicaciones, yo le observo atentamente y él me mira, pero lo hace con disimulo, aunque puedo notar la atracción y como esos ojos se clavan por momentos en mi escote. Yo hago como que tomo algunas anotaciones, mirando de vez en cuando mi bloc de notas, o mordiendo ligeramente el bolígrafo con mis labios pintados de rojo, a la vez, inicio el movimiento juguetón con mi zapato de tacón, que nunca me suele fallar. Me gusta llevar siempre unos tacones altos, pero un número mayor del que calzo, para permitirme, precisamente eso, coquetear sutilmente con el zapato y sacarlo del talón con un simple movimiento de mis deditos. Me he vuelto muy habilidosa con eso, de modo que empiezo a jugar con él, y se deja oír un levísimo sonido “flop”, al salirse el talón de mi zapato, al principio de forma leve, dejando ver el refuerzo del talón de la media, y poco a poco, con cada balanceo de mi pie, el zapato va bailando cada vez con un equilibrio más precario, quedando solo con la punta del dedo gordo de mi pie, y juego con los deditos enfundados en la media que sobresalen del zapato, enseñando también el refuerzo oscuro de la puntera de mis medias negras brillantes y mi pie con pedicura francesa y mis uñas pintadas de rojo, como mis labios.
A Raúl no se le ha escapado mi actuación, lo he notado, porque incluso carraspea en su intervención. Puedo observar cómo se le han dilatado los ojos en cuanto he empezado a tontear con mi zapato, y veo como trata de autocontrolarse mirando a la cara del resto del equipo alternativamente, y juega nerviosamente con su pluma en sus manos... que por cierto ¡me encantan! Las había olvidado, esas manos de dedos largos, como de pianista, pero a la vez fuertes y seguras, y las mueve como si fuese un director de orquesta, con suavidad, pero con pericia, haciendo que la gente mantenga la atención donde él quiere.
Noto, cada vez más claramente, cómo le está costando mantener la atención y cómo, casi imperceptiblemente, intenta desviar continuamente su mirada hacia mis piernas y mi pie. Estoy disfrutando de esto, creo que le estoy poniendo cachondo y me gusta hacerle sufrir. “Esto es solo el principio, Raúl” me digo a mí misma.
En un momento de la reunión, deliberadamente y aparentemente accidental, dejo caer mi zapato y se percibe claramente el sonido en la sala de reuniones, “cloc”, al caer al suelo de madera. Noto como su mirada se desvía hacia mí, mi pierna y mi pie, y hace un ligerísimo gesto con su boca, que no se si interpretar como de sonrisa o de sorpresa, mientras le sonrío como si no hubiera pasado nada, a la vez que estiro mi pierna enfundada en la media, y con mi pie descalzo busco mi zapato bajo la mesa, moviendo la puntera de mi pie descalzo en pequeños semicírculos por donde debería estar el zapato, finalmente lo localizo, tocando a puntera, intentando atraerlo hacia mí. En ese momento, Raúl, que sigue hablando y se ayuda de una presentación en Power Point, se gira en su silla para apuntar con su bolígrafo un dato de la presentación, y con increíble pericia, sin mirar, da una patadita a mi zapato, alejándolo de nuevo de mi pie, dejándolo fuera de mi alcance. Vuelve a girarse para continuar su charla y me mira sonriente, bien, como si no se hubiese dado cuenta de nada o jugando esta vez él conmigo.
- ...Y ahora, por favor, me gustaría que cada uno, hicieseis una breve presentación de vosotros y vuestro trabajo, para conocernos un poco más. - comenta tras su presentación.
Esa última frase la dice mirándome fijamente a los ojos y luego prosigue:
- Posteriormente me gustaría poder reunirme personalmente con cada uno, y que me presentéis a vuestros equipos. Tengo intención además de visitar todas las delegaciones y a los principales clientes, para lo cual necesitaré vuestra ayuda.
Mira a las caras de todos, que asienten y al final me mira a mí para decirme:
- Si te parece, Cristina, comenzamos por ti, que estás sentada a mi izquierda, coméntanos un poco tu puesto y tu departamento.
Y en ese momento, se apoya en el respaldo de su silla con las manos cruzadas, y separándose unos centímetros de la mesa, como para poder prestar mejor atención a cada jefe de área, pero veo que así tiene una perfecta visión de mis piernas y de mi pie descalzo que sigue intentando localizar mi zapato. ¡Qué cabrón! Está disfrutando con esto... y parece que lo ha convertido en una partida de ajedrez, entre él y yo.
Yo recojo mi pierna y cruzo mis pies debajo de la silla, dejando colgando mi pie descalzo sobre el talón del otro, y le miro en todo momento a los ojos mientras me presento, con mi sonrisa e impidiéndole desconectar visualmente de mis ojos y que disfrute de mis piernas, que noto que le encantan... Así que decido continuar con este juego, me froto el empeine de mi pie con el pie descalzo, enfundado en la media, produciendo un ligero sonido al frotar el nylon, y moviendo mis deditos dentro de la media, y empiezo a jugar con mi único zapato con los dos pies, noto como sus ojos se van a mis pies, y sonrío satisfecha.
Nunca suele fallar mi juego de pies y es que a casi todos los tíos les pone mucho eso, es como algo que hago en forma de ritual, una especie de cortejo inocente pero muy descarado para captar su atención. Lo cierto es que a mí también me pone mucho. De hecho, mis pies son una de mis zonas más erógenas y no puedo evitar ponerme muy cachonda cuando estoy descalza con medias en público, me siento muy caliente, me encanta notar cuando detecto un fetichista. Y veo que Raúl lo es, no hay duda, lo veo en sus ojos... en esa mirada cargada de deseo, en la que se percibe que disfruta de mis piernas y de mis pies, así que vuelvo a la búsqueda de mi zapato perdido, estirando la pierna mientras sigo hablando a Raúl sobre mí, mis proyectos y la labor que desempeño en la empresa, todo sin dejar de sonreír y mirándole fijamente a los ojos, a la vez que estiro todo lo que puedo mi pierna. Creo que al hacerlo el vestido se ha subido ligeramente y el refuerzo de la media a en mi muslo queda totalmente expuesta. Noto cómo Raúl traga saliva y continúo hablando y trabajando con la punta de mi pie. Con gran habilidad, me ayudo del otro zapato para intentar enganchar el primero, hasta que lo atrapo con el tacón, y muy despacio lo arrastro hasta mis pies, debajo de la silla, para volverme a calzar, sentándome más recta de nuevo y cruzando la pierna, dejando, eso sí, un tacón ligeramente suelto, enseñando el refuerzo del talón, y sonriendo a Raúl con cara de triunfo. “¿ves cómo te puedo calentar lo que quiera?” - le transmito con mi pensamiento. Puedo percibir el bulto que se la ha formado en el pantalón, bajo mis ojos, un segundo, para ver su erección bajo la cremallera, y le sonrío con malicia, sacando la punta de mi lengua. Él lo nota, se incorpora levemente en la silla, intentando disimilar, y continua la reunión, con la ronda del resto del equipo, pero mucho más nervioso, algo que me encanta, le voy a hacer sufrir por todo lo que le hizo a mi hermana.
Al terminar, me levanto, recojo mis cosas y me giro para caminar lentamente hacia la puerta, quiero que vea con detenimiento mi culo y mis piernas con la raya central de las medias, entonces, sabiendo que me estará observando, me giro y regreso hacia él, sin despejar su vista de mi cuerpo y mis sensuales andares, a pesar de que otro compañero le está hablando, pero él no pierde detalle de mis piernas. Al llegar, le digo:
- Raúl, si te parece podemos comentar cuando quieras el plan de visitas a clientes, y también me gustaría comentarte sobre la Feria que hay en París dentro de una semana, en donde podrías aprovechar para conocer a varios...
- Me parece perfecto, buena idea, luego te llamo y lo comentamos. Muchas gracias Cristina – responde
Tras una nueva mirada a mi escote y después a mis ojos, me dedica una sonrisa, sabiendo que entre ambos hay ese juego implícito. Me sorprende que no me haya reconocido, pero casi mejor, eso será un aliciente para mí y me permitirá seguir torturándole cada vez más, hasta que sueñe conmigo y se quede con las ganas. ¡Voy a hacerle sufrir de lo lindo!
Camino de regreso a mi despacho sin dejar de pensar en ese tonteo con Raúl, al que yo quería sorprender inicialmente, como nuevo jefe, agradarle, ganándome su confianza, primero porque soy la primera interesada en trabajar en ese nuevo proyecto que me va a lanzar mucho más en mi carrera, pero ahora, sabiendo quien es, me siento motivada para, además de gustarle, hacerle esa tortura sicológica, mostrándole todas mis armas de mujer y de seducción, sabiendo que al final, se volverá loco por mis huesos, dejándole finalmente tirado, como hizo él con mi hermana.
Tengo que reconocer que sigue estando buenísimo, incluso más que antes y también he descubierto que sabe jugar a seducir, lo mismo que yo, aunque yo tengo ventaja, pues él no sabe nada de mí y yo en cambio le sé todo de él, incluso su intachable trayectoria profesional, la conozco muy bien, pero lo que él no sabe es que conozco su pasado turbio con mi hermana, así como su larga lista de mujeres conquistadas en aquella época. Tengo que buscar la manera de vengarme, devolverle con creces ese sufrimiento que vivimos mi hermana... y yo misma.
- ¿Qué tal el meeting, jefa? - me pregunta Pablo echándole un ojo a mis piernas en cuanto llego a su mesa.
- Pues creo que bien. Debemos elaborar un informe. Sácame un listado de todos los clientes importantes y qué potencial tienen para hacer una buena expansión. Luego sácame un buen informe sobre la feria de Paris, detalles, contactos, etc...
- A tus órdenes siempre. - añade esta vez con su mirada en mi escote.
- ¡Eres un cielo, Pablo! - le dijo pasando mi uña por su nuca y noto como se eriza su piel.
Durante el resto de la mañana trabajo en mi despacho, rellenando los datos que me va pasando mi ayudante, elaborando gráficos y hojas de cálculo con estadísticas y tablas cargadas de cifras y porcentajes que quiero tener, sin ningún fallo, definidas cuanto antes, pues soy muy perfeccionista. A media mañana recibo la esperada llamada de Raúl.
- Hola Cristina, ¿puedes venir a mi despacho y comentamos ese tema? - me dice.
Reúno toda la información que necesitamos para ese nuevo proyecto y me dirijo a ese encuentro con Raúl con el dossier. Su secretaria me invita a pasar nada más llegar y entro decidida en su despacho, marcando mis pasos con los tacones, haciéndolos sonar y con el movimiento de mis caderas que siempre funciona para hacer esa primera llamada de atención. Y surte efecto inmediatamente, pues la vista de Raúl, ha dejado de estar en sus papeles para dirigirse directamente a mi cuerpo. Me gusta su forma de mirarme. Mi vestido ceñido marca mis curvas, lo que muestra aún más en los movimientos la sensualidad que le quiero enseñar.
Sin mediar palabra, le hago entrega del dossier con más de cuarenta páginas y a continuación me siento frente a su mesa con mi cruce sugerente de piernas, algo que tampoco se le escapa a ese hombre y que evidencia por su socarrona sonrisa.
- Cristina, ¿ya lo tienes? - dice, nada más empezar a ver las primeras páginas.
- Sí, ya ves que quiero ponerme a ello cuanto antes.
- Me parece fantástico y has hecho un buen trabajo. Enhorabuena.
- Gracias. Espero que juntos podamos llevar adelante este proyecto. - añado haciendo mis mejores movimientos y gestos cargados de femineidad.
Me fijo bien en ese hombre y tengo que reconocer que, aunque es mayor que yo, tiene un poder de atracción tremendo, se nota que se cuida, tanto en lo que se ve, como lo que esconde su ropa, bajo ese traje de firma, sin embargo, no dejo de pensar en todo lo vivido con mi hermana y lo cabronazo que fue con ella, engañándola de esa manera, a saber, con cuantas mujeres. Recuerdo que por entonces pasamos momentos muy duros juntas y eso me empuja a buscar formas en las que pueda hacerle sufrir. La primera de ellas es la de seducirle, hacerle creer que estoy loquita por sus huesos y pienso que él lo cree. En eso soy experta, pero si en otras ocasiones y con otros hombres, siempre dejo mi puerta entreabierta, con este quiero darle un portazo las narices.
Muestro la mejor de mis sonrisas cuando Raúl levanta la vista y hace un mohín de aprobación a algunos de los números que le he presentado en el informe. Me levanto y me pongo a su lado, tan pegada que mi cadera roza su brazo, que él curiosamente no aparta, como tampoco quita la vista a mis piernas. Le voy señalando algunos números, al tiempo que mi pecho roza ligeramente su hombro, además de mostrarle mi canalillo y por supuesto el olor de mi perfume. Esta vez, no le veo tan nervioso, muy seguro en su despacho y en su experiencia con tantas mujeres. Yo apoyo mis codos en su mesa, lo que le deja una visión más clara de mis tetas a punto de salirse por el escote. En ese momento levanta la mirada de mi canalillo para clavarla en mis ojos. Estamos muy cerca, casi siento el calor de sus labios en los míos. No dejo de preguntarme. ¿Aun no me ha reconocido?
- Bueno Cristina... – me dice al fin terminando de leer por encima el dosier - este informe me ayuda mucho de cara a preparar una estrategia con los principales clientes, me gustaría trabajarlo contigo a fondo, que les conoces bien, y sabes de que pie cojean.
Lo de “A fondo” me gusta, pues es a donde le voy a llevar yo, al fondo del abismo. Entonces noto que Raúl desvía su mirada hacia mi zapato, que inevitablemente y casi de forma inconsciente he vuelto a sacar levemente de mi pie, jugando con el tacón en el aire, un gesto que hago de forma inconsciente pero que noto que le vuelve loco, y deja ver una ligerísima sonrisa de medio lado, creo que pensando en el jueguito que me ha hecho con la patadita al zapato en la reunión de esta misma mañana... No dejo de pensar lo que pasa por su cabeza, seguramente soñando con acariciar esos pies, mis muslos, tocarlos sobre las medias, quitarme los zapatos, bajarme el tanga y aspirar el olor de mi coño... pero solo podrá fantasear con eso. Entonces, me despierta de mis pensamientos diciendo:
- Cristina, dime, ¿Cuándo es la feria de Paris que decías esta mañana? Quiero prepararla bien, establecer una agenda de reuniones con los clientes, ver con cuales podríamos ir a comer o cenar, o visitar sus oficinas o fabricas si es posible.
- ¿Vendrás tú conmigo?
- Claro, puede ser la mejor manera de darme a conocer a ellos. Te acompañaré, si no te importa.
- ¡Encantada! - le digo meneando mis piernas que tiemblan sosteniéndose en mis finos tacones.
- ¡Genial! Me gustaría que me dijeras como son los clientes, desde un punto de vista más personal, es decir, si son duros, o más abiertos, que les gusta, si son serios, o con sentido del humor, a quien le gustará que le llevemos a comer o cenar, cual crees que preferirá que veamos su fábrica, en fin, seguro que tu esto lo conoces bien y voy a necesitar toda tu ayuda para poder seducirles...
Parece que le han informado y ha sabido de mis estrategias comerciales con los clientes y es que siempre me preocupo de conocer desde muy cerca a cada uno de ellos, a los que, por cierto, en más de una ocasión seduzco también de la misma forma que hago ahora con él, incluso yendo más allá, pues he tenido sexo con alguno de ellos, pero solo en contadísimas ocasiones y seleccionando mucho. Supongo que eso no me convierte en una puta... ¿O quizás sí?
- Por supuesto Raúl, - le respondo - sin problema, me parece buena idea, y te aseguro que los conozco bien, mejor que nadie. Si te parece, voy a preparar una propuesta de agenda y te la comento esta tarde, para que podamos optimizar lo mejor posible los tres días de la feria.
- ¡Estupendo! Me avisas cuando lo tengas y lo vemos luego. Muchísimas gracias Cristina.
- De nada Raúl, encantada. Luego te llamo.
Y diciendo esto, me agacho ligeramente para recolocar mi zapato y dándole ocasión de poder fijarse en mi escote, en el que mis tetas se le ofrecen muchísimo más seductoras, tan cerca de su cara, que casi podría besarlas... noto que no pierde detalle mientras hace como que ordena los papeles en su mesa, y a continuación salgo, haciendo sonar mis tacones en el suelo de madera y ofreciendo una visión de mi culito prieto en la minifalda de mi vestido que deja a la vista mis interminables piernas con las medias y esa costura vertical tan seductora que se pierde bajo mi falda
Camino por el pasillo hacia mi despacho, pensando que esta feria va a resultar divertida, conozco muy bien a todos los clientes con los que vamos a estar. Aunque suene petulante, a casi todos los tengo a mis pies en las reuniones. Hay uno en particular con el que casi siempre acabo liándome, me pone mucho, y sé que yo a él, algo que me permitirá poner nervioso a Raúl con él. ¡Mmmh, creo que me voy a divertir!
Está clarísimo que Raúl sigue sin haberme reconocido, o lo disimula muy bien, porque ni siquiera ha caído en mi apellido, aunque resulta bastante común. Lo cierto es que físicamente estoy muy cambiada desde que dejé de verle, ya que por entonces era una estudiante adolescente llena de acné, con unos desfavorecedores brackets, sin apenas tetas, además de ser un retaco de pelo corto, pero curiosamente, después desarrollé rápidamente, para convertirme en toda una mujer, ganando altura, piernas largas, melenaza y unos buenos pechos de los que siento muy orgullosa.
De lo que estoy más segura es que Raúl se ha quedado impactado conmigo, noto como se altera con mi presencia y cómo intenta evitar ponerse cachondo cada vez que utilizo esos juegos provocativos de mis piernas y de todo mi cuerpo. Sé aprovechar mis encantos y dominar la situación, sobre todo cuando detecto como caen poco a poco en mis redes, mientras voy marcando mi ritmo, aunque en esta ocasión deberé ir con cuidado porque puede acabar siendo un juego peligroso y terminar con mi carrera.
Antes de entrar en mi despacho apoyo mis manos en el borde de la mesa de mi secretario, mostrándole una vez más el canalillo. Me encanta ese juego aparentemente inocente pero totalmente premeditado.
- Pablo, ven conmigo por favor, vamos a preparar bien la agenda de reuniones para la feria de Paris, para Raúl y para mí.
- ¿Vas a ir con el nuevo jefe a Paris?
- Sí, ha sido fácil convencerle.
- No esperaba menos de ti. - me dice sonriente sin despegar la vista del escote.
- Bueno, tráete tu portátil y vamos a ver como lo organizamos, quiero cerrarla esta misma tarde con Raúl y si es posible, con los clientes, no podemos perder un segundo.
- Claro jefa, ya tenía esbozadas unas ideas, así que podemos verlo rápido.
- Gracias, Pablo, eres un solete. ¿Qué haría yo sin ti? - le digo lanzándole un beso al aire juntando mis labios.
Y a continuación camino hacia mi despacho, dejando que mi ayudante me siga y disfrute del contoneo de mi culo, sabiendo que lo está devorando con su mirada hasta llegar a la pequeña mesa de reuniones que solemos utilizar para trabajar juntos. Como siempre, me siento y Pablo a mi lado, dibujando mis piernas con otra de sus miradas y yo estiro mi espalda sabiendo que mi pecho se realza. Enseguida llenamos la mesa con todos los papeles desplegados, los portátiles, los móviles, mientras Pablo sufre ante mis continuos cruces de piernas y mis inevitables juegos con el tacón que le despistan, como siempre y que yo hago casi de manera casi inconsciente, pero que causan tanto efecto en los hombres. Me encanta poner nervioso a Pablo con estos juegos, mirándole de reojo con mi sonrisa maliciosa... Me gusta excitar a todos los hombres en general, con mis juegos y mis insinuaciones, pero con mi ayudante me siento casi en deuda, porque siempre se vuelca en todo. Algún día tendré que compensarle con algo más que exhibiciones sensuales, porque le voy a volver loco al pobre, y la verdad, es encantador conmigo... además de ser mi mano derecha. A veces, creo que soy demasiado mala, pero yo quiero que esté contento y “disfrute” en el trabajo.
Finalmente terminamos la agenda y nos damos cuenta de que resultará una feria bastante ajetreada, como es habitual, pero es posible que muy productiva, en varios sentidos, si el plan que he maquinado da sus frutos.
- Muy bien Pablo, creo que hemos hecho un buen trabajo. - le digo poniendo mi mano sobre la suya.
- Ya lo creo. - responde agradecido y algo nervioso.
- Con este programa podremos aprovechar muy bien los días en Paris, tenemos reuniones en la propia feria con algunos clientes, dos cenas, una visita a la fábrica del cliente de Paris que tiene cerca sus instalaciones centrales, y les encanta exhibirlas – como a mí, pienso con malicia – y todavía dejamos abierta la posibilidad de organizar alguna comida los dos días, en dos restaurantes, que lo cerraremos allí pero ya tenemos las reservas hechas para asegurar disponibilidad de la mesa que me gusta, una mesa redonda, un poco apartada, que permite tener cierta intimidad, lo cual es muy apropiado para los negocios –y para otros juegos... pienso sonriendo.
- Pues si jefa, creo que está muy bien aprovechada, en cuanto me des el OK confirmo disponibilidades y organizo todas las reservas de vuelos y hoteles para Raúl y para tí, hay que darse prisa para confirmar todo con los clientes, pero ya sabemos que cuando les llamo en tu nombre, siempre encuentran un hueco en su agenda. - responde sonriente recordándome que mis armas comerciales siempre funcionan con efectividad.
- Ahora mismo llamo a Raúl para verlo y lo confirmamos sin más demora, no te vayas Pablo.
Pablo permanece sentado mientras yo me levanto para recoger todos los papeles de la mesa en un montón, encima pongo el planning, mi agenda y mi móvil, con la certeza de tener los ojos de mi ayudante clavados en mi culo y en la rayita atrayente de mis medias por detrás, sobre todo cuando apoyo mi cadera contra la mesa y me estiro, doblando ligeramente la pierna que no apoyo en el suelo y ofreciendo una buena visión de mi retaguardia hasta vete a saber dónde, pero seguramente llega a atisbar el dibujo del refuerzo de la media sobre mi muslo y ¿llegará a ver mi tanga?
Tras recrearme un rato recogiendo cosas me dirijo a mi mesa y levanto el auricular de mi teléfono de sobremesa esperando a que me conteste Raúl, pero la llamada sigue sonando. Veo a Pablo muy atento a mis movimientos, entonces apoyo mi culo en la mesa ofreciéndole una buena visión a mi ayudante de la que no pierde detalle. Esa forma de mirarme me excita muchísimo, no lo puedo remediar. Entonces, al tener una de mis piernas medio colgando, comienzo con ese juego lascivo de mis tacones, algo que como intuía no pasa desapercibido a Pablo. Comienzo con un movimiento giratorio de mi pie en el aire, como si estuviera examinando de forma inocente alguna mancha del zapato y a la vez dejo caer ligeramente del talón, enseñando de nuevo el refuerzo de la media en el talón, sabiéndome observada. Estiro los músculos para estilizar mi pantorrilla y recoloco con la punta de mis dedos la rayita de mis medias, mirando al mismo tiempo de reojo a Pablo. Al fin me contestan al teléfono.
- ¿Raúl? Soy Cristina, mira, acabo de terminar con Pablo la propuesta de la agenda para la feria de Paris, si quieres, lo vemos para ver qué te parece y así confirmo todo con los clientes y organizamos ya el viaje tu y yo, reservas de hotel, restaurantes, coche de alquiler, etc... Pablo se encargaría de todo. Si quieres lo vemos en mi despacho, así te presento a mi equipo.
- Estupendo Cristina, me acerco ahora, dame 2 minutos. - me responde Raúl.
- Perfecto, aquí te esperamos, hasta ahora.
Satisfecha y sonriente, cuelgo la llamada y pienso en mi nuevo contraataque, dirigiendo una mirada intensa a mi ayudante.
- Pablo, dime una cosa. - le comento.
- A tus órdenes, jefa.
- Raúl, ¿aún no ha preguntado por mí?
- No te entiendo, Cristina...
- Quiero decir, ¿que no ha indagado sobre mí?, ¿no te ha hecho alguna pregunta sobre mi currículum, mi vida personal anterior?
- Pues la verdad es que no... pero ¿Por qué lo dices?
- No nada, tonterías mías. Por cierto, necesito de tu ayuda.
Pablo se levanta y se muestra displicente, como siempre, acercándose hasta donde yo estoy y se mantiene a una distancia prudencial, aunque en el fondo pienso que tanto en su cabeza como en la mía ronda la idea de tumbarme sobre la mesa, arrancarme el tanga y follarme tirando todos los papeles. A veces esos pensamientos me traicionan y noto como se endurecen mis pezones mirando a los ojos a Pablo. Lo cierto es que siempre se ha comportado caballerosamente a pesar de que yo le he puesto en algún apuro, pero él sigue manteniendo la prudente distancia e intachable profesionalidad.
En cierto modo, me siento mal a veces comportándome así, pero creo que he nacido para ser una castigadora y un poco calentorra, es algo innato. Pienso que si todo este proyecto sale adelante es en gran parte a mi ayudante y no se merece que yo le castigue sin premio alguno con mis continuas provocaciones. Si la cosa acaba bien, le voy a dar un pequeño premio a ese chico y así mato dos pájaros de un tiro en un plan que tengo muy bien calculado.
- Dime algo Pablo. ¿Estoy presentable para el nuevo jefe?
- ¿Bromeas Cristina?, ¡Estás espectacular! - dice siempre con total sinceridad. Lo sé.
- Bien, quiero impresionarle, ¿sabes? Esta operación en Paris es muy importante para la empresa y para nuestro departamento en particular.
- Claro, ya lo sé y te recuerdo que redacté los informes.
- Es verdad, eres un cielo.
A continuación, me acerco a mi ayudante y le acaricio suavemente la nuca muy cerca de él, dándole un besito en su mejilla, pero casi en la comisura de sus labios, notando cierto temblor en su cuerpo y su piel erizada. ¡Joder, cómo me pone calentarle así!
Lo cierto es que Pablo está muy bien, no me importaría estar ahora mismo desnuda, tan solo con mis zapatos, en cuclillas y haciéndole una mamada profunda de las mías mirándole a los ojos, mientras él me agarra fuertemente del pelo y me folla la boca con todas sus ganas.
- Quiero que me eches una mano, Pablo. - digo borrando mis malos pensamientos.
- Si... claro. - responde él con cierto tartamudeo.
Me siento en mi sillón y le pido que se acerque.
- Comprueba por favor que no tenga ninguna carrera en las medias.
- ¿Cómo?
- Sí, quiero estar bien, sin imperfecciones.
- ¡Pero Cristina, si eres perfecta! - dice el chico y enrojece, pues creo que se arrepiente de haberlo soltado así, tan efusivamente.
Le sonrío por eso y voy ordenando que mire mis piernas detenidamente que yo mantengo cruzadas. Él se aproxima y tras agacharse a pocos centímetros de ellas, verifica, tal y cómo le he pedido, el buen estado de mis medias.
- Por favor, pasa el dedo y comprueba que no hay ningún enganchón. - le ordeno.
Él duda unos segundos, pero mi levantamiento de cejas no le deja dudas. Pablo comienza a acariciar mis pantorrillas, llega a mis tobillos y vuelve a ascender hasta mis rodillas, después separo mis piernas, lo suficiente para que tenga una magnífica visión de mi tanga, algo que casi le hace caer de espaldas. Vuelvo a pensar: Pero... ¡qué puta soy!
- Vamos, date prisa, que Raúl está a punto de llegar. - le apremio.
- Pero jefa...
Le insisto y el chico toca mis muslos con suavidad, pasando sus manos lentamente desde las rodillas hasta el punto donde acaba la costura de las medias en mi parte alta, metiendo ligeramente sus dedos bajo mi vestido, aunque, a pesar de nuestra confianza, se le nota algo apurado. Luego le pido que me descalce y lo hace con delicadeza, sacando mis zapatos lentamente, ofreciéndole mis pies desnudos, moviendo mis deditos a modo de saludo. El chico carraspea y coloca su mano en la costura de mi talón y de la punta, toca los refuerzos y se asegura que todo está en su sitio, pero en realidad le estoy permitiendo que me meta mano y disfrute ese momento. Estoy segura de que esta noche se hará una buena paja a mi salud. No hay duda de que está muy excitado porque el bulto bajo su pantalón lo delata. ¡Dios, qué cachonda me pongo con eso!
Me vuelve a calzar los zapatos, sosteniendo mis pies por el empeine, después por el talón y me mira a los ojos, aprovechando la visión de todo mi cuerpo desde allá abajo y tengo que reconocer que me gusta su forma de mirarme... de tocarme. A continuación, me pongo de pie, de espaldas a él.
- Ahora... Comprueba que la rayita de las medias está recta. - le pido.
Otra vez las manos de Pablo recorren mis piernas por detrás, desde los tobillos hasta la parte más alta de mis muslos, ajustando esa rayita trasera, subiendo hasta donde nunca hubiera soñado, justo donde el refuerzo se ajusta en mi muslo. Noto el calor de sus manos tan cerca de mi entrepierna que no puedo evitar soltar un suspiro. Le ayudo subiendo ligeramente mi vestido y puede observar el inicio de los cachetes de mi culo, cuando de pronto entra Raúl en mi despacho y nos pilla de esa guisa... tal y como yo tenía pensado. Mi ayudante se separa inmediatamente, apurado y sorprendido, pero lo que él no sabe es que lo tengo todo calculado, consiguiendo mi objetivo doble, darle un regalito a mi ayudante y provocar a mi excuñado, castigándole y ofreciéndole ese espectáculo de Pablo tocándome las piernas hasta casi llegar a mi culo.
- ¡Perdón! ¿interrumpo algo? - comenta Raül, nada más entrar, mirando la escena, viéndome a mí de pie, con las manos apoyadas en mi escritorio, las piernas ligeramente abiertas y el culo en pompa, mientras Pablo, en cuclillas está tocándome prácticamente el culo.
Aun viendo su cara confusa y creo que, de cierto cabreo, yo me vuelvo, con mi pecho desafiante, recolocando mi vestido y el escote, para después sonreírle y mirarle fijamente.
- No, en absoluto... - le respondo – pasa, pasa, por favor. Te presento a Pablo, mi fiel ayudante.
- Si, nos hemos conocido esta mañana - dice mirando a mi secretario con cara de pocos amigos, algo que me encanta.
- Ah, genial. - le digo - Estábamos preparando la feria de Paris y queríamos verla contigo, para cerrarla y prepararlo todo, si estás conforme.
- Bueno, veamos que me contáis, tenemos que aprovechar bien esa feria. - apunta Raúl sin quitar la vista de mi canalillo.
Me acerco a mi nuevo jefe y le agarro del brazo para llevarle hasta la mesa de reuniones, asegurándome que mi pecho le roza en su hombro a cada paso... Una vez allí, nos sentamos quedando yo en medio de ambos, separo intencionadamente mi silla de la mesa y cruzo mis piernas, regalándole una nueva panorámica de mis piernas a los dos hombres. A continuación, comienzo a explicarle mi plan.
- Mira Raúl, este es planning que hemos diseñado Pablo y yo, como verás, es bastante completo, y nos deja abierta la posibilidad de flexibilizar dos reuniones a mediodía, para las comidas en restaurantes que ya tendríamos reservados...
Vamos comentando algún detalle entre los tres y de pronto, giro ligeramente mi silla, lo que hace que mi pie roce ligeramente su pantorrilla con la punta de mi zapato. Él no se aparta y yo tampoco.
- Me parece que está muy bien, Cristina, me gusta como lo has planteado, nos permite ver a varios buenos clientes, y lo de la visita a la fábrica creo que es muy importante. - comenta él.
- Desde luego, estoy segura de que les gustará nuestra visita y así te los presento. - le respondo - y así podemos ver más oportunidades, conociendo mejor a su equipo y sus necesidades.
En un momento dado se acerca más a mi para mirar un gráfico y pega su cabeza a la mía, lo que me permite apreciar el agradable olor de su colonia... Hugo Boss, no hay duda y... ¡mi fragancia favorita de hombre! Por cierto, es la misma que usa mi vecino, que está muy bueno y me pone mucho, cada vez que bajo con él en el ascensor. La mano de Raúl roza la mía, logrando ponerme nerviosa y excitada, por tenerle tan cerca, mientras que con su pierna logra sacarme el zapato, haciendo que este haga ruido contra el suelo, dejándome descalza de repente.
- Perdón - me dice – con su preciosa sonrisa.
- No pasa nada.
Por un momento me quedo un poco descolocada con su acción, pero viendo que lo ha hecho aparentemente de forma accidental, yo sigo hablando tranquilamente, pero con mi pie descalzo pegado a su pierna. Nuevamente se queda ahí sin apartarla, esperando mi siguiente jugada. Entonces, muevo mis deditos rozando levemente su pierna, que nuevamente no aparta y el roce del nylon de mis medias me excita tocando su pantalón, aunque me gustaría hacerlo sobre su piel desnuda. ¿Pero qué estoy diciendo? ¿Me he vuelto loca? Si lo que tengo que hacer es torturarle a él, no hacerlo conmigo.
La reunión continúa, lo mismo que mi pie juguetón, acariciando cada vez con más descaro su pantorrilla y su propio pie, sobre su zapato. Él o bien se hace el distraído o me sigue el juego, no lo entiendo. Y continúo hablando tratando de ser lo más natural posible.
- Verás, Raúl, el plan es salir el martes a mediodía en avión para estar allí esa misma noche, donde ya tendríamos concertada una cena, al día siguiente, inauguración de la feria, con varias reuniones ya concertadas, comida por confirmar en un restaurante...
- Espera, espera... - me interrumpe – no podemos ajustar tanto la agenda, deberíamos ir un poco más relajados, ¿no crees? - termina diciendo con una nueva mirada a mi escote.
Ese hombre logra ponerme nerviosa y me está costando jugar mis bazas, hasta lograr cabrearme, pues tacho todas las visitas programadas después de la comida con nuestro mejor cliente, mientras él parece sonreírme socarronamente. Esta vez, interviene Pablo:
- Si, os he alquilado un coche para que podáis moveros con comodidad allí, incluso podemos contratar a un chófer y poder ir a la fábrica o cambiar cualquier cita, con más tranquilidad....
- Genial, pues, adelante Pablo, confirma todo, viajes, hoteles y demás. - ordena Raúl.
- Perfecto entonces. - soy yo la que interviene rozando con más intensidad la punta de mi pie contra su pierna y subiendo descaradamente - Como verás, Pablo es muy eficiente y un encanto.
En ese momento me giro y con ese mismo pie repito la operación con mi ayudante que me mira sorprendido. Al girar mi vista, veo el ceño fruncido de Raúl, algo que me gusta, pues darle celos también será parte de mi plan.
- Entonces cierras todo, ¿OK, Pablo? - le digo acariciando con mi empeine su pantorrilla. - Prioriza las visitas con los clientes y pide ayuda para el resto si lo necesitas, nos vas informado, ¿vale?
Sonriéndole y con mis piernas cruzadas, giro un poco y de forma inocente voy avanzando con mi pie hasta alcanzar la parte alta de su silla, casi imperceptiblemente le rozo su paquete moviendo el pie en el aire, como si rozara cualquier otra cosa.
- ¡Huy, perdona! - le digo.
- No nada, esto... si, cla... claro jefa. - balbucea, con los ojos muy dilatados.
- ¡Perfecto! entonces, todo en marcha. Tenemos bastante trabajo. - le digo.
Entonces, con mi pie descalzo, intento alcanzar mi abandonado zapato bajo la mesa, pero choco de pronto con el pie de Raúl, que lo ha puesto justo delante. Le rozo con la planta de mi pie descalzo, suavemente, pasando por encima de su zapato, para poder alcanzar el mío y arrastrarlo hasta debajo de mi silla, para calzármelo con mucho arte y la ayuda de mi otro pie, lo consigo, eso sí, agachándome ligeramente, para meter mi talón y así darle una última visión de mi escote y del nacimiento de mi media al mostrar una buena porción de mi muslo.
- Perfecto, muchas gracias a los dos – dice Raúl al fin levantándose.
Pablo y yo le imitamos recogiendo todo el papeleo, agendas y teléfonos que hay sobre la mesa, lo que me permite una buena perspectiva de sus entrepiernas y mirando con disimulo logro ver un bulto en el pantalón de cada uno de ellos, algo que me excita notablemente, pues noto que mis braguitas se humedecen. He conseguido calentarles a los dos y al mismo tiempo lo he hecho yo. Me siento orgullosa de haberles conseguido calentar y cómo ambos intentan disimular sus respectivas erecciones tapándose torpemente con sus agendas. Creo que está noche más de uno se va a hacer una paja en mi honor, pienso satisfecha ¡y eso me encanta!
- Muy bien Raúl, no te preocupes, Déjalo todo en nuestras manos, y te vamos informando - le digo acompañándole a la puerta, muy cerca de él, para rozarle con mi pecho en su brazo, sonriéndole, y moviendo mis caderas mientras hago sonar mis tacones en el suelo del despacho.
- Gracias Cristina, hablamos entonces.
Me fijo nuevamente en su bulto y me vuelvo a sentir pletórica. “Esto va bien” - sonrío maliciosamente.
Cuando los dos hombres abandonan mi despacho, mi excitación ha llegado al máximo y noto mis braguitas empapadas, así que salgo al pasillo para meterme en los servicios, no sin antes volver a recibir una mirada de deseo de mi ayudante Pablo a mi culete y a mis piernas, algo que todavía me enciende más.
En cuanto llego al baño, me meto en uno de los cubículos y sentándome en el inodoro, me bajo las braguitas, que están, como ya había notado, empapadas, por lo que me las quito y me seco con un papel, pero al rozar mi coño con mis dedos un escalofrío recorre todo mi cuerpo, tan solo con rozar mis labios vaginales, la imagen de Raúl, vuelve a aparecer en mi mente... Me niego a mí misma que esté empezando a masturbarme pensando en ese hombre, pero parece que mis manos van por libre y sigo frotándome cada vez con más velocidad, tanto a mi rajita como mi botoncito, que pide guerra.
De pronto me quedo paralizada cuando oiga la puerta principal de los servicios y dos voces femeninas que entran riendo. Me quedo callada, sin hacer ruido, pero mis dedos siguen jugando con mi coño ardiente.
- ¿No sabes quién es el nuevo jefe? - oigo una de las voces de las chicas al otro lado de la puerta, que no logro identificar con seguridad, pero parecen las de contabilidad.
- ¿El nuevo jefe de proyectos? ¡Qué bueno está! - apunta la otra que tampoco identifico.
- Es Raúl Uría, el jefe que tuve en la otra empresa en Roma.
- ¿Bromeas?, ¿Aquel que te echó el polvo del año?
- ¡El polvo del siglo!... Uf, bueno, no solamente a mí, creo que nos folló a todas las tías de la empresa... pero no me extraña, qué polla tiene... no te puedes hacer idea.
- Calla, que pongo tonta. - responde la otra voz.
- Pues te digo una cosa, yo haré todo lo posible por volverle a tener cerca y te recomiendo que tú hagas lo mismo, te aseguro que nadie te follará como ese tío.
- Pero, ¿para tanto es?
- Aparte de su lengua, que hace maravillas, tiene una polla enorme... preciosa, que en cuanto roza tu boca, no puedes dejar de devorarla, pero no solo eso, que la sabe usar de una manera que no te puedo ni explicar, porque cuando te folla te parte el coño y te hace correrte varias veces, algo que no he vuelto a conseguir con nadie.
Mi mano va a más velocidad rozando mis labios vaginales, y no me limito a frotarlo, sino que incluso me meto dos dedos, como si realmente fuese esa polla la que estuviera dentro.
- Pues creo que va a la feria de Paris con Cristina.
- ¿Cristina la de marketing? Pues qué suerte, porque la va a matar a polvos en Paris.
En ese momento me meto las braguitas en la boca, porque no puedo aguantar más y esas últimas palabras me han impactado tanto que me corro, entre intensos gemidos intentando apagarlos con esa prenda entre mis labios, sintiendo cómo todo mi cuerpo se estremece por culpa de ese hombre al que tendría que odiar.
CONTINUARÁ…
Alf & Sylke