Castigados por mirones Parte I
Dos jóvenes estudiantes se deciden a espiar en las duchas a sus compañeras de último curso sin saber lo que les espera
Las oscuras nubes que llevaban amenazando toda la mañana comenzaban ya a descargar una tremenda tromba de agua, esperamos a las once menos cinco para deslizarnos al patio interior donde se encontraba el pequeño ventanuco de los vestuarios femeninos, en cinco minutos acabaría la clase de gimnasia de último curso y cuanto menos tiempo estuviéramos ahí fuera las posibilidades de ser descubiertos descenderían. La lluvia no detendría nuestra “misión”.
Ramón y Yo nos apretujamos para poder ver con todo lujo de detalles el espectáculo que tantas veces habíamos oído contar a nuestros compañeros más mayores, la respiración entrecortada de ambos denotaba nuestro nerviosismo, era la primera vez que nos arriesgábamos a una aventura así pero los relatos de los valientes que ya habían bajado en alguna ocasión sobre lo que habían visto allí desterraron el miedo que nos había bloqueado hasta entonces.
Escuchamos las primeras risas femeninas aproximándose por el pasillo que iba del viejo gimnasio al vestuario, desde nuestra posición aún no las veíamos pero suponíamos que las chicas ya comenzaban a cambiarse y que, en poco tiempo, llegarían a la zona de duchas. Así fue, una a una comenzaron a entrar, totalmente desnudas, las chicas de último curso. Centré mi atención en un grupo de cuatro a las que conocía del patio y de intercambiar con ellas algún que otro WhatsApp, eran las más populares de su clase y, al ser las mayores, de todo el instituto.
Para nuestra alegría las cuatro se situaron en las duchas más cercanas al ventanuco donde nos encontrábamos por lo que la visión era perfecta, toda la etapa escolar embelesados por esas chicas y allí estaban, totalmente desnudas sólo para nosotros. No quería perder detalle y empecé a repasar a cada una de ellas.
Clara contaba riendo una anécdota sobre un tío que había conocido el fin de semana anterior, era la “líder” del grupo, la típica chica popular, como en las películas americanas: rubia con el pelo rizado, unas enormes tetas y un culo de escándalo, bien duro. Tenía el coño totalmente depilado y unos enormes labios vaginales que incluso se podían observar desde donde estábamos.
A su lado estaba Eva, podría decirse que, físicamente era lo opuesto a Clara, morena, pelo liso, pequeñas (aunque preciosas) tetas y un coñito decorado por una mata de pelo negro. Eva tenía un carácter excesivamente fuerte y más de una vez había soltado un sopapo en el patio a alguno que se había querido pasar de listo.
Junto a ellas aunque más preocupada de enjabonarse que de escuchar la historia que contaba Clara se encontraba Estela, una preciosidad venezolana que había llegado al colegio ese mismo curso convirtiéndose inmediatamente en “el pivón” por aclamación popular. Sus rasgos exóticos y su perfecto cuerpo habían hecho que, en poco tiempo, todo el mundo hablara de ella. Desnuda estaba aún mejor, tenían unas tetas preciosas con unos enormes y negros pezones que destacaban por encima del resto.
Y por último, cerrando el grupo, Marta. Marta era una feminista acérrima y no trataba de ocultarlo, era la “gordita” del grupo pero no por eso dejaba de ser atractiva. Lucía habitualmente unos enormes escotes y, pude ver, se tomaba muy a conciencia aquello de no depilarse.
Ante este panorama, Ramón y Yo nos miramos, sin hablar nos dimos cuenta que estábamos pensando lo mismo… nos sacamos las pollas para empezar a masturbarnos bajo la tremenda lluvia que nos estaba cayendo.
Aunque nunca lo reconocería y contra todo pronóstico mis miradas se centraban en Marta, aquellas tetas gordas, diferentes a las del resto y ese coño peludo me pusieron a mil al instante haciendo que olvidara a los otros bellezones. En ese momento comenzó a deslizar una mano enjabonada por su raja del culo para dejárselo bien limpio, al hacerlo abrió las nalgas y pude ver un precioso y cerrado agujero.
Estaba así, ensimismado en mis pensamientos cuando me pareció escuchar un ruido justo detrás nuestro, giré la cabeza con miedo y el corazón me dio varios vuelcos al ver, detrás de nosotros, a la profesora de gimnasia mirándonos con cara de desprecio. Como Ramón no se había percatado aún y seguía a lo suyo le di un codazo y al darse la vuelta su cara quedó totalmente blanca. Mil pensamientos pasaron por mi cabeza, estábamos expulsados, seguro, pero lo peor sería explicar en casa el porqué.
Allí estábamos, totalmente calados, agazapados junto a una ventana, con las pollas aún en las manos.
Patricia, la profesora, un portento del fitness, dejó pasar algunos segundos manteniendo esa expresión de asco y comenzó a hablar.
-Vaya par de puercos, aquí, pajeándose espiando a sus compañeras como dos mandriles del zoo.
Con voz de acojonado y cara de tonto sólo acerté a decir patéticamente
-Perdón profesora
El hecho de que hablara pareció enfurecerla aún más y dijera aquella patética frase.
-Perdón? Perdddddón?- dijo subiendo el tono e incrementando, si eso era posible, su cara de odio.- Esto no se arregla pidiendo perdón.
Acabando la frase nos cogió a cada uno de una oreja y nos levantó dirigiéndonos aún con la polla fuera hacia la puerta por la que habíamos entrado al pequeño patio, ahora inundado de agua. Ambos hicimos además de subirnos los calzoncillos para tapar nuestros tesoros que ya no transmitían la “alegría” de segundos antes pero ella no lo permitió.
Ahora queréis taparos? Noooooo. Si os encanta el nudismo, no?, vamos a ir así, con vuestras tristes pollas y vuestros miserables huevos bien expuestos al vestuario de las chicas a pedirlas perdón.
Aunque hace un minuto pareciera misión imposible, mi acojone aumentó considerablemente, sería capaz de hacer eso? Nos exhibiría así delante de nuestras compañeras?
Continuará...
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