Castigada

Relato sobre un sensual castigo

  • ¿Cómo que castigada? – Dijo ella con un tono medio en broma medio incrédula

  • Ya me has oído. – Le respondió él con una sonrisa. – Castigada.

Ella se plantó frente a él en el pequeño salón y se llevó las manos a la cintura para mantener el gesto firme. – ¿Y eso por qué?

Él sonrió de nuevo. Simple y llanamente le encantaba todo de ella. El acento de su voz, su forma de mirar y sonreír… Pero, por encima de todo, le encantaba la forma en que ella estaba dispuesta a jugar. - ¿No te habías comprometido a hacer una cosa? – Le respondió él y ella torció ligeramente el labio y desvió la mirada. - ¿La has hecho? – Ella relajó un poco su postura y se dispuso a responder, pero él la silenció llevando un dedo a sus labios antes de que pudiera decir nada. – Nada de escusas. ¿Sí o no?

  • No. – Terminó respondiendo ella con gesto triste. Él sabía que ella cargaba con peso del mundo sobre sus hombros. Asumía una carga que no le correspondía y luego se machacaba por no poder cumplir con todo. Demasiadas cosas, demasiado estrés. Tenía que aprender a relajarse y soltar toda esa carga. Él llevó la mano a la barbilla de ella y la levantó suavemente para que volviera a mirarle a los ojos. Lo hizo y él le sonrió antes de darle un suave beso en los labios.

  • Cas. Ti. Ga. Da. – Repitió él acompañando cada sílaba con un beso en sus labios. Ella se ruborizó ligeramente y se relajó un poco. En su cabeza ya se había estado machacando por no haber podido cumplir con lo que le había prometido, pero él no estaba enfadado. Siempre estaba calmado y eso era algo que ella apreciaba, su calma resultaba contagiosa.

  • Vale… - Terminó respondiendo tras el último beso con una sonrisa. - ¿Qué castigo? – Preguntó curiosa.

Ahí estaba. Ella no tenía un especial interés en la dominación o el BDSM, pero si que tenía una mente abierta y estaba dispuesta a jugar. Solo ponía una condición. – Mm…50 azotes. – Respondió él.

  • ¡Eh! – Protestó. Nada de dolor, esa era la condición.

  • Es broma. – Sonrió y le dio un nuevo beso. Para él no era un problema, no era algo que le atrajese especialmente (lo que no quitaba algún azote travieso de vez en cuando, nada que doliese de verdad, y que ella aceptaba también). – Pues tengo algo en mente. – Dijo travieso. Llevó una mano a la blusa de ella y desabrochó el primer botón. – Y esto nos estorba. – Sonrió

Ella le devolvió una sonrisa traviesa y empezó a desabrochar el resto de los botones mientras él retrocedía un par de pasos para poder observarla bien. Cada botón iba acompañado con un ligero contoneo que sumaba atractivo al sencillo gesto. Él no estaba seguro de si era algo que ella hacia conscientemente o le salía sin pensar. Más de una vez ella le había confesado sus miedos de no resultar atractiva, de no tener un cuerpo perfecto (y mira que él distaba mucho de tenerlo) y no parecía ser consciente de que eran esos pequeños gestos, el contoneo, las miradas, su voz, las que le volvían completamente loco. Poco a poco la prenda se fue abriendo, mostrando la suave piel de su cuerpo. Cuando terminó de desabrochar el último botón sonrió picara, se desprendió de la prenda mostrando su pecho cubierto por el sujetador y le lanzó la blusa. – Lista. – Dijo sonriendo.

  • Casi… - Respondió el devolviendo la sonrisa. – También nos estorba eso. – Dijo señalando su falda.

  • ¿Por qué no me extraña? – Replicó riendo. Se llevó la mano al cierre de la falda y lo deslizó. Con delicadeza se quitó sus zapatos de tacón y los dejó ordenados a un lado.

  • Esos no te los había visto.

Ella mostró un pequeño gesto culpable. – Son nuevos. – Ese era su gran capricho. Zapatos. Si pudiera tendría todos los zapatos del mundo y siempre que podía adquiría un par nuevo. Le hacían sentir más atractiva, más confiada, y más alegre. A él le encantaba verla cuando se paraba en los escaparates a ver los zapatos y más de una vez la tentaba a entrar y probárselos.

  • Son bonitos.

-  ¿Verdad? – Respondió ella con una amplia sonrisa que él le devolvió. Tras dejar los zapatos en su sitio, devolvió las manos a su falda y con un sencillo gesto la dejo caer. La prenda se deslizó por sus piernas dejando a la vista unas braguitas a juego con el sujetador. - ¿Ahora sí?

Él se volvió a acercar y puso una mano sobre la suave piel de su estomago desnudo, sintiendo como ella reprimía un escalofrío al notar el contacto. Despacio fue rodeando su cuerpo sin separar la mano, pasándola por su cintura y deteniéndola en su espalda. – Casi. – Le susurró en el oído antes de darle un beso en el cuello seguido de otro en el hombro. – Queda esto. – Le contestó llevando sus manos al cierre del sujetador. Con una torpeza que siempre lograba sacarle a ella una sonrisa logró desabrocharlo. Delicadamente deslizó el sujetador por sus brazos dejando al aire sus pechos. Tenía unos pechos bonitos, con aureolas oscuras que le encantaban. Sin dudar los sostuvo con sus manos y los acarició suavemente.

  • Mm… – Ronroneó ella mientras cerraba los ojos disfrutando del contacto. Poco a poco notaba como su temperatura subía y sus pezones se iban endureciendo. El movía sus manos suavemente, recorriendo sus pezones en círculos con las yemas de los dedos, atrapándolos de vez en cuando para estirarlos suavemente o pellizcarlos pícaramente. Durante un par de minutos continuo con las caricias hasta que soltó finalmente sus pechos dejándola muy excitada. – Puedes seguir.

  • Lo sé… – Respondió con una sonrisa. – Pero estás castigada, recuerdas. – Acompañó su respuesta con un azote suave en sus nalgas.

  • Jo… - Protestó débilmente. Él le sonrió y cogió su mano.

  • Ven. – Y le guío de la mano hasta la habitación. La habitación estaba presidida con una gran cama y tenia las persianas bajadas, dando un ambiente oscuro y tranquilo. Se acercaron a la cama y él le dio un nuevo beso en los labios que ella devolvió. Tras el beso dio un par de palmaditas a la cama. – Túmbate.

  • Vale. – Sonrío mientras se tumbaba en la cama.

  • Estira los brazos. – Ella obedeció estirando los brazos hasta la cabecera de la cama. Él volvió a darle un beso rápido en los labios. – Aguanta ahí. – Se separó de la cama un momento y empezó a rebuscar en un cajón. Al poco regresó con varias cosas en las manos y una sonrisa.

  • Oh. – Dijo ella picara. Sin dejar de sonreír, vio como el cogía una cuerda, la pasaba por el cabecero de la cama y finalmente envolvía sus muñecas. El tejido era suave y la sensación de estar atada trasladó un escalofrío por todo su cuerpo.

  • ¿Cómoda? – Preguntó él.

  • Sí. – Le respondió asintiendo con una sonrisa.

  • ¿Te aprieta mucho? ¿La circulación bien? – Ella asintió de nuevo. – Bien. Entonces… - Dejando la frase en el aire le enseño un antifaz y sonrió.

  • Uh… - Replicó ella picara. Sin demorar, cerró los ojos y dejó que él le pusiera el antifaz envolviéndola en una cálida oscuridad.

  • ¿Todo bien?

-  Perfecto. – Aunque no podía verle, él sonrió y se reclinó sobre ella para besarla de nuevo. Ella le devolvió el beso. Durante un rato jugaron con sus lenguas, disfrutando de la sensación y humedad. Trató de abrazarle, pero la cuerda que ataba sus manos a la cabecera se lo impidió. Le oyó reírse al notar el movimiento de los brazos y él le dio un último beso en los labios antes de separarse de nuevo, aunque no tardó en notar como descendía por su inmóvil cuerpo besando su cuello hasta alcanzar su pecho. – Mm… - Durante un buen rato él se quedó besando, lamiendo y chupando sus pechos. Atrapaba uno de sus pezones entre sus labios mientras usaba su mano sobre el pecho libre. – Mm… - Sorbía el pezón y empezaba a lamerlo en círculos y de lado a lado. Lo mordía suavemente y succionaba nuevamente. Con las yemas de los dedos recorría su otro pecho, pulsando y tirando de su pezón, pellizcándolo, frotándolo una y otra vez. Cada pasada de su lengua y sus dedos enviaba oleadas de placer por su atado cuerpo envuelto en oscuridad. El no poder ver lo que hacía incrementaba las sensaciones que su cuerpo sentía. Durante lo que le pareció una eternidad él jugó con sus pechos, alternando las atenciones de lengua y dedos entre uno y otro. Notaba su cuerpo arder y poco a poco había empezado a apretar las piernas. Cuando finalmente se separó de sus pechos no pudo evitarlo. – No. – Dijo con tono suplicante. Quería más, pero él sonrió.

  • Mírala. – Dijo divertido. - Desnuda. Atada. Con los ojos vendados. Y pidiendo más. – Una vez más recorrió su pezón con uno solo de sus dedos. – Pero…sigues castigada. – Dijo el travieso.

  • No seas malo.

  • Solo un poquito. - Ella frunció los labios y él aprovechó para besarla una vez más, tras lo que ella volvió a sonreírle. Un instante después el volvía a besar su cuerpo. Siguió bajando por su abdomen, alcanzó su ombligo y no se detuvo hasta que alcanzó el límite de sus braguitas. – Vaya, un obstáculo. – Comentó divertido. Ella sintió como sus manos rozaban sus caderas y con delicadeza sostenían el borde de sus braguitas. – Habrá que retirarlo. – No pudo evitar morderse el labio al notar como la prenda se separaba de su cuerpo y poco a poco se deslizaba por sus piernas, dejando su depilado sexo al aire. Con un último movimiento la prenda pasó por sus pies quedando totalmente desnuda finalmente. – Bueno. ¿Por dónde iba? Ah, sí. – Comentó él divertido volviendo a besar en dónde antes había estado el borde de sus braguitas. Descendió más en su camino de besos hasta alcanzar el pubis y siguió un poco más hasta el límite de su sexo. Ella se mordió el labio esperando el cálido contacto de los labios con su sexo, pero esté no llegó. En su lugar notó como el se sentaba a su lado en la cama y empezaba a jugar con su ombligo, recorriéndolo con la yema de uno de sus dedos.

  • Malo. – Dijo ella frustrada, a lo que él se rio con fuerza.

  • No te muevas, voy a por más cosas.

  • Muy gracioso. – Le respondió sacándole la lengua y oyó como buscaba más cosa en los cajones y como salía de la habitación, volviendo al rato con algo que tintineaba. Oyó algunos chasquidos y al poco notó perfume en el aire. - ¿Velas?

  • Sí, de manzana. ¿Te gustan?

  • Sí. – Dijo sonriendo. Le oyó dar algunas vueltas más y finalmente sintió como se sentaba a su lado con la cosa tintineante que había traído de fuera de la habitación. Sin decir nada, notó como acariciaba su cuerpo de nuevo con suavidad. Tras algunas caricias que le devolvieron la temperatura, sus dedos se separaron de su cuerpo una vez más. Durante unos segundo no oyó ni sintió nada. - ¡Ah! – Algo extremadamente frio rozó uno de sus pezones un instante. - ¿Eso es hielo? – Ahora reconoció el sonido tintineante como el sonido que harían un montón de cubitos de hielo en un vaso. Él no dijo nada, pero se lo imaginó sonriendo. - ¡Ah! – El cubito rozó su otro pezón. Fue solo un instante, pero bastó para que su cuerpo se tensara y tirara de las cuerdas que la ataban a la cabecera. - ¡Ah! – El cubito se posó sobre su piel entre ambos pechos y permaneció ahí. Poco a poco fue descendiendo por su cuerpo, recorriendo su abdomen y finalizando su recorrido en el ombligo. – Ah. – Dio una vuelta tras otra, notando como se fundía poco a poco contra su cálida piel y las gotas se deslizaban por su cintura o entraban en su ombligo. Con el cubito casi fundido, el lo separó finalmente de su cuerpo y ella respiró aliviada, finalmente… - ¡Ah! – Las heladas gotas del cubito medio fundido cayeron sobre su sexo. La sensación fue tan inesperada e intensa que se revolvió sobre la cama cubriendo su sexo del resto de gotas.

  • ¡Eh! – Protestó el divertido. – Eso es trampa. – Se levantó de la cama mientras ella retomaba el aliento y cogió más cuerdas. Le paso una mano cariñosamente por el muslo. - ¿Vas bien?

  • Sí. – Respondió con la voz entrecortada. – Ha sido la sorpresa. Perdona. – Volvió a estirar su cuerpo. – Ya está.

  • Vale. – Se acercó hasta ella y la besó nuevamente. – Pero…vamos a asegurarnos de que no hagas más trampas. – Ella se río y asintió. Cogió sus piernas por los tobillos y se las separó dejando expuesto su sexo. Rodeo uno de sus tobillos con la nueva cuerda y la ató contra el pie de la cama, repitiendo el gesto con el otro tobillo. – A ver. Prueba. – Ella trató de cerrar las piernas, pero las tensas cuerdas se lo impidieron. Él asintió. - ¿Cómoda? – Ella asintió. - ¿Seguimos?

Notó como se sentaba de nuevo a su lado y cogía algo. Durante unos segundos le oyó hacer algo, como parecía sopesar algo antes de devolver su atención a ella. - ¡Ah! – Extrañada como estaba la gota que cayó sobre su pezón la pilló desprevenida. No estaba fría, sino que sintió un calor intenso que le mordía el pezón. La sensación duró apenas un segundo. - ¿Qué era eso? – Preguntó con el calor de la gota ya mitigado. Solo quedaba una ligera sensación, como si la hubieran pellizcado.

  • Cera. – Respondió. – De una vela de parafina, no de las perfumadas, tranquila. Se funde a baja temperatura. – Llevó su mano, la misma sobre la que había probado a dejar caer una gota antes de hacerlo sobre ella, al pezón y lo acarició suavemente. - ¿Demasiado? – Preguntó con preocupación.

  • Mm… - Ella lo meditó unos segundos. – Creo que no. Solo me ha pillado por sorpresa.

  • ¿Segura? Lo he probado antes sobre mi mano y no me ha parecido mucho, pero ya es algo personal.

  • Creo que sí.

  • ¿Segura, segura?

Ella se río. – Prueba otra. -Aunque no pudo verle, él asintió y llevó la vela a su abdomen, dejando caer otra gota. – Ah. – De nuevo la gota le mordió durante un segundo su piel, pero el calor abandonó su cuerpo rápidamente dejando la sensación de un pellizco. – Mm…sí, segura. – Notó como él se inclinaba sobre ella y la besaba una vez más. Se separaron y tras unos segundos notó la siguiente gota caer sobre su cuerpo, cerca del ombligo. – Ah. – Su cuerpo trataba de tensarse con cada mordisco de la cera, pero las cuerdas se lo impedían. Las gotas fueron cayendo poco a poco, en su pecho, sus pezones, su abdomen, su pubis, mientras permanecía atada en las sombras, con su cuerpo inundado de las intensas sensaciones. Tras lo que pareció una eternidad (pero que no pasó de las diez gotas) él acarició su cuerpo de nuevo. Repasó cada una de las gotas y retiró la cera de su cuerpo con delicadeza. Las caricias de sus dedos sobre las mordidas de la cera trasmitieron suaves oleadas de placer por todo su cuerpo. – Mm… – El sonido del placer se escapó de sus labios, dibujando una sonrisa en los labios de él. Continuó acariciándola durante un rato, disfrutando de la suavidad de su piel.

  • ¿Tienes sed?

Ella asintió y por sorpresa notó como él le besaba de nuevo momentos antes de ponerle uno de los cubitos de hielo en los labios. Notó como este se fundía y el frío liquido se deslizaba por su boca. Con el cubito medio fundido, él lo separó de sus labios y de nuevo lo llevó hasta su pezón. - ¡Ah! – Dónde esta vez lo dejó un buen rato. Muy despacio lo iba moviendo en círculos por su pecho, rodeando el pezón, su aureola, su pecho y recorriendo el camino de vuelta. Mantuvo el cubito sobre su pecho hasta que este se fundió por completo, con las gotas fundidas grabando caminos sobre su piel. Él la besó de nuevo. – ¡Ah! – Apenas la suavidad de sus labios la dejó, el mordisco de la cera sobre su pecho la hizo tensarse de nuevo. Poco a poco las gotas de cera fueron cayendo, invadiendo los caminos creados por las de agua. La mezcla de sensaciones en su cuerpo estaba empezando a sobrepasarla. – Ah, ah, ah,… - Notaba su cuerpo palpitar con cada nueva sensación y roce. El antifaz sobre sus ojos solo incrementaba las sensaciones, incapaz de ver lo que ocurría y prepararse para ello.

Tras terminar con uno de sus pechos, él repitió el proceso con el otro. Primero el hielo acarició cada rincón de su pecho preparándolo para los mordiscos de la cera. A sus pechos le siguió el abdomen y el ombligo. Deslizó cubitos de hielo por sus piernas y pies, mandando oleadas de escalofríos que no tardaron en ser sustituidas por los ardientes mordiscos de la cera. Tras la cera llegaban las caricias, retirando la cera ya fría de su excitado cuerpo.

  • ¿Vas bien? – Preguntó él tras la última tanda de caricias.

  • Sí. – Respondió con la respiración algo agitada. Se notaba muy excitada, con los pezones endurecidos y su sexo húmedo, y aún ni siquiera lo había tocado ni rozado una sola vez. Como si leyera su mente, notó como él apoyaba su mano sobre su sexo. No pudo evitar morderse el labio al notarlo. Muy delicadamente empezó a acariciarla con la punta de los dedos. – Mm. – Reaccionó a las caricias tratando de mover su atado cuerpo. Notó como paraba, le daba una palmadita y se separaba de ella. – No seas malo.

  • Solo un poquito más, te lo prometo. – Le dio un nuevo beso.

Ella trató de destensarse, pero no tardó en sentir una gota helada caer sobre su pubis. – Ah. – Otra no tardó en acompañarla y poco a poco fueron deslizándose hacia su sexo. – Mm. – La fría sensación rozó los labios de su sexo y respondió mordiéndose los de la boca. - ¡Ah! – El cubito de hielo se posó sobre su pubis durante unos segundos antes de deslizarse muy despacio hacia su sexo. – Ah, ah, ah…¡Ah! – Los gemidos se escaparon de su boca y su cuerpo se tenso lo que las cuerdas le permitieron en cuanto el hielo empezó a recorrer su sexo. - ¡Ah! – No se conformó con dejarlo fundirse ahí, sino que el hielo siguió bajando hasta alcanzar su perineo y continuó su camino hasta su ano. Desando su camino y siguió fundiéndose hasta terminar fundido del todo cerca de su clítoris. Ella aprovecho la breve tregua para respirar profundamente, tratando de relajarse, tratando de olvidar las sensaciones que inundaban su cuerpo. No funcionaba. - ¡Ah! – La cera mordió su pubis intensamente. - ¡Ah! – Y una segunda gota la atacó antes de que el calor de la primera se disipara del todo. - ¡Ah! ¡Ah! – La tercera y cuarta cayeron casi seguidas. Cada una cada vez más cerca de su sexo. - ¡Ah! – El cual alcanzó la quinta. – Uf…uf… - Empezó a soplar como si pudiera aliviar el calor de la cera. No pudo ver como él sonreía antes de agacharse y soplar por ella aliviándola. La dejó descansar unos segundos antes de volver a apoyar su mano en su sexo, retirando con delicadeza la cera y sustituyendo el frío y el calor con caricias en pubis, clítoris, sexo, perineo y ano. – Mm…mm… - El placer empezaba a desbordarla, llevándola al límite, pero antes de que lo sobrepasara él paró una vez más. De nuevo se mordió el labio frustrada.

Oyó el tintineo del vaso con hielos segundos antes de notar el siguiente cubito sobre su piel. Rozó su boca y fue bajando por su cuello, rodeó sus pechos, ascendió hasta sus pezones, descendió hasta su abdomen, cruzó el abismo de su ombligo y paseó despacio por la suavidad de su pubis, acarició su clítoris y recorrió los pliegues de su sexo, se dejó caer por la frontera de su perineo antes de alcanzar su ano. Durante todo el recorrido notaba su cuerpo tenso, incapaz de evadirse a la helada sensación del hielo sobre su piel desnuda. El cubito estaba casi fundido, pero aún le quedaba algo de vida. Luchando contra lo inevitable, se refugio en el interior de su cuerpo. - ¡Ah! – El cubito se deslizó dentro de su sexo en busca de refugio, pero solo encontró una cueva húmeda y cálida dónde poder terminar su placentero viaje. Sus últimos instantes antes de fundirse se aceleraron cuando él decidió dedicar la mano ahora libre de hielo para acariciar su clítoris. – Ah, ah, ah… - Notaba como el hielo se funcia dentro de ella y las gotas de agua se deslizaban fuera de su cuerpo poco a poco, acariciándola una última vez antes de terminar su camino sobre la cama. Oyó el tintineo una vez más y un nuevo hielo ocupó su interior. - ¡Ah! – Con una mano él acariciaba su clítoris, cada vez más enérgico, arrancándole gemidos de placer cada vez más profundos. Su otra mano acariciaba su pecho, atrapaba sus pezones, los pellizcaba, los estiraba, juagaba con ellos. Había dejado de oír. Su mundo se había reducido a sombras repletas de oleadas mixtas de placer helado, húmedo y caliente. – Ah…ah…ah… - Sintió un nuevo hielo deslizarse dentro en cuanto se fundió el anterior. Notaba como su sexo nunca terminaba de estar vacío, antes de que el hielo abandonase finalmente su cuerpo ya fundido otro ocupaba su lugar. En algún momento creyó sentir varios cubitos dentro a la vez, pero para entonces su cuerpo danzaba inmóvil en el límite de su resistencia. – Ah…ah…ah… - Cada vez más cerca. – Ah…ah…ah… - Más y más cerca del límite. – Ah…¡Ah!...¡Ah!... – Sintió el dique de sensaciones de su cuerpo desbordarse finalmente, se tensó y notó palpitar su sexo. Las caricias sobre su pecho desaparecieron súbitamente mientras las de su clítoris se intensificaban. Abrió la boca en un grito silencioso y sus límites se vinieron abajo cuando los mordiscos de la cera se unieron a las caricias sobre su clítoris y al hielo de su sexo. - ¡AH…AH…AH…AH…! – Su cuerpo tembló mientras su mente se ahogaba en sensaciones de placer, calor, frío, humedad, sudor… no era capaz de asimilarlo todo a la vez.

Tenía la vaga sensación de su sexo palpitaba mientras una mezcla de fluidos escapaba de su interior, le acariciaba perineo y ano, y terminaba por gotear sobre la cama ya mojada con el hielo fundido. Respiraba agitadamente notando como todo volvía a su cabeza. Sus pezones endurecidos tiraban de su piel. Sus piernas y brazos habían tirado de las cuerdas, pero eran suaves y no le habían hecho daño. Su sexo ardía, aunque aún notaba el frío de los últimos cubitos fundiéndose despacio dentro de ella y los últimos restos del calor de la cera que había caído sobre ella justo al alcanzar el límite. Notaba el líquido escapar de su interior y se sonrojó al no estar segura de si en el momento del clímax lo que se había escapado eran solo el hielo y sus fluidos o algo más. Notaba la mano que acariciaba suavemente su cabeza y el sonido que regresaba poco a poco.

  • Respira. – La voz de él le llegaba con la calma que siempre parecía portar. – Despacio. – Ella fue relajando su respiración poco a poco, al ritmo de las caricias que le daba. – Respira. – Ella fue recuperando la normalidad y él le ayudo a incorporarse un poco para que pudiera beber un poco de agua. - ¿Mejor?

Notó como el agua fría se deslizaba por su garganta terminando de calmarla. – Gracias. – Notó como él la besaba una vez más con dulzura.

  • ¿Quieres parar aquí? – Preguntó preocupado.

Ella respiró calmadamente antes de contestar. Estaba agotada, pero la pregunta despertó su interés. ¿Parar aquí? ¿Es que tenía más en mente? – Mm…si aún queda algo puedo seguir.

  • ¿Segura?

  • Segura - Él sonrió y la besó de nuevo. Se separó de ella y le oyó moverse. Escuchó el sonido de lo que parecía una hebilla y entendió que se estaba desnudando. Claro, eso quedaba. Sonrió al darse cuenta de lo que tocaba ahora. Le oyó moverse por la cama y sintió como acariciaba su cuerpo. Notó como tocaba su húmedo sexo con los dedos y se avergonzó un poco al recordar que no estaba segura de lo que había pasado. Quitó los dedos de su sexo y sintió su duro miembro rozarlo.

  • Mm…rica. – Comentó el de repente. El comentario la hizo sonrojar. Despacio empezó a mover su miembro por el sexo de ella sin llegar a meterlo, bajo un poco y lo apoyó suavemente contra su ano. – Mm…por dónde, por dónde… - Comentó con un soniquete. Volvió a subir hasta su sexo y froto de nuevo su miembro, recogiendo los fluidos que escapaban de su interior. Llevó de nuevo un dedo, recogió los fluidos y los saboreó. – Mm. - Cogió un poco más y los uso para lubricar su miembro. – Ya se.

Lo oyó moverse sobre la cama, subiendo poco a poco. Su miembro la rozaba según subía, pasando por su abdomen y sus pechos, hasta que notó como él se plantaba cerca de su cabeza. Sin decir nada, él acercó su miembro hasta sus labios y ella reacciono abriendo la boca y sacando la lengua para lamerlo. Sintió la mezcla de sabores de su propio interior y se avergonzó ligeramente, pero siguió lamiendo. Trató de meterse el miembro en su boca, pero él lo mantenía a la distancia justa para que solo pudiera lamerlo, así que se limitó a ello durante un par de minutos.

  • ¿Lista? –

  • Sí. – Asintió y abrió la boca dispuesta a recibir el miembro en su boca, pero notó como el descendía de nuevo. Trató de relajarse a la espera de sentir su miembro abriéndose pasó por su sexo o su ano, pero en vez de eso notó como él se sentaba de nuevo a su lado. - ¿Pasa algo?

Le oyó reír a su lado. - ¿Lo has olvidado? – Ella puso un gesto de extrañeza incapaz de ver la sonrisa que él esgrimía. Su gestó cambió y dio un respingo cuando notó un nuevo cubito de hielo rozar su sexo. Se acercó a su oído y le susurró. – Estás castigada.