Castigada, al despacho del director.

-Jessica, ¿qué voy a hacer contigo? Ella, altanera, le miró como si fuese toda inocencia. Él apoyado en el escritorio intentaba aparentar enfado. -¿Darme las gracias? Sabes que solo he actuado como excusa para poder verte.-le espetó con una sonrisa picarona.

Castigada, al despacho del director.

Era la séptima vez que Jessica terminaba en el despacho del director. Había abofeteado a una compañera por un comentario despectivo que le había dirigido anteriormente.

-Jessica, ¿qué voy a hacer contigo?

Ella, altanera, le miró como si fuese toda inocencia. Él apoyado en el escritorio intentaba aparentar enfado.

-¿Darme las gracias? Sabes que solo he actuado como excusa para poder verte.-le espetó con una sonrisa picarona.

Hizo el aspaviento de levantarse, pero él la indicó que se mantuviera en el sitio poniendo el pie, entre sus piernas, sobre la silla donde estaba sentada.

-Entonces si es así, vamos a enseñarte un poco de cultura, pequeña.

El director  cerró la puerta con llave, bajó las persianas y encendió el reproductor de música. Una canción empezó a poblar el silencio de la habitación.

-Desnúdate y hazlo lentamente.

La blusa pronto quedó perdida en el suelo. Y a esta le hizo compañía el sujetador.

La voz de Sabina presenciaba el espectáculo.

  • Anda, deja que desabroche un botón

  • Espera, hagamos caso al maestro.-le susurró el director a Jess, desabrochando el botón de la falda que cayó en un golpe seco junto al resto de la ropa.

Acarició su pubis sobre las bragas, que al tacto se intuía peladito, deleitando a la yema de sus dedos con ese sabor táctil. Un par de dedos se introdujeron a comprobar el estado del clítoris. Estaba hinchado y palpitante. Una zona exigente que empezaba a reclamar atención a gritos.

Sacó los dedos, tomó el abrecartas que tenía sobre su escritorio y le hizo un par de cortes a las bragas (gesto más que suficiente para que la última prenda se uniese a sus compañeras).

Se puso en cuclillas para quedar a la altura del coñito de la joven, el cual delineó con sumo cuidado con el abrecartas que estaba resultando un colaborador perfecto.

Ella se estremecía ante el contacto del metal sobre la piel de esa zona a la vez que reproducía pequeños "maullidos".

Él, divertido, paró en seco. Volvió a su escritorio, abrió un cajón y empezó a rebuscar. Para cuando volvió al lado de la chica, en su mano había varios clips. Colocó uno en cada pezón y un tercero en el clítoris. Ella se mordió el labio, cosa que no hizo sino incrementar la excitación que se escondía bajo el pantalón del director.

-Muévete sensualmente mientras notas las presión de los clips.

Ella movió sus curvas lentamente para que él pudiese apreciar todas y cada una de ellas.

-Ahora ven a mí y quítame la ropa.

Obedeció sin chistar. Una vez todo quitado, ella no podía dejar de mirar aquel miembro estirado que apuntaba como un cañón.

Él se acercó a los pechos de ella para arrancarle con los dientes los clips. Se deleitó con el sabor de los pezones y las aureolas que bailaban al ritmo de su lengua. Pequeños mordiscos, gemidos de ella y gruñidos de él eran los protagonistas en escena.

Después pasó al clítoris. Se arrodilló bajo las piernas de Jess y tras deshacerse del último clip, empezó a penetrarla con la lengua. Estaba empapada y él no podía dejar de bebérsela.

-Fóllame.-gimió ella.

-¿Cómo dices?-preguntó él con la voz ronca.

  • Que me folles. Ya.

-Suplícamelo.

-Eres...Ufff. Por favor, fóllame. Estoy ardiendo. Me quemo. Por favor...

Y sin mediar palabra la subió al escritorio y la embistió con fuerza. Ella no aguantó y el orgasmo la sacudió con violencia. A pesar de que ella había caído rendida, él siguió penetrando sin parar. Como si en vez de una jovencita, fuera una muñeca de trapo la que estaba entre sus piernas. Gimió. Estaba aguantando tanto como le permitía el cuerpo.

Cuando el orgasmo le alcanzó, atrapó los labios de Jessica para no perder la consciencia de que aquello era real.

-Bendita bofetada, Jess-dijo el director casi sin aliento sobre el hombro de la chica.

Ambos rieron con la seguridad de que no sería el último lío en el que aquella jovencita iba a meterse.