Casi un crimen

Mi poderosa imaginación me llevó a creerlo capaz de todo. Un muchacho enfrentado con el padre que no aprueba su estilo de vida diferente.

Los altos ventanales abiertos de par en par. Su rostro, un mar de llanto incontrolable.

Debería matarlo – fue su conclusión.

Lo miré sin saber si estaba bromeando o lo decía en serio. Me sentí identificado con su angustia y su dolor, pero de eso a planear una muerte había un largo trecho. Lo disculpé, porque alguien en su situación no podía estar pensando claramente.

Estas loco? – le dije tomándolo en mis brazos – se trata de tu padre.

No es mi padre – contestó rabioso, zafándose de mi abrazo – es el marido de mi madre, sólo eso.

Como sea – acepté en tono conciliatorio – pero es alguien que te ha mantenido y educado todos estos años, no puedes desear algo tan horrible como eso.

Por supuesto que puedo! – gritó colérico – no tiene ningún derecho a arruinar mi vida.

El separarte de Justin no significa el fin de tu vida – le dije suavemente, pero mi suavidad no fue suficiente. Me miró colérico, con una mirada fría como el acero. Lo imaginé capaz de cualquier cosa, incluso de matar.

Salió dando un portazo, y me dejó parado en el ventanal, desde donde lo vi cruzar el jardín de mi casa, como tantas otras veces, aunque nunca como ahora, con esos pasos decididos, rápidos y determinados. Apenas dejando atrás la adolescencia, febrilmente enamorado, con esa fatalidad propia de la edad, y me sentí tan viejo y tan cansado que no hice siquiera el intento por detenerlo y hacerlo entrar en razón.

Lo conocí hace dos años, en una exposición canina. Su madre era una antigua conocida mía, de esas amistades familiares que uno no frecuenta periódicamente, pero de las que se sabe toda su vida por medio de amigos comunes. Criaba excelentes perros en su mansión campestre y coincidimos aquel día en la exposición. La saludé y me presentó a su segundo marido y a su hijo.

Y este es Kevin – dijo señalando a un apuesto jovencito de 16 o 17 años, desgarbado y rubio, con la típica cara de fastidio de todos los adolescentes obligados a salir con sus padres.

Apenas si me miró un par de segundos. Los suficientes para quedar impresionado por un par de hermosos ojos azules enmarcados por rubias pestañas. Me dio la mano de forma indiferente, pero la retuvo unos instantes mas de los necesarios. Pensé que era un gesto inocente, pero apenas se dio vuelta su madre se acerco a mí y colocó su mano sobre mi bragueta.

Eres el tipo mas caliente y sensual que hay aquí – dijo suavemente junto a mi oído.

Me quedé estúpidamente helado, sin tener la menor idea de qué hacer a continuación. De inmediato voltee a todos lados, para asegurarme que nadie hubiera visto lo sucedido, y me retiré un paso de aquel endiablado joven. Lejos de amilanarse se acercó de nuevo a mí, tocándome el paquete nuevamente.

Y además de todo, vergudo – dijo con una destellante sonrisa digna de un comercial de dentífrico, tocándome descaradamente mis genitales.

Por favor, Kevin – le dije escandalizado – compórtate.

Tranquilo, hombre – dijo con pasmosa calma – aquí todos tienen ojos únicamente para los perros, ni quien nos mire. Ven – dijo jalándome tras él..

Apenas unos metros mas allá, detrás de las gradas montadas para la exhibición me empujó debajo de ellas. Estaba ligeramente oscuro, pero no tanto como para no ver el fulminante destello de sus ojos azules. Tomó mi rostro entre sus blancas manos y me besó. Su lengua entró en mi boca, sus manos volvieron a mi bragueta, desabotonándola diestramente. Yo era un hombre hecho y derecho, siempre dueño de mis actos y en control de mi vida, pero aquel muchacho rompía todos los esquemas. Era como un mar violento y tempestuoso, una fuerza natural que irrumpe y no pide permiso. De pronto estaba ya hincado entre mis piernas, con mi rígido pene entre sus manos, llevándoselo a la boca, chupándolo golosamente mientras sobre nuestras cabezas escuchábamos la platica y las risas de la gente. Gente normal y civilizada, gente que no entendería que yo estuviera allí recibiendo una mamada de un hermoso jovencito.

Por favor, detente – le rogué sin mucha convicción, mientras él me lamía el glande de una forma enloquecedora, arreglándoselas para sonreír al mismo tiempo.

Estas seguro de querer que me detenga? – preguntó diabólico, y yo lo tomé por los rubios rizos y le empujé su bello rostro de nuevo sobre mi verga, tan dolorosamente dura.

Minutos mas tarde tuve que contener las ganas de gritar cuando el orgasmo me llegó potente y devastador. El se mantuvo pegado a mis ingles, bebiéndome hasta la ultima gota. Se puso de pie y volvió a besarme. Sus labios con un fuerte sabor a semen, mi propio semen.

Ha sido un placer conocerte – dijo satisfecho casi sin despegar sus labios de los míos, y se fue.

Lo alcancé unos metros mas adelante, en cuanto pude cerrarme los pantalones.

Kevin – dije de pronto tímidamente – crees que podríamos......?

Yo te busco – fue su respuesta, y se perdió entre la gente.

Dos semanas después se apareció en mi casa. Cómo averiguó mis datos, no lo sé. De pronto estaba allí, en el vano de la puerta, con el uniforme del colegio y una mochila con libros que aventó sobre la mesa.

Tengo hambre – dijo y pasó por mi lado buscando la cocina.

La mujer que me cocina había dejado todo preparado, así que me limité a prender el horno mientras Kevin me miraba sonriente ir y venir.

Porqué no te quitas esa bata? – dijo de pronto. Yo tenía apenas una hora de haberme levantado y aun llevaba puesta la bata de casa.

Para que? – pregunté de forma por demás estúpida.

No me contestó. Simplemente se acercó y me desanudó la bata. Para sorpresa de ambos, yo tenía ya una erección. Ese muchachito era como un potente afrodisíaco. Me acarició la verga mientras terminaba de quitarme la bata, dejándome completamente desnudo en medio de la cocina.

Ahora esta mejor – dictaminó sentándose nuevamente frente a la mesa, mientras mi desnudez en medio de la cocina me hacia sentir completamente fuera de lugar.

Así no puedo – le dije tratando de tomar mi bata para cubrirme.

Claro que puedes – me dijo – tienes un cuerpo verdaderamente hermoso y me estoy excitando mucho de verte así.

Esas palabras fueron suficientes. Al menos para mí. Comencé a moverme, preparando una ensalada, chequeando la temperatura del horno, hirviendo agua para el té, y todo eso, completamente desnudo, con mi enhiesto pene rebotando con cada paso, agachándome, impúdicamente consciente de que Kevin me miraba en los ángulos mas inverosímiles y la atmósfera se cargó de eléctrica sensualidad.

Comamos en la cama – dijo Kevin, como si fuera una travesura recién imaginada – en tu cama – recalcó, y salió de la cocina.

Preparé una charola con todo lo necesario y la llevé a la recamara. En medio de mi cama, Kevin completamente desnudo. Un rayo de sol matutino entraba por la ventana, reflejado en su piel dorada. Su torso esbelto, sus largas piernas, su sexo erecto, como una fruta blanca salpicada de vello dorado. Dejé la charola en el piso y salté a sus brazos, que ya me esperaban. El muchacho tenía hambre, pero hambre de sexo. Comenzamos una mutua exploración, descubriendo las maravillas de su joven y esbelto cuerpo. Me encantaron sus nalgas, medios duraznos que devore con repentino afán, mientras él cerraba los ojos y me animaba a seguir, meneando las caderas de una forma enloquecedora. Me gustaron sus manos blancas y largas, recorriendo mi cuerpo en todos sus rincones, me gustaron sus labios, tan expertos y sensuales, y encima de todo, me gustó la desenfadada forma en que hacía el amor, cogiendo lo que le apetecía, sin pedir permiso, sin esperar una negativa, besando y acariciando cuanto se le antojara, arriba y debajo de mí, a un lado, de pie, sentado, hambriento, siempre hambriento, exigiendo mas, y mas, y mas.

La comida la devoramos ya fría, cuando la tarde casi se volvía noche. Los dos desnudos en la cama, cómplices y amantes a pesar de apenas habernos conocido.

Tu madre estará loca de preocupación – recordé de pronto viendo que casi oscurecía.

Mi madre tiene muchas cosas en que ocuparse – dijo Kevin – ni siquiera notará que no he regresado de la escuela.

Y tu padre? – pregunté.

Ese todavía menos – dijo Kevin, reptando como un gato satisfecho por la orilla de la cama con una cucharada de helado derritiéndose en su boca. Me dio un ligero beso con sabor a vainilla y escupió el resto sobre mi pene adormilado. El frió helado combinado con su cálido aliento lo despertaron inmediatamente, y comenzamos de nuevo.

Así llegó Kevin a mi vida. Jamás intenté controlarlo. Jamás impuse mi presencia ni concerté ni una sola de nuestras citas. Lo dejaba llegar cuando quisiera, porque no soy tonto y porque he aprendido que hay regalos que simplemente se reciben. Kevin podía aparecer diariamente y empalagarme durante varias semanas, y luego, sin aviso alguno, desaparecía por muchas más. Nunca lo busqué, simplemente continuaba con mi vida de siempre, y le abría los brazos siempre que volvía a aparecer.

Esta vez no podrás tocarme – advirtió una día nada mas entrar.

Y entonces que haré? – pregunté sonriendo ante sus enigmáticos cambios de conducta.

Nada. Serás mi juguete, quieto e inerte – explicó - y sólo yo podré tocarte a ti.

Me resigne a mi papel y como juguete que era me deje llevar hasta la recamara, donde Kevin me desnudó y me acostó. Su lengua corrió presurosa por todo mi cuerpo, como una mariposa incansable empeñada en encender mi deseo. Incapaz de contenerme agarré su pene y Kevin me quitó la mano malhumorado.

Dije que no me tocarías, y si no sabes seguir las reglas, tendré que enseñarte – sentenció.

Me amarró a la cama. Manos y pies, con suaves pañuelos de seda que en realidad no me maniataban, pero que pusieron un intenso toque de erotismo al juego. Su boca continuó afanosa el viaje. Mis testículos, mi ombligo velludo, mis labios hambrientos, mis párpados y mis orejas, mis muslos y la planta de los pies. Moría de deseo. Se sentó sobre mi verga, abriendo sus blancos muslos, acomodando sus hermosas nalgas apenas a un centímetro del glande deseoso de penetrarlo. Su ano se acercaba pero no me dejaba entrar.

Por favor, por favor – le rogaba, y Kevin sonreía, acariciándome con el pelo revuelto y los ojos turbios.

Un instante después dejó que la cabeza de mi verga entrara en su cuerpo. Delicia indescriptible. El sinuoso movimiento de sus afiladas caderas. En total control, descendió lentamente, abrazando en sus entrañas el deseo que me consumía, haciéndome desear que se apurara, que el tormento llegase a su fin, que me dejara entrar completamente en su cuerpo, y por ultimo el delicioso y contenido empujón clavándose mi verga por completo, como si se sentase de golpe, como si fuera un sacrificio pagano para calmar a los dioses, su cuerpo entero abriéndose para mi delirio y la cabalgata posterior, sus nalgas rebotando en mi sexo, con el sonido chapoteante de la lluvia, sus manos apoyándose en mis tetillas, su rostro en total concentración, y la felicidad extrema de su placer alimentándose del mío. Mi orgasmo, mas fuerte que nunca, sus besos más amorosos también.

Ya puedes desatarme – le dije poco después.

No lo creo – contestó. Aflojó sólo las ataduras de la mano y la pierna izquierdas.

Qué pretendes? – pregunté al sentir que únicamente me daba la vuelta en la cama.

Tú qué crees? – preguntó lamiendo mi oreja.

Boca abajo, no había ninguna duda de sus intenciones. Nunca antes lo habíamos hecho. No era mi estilo ni formaba parte de mis preferencias. Pero Kevin no sabía aceptar un no como respuesta. Ni siquiera intenté disuadirlo. Lo dejé acariciarme las nalgas, lo dejé besar mi espalda, lamiendo desde mis omóplatos hasta el surco donde mis nalgas se dividían.

Tienes el culo tan cerrado como el de Justin – comentó, y fue la primera vez que oí ese nombre, pero no era un buen momento para preguntar. Su lengua lamía mi orificio anal y yo estaba ya en las nubes.

Se acomodó entre mis piernas abiertas, empujándolas aun más con sus rodillas, separándolas, dejándome indefenso y totalmente excitado. Me separó las nalgas con las manos y acomodó la punta de su verga en mi culo. Instintivamente me tensé, y Kevin esperé hasta sentir que nuevamente me relajaba. Los instantes de espera se me hicieron interminables. La punta de su verga entró suavemente, como cuchillo en mantequilla. Me sentía tan caliente, tan dispuesto y complaciente que alcé la cola para recibirle. Fue un doloroso error que pagué al instante. La mitad de su miembro me entró de un solo golpe y Kevin en represalia a mi impaciente atrevimiento me enterró el resto. Traspasado como insecto me quedé quieto esperando que pasara la incomoda sensación, pero la paciencia no era una de las cualidades de Kevin y comenzó a moverse.

Espera – dije inútilmente. El brioso caballo galopaba ya libremente. Me cogió de forma desesperadamente apresurada, para luego exhausto bombear con angustiosa calma. Sus ritmos alternados sólo lograron que deseara mas y más. Mi cadera subía y bajaba a su encuentro, agradecido de estar atado, o de lo contrario hubiera hecho cualquier cosa para que continuara así toda la noche.

Finalmente terminó, entre mis nalgas, besando mi nuca, diciéndome cosas imposibles de entender y me sentí extrañamente agradecido de tenerlo encima.

Después de aquella noche, Kevin se perdió por varias semanas. Volví a verlo un día, mientras el semáforo en rojo me hacía detenerme en un cruce congestionado de peatones. Kevin venía con otro joven. Se tocaban y empujaban, como tantos otros muchachos de su edad, se reían y bromeaban, y me acordé entonces del comentario sobre Justin. Me pregunté si aquel chico de ojos negros y pelo rizado sería él.

Tiempo después lo confirmé. Aquel chico era Justin y Kevin lo amaba con locura, pero para desgracia de ambos, el padre de Kevin los había sorprendido desnudos y en la cama, y el alboroto había sido tan grande, que la sentencia para Kevin fue la de ser matriculado en una caro y exclusivo internado que únicamente significaba la definitiva separación de Justin. El chico estaba desolado, y apasionado como era, la única solución que había encontrado era asesinar a su padrastro.

Lo vi atravesar el jardín, deseando ayudarlo y sin saber cómo hacerlo.

Por primera vez me di a la tarea de buscarlo. Lo esperé a la puerta del colegio, y no apareció. Pregunté a algunos chicos y me dijeron que tenían varios días sin verlo. Llamé a casa de su madre, inventando un pretexto para visitarla. Estaba fuera, me dijo la muchacha de servicio, y no volvería hasta dentro de dos semanas. Me atreví a preguntar por Kevin.

Tampoco esta – dijo la chica – se fue a la casa de campo junto con su padre.

Y tardarán en volver? – pregunté sintiendo un extraño nudo en el estomago.

Me imagino que sí, porque hoy los iba a alcanza allá un amigo del joven. Seguramente pasaran allá todo el fin de semana.

Kevin y Justin, juntos en la soledad de la casa de campo, el lugar preciso para llevar a cabo sus planes. Me apresuré a obtener las señas para llegar y colgué sintiendo que el tiempo corría muy lentamente.

Manejé por tres horas, pensando que tal vez todo era una soberana estupidez, pero luego pensaba en la ira de Kevin y la apasionada forma en que acostumbraba tomar la vida. Casi podía imaginarlo con un cuchillo en la mano y cortando la garganta de su padre, la sangre brotando, los azules ojos fijos en los últimos estertores del hombre causante de su sufrimiento. Pisé el acelerador.

La casa estaba anormalmente tranquila, o tal vez era mi excitada imaginación. Un sólo automóvil en la cochera. Tal vez Justin no había venido al final de cuentas. Toqué a la puerta y esperé sin ningún resultado. La casa parecía vacía, aunque alcancé a ver algo de luz en la planta superior. Di vuelta a la casa y encontré abierta la puerta de la cocina. Entré sintiendo que estaba haciendo algo totalmente inapropiado.

Kevin – llamé suavemente – estas aquí?

Ninguna respuesta. El viento silababa quedamente por el ventanal abierto. Empezaba a oscurecer. Leves ruidos de pisadas en la planta superior, susurros apagados, tal vez algunos quejidos. Imaginé lo peor y subí las escaleras tratando de que los viejos escalones de madera no rechinaran delatando mi presencia. Una luz bajo la ultima puerta del oscuro pasillo. Caminé de la forma más sigilosa, acercándome lentamente. Empujé la puerta apenas unos centímetros, y la escena me dejó sin aliento.

En la cama, atado de pies y manos, el padre de Kevin. No había sangre, no había moretones ni ojos desorbitados. Tampoco había ropa. El hombre estaba completamente desnudo y un pañuelo en la boca apagaba sus quejidos. Entre sus piernas estaban Kevin y Justin prendidos de su enorme y erecta verga, lamiéndola por turnos, besándose casi, lamiendo el largo y grueso tronco con los ojos apenas cerrados. El hombre hacía pocos intentos por zafarse, lejos de conseguir quitarse de encima a aquellos dos jóvenes empeñados en hacerle entender el prohibido placer de su relación.

Kevin subió por el velludo vientre, lamiendo la hondonada de su obligo y el valle peludo entre sus pectorales. Se prendió de sus tetillas, mamándolas con fuerza, como si quisiera extraer algo del minúsculo botón de carne. El hombre gimió de nuevo, bajo el ataque de su boca, y la de Justin, que ahora lamía sus gordos y pesados huevos entre las piernas abiertas.

Ahora mamarás mi verga – dictaminó Kevin - y no quiero escuchar ni una sola palabra cuando te quite la mordaza – le advirtió.

De cualquier forma no le dio tiempo de intentarlo. En cuanto le quitó el pañuelo le encasquetó la verga en la boca, obligándolo a chupar. El rubio bigote se mezcló con el pubis, rubio también y el detalle se me hizo increíblemente erótico. Descubrí una potente erección bajo mis pantalones y desabotoné mi bragueta dejando escapar mi pene, acariciándolo sin perder de vista el inusitado menage.

Móntalo – dijo Kevin dirigiéndose a su amado.

Estas seguro? – pregunto Justin y la amorosa mirada de Kevin le dio su mudo permiso.

El chico, moreno y esbelto se montó sobre el regazo del hombre. Sus nalgas eran perfectas lunas y al abrirse mostraron un moreno agujero poblado de suaves vellos negros. Tomó la verga y la acomodó en la posición correcta, bajando después lentamente. Contuve el aliento, seguramente al igual que el padre de Kevin, disfrutando con él la sensación de aquel joven y estrecho culo envolviendo su excitado miembro.

Lo sientes? – preguntó Kevin con ronca y suave voz – puedes imaginar ese placer viniendo de la persona amada?

No vi si el padre asentía o eran los movimientos propios de una mamada, pues aun tenía en su boca la verga de Kevin. Como sea, el instinto del sexo es poderoso, y el hombre comenzó a menear las caderas, saliendo al encuentro de aquella exquisita funda de carne que envolvía su pene. Justin tenía los ojos completamente abiertos, las manos crispadas sobre el abdomen peludo, en una mueca de dolor y total concentración.

Lo tiene tan grande – se quejó – y Kevin abandonó la boca de su padre y se dio la media vuelta para reconfortar a Justin.

Lo abrazó y lo besó, sin por eso interrumpir lo que sucedía mas abajo. Los besos se volvieron apasionados y Justin pareció sentirse mucho mejor. En aquella posición, las blancas nalgas de Kevin quedaban casi sobre el rostro de su padre, y por propia iniciativa comenzó a lamer la dorada raja que las dividía. Kevin se hizo un poco hacia atrás, acercándole el ojo del culo a su boca. La lengua apareció bajo el poblado bigote para lamer el apretado anillo de rosada carne. Kevin suspiró complacido y continuó besando a Justin.

Creo que ya esta cerca – informó el chico al sentir como se tensaba la verga en sus entrañas.

El padre, maniatado y sin libertad de movimientos tuvo que concentrar el placer en el movimiento contenido de sus caderas. El culo ajustado de Justin parecía exprimirle la sabia desde sus mismos huesos, y el rugido potente de su placer llenó la habitación en la culminación del orgasmo. Kevin se agachó y tomó el pene de Justin en la boca. Apenas fueron necesarias unas cuantas lamidas para que también explotara en la boca de su amado. Cayeron los dos desmadejados sobre el cuerpo del hombre.

Lo entiendes ahora? – preguntó Kevin a su padrastro.

Lo único que entiendo es que eres un enfermo – escupió éste, de nuevo en control de sus emociones.

Ahora sí lo mata, pensé. Pero Kevin sólo le sonrió y lo besó en los labios. El padre trató de apartarse, pero estaba imposibilitado para moverse. La lengua de Kevin entró en su boca y casi pude sentir la sensualidad de aquel beso.

Pues debes entender – dijo Kevin neciamente.

Desató las piernas de su padrastro sin dejar de mirarlo profundamente a los ojos.

Debes aprender – repitió mas para sí mismo que para el hombre.

Tomó las piernas y las dobló sobre el velludo pecho. Las nalgas del hombre quedaron entonces abiertas como una fruta, con el peludo ano totalmente expuesto.

No te atrevas – dijo el hombre al ver los rubios rizos desaparecer entre sus piernas.

La lengua de Kevin había alcanzado su objetivo, según pude apreciar en la rigidez del hombre y la mueca de consternación en su rostro.

Por favor, por favor – rogó con voz cada vez mas baja.

Kevin continuó implacable, lamiendo, probando, mojando con sus besos el masculino agujero. Las piernas del hombre temblaban ya sobre su pecho. Su respiración era agitada, y su pene se erguía nuevamente erecto, a pesar de haber tenido un orgasmo hacía pocos minutos. Kevin estaba satisfecho con los resultados, pero para Kevin las cosas nunca eran suficientes. Se acomodó entre las piernas dobladas, aproximándose al rostro de su padre.

Y ahora viene la ultima lección – le avisó.

La verga de Kevin llegó al borde del culo. El glande rosado presionó el obstáculo con determinada fuerza.

Por lo que más quieras..... – dijo el hombre.

Y la verga entró en su cuerpo.

Me vine en ese preciso instante. No pude evitarlo. Kevin empujó sin vacilación. El padrastro miró al techo, los dientes apretados, la recia mandíbula trabada, el culo traspasado por aquel aguijón de carne que no hacía sino empujar, empujar, para después retroceder, llevándose de paso el aire de sus pulmones, para volver poco después, una y otra vez, y nunca, nunca terminar.

El ritmo acelerado de los cuerpos. El padre respondiendo en el agitado vaivén de su cadera y Kevin resoplando en el acalorado encuentro. Parecían dos combatientes, atrayéndose y repeliéndose, sin atinar a saber cual de ellos saldría vencedor.

Salí tan silencioso como llegué. No había forma de justificar mi presencia en aquella casa y maneje de regreso con las imagines vivas de lo que había observado y una consecuente erección que no me abandonó en todo el trayecto.

No supe de Kevin por un par de semanas. Finalmente, como era su costumbre, apareció un día por mi casa.

Esperaba verte en la portada de un diario – le dije al abrir la puerta.

Y eso porqué? – preguntó después de darme un ligero beso y entrar como si nunca se hubiera ido.

Atrapado el maniático asesino de padrastros – me burlé recitando el titular imaginado.

Kevin se rió tanto que terminó tirado en la alfombra. Lo ayude a ponerse de pie y se prendió de mi cuello.

Creo que no soy mas que un estúpido exagerado – me confesó mirándome con los risueños ojos azules.

Porqué lo dices? – pregunté acomodándole un rebelde mechón dorado sobre la frente.

Kevin me soltó y m dio la espalda.

Hablé con mi padre – y dijo padre, no padrastro – y me entendió perfectamente.

En serio? – pregunté con sarcástica sorpresa.

Sí – continuó Kevin – y ahora no sólo acepta mi relación con Justin, sino que hasta nos estamos llevando muy bien.

Que tan bien? – pregunté de la forma mas inocente posible.

No tan bien como me llevo contigo – dijo sonriendo mientras me tomaba de la mano – pero vamos mejorando.

Me jaló hacia la recamara. Mi verga comenzó a ponerse dura. Así es Kevin.