Casi desnuda fui sometida por Patricia

Hay una chica en el gimnasio que me gusta mucho, cuando estoy cerca de ella en algún ejercicio me da como vergüenza. Esa chica se llama Patricia, y tiene veintiocho años, yo tengo dieciocho. Me entregué a ella, a su novio solo en parte.

Hay una chica en el gimnasio que me gusta mucho, cuando estoy cerca de ella en algún ejercicio me da como vergüenza. Esa chica se llama Patricia, y tiene veintiocho años. Tiene un cuerpo escultural, yo, aunque tengo buena figura, modelada en el gimnasio, no llegó a la escultura que es ella. Patricia es preciosa, tiene varios tatuajes en muslos y brazos que le quedan muy bien. Su pelo castaño es lo más. Me mira al pasar junto a ella y me dice siempre

-Pero qué mona eres rubita; sabes chiquita, ¡dan ganas de comerte!

Cuando me dice eso, yo me pongo roja de vergüenza y me río con una carcajada. Yo tengo dieciocho años, pero ya he vivido experiencias.

La vengo observando desde hace tiempo, fijándome en su forma de ser, en sus gustos, ¡la tía es más chula que un ocho!, no le ríe las gracias a nadie que no le haga gracia. No coincidía nunca con ella en los vestuarios, porque Patricia se va siempre antes que yo, pero el otro día yo también me fui antes. Al llegar a los vestuarios después de la ducha, me quité la toalla que me rodeaba para secarme bien, dejando mi bonito cuerpo desnudo ante la vista de Patricia y de otra chica que había, solo éramos tres. Patricia me dijo;

-Rubita, que pedazo de chochito tienes, se ve suave como un melocotón, te lo digo cariñosamente, no te molestes.

-Gracias Patricia, no me molesta, al contrario.

La otra chica que había en el vestuario era de la misma edad más o menos que Patricia, pero no tan agraciada en belleza como Patricia o como yo, ¡de pronto!, esa otra chica se va hacia Patricia, que estaba sentada en un banco de madera, se pone de rodillas delante de Patricia, se quita su propia toalla de la cintura, quedando desnuda. Con esa toalla comienza a secarle los pies a Patricia, entre los dedos, los muslos; después se pone de pie y se viste como si tal cosa.

Los tres siguientes días fui a las duchas a la misma hora, coincidiendo de nuevo con ellas en los vestuarios. La misma ceremonia cada día. Al cuarto día, la otra chica, al acercarse a Patricia, no se quitó la toalla ni se puso de rodillas, le dijo a Patricia;

-Tía, paso de ti y de tus cosas.

La chica se vistió y se fue. Yo estaba desnuda y excitada, como lo había estado cada día que había visto esa "ceremonia". Ni corta ni perezosa, y sin sentirme sumisa ni nada de eso; quise que Patricia creyera que yo lo era para tener una excusa para acercarme a ella más íntimamente. Con mi propia toalla en las manos me tiré de rodillas a los pies de Patricia, le cogí un pie y después el otro, secándoselos a conciencia. Después sequé sus muslos y, como no había nadie más en el vestuario, ¡sequé también su sexo! ¡Patricia dio un gemido al meter mis dedos en su fisura íntima!, me dijo;

-¡Pero Susi!, cómo es esto de secarme tu.

-Me apetecía, señora.

-Gracias Susi, pero no me llames señora que me haces mayor.

-Vale tía, jajaja.

Los tres siguientes días hice lo mismo, pero sin tocar su sexo, porque siempre había más chicas, que me miraban extrañadas sabiendo algunas de ellas lo dispuesta que era yo. Cuando me miraban mal, más excitada. Por suerte no Coincidí con Elisa (le estaba dando largas a un segundo encuentro con ella y con su chico).

Al cuarto día de secarle los pies, Patricia me dijo con la voz entrecortada;

-Chiquita, ¿cuántos años tienes?

-Dieciocho para diecinueve.

-Vale, eres un primor. Te invito cenar a mi casa, ¿quieres venir hoy?

-Encantada, sí.

-Susi, después te llevo a tu casa en mi coche.

Me fui del gimnasio con ella en su coche, yo llevaba la minifalda vaquera. Mis muslos relucían, Patricia me cogió la piel de uno de mis muslos y lo acarició, luego metió la mano debajo de mi falda vaquera y alzando el elástico de mis bragas me agarró el chochito, uuun como me gustó sentir su mano firme estrujando mi sexo. Sacó la mano y sin decir nada siguió conduciendo. Al llegar a su casa me dijo estando aún en el coche;

-Rubita, me gustaría que fueras mi sumisa, por lo menos unos días, me ha gustado como me secas en el vestuario, eres una buena pieza, ¿qué te parece probar?, si luego ves que no te va del todo, pues lo dejamos.

Me parecía una tontería, como me parecía todo lo de ese tema antes de ese día, pero quería seguir con mi "representación", porque me excitaba, aunque no tanto como para sentirlo a tope. También me había marcado el objetivo de que Patricia, estuviera loquita por mí, algo así como que dejándome dominar, fuera yo la que dominara siendo muy deseada. Con estas le contesté;

-Me parece estupendo, lo estoy deseando Patricia

-Pero no puedes decir que no a nada, ¿vale?

-Vale, pero no te pases Patricia.

-Tranquila, te gustará ser mi perrita rubia.

Al llegar a su casa mandé la ubicación a mi madre, sin más detalles, como me tiene dicho, por si acaso. Nos pusimos a hacer la cena las dos, la cocina era estupenda y el frigorífico tenía de todo. Mientras hacíamos la cena me dijo Patricia;

-Susi, me gustaría que te quitaras ahora mismo la minifalda vaquera y las braguitas, dejándote solo la blusa y el sostén. Y que estuvieras así hasta que te lleve luego a tu casa.

-¿Tú también te quitaras los pantalones y tus bragas?, Patricia.

  • No Susi, solo tú. Quiero que te sientas desnuda

No dije nada, solo la obedecí. Me quité la falda y las bragas y las puse sobre el microondas. Mientras seguíamos haciendo la cena mi culo y mi chochito se paseaban desnudos por la cocina. Mi sexo aún conservaba los labios íntimos dentro, los tengo siempre escondidos hasta que se me excita mucho el cochin y salen henchidos como crestas de pollo. Mi sexo desnudo y rasurado era bonito así, como una hucha con la fisura hacia adentro. Que excitada me fui poniendo semidesnuda por la cocina guisando. Luego cenamos muy bien las dos muy juntas. Después de la cena Patricia me pidió que fregara los platos. Lo limpié todo y fregué el suelo y todo lo hice como ella había dicho, sin ropa en la parte inferior de mi cuerpecito.

Nos pusimos a ver una película, muy juntas, yo seguía semidesnuda, me sentía vulgar y excitada. Patricia me cogió la cabeza agarrando mi melena rubia cortita y me besó la boca. ¡Cuánta intensidad!, me comía los labios, me lamió la cara y me mordió la nariz. Después le desbroché la blusa, le saqué las tetas del sujetador y le chupé los pezones, ¡se le pusieron de punta!, grandes. Patricia fue a por agua a la cocina, al volver me dijo mostrándome uno de los platos que yo había fregado;

-Susi, chica; ¿tú crees que esta es forma de fregar los platos?

Se veía una mancha de la yema del huevo frito. Le dije;

-Uy, se me habrá pasado, Patricia.

-Ya Susi, pero como hemos quedado en que serias mi sumisa, ¡como mínimo!, tenías que haberlos fregado bien.

-Lo siento mucho Patricia.

-Vale, te perdonare esta vez y no seré severa y solo te azotaré ese pedazo de culazo tan bonito que tienes un poquito, con una de mis zapatillas de paño, agárrate al brazo del sofá y clava las rodillas en el suelo, zorrita.

Por mi cabecita loca revoloteó la idea de ponerme la minifalda y salir por piernas, ¡pero!, al mirar hacia abajo sintiéndome humillada y ver sus zapatillas azules de paño gastadas, y ver el tejido de estas desecho por la parte de los talones. Los labios de adentro de mi suave chochito comenzaron a desplegarse hacia afuera, dilatados, por la excitación tan grande que me produjo la idea de ponerme en pompa y esperar a sentir como, el paño gastado de sus zapatillas, se estrellaba sobre mis redondas y bonitas nalgas. Sintiéndome así, me agarré al filo de la mesa, bastante baja, alcé mi culazo rosado, con mis muslos rectos, sin doblar las rodillas y apoyé mi cabeza sobre el cristal de la mesa esperando recibir la zapatilla vieja en mi culo.

Patricia se agachó, se quitó la zapatilla del pie derecho dejando su pie sobre el suelo. Puso la zapatilla al alcance de mi vista, agarrada por la puntera, diciéndome a la vez;

-Que buena estas y que buena pieza estás hecha, te voy a poner el culo como una pandereta.

Alzó su mano y descargó su zapatilla sobre mis nalgas, que rebotaron en el aire frío de la habitación, ¡joder como me dio la muy zorra!, todavía me duele al recordarlo. No contenta con un zapatillazo fuerte, alzó su mano y me siguió dando en los dos cachetes con la zapatilla, pero muchísimo más despacio. Los hilos sueltos del paño de la zapatilla, en algunos de los golpes, rozaban mi ano, uffff, estaba excitada como una perrita. Una gota de mi fluido vaginal bajó por mi muslo cuando me corrí. Satisfecha de sí misma, la escultural y tatuada Patricia me dijo en voz alta;

-Zorrita, ¡alza el culo y toca el suelo con la cabeza, que te voy a comer ese pastelito que tienes con la lengüecita asomándote desde detrás!, ¡¡venga!!

Excitada tras mi orgasmo, humillada y confusa la obedecí.

Me dio pasadas con su gran lengua por mi ano, mi ojete sin estrenar se abría y cerraba, dijo la muy perra;

-Eres un volcán chica, hasta el culito lo tienes rosado.

Siguió chupándome el culo, luego bajó su lengua y la metió entera entre mis labios menores, la movía muy despacio sin sacarla. Sentía yo como mi clítoris se había puesto duro como un pistacho. Me chupaba y sorbía mis rosados pliegues íntimos, me atrapaba mi chochito entero, me mordía los labios externos, me besaba el pubis rasurado, uuuuffff. Bajó Patricia su lengua desde atrás, hasta dar con mi pistacho, jajaj, me reía mientras me lo chupaba y me hacía correrme otra vez.

-¡Ponte de pie Susi!

Estando yo de pie vi cómo se desnudaba Patricia de cuerpo entero, un cuerpo fuerte, bello y escultural. Patricia tenía el chocho afeitado, pero se había dejado un cuadradito sin afeitar del tamaño de un cubito de hielo, ¡que mono le quedaba! Ella se subió sobre el cristal de la mesa, se tumbó, pero flexiono las piernas, dejando su chocho justo en el filo de cristal de la mesa.

-Cómemelo Susi, anda chica.

Qué coño más grande, que labios mayores más alargados. Empecé a darle besos en su sexo, solo besos, muchos más besos, sus labios íntimos se retorcían y estiraban como la piel de un berberecho vivo. Le sorbí esos pliegues generosos y jugué con ellos entre mis blancos dientes, sin apretar. Dijo Patricia;

-Joder, putita, joder, UuUuUuUunnnnnnnnnnn.

Después un chorro inmenso salió de su coño, me regó la cara, me llenó la boca y me manchó la blusa. Estaba empapada de ella, era el segundo coño que me comía y cada vez lo estaba haciendo mejor, mucho mejor. Me daba cosa ver como seguía manando flujo del sexo de Patricia, era demasiado; pero me gustaba ver lo que había provocado yo en ella. Me quité la blusa y el sujetador, me apetecía ser un poco guarrilla. Le restregué las tetitas por su sexo empapado. Mis pezones no muy grandes y rosados se pusieron duros como quicos de maíz. Mis pechitos estaban peguntosos, se pegaban el uno al otro al moverme. Patricia se incorporó y empezó a comerme las tetas, me las chupó un rato. Me mordió mis pezones, uffffffff, que bien lo hacía, mi “Ama”, jajaj.

Se escuchó abrirse la puerta, me tapé el sexo con las manos y mirando hacia la puerta de la habitación, pude ver un hombre de más de treinta años muy musculoso entrar diciendo;

-Joder cari, ¡que tienes aquí montado con esta preciosidad!, chica perdona mi entrada, ¿qué edad tienes?

-Dieciocho para diecinueve años, señor.

El hombre sin dejar de mirar mis tetitas me dijo;

-Joder chica, eres preciosa.

Patricia me miraba como si yo le debiera dinero, con una mirada muy intensa, después me dijo;

-Susi, sumisa, ponte de rodillas en el suelo, que quiero que mi novio te folle desde atrás, si tú lo ves bien y no te importa, ricura.

La obedecí, me puse de rodillas y alcé mucho el culo, mi chochito estaba empapado. Me excitaba aquel hombre fornido. En pompa como estaba, torcí mi cabeza hacia atrás y pude ver cómo aquel hombre se bajaba la cremallera de su pantalón y sacaba una polla muy dura, muy delgada y muy larga.

El tipo se acercó junto a mí, al estar él de pie y yo en pompa de rodillas, su polla estaba tiesa cerca de mi cara. No creía que Patricia pudiera pedirme que dejara que su novio me follara, pero, mientras pensaba en eso; le cogí su polla alargada y abriendo mi boquita le chupé el glande como si fuera un caramelo con palo. Después y, siguiendo yo de rodillas y el de pie, me tragué su pollita entera. Me llegaba a la garganta sin hacerme daño, por ser una polla delgada. No me daba ningún asco, la tenía limpia el hombre. Me la sacó de la boca y se situó detrás de mi culazo rosado. Volví a torcer el cuello hacia atrás y lo vi a punto de follarme y  de pronto me sentí mal conmigo misma, él lo tuvo que verlo en mi cara porque me dijo;

-Chiquita, si no te apetece que te folle dímelo, me llamo Fernando.

En la misma postura que yo estaba, con mi culo en pompa y mi cuello torcido hacia atrás, le dije a él;

-Yo me llamo Susi, encantada, la verdad es que no quiero que me folles.

Me puse de pie, me puse mi sujetador, mi blusa manchada con el flujo del coño de Patricia. Fui a la cocina y cogí mis braguitas y mi minifalda de encima del microondas y me las puse. Llegué junto a ellos, me puse mi abrigo de paño y les dije a los dos;

-Perdonad pero no me sentiría bien dejando que me lo hiciera un desconocido así de pronto, Fernando, sin conocerte, con la mamada yo creo que vas bien servido. Patricia, por favor, llévame a mi casa.

Ella algo avergonzada me dijo;

-Perdona si me ha pasado Susi, ¿me he pasado?

-Tres pueblos. –dije segura de mi misma.

No dije nada más, sólo la esperé junto a la puerta. Patricia cogió su coche y me llevó hasta mi casa. No hablamos en todo el camino, pero ya cerca de mi casa me preguntó Patricia;

-Chiquita, perdóname, es que tenía un subidón de deseo. ¿Ya no quieres ser mi sumisa?

-Sí, bueno, me lo pensaré, pero si te digo que sí, cuando me lo piense, solo quiero que sea contigo, no quiero que me "traspases" a otra persona. Me he sentido mal.

-Perdona Susi.

Me besó en la boca, me mordió un poco el labio superior y me dijo;

-Susana, ¡me tienes loquita por ti!

Hace unos días de esta mi primera entrega sumisa; creo que repetiré, porque me ha gustado, pero no estoy segura si será con Patricia. Pero lo que sí que siempre recordaré de esta mi primera sumisión, es el roce de las hebras de tela sueltas de la zapatilla de paño de Patricia rozando la rosada y tensa piel de mi ano.

Besos de Susi.