Cascadas de fuego - Capítulo I - Sueño
Claudia se siente atraída por Raúl, un compañero de trabajo con el que aprenderá nuevas sensaciones.
La noche era oscura y la lluvia golpeaba suavemente los cristales de las ventanas. El dormitorio de Claudia está levemente iluminado por una lámpara de luz ambiental anaranjada, y en la cama mullida se ven dos cuerpos desnudos agarrándose como si les fueran a separar.
El cuerpo musculoso de Raúl cubre por completo el cuerpo de Claudia, con una mano le coge el muslo de la pierna derecha y con la otra le agarra detrá de la cabeza mientras la besa a la par de sus embestidas.
Claudia intenta no gritar pero las embestidas de Raúl hacen que se le escapen los gemidos, son tales las embestidas que ella le clava sus uñas en espalda y gluteos y siente cómo su cuerpo entero se tensa mientras gime sin parar. Ella siente el enorme falo de Raúl cómo le penetra, siente como si la estuvieran dilatando, nota cómo ese mastil placentero se retira hasta el principio de su vagina y, justo antes de terminar de salir, de un golpe seco la embiste pausándose al final de la embestida para ejercerle presión. Es tal el placer que ella empieza a perder el control de sí misma, cada vez gime con más y más fuerza mientras él, animado por sus gemidos y cada vez más frecuentes delirios de placer, se anima a embestirla más y más fuerte agarrándola con sus vigorosas manos para que no se le escape su muñequita pecosa y de anchas caderas.
Claudia no sabe si ha pasado un minuto o una hora, está en blanco, sólo la controlan sus impulsos sexuales, no es capaz ni de pronunciar el nombre de un macho dominante, nota cómo los pezones se le empiezan a erguir y cómo se le pone la piel de gallina... "me voy a ir", piensa Claudia, mientras gime y clava sus uñas cada vez con más fuerza... "¡¡¡me voy!!!, ¡¡¡me voy!!!, ¡¡¡me voy!!!, ¡¡¡me voy!!!..."
Suena el despertador y Claudia se despierta, son las seis de la mañana y tiene que ir a trabajar... "¡Mierda!¡Justo cuando me iba a ir!". Claudia se siente frustrada, el sueño parecia real, estaba con la piel húmeda y sus partes íntimas habían empapado su ropa interior, quería desahogarse pero no le daba tiempo, por lo que se vistió con prisa y cogió el metro para ir al trabajo.
Mientras iba en el metro Claudia no paraba de pensar en el sueño, en lo real que parecía y se preguntaba por qué soñaba con Raúl, un compañero suyo de trabajo... "Tengo que salir, necesto conocer a alguien y desahogarme, llevo ya más de un año sin tener relaciones con ningún hombre y este sueño tiene que ser una señal", pensaba Claudia.
Llegó a su parada y salío del metro en dirección al rascacielos donde estaban las oficinas en las que Claudia trabajaba, fue a coger el ascensor y allí estaba también esperando Raúl con el que se saludó con una sonrisa y un ¿qué tal? como era de costumbre entre ellos.
En el ascensor estaban los dos solos y ella sentía cómo empezaba otra vez a lubricar y notaba cómo se empezaba a poner colorada, Raúl la miraba con su habitual sonrisa sin entender porqué Claudia estaba adoptando una pose tímida mientras se le ruborizaban las mejillas.
La jornada transcurrió con normalidad, pero Claudia no podía evitar sonreir y ponerse roja cada vez que Raúl la miraba... y Raúl se dio cuenta, pero no quiso cambiar su actitud usual con Claudia.
Fin de la jornada, Claudia lleva todo el día deseando llegar a casa para desahogarse por el calenton tan enorme que tenía y por fin llegó a su casa, se desnudó mientras iba a la ducha y en la ducha empezó a tocarse mientras pensaba en el sueño. Con sus finos dedos presionaba su clítoris y lo movía para autocomplacerse pero no conseguia llegar a su ansiado orgasmo, estaba tan sumamente excitada que lejos de llegar con rapidez al climax se frustraba pero aún así ella insistía ya que el placer que sentía era enorme, ya llegaría al orgasmo... seguía moviendo sus dedos contra su clítoris y empezó a moverlos hacia dentro de su vagina, la sentía enormemente dilatada y lubricada... se introdujo un dedo y tras varias entradas volvió a su clítoris... se volvió a introducir el dedo pero veía que era tal la dilatación que tenía que se metió un segundo dedo y siguió gozando... un tercer dedo, sentía que ya estaba a punto, y mientras con los tres dedos de una mano se presionaba el cuello uterino por dentro con la otra se tocaba el clítoris hasta que por fin consiguió llegar a su ansiado orgasmo...
Ya un poco más relajada, terminó de ducharse y siguió con su rutina habitual, eso sí, con Raúl en su cabeza.