Casado y a la caza

Un chico enamoradizo, un "papi" de mirada triste, cosas perdidas y encontradas y camas calientes.

Había empezado una dieta. Necesitaba bajar unos cinco kilogramos para sentirme conforme con mi cuerpo. Una larga relación sentimental había concluído y me había dejado con un residuo de deudas en la tarjeta de crédito, (nada menos que en la que me había extendido mi padre), pero también soledad y exceso de peso. Pero claro que no estaba gordo, apenas fuera de línea: tenía algunos rollitos y eso me hacía extrañamente atractivo para algunos, menos para mí Iniciaría un régimen de comidas pobre en grasas y en hidratos de carbono. Nada de azúcares ni de sodio. Mucha verdura, algo de fruta y semillas.

Ese lunes, todas las dietas se empiezan en lunes, advertí que mi heladera estaba vacía, y decidí ir a un hipermercado cercano por víveres.

En ese hipermercado siempre encontraba hombres comprando. Ancianos, hombres mayores, maridos de mediana edad, en plan de compras con sus mujeres ligeramente mandonas, hombres jóvenes sólos o en pares. Algunos de ellos eran unos papitos, muy divinos, de esos que te hacen agua la boca.

En el sector de verduras, se me cruzó un perfume de la clase que me hacía recordar momentos de sexo y desnudez. Olor a hombre atractivo, perfumado con una colonia famosa y cara, que dejaba una estela a su paso y que a mi me ponía flojito de deseo.

Cuando ví al portador de esa fragancia seductora, me di cuenta que estaba acompañado por un hijo de unos seis años, caprichoso e hiperactivo que no lo dejaba comprar tranquilo. El papito tendría unos 40 años, era de cabello negro bien peinado, con algún gel que le daba brillo, ojos negros, delgado, 1,75 de estatura, peludito, algo bronceado por el sol, con apenas una sombra de barba y bigotes, nariz fina, ropa de buena calidad. Sin alianza a la vista y una sombra blanca en el anular de su mano izquierda. Le saqué la radiografía. A mis 22 añitos, estos hombres tan machitos, tan irreprochablemente heteros, tan papitos, eran el objeto de mi deseo: la inspiración para mis pajas, el motivo de mi inquietud en mi trabajo. Mi perdición. En su presencia me volvía tonto (más de lo que lo soy a diario), y hacia torpezas, decía lo indebido, tartamudeaba. Es como si toda la atracción que ejercieran sobre mi, me vaciara la capacidad de pensar, paralizara mis neuronas, el poder de decisión y hasta el sentido común. Este hombre del hipermercado, era tan machito que me lo imaginaba de niño scout con su uniforme, respondiendo a alguna pregunta con un "siempre listo", preparando pequeñas hogueras, armando carpas para dormir o practicando futbol o rugby con sus amigos tan machos como el, o bebiendo cerveza con sus pares los viernes a la noche o preparando asados a la parrilla los domingos. . Sus brazos eran muy musculosos, y hacían fuerza contra las mangas cortas de su camisa suavemente estampada. Cuando en un momento muy breve se sonrió por algún comentario de su hijo, observé que sus dientes eran blancos y parejos y su sonrisa una maravilla de ternura.. Pero esa sonrisa se heló en sus labios, y cuando lo miré de nuevo me pareció que estaba triste. Lo vi tomar una lata de café con sus manos de dedos finos, bronceados por el sol y algo velludos. Agarrame a mi papito pensé. Sentía unas ondas inexplicables. Quedé como paralizado por un instante.

En un momento nuestras miradas se cruzaron, y fue tal la intensidad de la suya que desvié la mía. .Si, efectivamente tenía una mirada triste. Claro que yo era el que estaba haciendo un gran papelón. Casi no avanzaba con mis compras por mirarlo a cada momento, por seguir sus pasos erráticos por las góndolas, ya no podía casi disimular la erección en mis pantalones de tela de jean, y hasta sentía mojado de deseo mi slip. . Me sentí muy idiota y decidí dar por finalizada mi expedición de compras.

Cuando pasaba por el sector de carnes, vi al hijo de aquel señor, abriendo y cerrando puertas de las enormes cámaras de frío, en un sector vedado al público. Nadie lo controlaba y el chico correteaba, subía y bajaba por las plataformas separadas del salón comercial por unas cortinas de nylon transparente. Me encogí de hombros y seguí mi camino.

Me puse en la fila de las cajas para pagar y retirarme. El hombre de mis sueños no estaba a la vista por lo que me dispuse a terminar con esa condena de sentirme atraído por alguien imposible., en el lugar y momento menos adecuado.

En un momento, el altoparlante comenzó a llamar el nombre de un niño extraviado: Axel, tu papá te espera en el Sector Informes. El llamamiento se repitió varias veces y parece que nadie sabía dar cuenta del chico. En ese momento volví a ver al hombre que me había puesto tan cachondo esa mañana y por su cara desencajada, por sus movimientos nerviosos, me di cuenta que el chico perdido era su hijo. Me miró sin decir nada.

Ahí recordé la travesura del niño en la zona de las cámaras frigoríficas y dirigiéndome al lugar , vi al chico tratando de entrar en una de las cámaras.

Lo saqué medio a la fuerza, el chico gritaba y pataleaba como un marrano si los marranos gritaran y patalearan, y a los gritos reclamaba su jueguito electrónico que habia dejado en la heladera. Recogimos el jueguito electrónico, y lo llevé a Informes, y así la criatura pudo reencontrarse con su padre. El chico lloraba, la gente se había amontonado Y yo trataba de huir del lugar de los hechos No me interesaba ser un héroe , no lo era..

Salí como pude del hipermercado, y comencé el recorrido de pocas cuadras hacia mi casa. A metros de llegar, me alcanzó el señor aquel, en su auto. Me llamó, bajó las ventanilla del vehículo y cuando me acerqué con el corazón en la boca, me dijo, Gracias., mientras el niño me mostraba su jueguito con la mano izquierda.

El padre tenía una voz de barítono que acariciaba. - Soy Rubén Mazzeo, el gerente del Banco de la esquina, me dijo mientras me daba la mano.. - Yo Benjamín, no soy gerente de nada - le dije y largué una carcajada nerviosa.mientras estrechaba su mano y recibía su calor.

Me dió su tarjeta comercial, pidió que lo llamara si necesitaba algo, frase que suele decirse por pura formalidad pero que en el fondo no se siente. Agradecí y seguí mi camino.

Al llegar a mi casa, no podía olvidarme de ese hombre. Me parecía que estaba en algún rincón oscuro de mi cuarto, hablándome en voz baja, susurrando mi nombre, mirándome con esos ojos oscuros y profundos, con esa mirada dolida y triste, entregándome una y mil veces su tarjeta comercial, apretando mi mano en la despedida.

La verga se me endurecía con solo pensarlo. Estaba muy caliente. Necesitado. La carne me pedía otra carne y no la tenía. No lo dudé. Me fui a la ducha y me mastrurbé para aliviar la tensión. Y el eco de mi voz lo llamaba: Rubén, papi, dónde estás. . Lo necesitaba de tal modo que mi voz se hacía un sollozo. En mis manos mi pija era la suya, mi culo era su culo, el jabón cubría mis brazos y los suyos. Mi leche en profusos chorros sobre la cerámica era su leche Me sentí debil después de acabar y casi arrastrándome me tiré en la cama y me puse a llorar desconsolado. Me sentía tan estúpido, tan sólo, tan rechazado por el mundo

Mi amiga Viviana, era mi confidente y consejera. Cuando le conté la historia me dijo desde sus anteojos grandes y ultramodernos: el tipo debe ser divorciado, de divorcio reciente, de ahí la marca blanca en su anular izquierdo y debe estar elaborando el duelo de su separación. Posiblemente la ex mujer es medio bruja y lo hostiga con juicios. Le retacea al hijo. Lo hace sentir miserable. El hombre anda con la cabeza en cualquier parte y hasta se le pierde el chico en el hiper. Andá al Banco, pedí verlo e invitalo a tomar un helado Mi amiga dice muchas tonterias al dia, pero igual la quiero.

Pasaron los días de aquel largo verano, retomé las clases en la Facu, conseguí adelgazar tres de los cinco kilogramos que me había propuesto y comencé a ir a un gimnasio, lo que no me daba demasiada alegría, ante la vista de tantos hombres atractivos y definitivamente heterosexuales. Tanta testoterona suelta. Tantos físicos exhibidos sin pudor en su espléndida desnudez. Tantas pijas….

Los sábados muy temprano, ibamos con mi amiga a caminar , por lo menos una hora, a paso vivo. Elegiamos siempre el mismo parque, por su bella arboleda, y sus caminos que serpenteaban las barrancas del río. Aquel día Viviana necesitó recurrir a los servicios para hacer sus necesidades (es de vejiga ligera dice ella) y por un momento la esperé sentado en un banco de cemento blanco de la plaza. Un bello ejemplar de Siberian Husky, esos perros tan finos de ojos celestes, pasó corriendo con la correa suelta. Daba la impresión de haberse soltado de su dueño, y mi vieja profesión de paseador profesional de perros, me ayudó para detenerlo y tomarlo de su correa mientras lo hacía detener. Me quedé acariciando y jugando un rato con el perro mientras regresaba mi amiga y fue cuando Rubén Mazzeo el papito del hipermercado, el padre del niño extraviado, cruzó mi banco del cesped con cara de preocupado. Me vió y dijo:

Lo encontraste. Que suerte. Pensé que se me había extraviado. Mr Lawrence agradecele a este chico que no te haya pasado nada- dijo todo seguido, primero dirigiéndose a mi y luego a su bello perro de raza.

Es un buen chico. dije yo refiriéndome al can, acariciando la cabeza del animal y mirándo a su dueño de arriba abajo, advirtiendo su bello físico enfundado en un equipo de gimnasia de una marca francesa.

Si es manso pero escurridizo, siempre se me pierde. Cuando lo dijo sentí su mirada triste sobre mi cara, esos ojos oscuros que decían tantas cosas detrás de sus suaves arrugas: cosas que yo no alcanzaba a entender..

Pero lo encontré. No pasó nada. Acá esta con su dueño- dije yo venciendo mi timidez frente a ese hombre que me cautivaba.

Siempre encontras mis cosas, Bernardo - dijo

Benjamín no Bernardo. Me llamo Benjamín.. Mi voz sonó extrañamente enojada. El me diria después que tremendamente joven. Nos miramos y yo le entregué a su perro y ya me iba cuando el me dijo:

Te invito a tomar algo, un café, una gaseosa, algo.- dijo al fin Me quedé mirando esos ojos y comencé a temblar de deseo, de miedo, de necesidad. Ahora lo había encontrado a él y quizás no me daba cuenta. El regreso de Viviana puso una tregüa a mi desazón, o mejor a mi sorpresa e indecisión y confusión e iba a despedirme, cuando vi que mi amiga se hizo la que no me había visto y cambió su rumbo en sentido contrario al nuestro.

Vivía en un departamento con balcón que daba al parque. Bastaba cruzar la calle para encontrarse con la puerta de su edificio elegante. No me costó entrar con el a su casa. No me importó que pudiera pasar. Estaba excitado, confundido, con esa ansiedad del que sabe que algo importante puede pasar. En el ascensor había muchos espejos y poca luz y en el largo trayecto hasta el piso 23, nos miramos, desviamos la mirada, nos volvimos a mirar sin cruzar palabra , contuvimos los movimientos de Mr Lawrence, con suaves tirones a su correa, y en un momento sin importarnos nada, nos besamos.

¿Cómo sabría la boca del hombre que uno ha deseado noches enteras?.. ¿A qué gusto afrodisíaco y rotundo sabrían sus besos?….¿ Qué se siente cuando se besa por primera vez a un amor definitivo? . Fueron varios besos largos y dulces. No quería abrir los ojos para no despertar de este sueño. Para no llegar a ese piso alto. Yo estaba ya en el cielo. Sus dientes mordían mis labios y yo me dejaba morder hasta sangrar.

En la puerta del departamento, mientras soltaba al perro para que correteara por su casa, tomó mi mano y me hizo pasar. Por el ventanal se veía el parque con sus árboles añosos. Un aroma a tierra mojada preanunciaba la lluvia , y volaban las cortinas desde el fondo del salón.

Preparó un té, una infusión dulzona de duranos y flor de la pasión, y estrechándome la mano me dijo:

Soy Ruben Aquiles Mazzeo

Gerente del Banco de la esquina, ya sé – contesté, mientras sus ojos se iluminaban con aquella sonrisa tierna que le había visto regalar a su hijo. Así que Aquiles pensé y me pregunté cual sería tu talón, su debilidad.

Divorciado, un hijo, 43 años mal vividos, agregó y sus ojos se llenaron de sombras.

Benjamín Marcelo Shusterman, 22 años, soltero, estudiante de medicina, único hijo de un matrimonio que no sobrevivíó al paso del tiempo. Paseador de perros profesional, animador de fiestas infantiles, jugador federado de ajedrez, circunciso, agnóstico, gay. .

Nos habíamos confesado. El papi y el hijito. El hombre mayor, y el joven que no podía dejar de mirarlo y que pese a toda su timidez, se atrevió a dar el primer paso y abrazarlo allí sobre esa alfombra persa , bajo una araña enorme de muchos caireles y entre cuadros de marcos solemnes y dorados.

Y el abrazo me pareció tan justo, tan oportuno, tan necesario. Apoyé mi cabeza en su pecho y pude escuchar los latidos de su corazón batiente, y sentir como besaba mi cabeza y acariciaba mi pelo. Mis manos recorrieron sus espaldas anchas, su trasero firme, sus piernas y su verga alzada. Y el levantando mi cabeza me miró a los ojos, y en sus ojos por un instante ya no vi esa nube de tristeza sino una luz de esperanza. O eso me pareció.

Dió de comer al perro en un plato rojo, y yo alcancé el agua. Camino de su dormitorio, me abrazó por los hombros. Y yo me dejé llevar. Sin que el dijera nada, tiré mis zapatos contra la puerta que el habia cerrado un momento antes, y comencé a desnudarme, tratando de regalarle mi desnudez en una mañana de principios del otoño. Alabó mi piel, mi culo, la musculatura de mis piernas, lo cuidado de mis pies, la potencia de mi pija erguida, y sin decir nada comenzó a desnudarse mientras yo me tiraba en la cama, boca arriba contemplando su cuerpo adulto y bien cuidado.

Primero fue su buzo azul que cayó sobre una silla. Luego una remera de algodón blanco que llevaba por debajo, y demorándose para generar suspenso, comenzó a sacarse sus zapatillas, sus medias cortas, su reloj, sus anteojos de sol, sus pantalones y por fin su pequeño suspensor blanco para revelárseme en su espléndida belleza varonil.

Ay papito.

Su pecho estaba cubierto de un suave bello, sus pezones erguidos eran rojos como una fruta del bosque, su vientre plano era cruzado por una línea fina de pelo que terminaba en su pubis, de oscura pelambre , y de esa profusión de vello emergía su verga enorme, descabezada y dura, con los huevos colgantes que exhibió a mis ojos azorados , sin pudor. Luego levantóo algo del suelo y quizás inconcientemente lo hizo para exhibirme su culo , su culo cubierto de pelitos , redondo y moreno del que se desprendia por delante, suavemente aquella pija enorme y esos maravillosos huevos .

Nos abrazamos y besamos y no hubo más preguntas ni presentaciones. Y chupé aquella verga, despacito, con adoración, festejando su belleza y poderío, su fuerza, grosor y dureza. Y con cada gemido que salía de su boca, yo me sentía mas estimulado, a mamar, a sorber, a besar , lamer, acariciar, a apretar con mis labios mi lengua y mis manos temblorosas, el portento de su masculinidad. La cabeza y el tronco grueso de su pija. El se deshacía ante mi acoso, y me entregaba toda su verga, dejándome hacer como si fuera mi juguete carnal, mi jueguito de inmumerables texturas. Su pija tenía el sabor del mar y del viento y de mis deseos no realizados. Su pija era el, una tibieza fuerte, potente, resuelta. Era mi sueño cumplido y en sus huevos se guardaba el néctar que era sólo para mí. Mi pobre verga estaba cada vez mas dura y grande.

Sin mediar palabras, se puso un condón lubricado y me penetró de una vez, como quien derriba un muro, sin atenuantes. Y con su gorda pija dentro de mi culo, con su cuerpo extendido pesadamente sobre el mío, con sus manos entrelazadas en las mías, sus pies tibios calentando los míos y sus huevos gordos llenos de leche golpeando en mi agujero goloso, me sentí extañamente cazado, prisionero de algo muy hermoso y al mismo tiempo extrañamente libre. Sabía que era el comienzo de algo anhelado y que estando tan perdidos los dos, nos habíamos encontrado por fín. Levanté mi culo, y lo entregué a su pija, una y otra vez, mientras el gritaba mi nombre , y yo cubierto por el sudor, respirándo pesadamente , acababa sobre las sábanas toda la leche de mi soledad.

galansoy

Un relato caliente dedicado a Andy, que me pidió que escribiera una historia de amor para siempre, y para tantos lectores, que aunque no lo confiesen sueñan con encontrar un gran amor , como también lo sueño yo Abrazos .g.