Casado por una apuesta

Soy un gilipollas que a veces me paso apostando, pero siempre pago.

Soy, ¿por qué no decirlo?, alto, guapo, soltero, rico y gilipollas del culo.

Todo empezó con un Real Madrid – Barça.  Yo siempre he sido muy merengue y fanfarroneando con un amigo hice una apuesta que cambiaría mi vida.

-       mañana arrasamos, no salís vivos del Bernabéu – dije yo basándome en la superioridad que había demostrado el Madrid durante todo el año.

-       Os metemos cinco -  me dijo el tío sin dejar de sonreir.

-       ¿Con la mierda de campaña que estáis haciendo?¿cinco al Madrid en el Bernabéu?  Ni en sueños - dije.

-       Te apuesto lo que sea.

-       Ok, si no nos metéis cinco me invitas a cenar – dije.

-       ¿Si os los metemos?

-       ¿Si nos los metéis?... me caso con quien tu digas.

-       Pero tendrás que permanecer casado al menos tres meses.

-       Lo que tu quieras, tres meses o dos años, porque no va a pasar.

Y pasó.  Ese sábado en mi casa vi como uno tras otro el Real Madrid de mi corazón iba encajando cinco goles como cinco soles, que pudieron ser más sino llega a ser por Keylor Navas que salvo una mayor desastrosa derrota.

No había puesto el arbitro el silbato en su boca para pitar el final cuando Alfredo, mi amigo, me mandó un SMS diciendo – mañana a las 9 en tu portal.  Te toca pagar tu apuesta.

Y efectivamente.  A las 9 de la mañana estaba Alfredo como un clavo esperándome en la entrada de mi casa.  No sabía a donde me llevaba y me quedé de piedra cuando me llevó a una agencia matrimonial.

-       creí que estas habían desaparecido con internet – dije en el portal.

-       Bueno, según leí ayer por internet, en realidad solo quedan para casos como el tuyo.  Bueno, casos de gente que se quiere casar ya.

-       ¿cómo que ya?

-       Si, que la semana que viene tienen que estar casados.

-       ¿pero, tu no me vas a hacer eso?

-       ¿Yo?

-       Si, tu.

-       No, te lo vas a hacer tu solo.

-       No me jodas.

-       Te jodo.

Y entramos en una vetusta oficina donde un vetusto señor me hizo sentar.

Tardé tres horas en rellenar papeles, cuestionarios y hacerme unas fotografías.  Me dijeron que en 24 horas me darían el perfil de tres candidatas.  Ellas recibirían mi perfil y si nos interesábamos nos daría los teléfonos para que concretásemos una cita de la que debía de salir la fecha de la boda.

Al día siguiente me llegaron por mensajero tres carpetas con tres perfiles:

Teresa, maestra de escuela, 54 años.  Descartada.

Isabel, funcionaria, 4 gatos, 43 años.  Descartada.

María, ex monja, 36 años, recién abandonados los votos.  Sin ninguna gana marqué la casilla de “me interesa”.  Alfredo sonreía a mi lado, el hijo de puta la había elegido por mi, por lo menos no eligió la de los gatos.

24 después de elegir a María me llegaban la noticia de Cupido, la agencia matrimonial, que María también tenía interés en conocerme.  En realidad las tres mozas tuvieron interés, pero como decía el interés debía de ser mutuo.

María era de Vitigudino, provincia de Salamanca, un pueblo que no destacaba en el mapa nada salvo por ser originario de él el Viti, un torero del que a penas he oído hablar, seguramente por que a mi los toros… pues eso.

En fin, por la foto la tía estaba bien en la foto.  No sabía bien en el lio en el que me estaba metiendo.  Ni siquiera sabía como decírselo a Lourdes, mi follaamiga más continuada y casi novia.

Conduje los 282 kilómetros que separaban Madrid del pueblo sin dar crédito a lo que estaba haciendo.  Habíamos quedado en un sitio llamado Junco, al lado de la iglesia.  Por lo visto era el centro del pueblo.  Aparque mi 4x4 sin problemas, según me bajé del coche sentí como que todas las miradas me penetraban el cogote.  El pueblo era realmente un pueblo, 2000 personas vivían allí por lo visto.

Entré un poco cagado al bar.  Pasó como pasa en las películas cuando el malo entra en el Saloon del Oeste.  Todo el mundo dejó de hablar y me miró de arriba a abajo.  Ella estaba sentada en una esquina con cara de no haber roto nunca un plato.

Nos dimos dos besos y me invitó a sentar, estuve a punto de pedir una whiskey pero finalmente pedí un café como ella.  Hablamos de todo un poco bajo la mirada de todos los parroquianos del bar.  Cansado de ello, le pedí que fuésemos a dar un paseo.

María me contó que entro en el convento con 18 y estuvo en él durante 17 años.  Había salido hacía poco.  No es que hubiese perdido la fe, sino que no quería esa vida para ella.  Me contó que deseaba tener hijos y por eso se apunto a la agencia matrimonial.  En Vitigudino no había gente de su edad, al menos solteros y no quería ir a Salamanca a ligar como hacía las solteras de su edad.

Yo le conté lo que hacía de trabajo y más o menos toda mi vida.  Desde luego sin comentar lo de la apuesta, pero no paramos de hablar en toda la tarde.  A pesar de las circunstancias, la chica era muy maja.

Cerramos la fecha de la boda dos semanas después.  Era una locura, pero no me quedaba más remedio, Alfredo siempre había pagado mis pesadas apuestas y yo a pesar de ser una canallada debía de hacerlo.

Lourdes me vino a buscar al trabajo.  Cenamos en un koreano y después mientras íbamos a tomarnos una copa en mi coche, mi amiga se recogió la melena y abriendo mi bragueta se metió mi polla en su boca.  Me la estuvo lamiendo durante todo el viaje a su casa.

Me la follé duro contra la puerta de su casa, cuando le metí la minga en su ojete  sin sacarla nos dirigimos a su cuarto.  La estuve enculando con dureza durante más de media hora.  Lourdes gemía como una perra, que era como se sentía cuando la montaba.

Me tuve que armar de valor y tuve que contárselo.  Lourdes se lo tomó bastante bien, a pesar de todavía estar supurando lefa de su ojete.  Me dijo que no le importaba que me casase porque volvería a ella, pero que hablamos de personas y sentimientos y tenía que decirle a María que todo venía de una apuesta.

María y yo hablábamos por teléfono todos los días.  Ella siempre llamaba, pero he de reconocer que me fue gustando hablar con ella, cada día más.  Me iba contando los preparativos de nuestra boda, preparativos que me la soplaban bastante, pero no podía hacerle el feo y decírselo.

Quedamos en vernos para ver la iglesia el sábado anterior a nuestra boda.  El cura, que debía tener pocas bodas y muchos entierros no puso ningún impedimento ni nos pidió ningún curso prematrimonial.  Nos fuimos a comer a Salamanca los dos, a los postres me tuve que sincerar.

-       tengo que decirte algo María -  y le conté lo de la apuesta.

-       ¿tres meses?, ¿ósea, tienes que estar tres meses casado para cumplir tu apuesta?

-       Eso es, me parece que debes saberlo porque eres una mujer maravillosa y deberías buscarte a uno con fines serios.

-       En tres meses tengo más que suficiente para que tu te enamores perdidamente de mi.

Me quedé perplejo.

Los padres de María prepararon toda la boda y la pre boda el día antes del enlace.  Les conocí el sábado de la iglesia.

El hijo de la gran puta de Alfredo se puso al habla con los padres de María para organizar a la gente de Madrid.  Por otro lado se puso en contacto con la gente de Madrid y ante mi sorpresa, de nuevo en el Junco el viernes antes de casarme, me encontré a todos mis amigos y amigas que se descojonaban de la situación.

Aquello parecía como el agua y el aceite.  Ultra pijos madrileños por un lado y ultra pueblerinos por el otro, al principio se intentaron mezclar, pero en poco tiempo lo dieron por imposible.  Alguna lugareña soltera iba preparando el camino para el día siguiente, pero como digo no hubo química.  Ya en el hotel Lourdes se escabulló en mi habitación para darme a su modo mi despedida de soltero.

Mientras veía su culo moverse siendo follada a cuatro patas me preguntaba si iba a aguantar 3 meses sin darle un repaso a mi comprensiva amiga.  Fue un polvazo, a la muy zorra le debía de poner toda la situación y lo dio todo por todos sus agujeros.  Me dio un poco de pena cuando me dijo que no se quedaba a dormir.

María entró en la iglesia el sábado al medió día del brazo de su padre, ella llevaba un vestido realmente feo, estaba exageradamente pintada y le había peinado un enemigo.  La iglesia estaba llena a rebosar, esa era evidentemente la atracción del mes en el pueblo.

El cura me hizo besar a la novia cuando nos declaró marido y mujer.  El publico empezó a aplaudir y mis amigos a reír.

Salimos de la iglesia agarrados bajo un manto de arroz que caía y que tanto unos como otros tiraban a dar.  Unos por la risa, los otros, los del pueblo, por la costumbre.  Me extrañó que no se tirasen a dar entre los dos grupos, me imagino que molaba más tirarnos a nosotros.

Me imagino que todo dios en el fondo sabía de que iba la boda y se estaba descojonando, bueno, todo dios no.  Los más viejos del lugar sabían lo que era casarte por intereses familiares o sociales y no veían la cosa tan mal.

La comida fue bastante cortante sentado con la familia de María y el cura del pueblo.  Los invitados locales se pasaron la boda gritando aquel insoportable que se besen, que se besen.  María y yo nos dábamos un casto beso en la boca a cada uno de los canticos.

Me tocó abrir el baile con una chica que hace dos semanas ni conocía, a pesar de todo, la chica bailaba estupendamente.   Para cuando ya habíamos oído una hora de tremendos pasodobles media fiesta estaba borracha perdida.  Las solteras del pueblo atacaban a mis amigos a morir y ellos se dejaban querer, las pijas madrileñas habían ido todas con pareja.  Aquellas chicas por un sábado no tendrían que irse a Salamanca a ser empaladas por un desconocido.  María y yo hablábamos casi toda la noche pero casi como una obligación al ser la pareja de recién casados.  Me hizo bailar mucho más de los que estaba acostumbrados.

No sabía que iba a ocurrir en la habitación de la pensión que sus padres habían alquilado.  Mi idea era viajar a Salamanca a un hotel decente, pero sus padres habían insistidos en comer con nosotros al día siguiente.

Subimos al cuarto cuando ya quedaba poca gente.  Cuando caminábamos por el pasillo de la pensión hacia nuestra habitación oíamos en las distintas puertas como mis amigos estaban dando cera a las nativas en incluso poco antes de meter la llave en nuestra puerta oí el característico gemido de Lourdes al correrse que seguramente estaría dándole lo suyo a uno de mis amigos, sentí una puñalada de injustos celos.

-       José, trátame con cuidado, soy virgen – me dijo María nada más cerrarse la puerta.

-       ¿cómo que eres virgen?

-       Si, nunca he hecho el amor.  De hecho nunca he tocado a un hombre.

-       ¿Cómo que nunca has tocado a un hombre?

-       Lo que oyes, pero tu eres mi marido y eso se acaba ahora.

-       Pero María.  Sabes que esto es por una apuesta, yo en tres meses no estaré en tu vida y seguramente querrás guardar esa primera vez para quien te quiera.

-       Tu me vas a querer, y tu me vas a hacer mujer.  Solo quiero que estos 3 meses me trates como si fuese tu mujer y esto fuese a ser para siempre.  Quiero que hagamos lo que hubiésemos hecho si no estuviese esa estúpida apuesta por medio.

-       Pero María, ¿estas segura?

-       Totalmente.  No soy ninguna boba, se lo que quiero, y ahora más que nunca – me dijo mientras dejaba caer su vestido quedando con un sujetador un poco llamativo de más que marcaba unas magnificas tetas y unas bragas con mucho encaje, bastante lejos de los tangas de moda actual.

María me miró y se soltó el sujetador dejando al aire dos perfectos pechos, se sonrojó un poco.  Lo dudó antes de bajarse las bragas dejando a la vista una peludisimo pubis.

-       hazme tuya.

Me imagino que lo debí haber pensado antes, pero no lo hice.  Di un paso adelante y la besé metiéndole la lengua en la boca.  Ella no era capaz de morrear como se espera de una mujer de su edad.  Suavemente le agarré una teta y ella suspiró.  Agaché mi cabeza y lamí uno de sus pezones, ella volvió a suspirar.  Empecé a pasar mi lengua por sus pechos hasta que mi mano se fue hasta su coño.

María tenía una pelambrera larga y su acceso hasta su agujero estaba cubierta por pelo entrelazado.  Con cuidado fui accediendo hasta un ya encharcado coño.  Pasé un dedo por su raja y lo subí hasta su clítoris.  María dio un respingo y se abrazó a mi.

-       hazme el amor.

-       Te voy a hacer algo mejor – y tumbándola en la cama metí mi cabeza entre sus piernas y acerqué mi cabeza a su clítoris.

María no daba crédito a lo que era una lengua martilleando su clítoris una y otra vez y según empecé su cuerpo se estremeció y dando un profundo grito se corrió como una loca.  No paré de comerle el coño, pero si tuve que agarrar con fuerza su piernas para que no se moviese.  Ni idea las veces que se corrió, pero si como dejó el colchón de mojado bajo su culo.

-       tómame por favor, lo deseo más que nada en esta vida, métete.

Me lo pensé un poco, pero mi poco.  María estaba realmente buena en pelotas y me moría de ganas en follármela, a pesar de la responsabilidad.

Me quité el chaqué y por primera vez pudo ver mi dura polla apuntando hacía ella.  Instintivamente la ex monja abrió sus piernas.  Yo metí un dedo y María gimió, por un lado por excitación, por otro lado por dolor.  La masturbé durante un rato con mis dedos.  No recordaba lo cerrado que podía estar un coño, me recordaba cuando le abrí el culo a Lourdes por primera vez.

Le sobé el coño con mis dedos hasta que mi polla pedía a gritos entrar en aquel cuerpo.  Apunté mi rabo hacía la pelambrera y empecé a empujar.

-       ¿Te duele?

-       Me mata

-       ¿Paro?

-       Metete hasta el fondo – y así lo hice.  Metí mi polla hasta el fondo y permití que la chica se adaptase.  Empecé a moverla y poco a poco su cara fue cambiando del dolor extremo al dolor simple a empezar a dar respiros más y más largos.  Cunado me quise dar cuenta María suspiraba con fuerza.

María no se corrió y yo lo hice en su barriga después de más de 15 minutos de bombeo.

Cunado me levanté por la mañana después de que María durmiese abrazada a mi toda la noche, mi recién estrenada esposa me insistía pedir unas sabanas para cambiarlas de la cama manchadas de flujo y sangre.

Salimos a tiempo de cruzar el pueblo andando recibiendo felicitaciones de los paisanos.  Comimos un sabroso cordero en casa de mis suegros, evidentemente durante la conversación salió el tema de la luna de miel, yo ni había pensado en ello, pero le dije que era una sorpresa, que cogiese un bikini.

Con la excusa de ir al baño desde mi teléfono móvil contraté un viaje para dos a Tahití que me costó una pasta, todo hay que decirlo.

Llegamos a Madrid con el tiempo justo para meternos en la cama, María se puso cariñosa de una manera muy tosca pero suficientemente evidente como para saber que quería.

María me agarró la cabeza y me hizo meterme entre sus piernas.  Volvió a correrse como una loca con el jugueteó de mi lengua.  Cuando la metí la polla en el coño su reacción fue completamente distinta al día siguiente.  Le molestó un poco pero enseguida empezó a suspirar, me dejó perplejo cuando empezó a gritar fruto de mis pollazos.  Le volví a regar los pechos con mi corrida.

No se quiso lavar y prefirió dormir embadurnada en esperma.

Por la mañana tuvimos tiempo escaso de cerrar mi maleta, hacer unas llamadas y coger un Uber hacía el aeropuerto.

No es que María no hubiese volado nunca en primera, sino que era la primera vez que volaba.  Como suele ser habitual en estos casos me destrozó la mano agarrándomela cada saltito del avión.

Llegamos a Haití y hasta yo me quedé de piedra con el hotel.  Dejamos las maletas en la habitación y le propuse ir a la playa a estrenarla.

-       José, una cosa.  Nunca he tenido un bikini – me dijo como avergonzada.

-       Eso tiene fácil solución, ven

La cogí de la mano y salimos a buscar la boutique del hotel.  Vimos varios bikinis pero se fió de mi gusto y compramos tres que a mi me gustaban.

Cuando se probó el primero le quedaba impresionantemente bien, aunque por la ingle le salía un montón de pelo.

-       un segundo – y salí por la puerta.  Volví en 5 minutos después – quítate la braga y siéntate en la cama, abre las piernas.

Me agaché en delante suya y derramé media botella de agua en su bello púbico y con un cepillo y unas tijeras empecé a cortar pelo.  Después le cubrí el pelo del coño con espuma y empecé a pasar una cuchilla por su cabello.

Fui con cuidado para no cortarla, pero María empezó a disfrutarlo.  Cuando me di cuenta María se había apartado el sujetador y con un desconocido impulso se empezó a tocar los pechos abriendo un poco sus piernas.

Me lo curré bastante hasta dejárselo calvo del todo.  Cuando penetré aquel calvo coño María se pellizcaba los pezones y me miraba con deseo.

Le estuve dando con fuerza, María a cada rato se soltaba las tetas para tocarse el coño calvo y sorprenderse.

De nuevo le volví a llenar su barriga de esperma.  Nos quedamos destrozados tirados el uno contra el otro.

-       ¿cómo se te ha ocurrido tocarte los pechos?

-       Me he informado.

-       ¿de que?

-       De lo que espera un hombre.

-       ¿y que has aprendido? – le dije con curiosidad.

-       Ya lo iras viendo.  No te preocupes, aun nos queda mucho tiempo.

La tuve que volver a montar.

CONTINUARA…