Casado Con Raquel (6)

Nuestra vida sexual ha sido siempre buena, pero nunca fue suficiente para Raquel. Capítulo sexto, Raquel y Javi siguen intimando.

CASADO CON RAQUEL, Capítulo VI

Regresamos a casa y Raquel durmió la siesta mientras yo hacía algunas tareas domésticas. Estaba tan a gusto tumbada en el sofá y tapada con la manta que se me hacía difícil recordar a Javi follandola al contemplar tan beatífica expresión.

Fuimos a misa por la tarde, pero Raquel no comulgó. No tengo esos escrúpulos y me ví obligado a preguntarle por qué cuando salimos a cenar después. Si me hubiera respondido que por el sexo no hubiera saltado ninguna alarma en mi cabeza, pues en mi opinión nuestras experiencias no podían verse de otra forma que no fuera como masoquistas.

Raquel me explicó que era por los pensamientos racistas y las palabras que había usado con Javi. Le dije que no tenía que preocuparse por eso, pero Raquel seguía viendo sus acciones como un pecado.

  • Sé que es difícil porque los usamos como objetos de placer, pero no podemos olvidar que no son consoladores... Son personas y les debemos respeto.

  • ¿Te molestaría si no volvieramos más al club de parejas?

  • No Raquel, no me molestaría... Sólo digo que no te precipites, sólo te sientes culpable.

  • Me siento tan mal por mi comportamiento...

  • Pero lo disfrutaste, ¿no?

  • Sí, supongo que sí...

  • ¿Supones?... Te aseguro Raquel que parecías excitada anoche y las ocasiones anteriores.

  • Lo estaba...

Raquel no podía explicarlo, pero sabía a qué se refería.

  • ¿Es una mezcla de culpa y vergüenza precisamente por haberlo disfrutado, Raquel?

  • Sí...

Raquel y yo eramos bastante diferentes en cuanto a nuestro punto de vista sobre lo que constituía pecado. Me negaba a ver lo que hacía sexualmente como adulto con otro adulto de mutuo acuerdo, y con el consentimiento de mi mujer, como pecado. Lo que hacía no hacía daño a nadie. Tampoco estaba engañando a nadie o transmitiendo una enfermedad.

Había visto las aventuras anteriores de Raquel como un pecado porque ella me estaba engañando y sus actos me hacían daño, pero ahora sin secretos en nuestra relación ya no me sentía así.

Sus necesidades sexuales estaban muy por encima de las mías. Había podido dormir la noche antes porque estaba sexualmente saciado. Pasarían varios días antes de que mi líbido se volviera a despertar, pero eso no significa que no volviera a hacerle el amor si Raquel hacía el primer movimiento.

Una de las razones que la habían conducido a engañarme era que siempre era Raquel quien tomaba la iniciativa; lo que entendió como un cierto grado de rechazo por mi parte, malinterpretando por completo que, en realidad, la razón obedecía a una líbido muy inferior por mi parte.

Me hubiera gustado que hubieramos hecho un mejor trabajo a la hora de comunicar nuestras necesidades. Pero tampoco estoy seguro que eso hubiera significado alguna diferencia. La gente evoluciona, y Raquel y yo estabamos evolucionando.

Habíamos hablado sobre la importancia de nuestro matrimonio, que ambos queríamos algo único, tan especial que fueramos la envidia de todos cuantos nos rodeaban. Lo nuestro no era diferente a lo que ocurría en otros diez millones de matrimonios.

Raquel no tenía una idea nítida de lo que quería que nuestro matrimonio fuera, y no ayudaba nada el hecho que ella quisiera que fuera algo único. La idea de Raquel en la que la mujer es una reina y mi posición como su marido es poner sus necesidades por delante y por encima de las mías era una de las paredes del edificio. Tener una sexualidad abierta nos daba otra, pero en realidad eso nos dejaba con la necesidad de construir dos paredes más.

A lo largo de las dos semanas siguientes Raquel me usó como su caja de resonancia para articular sus ideas. Me había sido fácil atender a sus necesidades porque siempre lo había hecho.

Ambos eramos profesionales, pero Raquel me preguntaba mi punto de vista sobre los niños y la necesidad de un padre que esté en casa. Me preguntó si llegaría a dejar mi trabajo por el bien de nuestros hijos.

  • Por supuesto, pero sólo si tú quisieras trabajar.

  • Me gusta mi trabajo...

  • Lo se, Raquel... Ambos lo sabemos, pero seamos realistas. En otros dos años habré tocado techo, mientras que tú tienes infinitas oportunidades.

  • ¿Entonces no te importaría?

  • No he dicho eso, Raquel... No se cómo reaccionaría. Nunca he estado en casa. Pero supongo que me desenvolvería bien porque soy más hogareño que tú.

  • Me siento atrapada estando en casa...

Raquel se acostumbró a hablar con Javi por la noche, en nuestra cama. Para ser honesto, la mayoría de sus llamadas acababan siendo repasos de su agenda del día, seguidos de sexo telefónico y promesas de verlo pronto; pero también había mucho de investigación a nivel personal por parte de Raquel. Ella cree que gran parte de nuestras vidas están predeterminadas. Ambos somos románticos. Cuando nos conocimos Raquel se enamoró rápidamente de mí.

  • Sabía que eras con quien estaba llamada a pasar el resto de mi vida.

No sabía una palabra de esto, pero Raquel me había estado observando durante meses y fijandose en cómo me relacionaba con otras personas. Nos apuntamos a unas clases de inglés juntos. Raquel se sentó a mi lado. Al poco tiempo, nos tomabamos un café al salir de clase, estudiabamos juntos, incluso jugabamos a las cartas y hacíamos crucigramas cuando teníamos descansos largos entre clase y clase.

Pensaba que era excepcionalmente guapa y estuve tentado a pedirle salir, pero no lo hice por si pedirselo, y que me dijera que no, pudiera arruinar nuestra amistad. Raquel hizo la elección por mí.

Estabamos en una fiesta en la que actuaba un grupo de música y ambos habíamos estado bebiendo toda la velada. Yo estaba apoyado contra una valla mirando a la gente y escuchando a la banda cuando ella se acercó.

  • ¿Está este sitio ocupado?

  • No, hay espacio de sobra... ¿Lo estás pasando bien?

  • Sí, está bien...

Seguimos escuchando a la banda. Mis manos estaban apoyadas en la barra cuando Raquel puso la suya encima de las mías. Me volví y la miré. Ella me sonrió y me dijo:

  • Eres tan guapo...

Me sonrojé. Raquel se acercó y empezamos a besarnos. Eran besos largos, apasionados, húmedos. Apenas me dí cuenta de mi erección, era la sensación de sus labios y su lengua lo que recuerdo con más nitidez, y el sabor a cerveza de su aliento.

Alguna gente hizo comentarios, pero los ignoramos. No estabamos siquiera abrazandonos, sólo besandonos con su mano sobre las mías. De pronto Raquel dijo:

  • Ven a casa conmigo...

Salimos cogidos de la mano abriendonos paso entre la gente hasta llegar a su coche. Aquella noche nos convertimos en amantes. Raquel me desvirgó. Yo era mejor besando que como amante, pero como ella dijo:

  • Eres un alumno aventajado.

A partir de ese día fuimos inseparables.

Ahora teníamos una bonita casa llena de muebles bonitos, vestíamos bien y conducíamos dos coches nuevos... Pero no estabamos satisfechos. Javi era nuestro eslabón perdido.

Su decimo segunda noche de sexo telefónico con Javi dejó a Raquel jadeando gracias al buen hacer de mi lengua en su clítoris y a los sonidos de Javi al otro lado del teléfono. Ellos dos hacían el amor a través del teléfono. Javi le decía lo mucho que echaba de menos su cuerpo, sobre todo la sensación de su vagina exprimiendo su polla.

Raquel, por su parte, le confesaba lo muchísimo que echaba de menos su durísima polla negra, sus labios sobre los de ella y sentirse en sus brazos con las piernas alrededor de su cintura. Raquel no podía aguantar más sin sentir cómo Javi la llenaba de semen. Me miró y con voz suplicante me preguntó:

  • ¿Puedo?...

  • ¿Si puedes qué, Raquel?

  • Invitar a Javi a que venga... Lo necesito tanto.

  • No tienes que preguntarmelo, Raquel.

  • Sí tengo que hacerlo... Tiene que ser tu decisión... ¿Puedo?

Mi cara estaba mojada de sus jugos y mi polla dura. No le respondí sino que me puse sobre ella. Raquel le dijo a Javi que esperara pues lo estaba pensando. Dejó el teléfono y atrajo mi cara hacia la suya. Nuestros besos echaban chispas, eran cortos y nuestras lenguas no paraba de jugar.

  • No te aguantes... Déjate llevar... No te sientas amenazado... También me gusta tu polla... Que gusto te da, ¿verdad?... Sí, así... Quieres correrte... Vamos... Así... Fóllame fuerte... Sí... Qué gusto...

A pesar de sus palabras aguanté hasta que Raquel y yo nos corrimos. Necesitaba oirla implorar que la follara y hacerla alcanzar el orgasmo con mi polla. Se que sus pensamientos sobre Javi me habían ayudado a hacerla correr, pero había sido mi polla de tamaño normal la que lo había conseguido. Fuera por su gusto, el mío o el nuestro, pero el caso es que Raquel no dejó de hablar a lo largo del polvo.

Caí rendido sobre su pecho, ambos jadeando, mientras Raquel volvía a coger el teléfono. Pude oir a Javi decir:

  • ¡Qué buen polvo te ha echado!... No sabía que supiera hacerlo tan bien... La tengo que me explota.

Raquel se rió. Sus dedos jugaban con mi pelo. Me pregunté si estaba comparando me pelo con la cabeza afeitada de Javi.

  • Es que puede ser bastante bueno cuando quiere serlo... Me ha sorprendido hasta a mí esta noche, pero con eso ya está listo para un par de días... Yo, en cambio, la necesitaré de nuevo dentro de media hora.

Raquel tenía razón. Había disfrutado del sexo todas las noches, pero no estaba esperando a que ella llamara a Javi. Podría haber hecho exactamente igual cualquier otra cosa; ver una buena película, salir a pasear o irme a dormir.

  • Sí Raquel, invitalo a venir.

  • ¿Has oído eso, Javi?... Dice que puedes venir...

  • ¿Cuando?

  • ¿Cuando tú quieras?

  • ¿Qué tal ahora?... Voy a ducharme...

  • No, no te hace falta una ducha. Sal ahora mismo...

Javi estaba en casa al cuarto de hora. Raquel se quedó en la cama mientras iba a abrir la puerta. Me dió la mano y me preguntó qué tal me iba.

Estaba lleno de ansiedad. Le dije que Raquel estaba en la habitación esperandolo. Subió las escaleras de dos en dos y cerró la puerta tras él. Poco después los sonidos de su placer resonaban en toda la casa.

Me preguntaba si Raquel se tranquilizaría una vez que tuvieramos niños. Me fui excitando poco a poco al oirlos y me masturbé acostado en la cama de la habitación contigua. Después de un rato me dí la vuelta y concilié el sueño sabiendo que ellos dos estarían toda la noche despiertos.

En algún momento a media noche, Raquel se metió en la cama conmigo. Me despertó entre besos y caricias.

  • Despierta, dormilón...

Estaba profundamente dormido.

  • ¿Qué pasa?

  • ¿Estás bien?... Necesito saber que estás bien... ¿Me quieres?... Necesito saber que me quieres... Demuestralo...

Estaba como en la niebla, pero le aseguré que me encontraba bien y que todavía la amaba.

  • No quiero perderte...

  • No vas a perderme, Raquel... No te preocupes.

  • Demuestrame que me quieres...

  • ¿Cómo Raquel?

  • Sabes cómo... Cómeme... Por favor... Lo necesito...

Empecé a chupar su inundada vagina de semen.

  • Así, así... Chúpala toda... Te gusta su semen, ¿verdad?... Te gusta el sabor que le da y lo rico que está... Así, así... Despacio, ve muy despacio... Tómate todo el tiempo que haga falta... Quiero que dure toda la noche... Javi me hace sentir tan bien... Tú quieres que me sienta bien, ¿verdad?... Te excita saber que me siento bien...

Un par de minutos después, Raquel me volvió a poner encima de ella. Mi polla temblaba de excitación y Raquel notó cómo se ablandaba. Entre besos me dijo:

  • Demuestrame que estás bien... No interpretes mi necesidad con Javi como incompetencia por la tuya... Me gusta tu polla... Sólo que la de Javi es tan sumamente buena... No te sientas mal... Me encanta sentir cómo te corres dentro de mi... Es sólo que tu lengua es muchísimo mejor... Vamos, vamos... Vamos, córrete... Imagina a Javi follándome... Recuerda la expresión de mi cara cuando tengo su polla dentro... Te gusta verme disfrutando, ¿verdad?... Córrete...

Por supuesto, no traté de aguantar. Después les revelé lo cerca que había estado de correrme mientras la comía, con las imagenes de ellos dos follando, la mayoría las que había presenciado en el club de parejas, pero también algunas que imaginaba de lo que había pasado en nuestra habitación.

  • Deberías de haberte corrido... No te preocupes por retrasar tu orgasmo por mí... Quiero que seas egoista con tus propios orgasmos... Sé que te gusta correrte rápido -Me dijo Raquel.

Pensé que volvería a nuestra habitación para acostarse con Javi pero no lo hizo.

  • Está durmiendo como un tronco... Quiero abrazarte y que me chupes los pezones... Necesito saber que estás bien. No quiero que vuelvas a dormir aquí otra vez. Tu sitio está en nuestra cama.

  • No pasa nada, Raquel...

  • Sí, si pasa.

Me volví a dormir mientras chupaba su pezón.

La voz de Javi me despertó.

  • Te estaba buscando...

  • Estaba preocupado por él... -Le respondió Raquel con voz somnolienta.

  • Lo sé... Has hecho lo correcto.

  • ¿Qué tal tu sueño? -Preguntó Raquel.

  • De maravilla, pero te echaba de menos.

  • Ya, ya lo he visto... También te echaba de menos, pero creo que él me necesitaba.

Abrió los ojos al sentir la voz de Javi más cerca.

  • No tengo mal aliento...

  • No me importaría...

Sentí el peso de Javi en la cama y los vi besarse.

  • Buenos días... -Me saludó Javi.

  • Hola...

  • ¿Estás bien?

  • Sí, estoy bien.

  • Está bien, ¿verdad que sí? -Me preguntó Raquel.

Le aseguré que me encontraba bien.

  • Nos preocupamos por tí... -Comentó Javi.

Me sentí bien de que lo hicieran.

  • Estoy bien... Ahora mismo necesito mear...

Eso nos hizo reir. Salí de la cama sintiendome algo incómodo de estar desnudo frente a Javi y fui al cuarto de baño.

Al regresar, Raquel y Javi se estaban besando. La oí decir:

  • Espera un minuto... Tengo que mear.

Me fijé en su mano, la tenía en la polla de Javi. Desde luego que la tenía grande. Era tan diferente a mí: Mediría uno ochenta o más, sin vello en el cuerpo, bien definidos músculos, una piel negra como el carbón, de rasgos armoniosos. Toda la cabeza afeitda pero con cejas pobladas. Unos labios carnosos y los dientes más blancos que jamás hubiera visto.

Raquel me rozó los labios al pasar dibujando una sonrisa. Me fijé en ella mientras se sentaba en el water y hacía pis. Sus pezones estaban excitados en anticipación del primer polvo de la mañana que estaba a punto de disfrutar.

Acabó rápido y se apresuró a volver a la cama. Enseguida Raquel estaba bajo él y me invitó a quedarme. Javi hizo como si yo no estuviera allí; toda su atención estaba en ella y quería lo mismo de Raquel hacía él.

  • Estás cachonda...

  • Sí, lo estoy... Ve despacio Javi, estoy dolorida esta mañana...

  • Podemos esperar...

  • No, la quiero ahora... Ya me acostumbraré a tí, pero no con tanta fuerza como anoche".

  • No se si podré, lo intentaré pero... -Rió Javi.

  • Lo sé, fui yo quien la quería con tanta fuerza... -Rió Raquel a su vez- Tu polla me hace sentir tan bien, Javi... Me hace sentir tan llena... ¿No podrías dejartela aquí para que la usara durante la semana?

Los miré durante algunos minutos, pero de pronto me sentí como un intruso. Merecían disfrutar en privacidad y además ninguno de los dos estaba interesado en mí en ese momento. Abandoné la habitación dejando la puerta abierta pues me gustaba escucharlos.

Raquel después me comentó que no se había dado cuenta que me había ido hasta que terminó de disfrutar. Hice café y té y salí al porche a recoger el periódico, sin dejar en ningún momento de oirlos. Tuve una muy respetable erección durante el transcurso de su polvo. Cuando supe que habían terminado llevé una taza de café para Raquel, un té para Javi y un café con leche para mí.

Raquel y Javi estaban acostados juntos. Al entregarles las bebidas me dieron las gracias y Javi me preguntó:

  • ¿Por qué no te quedas?

No sabía qué responder.

  • Te gusta escuchar, ¿verdad?

Asentí. Le miré a la polla, era larga y gruesa aún estando flácida, pero ahora además bañada en los jugos de ambos. De la punta todavía goteaba algo de semen. Me pilló mirando.

  • Estoy goteando aún...

Noté cómo se me enrrojecía la cara. No había tenido contacto con él desde la primera noche. No sabía si él pensaba que había sido un acontecimiento aislado pues ninguno había mostrado interés en mí.

  • No te quedes ahí parado... Mejor que se la limpies -Dijo Raquel.

Un minuto después Raquel me sostenía la taza mientras yo limpiaba con la lengua la polla de Javi de sus jugos.

  • Tienes una lengua excepcional... Qué gusto... Vas a tener que compartir esa lengua conmigo.

Sostenía su polla con fuerza con la esperanza de que volviera a su mejor erección y pudiera dejarlo seco.

  • Después... Necesito un descanso.

Nos reimos los tres.

  • Ven aquí... Eres tan guapo... -Me dijo Raquel.

Me ofreció sus labios y nos besamos.

  • Apuesto a que quieres comerme ahora mismo.

Sonreí.

  • Mejor después... Ahora no creo que pudiera aguantar correrme otra vez... Tengo hambre, y seguro que Javi también... Se bueno y haznos uno de tus desayunos. Javi y yo bajaremos en un rato.

Preparé un copioso desayuno aunque sin poder concentrarme en ningún momento debido a las imágenes que pasaban por mi cabeza: la polla de Javi y la distentida vagina de Raquel aún goteando semen.

No me había sido fácil retirar mi boca de su tremenda polla. Su glande tenía un marcado tono púrpura y toda su longitud uno de brillante ébano. Los restos de semen que aún lucía en su glande me habián abierto el apetito. Y, además, se apreciaba residualmente el sabor de los jugos de Raquel, que también habián abierto mi apetito por su vagina.

Al combinar ambos apetitos me encontré deseando estar entre sus piernas sólo segundos después de que Javi hubiera depositado en ella una de sus copiosas corridas.

Cuando el desayuno estuvo preparado bajaron ambos luciendo albornoces conjuntados. El pelo de Raquel estaba mojado aún de la ducha que acababan de darse. Tenía también otro para mí, y cada uno llevaban nuestras iniciales.

  • Los he comprado esta semana.

  • Tienen buena pinta... ¿Qué tal sientan?

  • Muy cómodos... A Javi le encanta el suyo.

  • Estupendo...

Raquel me dió el mío.

  • Póntelo...

Me lo cambié y estuve un instante desnudo delante de ellos.

  • ¿No tiene el cuerpo más bello?... Soy una mujer con suerte.

Me dí cuenta que Javi me miraba pero no dijo una palabra, como era de esperar.