Casado Con Raquel (5)

Nuestra vida sexual ha sido siempre buena, pero nunca fue suficiente para Raquel. Capítulo quinto, con Javi en casa.

CASADO CON RAQUEL: Capítulo V

Javi se montó detrás y fuimos callados en el trayecto a casa oyendo la radio. Según entrabamos en la urbanización, Javi comentó:

  • Muy buena zona...

Nuestra casa le impresionó más, pero Raquel no perdió el tiempo una vez que llegamos. Levantó el brazo y comentó:

  • No se vosotros, pero yo necesito una ducha... Javi, ¿me acompañas?

Fue la última vez que los ví aquella noche. No me hizo falta ni escucharlos, sabía los gustos de Raquel. Se enjabonarían mutuamente, jugarían en la bañera y acabarían follando de nuevo.

Por mi parte, estaba agotado y exhausto; física, sexual... Y emocionalmente. Me fuí a la cama en la habitación libre y me dormí en un santiamén.

Me desperté como nuevo después de un profundo sueño, pero al abrir los ojos necesité un minuto para recordar porqué no estaba con Raquel para acurrucarme a su lado.

Fui a recoger el periódico, puse una cafetera y dejé transcurrir la mañana pensando en nuestro matrimonio y en el camino que había tomado. Sexualmente hablando no tenía queja y me gustaba mimar a Raquel. Lo que no quería eran humillaciones o secretos.

Raquel se levantó antes. Estaba distraido haciendo un crucigrama cuando sentí que me abrazaba.

  • ¿Cómo está mi hombre?

Sentí que me derretía por dentro.

  • Mucho mejor ahora...

  • Ponme una taza de café.

Raquel me besó antes de sentarse junto a mí. A ella le gustaba el café sólo y sin azucar, mientras que a mí con leche y azucar. Había sido una broma repetida con frecuencia que cuando le preguntaba a Raquel cómo quería que le sirviera el café me respondiera:

  • Negro... De la misma manera que me gustan los hombres.

Siempre nos provocaba una sonrisa, pero ahora era una expresión que se correspondía con la realidad.

No entramos a discutir los detalles de la noche anterior, pero sí le pregunté qué tal había dormido. Raquel sonrió.

  • Una vez que nos quedamos dormidos, muy bien... ¿Y tú cómo has dormido?

  • Como un ceporro...

Raquel me miró.

  • Creía que estabas más a gusto con Javi...

  • Estaba cansado...

Una mueca de desilusión se dibujó en la cara de Raquel.

  • Pues hicimos mucho ruido...

  • No os oí.

Noté que algo en mi respuesta la había molestado. La besé.

  • Deja de preocuparte... Lo pasé muy bien anoche... Tú lo necesitabas más que yo... Es sólo que estaba cansado, nada más.

  • ¿Estás seguro?

  • Sí, Raquel.

Terminamos el crucigrama juntos, era el tipo de intimidad que no quería perder jamás.

Javi bajó a la cocina vestido y con una tímida sonrisa dibujada en su cara. Saltaba a la vista que no se encontraba cómodo, no como la noche antes. Raquel y yo levantamos la vista del crucigrama y lo invitamos a sentarse.

  • ¿No vas a darme un beso de buenos días? -Le preguntó Raquel ofreciendole sus labios.

Se besaron y le pregunté si había dormido bien.

  • Sí...

Javi no pudo aguantarse una amplia sonrisa.

  • Cuando finalmente pudiste dormir...

  • Así que Raquel te lo ha contado...

  • No me ha dado detalles, pero tengo una buena imaginación... ¿Quieres café?

  • Sí, con mucha leche y azucar...

  • ¿Estás seguro que te gusta el café?

  • De hecho prefiero el té... -Rió Javi.

  • Entonces te pongo la tetera...

  • ¿En serio?

  • Sí, no es problema.

Raquel y Javi charlaron y rieron como una pareja de quinceañeros. Cuando regresé Raquel me preguntó:

  • ¿Has desayunado?... Javi y yo estamos hambrientos. ¿Y si nos fueramos los tres a comer por ahi?

  • Sería estupendo...

  • Vamos a vestirnos... -Decidió Raquel cogiendome de la mano.

  • Ojearé mientras el periódico... -Nos sonrió Javi.

Raquel me llevó de la mano hasta nuestro dormitorio.

  • Cierra la puerta... -Me dijo.

Se giró y señaló hacia la cama.

  • Desnúdate y métete en la cama...

  • Pensaba que nos íbamos a vestir...

  • Confía en mí, no nos va a llevar mucho rato.

Me desnudé y abrí la cama. Las manchas secas en las sábanas daban buena prueba de lo bien que lo habían pasado la noche antes.

  • Acuestate...

Mi polla volvió a lucir una erección inmediatamante. Raquel se quitó la bata.

  • He estado pensando en esto toda la mañana...

Raquel se quedó desnuda frente a mí y me dejó admirarla.

  • ¿Te gusta lo que ves?... Verme desnuda, ¿te excita todavía?

  • Sí, Raquel... Tu cuerpo siempre me ha vuelto loco.

  • ¿Incluso después de que lo haya compartido con otros hombres?

  • Sí Raquel, incluso después...

  • Qué cachonda me pones...

Raquel sólo tenía razón a medias. Mi parte si que terminó rápida. Apenas unos cuantos empellones y mi hinchada polla no tardó en explotar en su vagina.

En cuanto terminé, Raquel se puso a horcajadas sobre mi boca para que la comiera. Durante todo el proceso no dejó de comentar lo bien que la comía, cómo la limpiaba de mi semen y los muchos talentos que tenía mi lengua. No pudo tampoco aguantar mucho y, no habrían pasado ni diez minutos, cuando alcanzó el orgasmo corriendose en toda mi cara.

Nos dimos una ducha rápida juntos, y nos enjabonamos mutuamente. En todo momento lució una sonrisa radiante y no pude menos que sonreirle a mi vez. Parecíamos dos tortolitos. Me enorgullecía de mi físico y Raquel piropeó mi forma de entender nuestra relación y, aunque mi polla no fuera todo lo que ella deseaba, agradecía sus amables palabras.

  • Tienes una polla preciosa...

Con eso y un par de lamidas rápidas había devuelto la confianza a mi ego.

No perdímos mucho el tiempo tras la ducha. Compartimos el lavabo para cepillarnos los dientes y Raquel se me quedó mirando. Su aroma era fresco y su aliento sabía a menta.

  • Te quiero...

  • Yo también te quiero, Raquel.

  • No se cómo decirlo, pero lo siento con mayor intensidad.

  • Me alegro, Raquel...

La besé tímidamente, pero Raquel abrió sus labios y nos morreamos con lengua durante varios minutos.

  • Besas tan bien...

  • Gracias Raquel, tu también.

Sus ojos brillaban, como si fuera a llorar.

  • Me haces tan feliz...

No sabía qué decir.

  • Hablaremos más tarde... Javi se debe estar muriendo de hambre.

La comida fue agradable. Raquel se sentó entre ambos. Estoy seguro que atrajimos algunas miradas, pero no reparé en ellas. No hablamos de la noche anterior sino de la comida, el tiempo y temas de actualidad. A los tres nos gustaba hablar de política, pero nos sorprendió que Javi fuera bastante conservador en este terreno mientras que nosotros eramos mucho más liberales.

Al terminar la comida lo llevamos a recoger el coche. Insistí en que se sentara delante con Raquel. Durante el trayecto, Javi nos comentó lo bien que lo había pasado con nosotros y nosotros le confirmamos que habíamos disfrutado igualmente. Entonces nos dijo:

  • Sois muy agradables... No como la mayoría de las parejas con las que contacto...

  • ¿Cansado de que te vean sólo como una polla con piernas? -Le pregunté terminando el pensamiento que seguro iba a expresar.

Sus ojos se abrieron.

  • Exacto... Aunque comprendo la idea de la fruta prohibida, de acostarse con un negro, del tamaño y todo eso... Pero soy una persona antes que nada.

  • ¿Qué suele ocurrir después de que hayas estado con otras parejas? -Le preguntó Raquel.

  • Me echan de su casa como si fuera un trasto más que sacar a la basura.

  • Eso no te pasará con nosotros... -Concluyó Raquel. Y acto seguido, dirigiendose a mí, me preguntó- ¿Verdad?

  • Puedes estar segura... -Le respondí.

En el aparcamiento del club de parejas Raquel y Javi intercambiaron los números de teléfono. Me miró de nuevo y dijo:

  • Gracias de nuevo... Espero que lo hagamos de nuevo, pero me llamais vosotros... No quiero ser un pelma.

  • No te preocupes... No me queda duda alguna que tendrás noticias nuestras.

Raquel y Javi se fundieron en un largo y apasionado beso de despedida mientras yo los miraba. Salió del coche y esperamos a que el suyo arrancara. Raquel me dijo que me sentara con ella delante y cuando arrancó nos despedimos.

A medio camino de vuelta a casa Raquel me preguntó:

  • ¿Qué piensas de Javi?... Honestamente.

  • No lo conozco en realidad, pero por lo que he podido ver me gusta.

  • A mí también... -Concluyó Raquel.

Estuvimos en silencio durante unos minutos mientras asumía sus palabras. Raquel volvió a preguntarme:

  • ¿Parecí racista anoche?

  • Bueno, un poco por tus comentarios...

  • No era esa mi intención...

  • Lo sé, Raquel... Era el momento y la situación. Es negro y está muy dotado... Además, lo que pega decir en una situación así es "Fóllame con tu polla negra"... Decir "Fóllame con tu polla sub-sahariana" quedaría tan políticamente correcto como ridículo.

Raquel se rió con ganas.

  • Desde luego que está muy dotado... Y lo voy a recordar durante días... Hasta tú me pareciste dotado esta mañana.

Su comentario me hizo reir ahora a mí.

  • Así que estás satisfecha que me corriera rápido esta mañana.

  • Sí... Pero siempre me gusta que te corras rápido, especialmente esta mañana.

  • No siempre me he corrido tan rápido, Raquel.

  • Lo sé, pero es mejor para nosotros que sea así ahora.

  • Entiendo Raquel... Pero no es mi polla el problema, solías correrte cuando te hacía el amor con ella.

  • Eres muy listo... ¿Sabes por qué me casé contigo?

  • No te importa usarme como apoyo, ¿verdad?

  • No, no me importa...

  • Pero recuerda Raquel que podría aguantar más si quisiera.

  • Lo sé, pero no quieres hacerlo, ¿verdad?

  • No, Raquel... Al menos no por ahora, quizá más adelante si me viera en la necesidad de probar algo.

  • No tienes que probar nada... Sólo procura que no le ocurra nada a tu lengua -Raquel cogió mi manó y me la apretó- Eres tan bueno conmigo.