Casada seducida (4)

A continuación se culmina esta serie que bajo el título “CASADA SEDUCIDA” cuenta mis andanzas, totalmente reales, con una mujer casada a la que conseguí poner a mis pies, esclava de su propio deseo.

CASADA SEDUCIDA 4

A continuación se culmina esta serie que bajo el título "CASADA SEDUCIDA" cuenta mis andanzas, totalmente reales, con una mujer casada a la que conseguí poner a mis pies, esclava de su propio deseo.

A penas entré en la casa cerré la puerta y pude comprobar que todo estaba en su sitio. Había sido decorada con mucho gusto y por el orden y la limpieza que reinaba en la misma, sus habitantes debían ser personas muy cuidadosas. Incluso un suave y muy agradable perfume natural hacía más grata la llegada al visitante. En el aparador de la entrada podían verse perfectamente colocadas en marcos muy bonitos distintas fotos de familia: la foto de bodas de Lourdes, otra con su marido e hijo, otra de muchos familiares como posando con ocasión de alguna reunión familiar, etc.

A pocos metros de la entrada se adivinaba una puerta que pensé que debía dar a la cocina. Efectivamente, una cocina de madera rústica pero muy elegante, como sacada de algún catálogo, sin que faltasen los típicos adornos de cocinas (la hucha con el cerdito, paños de cocina a juego uno para cada día de la semana, juego de cuchillos, sartenes súper brillantes colgando de un soporte puesto al efecto. Era un marco muy acogedor y como anfitriona de todo aquél conjunto se encontraba Lourdes con su bata bien atadita, su delantal bien ceñido y unas zapatillas de paño como las que usan las típicas amas de casa.

"Hola", me dijo con voz temblorosa. "Hola mi amor" le contesté con voz firme. Vamos a tu dormitorio. Un pasillo de unos 6 metros en el que no faltaban colgados cuadros dispuestos con muy buen gusto con motivos de pintores impresionistas franceses nos condujo hasta la habitación del fondo: el dormitorio de matrimonio, mi centro de operaciones.

Allí el perfume que se percibía en la entrada de la casa cobraba protagonismo y embriagaba los sentidos. Un jarro cerámico con una vela encendida debajo hacía calentarse un poco de agua con esencia de perfume y era el encargado de propagar el perfume que resultaba muy adecuado para la ocasión.

Unos muebles estilo provenzal estaban juiciosamente repartidos por el amplio espacio del dormitorio. Un aparador se encontraba a los pies de la cama con profusa decoración de pequeños objetos cuidadosamente colocados, recuerdos escogidos de algunos viajes por la geografía española. De unos gruesos soportes colgaban unas cortinas barrocas que para mi gusto eran algo recargadas. La cama estaba cubierta por una colcha blanca aparentemente bordada a mano, en fin, que en todos los elementos que integraban el dormitorio habían sido escogidos y dispuestos por alguien de buen gusto y mucho tiempo para cuidarlos.

A penas entrar en la habitación Lourdes cerró la puerta y como si tuviese miedo a ser oída me susurró al oído "aquí me tienes cabrón, haz conmigo lo que tú sabes, pero no me hagas esperar más porque ya no me aguanto".

A penas oír esto un escalofrío recorrió mi espalda. Era el momento y el lugar esperado y deseado por mí y ahora por ella, quien finalmente estaba dispuesta a todo con tal de apagar sus ardores. Mi boca se dirigió a la de ella y empezamos a besarnos apasionadamente. Me comía la boca con especial avidez como si aquello fuese lo último que fuese a hacer en su vida y el tiempo se le acabase. Me empujó suavemente haciéndome tenderme sobre la colcha y se puso a horcajadas sobre mi cuerpo. En seguida se dispuso a desabrocharme el pantalón.

No podía consentir que fuese ella la que cogiese el mando de la situación. Allí el que mandaba era yo y había que dejárselo bien claro a aquella putita. La ordené tenderse sobre la cama y ahora era yo el que trabajaba. Mientras mi boca descendía desde su boca por su cuello con suaves lamidas iba desatando el nudo de su bata, una bata de raso negra muy bonita. Allí me llevé la primera sorpresa de la noche: debajo de su bata solo iba vestida con un junto muy liviano que a penas servía para cubrir los sitios en que iba puesto y que dejaba adivinar más que tapaba.

Ella hizo ademán de alzarse para quitárselo todo y yo la paré diciéndole que se estuviese quieta, que el que mandaba era yo, sino ya podíamos dar la noche por terminada.

Obedeció mansamente mientras no paraba de decirme "es que no me aguanto más". Bajé mi boca hasta los bordes del ligero sujetador que llevaba y empecé a pasar mi lengua por encima del sujetador. "Cómeme los pezones, cabrón" me suplicaba. "Te los comeré cuando a mí me de la gana, puta". Le dije. La estaba haciendo sufrir de verdad. Arqueaba su cuerpo para tratar de liberar sus abundantes pechos y exponerlos a mi boca, pero mi intención era ponerla verdaderamente a punto.

Yo fingía querer arrancarle el sujetador con los dientes y a cada nuevo intento lo soltaba, consiguiendo que rozase sobre sus pezones, haciéndola estremecerse y arquear la espalda para liberarse definitivamente. Al final me dio lástima y tiré con fuerza del sujetador hacia arriba con mis dientes, rozándolo por toda la anatomía de sus tetas muy despacio, provocándole placer desesperadamente. Solo entonces empecé con el baile de mi lengua sobre sus pechos pero sin llegar a tocar sus pezones, que tan buen resultado me dio en mi primer encuentro con Lourdes.

Cuando al final empecé a mordisquear las puntas de sus pezones algo parecido a un orgasmo se apoderó de ella, por lo que tuvo que cubrir su cabeza con un gran amohadón que allí había para acallar sus gemidos, de miedo a que algún vecino pudiese oírla.

Qué excitante situación pensé. Sin dejarla recuperarse de su estado le dí la vuelta y empecé a masajearle la espalda. Esto la tranquilizó un poco y la predispuso para nuevas batallas. Mis manos subían y bajaban a lo largo de su espalda, a lo que Lourdes respondía con una especie de ronroneo como el que hacen los gatos y un "joder qué gusto".

Tras unos minutos allí estaba mi amante puesta boca a bajo solo cubriéndole su cuerpo unas braguitas semi transparentes que dejaban adivinar su coño afeitado. Cesaron mis masajes y entonces me dediqué a besarle en la base del cuello. Esto le provocaba grandes escalofríos, ya que pude comprobar que la piel de sus piernas se ponía de gallina. De su cuello lentamente fui bajando por la columna vertebral lenta y tiernamente hasta el borde de sus braguitas, entonces mi lengua se movía a izquierda y derecha de su columna intentando colarse por dentro de las mismas.

Ella alzaba su culito para facilitar mis trajines y empecé con mis dientes a intentar bajárselas. Poco a poco una preciosa rajita de culo iba quedando a mi vista. Un culito blanco y virginal. Un culito bastante digno para una mujer de la edad de Lourdes. Cuando todo el culito estuvo al descubierto empecé a mover mi lengua arriba y debajo de la raja de su culito, como esperando ver las reacciones de Lourdes. Ella comenzó a alzarlo y a moverlo en círculo como dejándome vía libre.

Poco a poco mi lengua fue profundizando más y más, separando ambos lados de aquél culito que tan apetecible que aparecía ante mis ojos, hasta alcanzar con la punta de mi lengua la entrada de su ano. En ese preciso momento Lourdes dio un respingo de sorpresa y quizás de placer. Era la primera vez que alguien le tocaba en tan recóndito lugar y a juzgar por su reacción la cosa parecía gustarle. Decidí aplicarle mayor presión a mi lengua y ella empezaba a gozar con su nuevo punto erógeno a penas recién descubierto. Estuve jugando durante algunos segundos con su ano y ella me animaba sin decirme nada, solo moviéndolo hacia arriba y abajo, hasta tener otro nuevo orgasmo, reprimido de nuevo contra el pobre almohadón.

Le quité el almohadón de su cara y lo coloqué debajo de sus caderas. Esa postura de sumisión con el culito bien alzado y sus piernas bien abiertas me resultó muy sugestiva. Comprobé como tenía el coño totalmente depilado y una línea brillante formada por la salida de sus flujos vaginales se dibujaba en la entrada de su coño. No aguardé nada y allí me empleé a fondo con mi boca, lengua y dientes, succionando sus labios, penetrando aquel coño con mi lengua y agarrando entre mis labios ese clítoris tan desarrollado como inexplorado que tenía Lourdes. Pronto percibí en mi lengua las convulsiones del coño de Lourdes. Estaba siendo víctima de un ahora largo y ahogado orgasmo, sollozando con la cara entre las manos.

Terminado esto me dijo, con cara de entregada: ¿Es que no me vas a follar o qué?. "todo a su momento, primero te follaré la boca", le dije. Y dicho esto la puse boca arriba tendida en la cama con su cabeza colgando al borde de la cama. Me desnudé y allí apareció enhiesto mi hijo predilecto, pidiendo guerra, y la iba a tener.

Me puse de pié frente a ella y coloqué mi chorreante glande en la boca abierta de Lourdes que del revés veía lo que se le venía encima. En esta postura ella solo podía abrir su boca y tragar la tranca que ya empujaba por abrirse paso por esa boca desvirgada por mí hacía solo unos días. A medida que iba empujando su boca se abría al máximo. Poco a poco mi pene se iba abriendo paso en el interior de la boca de Lourdes hasta hacer tope con su campanilla. Esto le provocó una pequeña arcada, por lo que me retiré unos segundos. Volví a insistir pero ahora ya no mostró rechazo alguno. Ahora mi amiga solo podía abrir al máximo su boca y trabar mis flujos que salían sin cesar. Mepezé mi bombeo en su boca y la experiencia resultaba sumamente morbosa. Echada sobre su lecho conyugal sobre su colcha bordada estaba mi amiga casada, tragándose una tranca de considerables proporciones, totalmente desnuda, con sus tetas desparramadas a ambos lados de su pecho y con las piernas abiertas, dejando al aire el nuevo look de su coñito y una cicatriz en su vientre, muestra de la cesárea que en su día le practicaron para el nacimiento de su hijo.

Esta situación de dominación era demasiado morbosa como para aguantar durante mucho tiempo sin eyacular. "Prepárate a tragar, puta" le dije y acto seguido empecé a descargar en su boca como un poseso y Lourdes que era muy buena alumna ya sabía su tarea: tragar semen como puta que era y dejar mi rabo bien limpio, obteniendo unas altas calificaciones en este nuevo exámen.

"Ahora ya te has corrido y ya no me querrás follar, joder", me dijo. Tranquila, mi amor, todo llegará. Retiré la colcha y me metí entre aquellas cálidas sábanas durante unos minutos. Creo que incluso me quedé dormido, por el relax que me produjo tan gran corrida en la boca de mi amiga.

Al cabo de un rato un ligero cosquilleo en mi pene me devolvió a este mundo. A mis pies se encontraba mi niña tocando tímidamente con sus labios el tallo de mi ahora fláccido pene. Yo fingí seguir dormido y ella siguió con su trabajo, buscando ser finalmente penetrada por su todavía palpitante chocho.

No necesitó mucho esfuerzo para poner mi polla de nuevo en alto "qué grande la tienes" dijo. A penas podía meterse poco más de la mitad en su boca, a pesar de su innegable voluntad por engullirla toda, pero cuando no se puede, no se puede.

"Ha llegado tu momento". La volví a poner boca abajo, con el almohadón debajo de sus caderas, brindándome una fabulosa visión de su coño. "Por favor, apaga la luz, me da muchísima vergüenza". Tuve piedad de ella y accedí a su petición. A oscuras la cosa también tenía su morbo. Ella seguía allí entregada. Volví a saborear su chocho y su ano con mi lengua. Pasaba mi lengua desde el inicio de la raja de su culito hasta su pubis. Ella no sabía si reír o llorar de placer. Sus flujos no cesaban de manar, su coño estaba perfectamente lubricado y dispuesto. "Fóllame ya, por favor. Lo siento Manolo pero si no me folla ya este cabrón a mí me va a dar algo" dijo.

Era el momento crucial de este encuentro. A tientas coloqué la punta de mi polla en la entrada de su vagina. La noté estrecha. Presioné pero no entraba. Se notaba que lo que me había dicho a la ridícula picha de su marido era verdad. A penas tenía la mitad del grosor de la mía, según me había contado. Tuve que ejercer una cierta presión adicional para empezar a abrirme paso por aquella vagina estrecha, húmeda y caliente. Se sentía muy agradable allí adentro. Mi polla penetró hasta hacer tope con el fondo de su útero. Empecé a notar las contracciones de su coño en torno a mi polla. Un suave orgasmo se había apoderado de ella con solo penetrarla hasta el fondo. Había tocado fondo y todavía quedaban al aire unos 3 cm de polla. Así las cosas inicié un suave mete y saca todavía entre las últimas convulsiones de su primer orgasmo. Ella gemía tiernamente, víctima del placer y dolor que su nuevo inquilino le provocaba.

Primero suave, saboreando cada centímetro de penetración, y luego apurando un poco más el ritmo, me iba adueñando de aquél recién re-desvirgado chocho. No podía defraudar a mi amiga, a la que no le salía el habla del cuerpo. Bastante tenía la pobre con gemir con el mete y saca de mi polla en su coño. A cada embestida presionaba más contra el fondo de aquella cueva húmeda. A los pocos minutos mi polla entraba sin dificultades en toda su extensión dentro de aquel rapado chocho, solo se oía el chapoteo de sexos en celo y los ahogados gemidos de Lourdes."Esto sí que es follar, dame fuerte, hazme tu puta, cabrón". Yo la cogía fuertemente por sus caderas y prácticamente la levantaba de la cama, haciéndola chocar contra mi cuerpo rígido. A veces paraba de follarla y me dedicaba a comerle el coño y al tiempo sorber los jugos que no dejaban de salirle. La casada estaba encantada con la follada y comidas de coño con que la estaba obsequiando. Era demasiado para una tía que hasta hacía unas semanas no sabía lo que era un tío en condiciones.

A la chica le iba el morbo. Decidí dar otra vuelta de tuerca a la situación. Si le iba el morbo, morbo iba a tener. "Una chica tan golfa como tú no debiera conformarse con un solo rabo para follar, ¿no te parece?" le dije. "¿Qué quieres decir?" me contestó mientras la siguía follando duro, ahora puesta a cuatro patas, "que me encantaría compartirte con otro tío, uno te follaría por el coño y el otro te daría duro por la boca, pedazo de guarra". "Sí, sí, hacerme vuestra guarra", me contestó. Joder con la recatada de los cojones, le iba el rollo cantidad.

Yo por mi parte, de alguna forma extraña estaba aguantando lo indecible sin correrme, a pesar de lo morboso de la situación. Y así entre estas y otras barbaridades que le iba diciendo tuvo un orgasmo como yo nunca había presenciado en mi vida ni sabía que pudiese existir: estuvo un buen rato cuya duración no podría precisar jadeando, ya sin tapujos, diciendo ordinarieces incongruentes y corriéndose como una jodida puta en celo. Notaba como las convulsiones de su coño aumentaban y luego disminuían, pero nunca cesaban durante el transcurso de toda su corrida.

Cuando cesó de convulsionarse me suplicó "córrete ya, por favor, que me tienes destrozada". Me concentré en algunas embestidas más y descargué dentro de su vagina de una forma brutal y abundante, las contracciones de mi pene también fueron fortísimas, quedando rendidos ambos sobre su cama, testigo del mayor castigo recibido jamás por el coño de su dueña.

Debimos quedarnos dormidos los dos. Un rato después me desperté y encendí la luz. La desperté a ella. Un poco de sangre había manado de su sexo. Sus sábanas blancas estaban hechas una pena. Como habíamos follado a oscuras no lo habíamos advertido. Ella se asustó un poco, aunque en ningún momento le había dolido realmente el coño durante el encuentro, salvo al principio.

"Te he acabado de desvirgar, eso es todo", le dije.

"Me has hecho tuya por completo, a partir de ahora nunca me abandones, por favor", "ahora que lo he probado creo que no podría pasar sin esto".

"Date prisa, no es muy tarde pero a veces mi marido llega antes de lo previsto si no hay mucho trabajo", añadió.

Me lavé en su baño como si nada hubiese pasado, al salir, nos besamos y acordamos seguir viéndonos.

Allí quedó en su casa Lourdes satisfecha, algo dolorida por la sesión recibida, arreglando el desaguisado de las sábanas, para fingirse dormida a la llegada de su ahora cornudo maridito.

Bajé por las escaleras sin hacer ruido y a oscuras. Atravesé el portal hasta ganar la calle. Salí al exterior. Una bocanada de aire fresco en mi rostro me reconfortó. Caminé despacio, rememorando lo vivido. Me sentía seguro. Había hecho realidad mis sueños y ahora había vuelto a mi mundo. Eso me daba serenidad. Tenía tiempo. Mi avión partía a las 7:00 desde El Prat.

Consulté mi reloj: eran casi las cuatro. Me encaminé hasta una parada de taxis. Me acomodé en el coche y dije al taxista: "al aeropuerto, por favor".

FIN.

Espero que les haya gustado este relato. Podéis hacer comentarios en la siguiente dirección de correo: carmelo434@yahoo.es