Casada seducida (2)

A continuación les cuento la segunda parte de este relato que es reflejo de una situación totalmente real vivida por mí en la ciudad de Barcelona, donde cuenta como seduje a una perfecta casada y fiel esposa.

CASADA SEDUCIDA II

A continuación les cuento la segunda parte de este relato que es reflejo de una situación totalmente real vivida por mí en la ciudad de Barcelona.

Una vez en el avión que me llevaba a El Cairo pensaba cómo ingeniármelas para hacer caer las defensas de Lourdes. Estaba disfrutándolo todo, mi acercamiento, mi seducción hacia ella, el modo en que, disimuladamente, ella me miraba por el rabillo del ojo fingiendo yo no verla. Disfrutaba tanto de estas cosas como de imaginar como sería su "estreno" en mi cama.

Imaginaba que una mujer que nunca había disfrutado del sexo, en el momento que empezara a sentir verdadero placer estaría comiendo de mi mano.

A penas me alojé en el hotel de El Cairo comenzamos a chatear y poco a poco la fui convenciendo para quedar a Barcelona a mi regreso. Le prometí llevarla al hotel más lujoso de la ciudad.La cosa funcionaba, ya casi estaba convencida, por lo que reservé por Internet una suite en uno de los mejores hoteles de Barcelona, no es que yo sea rico, pero la ocasión lo merecía, todo ello con la excusa de que mi avión llegaría a las 22:00 h. y a esa hora era tarde para regresar a casa.

Ni que decir tiene que mi estancia en Egipto se me hizo eterna, anhelaba el momento de regresar a España. Entretanto, no pasaba ni una noche en la que no chateásemos todo el tiempo posible, ya que su marido, según me dijo era taxista y frecuentaba el turno de noche. Me contó que para el día de nuestro encuentro la cosa no podía venir más a pedir de boca, ya que su hijo estaba en unos campamentos de verano y su marido volvía a hacer turno de noche y en esos casos siempre regresaba bien avanzada la noche.


Llegado el día convenido y he de reconocer que sólo de pensarlo yo andaba todo el día excitado, incluso mi pene ya se había puesto por su cuenta a liberar líquidos preseminales. Llegué al hotel en que habíamos quedado y allí estaba ella, en la cafetería, luciendo un estupendo vestido de noche y un elegante peinado, parecía una madrina de boda, quizá algo hortera para la ocasión, pero resultaba muy seductora. Llevaba su espalda al descubierto, por lo que pensé que no llevaba sujetador, por lo que sus generosos pechos se movían con cierta libertad dentro del vestido.

La noté nerviosa, por miedo a que alguien conocido la viese en la cafetería de un hotel por la noche hablando con un extraño. La invité a subir a la habitación y allí tomaríamos algo, y así podría enseñarle lo bonita que era la habitación.

Subimos al ascensor y aproveché para echarle un vistazo por detrás. La verdad es que el vestido de noche le favorecía mucho su figura, se le adivinaba un culito todavía bien puesto en su sitio.


Entramos en la habitación y nos servimos unas copas. Empezamos a hablar de cosas triviales y entre ambos se adivinaba un claro nerviosismo por lo que se adivinaba. En un momento dado me quedé mirándole y me lancé a darle un beso en su boca. Me acerqué lo suficiente y dejé mis labios como a unos 5 cm de su boca, para que ella hiciese el resto.

¡Eureka!, la cosa funcionaba, se aproximó hasta mí y empezó a besarme, primero suave, luego desaforada y ansiosamente. He de reconocer que besando, al menos era una auténtica experta. Permanecimos besándonos por espacio de largo rato y así empecé a manipularle su vestido de noche.

Primero bajé mi mano suavemente por encima de su vestido alrededor de sus voluptuosos senos, donde se adivinaba un prominente pezón, todo ello muy despacio, haciéndole estremecerse sobre el sofá. Cuando ella empezaba a abandonarse a mis caricias noté como su resistencia inicial de fiel esposa empezaba a desmoronarse, pero aún así tímidamente me decía que la dejara, que todo aquello era una locura y que debía regresar a su casa, momento en el que liberé uno de sus tetas y atrapé su ya duro pezón entre mis labios, lanzando ella un profundo gemido de placer.

Me pedía que la dejara, que todo aquello no estaba bien, que solo lo había hecho con su marido y que él casi nunca le había dedicado atención a sus pechos. Esto solo consiguió encenderme más y así poco a poco ir liberando su otro pecho. A cada avance de mis manos en sus pechos se retorcía y temblaba como una hoja al viento. Sus súplicas de que la dejara cada vez eran más tenues, pero debía seguir manteniendo un resquicio de fidelidad a su maridito y no dejarse follar por un oportunista que la había sacado de sus casillas.

Vista la reacción que mis caricias y lametones ejercían sobre sus tetas decidí probar a excitarla al máximo solo con las tetas. Me dediqué a acariciarlas, lamerlas, sobarlas, pero sin centrarme directamente en sus pezones, que eran el postre de este magnífico aperitivo.

A estas alturas Lourdes solo acertaba a lanzar grandes gemidos y a decir "Hay Dios mío, Hay Dios mío…". Ni que decir tiene que cuanto más le hacía sentir a ella más cachondo me ponía yo. Cuando la ví que ya no aguantaba más, me lancé al ataque de sus pezones y los engullí como poseso. Con esto ella empezó a correrse como una verdadera puta, lanzando verdaderos aullidos de placer y a decirme "sigue cabronazo, no te pares ahora…" "me corro mi amor, lo siento Manolo pero me estoy corriendo…..", explotando en un sonoro y prolongado orgasmo como creo que nunca lo había tenido.

La dejé respirar unos momentos en los que me confesó que Manolo, su marido, a penas nunca le había tocado las tetas y menos comérselas y que con lo que yo le había hecho la había llevado al cielo."No hemos hecho nada más que empezar" le dije, y ella me dijo que si se podía alcanzar más placer que el que ella había tenido. "ni te lo imaginas", le dije yo.


La llevé hasta la habitación contigua, hasta la cama y allí mis manos, ávidas de sentir su carne se abrieron paso a través de su vestido, dejándola solo con unas bragas de encaje que no estaban nada mal, quizás demasiado grandes, pero teniendo en cuenta la clase de mujer pudorosa de que se trataba eso me excitaba más todavía.

Volví a atacar sus tetas con mi boca, pero en esta ocasión era otro mi objetivo. A penas me entretuve con ellas unos momentos y muy poco a poco fui bajando por su cuerpo lentamente, desesperadamente despacio, deleitándome con su vientre ya un poco abultado por el paso de los años, pero con la firmeza suficiente para hacerla todavía una mujer deseable por un hombre.

En cuanto mi lengua tocó el borde de sus bragas ella me dijo "no eso no, ahí nunca me ha hecho nada mi Manolo", esto me hizo hervir la sangre, era yo el primero que le estaba enseñando a esta mujer lo que era un experto amante.

Como yo no tenía prisa, me deleité en mordisquear su vientre y en ir, poco a poco retirando sus bragas hacia abajo mordiéndolas y bajándolas con mi boca. Ella entretanto seguía ahogando gemidos como para no demostrar que la estaba volviendo loca por momentos.

Cuando al final conseguí quitarle las bragas con mi boca allí la tenía totalmente desnuda ante mí, y todavía ofreciendo una tibia resistencia ante su último bastión todavía a salvo del invasor. Trataba de cerrar las piernas y taparse el coño con su mano, como último gesto de pudor que pude ver esa noche en Lourdes. Yo la consolé diciéndole que no le haría nada que ella no quisiera, lo cual la tranquilizó un poco. Volví a lamerle por su cintura y por su vientre. Todo en ella me excitaba. Ella también poco a poco iba subiendo su excitación, era evidente que estaba mojadísima, por la raja de su coño se veían asomar las primeras gotitas de fluidos vaginales.

Mi lengua a todo esto se paseaba ya a su antojo por la parte interna de sus muslos, donde, por cierto, tenía una piel sumamente delicada y sabía que ella no tardaría en ceder, ya que estaba realmente excitada. Me recreé especialmente en la parte superior de su bello púbico. Ella ya no se resistía solo gemía. En un momento dado puse mi lengua justo encima del inicio de su raja y ahí me paré. Tras unos pocos segundos fue ella misma la que alzó el pubis, poniendo todo su coño en mi boca. Ese era mi momento de aquella noche, en mi boca tenía un coño prácticamente "virgen" para mí solito y una mujer que lo estaba disfrutando y agradeciendo todo. Tanto calor y placer acumulaba en su entrepierna que en un momento dado empezó a lloriquear, auténticas lágrimas escurrían por su cara mientras me pedía "cómemelo ya, no aguanto más, cómemelo, cabronazo".

Visto lo cual me dediqué a deleitarme con aquella fruta que ya chorreaba de húmedo que la tenía. Nunca creí que una mujer pudiera mojar tanto por su coño, era algo increíble, además sus jugos me resultaban sumamente ricos y yo no dudaba en tragarlos todo lo que podía. Ella lanzaba grandes gemidos y decía "Dios mío, Dios mío creo que me voy a correr de gusto…"

Y vaya que si se corrió. Se corrió en mi boca, gritando ahora ya, sin tapujo alguno, incluso se le escapó alguna obscenidad como "chupa cabronazo, déjame seco el coño". Parecía mentira que esa hasta hace un rato fiel esposa estuviese gozando con otro hombre como una verdadera puta. Su coño tuvo una explosión de líquido, un líquido blancuzco que manaba de su coño, del que no dejé escapar ni una sola gota.

La dejé calmarse un poco, pero sin dejar su abultado clítoris, y a los pocos minutos allí estaba mi nueva amante convulsionándose nuevamente, víctima ahora de una serie de pequeños mini orgasmos, que la tuvieron fuera de sí por espacio de unos cinco minutos.


Estaba claro que estaba disfrutando mas que nunca, como una loca, como una puta sobre mi cama. Me tendí en la cama con mi polla en alto y me dijo "Dios mío que grande la tienes" y dicho esto añadió: "voy a hacer algo que nunca creí que haría" y sin mediar palabra se introdujo más de media polla en su boca, hasta tocar su campanilla. Mi pobre polla a esas alturas estaba sin parar de mojar, la cosa era más excitante de lo que hubiese imaginado. La chica del tren, la fiel esposa y madre ejemplar se estaba zampando su primer rabo y vaya rabo, "esto es casi el doble de lo que tiene mi Manolo" me dijo "no se si esto me podrá entrar por abajo".

Yo estaba que no cabía de gozo y de excitación. Aquella noche se estaban cumpliendo todas mis fantasías y eran más gratificantes de lo que hubiera podido imaginar.

La verdad es que para estrenarse conmigo no lo había mal del todo. Primero pasaba los dientes por mi glande y le dije como debía hacerlo. Tenía que darme placer con sus labios y su lengua. Aprendía rápido la muy puta. Yo en medio de tanta excitación acumulada estaba a punto de estallar, realmente me dolían los huevos de tanto aguantar, hasta que sin avisarle exploté dentro de su boca, en ese momento le dije "ahora no lo debes dejar escapar". Obedeció como mi esclava y se lo tragó todo. Al final le produjo una pequeña arcada porque dijo que el sabor era muy fuerte y que no estaba acostumbrada.


Después de estos orgasmos que tuvimos los dos, ella me dijo que si ya habíamos terminado, porque su marido nunca se corría más de una vez en una sesión.

Le dije que yo no era su marido y que ella no era mi mujer, sino mi puta y que a partir de ahora debía hacer todo lo que yo le mandase. Estas palabras produjeron en ella una extraña excitación de tal forma que pude comprobar como se le ponía la carne de gallina.

Una vez terminamos de comernos como aquí he contado, un arranque de arrepentimiento invadió a Lourdes y empezó a gemir, ahora por el sentimiento de culpabilidad. Se metió en el baño con sus cosas y a los pocos minutos allí estaba ella, vestida de nuevo de madrina y dispuesta a marcharse.

"Esto ha ido demasiado lejos" me dijo, me dio la mano y se marchó.

Habían pasado dos horas, quizás las dos horas más apasionantes de toda mi vida con aquella mujer que seguro estaba que volvería a comer de mi mano.

Continuará…..

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