Casa rural (1)

Unos amigos de toda la vida se convirtieron en nuestros amantes par siempre.

CASA RURAL

Desde hace bastantes años, mi marido, Alfonso, y yo solemos acudir a las casas rurales de vacaciones. Hace tiempo eran casas rusticas de verdad de las de antes, ahora son más lujosas y con todas las comodidades.

Un año nos fuimos de vacaciones con un matrimonio de nuestra edad, alquilamos una casa pequeña junto a un río y algo retirados del mar. Era una casa muy bonita, bien decorada y acogedora. A la entrada había un pequeño jardín con unos arbustos que respetaban nuestra intimidad y por la parte de atrás un pequeño terreno con piscina y algo de sombra por los árboles frutales.

No había más casas en los alrededores, la más cercana se encontraba a unos 100 metros aproximadamente. Al fondo del jardín una puerta nos llevaba hasta el río con zonas verdes y piedras.

Allí estuvimos los cuatro durante casi un mes, disfrutando de la tranquilidad. Nuestro matrimonio acompañante se llaman Alfredo e Irene. Solíamos ir los cuatro juntos a todos los sitios y de vez en cuando nosotras nos escapábamos al río para quitarnos el sujetador del bikini sin que estuvieran ellos delante. Aunque nos conocíamos hace años, nos daba vergüenza quedarnos sin ropa mientras los chicos miraban. Pero todo en la vida cambia, los años pasan y el sentimiento de pudor varía.

Una tarde mientras Irene y yo nos estábamos bañando solo con la braguita y comprobando que no había nadie a nuestro alrededor, me quité la única prenda que llevaba quedándome completamente desnuda a la vista de mi amiga. Lejos de asombrarse por lo que había hecho, hizo lo mismo y se tumbó a mi lado. Ambas sin ropa alguna tomando el sol.

Allí estuvimos bastante tiempo, no sabría decir con exactitud, pero no fueron menos de dos horas. Estuvimos hablando de nuestra relación de pareja, de los hijos, del trabajo y también de sexo. Comentábamos lo mucho que disfrutamos con nuestros maridos y a veces solas. Ella usaba juguetes para masturbarse, algo que yo nunca había hecho.

Nos tapamos con sendos pareos, algo transparentes e insinuantes y volvimos a la casa con los bikinis en la mano para estar con los chicos.

Cuando nos vieron se les salía los ojos de la cara. Tanto el uno como el otro repartían sus miradas entre nosotras. Entramos en la casa y nos fuimos al aseo para darnos una ducha. Regresamos al jardín junto a nuestros maridos que estaban metidos en la piscina con los brazos sobre el bordillo hablando en voz baja. Al advertir nuestra presencia semidesnudas con el pareo, seguían sin mirarnos a la cara recorriendo nuestro cuerpo desnudo semioculto entre la tela.

Nos pidieron entrar en el agua, pero no nos apetecía y nos fuimos a la cocina para preparar algún refresco y aperitivos variados. Llegamos con una bandeja cada una, la pusimos sobre la mesa, saliendo del agua los muchachos para acompañarnos.

Estuvimos hablando de diversos temas hasta que Irene y Alfredo se levantaron para ir a la habitación a vestirse, teníamos acordado salir a cenar al pueblo.

Mi marido me comentó:

Cuando os fuisteis al río, salimos detrás de vosotras, fuimos hasta una cascada que hay unos metros más arriba y seguimos caminando por la otra orilla hasta donde estabais tomando el sol. Dijo sonriente.

¿Nos habéis visto desnudas? Pregunté.

Si. Estabais boca arriba, hablando, no se que decíais por que el sonido del agua no nos permitía escuchar con claridad, pero os vimos reír.

Que cara más dura tenéis. Ya no podemos ni escondernos de vosotros ni un rato. Le dije como si estuviera enfadada pero en realidad no era así, no me importó que nos vieran.

No te pongas así. Dijo Alfonso. Si quieres nos desnudamos nosotros mañana por la tarde y os digo por donde tenéis que ir para que nos veáis a Alfredo y a mi sin el bañador.

¿Serías capaz de desnudarte delante de Irene?. Pregunté algo sorprendida.

Si. ¿por qué no?, sabes que los hombres para estas cosas somos más atrevidos y además ya llevamos muchos años juntos y no creo que se escandalice. ¿Te escandalizarías tú al ver a Alfredo desnudo?

Creo que no, a estas alturas, no. Contesté segura de mi misma. Y añadí:

Una pregunta, cuando nos visteis desnudas junto al río, ¿qué dijo Alfredo?

Que estabas muy bien, que tenías un cuerpo precioso. Yo le dije lo mismo de Irene. Además yo se que él te gusta desde hace tiempo y que le miras con unos ojitos.....

No digas tonterías, me cae bien nada más, somos amigos. Pero me da la sensación que a ti te gusta ella, ¿Verdad?

Si, la verdad es que es estupenda, antes la valoraba mucho como persona y al veros esta tarde sin ropa, la valoro mucho también, es que tiene un cuerpo de escándalo aunque no tenéis nada que envidiar la una de la otra.

Sin que pudiéramos terminar la conversación, se presentaron nuestros amigos en el jardín ya vestidos para salir, entonces nos levantamos nosotros para ir a la habitación y ponernos ropa adecuada. Cuando iba caminando hacia la casa, giré la cabeza rápidamente y vi que Alfredo me miraba mi trasero. Al darse cuenta giró la cabeza hacia Irene y se pusieron a charlar.

Nos fuimos al pueblo a cenar y a tomar unas copas. Irene se tomó una de más, iba contenta pero controlando todo lo que hacía. Los demás, aunque habíamos bebido también, estábamos menos afectados por el alcohol que ella. Vista la situación nos fuimos a casa sobre las 4 de la madrugada.

Al llegar, Alfonso y Alfredo, prepararon mas bebidas, al fin y al cabo estábamos ya en casa y por mucho que bebiéramos no había ningún tipo de peligro. Nos tomamos una, después otra y otra más. Ya solo recuerdo las risas.

Por la mañana, al levantarme, me vi desnuda sobre la cama junto a Alfonso que también estaba sin ropa. Salí de la habitación hacia la cocina y veo sobre la cama a nuestros amigos desnudos también, habían dejado la puerta abierta igual que estaba la nuestra. No recordaba nada.

Me quedé mirando a nuestros amigos, mas concretamente a Alfredo. Su miembro, su cuerpo. Alfonso me agarró de la cintura dándome un susto de muerte. Un pequeño grito hizo que Irene se despertara y al vernos en la entrada de la habitación, se tapó con el cuerpo de su marido para que Alfonso no la viera, aunque ya era tarde.

Fuimos a la cocina y preparamos el desayuno. Enseguida se presentó Irene con una toalla rodeando su cuerpo. Nos dio los buenos días y se tomó un café con nosotros. Unos minutos después se acerca Alfredo, se prepara otro café y se sienta a nuestro lado.

¿Nos vamos al río Alfredo?. Preguntó mi marido.

Vamos, hoy comemos fuera, no tengo ganas de preparar nada. Contestó.

Alfonso me miró de reojo con una pícara sonrisa, anunciándome que estarían donde nosotras estuvimos el día anterior y salieron por la puerta trasera.

¿Nos vamos a dar una vuelta por el campo? Pregunté a Irene.

Si, vamos, a ver si nos despejamos un poco. Contestó

Irene, ¿Sabes que pasó anoche?, es que esta mañana me encontraba desnuda sobre la cama y al salir os he visto a vosotros también sin ropa. Pregunté intrigada.

Yo no recuerdo nada, solo las risas y que nos estuvimos bañando en la piscina, lo que no recuerdo es si teníamos el bikini puesto o no. Contestó.

Pues yo no me acuerdo de nada ni tan siquiera que nos bañáramos.

Entonces les preguntaremos a ellos cuando les veamos. Dijo Irene.

Eso es fácil, se donde están, se han ido donde estuvimos nosotras ayer por la tarde.

Me lo imaginaba. Cuando nos estábamos vistiendo ayer para salir a cenar, Alfredo me dijo que nos había visto tomando el sol. Que cara mas dura tienen estos chicos. Seguro que ahora ellos están allí sin el bañador esperando a que miremos a escondidas. Añadió Irene.

Si, ayer me dijo Alfonso que si queríamos verles desnudos que irían al mismo sitio y que se quitarían el bañador.

Parecen clones, a mi me dijo lo mismo, pero vamos a hacer una cosa, nos acercamos sigilosamente donde estén, les esconderemos el bañador. A ver como reaccionan.

Buena idea. Le dije y fuimos por entre los matorrales. Estaban de espaldas a la orilla y sin que se dieran cuenta, les cogimos los bañadores y los escondimos.

Volvimos sobre nuestros pasos sin que se dieran cuenta y cruzamos a la otra orilla ocultándonos entre arbustos y matorrales. Allí les vimos, Alfonso tumbado boca arriba y Alfredo sentado a su lado, hablaban y se reían. Nosotras nos quedamos mirándoles durante un buen rato.

Tu marido está muy guapo. Me comentó Irene. La verdad es que me quedé un poco helada, nunca me hubiera esperado un comentario de este tipo. Guardé silencio durante unos segundo y le respondí:

¿Te gusta?

Hace muchos años que nos conocemos y su forma de ser es estupenda aunque no te lo cambiaría por Alfredo, también es buena persona y soy feliz con él. Lo que ocurre es que tu marido tiene un atractivo especial, es algo que me atrajo hace tiempo.

¿Qué me estás insinuando? Pregunté algo inquieta.

Nada, no te apures, te repito que soy feliz con Alfredo y no lo cambiaría por ningún otro hombre. Continuó.

Me gustaría que fueras clara conmigo, somos amigas desde hace tiempo y no me gustaría que hubiera entre nosotras mentiras. Tu marido también me atrae de la misma forma que a ti el mío, pero nunca haría nada por arrebatártelo.

Te voy a contar algo que me gustaría que no se lo dijeras a nadie, ni siquiera a Alfonso, ¿me lo prometes?. Empezaba a sincerarse conmigo. Alfredo y yo tenemos fantasías eróticas que nos contamos muy a menudo. Hace unos años, cuando vivíamos en Barcelona, nos fuimos a un local de intercambio de parejas. Allí practicamos nuestro primer trío con un chico encantador, no se como se llama, y tampoco me importa. Unos meses después de aquella primera vez, volvimos al mismo local y encontramos una pareja muy divertida y afín a nosotros. Hicimos un intercambio de pareja hasta el extremo de acostarme con ella. Por favor no le cuentes a nadie esto, me moriría de vergüenza.

¿Estuviste haciéndolo con una mujer?¿Delante de Alfredo?. Pregunté

Si, le gustó mucho verme con ella. Era una de nuestras fantasías que hicimos realidad. Me contaba sin dejar de mirar a los chicos.

Yo también lo hice.

¿Qué has dicho? Preguntó asombrada.

Que yo también lo hice el verano pasado cuando nos fuimos a Asturias. Conocimos a una pareja en un río como este, solitario. Les vimos sin querer haciendo el amor detrás de unos matorrales, me excitó verles y llevé a Alfonso a un sitio apartado y lo hicimos pensando en aquella pareja. Después coincidimos en el restaurante y en el bar de copas que había al lado. Entablamos amistad y todo lo demás surgió por si solo. Le narré cabizbaja.

Me dejas atónita, nunca hubiera pensado eso de ti.

Hay que aprovechar la vida es corta y hay que disfrutarla en todos los aspectos. Le terminaba de contar mientras me reclinaba hacia atrás apoyando los codos sobre el suelo y sin dejar de mirar a nuestros chicos.

Irene se acercó hasta mi y susurrándome al oído me dijo

Tu has sido en alguna ocasión la protagonista de nuestras fantasías y Alfonso también. En ese momento giré la cabeza hacia ella sorprendida por lo que me estaba diciendo y arrimándose lentamente hacia mí, apoyó sus labios hasta los míos para darme un precioso beso.

Me quedé paralizada, nunca hubiera esperado esto de Irene, pero había sucedido. No hice nada por retirarme. Se apartó se incorporó para dirigir su mirada hacia nuestros maridos y comentó:

Hace mucho tiempo que deseaba hacer esto. Espero que no te hayas molestado pero lo deseaba de corazón.

No te preocupes, me ha gustado. Respondí segura de las consecuencias que eso podía contraer.

Dicho esto, Irene se acercó hasta mi, me tumbó y volvió a besarme en la boca, esta vez con más pasión. Me estaba gustando. Sentía que me excitaba por momentos. Pasé mi mano por su nuca para acariciar su pelo corto con la yema de los dedos. Se levantó, me tomó de la mano y me llevó sigilosamente hasta un apartado en la montaña rodeada de plantas y sobre un suelo verde y limpio. Me abrazó, rodeó mi cintura para volver a juntar sus labios a los míos, su lengua pidió permiso para meterse dentro de mi boca. La abrí y dejé que jugara con la mía. Subió sus manos hasta alcanzar el broche del sujetador del bikini para soltarlo, dejándolo caer al suelo. Después bajó sus manos para metarlas entre mi piel y la braga, acariciándome el trasero. Mis manos no se quedaron quietas, toqué su piel suave. Repetía sus actos quitándole el sujetador y bajándole las bragas hasta dejarla desnuda como ella hizo conmigo. Me tumbó sobre el verde suelo acolchado. Nos besábamos como dos adolescentes mientras nuestras manos recorrían los cuerpos desnudos. Acaricié sus pechos a la vez que ella los míos.

Oímos unos pasos que se acercaban hacia nosotras, nos separamos y vimos, no muy lejos, a nuestros maridos que se acercaban. Nos pusimos los bikinis y nos tumbamos para charlar de algo que se nos ocurrió en ese momento para disimular.

¿Qué hacéis aquí? Preguntaron asombrados.

Estábamos buscando un sitio soleado para tomar el sol y hemos encontrado este para hablar y fumarnos un cigarro. Contestó Irene.

¿Os venís a dar una vuelta? Preguntó Alfredo.

Estoy cansada de andar, llevamos mucho tiempo caminando por estos parajes y las cuestas agotan a cualquiera. Respondió Irene.

Voy contigo si quieres. Le respondí presta a irme con él.

Pues yo también me quedo, no se va a quedar Irene sola. Luego nos vemos. Dijo mi marido.

Como queráis. Nos vamos a la cima de aquella colina y volvemos. Contestó Alfredo, me agarró de la mano me ayudó a subir la empinada cuesta.

Al llegar a la cima, los dos estábamos exhaustos de la caminata que nos habíamos dado. Alfredo abrió la mochila y sacó dos cocacolas frías y allí las estuvimos bebiendo. Hablamos de mi relación con Alfonso y de él con su mujer. Los dos sabíamos mas del otro de lo que podíamos imaginar en ese momento. Alfonso le había contado nuestra experiencia de intercambio en Asturias y Alfredo lo mismo que me contó Irene respecto a la suya en Barcelona, pero ninguno de los dos en ese momento quisimos delatar lo que sabíamos.

Voy un momento al otro lado de esa roca, vuelvo enseguida. Me comentó.

Pensé que iba a orinar pero tardaba un poco más de lo previsto y me acerqué hasta donde dijo. Estaba de pie, desnudo frente al aire y sin más fondo que algunas montañas y el mar. Contemplaba la lejanía y la inmensidad del mar. Aquella fotografía de su cuerpo desnudo con el fondo de tan precioso paisaje, hizo que me quitara el bikini para vivir la misma sensación que él estaba sintiendo en aquel momento.

Un símbolo de libertad. Sin ropa, sin nadie que nos reproche nuestro comportamiento, sin prisas.

Me acerqué hasta él.

¿Puedo acompañarte?. Le pregunté.

Me miró de arriba abajo. Se quedó mudo durante unos segundos.

Si claro que puedes, es para mi un verdadero honor y placer tenerte a mi lado.

Gracias. No nos cruzamos ni una palabra más durante varios minutos.

Mirábamos al frente, al mar y a las montañas. El viento seguía azotándonos los cuerpos desnudos.

Me senté sobre una piedra lisa y plana. Recogí mis piernas tapándome los pechos con las rodillas y seguía contemplando el paisaje con el cuerpo sin ropa de Alfredo.

Al cabo de unos minutos se sentó en el suelo colocándose entre mis piernas. Abrí mis brazos y comencé a acariciar su pelo con suavidad, de vez en cuando deslizaba mis manos sobre su pecho escaso de vello. Me agarró las manos y las besó insistentemente. Estaba disfrutando de un momento que me hubiera gustado que durara eternamente.

Oí unos pasos, miré hacia atrás y vi a mi marido con Irene que se acercaban, pero no advertí de su presencia a Alfredo. Seguíamos allí desnudos.

Se acercaron hasta nosotros.

¿Qué tal se está aquí? Preguntó mi marido.

Silencio. Contesté. Sentaros a nuestro lado, no habléis y disfrutar del paisaje.

Sin mediar palabra, ambos se quitaron la ropa. Alfonso se sentó a mi lado e Irene al lado de su marido en el suelo. Los cuatro estábamos como nos habían traído al mundo, disfrutando lo que la naturaleza nos regalaba y de unos buenos amigos.

Allí pasamos largo rato hasta que Alfredo se levantó.

He visto un sitio que creo es más bonito que este. ¿Os venís alguno?

Yo voy. Le dije.

Yo me voy a casa y me daré un baño en la piscina. Respondió Irene.

Yo también. Dijo Alfonso.

Me marché con Alfredo. Caminando por los senderos, sin ropa alguna, disfrutando del paisaje y de la compañía. Al cabo de un cuarto de hora, llegamos a un paraje maravilloso. Una cueva situada de cara al mar. El sol calentaba las piedras pero no quemaban al contacto con la piel. El aire venía fresco. Me tumbé sobre una de las lisas piedras extendiendo mis brazos por encima de la cabeza. Los ojos cerrados me hacía relajarme y no sentir agobio, solo tranquilidad, paz, sosiego.

Busqué con la mirada a Alfredo y se encontraba frente a mi contemplándome, sus ojos radiaban admiración, deseo. Se sentó a mi lado sin retirar su mirada de la mía. Apoyado sobre su codo izquierdo inclinó su cabeza para dirigir sus labios a mi boca y besarme con tanta dulzura que hizo estremecerme.

Recorrí su cuello con mi mano para acercarle más a mi. Pasó su mano sobre mi cintura hasta que su cuerpo se fundió con el mío. Sus labios recorrieron mi cuello, lentamente descendía entre mis pechos para seguir besando mi tripa. Se colocó frente a mi, sus manos a ambos lados de mi cintura y su boca no dejaba de besar mi piel. Subía y bajaba la cabeza, desde los pechos hasta el monte de venus. Abrí mis piernas para rodear su cuerpo. Se echó encima de mi y sentía que su pene erecto me rozaba entre las piernas.

Me abrazó por el cuello con sus fuertes brazos, bajé mis manos y toqué aquel duro y maravilloso miembro viril, lo frotaba despacio de principio a fin. Estaba mojada, empapada. Señalé con su pene la entrada de mi vagina y empezó a introducirlo suavemente. Me estremecía conforme iba entrando y a él temblaba todo el cuerpo. Cuando llegó al final, la sacó para volver a meterla. Poco a poco iba aumentando el ritmo dándome placer. Paseaba mis manos por su espalda y por su trasero sin parar, le hincaba las uñas con cuidado de no hacerle daño ni marcas, pero marcándole el ritmo de mi placer cada vez que entraba hasta lo mas profundo de mi.

Mi primer orgasmo está a punto de venir y tengo que pedirle que siga, que no se pare.

Mi estado de excitación pide más, necesitaba que me lo hiciera una y otra vez más, no podía contenerme y quería sentir más placer y llegar a nuevos orgasmos. Le pedí que se tumbara sobre la piedra y me coloqué encima de él. Abrí mis piernas para ponerlas a ambos lados de la cabeza, me agaché para que su lengua continuara con el trabajo que había dejado, a la vez agarré su pene y le masturbé con mi boca. Me encontró el clítoris sin dificultad y con maestría trabajó con él hasta que me hizo llegar a un nuevo orgasmo.

Me giré, cara a cara los dos nos miramos fijamente. Bajó sus manos en busca de su miembro erecto y sin dificultad volvió a entrar dentro de mi. Subía y bajaba con rapidez, nuestras miradas no se cortaban. Me agachaba para besarle una y mil veces más.

Alcancé mi tercer orgasmo. Le veo cerrar los ojos, está a punto de correrse dentro de mi, aumento el ritmo, el movimiento y como si fuera algo ensayado, un nuevo orgasmo, pero esta vez los dos juntos.

Me tumbé encima y le besé continuamente, mientras me correspondía con caballerosidad.

Después de relajarnos, nos fuimos por un sendero hacia un lugar nuevo. Alfredo sabía bien los caminos de esos parajes. Nos detuvimos al llegar casi al río y me comentó.

Mira esa es la casa. Señalando al frente.

¿Sabes quien hay ahí?, preguntó con picardía.

Si, lo veo. Lo veo muy bien. O mejor dicho, los veo muy bien y clarito.

¿Te gusta?, Señalaba a nuestras respectivas parejas con la mano.

Si, parece que se lo están pasando igual de bien que nosotros.

Mi marido e Irene estaban haciendo el amor en el jardín, encima de una tumbona. Irene estaba encima y se movía con maestría. Alfonso le tocaba los pechos y le besaba los pezones.

Es excitante ¿verdad?. Le pregunté.

Si, me gusta que Irene disfrute y que mejor que con tu marido, hace tiempo que ella tenía ganas de acostarse con él. Comentó Alfredo.

Y tu conmigo ¿no es así?

Si, así es. Desde hace mucho, pero mucho tiempo que deseaba hacer lo que hemos hecho, te he soñado muchas veces y me he masturbado pensando que algún día serías tu quien me lo hiciera.

¿Quieres que te masturbe otra vez?. Le pregunté.

Si, me gustaría mucho es algo que me encantaría. Miraré mientras los haces, después lo haré yo contigo,¿Quieres?

De acuerdo. Respondí.

Se sentó frente a la casa, agarré su pene y comencé a frotarlo con mis manos, arriba y abajo, de vez en cuando bajaba mi cabeza y me metía la punta en mi boca para acariciarla con la lengua. Seguía frotando aquel extraordinario miembro, le estaba haciendo una paja.

Le hice que se pusiera de rodillas y apoyara su cuerpo en el suelo con las manos. Me coloqué detrás de él y abriendo las nalgas dejé despejado su trasero a mi merced. Pasé mi lengua por su agujero. De vez en cuando metía mi lengua y cuando estaba bien lubricado, mojaba un dedo con mi líquido vaginal y lo introducía despacio. Con mi mano izquierda movía hacia dentro y hacia fuera el dedo lubricado mientras que con la derecha seguía acariciando su pene. Siento que se estremece y acelero el movimiento de las manos y cuando estaba a punto de estallar, me metí su pene en mi boca para que todo su líquido se quedara dentro de mi garganta.

Cuando se relajó y descansó, quiso cumplir con su promesa de masturbarme. Me senté apoyando mi cuerpo sobre el suelo con las manos. Se sentó a mi derecha y comenzó a pasarme sus dedos por el interior de mis muslos. Abrí más las piernas a la vez que el se cambiaba de sitio colocándose detrás de mi. Su largo brazo alcanzó mi vagina y el clítoris a la vez que me tocaba los pechos y me besaba en el cuello.

Mi cuerpo empezaba a tener convulsiones de placer. Hasta que alcancé el orgasmo deseado. Le pedí que lo repitiera y accedió gustoso. Descanse mi cuerpo sobre él, seguía tocándome el pecho, sus dedos en el clítoris y mi mano pasó por detrás de mi para volver a tocar el pene y acariciarlo. Me gustaba tanto que le pedí una tercera vez. Noté su erección y cuando estaba a punto de un nuevo orgasmo me coloqué como lo hizo él anteriormente e hice que me la metiera por detrás.

Sentí su líquido blanco llegar hasta el fondo. Caliente. Excitante.

Bajamos al río y nos estuvimos lavando, regresamos a casa para estar en compañía de nuestras parejas. Cuando vi a Alfonso, me tiré a su cuello, le besé y le expresé mi amor.

Esto no acaba aquí, pasaron más cosas y muy excitantes todas ellas.

En otra ocasión os lo cuento.

Muchos besos.