Casa de machos

Una casa muy especial...

CASA DE MACHOS

Cada mañana desde hacía un par de años me despertaba sobresaltado. Generalmente por el aliento en la nuca de un hombre. Este, me acariciaba las nalgas que generalmente estaban desnudas, las golpeaba dándole chirlitos suaves y que me iban poniendo cachondo y muy caliente, con sus manos aquel hombre se paseaba por mis genitales llegando a endurecer mi verga que se sentía renacer a cada tocada de sus manos.

__¡Ohh me vuelves loco pendejo!!__ susurraba aquel hombre maduro en mis oídos encantados de escuchar esos gemidos y susurros. Me encantaba ya cuando metía un dedo en mi ojete despierto y preparado. Luego casi al instante eran dos, yo resoplaba y gemía como putita y eso sabía que al perverso de mi padre le encantaba. Se inflamaba su poronga gruesa. Dejaba que se la acariciara, que la tocara, siempre dándole mi espalda y entonces el me mordía el cuello y los hombros, inflamado de deseo y muy caliente, sobando mis nalgas carnosas y apetitosas, duritas.

__¡Eres tan dulce mi putita!!__ gemía en mis oídos abiertos y sedientos de aquellas palabras. Recién estaba arrancando el día y ya la poronga de mi padre quería penetrarme, taladrarme, meterse dentro de mi y a mi eso me gustaba tanto, que me volvía loco.

Restregaba mi culito desnudo en la pija dura y vuelta de mármol, puesta a mil revoluciones. En tanto los rústicos dedos de mi padre pellizcaban mis pezones duritos y parados, muy parados, yo ya gemí como putita y la poronga de mi padre se ponía mas caliente y dura, era un piedra chocando y buscando mi agujero ya dilatado y baboso, esperando ser penetrado por aquel ser, aquel macho furioso y caliente que era mi padre.

Seguía dándome unos masajitos, pellizcones y chirlos en los cachetes de la cola. Como cuando me portaba mal siendo pequeño. En eso su espíritu de militar próximo a retirarse no había cambiado en nada y a mi me gustaba y me calentaba sobre manera.

Después lentamente me metió su fierro candente, al rojo vivo, abrazándome, tirándome hacia el, haciéndome sentir sus bolas golpeando en mis nalgas deliciosas y alegres.

__¡Como te gusta tu desayuno, putita!!

__¡Me encanta papi!!__ decía yo en un susurro largando un gemido de placer, mientras la barra de carne me perforaba y me serruchaba, yendo y viniendo dentro de mi ojete re caliente, receptivo, gruñendo como animal, era el ritual casi de todas las mañanas desde hacía un par de años cuando mi madre y mis hermanas se marcharon de casa.

Habíamos quedado solos y una mañana mi padre llegó a casa con tal calentura que tuve que ayudarlo dándole una mamada inolvidable hasta el día de hoy, porque me inundó la boca, y yo tragué hasta la última gota de aquella leche sabrosa. A partir de allí todo fue sexo y lujuria y casi todas las mañanas, en general, me daba su ración de néctar, de distintas formas y maneras.

Así que hoy me serruchaba. Me daba verga hasta el fondo de mi ojete que bufaba como tren a vapor. De tanto en tanto me masajeaba mi pija dura. Haciendo que gimiera, la abrazaba fuerte con una mano, se detenía en mis bolas llenas y me serruchaba dulcemente, luego aceleraba, aferrándose en mis caderas, sosteniéndome fuerte con sus manos rudas, me daba maza sin respiro.

Las bolas de mi padre golpeaban en mis duras nalgas de joven efebo penetrado. Me bombeaba de forma deliciosa. Sus gemidos se abarrotaban. Me arrebolaban. Me contorsionaba sonriendo la verga resbalando dentro de mi, un perno mojado, húmedo, explotando dentro de mi túnel elástico y caliente.

__¡Ohh que colita mas deseosa y primorosa cariño!!__ decía el mordiendo mis orejas y apurando sus empujes, bombeándome de una forma salvaje y explosiva, al mismo tiempo conteniéndose para no largar aún sus jugos en mi anillito dilatado y  al punto caramelo.

__¡Me vas a llenar con tu leche papi!!__ gemía yo sabiendo que aquella vocecita lo volvía loco al borde de la acabada. Pero el se sostenía firme, aguantando y embistiendo. Recorriendo el túnel con ganas y brioso como caballo. Me acariciaba los muslos trémulos e incendiados. Me abrazaba como un oso a su muñeco de trapo. Me taladraba cada vez de manera mas acelerada. Sus bombeadas me atacaban la cola de manera precisa y con enjundia.

__¡Te voy a dar tu ración putita, ahhh!!!__ gemía mi padre sin sacar su poronga de mi ojete furiosamente caliente. Apuraba las embestidas.

__¿Donde la quieres dime, ahh, dime cariño, donde quieres la lechita?__ preguntaba sacado.

__¡Quiero tomarla papi!!!__ dije yo alzando los sentidos del hombre, enloqueciéndolo un poco más. La saco de mi ojete abierto. La acercó a mi boca , pero no contento con eso, el mismo, llegó a mi pija y la metió en su boca, y me fue ordeñando velozmente hasta terminar de tragar hasta la última gota de mi semen.  los gritos, y convulsiones el fue largando su leche en mi boca glotona, que bebía sin parar todos los chorros de su pegajoso liquido que tal feliz me ponía. Goloso le deje brillante la espada, la bese y la limpié hasta que empezó  desinflarse.

__¡Bueno cariño ya déjalo que debo irme!!¡No veo la hora de volver y aún no me ido!!!__ dijo mi padre poniéndose de pie y yendo al baño  ducharse para marcharse a su trabajo en el cuartel. Estaba a poco tiempo de jubilarse. Era oficial de alto rango y pasaba bastante tiempo en el cuartel.

Me levanté al rato bañándome primero, sacando de mi cuerpo los rastros de aquella cogida que me había dado el perverso de mi padre.

Debía arrancar con mis tareas que era el mantenimiento de la casa junto con mi primo Josema, los dos, éramos, por decirlo así, las hembritas de la casa, y orgullosas estábamos de serlo, al menos, no teníamos quejas.

Nos movíamos muy bien en equipo. El era rubio y alto, yo era moreno y un poco mas bajo, no mucho, pero los dos teníamos buenas formas y atendíamos muy bien a los hombres de la casa.

Aparte de mi padre allí habitaban, mi tío, o sea el padre de Josema, mi padre y el abuelo Omar, el padre de mi tío y de  mi padre. Digamos que nuestra relación era sanguínea y pasional.

Mientras uno ordenaba las habitaciones. Otro lavaba ropa atrasada. Luego, nos juntábamos para hacer la comida. Obviamente mi padre no estaría quizá por un par de días. Pero bueno ya estábamos acostumbrados a ello. Siempre faltaba alguien en los días de semana. Salvo los domingos, que estábamos todos en familia.

Luego había que lavar los platos y bueno finalmente por la tarde cada uno podía hacer lo que le viniera en ganas.

Mi tío Pau, trabajaba en una fábrica. Sus turnos eran rotativos. Estaba esa tarde en casa ya que entraba de noche. Yo estaba tirado en mi cama grande, en mi habitación, y el golpeando suave entró a la misma, con un toallón en la cintura. Mostrando su pecho ancho y brutalmente fuerte.

__¡Quieres quitármela preciosa!__ me sugirió y noté que su garrote estaba como piedra, porque levantaba levemente la toalla grande. Así fue, de un pequeño tirón la prenda cayó al piso y la monumental poronga saltó a la nada. Me arrimé a ella y la metí a la boca sin decir nada.

__¡Ahhh cariño, siempre sabes complacerme!!!__ musitó quedamente el calentón de Pau. Alzado al máximo. Yo abrí grande la boca y tragué su sable endurecido potentemente. Una barra de metal. La saliva prontamente enjuagó aquella tremenda espada. Mi boca fagocitaba caliente e insaciable. Mi cola palpitaba ya el deseo de tenerla adentro. El tío se corrió, sacando de mi boca su preciado pedazo y se sentó al borde de la cama.

Entonces me puse de pie y dándole la espalda me fui inclinando mostrándole mi hermosa colita deseosa de lengua. Allí fue el. Se metió entre mis medias lunas y su lengua se regodeó en el agujero de mi ojete que explotaba de calentura. Escupió golpeando mi anillo y mi verga se endurecía al máximo. Chorreaba por entre mis piernas. Luego mi tío me fue llevando hacia el, siempre de espaldas, y me fue poseyendo, despacio, entrando en mi ojete baboso.

Su poderoso garrote me atravesó, gemí y empecé a subir y bajar. Taladraba perforando mi culo. Se extasiaba dentro de mi,  masajeando mis pezones duritos, yo gemía y el gruñía como perro en celo.

__¡Ohh tío como me gusta!

__¡Siii cariño te doy por el culo, todo lo que quieras, eres un ángel!!!

__¡Me vas a llenar con tu lechita!!!

__¡Eres viciosa, ahhh, me vuelves loco, eres un ternura, ohhh, tu anillo me come tan bien, ahhhhh!!!__ decía el mientras me bombeaba de forma deliciosa. Ese asiento se calzaba en mi deliciosamente. Sentía sus huevos chocando en mis nalgas jóvenes y duras. Ardíamos los dos, como siempre que cogíamos, y era casi todos los días, lo disfrutábamos a pleno. Como seguro que hacía Josema, en este mismo momento, con el abuelo, estarían cogiendo en algún lugar de la casa.

No dejaba mis pezones. Los pellizcaba, los acariciaba de manera violenta y de manera suave, luego volvía  a acelerar. Su perno me perforaba, mi col presta a explotar y recibir sus jugos, mi pija largando semen por doquier, eso alteró aún mas los sentidos del macho de mi tío y me fue llenando el ojete. Sus líquidos golpeaban mi túnel, y caían mojando mis piernas y mis cachetes sedientos, el mordía mi cuello y mis hombros. Yo giré mi cabeza y nos fundimos en un beso ansioso, profundo, necesitado, húmedo, caliente. Luego salí de la vara que cabeceo al borde del desmayo. Caímos en la cama. Lamió mis tetillas. Seguimos acariciándonos hasta que luego se fue de la habitación.

Los días pasaban y nosotros hacíamos las compras. Limpiábamos. Brindábamos placer y éramos amados, con nuestro primo nos sentíamos reyes o reinas de aquella casa de machos en l que habíamos sido criados.

Esa nochecita me encontré con mi padre en la casa. El tío trabajaba de noche.

__¡Tu abuelo quiere que vayas al estudio, dice si le llevas un té!__ me dice mi padre mientras me besa en los labios suavemente. Siento su cálido aliento a licor y me enloquece.

Fui a hacer el té y una vez listo me dirigí al estudio en donde se encontraba el abuelo. El, había sido contador toda su vida. Ahora ayudaba a alkgunos amigos y conocidos de vez en cuando por eso a veces trabajaba hasta tarde en el estudio.

__¡Hola abuelito permiso!!__ dije y entre con el té

__¡Hola cariño pasa, pasa!__ me contestó sentado en su enorme y cómodo sillón con rueditas.

__¡Aquí está tu té!

__¡Aha, gracias te dijo tu padre, bien…se iba a verlo a Josema me dijo!!

__¡Que bien!¿se debe sentir un poco solito hoy!

__¡Puede ser…pero ven aquí no seas tímido!!!__ dijo mi abuelo mostrándome que estaba en calzoncillos y se notaba una dureza en su entrepierna.

__¡Siéntate en mis piernas, ven con abuelito!!

__¡Ohh Abuelito eres muy sacado!

__¡Pero a ti te gusta!

__¡Me encanta!¡Guau veo que la tienes dura!!!__ comenté mientras me sentaba en sus piernas. Mis nalgas sintieron el calor y empecé a arder en el infierno del deseo y la lujuria.

El garrote del abuelo apareció en mis trémulas y firmes manos, tan firme como aquel mástil, mientras nuestras bocas se juntaban en besos suaves, delicados, jugando con las lenguas salvajes y hábiles.

Masajeaba la vara mientras el abuelo gemía. Se iba poniendo muy dura, realmente como me gustaba ponérsela, al máximo, el en tanto, bajaba el pijama que tenía puesto y con sus dedos jugaba en mi cola babosa. La abría. Se hundía sin piedad en mi ojete caliente. Sabroso. Hurgaba. Delicadamente y luego con cierta violencia. El anillo se abría, y su manija largaba jugo de caliente que estaba. El pegajoso juguito previo a la acabada que me daría seguramente rabiosa y copiosa.

Las lenguas se golpeaban quisquillosas. En un momento no aguante aquella situación y baje veloz a su virilidad y la atrape con  mi sedienta boca. La tragué sin más. Los quejidos del hombre se hicieron notar mucho más. Bese sus bolas gordas y volvía a atragantarme con su pedazo que tanto disfrutaba. Los lamentos del abuelo se hacían notar. Me empujaba la cabeza contra su vara a la vez que me acariciaba los cabellos, fuertemente, ansiosamente. Me atragantaba con aquella poronga divina. La llenaba de saliva. Chorreaba.

El abuelo de pronto sacó la vara de mi boca, la acarició con mis mejillas, la golpeó en mi cara. Yo sonreía de calentura, gemía. El se puso de pie.. Me subió arriba del escritorio. Bajo mi pijama del todo. Levantando mis piernas, metió la cabeza y su lengua entre mis nalgas. Escarbó el agujero. Lo llenó de saliva y sin darme respiro clavo su daga dentro de mi.

Bombeando me mordía la boca. Chupaba mis labios. Gruñía el abuelo con ganas. La lanza iba y venía a gusto. Resoplábamos los dos. Agitado el hombre me daba perno, su enorme poronga me atravesaba. Mis piernas se alzaban y se apoyaban en sus hombros. El recorría mi túnel. Lo hundía.

__¡Ohh cariñito que lindo culito tienes, me vuelves loco, ahhh!!__ gemía y aceleraba las embestidas. Me mordí el cuello, me mordía los labios, daba la impresión de que quería arrancarme un pedazo de carne. Era por lo general la costumbre cuando iba a terminar y llenarme la  colita.

__¡Me darás tu lechita abu!!!¡Ahh ahh ay ay ahhh eres un macho tan hermoso, ohhh!!!__ le gemía yo en los oídos a la vez que el me daba pija y me chupaba las orejas y el cuello, marcando mi piel desgarrándome.

Le dio velocidad  las embestidas, levantaba mis piernas al máximo, enterrando su herramienta a fondo. Su miembro se inflamó mucho mas, fue escupiendo las bocanadas enormes de leche en mi túnel baboso y caliente, receptivo. Prontamente me desbordó y sentí el chorrear de su líquido. Desbordado.

Me sacó la poronga enterrada, mientras el buscaba oxigeno, estaba al punto del desmayo, su garrote, cabeceaba como pez herido al borde el río.

Acariciaba mi pecho, yo sonreía, el buscaba mi boca y nos volvíamos a besar.-