Cartas perdidas

Una carta encontrada años después de que fuera escrita es la muestra de una sexualidad desenfrenada de una generació anterior

Este es un fragmento de una carta que encontré en el desván hace poco. Estaba entre un fajo de papeles amarillentos y apenas se puede leer, pero he hecho lo que he podido para recuperar la mayor parte del texto. Claramente es un escrito por un hombre en repuesta a una carta recibida con anterioridad. Me encantaría saber que carta recibió, pero me temo que estará en otro fajo amarillento de otro desván…

(…) Falta el primer párrafo (…)

Que me contarás tus fantasías aquella tarde me encantó, pero no esperaba que me las detallaras por carta. Quiero que sepas que tus palabras me la pusieron muy dura, pero siento tener que decirte que las cosas nunca pasarán así de verdad: No voy a dejar que tengas tener tanto control ni mucho menos…

Ya comprobé que la mirada suplicante te sale muy bien, me lo demostraste aquella tarde en la cafetería cuando me pedías que no me fuera, pero aún así no sé si te echaría mi saliva en la boca, no es algo que me atraiga especialmente ¿Y tú te llamas recatada? No me lo creo. Lo que más bien me creo es que no has tenido la suerte de que alguien te provoque tantos orgasmos que te duelan…

Yo te aviso, y quien avisa no es traidor, de que te guardes de quedarte a solas conmigo otra vez más de 5 minutos. El otro día tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para no empotrarte contra la pared y morderte el cuello. Por supuesto, cuando empezaras a gemir, no me pararía ahí. Te besaría como te gusta, lamiéndote la lengua, casi follándote la boca. Por supuesto, mis manos no estarían quietas y me faltaría tiempo para sobarte las tetas. Primero, por encima de la ropa, pero ya sabes que a mí no me duran mucho los sujetadores puestos.

Cuando me cansara, te daría la vuelta y te pondría de cara a la pared. Eso me deja tu cuello y tus hombros libres para hacer lo que yo quiera pero, como a esas alturas ya estarías empapada, metería la mano por debajo de tu falda y empezaría a acariciarte el coño. A estas alturas, tú ya estarás sólo con el tanga o las braguitas que traigas, probablemente deseando probar mi polla. No me extrañaría nada que empezaras a pedírmela, a suplicarme que te folle o que, por lo menos, haga algo más. No estarás en estado de saber qué es exactamente lo que quieres, pero sabrás que quieres algo.

Después de hacerte sufrir un rato, cuando empieces a temblar porque se acerca tu primer orgasmo, y si estoy de humor, te dejaré demostrarme como de bien te comes una polla. Si no lo estoy, te la meteré así, directamente, tu apoyada con la cara en la pared, completamente indefensa y expuesta, abierta para mí. Pero no te preocupes, que después de darte duro un rato en esa postura, siempre me la podrás chupar después. No sé si me correré en tu boca, dejándotela llena de esperma o no, pero si lo haces bien (y parece que sabes de lo que hablas), te prometo que te comeré el coño como nunca te lo han comido: Tendrás que decirme que pare porque ya no puedes más, pero aún seguiré un poquito, hasta que de verdad no puedas continuar.

Puede ser un poco pronto para una primera cita pero, ¿has estrenado ya tu culo? Ya estará completamente rojo de los azotes que te habrás llevado, pero el anal siempre es una buena guinda para una tarde llena de sexo y lujuria. No te preocupes, no soy tan bruto como crees, por lo menos no tanto. Mucho me temo que te puedas volver adicta a que te sodomice, sobre todo si luego tienes la oportunidad de resarcirte con el arnés, que veo que te gustan las historias que te conté, aunque luego digas que eres “una recatada niña buena”.

Avisada quedas

(…) el resto se pierde entre manchas de humedad (…)