Cartas de mamá

Te agradezco que tuvieras el valor, el coraje, de tocarme frontalmente el tema del incesto...

De donde venimos y hacia dónde vamos

Esta es una historia real, cuantas veces esto usted ha leído y luego cuando ha continuado, más adelante ha notado que de real poco y de imaginación mucho.

A veces cuando navegamos en estos mares de Internet, como náufragos perdidos buscando islas donde asentarnos, nos topamos con otros navegantes y a veces surge algo, una chispa, una intuición que te hace parar un momento en esa isla y compartir una bonita historia. Pues bien, eso me ocurrió a mi, de la manera más inesperada.

Todo comenzó un buen día cuando un email llegó a mi cuenta, rezaba así:

“Si deseas hacer realidad tus más íntimos delirios incestuosos, no dudes en escribirme, pues estoy dispuesta a ser tu madre.

Anabel.”

Y yo, bregado ya en estos mares, desconfie en un primer momento, aunque decidí entrar en el juego, pues parecía excitante y le contesté:

“Hola mamá,

Me encantaría que fueses mi mami y poder espiarte en la ducha o cuando tienes esos momentos íntimos en los que das rienda suelta a tus mas morbosas fantasias, acecharte como hace el guepardo con la gacela y sin que menos te lo esperes, hincarte el diente y hacerte mía.

Por cierto, ¿tenemos papá? Personalmente siempre me he decantado por que como mamá estuvieses divorciada o viuda y solitaria nos fuésemos acercando hasta que ocurriese lo inevitable... ;-)

Besos.”

Esperando ver por donde Anabel seguía, aguardé con paciencia contestación a su atrevida propuesta y ésta llegó presta, sorprendiéndome y enciendiéndome a la par:

“Pequeño mío:

Sí, tienes papá, pero estoy divorciada de él desde hace tres años.  Fue precisamente la separación lo que me fue acercando a tí, pues sabes que soy muy dependiente, muy dubitativa, y necesitaba una personalidad fuerte en torno a la cual desarrollarme, como esas hiedras que sólo se conciben enredadas a un árbol que les sirva de sustento, que les de pie.

Tú pronto advertiste mis limitaciones de caracter, incrementadas todavía más por el trauma que me significó el divorcio, y me brindaste todo tu afecto de hijo, toda esa contención afectiva que tanto necesitaba, volviste a darme confianza en mí, me ayudaste a repensarme, a revivir, a renacer del desastre de la separación, que fue muy dramática para mí, pues sabes cómo tu padre me repudiaba.

En determinado momento, advertí que me sentía demasiado a gusto contigo, y percibí que tú disfrutabas también la libertad, la complicidad, la independencia, que ambos habíamos adquirido desde que vivíamos sin tu padre.  Te confieso que rechacé de plano en mi cabeza el primer mensaje que me lanzó el subconsciente, anunciándome que me estabas mirando con ojos de hombre, no de hijo.  Me espanté, me aterroricé, lo negué de manera enfática.  La sola aceptación de la idea fue, realmente, el gran paso que dí, allí se definió nuestra nueva relación, pues desde que te acepté en mi mente todo lo demás fueron fantasías lúbricas de una intensidad increíble, fijaciones mórbidas que se sucedieron día tras día, durante meses, hasta que finalmente me masturbé aceptando deliberadamente que me gustabas, que deseaba ser tu hembra, que te necesitaba.

Lo que siguió después fue un juego en el que realmente me enredé sola, pues en el afán de confirmar si te gustaba, mediante mi juego de seducción, terminé yo misma seducida por tí, esclava de mis propios deseos, que evidentemente también eran los tuyos.  Todavía recuerdo aquella noche en que compartimos por primera vez la cama matrimonial, con la excusa de ver cómodos aquella película.  ¿Recuerdas?  Ni nos tocamos, pero la sola proximidad de los cuerpos nos dijo inequívocamente que algo estaba pasando, que algo debía pasar, que no podríamos ocultarlo por más tiempo.

Te agradezco que tuvieras el valor, el coraje, de tocarme frontalmente el tema del incesto, del complejo de Edipo y de lo que te estaba pasando, no creo que yo hubiera podido, eso fue clave para hacerme ver que no estaba loca, que tú también estabas sintiendo cosas y que ninguno de los dos podía ocultar más esa realidad.  ¡Todavía recuerdo aquel primer beso y me electrizo!

Sabes que te amo.

Tu mamá”

Cuando leí su email supe que iba en serio, que aquella fantasía que me proponía se haría realidad en los mundos virtuales y así arrancó nuestra historia, llena de morbo, llena de emoción y a veces de ternura, como si realmente todo hubiese pasado, como si nuestras imaginaciones desbocadas, entregadas a la lujuria del incesto diesen rienda suelta a sus más íntimos deseos, y a fe que eso ocurrió, pronto lo comprobarán en sucesivas cartas que nos cruzamos…

Suena a tópico, el de donde venimos y hacia donde vamos, pero la vida es así, sabemos de donde venimos pero no lo que nos deparará el destino, lentos andamos nuestro camino creyendo que sabemos hacia donde vamos.


Si te gustó mi confesión, tengo muchas más historias por leer como

La madre de mi mejor amigo

, te invito a continuar adentrándote en mi casa...