Carta del abogado (01)
Un abogado tiene que comunicarle a su cliente la penosa noticia de que ninguno de sus recursos ha tenido éxito. En vista de que ya es irremediable la condena, forma parte de sus deberes como abogado exponerle detalladamente a la rea cómo se va a llevar a cabo la ejecución de la sentencia.
Estimada cliente:
Lamento tener que comunicarle que el Tribunal Supremo no ha admitido a trámite ninguna de las alegaciones que presentamos contra la sentencia anteriormente dictada por la Audiencia Territorial de Barcelona en la que se la condenaba a usted a muerte especialmente cualificada por diversos delitos contra la vigente "Ley de Protección de la Castidad y Las Buenas Costumbres". Para más desgracia, dicho Tribunal sí ha aceptado varias de las alegaciones presentadas por la Acusación Popular, de resultas de las cuales se disponen diversos pormenores con los que se pretende hacer que sea aún más ejemplarizante la ejecución de la sentencia.
Como le había adelantado, no nos es posible, según el sistema judicial español, recurrir a ninguna instancia superior. El Tribunal Constitucional ha establecido, ya hace algún tiempo, que jamás aceptará a trámite recursos relativos al tipo de delito del que a usted se la acusa. Nuestra única esperanza sería el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero la aplicación sistemática en nuestro país de la doctrina "solve et repete", implica que su sentencia será ejecutada sin duda mucho antes de que el Tribunal Europeo haya dictado sentencia. Tal vez, si finalmente allí se aceptaran nuestras alegaciones, sus herederos puedan reclamar algún tipo de indemnización al Estado Español; comprendo que esto no será mucho consuelo para usted, pero, a pesar de todo, me permito recomendarle que no deje de hacer testamento: así habrá al menos alguien que estará interesado en que, siquiera póstumamente, se lave la memoria de usted.
Es mi triste obligación, en fin, como abogado suyo, detallarle el procedimiento previsto para la ejecución de la sentencia.
Tal y como ya había sido establecido en la sentencia de la Audiencia Provincial, cuatro domingos consecutivos será usted conducida a primera hora de la mañana a la plaza que hay delante de la catedral. Allí se la despojará de todas sus ropas y se la atará a un armazón de madera, colocado sobre una pequeña tarima, para facilitar la vista del público, de tal forma que brazos y piernas queden lo más abiertos posible. Hasta las once de la mañana permanecerá usted allí, así expuesta a la vergüenza pública, con un gran cartel que diga: "por puta". Todas las buenas gentes que acierten a pasar tienen el derecho (e incluso la obligación cívica) de cubrirla de insultos y burlas, y pueden asimismo arrojarle objetos blandos, como tomates podridos o barro. La guardia municipal, sin embargo, evitará que se le arrojen objetos demasiado contundentes, como piedras, que podrían producirle el desvanecimiento e impedir que se desarrolle sobre su cuerpo el programa prescrito por la sentencia. Poco antes de la Misa Mayor, a fin de que sea máxima la afluencia de público, se procederá a administrarle cincuenta latigazos a manos de una pareja de verdugo y verduga (en cumplimiento de la Ley de Paridad). Los ejecutores tienen instrucciones estrictas de repartir los golpes por todas las partes de su cuerpo, sin perdonar las más sensibles y sin conceder merced al pudor, a tal fin azotará el verdugo su espalda, nalgas y piernas, y la verduga sus senos, estómago, sexo y muslos. En caso de que usted pierda en algún momento el sentido, el equipo médico procederá a su reanimación inmediata, inyectándole si fuese preciso alguna droga que le permita aguantar consciente y sentiente todo el castigo.
Mientras dure la Misa Mayor podrá usted gozar de un pequeño descanso, pero al término de la misma su cuerpo volverá a ser objeto de las atenciones de la Justicia. El primer domingo se gravará sobre su estómago y su culo, con un hierro ardiente, la palabra "puta", y a continuación se le cortarán las orejas. El segundo domingo se le quemará la teta izquierda y se le cortará el pulgar derecho. El tercer domingo se le quemará la teta derecha y se le romperá el tabique nasal. El cuarto domingo se procederá a cortarle el clítoris y los labios menores con un cuchillo "de hierro común y poco afilado".
Una de las innovaciones que ha introducido la nueva sentencia del Tribunal Supremo, siguiendo las indicaciones de la Acusación Popular, es que cada uno de estos cuatro domingos, a continuación de las correspondientes mutilaciones, su cuerpo será puesto durante cuatro horas a disposición de todas aquellas personas, hombres o mujeres, que deseen penetrar su vagina o su ano, sea con penes naturales o sintéticos, a cambio de una pequeña contribución económica a la ONG "Vindicadores del Pudor". En cualquier caso, deberá usted permanecer expuesta a la vergüenza pública hasta la puesta del sol.
No se permitirá, en fin, que durante este tiempo abandone usted en ningún momento su exposición para poder atender a necesidades fisiológicas básicas, por lo que se le ofrecerá en la prisión, a primera hora de la mañana, un generoso enema, que le evite la vergüenza de vaciar su vientre delante del público. Sin embargo, no está usted obligada a aceptar, si no lo desea, este enema. Respecto a la orina, me temo que se verá obligada a evacuarla a la vista de todos, lo cual, según se ha comprobado en numerosas ocasiones, resulta especialmente grato para cierto tipo de público.
Pero todo esto, como usted sabe, es sólo la preparación para el gran día, el cual, según establece la sentencia, deberá coincidir con las Fiestas de nuestra ciudad, a fin de ser incluido en el cuadro de festejos, y será retransmitido en directo por varias cadenas de televisión las cuales, naturalmente, deberán pagar los correspondientes derechos a la citada ONG "Vindicadores del Pudor".
Aquella mañana, por quinta y última vez, será usted llevada a la plaza de la Catedral. Durante varios días se habrá cuidado especialmente su alimentación, y se le habrán administrado diversos medicamentos que favorezcan su resistencia física, y justo antes de su última marcha se le inyectará un cóctel de fármacos (que garantizarán el que los mayores dolores no le harán perder la conciencia) y se le administrará un abundante enema intestinal (que, esta vez, no podrá usted rechazar). Estos preparativos, por cierto, aunque se realizarán en la intimidad de la prisión, serán recogidos por las cámaras de televisión.
Pero ya ha llegado usted a la plaza que va a ser el escenario de su última actuación. Una vez más será usted desnudada y atada de pies y manos al mismo armazón que ya conoce, pero, en esta ocasión, con los pies arriba y la cabeza abajo. Se pretende con ello facilitar que llegue suficiente sangre a su cerebro para mantener la consciencia del dolor hasta el último momento, pese a las inevitables hemorragias que se van a producir durante el siguiente acto de su tragedia: ser desollada completamente en vivo.
Antes del desuello propiamente dicho, el verdugo y la verduga golpearán sin piedad, con unas varillas de madera dura, pero muy finas, hasta el último rincón de su cuerpo, a fin de provocar la ruptura de las fibras que mantienen su piel pegada al cuerpo. Se trata de un proceso muy minucioso, pero la cualificación de nuestra pareja de verdugos ha demostrado estar a la altura del requerimiento: golpear con la fuerza y la precisión justas para romper la fibra conjuntiva sin romper la piel.
Y entonces sí, armados de cuchillos de carnicero irán abriendo su piel y separándola del cuerpo, pero con especial cuidado en no desgarrarla, a fin de que salga toda en una sola pieza. Comenzarán por los pies, y, atendiendo cada uno a una extremidad, ascenderán por los tobillos, por las rodillas, por los muslos. Al llegar aquí, detendrán un momento el avance y pasarán a ocuparse de las manos, las muñecas, los brazos. Continuarán luego haciendo una profunda incisión paralela a la columna vertebral y abriendo la piel hacia los lados. Cuando la espalda deje ver la osamenta de la columna y las vértebras, continuarán bajando por las nalgas.
Es el momento de despojar las ingles: con la piel saldrá la vulva, pero habrá que dar certeros cortes para separarla de la vagina y la uretra. Nuevo cambio de escenario: es el momento de arrancar la piel del pecho, adornado ahora sólo con los quemados muñones de lo que fueron sus soberbias tetas.
Sólo en el último momento se abrirá el vientre, porque, privado del soporte de la piel, será casi inevitable que se desplome el paquete intestinal, lo cual provocará una hemorragia tan fuerte que, con toda seguridad, hará que usted por fin pierda la consciencia y deje de sufrir. Con las tripas al aire, en toda la plaza se podrá percibir un cálido olor a excrementos: este será, seguramente, el último aroma que usted se lleve de este mundo.
Los verdugos, en cualquier caso, deben continuar con su trabajo hasta el fin. Terminarán el desollado arrancando la piel de la cabeza y procederán luego al empalamiento. Dado que usted seguramente estará muerta, este trámite será tan sólo una formalidad, pero, como usted comprenderá, no deja de tener un importante valor simbólico, pues la vigente Ley considera imprescindible que toda adúltera sea empalada. Este proceso, por otra parte, que es siempre muy complicado de realizar con víctimas vivas, será muy fácil de llevar a cabo sobre su cuerpo, no sólo muerto sino, y sobre todo, prácticamente eviscerado. A golpes de martillo, la estaca penetrará fácilmente en la ingle y, sin tener que atravesar las tripas, los ejecutores podrán dirigir directamente la punta a través del estómago y del esófago hasta hacerla aflorar por la boca.
La Ley le concede a usted, en cualquier caso, la elección de la vía por la que debe ser introducida la estaca: puede optar por la vagina o por el ano. A este respecto, mi calidad de abogado no me cualifica para recomendarle ninguno de ambos orificios, por lo que puede usted elegir atendiendo simplemente a sus íntimas preferencias.
Su cadaver empalado será dejado en la plaza durante dos semanas, con el cartel de "así acaban las putas". Como el hedor resulta insoportable, la ley autoriza a las autoridades municipales para que al tercer día descarnen la carroña con cal viva y expongan tan sólo el esqueleto atravesado con la estaca.
La piel, por su parte, será curtida y será colgada en la puerta del ayuntamiento, tras haber escrito en ella, con letras que resulten claramente visibles, su nombre, los delitos por los que fue condenada, la misma fórmula de "así acaban las putas", y, en letras menores, el nombre del ejecutor y la ejecutora al lado de la fecha del ajusticiamiento.
Ya sabe que estoy a su disposición para todo aquello en que le pueda ser útil. No dude en ponerse en contacto conmigo en cualquier momento.
Un cordial saludo.
Tiberio N.C.
Abogado del turno de oficio,
colegiado número 34567 del Ilustre Colegio de Abogados de Barcelona.