Carta de toñito a su padre

-Me agaché y besé su clítoris. Tu mujer, exclamó:¡Uyyyyyyyy!

Esta carta es para ti, cabronazo, para darte las gracias por haberte ido y haberme dejado con mi madrastra y su hija. Sólo te voy a contar un par de cosas. ¿Por dónde podría empezar? Pues por el principo... Imagina... Un sábado en la aldea...

Mi hermana Nieves lleva a la vaca por una cuerda que agarra al animal por el cuello, yo voy detrás con una vara en la mano. Llevamos la vaca al buey. Siempre la había llevado yo solo desde que nos abandonaste, 5 añoa atrás, cuando yo contaba 19 años y mi hermana 18, pero ese día,  la vaca, estaba caliente de más y debía ser marcada de cerca.

Amparo, la dueña del buey, nos llevó a la cuadra, una cuadra amplía en la que Tiburón estaba rumiando. Metió a Fermina dentro. Amparó se fue. Tiburón montó a Fermina, pero no atinaba a meter en el coño aquel tronco de 1m. 20 de largo, o algo más,  y de unos 12 cemtímetros de grosor. Le dige a mi hermana:

-Hay que ayudarle al buey.

-¿A qué?

-A que se la meta.

-¿ Y eso cómo se hace?

-Cogiéndole la tranca y poniéndola en el coño de la vaca.

Mi hermana me reprendió.

-¡Habla bien!

-¿Quieres que le llame cosita a ese tremendo coño?

Nieves quiso hablar a lo fino, aunque no pudo.

-Ponle el ciruelo al buey en el... eso de la vaca.

-¡¿Yo?! Llama a señora Amparo.

-¡Qué escrupuloso!

Nieves fue junto a Tiburon. Le cogió la tranca y se la puso en el coño a la vaca. La tremenda tranca entró en el coño como un cuchillo en la mantequilla. Mi hermana quedó como hipnotizada mirando como aquella monstruosidad entraba y salía empapada del coño de la vaca. La quité de su trance:

-¡Sal de ahí que te pueden desgraciar!

Nieves volvió a mi lado. Estaba colorada como una grana. No quitaba ojo de aquella escena: La  tranca entrando y saliendo. La vaca relamiéndose y diciendo: "Muuuuuuuuuuuu". Al final volvió en sí y me dijo:

-No pensé que le podía entrar con tanta facilidad.

En broma, le dije:

-Cuando Fermina diga tres veces seguidas, "muuuuuuu", se corre.

-¿Las vacas se corren?

-Estaba de broma, pero supongo que sí.

Al rato, Tiburón se corrió dentro de Fermina. Después quitó la tranca y vimos como goteaba semen.

Volvió la señora Amparo. Nos devolvió a la vaca, y nos dijo:

-Ides quentes.

Nos lo había dicho por el bulto de mi pantalón y la cara colorada de mi hermama.

De vuelta a casa, yo seguía yendo detrás de la vaca. Pero ahora me iba fijando en el culo de mi hermana. ¡Qué culazo tenía!

Al llegar a casa, yo fui a meter a Fermina en su cuadra. Mi hermana se metió en un cobertizo de madera que hicimos fuera de casa para hacer las necesidades. Entré en casa y vi a tu mujer bailando sola,  sin música. Tenía la escoba entre las piernas y se  frotaba el palo contra el chocho. Se giró. Me vio. Quitó la escoba de entre las piernas,  y se puso a barrer.

Tu mujer se estaba masturbando con la escoba. Lo sabía yo y ella sabía que yo lo sabía, pero me preguntó:

-¿Ya está preñada la vaca?

-Montar, la montó.

-¿Y tú hermana?

-Voy a mirar que hace.

Al darme la vuelta, tu mujer, me dijo.

-Toñito.

Me giré.

-¿Qué?

-De lo que has visto ni una palabra a nadie.

-No he visto nada.

Fui al cobertizo. Al llegar oí decir a mi hermana:

-¡Ahora si que estoy realmemte mojada!

Acerqué un ojo a un agujero que había en la madera (probablemente lo hiciera un pájaro carpintero) y vi a mi hermana sentada en la taza con las bragas blancas bajadas, con la espalda apoyada a las tablas. Desnuda de cintura para arriba, con una mano en una teta y con la otra en la almeja Sacó dos dedos de la almeja. Los abrío y vi como hilillos del flujo mucoso iban de un dedo al otro. Los metió en la boca y los chupó. Luego los metió y los sacó a toda pastilla y su chocho hizo este ruido: ¡Clash clash clash clash clash clash clash clash clash clash clash clash clash! De repente se encogió y se corrió gimiendo en bajito. No me había masturbado y eso que el empalme que tenía era del 22. Ocho más que tú, ¡poca picha! Sí, me lo dijo tu mujer mientras me la chupaba. En fin, estaba a tiempo, con dos toque me corría. La saqué y miré alrededor por si alguién me estaba viendo. Y sí, me veían, me estaba viendo tu mujer, que mirando para mi polla, le dio a la cabeza. Estaba visto que aquel día andábamos de luna.

Llegó la noche. A las tantas, en mi cama, con la verga en la mano, con los ojos cerrados y pensando en mi hermana, sentí como me destapaban. Quien fuera había visto el movimiento de mi mano bajo las sábanas. Unos labios me besaron. Eran unos labios muy dulces. Una lengua buscó la mía y una mano, cogió mi polla y la empezó a masturbar.  Me la chupó. No quise romper la magia. Seguí con los ojos cerrados. Podía ser tu mujer o mi hermana. Tenían el mismo olor corporal. Me puso una teta en la boca y se la chupé, me puso la otra y se la volví a chupar. Se detuvo un momento. A los pocos segundos me puso la almeja babosa en la boca. Se la comí.  Luego bajó mojando mi pecho con su almeja hasta que su chocho dio con el capullo de mi verga empalmada. Fue empujando con el culo hasta que la metió a tope. Había entrado muy apretada. La que me estaba follando era mi hermana. Me folló nuy despacito, besándome y dándome las tetas a chupar. Mi hermana, al sentir que me iba a correr, la quitó y metió la mitad del capullo en el culo. Le llené el  conducto de leche. Después, antes de que se me bajara la verga, la metió en el coño y me folló con rapidez hasta que, entre callados gemidos, su coño apreto mi polla, la soltó y me llenó los huevos de flujo... Al acabar de correrse, se fue como había venido, en silencio.

Había pasado una semana. Mi hermana no volviera a mi cama. Llegué a casa y me encontré a tu mujer sentada en una silla, con los pies en una tina mediada de agua, desnuda de cintura para arriba, sin bragas y con la falda levantada. Tiene unas tetas grandes con grandes areolas negras, pezones desafiantes, una gran mata de pelo negro rodeando su coño y tres lunares en la nalga derecha. Te lo digo por si pensaste en agún momento que te estaba engañando. A lo que iba, al verme, en vez de taparse, me dijo:

-Tu hermana va en el río a lavar. Aún tarda en volver.

Yo, abobado, le pregunté:

-¿Estás necesitada?

-Cinco años de dedos... ¿Tú que crees?

-Que sí.

Se frotó las tetas con una esponja, y mirando para una regadera que tenía al lado, me dijo:

-Échamela por la cabeza.

Tu mujer se levantó y se quitó el vestido. Fui vaciando la regadera sobre su cabeza. Viendo el agua bajando por sus tetas y por el vello de su coño mi polla latía freneticamente. Al vaciarse el agua de la regadera, le cogí la esponja de la mano, la mojé y se la pasé por las tetas.  Nos besamos, dulcemente, al principio, y nos comimos las lenguas en el momento que le pasé la esponja por el coño...

Me agaché y besé su clítoris. Tu mujer, exclamó:

-¡Uyyyyyyyyy!

Le pregunté:

-¿Te gusta?

-Sí, cariño. Cómemela hasta que eche por fuera.

Le comí el coño hasta que sintió que se iba a correr. En ese momento, me dijo:

-Para, cariño, para que quiero sentirte dentro de mí.

Se dio la vuelta. Se agarró con las dos manos al respaldo de la silla. Abrió las piernas. Se la metí. Entró con suma facilidad. Ni dos minutos tardó tu mujer en decir:

-¡Ayayayayay! ¡Ay que me corro! ¡Aaaaaay qué me corro - le di canela fina. ¡¡¡Me coooooorro!!!

Tu mujer se corrió con una fuerza verdaderamente asombrosa. No la quise llenar, saqué, mi verga empapada con su flujo y me corrí en sus nalgas, mientras el flujo que salía de su coño hacía en el agua de la tina: ¡Chof, chof, chof...! Ruido que también estaba oyendo mi hermana, que con la bañera de la ropa sobre la cabeza, nos miraba desde el umbral de la puerta.

Y el resto no te lo cuento, mal nacido. ¡Hasta nunca!

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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