Carta anónima

Les quiero contar, no, más bien confesar algo que me ha sucedido y que necesito compartir.

Les quiero contar, no, más bien confesar algo que me ha sucedido y que necesito compartir. Desde hace un tiempo vengo disfrutando de las relaciones sexuales más satisfactorias que he podido imaginar, todo sería maravilloso salvo un pequeño problema, la persona con quien vengo llevando dicha aventura es nada más ni nada menos que mi propio hijo.

No estoy buscando consejo o una amistad, solamente quiero contar lo que sucedió para poder desahogarme, sentiría mucha vergüenza si tuviese que hablarlo con alguien (algunos sabrán a que me refiero).

Todo comenzó una mañana de invierno hace ya un año atrás. Mi hijo me pidió dinero para comprar ropa interior nueva porque la que tenía según él le quedaba muy apretada. Como yo no tenía mucho que hacer en casa le dije si no le molestaba que le hiciera compañía, de paso aprovechaba y compraba algunas otras cosas que necesitase. Por supuesto que protesto un poco pero al final terminé ganando.

Fuimos a un negocio de ropas y luego de estar un rato mi hijo pudo encontrar lo que estaba buscando, junto con otras cosas. Tengo que decir que los calzoncillos que se eligió eran bastante grandes, lo que me pareció raro porque el no es un chico gordo sino más bien esbelto. Pensando un poco caí en que el espacio sobrante lo llenaría con otra cosa.

Luego de dar una vuelta y de tomar un chocolate caliente volvimos a casa. Apenas llegamos me puse a preparar la cena y cuando estuvo lista me senté en el sofá a leer un libro mientras que llegara mi esposo. Es la típica historia de la mujer casada, el marido regresa de trabajar, come y antes de dormirse tiene sexo con ella casi por obligación. Al pasar el tiempo se transforma en una rutina que deja mucho que desear, y las que salen perdiendo siempre somos nosotras. Más allá de los encantos que poseamos, parece que nada puede despertar ese apetito que se fue apagando con los años. Quizás esa fue la razón por la que momentáneamente desvié mi atención al otro hombre de la casa, mi hijo. Atento, buen compañero, alto y flaco.

El no sale a mí, no, yo soy más bien rellenita sin llegar a ser gorda. Les cuento por si les interesa, tengo una cola grande y un busto bonito, natural. De estatura soy mediana, pelo castaño y ojos marrones, atractiva o al menos eso pienso.

Unos días después me dispuse a lavar la ropa, la canasta estaba demasiado llena con olores de todo tipo. Comencé tranquilamente a separar la ropa blanca de la ropa de color y cual fue mi sorpresa cuando encontré allí un calzoncillo de mi hijo con una mancha bastante característica. Me atreví a olerlo un poco y si, no había duda de que era semen. Pensar que mi niño había echado su lechita allí, bueno, lo cierto fue que me excitó, no es una buena excusa porque es la verdad.

Esa noche me acosté con mucho calor a cuestas. Como siempre mi marido comenzó a hacerme el amor pero yo estaba como poseída, quería cada vez más, le pedía cosas que nunca le había pedido. Desgraciadamente él no tardó mucho tiempo en venirse, al rato estaba durmiendo.

Y allí estaba yo, recostada con unas ganas tremendas de tener sexo. En la mente tenía la imagen y el aroma de esa mancha de esperma que encontré en los calzoncillos de mi hijo. Con ese pensamiento comencé a tocarme, metía mis dedos en mi interior pensando que era su pene el que entraba y salía. Me imaginaba las cosas que le diría, como gozaría de su cuerpo, como gozaría él de mi cuerpo... sentí en mí la sensación de algo que tenía que escapar de mí, tuve que tapar mi boca para no despertar a mi esposo. El fluido, escurridizo y transparente salió como si un globo hubiese explotado entre mis piernas, una explosión que me dejó temblando sin control. Por fin estaba satisfecha, cerré los ojos y me puse a dormir.

A la mañana siguiente comencé a sentirme culpable. No me agradaba pensar en mi hijo mientras me tocaba, pero no lo podía evitar. Muchas veces más me masturbe imaginándome que venía a mi pieza y sin decir nada me poseía fuertemente, como todo un hombre. Para colmo de males no tenía con quien compartir lo que me estaba sucediendo, seguí con la culpa atravesada en mis pensamientos hasta que comprendí una cosa, yo era una mujer necesitada y mi hijo era mi necesitado consolador, si pasaba, pasaba. Una tarde fui hasta su pieza y toqué la puerta.

"¿Puedo hablar con vos un segundo?"

"Si"

"Quería preguntarte ¿te quedan bien los calzoncillos que te compraste"

"Sí ¿por qué preguntas?"

"Porqueee, ehmmm, parecían algo grandes para vos"

"No me quedan grandes, me quedan bien"

"¿Seguro?"

"Si no me crees te muestro"

"Dale, mostrame"

"¿Querés que te muestre?"

"Si"

Con tranquilidad se quitó el pantalón que traía puesto y me mostró lo que yo quería ver. En verdad le quedaban bien, muy bien.

"Ahora si te creo"

"Sos muy incrédula ¿necesitas algo más?"

"A decir verdad sí ¿sabes que encontré la otra vez cuando iba a lavar la ropa?"

"¿Qué?"

"Uno de tus calzoncillos"

"¿Y eso que tiene de raro?"

"Nada, solamente que estaban algo manchados"

De pronto mi hijo se puso nervioso, pálido. Si hubiese sabido lo nerviosa que estaba yo con la conversación de seguro no hubiese reaccionado así.

"¿Si?"

"Sí"

"¿Y dónde estaban manchados?"

"Justamente allí", dije señalando su delantera.

"Es que tuve un pequeño accidente, no va a volver a suceder"

"Espero que no, esas manchas son muy difíciles de sacar, trata de tener más cuidado la próxima vez"

"Bueno"

"Además la tela de estos calzoncillos parece muy buena, no va a ser cosa de que se arruinen, sería una lástima"

"Tenés razón"

"Me podrías hacer un favor, prestame el otro calzoncillo"

"¿Para qué?"

"Quiero ver si se quitó la mancha"

"El que estaba manchado era este, mira que la mancha ya no está"

"¿Te molestaría si me fijo más de cerca?"

"Para nada, sos mi mamá"

Me acerqué a donde estaba el y sin poder evitarlo comencé a tocar su calzoncillo por los costados, con algo de miedo. Lentamente fui llevando mi mano hacia al centro y con algo de ingenuidad puse mi mano sobre su bulto, lo acaricié y lo apreté, pensar que su miembro se escondía detrás de algo tan insignificante.

"Es una tela muy, muy buena, mantiene el calor bastante bien"

"¿Viste?"

Seguí con lo que estaba haciendo, ya mi mano acariciaba su bulto descaradamente. Mi hijo no se quedó atrás, con sus manos levantó mi vestido y comenzó a apretar mis glúteos. Tocaba mi cuerpo y yo no lo detenía, a la vez yo tocaba su cuerpo y el no me detenía. A todo esto su pene ya estaba algo crecido y seguía tomando vuelo, observé un poco y algo de líquido preseminal se había escapado, formando una gota.

"¿No te estarás excitando, no?"

"Un poco quizás"

"Pero soy tu mamá"

"Y yo tu hijo"

"Ups, parece que te manchaste de nuevo, sacatelo así lo llevo a lavar"

"¿Ahora?"

"¿Qué? ¿te da vergüenza?"

"Está bien"

El bajó su calzoncillo y allí saltó a mi vista, hinchado, invitándome a que lo cobije. ¿Qué era peor? ¿qué el estuviese excitado conmigo o que yo lo estuviese con él?. No importaba, al menos no en ese momento.

Estiré mi mano y lo agarré sin preguntar, estaba tan duro ¿pueden creerlo? Empecé a sobarlo de una forma suave, arriba y abajo, repetidamente. El calor que emanaba era tremendo. A medida que lo acariciaba notaba como despedía lubricante, que luego se mezclaba con mi mano y acompañaba mi caricia.

"Mamá, esto es muy rico"

"Que bueno que te guste"

Estaba bastante excitada, por no decir caliente. Por las ganas que tenía acerqué mi cara hacia su glande y levemente rocé mis labios hasta mojarlos con su jugo, mientras mi hijo sólo se dedicaba a mirar. Créanlo o no le di un beso en la punta, algo maternal, abrí la boca bien grande y en un cerrar de ojos lo succioné hambrienta. Pedazo a pedazo me fui comiendo el pene de mi amado hijo, cumpliendo de a poco mi fantasía. Quien hubiese dicho, tenía el pene de mi hijito dentro de la boca, tanto que lo había imaginado. Dentro la lengua jugaba desenfrenada, llevándolo de lado a lado.

Mis movimientos eran leves pero al parecer placenteros para él. A los pocos minutos el cuerpo de mi hijo se endureció, su pene palpitaba en mi boca, era obvio lo que iba a suceder. Sin pensarlo dos veces lo liberé de mi mojada prisión y comencé a masajearlo con mucha intensidad.

"Dejate llevar hijo, dejate llevar"

"Mmmmmmmm siiii"

Y se dejó llevar, su leche salió disparada y se estrelló contra mi pecho. Una y otra vez pude sentir los disparos que lanzaba mi hijo, hasta que finalmente se detuvo. Mi mano quedó pegajosa, mi blusa también, llena de semen, llena del jugo que los hijos no deben entregar a sus madres... me sentía sucia pero contenta y más viva que nunca, mi corazón latía con rapidez.

"Parece que ahora aparte de lavar el calzoncillo también voy a tener que lavar esta blusa"

"Parece que si"

"Mejor me la saco para que no me manche y no manche nada"

"Me parece que tu pollera también se manchó un poco"

"Tenés razón, me lo voy a sacar también"

Yo sabía lo que estaba sucediendo, el juego hacía que el incesto fuese más leve, por eso continué con ello. Sin esas prendas sobre mi cuerpo lo único que me cubría era mi corpiño y la bombacha. Mi hijo miraba el cuerpo de su madre, y tragaba saliva.

"Sabes hijo, esto que acaba de ocurrir no es muy normal, me dejé llevar y no estuvo bien"

"Pero ¿te gustó?"

"¿A vos?"

"Sí"

"Entonces a mí también, hacía tiempo que no lograba excitar a alguien así"

"¿Puedo tocar tu corpiño mamá?"

"Claro"

Sus manos rápidamente comenzaron a acariciar mis senos, mis pezones, mi piel. Estaba transpirando demasiado, lo que sentía era una mezcla entre miedo y deseos. Veía como mi hijo tocaba ya con total descaro, aprovechándose de lo que yo sentía.

"¿Te gusta el cuerpo de mamá?"

"Es muy lindo"

"Sabes, me voy a acostar en tu cama para estar más cómodo"

"Como quieras"

Me recosté en la cama pero mi hijo no se recostó conmigo, tenía otra cosa en mente. Sin decirme nada se acercó a mis piernas y comenzó a besarlas con ganas. Mientras me besaba quitó mi bombacha, por supuesto que yo lo ayude un poco. Cuando estuve desnuda le mostré mi conejito y dije

"Hace frío acá, ¿por qué no me calentas un poquito?"

"Claro mamá"

Mi hijo sin esperar mucho acercó su cabeza y comenzó a chupar aquello que tengo entre las piernas, a pesar de ser sucio me gustaba un montón. Mordía mi labio con fuerza para evitar gritar delante de él pero me di cuenta que era inútil.

"¡Oooohh! ¡mmmnnn¡"

No solo chupaba mi vagina sino que también metía y sacaba su dedo, una y otra vez. Tanto tiempo sin ser deseada, tanto tiempo sin que un hombre me acaricie con cariño, era mucho, era tanto que no lo pude soportar.

"¡Oh Dios, me vas a hacer acabar! ¡¡ooohh!!"

Instintivamente apreté la cabeza de mi hijo con mis piernas y me encorvé mientras disfrutaba del #######. Las convulsiones venían una tras otra, atacándome sin darme tregua, golpeándome con placer. Quedé recostada allí, tratando de recobrar el aliento, pero mi hijo no estaba agotado, claro que no, el todavía tenía fuerzas. Sin perder tiempo se puso sobre mí, su glande rozó mi vagina, me hizo sentir lo duro y lubricado que estaba. Allí me di cuenta de que tenía que hacer algo, antes de que fuese demasiado tarde.

"No, estoy es un pecado, no debemos seguir, no metas tu pene dentro de tu madre, no lo hagas"

"¿No queres que siga?"

Ni yo creía las palabras que le estaba diciendo, mis piernas se abrían cada vez más para darle espacio, esa era la prueba más notoria. El siguió rozando su cosa contra mis labios, rodeándome, cercándome.

"Vení, mamá está muy caliente, calma la calentura de mamá"

Al decir esto abrí con mis dedos mis labios vaginales para mostrarle el camino. Mi hijo se movió un poco y consiguió penetrarme sin problema. Cuando sentí su pene invadiéndome no pude resistirme, mi pequeñín me estaba cogiendo, estaba metiendome esa cosa dura, era increíble.

"Duele hijo, más despacito"

"Perdón, voy a ir más despacio"

"Uy hijo, me estás cogiendo, esto no es mentira"

"No mamá"

"¿Te gusta?"

"Si, mucho"

"A mí también, me gusta como me coges"

No pueden imaginar la sensación de haber tenido de nuevo a mi bebé entre mis brazos, lo sentía dentro de mí, apuñalándome, adueñándose de mi cuerpo. Sus testículos golpeaban mis glúteos con fuerza, como castigándome por lo que estaba haciendo, pero no había castigo suficiente. Por los movimientos bruscos su pene se desacomodó y abandonó mi vagina llevándose consigo el placer. Mi hijo rápidamente lo tomó entre sus manos mientras yo abría mi entrada un poco más, de un sólo envión volvió a donde estaba, comenzado su mete saca tan querido. Por supuesto que era un poco torpe, le faltaba experiencia, así y todo era el mejor amante que había tenido en años.

Seguimos así durante un rato prolongado, su tarea era fácil, entrar y salir. Entre tanto placer temí que mi hijo pudiese venirse dentro de mi y embarazarme, créanme era lo último que necesitaba.

"Hijo ¿te falta mucho?"

"No mamá, ya me llega"

"Cuando no puedas aguantar más avisame, no te vengas adentro mío"

"Si, si"

No sé que me pasó, la situación me excitó muchísimo, era mi propio hijo quien estaba usando mi cuerpo para satisfacerse. Reaccioné y me di cuenta de que un nuevo ####### estaba llegando, ya era el segundo y parecía aún más grande que el primero.

"Aahh ahhh hijo, voy a acabar de nuevo, ¡no pares! ¡¡aaahhh!!"

A medida que llegaba al clímax comencé a acariciar mi clítoris con fuerza, como demandándole que me diera más placer. Habrán pasado unos segundos nada más cuando retorciéndome me vacié a la vista de mi hijo, mi fluido chocó contra su pelvis y se deslizó por su pene que no dejaba de penetrarme.

"Aaahh mamá, ya me vengo, me sale"

"¡Si hijo, mostrame como sale tu lechita! ¡vamos!"

Apenas dije esto él salió de mi agujero con prisa y apuntó su pene hacia mis pechos. Que #######, aún recuerdo la sensación de verlo expulsar su leche, recuerdo como salpicaba contra mi piel, como se pegaba a mí para luego escurrirse lentamente. Tomé su mojada herramienta y la mime un poco más antes de que se pusiera a dormir.

Bueno, esta es mi historia, gracias por haberse tomado el tiempo de leerla.