Carta a un impotente....
Llevabamos una tardes mirandonos en el mismo bar donde ibamos a tomar café. Tu sonrisa era preciosa, tus labios muy sensuales, imaginaba como debía ser besarlos, gruesos y bién formados.
No se el motivo, pero en tu preséncia me intimidaba un poco, no eras muy alto, más bién bajito para lo que me gusta a mi, no más de 1'60, delgado, también para lo que me gusta normalmente, pero ancho de espaldas y unos muslos.... tentadores, al igual que tu culo, como puedes ver, me habia fijado bién en ti.
Un dia, sin querer, o queriendo, no lo tengo muy claro, tropezaste con mis piés, te disculpaste, con esa linda sonrisa... creo que ahí mismo una intensa humedad surgió de mi interior, un escalofrío me recorrió toda, esa sonrisa era para mi...
Al dia siguiente y aprovechando que ya habías iniciado un "contacto" y que el bar estaba lleno me preguntaste si podias sentarte en mi mesa, cómo negarme...
Iniciamos una conversación informal, mirandonos directamente los ojos, sin cortarnos.
Lo primero que preguntaste fué mi estado civil, divorciada y feliz... esa fué mi respuesta.
Ahi atacaste sin piedad, yo tampoco me quedé corta, te tiré los tejos de manera directa, las timideces las dejé atrás.
Acabamos en mi casa y ahí... confesaste.... soy impotente, muy serio y directo, me quedé pasmada, del todo, no sabía qué decir ni qué hacer pero tu lo arreglaste, empezaste a besarme, a darme largas carícias, a desnudarme, todo con una enorme delicadeza, pero sin perder ritmo.
Yo no sabía si tocar, o no, tenia miedo de ofenderte, de no encontar lo que yo estaba acostumbrada, el "bulto".
Tu lengua desatada me tenía loca, tus manos en mi clítoris, en mi culo, tu lengua en mis pezones, tus dientes, el placer con la dosis justa de dolor.... el orgasmo fué inmediato, placentero y enorme...
Empecé a desnudarte cuando recuperé el aliento, no parabas ni un minuto, era un sexo salvaje y descosido, i no habia penetración y la verdad no me importaba.
Verte desnudo era estupendo, tu cuerpo era para mirar, tocar, palpar, chupar, lamer, todo lo que se me ocurría te lo hacia, tu jadeabas, però.... no empalmabas. Cojí tu pene y lo lamí, succioné, chupé con contundéncia, mis dientes hicieron el resto.
Empecé a pellizcarte, a darte mordiscos, te di unas cuantas palmadas en el culo, te lo puse colorado, te dolía, lo sabía, pero ahi llegó el milagro.... estabas empalmado, una hermosa y contundente polla asomaba por tus piernas, había encontrado el "problema", tu querías duro y yo iba a dartelo.
Te dejé marcado, principalmente a mordiscos y pellizcos, pero conseguí que por primera vez en años penetraras a una mujer, esperamos a que ya no pudieras más y cabalgaste como un poseso, a saco, el orgasmo conjunto fué estupendo.
Encontré tu "secreto", ahora espero impaciente mi visita al sex shop, debo comprar algunos aparatillos, vamos a repetir.... quiero más de tu impoténcia...