Carta a un amigo

A un amigo, cómplice de mis correrías, envío esta carta para que comprenda como me siento.

Hola de nuevo, qué tal estás?

Creo, no recuerdo, haberte contado que me gusta visitar cines-X, ya sabes, esas salas donde proyectan películas porno.

Acudo ahí con cierta asiduidad, no és precisamente un cine, es un sex-shop donde dentro hay una pequeñita sala (capacidad para unas 20 personas como mucho) donde puedes disfrutar de la pelicula (?) mientras aprovechas la oscuridad mal disimulada para disfrutar de los placeres de la masturbació propia y ajena. La edad de estos hombres, rondan la madurez absoluta y como comprenderás, es un lugar donde yo lo paso bomba, claro, sobre todo si se va a la primera hora de la tarde, sobre las 15h. o así ya que suelen estar ahí unos 4 ó 5 (como poco) hombres pajeándose entre ellos o en soledad.

No pude olvidar tu correo, me excitó sobremanera y tuve sin más remedio que acudir esta tarde a los placeres que me dan los desconocidos a mi cuerpo ya que la idea de ver tu cipote tan magnífico me hacía vibrar de puro placer al tiempo que no puedo dejar de sentir escalofríos.

Me he vestido con una falda larga, elástica, para que al sentarme, no haya problemas para subirla pero a la vez por la calle pueda disimular y no parecer disfrazada por la calle. Una blusita con suficiente escote como para no guardar unas hermosas tetas provistas de unos generosos y bien salidos pezones como botones, que, naturalmente, para disfrute del personal, siempre me los saco por fuera del sujetador para estar en la salita; las bragas, brillan por su ausencia, faltaría más! sin embargo, ante los ojos ajenos nada es llamativo. De tal guisa, sintiéndome una verdadera guarra, me metí en este tugurio, mojada hasta las rodillas del caliente néctar que mi interior desprendía.

Me senté en la última fila de butacas y arremangué bien la falda hasta la altura de las ingles. El lugar embriagaba con aquel olor tan peculiar acentuado con la llegada del buen tiempo en el que los cuerpos sudan de manera más intensa, mezclado con el aroma del barato ambientador que la dueña del local usa para esconder el hedor a desaseo del ambiente.

Solo había un tío que trataba de darme conversación y hacerse el simpático pero al final le pedí que se sentara a mi lado y se dejara de tanta conversación. No había ido yo allí a hablar del tiempo, ni que estuviera loca!

AL final (menos mal) se acercó a mí, vaya si lo hizo! Era un hombre viejo, gordo, sudoroso y al tocar su panza me sentí invadida por un calor y una cachondez extremos, sobre todo al notarlo agitado y sorprendido. Me abrí de piernas para que notara que necesitaba "cuidados" y sin timidez alguna, le toqué la bragueta para notar una hermosa polla si bien no tiesa si lo suficientemente grande para tener ganas de toqueteársela.

Subida la falda y bien abierta y ofrecida, el viejo me pajeo hasta sentir un orgasmo tan grande que casi me caigo de la butaca. No paraba de hacerme como circulitos y meter y sacar uno, dos y hasta tres dedos de dentro de mí. Torpemente, como pude, le saqué la verga de entre los muslos que los tenía gordos como columnas y la tenía literalmente pegada fruto de la sudoración. Eso me excitaba más. Me encantan los gordos y viejos, no lo puedo remediar y entre gemido y gemido (aquel tío no me dejaba con el dedo) lo pajeaba duramente. La cabeza del gordo estaba apoyada sobre mi hombro para intentar disimular y no ser visto si llegaba alguien sin parar la masturbación al tiempo que tocaba una y otra teta aunque de vez en cuando bajaba la cabeza para chupármelas. Alguien llegó y se sentó al otro lado mío. El nuevo visitante, también aprovechó y se sirvió de mí para divertirse claro que yo también toqueteé bien su rabo aunque este era más pequeño, era muy grueso y se le ponía muy duro, estaba tan cachonda que no podía dejar de aullar como una perra en celo.

Cerré los ojos y me dejé acariciar. Sabía que a la sala habían llegado más visitantes y todos absolutamente me tocaban y yo seguía dejándome hacer. Mis tetas eran pellizcadas y baboseadas a placer por unos y otros caballeros mientras yo seguía pajeando las dos pollas. La del primero continuaba sin ponerse dura pero era tan grande y tan linda que no podía dejar de acordarme de la tuya. Qué bien si la pudiera disfrutar!!! Pedí al tío que me la arrimara, que no se preocupara por su erección que no importaba que solo quería notarla.

Con bastante dificultad, el tío se levantó y se situó frente a mí. Elevé las piernas, como es mi costumbre en estos casos, a las butacas delanteras para facilitar de esta forma el roce... La picha se me acercó. El hombre decía, no se me va a poner, pero yo le aseguraba que no importaba, que me gustaba así y sentía como me daba pequeños latigazos, vergajos cada vez más fuerte, casi un azote pero que azotes!! Qué suavidad de nabo jodiéndome a duras penas la pepitilla, la entrada justo de la raja del coño!

Me movía caliente y me preguntaban los demás "te follo yo? te la puedo meter?"y yo contestaba fuera de mí "luego... luego... luego todos, de verdad. Me la vais a meter todos" Si, querido amigo, estaba dispuesta a follar con cada uno de ellos y que me jodieran cuanto quisiesen y la culpa, era tuya.

El morcillón seguía cumpliendo su cometido: frotarme hasta volverme loca, pajeándose en la antesala de mi cueva y yo, presa de una calentura sin límites, me meé encima de aquel tronco llorando de zorrería, calentura y por qué no, asco, pero un asco necesario para poder llegar a la cumbre y bajar de golpe con el vértigo de las montañas rusas.

Sí, es verdad, para mis corridas, necesito sentir asco y cuanto más guarra y perversa sea la situación, en mayor medida subo a la cúspide, al cenit del placer infinito.

Obviamente tras este pedazo de orgasmo, vino el acoplamiento. Uno a uno, otros hombres, casi todos, a decir verdad, se iban turnando para acceder a lo más profundo de mí. Soy tan puta que me da igual si me follan bien o mal.

Todos tocaban y chupaban de mis pezones con sus viscosas lenguas. Algunas mamaban como bebés hambrientos, otras, con la punta, apenas acariciaban la areola y lamiendo me empapaban de saliva como a una cerda.

Realmente sentir una minga morcillona en la raja, aunque no me penetre, es algo alucinante.

Me niego pensar que estas prácticas son algo repugnante, que soy asquerosa. Qué si lo soy?. No te gustaría masturbarte en mí acaso?