Carta a J. (Carta 14)
Al acercarme al espejo, apoyo mi vientre sobre el lavabo, y el frío de la loza, me pone la piel de gallina y eriza mis vellos y mis pezones que se señalan sobre mi sujetador que desabrocho, dejando mis pechos al aire y no puedo evitar observarlos en el espejo mientras me quito las braguitas y me meto en la ducha...
Consigues que cada instante lo llene pensando en tí, como he hecho desde el momento en el que he colgado mi teléfono tras oírte, Y en ese preciso momento, he sentido la necesidad de depositar en mí, cada uno de los miles de besos que me has mandado y pienso en la mejor manera de hacerlo, cómo tú lo harías y recorro el pasillo desde el salón hasta mi dormitorio mientras lentamente me voy despojando de mi ropa. He dejado los zapatos en el salón, ya sabes esa manía mía de andar descalza. Desabrocho lenta y sensualmente cada botón de mi camisa, como si estuvieras detrás de mí observándome y estuviera desnudándome para tí y llego al baño solo con mi falda y mi ropa interior. Mientras que abro el grifo y dejo que el agua alcance la temperatura idónea, bajo la cremallera de mi falda y la dejo caer al suelo, imaginando que aún me contemplas.
Me miro en el espejo del baño mientras me quito los pendientes y me veo reflejada en él y me siento sexy con este conjunto de gasa, casi transparente. Tienes razón cuando me hablas del brillo que desprenden mis ojos... nunca me había fijado tanto en ellos, irradian la felicidad que siento por dentro, la tranquilidad de mi alma y la impureza de mis pensamientos..... Al acercarme al espejo, apoyo mi vientre sobre el lavabo, y el frío de la loza, me pone la piel de gallina y eriza mis vellos y mis pezones que se señalan sobre mi sujetador que desabrocho, dejando mis pechos al aire y no puedo evitar observarlos en el espejo mientras me quito las braguitas y me meto en la ducha...
Que vanidad la mía al pensar que mis pechos son bonitos, pero así los veo. Redondos, tan proporcionados, tan turgentes... y mis pezoncitos, como dos avellanitas como tú les dices. No sé si es mi edad, pero nunca antes me había sentido tan orgullosa de mi condición de ser mujer. La treintena me ha proporcionado no solo madurez emocional, siento como si estuviera en mi mejor edad. Recuerdas esos besos que me mandaste justo antes de colgar el teléfono? Pues, a tu requerimiento, los he depositado en mis manos, entre mis dedos, en forma de pompas de jabón, que han ido creciendo al contacto con el agua que caía sobre ellos... Al mojar mis manos alzando mis brazos, han ido bajando hasta mis codos, resbalando desde mis muñecas, recorriendo mis antebrazos y mis brazos antes de recostarse en mis hombros, salpicando algunos de ellos sobre mi cuello, llegando los más saltarines a alcanzar mi boca anidando en ella...
Los más traviesos, han querido ir a reposarse en mi cintura, buscando la oquedad de mi ombligo, no sin dejar de pasar por el sendero de mis senos, entreteniéndose y haciéndose los remolones entre ellos y saltando juguetones en mis pezones, que han respondido a sus juegos mostrándose exaltados...
Todos ellos querían llegar a mis muslos, y tenías que haberlos visto, en su carrera hasta alcanzarlos jubilosos.... Bien es cierto, que alguno quería quedarse en mis caderas, pero suavemente, lo he animado con mis manos a que continuasen su ruta hasta el final, para darles así la oportunidad de disfrutar cada pliegue de mi piel que pudieran recorrer...
Los más lascivos, puedes imaginar dónde han querido esconderse.... sí... entre los vellos de mi pubis, aferrándose a él con esmero, pero claro... que se podía esperar de esos así... que me mordisquearan con mimo las ingles, haciéndome cosquillas y abriendo un nuevo sendero por el que otros llegaran hasta mis labios vaginales que han respondido pletóricos abriéndose, mostrando así mi interior... en el que he sido yo, la que esta vez, ha ayudado a entrar a algunos de ellos, cerrando mis piernas después, apretando mis muslos, intentando evitar así que se escaparan de mi cueva, guareciéndolos en ella, y aún ahora, aquí sentada escribiendo, me parece sentir como todavía algunos de ellos, juguetean en mi interior...
El resto, han seguido su camino hasta mis pies, tal y como tú lo has pedido desde el momento en el que los depositaste en mis manos.... parecía como si ya conocieran todos los caminos hasta llegar a ellos, pasando por mis rodillas, mis corvas, mis pantorrillas y mis tobillos...
Sabes que no todos han terminado perdiéndose en el fondo de mi bañera, en forma de espuma... y puedes estar dichoso de que todos y cada uno de ellos, ha sabido disfrutarme... que todos y cada uno de ellos me ha estremecido....