Carta a J. (Carta 12)

Si, que difícil es que ambos encontremos el momento adecuado para dedicarnos, que el destino nos brinde la oportunidad de coincidir y poder hacer realidad lo que te gustaría.

Si, que difícil es que ambos encontremos el momento adecuado para dedicarnos, que el destino nos brinde la oportunidad de coincidir y poder hacer realidad lo que te gustaría.

Esta tarde no he ido a la oficina. Después de comer, me he echado un rato en la cama, y como era de esperar, tras el cansancio de esto días, me he quedado dormida. Puse el móvil en modo vibra y lo alojé entre mis pechos, no sé, tal vez esperando una llamada.... Por un momento pensé que tú también, a veces, te atrevías a jugar con el destino y que llevado por algún presentimiento, hubieras marcado mi número, esperando que mi voz apareciera al otro lado... y que sutilmente, con esa voz tan tuya que tanto me excita, me hubieras susurrado, me hubieras incitado a tocarme para tí. Que con tus palabras, hubieras dirigido con concretas instrucciones mis manos, haciendo de ellas un instrumento de placer para mi cuerpo y para tus oídos...

No pude evitar fantasear con eso al despertar. Te imaginé en el parking de tu oficina, llamándome casi a escondidas. Buscando en tu coche ese rincón perdido, lejos de la gente y del bullicio, lejos de la cotidianidad que hasta esa hora te hubiera invadido a lo largo del día. Que llamándome hubieras buscado el consuelo para con tus oídos y el placer para con tu cuerpo, para con tu sexo que seguro que ya hubiera estado apretando la bragueta de tus pantalones... Mientras me tocaba, mientras acariciaba mis pechos, te pensé acariciando tu sexo por encima de los vaqueros, apretando tu polla con una de tus manos y presionando tus testículos entre tus muslos, concentrado en todas y cada una de las palabras que me decías, consiguiendo que penetrando por mis oídos, inundaran mi mente y mi sexo, haciéndolo sudar...

Imaginé que me pedías que pellizcara mis pezones como tú lo hubieras hecho, y casi oyendo tu voz, lo hice.... pellizquitos pequeños, pero bien prietos que hicieron que mis dos avellanitas se tornaran oscuras y endurecieran entre mis dedos...

Supuse que tras decirte eso, procederías a desabrochar los botones de tu bragueta, dándole a tu sexo un respiro, premiándole con la libertad que el momento requería para poder acariciártelo. Y pensé que lo hacías, agarrándolo entre tus manos fuertemente, deslizando suavemente tu prepucio para dejar tu glande al descubierto, que hubieras acariciado con tu dedo pulgar, extendiendo la humedad que seguro ya se habría acumulado en él... Y pensar en tu verga, en lo dura que ya la tendrías, hizo que te pidiera en ese momento que me dejaras acariciar mi sexo, abriendo mis piernas y deslizando mis manos por mi vientre hasta llegar a mi pubis.... (los pelitos ya están creciendo, no tocaré uno solo de ellos hasta que tú me lo digas, hasta que de mi Amo reciba las instrucciones precisas de cómo, dónde y cuando hacerlo...) Y siguiendo el ritmo marcado por tus palabras, empecé a acariciar mi (tu) coñito, despacio, deslizando mi dedo corazón entre mis labios mayores, a los que, con mi dedo índice y anular, presionaba entre ellos, ya hinchaditos. Moví mi mano por todo mi sexo, desde mi pubis hasta mi culo. Te oía indicarme cómo acariciar mi ano, como irlo preparando, y eso me llevó a emitir un profundo suspiro mientras lo acariciaba lentamente...

Pensé en mis bolas chinas y las saqué del cajón de la mesita, dónde las guardo recelosa, aún en su cajita y no pude evitar abrirla. Las toqué, y las moví para ver como la otra bolita que llevan dentro se deslizaba por ellas. Las agarré del cordón de seda y golpeé ligeramente con ellas mi pubis, mis labios y mi culito... (no, no me las metí, espero ansiosa el momento de mi bautismo, no quiero estropearlo, quiero vivirlo y sentirlo cuando mi Amo me indique, porque sé que buscará el momento idóneo, el mejor momento para hacerlo...)

No pude evitar seguir pensándote acariciando tu sexo fuertemente, acelerando ya el ritmo de tus manos, el de tus caricias sobre la piel de tu verga y según pensaba en ello, yo también aceleré las mías sobre mi clítoris que ya llevaba rato entre mis dedos...

Te llamé, te llamé aún desconociendo si podrías o no atender el teléfono, osé desafiar al destino, al tiempo, esperando la oportunidad de solicitar, tras decir las palabras mágicas, el permiso para correrme... Esta vez, ni siquiera saltó tu contestador y tuve que dejar de tocarme para no correrme, para no irme, aullando como una loba en celo, intentando calmar la ansiedad del momento, respirando profundamente para calmar mi respiración.... Que difícil resulta aguantar, tanto como placentero, pero no deberías castigarme así de esa manera, no sé cuanto tiempo voy a poder estar sin orgasmar, lo necesito, necesito gritarlo y nada me gustaría más que tú lo oyeras....