Carta a J. (Carta 11)

Llevo todo el día ansiosa esperando el momento de encontrarnos en el puerto esta noche, pero por la hora que es, tengo el presentimiento de que una noche más y como bien decías, sentiré la soledad y el frío en su muelle...

Llevo todo el día ansiosa esperando el momento de encontrarnos en el puerto esta noche, pero por la hora que es, tengo el presentimiento de que una noche más y como bien decías, sentiré la soledad y el frío en su muelle...

Aún así, no dejo de pensar en lo que hubiera pasado esta noche de habernos re-encontrado y al hacerlo, no puedo evitar sentir una ligera excitación.

Me he acomodado en mi cama para esperarte, desnuda, cubriendo parte de mi cuerpo con la sábana para quitarme el frío que la soledad me ha dado y mientras te escribo tomo la misma postura de aquella noche en Águila cuando colocaba las piezas del ajedrez en el tablero, como dejando que la desnudez de mis pechos se refleje en la pantalla, como queriendo que ellos sean lo primero que veas si aún apareces...

Pensarlo, solo pensarlo ha excitado mis pezones. Si te soy sincera, no han dejado de estarlo en todo el día. Desde bien temprano y como te hice saber a primera hora, llevo pensando en el "aquí te pillo, aquí te mato" del que te hablé...

Con la excusa de tener que dejar preparadas algunas cosas antes de mi viaje, me he pasado casi toda la mañana encerrada en el despacho. Si, en ese despacho desde el que hemos hablado algunas veces. He recordado el día ese que entre bromas me insinuaste que un día lo mismo me sorprendías presentándote en mi oficina y no he podido evitar fantasear con ello en algún momento de la mañana. Poca gente hoy en la oficina, aunque parezca mentira el teléfono casi no ha sonado, las persianas del despacho cerradas, música tranquila...... lo que llamaríamos un ambiente perfecto para un encuentro inesperado...

Y así lo he imaginado, sentada en el sillón frente a mi mesa. Recuerdo haber cruzado y descruzado mis piernas repetidas veces. Estaba sola en el despacho, pero no en la oficina. Recordé algunas de tus palabras la última vez que nos vimos, en las que me incitabas a tocarme cada vez que pudiera hacerlo.

Quiero que sepas que, esta mañana, casi en un sin querer, he rozado mis tetas levemente con mis manos, con la punta del bolígrafo y hasta le he dado algún que otro pellizquito a mis pezones sin dejar de mirar hacia la puerta para no ser sorprendida por alguna visita inesperada. Esa sensación, ese miedo a ser pillada in-fraganti tocando mis pechos ha hecho que mi excitación creciera y que en un momento determinado metiera una de mis manos entre mis piernas cruzadas, tapándola con la falda con la que me he vestido hoy, procurando permanecer semi-escondida debajo del tablero de la mesa de cintura para abajo...

Que placer da lo prohibido y aún a sabiendas de no poder hacerlo, más ansiedad me provocaba el hacerlo...

Te imaginaba entrando en mi despacho con tu traje de color gris claro y tu camisa humo, como el día que nos encontramos por primera vez y pensé que, desde el otro lado de la mesa, me mirabas tal y como lo hacías desde la pasarela del primer piso de la estación, cuando me llamaste para darme las instrucciones de dónde habíamos de encontrarnos.

Recuerdo cuando me dijiste que no me moviera de allí, que tú bajabas... sabes? creo que nunca te lo he dicho, pero no hubiera podido moverme aún queriendo hacerlo. Me quedé como clavada, hasta tuve la sensación de que todo alrededor se había parado, que hasta el calor que hacía aquella tarde había cesado.

Y de nuevo vuelvo a imaginarte sentado frente a mí en el despacho, mirándonos, empezando a subestimarme con tus preguntas a las que hubieras solicitado respuestas rápidas, sin darme tregua. Y me hubieras provocado hasta el punto de dejarme ver la excitación que seguro ya habrías alcanzado solo con mis palabras, porque estoy segura de que ya habrías conseguido oír de mis labios las tan ansiadas y esperadas palabras mágicas... Y las hubiera dicho allí mismo, en mi despacho, en el que me hubiera olvidado del mundo y me hubiera abandonado solo a obedecerte según me hubieras requerido, en plan gata o en plan leona, como tú hubieras pedido que lo fuera.

Sé que no ibas a haber sido benevolente, que me hubieras puesto en mi sitio, que no me lo hubieras puesto fácil, que hubieras querido comprobar si eran ciertas mis palabras del otro día, en las que te pedía que me hicieras tu puta de una vez. Que me hubieras quitado las tonterías, las dudas, los complejos...

A veces pienso que me hace falta un buen repaso. Un buen amo que me enseñe, que me discipline, aunque para ello a veces haya que hacer uso de una buena fusta. Claro está que tú ya sabes lo que yo preferiría en vez de una fusta.... tu polla. Si, tu polla de nuevo. No creas que porque últimamente no la miente no dejo de acordarme de ella. Es más, cuando termine de escribirte y llevada por la excitación que recordar todo esto me ha producido, volveré a pensar en ella. En como la supiste acomodar en todos y cada unos de los huecos de mi cuerpo.... entre mis pechos, entre mis manos, en mi boca, en mi sexo...casi en mi culo...

Hace días que no puedo evitar fantasear con la idea de que "en la tercera vez" vayas a hacerme tuya por el culo. Ya sé que, como el que me vuelvas a comer el coñito, es algo que he de ganarme. Y creeme cuando te digo que aspiro a ello...

Me retiro ya, cuando leas esto recuerda que te he estado esperando y que tras enviártelo me he abandonado ahora en la soledad de mi cama para pensarte, para acariciarme justo hasta el límite, hasta donde me pediste...