Carta a J. (Carta 08)

Tu perversidad de anoche, aunque calculada, fué exquisita y tremendamente cautivadora...

Tu perversidad de anoche, aunque calculada, fué exquisita y tremendamente cautivadora....Tras semanas de silencio, sin recibir ninguna noticia tuya, semanas en las que por un lado has tenido mucho trabajo y por otro te has ido retirando de mí, alejándote para ver si esto se enfriaba y dejábamos de pensarnos, anoche te atreviste a marcar mi teléfono...

Me llamaste con la certeza de que ibas a encontrarte con el teléfono desconectado, teniendo así la oportunidad de dejar un mensaje en el que hubieras dicho..... qué hubieras dicho en él?... Me hubieras vuelto a desconcertar, a decir que esto se había acabado, pero que aún así, en la soledad de ese hotel habías extrañado mi entrega, mi ansia, mi deseo, mi lujuria y que motivado por tu deseo de mis tetitas y mi coñito ibas a masturbarte.... que maldad, no?

Eso si, te hubieras vuelto a sentir poderoso al ser tú el que volvieras a decir la última palabra en todo esto, como poderoso te sentiste cuando tras aparecer mi voz al otro lado del hilo telefónico me retaste a demostrarte que la única manera en la que yo te pienso es con mi sexo, que siempre me he negado y me seguiré negando a ponerle corazón a esto...

Solo oírte me estremeció. Lo que verdaderamente me excitó fué tu manera de hacerlo... tu manera de conseguir oír de mis labios las palabras suficientes para conseguir tu excitación.... mi reticencia a hacerlo, aún imaginando tú los motivos, le dió a la situación y al momento el morbo suficiente como para seguir al teléfono. Querías que me tocara oyéndote, me instabas a ello con tus fanfarronerías y tus provocaciones. No sólo querías volver a oír que te deseaba. Querías que además te lo demostrara guiando con mis palabras tus manos sobre tu propio sexo, que fueran mis palabras las que lo acariciaran, las que lo excitaran, lo hicieran endurecer como el acero y levantarse como un mástil.

No te imaginas lo que deseé en ese momento estar contigo y que en esa cama me hubieras poseído como te pedí que lo hicieras. Que además de con mis palabras, hubieras follado con mi culo. Es difícil expresar con frases lo que no se ha sentido, ponerle palabras a lo que no se ha experimentado, pero no por ello dudo de que lo hubiera gozado. De que tú te habrías encargado de provocarme todas y cada una de esas sensaciones que decías anoche. No me cabe la menor duda de que hubieras acariciado mi culo con cuidado, que hubieras masajeado mi raja y mi ano con mimo hasta conseguir que mi músculo se dilatara poco a poco.... Que hubieras esperado ansioso el momento de meter tu polla en mi agujero, que lo hubieras hecho despacio, sin pausa y hasta el fondo, llenándome de tí, haciéndome sentir la dureza de tu sexo en lo más profundo de mis entrañas mientras que yo te pedía que no pararas, que me la metieras toda, que quería sentirme rota por las embestidas de tu verga...

Tres veces... dijiste que me lo hubieras hecho tres veces...

Que la primera, tal vez ni siquiera hubiera llegado a disfrutarla, que el dolor sería tal que no podría haber llegado a apreciar el placer que el mismo me produciría si me la hubieras metido al yo pedírtelo alocadamente. Que de hacerlo así, hubieras rajado mi culo como un melocotón...

La segunda.... deseándolo. Deseando y saboreando cada centímetro de tu polla que me hubiera penetrado. Sintiendo como hubieras lubricado mi ano, lenta y laboriosamente, violentando mi culo milímetro a milímetro...

Y una tercera suplicándote. Suplicándote que volvieras a hacérmelo ofreciéndote mi culo, ansiosa de que hubieras vuelto a masajear mis tetas para excitarme, mis nalgas para enloquecerme y mi ano para ansiar dar cobijo a tu polla que hubiera vuelto a quemarme las entrañas.

Y me imagino en esa cama, sentada en tí, con tu sexo atravesándome, con una de tus manos friccionando mis pezones haciéndome gemir y la otra.... la otra pellizcando mis labios mayores, acariciando los menores separándolos con suavidad, buscando mi clítoris, masajeándolo, arañándolo, presionándolo, haciéndome gritar de placer... Sin detenerte, seguirías empujando, lenta, inexorable y lascivamente, haciendo penetrar tu verga, abriendo mi culo, oprimiéndome...

Y mi ansia aumentaría al ver como te habrías excitado por el mero hecho de yo haberte ofrecido mi culo, sin decir palabras, solo con gestos me hubiera entregado a tí ardientemente, pidiéndote que me hubieras follado, que me hubieras tomado llenándome con tu polla, con tu leche que me hubiera chorreado desde mi ano hasta mi coño...

Como lo hubiéramos disfrutado los dos... ambos pidiendo y ambos.... ambos obedeciendo.