Carta a J. (Carta 06)

Madre mía, no sabes como te extraño, a tí y a todo lo nuestro. Extraño tus provocaciones. Esa manera tuya de hablarme, buscando siempre avasallarme, ponerme en apuros con las contestaciones a tus preguntas.

Madre mía, no sabes como te extraño, a tí y a todo lo nuestro. Extraño tus provocaciones. Esa manera tuya de hablarme, buscando siempre avasallarme, ponerme en apuros con las contestaciones a tus preguntas. Aprovechando que tú si podías hablar y sabiendo que yo no podía hacerlo, que no estaba sola en mi despacho, aún así, insistiendo en que te dijera el color de mi ropa interior, te dijera si el oírte me había excitado, si se habían empezado a mojar mis bragas...

Extraño tu voz. Esa voz tan sensual y tan masculina tuya, que ya sabes los efectos que produce en mí solo escucharla, a media voz, como si me estuvieras susurrando al oído como tantas veces lo has hecho, cosquilleando mi cuello y exhalando tu aliento caliente en mi oreja hasta hacerme estremecer...

Extraño tus manos. Tus manos que no paraban quietas ni un solo minuto cuantas horas estuviste conmigo. Sabes que me encantaba y creo que te aprovechabas de ello para hacer cualquier gesto con ellas para llamar mi atención. Tus manos que, a la vez que tu voz, buscaban mi cintura o mi espalda para recorrerla, haciéndome cosquillas con las yemas de tus dedos. Siempre aprovechabas que no estuviéramos solos para hacer algo así... y aunque siempre te metías conmigo cuando salía mi lado pudoroso al hacerme esas cosas, en el fondo te encantaba hacer aflorar mi lado más angelical, más místico...

Como el día ese que íbamos en el taxi hacia Águila R, te acuerdas? Yo intentando darle explicaciones al taxista de por dónde tenía que ir y tú provocándome con tus manos escondidas bajo mi vestido, recorriendo mi cintura, mi espalda, mi nuca, mi cuello.... casi no me salían las palabras. Ya no sabía como ponerme para que el taxista no se percatara por el espejo retrovisor de cuantas cosas me hacías sentados en el asiento trasero del coche. Aquello te excitó, te gustó ponerme en ese aprieto, disfrutaste perversamente de la situación en la que me pusiste... el bulto de tu bragueta te delató...

También en los momentos íntimos.... recuerdo aquella primera vez, en Burgos, cuando después de tomar un baño me pediste que saliera solo con mi ropa interior... Yo, con el pudor que por aquel entonces me caracterizaba y del que tanto te reías, además de mi ropa interior, me puse una bata de gasa. La recuerdas? Era estampada, con el fondo claro y unas flores en tonos burdeos y verdes... Aún así, entre el estampado de la tela podías apreciar la silueta de mi cuerpo. Era una bata cruzada, que enseguida, tras sentarme en el sofá sobre el que te habías recostado, se abrió dejando mis pechos al descubierto...

Los acariciabas con las yemas de tus dedos, mirándolos fijamente y alabando mi moreno..., queriéndotelos comer con la mirada, deseándolos... Pero solo los tocabas, como hipnotizado ante la belleza de mis pechos turgentes y jóvenes.... recuerdo ese momento y me estremezco pensando como tus manos se recreaban en ellos, dibujando la forma de mi sujetador, desde los tirantes en mis hombros hasta mi canalillo, cómo tus dedos los pellizcaban por encima de la tela y una vez que conseguiste encender mis pezones, los acariciastes dibujando circulitos en ellos, volviéndome a estremecer...

Tus dedos explorando mi sexo, despertando con ello mis más bajos instintos, mis ganas de sentirme mujer, mi deseo por complacerte y obedecerte, llevándome a límites insospechados, haciéndome perder hasta la vergüenza, sintiéndome tu petit putita, tu odalisca...

Extraño tu boca. Y al hacerlo, recuerdo la primera vez que nos vimos, la primera vez que nos besamos, escondidos del resto del mundo. Agarraste con tus manos mi cuello, levantaste mi cara y pidiéndome que me tranquilizara, buscaste mi boca y mis labios, rozándolos con los tuyos. El momento en el que nuestras lenguas se encontraron por primera vez, esa sensación que invadió todo mi cuerpo, ese cosquilleo, ese fuego...

Tienes unos labios sensuales, muy delicados...recuerdo aquella vez que me pediste que no te diera más besos con mordisquitos, y como te reías las veces que después de aquello, cuando me pedías que te besara, yo te quemaba la sangre preguntándote que con o sin mordisquitos... El tamaño de tu boca...hecho a mi medida, a la medida de todo cuanto con ella me has comido, besado o mordido... Sabes utilizar tu boca tan bien como tus manos.

Pero lo que más extraño es tu sexo. Sí, aún lo extraño y me estremezco pensando en él tanto o más que cuando recuerdo tus manos, tus dedos o tu boca... Tu sexo siempre tan dispuesto, tan altivo, tan generoso, tan respondón a mis caricias, a mis besos, a mi sexo.... Y llegados a este punto, recuerdo tantos momentos.... Tu manera de exhibirlo para mí, como un ciervo su cornamenta, orgulloso del más preciado de tus atributos...

Recuerdo todos y cada uno de los momentos en los que usaste tu sexo para complacerme, para satisfacerme, para darme cuanto, hasta sin palabras, te pedía... Podría dedicar cartas enteras a hablarte sólo de ello...

Dios mío, cuánta complicidad había entre nosotros, cuánto morbo, cuánto deseo, cuánta pasión..... Hoy y en este preciso momento te maldigo por haber empezado a pensarme con el corazón y me maldigo a mí misma por habértelo permitido, pensando que ibas a ser capaz de controlarlo, que lo usarías solo para excitarnos y seguir jugando...

No sabes lo que me cuesta no llamarte, no escribirte. Esta vez, no es mi orgullo el que me lo impide. Son mis ganas de no hacerte daño, de no hacerte sufrir con ello, de dejarte olvidarme, que dejes de pensarme. Aunque con ello sea yo la que sufra, la que se haga daño... Hasta para con mi dolor soy generosa pensando antes en evitar el de los demás, el tuyo.

Hasta cuándo va a durar este recuerdo? Hasta cuándo estas sensaciones? Cuándo voy a dejar de desearte, de pensarte de esta alocada manera, como una quinceañera empollada que acaba de descubrir su sexualidad?

En el fondo, no sé si quiero hacerlo, dudo estar preparada para ello. Me asusta, me da miedo el no volver a sentir como lo he hecho contigo, a no volver a ser mujer, a no verme guapa, sexy.... llegaste en el mejor momento de mi vida, y tal y como llegaste, te has marchado, sigiloso, poco a poco, abandonándome cada día un poco más... hasta llegar a hacerlo por completo.

Sí, ya sé, solo hace unas semanas que te has ido, pero en mi interior, siento que ya lo has hecho para siempre.

Que, aunque hasta el último momento de tu vida, aún cuando seamos viejitos como dijimos, seguirás recordándome, ya nunca más voy a oírtelo decir. Desde hace semanas me has privado para siempre de verte sentir, de sentir como te has excitado siempre conmigo, de excitarme cada vez que eras mío, de ser tuya cada vez que te pensaba, de pensarte cada vez que te extrañaba, de extrañarte cada vez que la soledad me invadía.....