Carta a J. (Carta 04)

Hoy he entendido eso que llaman "síndrome postvacacional", ya ves, yo que me reía del de los demás...pero he estado toda la mañana sólo moviendo los papeles de un lado a otro de la mesa...

Hoy he entendido eso que llaman "síndrome postvacacional", ya ves, yo que me reía del de los demás...pero he estado toda la mañana sólo moviendo los papeles de un lado a otro de la mesa...

Además de "montañas" de carpetas sobre la mesa de mi despacho, esta mañana cuando he llegado, me he encontrado una nueva reestructuración en la empresa, muchos cambios, un nuevo organigrama casi sin sentido, una carta del Subdirector General y en mi correo, muchas felicitaciones de compañeros que han visto publicados los resultados del segundo cuatrimestre del año y mi nombre escrito entre los veinticinco mejores Gerentes de "esta santa casa".

No he de decirte que el primer recuerdo cuando he entrado en mi despacho esta mañana ha sido dedicado a tí. Mi despacho, ese desde el que algunas tardes hemos hablado y con el que he compartido algo más que palabras... (uy, si las paredes hablaran...ufff, no sé como estas no han ardido) Esperé a que todos se marcharan a medio día y a eso de poco más de las tres, te llamé... me atendió una señorita muy amable, que decía ser tu buzón de voz, pero que puñetas, yo no quería hablar con tu contestador, y aunque siempre me he negado a dejar mensajes de voz (salvo en casos de extrema necesidad), hoy menos que nunca, y para tí, quería hacerlo. He salido a picar algo, no quería ir hasta casa para luego volver precipitadamente. Tenía el presentimiento de que si iba a casa, después de comer, no iba a poder evitar que la soledad de mi cama me hiciera pensar en tí...

Ya ves, hace unos minutos que he recibido tu llamada, y oírte, solo oírte, ha producido en mi piel el mismo efecto que causaron tus manos sobre mis pechos en el garaje la última vez que nos vimos... recuerdo ese momento como si hubiera pasado ahora mismo y sigo sintiendo mi piel erizada sobre el escote de mi top negro... Recuerdo como, en un quiero y no quiero, en un puedo y no puedo, en un debería y no debería, me puse esa ropa interior solo para tí esa tarde, aún sabiendo que difícilmente por el cuello alto de mi jersey ibas a poder disfrutarla. Y recuerdo de qué manera te hablé de ella solo para despertar en tí la curiosidad de que te dejara verla, y de qué manera me pedirías que te la dejara ver. Y cómo, sentados en el coche, cogí tu mano y la metí bajo mi jersey, para que pudieras tocar la tela, sentir en tus dedos la delicadeza de las transparencias con las que me había adornado para tí...

Respondiste con una pícara sonrisa cuando tus manos captaron la suavidad que me envolvía y el calor de mi piel bajo el jersey de lana. Seguías teniendo las manos frías, pero no fué eso lo que me hizo estremecer...

Fué tu manera de aferrarte a mis pechos, de acercarte a mí para levantar el jersey sutilmente hasta ver lo que se escondía debajo, la expresión de tu cara al descubrir el color, tu dulce reacción al comprobar "la carne de gallina" en la piel de mi escote, la erección de mis pezones que, aún antes de que llegaras a pellizcarlos, ya se señalaban soberbios sobre la tela de gasa... Y en este momento, al recordar aquello, sigo sin poder evitar sentir ese cosquilleo trepando por mis muslos y cruzo y descruzo mis piernas, en un golpe de tijera, solo por hacer presión en mi sexo que palpita entre ellos... y acaricio la pierna que tengo cruzada, desde el tobillo hasta la rodilla... y sin haber tocado mis senos, sé, puedo sentir como se han endurecido...

Y me da rabia y me maldigo por no estar en mi cama, pudiéndome tocar como ahora lo deseo, pensando en tus manos, en tu boca, sí..... y en tu sexo.

Y maldigo no haberme dejado llevar en aquel momento por mi propia fantasía, por mis ganas de tí, y haberte dejado ver también las bragas que hacían juego con el sujetador elegido, que hubieras metido las manos por ellas, que hubieras palpado mi sexo sintiendo el calor que desprendía, que hubieras comprobado tú mismo la delicadeza y la suavidad de sus labios que, yo misma, habría depilado para tí...

Y que, siguiendo con mi fantasía, me hubieras sacado del coche, me hubieras metido en el ascensor mordiéndome el cuello, lamiéndomelo, acorralándome entre tus brazos y tu cuerpo, avasallándome, asustándome, sin dejar de magrearte contra mí, agarrándome las nalgas, manoseándome el coñito por encima de los pantalones, metiendo tus manos por dentro de él, una de tus piernas entre las mías para separarlas.... y besándome, babeándome a lenguetazos, hubiéramos recorrido el pasillo sinuoso que nos hubiera llevado hasta tu despacho, ese en el que, una vez, me contaste haberme pensado, haberme deseado... y una vez allí, habernos follado como animales, salvajemente... Y vuelvo a maldecirme al ver los papeles sobre mi mesa, e intento centrarme en las cosas que he de hacer antes de marcharme a casa, y quiero hacerlo y no puedo, y puedo hacerlo y no quiero.... Y entre uno y cientos de pensamientos, ahora intento conseguir que mi respiración se calme, que mi corazón deje de latir entre mis piernas, dejar de pensarte tan sexualmente...

Y es como si miles de imágenes pasaran por mi cabeza en solo segundos, como flashes, alocadamente. Imágenes sacadas de mi propia fantasía, de la de desearte, de la de imaginarme sobre tu mesa, en la que casi me hubieras arrancado la ropa, sacando mis tetas por encima del sujetador, sin llegar a quitarme el jersey; bajando mis pantalones y mis bragas mientras hubieras estado sentado en tu sillón y me hubieras apoyado las manos sobre la madera de tu mesa; desnuda de cintura para abajo y medio vestida de cintura para arriba...

Y tu sexo abultándote el pantalón tejano, con el polo azul por fuera, tras habértelo sacado yo a jirones, levantándolo buscando tus tetillas al sentarme sobre tus piernas, y reclinándote sobre el sillón, me hubieras pedido sin palabras que desabrochara los botones de tu bragueta, que te liberara de la presión que ejercía sobre tu polla y del calor que la atosigaba...

Y casi puedo oírte gemir al imaginar haber respirado en tu oído, al haber lamido tu cuello, mordisqueado tus pezones y tu tripa hasta haber llegado a tu sexo que me hubiera llamado, que en silencio hubiera gritado mi nombre...

Y vuelvo a no poder evitar acelerarme al imaginarme entre tus piernas, bajo la mesa, con tu sexo ya en mi boca, recorriéndolo con mi lengua, mojándolo con mi propia saliva extendida con todo el frenesí que el momento conllevaría, deseosa, ansiosa, desesperada por sentirte en mi boca, por sentir la fuerza de tu falo oprimiéndolo entre mis labios, succionándolo...

Y hubieras sido tú el que en contra de todas las previsiones y rompiendo los esquemas de tu propio aguante, me hubieras agarrado de las manos y desesperadamente, tras haberlo leído en mis ojos, me hubieras vuelto a atraer hacia tí y me hubieras dejado montarte sintiendo como tu sexo hubiera penetrado en el mío y me hubiera abandonado a cabalgarte, sin riendas, dejándome ser yo la que hubiese guiado el trote de la cabalgadura solo moviendo mis caderas, llevándote al galope con la indicación de tus manos en mi cintura, haciéndome levantarme para volver a sentarme, una y otra vez, una y otra vez, sintiendo como tu polla hubiera avanzado cada vez más hacia mi interior... Y te hubiera vuelto a oír gemir, suspirar, y me hubieras oído gritar hasta correrme.... gritos que te habrían llevado al más placentero de tus orgasmos, a vaciarte dentro de mí, a sentir como la fuerza de tus olas hubiera acabado rompiéndose en mi orilla, hasta llegar a derramar tu espuma en lo más hondo de mis entrañas... temblorosos, jadeantes...

Que locura, que jodidamente salvaje te pienso y te deseo....