Carta a Evangelina

Aunque lo ponga en la sección de fantasías eróticas el relato es una carta real a una amante secreta.

Esta es una carta con mi amante secreta. Espero que os guste.

Hola de nuevo, mi querida Evangelina.

De manera que ahora me pides que te someta como a una perra, que te penetre ese coño mojado que tienes y el culo sin lubricar para sentirme más intensamente. Hay que ser muy caliente para pedir eso, claro que tú eres muy ardiente y muy cachonda, pero precisamente por eso no me vas a decir lo que tengo que hacer, porque voy a hacer lo que quiera contigo. Para eso soy tu amo y tú mi esclava. ¿O es que todavía no te habías dado cuenta?

Te gusta sentirte atada y que te domine. Es un deseo inconsciente que manifiestas con mucha claridad. Ahora abres los ojos y te encuentras sujeta, completamente desnuda y ligada con cuerdas a la cabecera y los pies de la cama.

Estás abierta por arriba y por abajo, con los brazos en cruz, porque las ataduras son cortas y te fuerzan a estar en esa posición. Tu concha, debido a ello, está completamente expuesta. No sabes cómo has llegado hasta allí, no sabes si es un sueño o alguien te ha secuestrado para abusar de ti.

Estás intranquila y sientes miedo. ¿Qué va a ocurrir ahora? En ese momento entra por la puerta de la habitación un hombre grande, enmascarado, de complexión recia, con la musculatura de los brazos y de las piernas muy desarrollada. Es un tío que va al gimnasio, seguro -piensas-, y entonces te fijas en otro músculo que también tiene muy desarrollado: su verga, una verga bastante respetable, empinada. ¿Cuánto medirá? 24 o 25 centímetros, calculas a ojo. El individuo se acerca y se sienta junto a ti en el borde de la cama. Estás asustada y excitada a la vez. No quieres que te coja sin tu consentimiento y sin embargo estás deseando ser sometida por ese tío tan enorme. Sientes que la lujuria te invade y tu coño empieza a destilar jugos ¡Te estás mojando! "No puedo creerlo" -piensas-. "No es posible que sea tan zorra". El enmascarado te mira y como si fuese capaz de leerte el pensamiento te dice: "Sí, Evangelina, ya lo creo que puedes ser tan zorra, eres la más puta de las mujeres; de hecho eres mi putita, me lo has dicho muchas veces".

  • ¿Cariño, amor? ¿Eres tú? Por favor si eres tú quítate esa máscara. Me asusta.

Por toda respuesta me quito la máscara y al fin, ya más tranquila, ves que soy yo.

  • Vas a sufrir por ser tan golfa y no sabes cuánto -te digo-. Te gusta que te humille y sentirte una perra y eso voy a hacer contigo: que te sientas una perra, pero una perra en celo que se muere por una verga.

Entonces empieza la tortura, una tortura a la que jamás has sido sometida. Extiendo un poco de leche corporal sobre tu vientre y comienzo un suave masaje sobre él. Dejo caer otro poco sobre tus pezones, de manera que tus pechos semejan montañas nevadas y ves como el frío líquido resbala por sus laderas hasta llegar hacia abajo. Con mis enormes manazas masajeo tus tetas, haciéndolas resbalar sobre tus senos a los que aprisiono, retorciendo levemente los pezones en un alarde de maldad. Continúo con el masaje de arriba a abajo: vientre, senos y el canalillo que hay entre ellos, pero sin llegar a tu sexo. Tu sexo va a tener que esperar. Continúo con mi malvada tortura mientras tú te retuerces de deseo implorándome, suplicándome que te meta toda la verga de una vez en tu chorreante concha. Decido hacerte sufrir un poco más aún y cojo tu clítoris con dos dedos frotándolo suavemente- El contacto con el punto neurálgico de tu sexo hace que una descarga de placer recorra todo tu cuerpo. Entonces mi mano baja a tu coño, presionando los labios vaginales. Paso un dedo por medio de tu rajita y me gritas que lo meta dentro, aunque sea un dedo, pero todavía tengo que seguir con la lenta y desesperante masturbación que he iniciado en tu concha, tocando levemente tu clítoris cada vez que mi mano sube y baja por tu chocho, hasta que al fin me apiado de ti.

  • Prepárate puta. Vas a gozar como una perra.
  • ¡Sí, por favor, cariño, date prisa, no puedo ya más!
  • Ahora verás, putón.

Me miro la verga y la tengo más grande y gorda que nunca. Y es por tu culpa, zorra. Voy a castigarte la concha hasta reventártela. Te la meto entera de un solo golpe hasta que mis bolas chocan con tu coño y empiezo un bombeo salvaje que te lleva al paroxismo. Quieres besarme, abrazarme, morrearme y darme tu lengua, chuparme la polla, apretar tus tetas contra mí y cabalgarme sin descanso, pero no puedes hacer nada de eso porque estás atada a la cama. Sientes cómo mi polla te llena toda y te corres en un interminable orgasmo, retorciéndote como una serpiente y gimiendo, jadeando y chillando disfrutando como jamás lo has hecho.

¡Oh, Evangelina! ¡Cómo me gusta verte cuando llegas al clímax del placer! Te mueres de gusto y no puedes resistir más, pero yo te sigo taladrando la vagina de forma inmisericorde, follándote sin descanso mientras tu te corres una y otra vez, encadenando un orgasmo con otro, sintiendo muy dentro de ti mi enorme verga que entra y sale de tu concha a una velocidad endiablada y con una fuerza descomunal. Vuelves a suplicarme que pare. Ya no puedes resistir tanto placer y en ese momento eyaculo dentro de tu coño saciado y satisfecho, uno, dos, tres, cuatro lechazos, mientras en la cumbre de mi corrida no paro de decirte: "¡Toma, puta, golfa, zorra! ¡Esto es lo que querías! ¡Correrte como una perra, so golfa! ¡Qué puta que eres, zorrón! ¡Eres mi esclava y voy a follarte siempre que quiera y hacer lo que quiera contigo, puta!

Tus fuerzas están muy menguadas y agotada caes en la inconsciencia. Cuando despiertas estás en tu cama y recuerdas de forma muy vívida todo lo sucedido, pero tienes dudas; no sabes si ha ocurrido de verdad. Notas una sensación en las muñecas. Las miras y observas unas marcas, como de ataduras. Te fijas en los tobillos y tienes idénticas marcas. No puede ser, parece increíble, pero tienes que aceptar que, de alguna manera, estás a mi merced y soy una especie de Freddy Krüger sexual. Cuando duermes allí estoy yo para cogerte y satisfacer mis más bajos instintos... y por supuesto los tuyos, querida Evangelina, que ya sé que eres tan caliente como yo.

Un morreo con toda mi lengua en tu boca y una paja de tres dedos en tu encharcada concha, Evangelina. Córrete conmigo, que yo lo haré dentro de ti.

Hasta pronto.