Carta a Daniel de Antoine

Entre vampiros y mortales el sexo sigue siendo lo mejor de la eternidad, el amor finalmente se rescata mas alla de la diferencia de generos.

Daniel:

Tengo claro que no quieres verme, es bastante lo que he indagado en éstos últimos meses y ya estoy completamente convencido de que no importa lo que haga no podré volver a ser tu dueño porque talvez nunca lo fui.

He pasado de días lluviosos a días soleados, de playas a casquetes polares y la luz de mis ojos no ha encontrado una nueva criatura para poner mis esperanzas; parece que el cielo maldito se ha empeñado en que no encuentre la paz y con todo gusto le acepto el reto porque bien sabes que nunca nadie ha podido ganarme a excepción del vampiro ingrato en el que te has convertido. No he recibido noticias tuyas y aunque he buscado en los reflejos de otros seres oscuros, sólo puedo ver el triste velo que quieres hacerme creer es tu rostro; no soy tonto Daniel, llevo más tiempo solo de lo que te imaginas y sabes perfectamente que para engañarme se requiere más de una imagen. Si no quieres que te encuentre sólo tienes que mancharte de sangre por última vez con alguno de mis amantes y decírselo, no puedes decirme que no lo has hecho antes y tampoco puedes alegar que tu ahora cordura no te permite hacerlo porque lo que siempre te ha gustado de ser lo que somos es precisamente el poder que adquirimos sobre todas las cosas.

Hace unas semanas pasé por Paris y con el afán de localizar a uno de mis agentes mortales di con la vivienda de alguien que te habrá de traer enormes y deliciosos recuerdos, caí como si el destino me hubiese llamado porque después del último encuentro que tuve con él hizo que me urgiera distanciarme antes de destrozarle el último rincón de alma que le quedaba y entre borrosas imágenes de su rostro lo vi de nuevo ataviándose para salir como lo hacía cuando salía conmigo y como presumo lo hizo cuando salió contigo: para ser francés su rostro obviamente encaja entre uno de los más bellos (aunque después de las interminables transfusiones de sangre pareciera que el brillo de sus hermosos ojos azules a cada hora va desapareciendo); supongo que encuentras excitante su hermoso cabello rubio (casi tan lacio como el mío y siempre arreglado con un aceite que yo mandé a hacer para él lo sabías?), el cuerpo divino de un ángel, con brazos torneados y esos prominentes hombros que hacen que su cuello se haga un poco más ancho de lo que debería ser; el pecho sin vellos, con esos dos pequeños pezones rosados que coronan los preciosos músculos y el abdomen (del que tanto me gustaba beber) da la apariencia de que en lugar de ser un hombre, un niño es verdaderamente el objeto del placer, un poco abultado en el centro pero con los dos músculos oblicuos que siempre me han llevado a imaginar los mejores ríos de sangre y semen atravesándolos; si antes hablábamos del camino al placer, esos dos puentes llegan al perfectamente depilado miembro, con los testículos siempre limpios llenos de un perfume precioso que también yo regalé hace tiempo; a mi me encantaba sujetarlo con una mano mientras él divagaba en comentarios sobre sus sueños anteriores, palabrería que realmente no escuchaba porque simplemente no podía quitarle los ojos de encima a tan exquisito capullo; solía callarlo con una seña y comenzar a masturbarlo poco a poco y sin prisa, tocando cada milímetro del rico dulce y observando los cambios en sus latidos y la manera en la que cierra los ojos justo antes de alcanzar el orgasmo; después siguen esas piernas preciosas que cientos de noches me abrazaron para que no me fuera, piernas que mordí hasta cansarme y que curé todos los días para que no sangraran más de la cuenta; Karl siempre comienza por los pies, llenándolos de polvo perfumado antes de calzarlos; incluso antes de colocarse la ropa interior porque según él prefiere que se le marque el miembro al caminar y se deleita con sus erecciones cuando alguien que no debería las ha notado; cuando se prepara a colocar el pantalón un ligero escalofrío lo recorre mientras se admira de arriba a abajo como si se tratara de un muñeco de aparador en libertad, lo que use sobre su torso finalmente es lo de menos, cualquier atuendo le viene bien y cualquier tela se ajusta a la perfección de sus formas. Las manos prendidas de anillos como las mías y las muñecas siempre libres exceptuando el pequeño reloj de pulso que le regalé en su primera semana conmigo; el aretillo en la oreja izquierda brilla siempre en reflejo con el espejo y los ojos, esos malditos ojos azules, esos que me arrancaron las mayores fortunas con una lágrima siempre buscando la imperfección en las ropas, la divina arruga que podría hacer que tuviese que vestir de nuevo al muñeco en vida.

No pude evitar observarle, saborearlo y olerlo aún a través de la sucia ventana de su elaborado escondite; sabía que saldría a buscar hombres como lo hace siempre, con ese talante agudo de los amantes que se venden por varios miles y que sonríen cuando ven el dinero de la misma manera en la que se iluminan cuando ven los miembros que habrán de lamer o permitir en las entrañas. Por un momento me perdí en sus finas manos peinando el cabello, en unos segundos olvidé que terminé odiándolo porque simplemente no podía dejarlo atrás como he dejado a tantos en el camino; sin darme cuenta empecé a leer su mente y no me fue difícil darme cuenta que se vestía para mí porque de alguna manera sabía que lo estaba mirando y como un estanque tranquilo dejó que hurgara en él hasta saber que muchas noches me había odiado, otras tantas me había llorado y al final había consentido mi partida guardando para mí; las últimas gotas de leche que le brotaban con cada uno de sus amantes. Mi intención era marcharme y dejarlo solo pero la virilidad que me acompaña por el resto de la eternidad no me permitió abandonar al cuerpo limpio y acicalado que con gusto esperaba mi llegada a sus designios, abrí la ventana con el poder de la mente y en menos de un paso estuve sentado detrás de el en el sillón de terciopelo que todavía guarda como parte de mi legado, sentado observando como si nada pudiese interrumpirme y una vez más planeando lo que aquella carne tibia habría de servirme. No quiso voltear talvez por miedo o talvez por ansiedad aunque seguía erguido como jinete sobre corcel, con las manos tocándose como quien justo descubre que tiene ganas de autosatisfacerse, era a mi a quien trataba de satisfacer, a mi era a quien trataba de excitar y mientras la poca sangre que había recogido de una enferma se arremolinaba en mis ojos, la tanta sangre que siempre vive en mi entrepierna comenzaba a darme las mejores ideas para devorarme a éste chico que desde siempre me ha demostrado ser mis ganas un gran consuelo.

En un arrebato de emoción le cubrí los ojos con una mano como se le cubren los ojos a cualquier niño antes de obsequiarle el regalo prometido, le pregunté si sabía quien era yo e inmediatamente sin escuchar su voz me contestó que era su maestro, el mentor en su profesión y sobre todas las cosas el mejor de sus amantes; no puedo negarte cuanto me creció el ego al leer esas palabras, está por demás que te explique mi excitación al saber que nunca me había olvidado, la excitación de pensar en el millar de cosas que habría experimentado y por sobre todas las cosas la excitación de lo que pudo haber aprendido en mi ausencia, estaba ciego; solo pensaba en lo que le haría si fuera mortal y aunque dos de mis dedos le hubieran sido suficientes, lo que más me dolía era no poder meter mi miembro en una funda tan fina como aquella. Comencé a recorrer su cuello con las yemas, de arriba a abajo lentamente, poniendo un poco de presión en su arteria para empezar a llenarla de sangre, lo conozco tanto que pude sentir su tremenda erección como una enorme oleada de calor; incluso antes de que el pudiera notarlo, mi mano izquierda ya estaba tocándole por encima del pantalón y las pequeñas gotas de líquido preseminal comenzaban a asechar el lino planchado de su prenda; estaba loco, quería besarle, arrebatarle la lengua en un trago y después tocarlo como un demonio, ensalivarlo con mi saliva de sangre, sudar mi sudor sobre su espalda y teñirlo de rojo para lamerlo como sólo una fierecilla como él se merece; estuve tocándolo por un rato, su mente era una maraña de situaciones pero más de recuerdos sobre los cientos de noches que le hice el amor con la lengua, con los dientes o los dedos pero siempre dejando que se corriera como un salvaje mientras yo no terminaba de absorberle el cuello; justo era el momento en el que empezaría a lamer sus orejas cuando un toquido se escuchó al fondo del apartamento, estaba tan absorto con mis caricias que olvidé pensar en la puerta y en cuanto pude volver en mi olí una colonia bastante cara, rica en especias y mezclada con un sudor bastante especial; me aparte de mi tarea y aunque Karl me rogaba que siguiera comenté que era mejor si abría la puerta a la cita que esa noche le habría de acompañar.

  • No sabía que atendías en tu domicilio – le comenté lamiéndome los dedos de su humedad.

  • Es más bien una visita informal, su esposa está fuera de la ciudad y me ha pedido que le atendiera tan sólo por dos horas antes de partir a verla. No quiero atenderle si has venido desde tan lejos para visitarme, deja que no abra la puerta y desnúdate como lo hacíamos antes cuando eras en parte mío y yo era completo para ti.

  • No será necesario que te prives – musité - no me gusta romper los compromisos y si ha venido es porque seguramente te necesita; anda a abrir que sigue tocando la puerta y el susurro de su respiración entre cortada me marea.

  • Por favor no te vayas – decía con las manos juntas como si rogara- quédate tan sólo unas noches, me haces tanta falta

Aunque suene extraño, verlo suplicar me llenaba de ganas de quedarme y entonces el admirador que llevo dentro me pidió quedarme nada más para observar como se ensartaban a mi perfecto amante que obviamente respondió extrañado pero accesible a mi petición:

  • No sé que te he hecho para que me trates así – me murmuraba mientras se sobaba la frente como si quisiera olvidar – yo siempre respeté tus peticiones y cumplí hasta el último de tus caprichos ¿ahora debo entonces dejarte mirar? ¿Qué clase de nueva fantasía se te ha metido?

  • Haz lo que te digo y me quedaré hoy y talvez mañana, si lo haces, yo me encargo de darte mi cáliz antes de dormir, sabes bien que no es algo que puedas desaprovechar

Y ahí estaba yo, engalanado con los colmillos saliendo de mis labios para repasar su cuerpo ofreciéndole de mi cáliz como si se tratara de vino y no de la sangre preciosa; observando como se cambiaba nuevamente el pantalón para no parecer un primerizo con las gotitas transparentes pintadas sobre el bulto y revolviendo su mente que solamente pensaba en hacerlo para mi como si fuera yo quien viniera a buscarle. El extraño no dejaba de tocar y yo no tuve más remedio que encaramarme del árbol al lado de la ventana donde podía ver todo sin ser descubierto tanto por los que se amarían en el interior como por los vecinos que caminaban resueltos en el exterior.

El extraño de no más de 30 años se hacía pasar por Mr. Sloan, pero solamente ocultaba una identidad que había sido robada desde hace años por su madre; tenía esposa y un solo hijo en camino, le costaba hacer el amor con la mujer porque siempre se había sabido de gustos un tanto más liberales que el sexo en la cama del matrimonio y aunque hacía ya 4 meses que no sostenía relaciones físicas con ella, precisamente la había mandado al doctor para evaluarse después de 4 ocasiones exactas en las que se había retrasado; ella era fiel y el no podía entender su infidelidad pero tan sólo con ver a mi muchacho, su pene se extendía como asta bandera sin importarle si quiera lo que pudiese pasar; lo ví entrar y sinceramente me pareció apuesto, totalmente distinto a Karl y talvez un poco parecido a mi exceptuando mi porte delgado y el hermoso color blanco total que se ha apoderado de mi piel; el era del color del café matutino bañado con leche, de ojos exquisitos y labios carnosos; después de arreglar el asunto del dinero, los dos cuerpos se acercaron para comenzar la faena; al principio mi chico no estaba trabajando lo suficiente, parecía que temía por donde comenzar y mi presencia lo desconcentraba pero después de ponerle el pensamiento de que yo lo estaba disfrutando, sus brazos empezaron a recorrer al otro hombre como tantas veces me recorrieron a mi; Sloan comenzó a despojarse de su propia ropa en un baile provocativo que incitaba a Karl a seguir haciéndolo, yo no podía dar crédito a mis ojos, tantos años siendo un vampiro despiadado y esa noche por un momento compartí con alguien el sexo que siempre he disfrutado; las lenguas se encontraban una con otra, los labios se succionaban y de vez en cuando los dientes lanzaban pequeños mordiscos contra cualquier parte del cuerpo, ambos eran preciosos y de haber querido denotar mi identidad hubiese entrado en un triángulo sexual en el que para remediar los goces hubiera sido yo quien les diera a ambos y al mismo tiempo les quitara el pulso que los aceleraba cada vez más.

Cuando se encontraron desnudos por completo, los dos penes erectos se encontraron como si pudieran besarse también; Karl tomó entre sus manos el del sujeto y en realidad lo encontré de muy buen tamaño, era ancho y las venas que lo rodeaban estaban a punto de estallar, Sloan no hacía nada más que jadear y tratar de poner de espaldas a Karl para poderlo penetrar; yo comencé a morderme discretamente los dedos de la mano por temor a soltar un alarido de placer y destrozarles el momento pero todo era tan delicioso que mientras más continuaba más ganas tenia de recordarlo para siempre; no tenía ni siquiera tiempo de ver en las mentes de cualquiera de los dos pero cuando lo hice vi primero a Sloan entregarse por completo a Karl y a éste pensando para mi sorpresa en que lo que más le hubiera gustado del momento es que yo entrara a unirme a su placer; Sloan buscaba su preciado culo (muy torpemente a mi parecer) mientras Karl divagaba en el sueño de que si yo pudiese ser mortal al menos una noche el no tendría que prostituirse más porque ahí estaría yo para calmarle sus ansias pero su divagación no duró mucho porque su cliente había encontrado el precioso orificio y con toda la determinación del mundo se propuso a entrar en él desde la primera envestida; de pronto el miembro de Sloan estuvo completamente dentro de mi ex amante quien recargado sobre la cama no dejaba de gozar las circunstancias, con la mano izquierda se sostenía y con la derecha se jalaba constantemente el pene, rozando levemente el capullito y moviendo la mano en círculos para abarcar cada vez más el cuerpo del erecto pedazo de carne; así estuvieron unos minutos mientras yo ansiaba por todos los medios poder tocar mi pene y hacer las piruetas que solía hacer con el cada vez que te marchabas y no podías complacerme; de un momento a otro Sloan sacó su miembro y de una sacudida volteó a su amante hincándolo enfrente de si y dándole a lamer tremendo miembro lleno de saliva y semen; yo veía a Karl arrodillado y me regocijaba de placer, hincado con una tremenda tranca en la boca y las manos en la suya, todavía viva, disputándose entre orgasmos y oleadas de calor que más temprano que tarde terminarían en un enorme chorro de semen que mancharía el suelo satinado de alfombra; no tardaría mucho Sloan en pedir que se alejara un poco porque iba a correrse en unos instantes pero mi amante no iba a dejar que lo alejaran porque si algo le encantaba es precisamente saborear cada corrida, cada gota y cada brizna de semen que sale de un miembro excitado; de verdad era un espectáculo particular, me sentía orgulloso de haber sido yo quien formara a tan experimentado proveedor de sexo y casi me perdía en el vaivén de la cadera contra la cabeza cuando un gemido atronador resonó en la habitación (y podría jurar que en medio vecindario) anunciando la corrida espectacular de Sloan que se resbalaba por las comisuras de mi Karl mientras éste trataba de seguir tragando hasta lo último que pudiese quedarse atrapado.

Ya había presenciado todo en el mundo o al menos eso creía porque después de tanto derroche de energía ahora era yo el que necesitaba sanar mis ansias de placer; Sloan exhausto pero feliz se vistió rápidamente, dio a mi chico un beso en la frente y sin decir palabra depositó otros tantos billetes en la mesa de noche que se usaba como caja registradora; salió a la noche dejando a mi pequeño desnudo, arrodillado y un tanto desconcertado por lo que todavía le faltaba por vivir; antes de abandonar mi escondite esperé hasta ver que Sloan efectivamente abordaba un taxi y se alejaba a gran velocidad para encontrarse con su esposa.

Karl todavía no se había enderezado cuando pronunció su primera palabra desde que Sloan había aparecido en el recinto: Tómame –fue lo que dijo- Tómame como mejor te plazca pero haz que la sangre que siento me ha de matar te llene y te haga sentir hasta el último de mis sentidos despiertos.

Eso fue precisamente lo que hice, lo tomé peligrosamente de la cintura y lo deposité en la cama, nuestra cama durante meses; tomé un pañuelo de seda que estaba en uno de los rincones y comencé a limpiar su asediado cuerpo de principio a fin, lo limpié de sudor, de saliva y de semen, cuando hube terminado, su respiración había disminuido y mi corazón era una bomba de tiempo que ahora más que nunca necesitaba alivio así que le besé, recorrí cada milímetro de su piel llenándolo con saliva nueva, peiné su cabello con mis dedos y me encargué de cada uno de sus pequeños detalles, parecía un niño, un ángel que se entregaba a mi como si no le diera miedo la oscuridad de la que siempre lo lleno, precisamente por esa falta de miedo alguna vez pensé en matarle para jamás regresar a verlo y precisamente por esa falta de miedo es que en ese momento me perdí en su piel y le dejé desnudarme poco a poco hasta que sólo quedaron mi piel junto a la suya y mi intimidad junto a la suya.

Cuando su pene cobró vida de nuevo, me pidió sutilmente que ahora yo me lo metiera en la boca y aunque acepté yo lo que más anhelaba era morder ese abdomen y ese cuello y esas piernas, poco a poco me fui acercando a su miembro y después de cogerlo entre mis labios comencé a masturbarle con una mano por fuera y los colmillos ocultos por dentro; su respiración se agitaba y jugaba poco a poco con mi cabello, se movía de adentro hacia fuera y hacía esos pequeños ruiditos que todavía pueden ponerme los pelos de punta; estaba gozando, como un chiquillo gozando de mi boca y yo de su pene, me interrumpió con un movimiento de su mano y con su mente me dijo que era hora de que yo le cobrara porque sabía bien que conmigo el cliente era él y aunque yo no me veo a mi mismo como prostituto, siempre… SIEMPRE recibo algo a cambio.

Lo senté recargado a la cabecera de la cama y le quité el cabello que tenía sobre los hombros preparando su cuello y sin dejar de manipular su miembro de vez en cuando sobaba sus testículos y preparaba con mi lengua el precioso cuello sobre el que iba a realizar mi incisión maestra para bebérmelo; el me pidió que lo mordiera y de un momento a otro mis dos colmillos estaban dentro de su piel, rasgando la pequeña arteria y comenzando a proveer para mi lengua la bendita sangre humana que durante tanto tiempo me ha traído tanto y tanto placer. Sin pensarlo más comencé a beber y en cada trago se me iba su vida, los clientes, los amigos y entonces de un rincón sumamente profundo apareciste tu de entre las tinieblas, no podía ocultarlo ante mí y peor aún; en su sencillo afán de entregarse por completo no sabía ingenuamente quien eras ni lo que eres para mi; me bebí tu llegada, la mágica aparición que hiciste para demostrarle que eras como yo, tu sabías que era mío y aún así decidiste tomarlo para dejarle tu huella y que yo jamás lo olvidara. Mi placer y el suyo se unieron en un fuerte orgasmo conjunto que estoy seguro ambos disfrutamos ampliamente irrumpiendo en el silencio de la noche, la rabia que me abordó se disipó al ver las sábanas cubiertas nuevamente de su semen y su cuello débil por la terrible mordida que le puse mientras te veía en sus imágenes; le perdoné la vida porque sé que el me ama y tu lo engañaste por venganza, no lo dejé morir porque esos azules ojos se nublaron de nuevo para decir mi nombre: Antoine, no me dejes ésta noche y duerme junto a mi

Volví a limpiarlo y sané cada una de sus pequeñas heridas como si de eso dependiera mi existencia, no dejaba de pensar en tu crueldad para con alguien tan sencillo como el, es hermoso y si, me ha servido pero porque siempre se lo he pedido y pagado con creces, te reprocho que seas tan egoísta y esta noche te cuento todo esto para que sepas que primero fui yo y siempre seguiré siendo yo, regresé a mi guarida y lo fui a visitar las siguientes tres noches, paseamos tranquilamente y tuvimos arranques de pasión como siempre los tuvimos, no puedo seguir pensando más en él, volví a dejarlo con la promesa de volver y aún así ahora que te recuerdo no puedo hacer más que pensar en ti y en tu estúpido cabello y en tus estúpidos ojos y en tu maldito olor que me ha embrutecido con el paso de los años, no encuentro en quien poner mi esperanza porque tu las has tirado al suelo, ya ni siquiera te pido que vuelvas conmigo para siempre porque sé que has cambiado incluso más que éste viejo vampiro Antoine que te pide no te acerques más a Karl, deja de hacer que te busque y preséntate de una vez, sigo escribiendo porque guardo de ti más bien un vago recuerdo de lo que eras y ya no conozco más.

Si no quieres que te encuentre con más ganas buscaré, deja de retarme Daniel, deja de tratar de creer que sólo soy yo el que te ama y que tú no sientes nada por mi, si has hecho todo esto es precisamente porque me buscas a cada instante y en sus huesos buscaste los míos una y otra vez sin encontrarlos.

< Que las noches sean eternas para que alguna vez encontremos salvación >

Por siempre condenado tuyo en la misericordia de las tinieblas:

Antoine