Carrmen y Enrique

Regalo de cumpleaños

Había ido a comprar el regalo de cumpleaños de mi marido y cuando acabo, entró, oí voces, pero no lo encontraba. Cuando fui a su habitación, allí estaba él y su otro “regalo de cumpleaños”.

Ese día había terminado mi marido, un par de horas antes de lo previsto. Había terminado pronto con las compras de sus regalos de cumpleaños, y como estaba cerca decidí que, qué mejor regalo que mi persona. Como ya llevábamos dos años de novios la confianza que había entre nosotros era grande, por eso no era de extrañar que yo tuviera llaves de la puerta. Cuando entré a la sala sentí todo muy silencioso. No se escuchaba el ruido de la tele que siempre estaba encendida, desde el amanecer hasta ya bien entrada la noche.

O no está o está bañándose – me dije.

Pensaba que se estaba bañando, y decidida a sorprenderlo, me acerqué a su cuarto, sin hacer ruido por si ya hubiera salido del baño. Cuando abrí la puerta de la habitación la sorprendida fui yo. Sobre la cama, desnudos, se estaba Enrique con una fulana en plena acción.

¿Qué…significa esto? – exclamé atónita y furibunda

La fulana dio un salto, se apartó de Enrique y se cubrió con el edredón. Estaba pálida y atemorizada. Enrique, que por unos segundos se había quedado helado, reaccionó rápidamente

Mira Carmen, no es lo que piensas – me explicó presuroso

¿Ah, ¿no? Pues a menos que creas que estoy pensando en otra cosa, yo creo que sí es lo que pienso le contesté enfadada.

La situación está así. ¿Recuerdas hace tres días, después de terminar de follar que hablamos que de regalo de cumpleaños íbamos a hacer un trío?

Sí contesté

Pues Mónica es…. mi regalo- continuó titubeante

Yo miré a Enrique y a la zorra, que de ahora en adelante llamaré Mónica, y no sabía qué decir, hasta que al fin reaccioné.

Pero…pero ¿no estábamos hablando de otro tío? – pregunté sorprendida

-Ah, golosa – dijo Enrique ya con una sonrisa- ¿querías estar con otro hombre, ¿eh?

-Pues, es lo que había entendido – le contesté

  • ¿Y no se supone que para hacer un trío tendríamos que ir los dos para buscar a una chica que nos agradara a los dos?

-Sí Carmen, pero resulta que Mónica vino aquí a ofrecerme una enciclopedia sexual, y tocando este tema propuse hacer el trío. Ella aceptó, y como tú ibas a llegar en dos horas, le pedí que se quedara – me explicó un poco nervioso por el nuevo giro que iba tomando la conversación.

-Bueno – continué- pero cuando yo entré no estabas en ningún trío, sino en un duo

-Sí, pero…es que estaba viendo si se adecuaba a tus preferencias

¿Mis preferencias? -grité- que yo sepa nunca me he acostado con una mujer

-Carmen, es mi cumpleaños, y esto ya lo habíamos hablado. Sólo estaba comprobando que fuera igual de fogosa que tú.

Enrique se paró y me abrazó por atrás. Una de sus manos tocaba mis pechos mientras que la otra frotaba mi entrepierna. Poco a poco sus caricias me fueron calmando y accedí a los deseos de él.

-Está bien. Voy a creerte – le dije- Es tu cumpleaños y haremos lo que deseas- y girándome hacia Mónica le dije- discúlpame Mónica por llamarte zorra

-No hay nada que disculpar, Carmen. Yo hubiera reaccionado igual.

Enrique me fue quitando la ropa hasta dejarme desnuda. Yo bajé mi boca hasta la polla de Enrique y la chupé. Mónica también se acercó y se metió los testículos, dándole ligeros golpes con la lengua. Enrique, que estaba gozando como loco la doble felación, alargó sus manos para jugar con nuestros pechos. En cuanto me saqué el miembro de Enrique de la boca comencé a lamerle el tronco. Mónica decidió imitarme y ambas lamíamos su polla, lo que provocaba que nuestros labios se rozaran, lo cual me provocó escalofríos.

Enrique me agarró de la cintura para que mi sexo le quedara al alcance de su boca. Después de un chupaditas me pidió que me sentara en su cara viendo hacia sus pies y que Mónica se sentara en su verga mirándome de frente. Vi cómo Mónica se fue sentando, poco a poco, en el duro miembro de Enrique, tragándoselo completamente con su coño. Mientras Mónica subía y bajaba totalmente ensartada, Enrique movía su lengua recorriendo cada oscuro rincón de mi chocho.

Mónica seguía unida a mí en ese mágico beso y con esas maravillosas manos moviéndose en mis pechos. Mis envidiosas manos decidieron no permanecer inactivas, por lo que se fueron en busca de algo suave para agarrar, por lo que muy pronto me vi devolviéndole a las tetas de Mónica el mismo placer que me estaba prodigando. Ambas jugábamos con el cuerpo de la otra. Mónica apresuró su movimiento de caderas al sentir que Enrique explotaba en una corrida. Enrique comenzó a mover más rápido su lengua por lo que, unido al placer que me daba Mónica, no tardé en alcanzar un orgasmo.

-Estuvo maravilloso ¿no? – preguntó Enrique después de un rato de descanso.

-Bastante – le respondí viendo con una mirada de complicidad a Mónica

-Muñequita – me dijo Enrique- ¿qué te parece si ahora te follo a ti mientras le quitas a Mónica los restos de mi leche?

Yo sonreí. Mónica se recostó en la cama con las piernas abiertas, mostrándome su linda cuevita repleta de semen. Me hinqué entre sus piernas, saqué mi lengua, y le empecé a dar de lamidas, como si fuera un gatito tomando su lechita. Yo estaba con las nalgas al aire, lo que Enrique aprovechó para acercar su verga a mi ano.

-Por el culo no – le dije enérgica

Enrique aceptó y metió su miembro dentro de mi coño. Sus lamidas y mi corrida ayudaron a que entrara sin dificultad, enfrascándose en un mete y saca incesante. La imagen de su noviecita comiéndole el coño a otra chica lo tenía muy caliente, ya que cada embestida era más fuerte que la anterior. Mientras Enrique me taladraba, yo me comía el chochito de Mónica, quien lanzaba pequeños gemidos de placer

-Cómeme, bonita, mi chochito es todo tuyo – decía con voz ronca y cachonda.

Enrique estaba que no se aguantaba y pronto descargó en mí. Tan pronto acabó y se salió de mí, Mónica buscó mi sexo y nos entrelazamos en un delicioso 69. Las mismas lamidas que yo le daba ella las repetía en mí, y lo que ella me hacía yo se lo hacía. Pasamos como cinco minutos explorando nuestras cavidades con nuestras bocas. El orgasmo de una desencadenó el orgasmo de la otra. Mientras yo sentía todo mi cuerpo estremecerse y libraba un caudal de jugos en la boca de Mónica, el sabor de su vagina, con todo y sus jugos, inundaban mi boca. Ambas caímos rendidas sobre la espalda. Enrique estaba incrédulo y expectante ante el espectáculo que le acabábamos de dar.

-Gracias muñequita. A ver si otro día lo podemos repetir – me dijo Enrique sonriente

-Sí mi vida – le contesté- Ojalá y hayas disfrutado de tu regalo de cumpleaños

-Mucho – contestó- ¿Te vas a quedar a dormir conmigo?

-No cielo. De hecho – y mirando el reloj proseguí -ya es bien tarde, mi madre me va a matar si no llego a tiempo

-Yo te llevo – intervino Mónica, que ya se había vestido

Acepté la oferta y me vestí rápido. Antes de salir del apartamento de Enrique le planté un profundo beso en la boca.

-Para que me recuerdes – le dije y le guiñé un ojo.

En el camino a mi casa hablé con Mónica.

-¡Hombres! -me dijo riendo- no logran satisfacer a una mujer y quieren estar con dos

-Tienes toda la razón -le contesté- los dos orgasmos que tuve fueron gracias a ti.

-Pero no saben lo que tienen hasta que lo ven perdido…

Han pasado dos semanas desde aquél encuentro fatídico con Enrique y Mónica. Durante todo este tiempo he hablado sólo un día con él. No quiero saber más de él. Nuestra relación se fue al hoyo, murió. Y todo por culpa de él, así lo reconoce y así lo siento yo. Me duele dejarlo después de dos años, pero a partir de ese momento ya nada podía ser igual. Si Enrique no me hubiera obligado a tener sexo con Mónica en estos momentos seguiríamos andando, seguiríamos cogiendo y, quizás, hasta planes de boda habría. Pero todo se esfumó. Yo creo que el ego de Enrique es el que resultó más dañado. Hubieran visto su cara cuando le dije que lo nuestro terminaba. ¿Os imagináis con quien estoy liada ahora?… pues sí, con Mónica. Por fin he descubierto del placer que es capaz de sentir mi cuerpo.