Carpe Diem
Tras un mal día, el regalo de un amigo propiciara que una fantasía se vuelva realidad
- Brian, necesitas relajarte. – Le había dicho Álan, su compañero de trabajo, por enésima vez esa semana. – Llevas meses así, anda, vamos a la fiesta. Te garantizo que te vas a divertir o al menos que te olvidas de Miguel por un rato.
Miguel, su ex, el desgraciado que se había acostado con el jefe con tal de que lo ascendieran. Ya habían pasado casi 6 meses de eso y a Brian aún se le retorcía el estómago cada vez que lo veía pasar.
No sé, le respondió Brian suspirando, tengo mucho trabajo pendiente y...
¡Wey, ya! ¡Vamos a ir y se acabó! Tu necesitas salir, divertirte y orearte un poco. Y yo necesito conseguirme unas morritas.
¿Y de cuando acá me has necesitado para ligar, casanova de pacotilla?
Es el encanto del amigo gay. Cuando saben que soy un hetero de mente abierta y que mi mejor amigo es gay, las chicas son más receptivas. – Respondió Álan guiñando un ojo. - Además, Abel, el fulano que te gusta, va a ir.
¿Y eso que? Es hetero.
¿Ya te dije que la fiesta es en una alberca? Creo que verlo en traje de baño vale la pena, ¿No?
¡Esta bien! ¡Voy contigo! - Respondió Brian girando los ojos y con una mal disimulada sonrisa.
¡Ese es mi amigo! Y para que veas lo agradecido que estoy, te tengo un regalito. – Exclamó mientras sacaba del bolsillo de su camisa un cigarro de aspecto peculiar.
¡Guarda eso! Si nos ven nos van a correr.
¡Relájate! Esta mierda es de la buena, mi cosecha personal, satisfacción garantizada, es como olvidarse de todo y mecerse en una suave nube durante un rato, te relaja como no tienes idea.
Brian guardó el cigarro rápidamente y con un gesto ansioso despidió a Álan, quien se alejó con una enorme sonrisa en el rostro.
- ¡Paso por ti a las 8! – Gritó. – ¡Y no se te olvide llevar traje de baño!
Al final, la fiesta, la noche y todo en general se fue al carajo. Álan desapareció a los 10 minutos con un par de chicas, y como cereza del pastel ahí estaba Miguel, su ex, pavoneándose con el jefe. Brian intentó convivir y divertirse, pero al final fue demasiado, decepcionado, entró a la casa y tras ponerse una playera se sentó en el sillón.
Desde fuera le llegaban amortiguados los sonidos de la fiesta, la música, la conversación, las risas. No quería estar ahí, se sentía fuera de lugar; sabía que era una tontería, en realidad no había una razón real para sentirse así, pero todos los problemas que llevaba a cuestas desde hace meses le estaban haciendo mella. Sabía que necesitaba tomar las cosas con calma y volver a ser él. Sin embargo, en ese momento no podía ni consigo mismo. Necesitaba algo que lo calmara y lo hiciera olvidarse de todo al menos por una noche, incluso con unas horas sería suficiente.
De súbito recordó el cigarro de mariguana que Álan le había obsequiado antes. Nunca había fumado mariguana, pero recordó las palabras de su amigo: "Es como olvidarse de todo y mecerse en una suave nube durante un rato, te relaja como no tienes idea".
- Bueno... Carpe diem. - Se dijo mientras buscaba entre su ropa el regalo de su amigo.
Tras sacarlo de uno de sus bolsillos lo contempló con extraña reverencia, para luego darse cuenta de que no sabía exactamente que hacer con el.
- ¿Es de la hierba de Álan? - Preguntó una voz detrás de Brian, haciéndolo brincar del susto.
Tras recuperar la compostura, Brian se volvió de inmediato, solo para encontrarse con el rostro sonriente de Abel. De alguna manera el chico había entrado a la sala sin que Brian lo notara. Al parecer acababa de salir de la alberca, o al menos así lo denotaba su traje de baño y su piel cubierta de pequeñas gotas de agua que recorrían su fisonomía trazando lujuriosas líneas de humedad.
Si, es de la de Álan... - Balbució Brian tras un minuto de incómodo silencio; había estado mirando el torso desnudo de Abel por mas tiempo de lo que hubiera sido prudente, pero el chico ni se inmutó.
¡Esa mierda es de primera! - Agregó el chico emocionado mientras se acercaba al sillón. - No se la regala a cualquiera.
Si, Álan es un muy buen amigo. - Respondió el otro, dándose cuenta de que Álan se lo había dado con la mejor de las intenciones.
Eres Brian, ¿verdad? - Preguntó Abel sentándose en la mesa de centro justo frente a Brian.
¿Como sabes mi nombre?
Trabajas en el área de inglés, ¿No? Yo Trabajo en el área de junto, ya sabes, la de Sudamérica.
Si, te he visto, eres Abel.
Brian esperaba que el chico se sorprendiera porque sabía su nombre, sin embargo, todo lo que recibió como respuesta fue una enigmática sonrisa.
Oye, ¿te molestaría... compartirlo?, claro si tu quieres.
Solo con la condición de que me enseñes como hacerlo... yo nunca...
¿Nunca te has fumado uno de estos? - Brian negó con la cabeza. - Claro, te enseño como, no es la primera vez para mi.
Con aire de experto Abel tomó el cigarro y lo encendió, el olor acre a hierba inundó el ambiente de inmediato.
- No hay gran ciencia, solo tienes que darle el golpe y retener el aire un poquito en los pulmones, ese es todo el truco. – Exclamó Abel expulsando el humo de la primera calada y sonriéndole a Brian amistosamente.
Abel le extendió el cigarro a su nuevo amigo, quien lo tomó dudoso e intentó hacer justo como le había indicado. Al cabo de un par de intentos, Brian logro contener el acre humo en sus pulmones sin toser convulsamente; al principio no sintió nada distinto, pero al pasar de los segundos una agradable sensación comenzó a llenar su cuerpo, era como si no pesara, como si su mente se vaciara de preocupaciones y una paz absoluta le llenara el alma.
- ¡Ya le agarraste el truco, Brian! – Exclamó Abel sonriendo. - ¿Cómo te sientes?
Una risita tonta se le escapó de los labios a Brian, Intentó responderle a Abel, pero se quedó petrificado: sus sentidos parecían haberse afinado y ahora veía a Abel, el objeto de sus deseos, de una manera que jamás se hubiera imaginado: el rostro anguloso y definido, el pecho desnudo y de músculos cincelados finamente; los pezones, pequeños, oscuros, turgentes, las piernas sólidas y definidas, su piel broncínea aun con trazas de humedad, los ojos cerrados, la respiración algo agitada. Brian se arrobó en esta visión; quería, necesitaba decir algo, pero le faltaban las palabras.
- ¿Sabes? si hay algo que me emputa de esta mierda es que me pone jodidamente caliente. - Exclamó Abel interrumpiendo la erótica epifanía de Brian
Al chico le costó entender lo que acababa de escuchar; por un lado, su cerebro estaba demasiado nublado y por el otro, lo que creía haber escuchado era demasiado bueno como para creerse
¿Caliente? - Balbució Brian entre risas, la idea le parecía cómica e incitante a la vez
¡Si! mucho, mira. - Replicó Abel apuntando a su entrepierna
Brian dirigió la mirada hacia donde el chico apuntaba y comprobó con gusto como un considerable abultamiento se percibía en el traje de baño de Abel, la humedad de la tela delineó a la perfección el miembro del chico, a tal punto que Brian pudo adivinar sin dificultad su contorno y sus respetables dimensiones
- ¡Wow! y parece que no soy el único que se puso horny. - Replicó Abel, burlón, al notar que Brian también tenía una prodigiosa erección mostrándose a través de su traje de baño
Brian miró hacia abajo asombrado. Era como si estuviera viendo el cuerpo de alguien mas; Su pene estaba completamente enhiesto y formaba una notoria tienda de campaña entre sus ropas. La visión de su miembro erecto lo hizo soltar una carcajada a la que Abel hizo coro
- ¿Sabes? – Agregó Brian entre risas. - Me encantaría ayudar a que se te baje la calentura
Apenas la frase salió de su boca, Brian se dio cuenta de que pudo haber cometido un terrible error. Sabía perfectamente que Abel era hetero y que al hacer una propuesta de ese tipo se arriesgaba, en el peor de los casos, a que le partieran la cara. Sin embargo, para su sorpresa, Abel sonrió mas ampliamente
No sé... la neta si se me antoja una mamada... pero... no se
Entiendo. - Respondió Brian sin controlar del todo sus palabras. - Solo quiero ayudarte, pero como me dijiste tu hace rato: "solo quiero compartir, claro, si tu quieres"
Abel soltó una risotada que hizo eco por la sala vacía; la risa se extendió por un periodo inusualmente largo, Brian comenzó a pensar que Abel se estaba burlando de él, frustrado se levantó y justo cuando se disponía a irse la voz de Abel lo detuvo
- ¿Entonces qué? ¿vamos a un cuarto? ¡No quiero que nadie más nos vea! - Brian solo atinó a asentir. Abel se levantó y abrazó a Brian por la espalda. - ¡llévame!
La altura de Abel, propició que su endurecido y húmedo miembro se frotara contra la baja espalda de Brian
- Mhhhhh ¡Si! - gimió el chico. - Ya se empieza a sentir rico
Brian solo rio, pero la emoción y la excitación combinadas le habían empezado a quitar el efecto de la marihuana, se sentía extremadamente lúcido y terriblemente excitado.
Tras lo que le pareció una eternidad, Brian llevo casi a cuestas a Abel desde la sala hasta uno de los cuartos. Apenas entrar, Abel se despegó de Brian y caminó lentamente hacia la cama; por su parte Brian se aseguró dos veces de que la puerta estaba cerrada con seguro; Una vez que garantizó que no los interrumpirían se volvió solo para ver como Abel, aun sonriendo, se bajaba el traje de baño quedando completamente desnudo ante los ávidos ojos de Brian.
La oscura línea de vello que iniciaba en su ombligo y que tantas veces Brian había contemplado entre miradas indiscretas, bajaba hasta la base del pubis, donde se perdía entre el oscuro vello que al parecer Abel había recortado recientemente; Las estrechas caderas del chico anidaban un miembro de proporciones respetables, color chocolate, cubierto de pulsantes venas y coronado por una cabeza rosácea que escurría abundantes jugos transparentes.
Brian se relamió, todo lo que ocurría se parecía tanto a sus fantasías que pensaba que no era cierto. Probablemente era una alucinación provocada por los acres humos de la mariguana o tal vez se había caído en la alberca y se había golpeado la cabeza y ahora estaba en coma fantaseando tontamente.
¡Carajo! la tengo bien mojada, ando bien pinche caliente, nunca me había salido tanto. - Exclamó Abel haciendo notar su brillante y lubricada entrepierna. - ¿Y bien? ¿No me ibas a ayudar?
¡Como carajos no! - Exclamó Brian, para después agregar para sí mismo. - Si estoy drogado o en coma o fantaseando al menos lo voy a disfrutar, ¡Carpe diem!
Aun incrédulo, Brian se acercó a Abel y se hincó a sus pies. Ante el, pendía aquel pedazo de carne que tanto había deseado; la verga de Abel palpitaba como si tuviera vida propia; tras rodearlo con las manos comprobó su firmeza y el calor que desprendía, amén de la abundante lubricación que lo mantenía húmedo y brillante.
Con deliberada lentitud, Brian extendió la lengua y comenzó a lamer el miembro en toda su extensión, degustando en el proceso el salobre líquido que lo cubría; con fruncion rodeó el glande con los labios y succionó las gotas que pendían de la punta, le supieron como la gloria misma.
Por un momento dirigió su mirada a Abel, el adonis tenía los ojos cerrados y sus labios se curvaban en una sonrisa, su rostro era una máscara perfecta de pícara satisfacción. Ansioso de provocar más reacciones como esta, Brian volvió su mirada a la entrepierna del chico, solo para descubrir gustoso que nuevas gotas de lubricante masculino escurrían abundantes del glande de Abel.
Lubricas un chingo! - Exclamó Brian encantado mientras lamía nuevamente el transparente líquido
Si... - Replicó Abel, al parecer apenado. - Saco mucho cuando estoy prendido
¿Por que te da pena? creo que es muy sexy, a mi me encanta esta chingadera, el jugo de pene sabe delicioso
¿En serio? - Agregó el otro, sonriendo pícaro. - Pues cuando quieras puedes servirte todo el que quieras, sobre todo si te lo bebes directo del envase. Y también... sirvo otras bebidas
¿ah si? ¿tendrás leche de macho?
Claro, calientita y a montones. Neto, me vengo chingo, pero esa es más difícil, hay que ordeñarla
Justo como me gusta
Mientras esta conversación se desarrollaba, Brian estaba anonadado, se oía hablar, sabía que las palabras salían de su boca, pero era como si alguien más estuviera hablando por el. Había compartido una de sus fantasías más íntimas y privadas, y precisamente con uno de sus objetos de deseo. - Debe ser la hierba - Se dijo, de otra manera jamás se hubiera atrevido a decir algo así, sin embargo, no estaba arrepentido en lo mas mínimo
Sin más preámbulo, Brian abrió la boca y engulló entero el pene de Abel, la maniobra le resultó algo compleja, a pesar de que tenía experiencia, las respetables dimensiones de Abel le provocaron arcadas, pero al final la excitación pudo mas y al cabo de unos segundos toda la longitud del pene de Abel ya entraba y salía de la boca de Brian sin ningún problema.
El chico se sentía poseído por una pasión ardiente como nunca había experimentado, no sabía si era la marihuana, la fantasía, su improbable amante o todo junto, pero su cuerpo, su piel y sus entrañas ardían de deseo. Invadido por esta sensación dejó que su cuerpo actuara casi por instinto: su boca se movía chupando y mamando como si su vida dependiera de ello, su lengua se transformó en una llama viviente que abrazó la carne masculina de Abel e intentó consumirla, sus labios se amoldaron a la tersa piel del miembro acariciándolo de mil maneras. Brian estaba enloquecido, nunca había sentido nada igual, el sabor era único, mas aun con el salado condimento de la abundante lubricación que Abel expulsaba constantemente; si de el hubiera dependido, Brian se habría quedado ahí por siempre degustando la verga mas deliciosa que hubiera probado en su vida.
En cuanto a Abel, la cosa no era muy distinta; tampoco para el era su primera experiencia oral, pero ninguna de las chicas con la que había estado le había dado tanto placer. La boca de Brian era como un horno, caliente, húmedo e increíblemente placentero, sus labios y lengua le dieron la bienvenida y le otorgaron caricias más intensas de lo que hubiera imaginado, no entendía como nunca había experimentado esta gama de sensaciones; era tan intenso el placer que se vio en la necesidad de gemir como no lo había hecho nunca, incluso las lascivas caricias que Brian le hacía a sus nalgas o a su abdomen, le resultaban incitantes y placenteras.
Tal exposición a un placer redescubierto, finalmente lo venció, no pudo controlarse mas: su cuerpo se estremeció, su piel se cubrió de un placentero escalofrío, sus piernas se debilitaron y su cerebro y pene estallaron en un orgasmo de proporciones colosales. Brian también lo sintió, era como si el pene de Abel vibrara, los músculos de sus nalgas, donde había colocado sus manos, se contrajeron para después sentir como las manos de Abel lo sujetaban por la nuca en un intento de evitar que escapara, - Como si quisiera hacerlo. - o tal vez para encontrar un apoyo, pues el chico en realidad se estremeció de golpe
Lo siguiente fue una explosión de semen; Brian sintió siete u ocho disparos de una sustancia caliente y espesa chocando con su garganta y paladar; Abel no había mentido, la cantidad de semen fue enorme, a tal punto que Brian se vio en la necesidad de sacarse el caramelo de la boca para evitar ahogarse; en el proceso, los últimos disparos de Abel fueron a estrellarse en su rostro.
Ya sin peligro de ahogarse, Brian se enfocó en engullir el licor masculino que Abel acababa de obsequiarle; a diferencia de su precum, su semen tenía un sabor intenso, agrio, salvaje y con un punto de dulzura que lo convertía en una exquisitez. Lo bebió con tanta lentitud como le fue posible, disfrutando la textura y el sabor; sin embargo, sabía que por mucho que hubiera ordeñado en esta ocasión, siempre tendría ganas de más. Con algo de tristeza, abrió los ojos y contempló a Abel en toda su masculina gloria: el chico se había sentado al borde de la cama, con las piernas abiertas y el torso y rostro echados hacia atrás. Su cara mostraba un gesto de placer infinito, el pecho broncíneo se agitaba sudoroso con su agitada respiración, y entre las firmes piernas separadas y aun en erección estaba su pene, gloriosa torre de carne pulsante aun coronado por las últimas gotas de blanco esperma; obnubilado y deseoso de mas, Brian se acercó y pegó sus labios a la bulbosa cabeza proveedora de leche.
La respuesta de Abel no se hizo esperar, el roce de los labios de Brian en su sensible glande lo devolvieron a la realidad. Lo primero que sus ojos encontraron fue la erótica imagen de Brian, con una expresión extática y el rostro y el pecho cubierto de su blanca simiente
Fue demasiado para el; esta visión, provocó que todos sus tabúes y restricciones se rompieran, sabía que tenía dudas en cuanto a sus preferencias, pero nunca había tenido tal certeza de desear a alguien de esa manera.
Embebido en el placer, levantó a Brian del suelo con algo de brusquedad y lo besó en los labios. Las lenguas de ambos se fundieron en una danza de placer. Abel probo su propia esencia, combinada con la dulce saliva de Brian, era como un elíxir de vida. Luego, con la misma fiereza con la que lo besó, lo lanzó a la cama y cayó sobre el, devorándolo a besos.
Con avidez, usó su lengua para lamer cualquier residuo de su anterior eyaculación, enseguida lamió el sudor de su piel, probo cada parte de su cuerpo: su rostro, su espalda, su pecho, sus axilas, sus pezones. El sabor de esa tibia piel era algo que siempre había deseado, pero nunca lo había sabido. Aun poseído por el arrebato de pasión, despojó muy poco ceremoniosamente a Brian de su traje de baño y tras separarle las piernas y acomodarse entre ellas se acercó a su oído y entre susurrosentrecortados Exclamó:
- Necesito estar dentro de ti
Brian no respondió, al menos no con palabras, su cuerpo lo hizo por el. Sus brazos se aferraron a la amplia espalda de Abel y sus piernas rodearon sus caderas provocando que el glande del enhiesto y oscuro miembro quedara justo en la entrada del culo de Brian. A buen entendedor pocas palabras, Abel, con un firme movimiento de cadera, penetró a Brian.
Al principio Brian soltó un grito desgarrador, pero cuando Abel intentó retirarse, algo asustado, el chico lo retuvo. Si bien también tenía experiencia, una penetración así es complicada aun cuando se desea tanto. Soltando suaves gemidos y aferrado con las uñas a la espalda de su amante, Brian hizo lo posible por relajarse y recibir toda la hombría dentro de sí; al cabo de unos minutos, ya incitaba al hombre a iniciar su ataque. El moreno no se retuvo mas, comenzó a mover sus caderas como un pistón bien aceitado, metiendo y sacando casi del todo su enorme miembro de las entrañas de Brian.
Cada arremetida enviaba a Brian a un éxtasis extraño, el dolor era latente, pero el placer siempre lograba ahogarlo, con cada entrada y salida este proceso se repetía una y otra vez haciendolo oscilar entre gritos de dolor y placer exquisito. Por su parte, Abel se sentía como nunca, las entrañas de Brian lo recibieron gustosas convirtiéndose en su funda, cada pliegue de su interior le brindaba una caricia incomparable; acababa de encontrar una fuente de placer infinito, no deseaba volver a dejar aquel tibio y estrecho agujero. Era tal su necesidad de no separarse de el, que casi con saña se prendió con los dientes al hombro de su nuevo amante. El chico soltó una exclamación, pero en la tormenta de dolor/placer era difícil decir si era un grito o un gemido, Brian respondió clavándole las uñas a Abel en la espalda y así juntos, unidos en comunión física, se dejaron llevar haciendo el amor hasta que alcanzaron el clímax.
Brian fue el primero en notarlo; las acometidas de Abel se volvieron erráticas y espasmódicas, al mismo tiempo pudo sentir en su interior, como el instrumento de placer de Abel se hinchaba notoriamente, para después explotar con fuerza. Brian sintió como su interior se llenaba de la líquida y blanquecina bendición de Abel, Nuevamente Brian pudo comprobar que Abel no mentía cuando le habló de la fuerza de su venida; era como si una marea de ardiente semen le hubiera llenado el cuerpo.
Abel se retorcía frenético, el orgasmo que ahora había experimentado, increíblemente, fue más intenso que el de la mamada de Brian; era como si su alma misma se le hubiera juntado en los testículos para después salir por su verga y llenar a Brian; mas que un orgasmo experimentó una comunión sexual.
Tras la tormenta de placer, ambos quedaron desmadejados y agotados en la cama. Luego de un breve momento de silencio, ambos se miraron y compartieron una risa amistosa. Abel fue el primero en interrumpir la risa y mirando a Brian a los ojos le dijo:
- Te preñé... deseaba estar dentro de ti... ahora llevas mi esencia... me perteneces
Tras decir esto besó nuevamente a Brian en los labios, dulce y tiernamente
Si, eres mi hombre. - respondió Brian tras el beso
Pero ¿sabes?, no es suficiente, quiero mas. - Al principio, Brian no entendió lo que significaban estas palabras, solo vio como Abel se erguía sobre su cuerpo y lo miraba arrobado. - Eres hermoso. - continuó mientras besaba su cuello y su pecho. - Dios, sabes tan bien.
Abel se perdió nuevamente, embebido en la fragancia y el sabor de la salada y húmeda piel de Brian. Sin prisa, pero sin pausa, recorrió nuevamente la piel de su amante, bajando cada vez mas hasta llegar a su entrepierna. El miembro de Brian se levantaba firme, húmedo, apuntando hacia el cielo; a Abel le pareció enorme, tras contemplarlo con ansia, lo tomó entre sus manos y lo besó
- Aun no te has venido, ¡Que bien! y al parecer tu también lubricas mucho
Con un ágil movimiento, se acomodó a horcajadas sobre las caderas de Brian y tras acomodar el enhiesto miembro entre sus nalgas, se dejó caer penetrándose a si mismo
Brian, no reacciono a tiempo, hubiera querido decirle que esperara, que la primera vez no es sencilla y que sin suficiente paciencia y lubricación puede ser doloroso. Asustado, contempló el gesto de dolor que cubrió el rostro de Abel, intentó incorporarse y detenerlo, pero Abel no se lo permitió
Casi te viole hace un momento. Sé que te dolió, y quiero estar a mano y sentir lo que tu sentiste
Pero es tu primera vez...
El dolor purifica... - Exclamó Abel con el rostro aun contraído por el dolor y dejando que el miembro de Brian lo penetrara tan profundo como era posible. - Quiero que estemos iguales.... yo te preñé, quiero que tu me preñes, me tuviste dentro, yo quiero que estés dentro de mi, te llené de mi semen, tu lléname del tuyo, así como tu me perteneces, quiero pertenecerte, quiero que nuestros cuerpos comulguen y que seamos uno. Lléname, hazme el amor a mi también
Brian no pudo responder, estaba conmovido, no entendía que cambio había operado en Abel, pero estaba dispuesto a aceptarlo, después de todo era su fantasía volviéndose realidad
Abel sonrió satisfecho al darse cuenta de que Brian lo había entendido. Fue así, sonriendo, pasando del dolor a la felicidad que dejó que la virilidad de Brian lo llenara por completo. No fue fácil, y una vez que lo tuvo dentro tuvieron que pasar varios minutos hasta que se sintió con la confianza para empezar a moverse. Brian lo tomó de las manos dándole fuerzas. Fue Abel el que guio todo, al principio lenta y pausadamente, comenzó a subir y bajar sobre el pene de Brian sacándolo casi por completo e insertándolo nuevamente dentro de sí. Poco a poco el vaivén se volvió mas acelerado y rítmico, Abel descubrió con agrado que ya no había dolor, solo placer. Aquel pilar de carne no solo lo llenaba, le llegaba a partes insospechadas que bullían de placer con un solo roce. El bulboso glande de Brian toco su más privada intimidad y con ello liberó el placer más grande que nunca sintió.
Los gemidos, esta vez de ambos, llenaron el lugar. Brian se aferraba a las sábanas y se mordía los labios, haciendo un esfuerzo supremo por no venirse, no quería que el momento terminara nunca. Abel comenzó a danzar, su cadera giraba y se agitaba en formas insospechadas, buscando estimular todas sus entrañas. Con sus manos recorrió el pecho de Brian, pellizcó sus pezones, cada caricia se intensificaba un millón de veces incluso se sorprendió de lo ardiente que sentía su propia piel.
No había palabras para describir lo que estaba experimentando, el siempre se había sentido muy hombre, masculino y todo un semental con las mujeres; y a pesar de que albergaba dudas, nunca imaginó que ser penetrado por otro hombre, que tener una verga erecta metida hasta lo más profundo pudiera ser tan placentero
De pronto, algo que pensó imposible ocurrió, semi ahogado en plena marea de placer, Abel sintió como un orgasmo nació en su cuerpo. No se había tocado en lo mas mínimo, había estado enfocado en mover su cadera y exprimir todo el placer del miembro de Brian, y aun así comenzó a sentirlo. Sorprendido bajó la mirada, su miembro estaba erecto y cubierto de su propio lubricante, había producido tanto que incluso el abdomen de Brian estaba empapado.
Su visión comenzó a nublarse y un orgasmo inminente explotó en su cuerpo. Sin poder controlarse comenzó a disparar chorros de blanco semen cubriendo el torso y rostro de Brian; incluso unas pocas gotas le salpicaron a el mismo. El placer fue demasiado, le llenó el cuerpo como una marea y estuvo a punto de perder la conciencia, nada le había hecho sentirse igual
Brian experimentó el orgasmo de una manera ligeramente distinta. Abel terminó poco antes que el, así lo atestiguaron los placenteros gritos del chico, sin mencionar la marea de ardiente semen con la que bautizó su piel. Sin embargo, lo que terminó con su control fue el orgasmo anal de Abel. El chico sabía por experiencias previas que tan intenso y placentero podría ser un orgasmo anal, pero nunca pensó que podría causarlo tan fácilmente en alguien sin alguna experiencia. De súbito su pene se vio masajeado con intensidad por las entrañas que abrazaban su masculinidad; las contracciones provocadas por el orgasmo del chico causaron un movimiento tan intenso que Brian simplemente no pudo resistir más, se vino con fuerza y potencia desmedida, cumpliendo el deseo de Abel: preñándolo y regalándole su esencia masculina para que llevara su marca de ahora en adelante.
Los gemidos se apagaron suavemente, ambos chicos, aun unidos por la carne de Brian, se miraron y tras tomarse las manos se besaron nuevamente. Abel puso su lengua a trabajar nuevamente, limpiando todo residuo de su esperma de la piel de Brian, para después recoger las últimas gotas que aun escurrían del pene del chico; semen, saliva y sudor se mezclaron en un dulce coctel que compartieron entre besos apasionados y caricias sutiles.
Así estuvieron largo rato, tirados en la cama, con sus almas y cuerpos en una silente comunión; ocasionalmente compartían un beso, una mirada, una caricia. Finalmente, al cabo de lo que pareció una eternidad, Abel Exclamó:
No quiero irme, quiero quedarme aquí, contigo, en ti. Todo lo que pasó, lo que sentí, lo que me diste... allá afuera puede dejar de existir, no quiero que eso pase, pero no sé si sea lo suficientemente fuerte para aceptar las cosas como son
Entonces no te vayas, al menos esta noche... quédate conmigo. Mañana será otro día y tal vez podamos ser reales juntos, fuera de aquí.
Nuevamente se besaron y unieron sus cuerpos, hicieron el amor toda la noche una y otra vez, comulgando con sus cuerpos. Y así los encontró la luz del sol, en brazos del otro, unidos por la carne, luchando y buscando la fuerza para poder abandonar sus miedos y seguirse perteneciendo fuera de ese cuarto
Gracias por leer mi relato, apreciaria cualquier comentario u opinion