Carpe Diem...

...la ansiada escapada de dos amantes...

  • I -

¡ Carpe Diem…Sonia, Carpe Diem !

Me repetía una y otra vez mientras avanzábamos rapidísimo por la autovía en su cochazo a la vez que una sonrisa maliciosa y descarada se esbozaba en mis labios.

Nos dirigíamos a un maravilloso Hotel de la Costa del Sol, dispuestos a pasar los 3 días más excitantes de nuestra vida. Todo a nuestro alrededor era perfecto. Fuera del coche, un cálido día de verano, el espléndido sol se reflejaba en mis gafas de diseño.

En el interior del coche, a mi lado y con las manos en el volante de cuero del deportivo estaba Miguel, con su perfil de Dios Griego. Él es, sin duda, el hombre más atractivo y con más morbo que he conocido en mi vida, el único que consigue excitarme hasta límites insospechados con una sola mirada, él es mi debilidad, mi talón de Aquiles.

En el interior del coche, el ambiente es fresquito debido a que el climatizador funciona a pleno rendimiento, pero a pesar de ello el grado de tensión sexual entre nosotros es altísimo, hasta el extremo en el que no puedo dejar de pensar en llevar una de mis manos a su entrepierna

Relajo mi cuerpo sobre el asiento de cuero que tanto me excita, cierro los ojos y me veo recostada sobre las piernas de Miguel introduciendo por completo su miembro erecto en mi boquita mientras él intenta no perder el control del coche, atónito ante el comportamiento descarado de su candorosa compañera de viaje. Intento apartar esos pensamientos obscenos de mi mente hablando de temas triviales, si Miguel supiera lo que estaba pensando

Atrás cada uno dejamos una historia, ambos tenemos una coartada perfecta, para ausentarnos durante 3 días sin que nadie de nuestro entorno sospeche levemente que los dos coincidimos en el espacio y el tiempo. Es nuestra evasión, una escapada que hemos preparado durante mucho tiempo, durante el que incluso nos ha llegado a robar bastantes horas de sueño, en las que hemos anhelado despiertos con la mirada perdida éste momento, el cual estoy segura de que aprovecharemos al máximo.

Antes de proseguir, soy Sonia, una chica de 23 años, extrovertida, con un trabajo modesto que ocupa gran parte de mi tiempo. Físicamente, soy una chica agradable a la vista, alta, ojos verdes, tez clara, delgada aunque de curvas sugerentes, una chica coqueta, reconozco que hasta un poco narcisista. Por ejemplo, me encanta sentir las miradas de los chicos de la empresa mientras camino por los pasillos de mi lugar de trabajo, que es bastante amplio. Sus miradas clavadas en mi espalda, en mis zapatos de tacón alto, en mis vaqueros ajustados, y esos comentarios obscenos tan propios de los hombres, que no escucho pero que sin querer resuenan en mi cabeza

Miguel es, al contrario que yo, un alto cargo de una floreciente empresa de informática en plena expansión, con la vida totalmente resuelta, un hombre atractivísimo, que a sus 34 años ha alcanzado el éxito profesional y personal. Sin embargo, siente una debilidad por mí que me demuestra en cada mirada ligeramente lasciva que cruzamos en cualquier lugar, él me hace sentir realmente irresistible, la mujer más sexy y deseada del mundo

Era ya medio día y decidimos hacer una parada para comer en un restaurante con bastante buena pinta de un pueblecito de la costa. Apenas nos habíamos alejado cien kilómetros de nuestro lugar de residencia, y ya nada nos importaba, flirteábamos constantemente, nos cogíamos de la mano entre risas mientras avanzábamos hasta el restaurante y Miguel llevaba una mano metida en el bolsillo trasero de mi minifalda vaquera…Dios cómo me pone éste hombre

Durante la comida, bebimos una botella de Lambrusco, he de reconocer que yo bebí bastante más que él, y entre risas y con la desinhibición que me causaba aquel espumoso, me dediqué a hacer todo lo posible por provocarle, con malas artes, deslizando mi pie descalzo por su pierna con movimientos insinuantes a la vez que humedecía mis labios de forma sensual y le miraba como si lo fuera a devorar allí mismo. Tengo que reconocer que éste tipo de juegos pícaros me ponen muchísimo.

Él se limitaba a mirarme, al principio un poco atónito, creo que hasta llegué a intimidarle un poco, pero al momento se animó y acariciaba mi mano encima de la mesa… Dios, estaba tan excitada que me habría dado igual que me hubiese tomado allí mismo, encima de la mesa, delante de toda aquella gente, que se mueran de envidia y admiren el arte de echar un buen polvo, habría pensado seguro en ese momento

  • II -

(Miguel)

Apenas han pasado dos días desde que regresé a casa, desde que bajé de nuevo a la Tierra después de haber pasado 3 maravillosos días en el paraíso, la verdad es que tengo que pensar constantemente que sigo gozando entre sus preciosas piernas para no deprimirme profundamente….

Desde que conocí a Sonia supe que era una chica especial, cada día se ruborizaba cuando le hacía el más mínimo comentario acerca de lo guapa que estaba, de lo bien pintados que lucían sus labios, recubiertos perfectamente con un agua de colores brillante que parecía manar directamente de ellos, la verdad es que es una chica altamente atractiva. Casi no sé bien cómo hemos llegado a ésta situación de complicidad, aunque, he de reconocer que pese a su apariencia de chica tímida, siempre supe que Sonia era una preciosa cajita de sorpresas, y vaya si lo es, y durante éstos días he podido comprobar en numerosas ocasiones lo traviesa, descarada y mala que llega a ser

Cierro los ojos y la veo en el probador de aquella tienda de ropa íntima, dentro de aquel enorme Centro Comercial al que nos dirigimos después de nuestro almuerzo en ese restaurante, donde la muy descarada no paró de provocarme hasta que consiguió hacer brotar en mí una enorme erección casi imposible de disimular, pero qué traviesa es ésta mujer

Después de la comida, necesitábamos un café, ella para que se le bajasen los colores que habían aparecido en sus mejillas a consecuencia del vino y yo otro, aunque yo casi necesitaba más una infusión de bromuro para que se me bajase el calentón que me había provocado Sonia minutos antes.

Salimos de la cafetería y nos dispusimos a dar una vuelta por la galería comercial, mirábamos escaparates y al llegar a aquella lencería me propuso entrar un segundo porque creyó recordar que no había puesto suficiente ropa interior en su bolsa de viaje, como si le fuese a hacer falta, pensaba yo y me imaginaba en la cama king size plus de nuestro hotel quitándole sus sexys braguitas con la boca

Me guiñó un ojo, mostrando una sonrisa pícara y cogiéndome de la mano como si me llevase a la fuerza entramos rápido en la tienda. Las dependientas no nos quitaban ojo mientras que Sonia cogía prendas, a cual más sugerente y cogiendo las perchitas acercaba las prendas hacia ella, como queriendo ver el efecto de esos minúsculos tangas sobre su cuerpo de Venus. Yo ponía gesto de sopor e indiferencia, el que sentimos los hombres cuando vamos de tiendas, queriendo disimular que aquella situación estaba provocando en mí un deseo increíble.

Mientras tanto las dependientas no nos quitaban un ojo de encima, me parecía que podían colarse en mi cabeza y saber todas las guarradas que me apetecía hacerle a Sonia en ese momento, esa situación me incomodaba bastante, y a la vez me excitaba en sobremanera.

Sonia cogió un tanga rosa fucsia bastante infantil, con un dibujo de las Supernenas en el centro y se dirigió al probador, yo la seguí sin poder apartar la vista de su increíble trasero mientras pensaba en lo raro de su elección.

Esperaba de espaldas al probador a que terminase de ponerse a esas afortunadas muñequitas de ficción encima de su sensual conejito, cuando noté que unos brazos me atraían hacia el interior del probador, y ahí estaba Sonia, con su gesto pícaro, llevaba sólo el tanga rosa y sus impresionantes zapatos de un tacón tan fino como alto.

En un momento, se había recogido el pelo el cual llevaba suelto anteriormente con su flequillo perfectamente recto y liso en dos coletitas estilo colegiala, tenía una mano en alto apoyada en una pared del probador y la otra apoyada en la cintura, con las piernas ligeramente abiertas sosteniéndose con maestría sobre sus increíbles taconazos.

Fue una visión alucinante, qué tobillos, qué piernas, por no hablar de la imagen que me devolvía el espejo, su maravilloso culo, su espalda perfecta. En ese momento sentí un deseo irrefrenable de despojarla del tanga dejando al aire sus tesoros sexuales.

Podía ver su pecho erguido, de pezones durísimos y rosados bajando y subiendo a causa de su acelerada respiración lujuriosa. Podía perfectamente oler sus ganas, sus ojos lascivos clavados en mí, sus labios carnosos y sensuales entreabriéndose para soltar un vulgar, susurrante y corrosivo… fóllame

En ese momento se apoderó de mí la bestia desbocada que todos llevamos dentro, agarrándola con fuerza y besándola apasionadamente, introduciendo mi lengua en su boca como si quisiera castigarla por haberme retado con aquélla palabra burda y mágica a la vez.

La volví contra el espejo ágilmente y bajé su tanga más abajo de sus caderas en una mezcla de morbo y ansias de sentir mi sexo en sus entrañas. Ella apoyó sus manos totalmente extendidas en el espejo y abrió las piernas, dejando su culo de diosa a la altura perfecta. Me deleité un segundo acariciando su conejito totalmente mojado mientras bajaba mi pantalón a toda prisa

Ella era una imagen divina en el espejo, mientras yo sólo era una bestia con el pantalón en los tobillos y un sentimiento irrefrenable de hacerla mía

La penetré así, de espaldas, viendo como cerraba los ojos y se mordía con destreza los labios para no hacer ruidos que pudieran delatarnos. Sus manos resbalaban por el espejo a medida que yo arreciaba mis embestidas, y el sonido de sus afiladas uñas chirriando contra el cristal se clavaba en mis sentidos.

Notaba el olor de su deliciosa transpiración, las imágenes que me devolvía el espejo me volvían loco. Su carita de gozo, sus ojos cerrados y sus labios apretados además de lo mojada que estaba, me decían que lo estaba pasando en grande.

Yo no podía apartar mis ojos de sus pechos erguidos, balanceándose al compás de mis embestidas, que cada vez se hacían más furiosas y salvajes

La sujetaba con una mano por la cintura y con la otra masajeaba sus pechos y pellizcaba sus pezones pequeñitos y rosados, los notaba durísimos y punzantes entre mis dedos. Mientras, ella se mecía locamente encima de mi polla.

Notaba el tacto suave y estrecho de su fino coñito depilado, yo ya estaba en el punto más álgido y ella definitivamente se corría sin remedio

La delataban sus labios entreabiertos y un ligero temblor en sus párpados, además de las fortísimas convulsiones de su vagina alrededor de mi falo. Esos espasmos divinos que hicieron que me derramase como un loco en su interior mientras mordía su hombro hasta producirle un dolor rico que, por su mirada de ojos increíblemente abiertos estaba seguro de que incrementaba su orgasmo hasta límites insospechados

Quedamos así, abrazados y extenuados durante unos segundos, mientras el cocktail fruto de aquel polvazo resbalaba por el interior de los muslos de Sonia… Cogí el infantil tanga que había quedado enrollado a nuestros pies, la volví hacia mí y la limpié con sumo cuidado mientras la abrazaba con un sentimiento casi paternal, totalmente contradictorio después de la experiencia que acabábamos de vivir juntos.

Ella cogió el tanga totalmente empapado y lo guardó entre las braguitas negras de encaje que portaba, como quien guarda un preciado tesoro en un paño de seda, y lo introdujo en su bolso. Salió del probador con total tranquilidad, le dijo a la dependienta que se llevaba el tanguita puesto y además se compró un conjunto rojo de La Perla, tan sexy como caro, el cual me hizo pagar la muy hija de puta, mientras las dependientas no paraban de mirar su hombro totalmente rojo por el mordisco apasionado que le había propinado minutos antes.

Y salimos de allí, ella con su minifalda, su gesto altivo, sus andares de modelo y absolutamente nada debajo y yo, con el corazón a mil por hora aún y bastante menos dinero en la cartera