Caroline capturada Cap. VIII

Historias de muerte, fotos y diálogos

ADVERTENCIA

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Este trabajo tiene copyright a nombre de TM Quin

Todos los personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia. El autor no está de acuerdo necesariamente con cualquiera de las actividades detalladas en el relato, algunas de las cuales son peligrosas o ilegales.

Quin 1996 (tmquin@attglobal.net)

Traducida por GGG 2000, revisada en agosto 2020


Caroline Capturada.  por Quin

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Capítulo 8: Historias de muerte

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Luego empezó a llorar, agitando su cuerpo, las lágrimas fluyendo como lluvia. La sujeté, intenté hacer lo que pude para calmarla, pero no hubo manera. Admito que me sentí un poco culpable pensando que la tensión del rapto finalmente estaba saliendo a la superficie. La acerqué a mí, sintiendo la cálida suavidad del corsé de cuero contra mi piel. Empezó a mascullar algo y, mientras escuchaba, caí en la cuenta de que lo que ocurría no tenía nada que ver con el rapto o conmigo. Entiendo de tristeza por amarga experiencia. Es un veneno sutil y lento. Si intentas enterrarlo o huir de él, entonces la soledad y el sufrimiento consiguen ventaja sobre tu vida y empiezan a corroerte el alma.

Adoraba a mi abuelo, había sido un hombre fuerte y generoso, siempre deseando ayudar a los vecinos o a un nieto propenso a los problemas. En nuestra comunidad ocupaba un lugar muy especial, nunca elegido para ningún cargo, nunca cualificado en ninguna profesión, y sin embargo la única persona a quien recurrir en momentos de crisis. Era, si acaso, el perfecto ser humano, un hombre fuerte que no abusaba del débil, un hombre orgulloso siempre dispuesto a admitir sus errores. Durante el largo y ardiente verano de Indiana en mi adolescencia, habíamos caminado y hablado y pescado, todo lo que se supone que los chicos y sus abuelos hacen juntos.

Luego, en mis años de graduación en la Escuela Superior, murió, sin enfermedad, sin aviso, precisamente un día volví a casa de la escuela y me encontré a mi madre llorando en la cocina. El golpe y la tristeza la abatieron por completo y no volvió a ser la misma. ¿Y para mí? Bueno, una de las constantes de mi vida se había perdido y el dolor era peor que cualquier cosa que mi joven mente pudiera imaginar. Entonces hice una estupidez. Mis padres siempre me habían tratado como a un adulto y me estaba graduando en la Escuela Superior con quince años. De modo que me engañé a mí mismo pensando que era un adulto y embotellé la tristeza dentro para no afectar más a mi madre. Representé el papel de hijo respetuoso y enterré mis sentimientos tan hondo que cuando todo hubo pasado y quise llorar me encontré con que no podía. Ese sentimiento estuvo embotellado, comiéndome las entrañas cada día, durante ocho largos años. Luego una noche, tarde, mientras estaba tumbado en soledad en una habitación de hotel en San Francisco, todo aquello salió a la superficie y lloré toda la noche.

No sé qué había ocurrido después de que Josh muriera pero sé que Caroline no lo había afrontado. Había enterrado aquella tristeza como había hecho yo y había estado al acecho en la trasera de su mente. Ahora había encontrado su momento y lugar al tropezar con ese momento de debilidad, como me ocurrió a mí en la oscura habitación de hotel de San Francisco. Sujeté su cuerpo convulso animándola a gritar en la intimidad de la habitación a prueba de ruidos y esperé a que pasase la tormenta. Habló un poco entre los sollozos y con un poco de animación suave la persuadí para que me contara su historia.

Conocía a Josh Petersson de toda la vida. Los Petersson eran una familia granjera local que habían vivido en esta parte boscosa de Iowa desde que su abuelo Olof llegó de Escandinavia sobre 1890. Vivían lo bastante cerca del Reverendo Conway y su familia para considerarlos vecinos. Compartían barbacoas en el verano, intercambiaban regalos en el invierno, asistían a la buena iglesia del Reverendo y se involucraban en las recaudaciones de fondos locales. Josh era tres años mayor que Caroline y se había adjudicado el título honorífico de gran hermano. Habían crecido siempre juntos pero nunca lo había visto como otra cosa que un amigo.

Luego, cuando ella cumplió catorce años, le pidió una cita. Parecía haber llegado sin aviso y tengo la sensación de que ella aceptó casi sin reflexionar. Casi accidentalmente había caído en la relación, luego deliberadamente se enamoró. Sabiendo que su padre no lo aprobaría, había mantenido su romance en secreto. A lo largo de ese verano se habían visto cada vez con más frecuencia, en privado, mintiendo a los amigos, intentando mantener la verdad ajena a los chismorreos y cotilleos comunes en esas ciudades pequeñas. Como era menor de edad se habían puesto de acuerdo en hacer sexo oral y darse el lote a fondo hasta su decimosexto cumpleaños. Durante seis meses habían hecho lo que hacen los críos y creo que fueron las semanas más felices de su joven vida.

Luego Josh empezó a ocuparse en algún proyecto. No estaba libre la mayoría de los fines de semana y no quería decirle por qué. Se puso celosa, y empezó a pensar que había otra chica. Cuando se lo soltó él se había echado a reír y le pidió que se reuniera con él en una pequeña casa de campo en las tierras de su padre. Su familia la llamaba la "Casa de Patrick" y su abuelo la había construido para sus padres cuando eran recién casados. Desde luego había estado allí con anterioridad, era uno de los pocos sitios donde tenían intimidad. Esta vez fue con algo de nerviosismo pensando que quizás quería romper. En lugar de eso la sorprendió con un anillo de compromiso sobre una cadena de plata que podría llevar al cuello y una promesa de matrimonio. Luego se pasearon por las habitaciones vacías comprobando el trabajo que él había hecho para hacerla su hogar y planearon su nueva vida en común. Había empezado a llover de forma que no pudieron salir inmediatamente. El momento le había parecido tan perfecto que le había tomado de la mano y le había llevado arriba y habían hecho el amor por primera vez, una semana antes de cumplir quince años.

Exigió mucha persuasión conseguir que me hablara de su muerte. Sabía por experiencia que era necesario, que si no conseguía sacarlo a la luz continuaría obsesionándola. Fue doloroso y lloraba como una chiquilla cuando contaba lo sucedido ese último día. Habían tenido una discusión; él quería pedirla formalmente a su padre. Ella había dicho que no. Se dijeron palabras fuertes y luego él había aplacado la tormenta. Aparentemente había ido a cazar, algo que hacía bastante a menudo cuando necesitaba pensar, cuando no volvió su familia envió partidas de búsqueda. Lo habían encontrado en el fondo de una sucia orilla en un bosque solitario. Me contó cómo se había escurrido y caído disparándose a sí mismo en el proceso, luego se desangró hasta morir, incapaz de trepar fuera de allí. En ese momento se vino abajo por completo, llevó otra hora que terminara de llorar. La retuve hasta el final, animándola a dejarse ir, facilitándole la comodidad física que una persona necesita en ese momento. Cuando terminó estaba débil y liberada emocionalmente.

Le quité el collar postural y lo sustituí por el habitual. Hubiera intentado quitarle el corsé y las botas pero justo ahora lo que necesitaba era dormir. Enganché el cable y le solté las manos. Luego le sequé suavemente la cara y le aparté el pelo.

"Gracias," dijo. "¿Por qué?" "Por escuchar." Sonreí. "Va incluido en el asunto," dije, "Si no puedes hablar con tu amo, ¿con quién vas a hablar?" Hice la pantomima de buscar alrededor en la habitación alguna persona y descubrir que era yo el único allí. Sonrió, y supe que todo empezaba a ir bien. Volví a salir pero en la puerta un impulso me detuvo y miré hacia atrás.

"¿Quién eres?" pregunté suavemente.

"Una esclava para tu placer, Amo."

Miré a sus grandes ojos azules. Mañana cuando tuviera oportunidad de recobrarse podía ser distinto pero en ese único y vulnerable momento pienso que realmente creía lo que estaba diciendo, en ese momento era realmente mi esclava.

La noche era aun relativamente joven así que me entretuve preparando mi portátil para el viaje. Sobre las doce me preparé una bebida caliente y me instalé en mi silla favorita. Una rápida inspección a Caroline la mostró durmiendo, un aspecto de calma casi radiante en su rostro. Parecía como si la liberación de toda esa angustia le hubiera hecho algún bien. Realmente había sido una noche de cabalgada en la montaña rusa y mientras sorbía mi cocacola revisé los acontecimientos buscando el detonante.

Desde luego estaba el  sexo. Esta vez había parecido mucho más fuerte que las anteriores. Había sido abrumado por el poder de todo ello. Esta noche ella había estado como mucho más sexual, más vibrante que en las ocasiones previas. Intenté encontrar la razón, cuando habíamos tenido sexo antes, parecía haber disfrutado y sabía de hecho que había tenido orgasmos, así que ¿cuál era la diferencia esta vez? Sabía que si la mantenía excitada mucho tiempo dejaría atrás sus inhibiciones cuando finalmente folláramos. De hecho cuando llegaba el momento era ahora una participante entusiasta. Podía estar manteniéndola aquí contra su voluntad, pero no podía haber dudas por más tiempo de que el sexo era de común acuerdo.

Desde luego no me engañé a mí mismo. Mantuve a Caroline atada y frustrada durante la mayor parte del día, para cuando follamos estaba desesperada, su cuerpo pedía alivio a gritos. Cuando me ofrecí para follármela desde luego cooperó como lo habría hecho con un vibrador o una botella de vino. Podía verlo que desde el punto de vista de Caroline, el sexo conmigo era justamente el modo que una chica tenía de masturbarse con las manos atadas.

Entonces recordé la corta frase "Lo siento Josh" que había dicho. ¿Se sentía infiel a su memoria? Podía forzarla a tener sexo, podía incluso hacer que su cuerpo la traicionase de forma que lo disfrutase pero no podía hacerla aportar lo que envolviera cualquier emoción. ¿Era esta la respuesta? ¿Había significado el sexo algo más que placer para ella esta vez? ¿Había reventado la culpa de ese descubrimiento la pared de la presa que retenía la tristeza? No lo sabía y sentí, aunque no era la primera vez, que una graduación en psicología me hubiera sido más útil ahora. Luego recordé los libros de texto de Caroline, todavía descansando en la habitación trasera de mi garaje, esperando la hoguera. ¿Quizás la respuesta estaba en ellos? Decidí rescatarlos y encontrarla. Sin embargo ahora era tiempo de acostarse, así que puse en marcha el lavaplatos y me dirigí a la planta de arriba. Me tumbé y por primera vez pude recordar que había tenido un sueño. Empezaba en el salón del almacén de ferretería de mi padre. Pienso que tenía sobre diez años y era uno de esos veranos de Indiana intemporales que recordaba tan cariñosamente. Días largos, cálidos y polvorientos, con la escuela una memoria distante y el olor de los campos de maíz bajo la brisa. Un corte repentino y estaba en la calle caminando tras mi abuelo, intentando no arrastrar por el polvo la caña de pescar que él me había dado, deseando que fuese más despacio; pero sin querer admitir que era demasiado joven para llevarla en alto. Nos sentamos a pescar y hablamos como hacíamos hace tiempo, y aunque una parte de mí sabía que estaba muerto, me sentí lleno de la alegría de su presencia. Podría haberme quedado allí para siempre, pero por alguna razón me envió de vuelta a casa a recoger algo de fruta que habíamos olvidado. Mientras me encaminaba de vuelta a casa algo apareció ante mi vista.......

Caroline flotaba sobre mí. Estaba desnuda salvo un gran número de finas correas de cuero, cada una del ancho de un cordón de bota, que ataban sus piernas juntas y sus brazos a los costados. Me detuve un momento, impresionado por verla en un sitio tan idílico. Noté que las correas estaban muy tensas, sus manos y pies estaban azules e hinchados. Una correa pasaba a través de su coño afeitado y desaparecía entre los labios de su chocho. Ésta parecía tan tensa que casi la cortaba en dos. Un flujo de sangre aparentemente sin final, resbalaba formando un hilo por su muslo abajo.

Me estaba mirando, ojos azules sobre la ancha correa almohadillada que la amordazaba. Para mi gran sorpresa no había rastro de la mirada acusadora que normalmente me dedicaba. En su lugar tenía una expresión un poco de dolor, los ojos ligeramente hinchados como si hubiera estado llorando durante mucho tiempo. Me encontré a mí mismo abriendo el gran cuchillo que mi abuelo me había dado y avancé nerviosamente hacia delante. Llevando el cuchillo a la correa de la entrepierna corté el delgado cordón de cuero sobre su coño y empecé a retirarlo de entre los labios de su chocho. Para mi gran sorpresa el cordón se negaba a moverse. Tiré más fuerte y quedé impresionado cuando saltó del agujero una gran bola colgada del cordón de cuero. Casi inmediatamente empezó a revolcarse y gemir tras la mordaza y me di cuenta que se estaba corriendo. Más sangre manaba por su cuerpo abajo mientras las correas cortaban literalmente sus miembros. Me sentía atemorizado pero algo me impulsó hacia delante. Su rápido movimiento provocó que se deslizara de mi agarre y la encontré llevada por el viento como un extraño globo fetichista.

Lo seguí pero cada vez que me acercaba parecía dejarse llevar más lejos y más lejos cada vez...... Al final empecé a correr pero justo cuando lo cogí de un salto, ella chilló y se enrolló en una bola.... La rodeé, haciendo ruidos consoladores y, tras una ligera lucha, conseguí abrir la hebilla de la correa de su mordaza. Sin embargo mientras la retiraba de su cara me di cuenta de la sangre que tenía incrustada. Miré hacia abajo y me agaché debajo de la mordaza, sus labios habían sido cosidos juntos, puntada tras puntada del asqueroso cordón de cuero......

Me desperté sobresaltado. ¿Era éste el sueño que había tenido la noche anterior? Todo lo que sabía es que estaba temblando. Me llevó casi una hora tranquilizarme y empezar a pensar racionalmente en las imágenes de mi mente. Estaba seguro de una cosa, el sueño era de alguna forma significativo; mi subconsciente me estaba intentando alertar de algo. Pensé al principio que era sentimiento de culpa, pero las ataduras de Caroline eran horribles, el trabajo enfermizo de un sádico y aunque yo pueda ser muchas cosas no era esa. Admito que soy un fanático del control y que uso el dolor para conseguir ese control pero no disfruto con ello y no lo uso por sí mismo. Así que ¿qué significaba eso?

Un rápido vistazo al vídeo y la encontré tranquilamente dormida. Estaba amaneciendo y no me sentía como para dormirme de nuevo así que puse una olla con café y fui a mi oficina. Allí, bajo la mesa de uno de mis ordenadores, estaba la caja de los papeles importantes que había cogido del apartamento de Caroline. Debería haberlos trasladado a la mazmorra hacía algún tiempo; no es una gran idea esconder a la esclava y dejar cajas de sus pertenencias tiradas por ahí. De momento alcancé la caja y saqué el álbum de fotos. Pasé una media hora revisándolo, sabía que lo que quería tenía que estar allí. Lo recorrí cuidadosamente página por página, Navidades, cumpleaños, y días de Acción de Gracias sin suerte. Al final lo encontré, retirado en un pequeño billetero dentro de la tapa posterior del álbum.

Era una foto de Josh y Caroline.

Desde luego él parecía joven, había muerto cuando tenía diecisiete años, un chico alto con aspecto amigable, su ascendencia escandinava se hacía evidente en su cara larguirucha y su pelo rubio sucio. Parecía majo pero soso. El tipo medio de chico americano, lo suficientemente listo para no ser un lerdo ni tan atlético como para ser un deportista. La clase de chico que tiene que formarse a través de su propia vida.

Excepto que éste no la tenía.

Ella parecía joven y muy contenta, cogida en ese momento espontáneo que era o real o el de Pearson. Durante un instante intenté imaginar lo que habría sido su vida juntos si él hubiera sobrevivido. Una cosa parecía clara, Caroline no habría sido una invitada involuntaria en mi sótano. Casi podía verla arrastrando una hija rubia, con la cara llena de polvo, alrededor de una casita de campo en Iowa, con quizás otro niño en camino. Aún con los tiempos que corren tengo la sensación de que hubieran sido felices. Josh Petersson y Caroline Conway; un futuro que no ocurrió. Era hora de desayunar. Me imaginaba que ella tendría bastante apetito cuando se despertara, así que preparé una gama más abundante que la normal. Pronto tendría que empezar a controlar su ingestión de calorías y preparar algún ejercicio o la inactividad forzada tendría efectos en su línea. De momento fui indulgente con una comida diseñada tanto para resultar cómoda como para alimentar. A las siete estaba preparada y bajé a buscarla. Parpadeó sorprendida cuando la desperté. Hasta entonces yo había esperado a que se despertará antes de recogerla. Su cara estaba todavía roja y manchada de lágrimas así que, después de que usara el retrete, le liberé las manos e hice que se lavara.

El resto fue casi un ritual. Volví a sujetar sus manos, enganché la correa y la llevé a la mesa. Una vez allí se sentó en mi regazo mientras le daba de comer con la mano. Me había dado cuenta de que me gustaba darle de comer, como que tuviera una mordaza colgando siempre del cuello como recordatorio constante de quién estaba al cargo, quién tenía el poder en esta relación. Me gustó verla comer bien y pude sentir como recuperaba las fuerzas. Esta vez la dispensé del truco del almíbar, necesitaba que su atuendo estuviera en buenas condiciones para la próxima sesión de posturas. Así que tras enganchar el collar a un cable sobre su cabeza la liberé y le dije que se desnudara. Lo hizo de forma casi mecánica y pude comprobar que tenía algo en mente.

Admito que yo también tenía algo planeado y cuando se movió fuera del cuero yo estaba colocando los focos para que apuntaran a una de las paredes sin enganches. Observó en silencio mientras recogía alguna ropa del armario. Andando hacia ella la eché sobre la mesa.

"Ponte esto, todo menos los guantes." Obedeció rápidamente y me aparté para ver el resultado. El atuendo no era muy distinto del que se había puesto la primera noche. En primer lugar un sujetador de látex negro. Llevaba ballenas para darle un aspecto de corsé. Realzaba la parte superior de su cuerpo empujando sus tetas hacia arriba y hacia fuera de una manera agradable, mientras dejaba el estómago al descubierto. Luego venía un liguero de látex negro a juego, al que le había quitado el elástico de modo que se usaba solamente como una faja que cubría el área entre las caderas y su pubis afeitado. Las botas de látex que iban en la parte superior de sus cremosos muslos eran poco más que medias de látex hasta los muslos, con tacones de cinco pulgadas (12,5 cm), estaban atadas por la parte superior y realzaban sus piernas como una segunda piel. En este punto hice que se detuviera y se aplicara maquillaje siguiendo mis indicaciones. La última vez que había tratado con ella había sido al natural, de modo que su maquillaje había sido infrautilizado. Ahora quería un aspecto de joven vampiresa, mucho maquillaje pero aplicado de una forma que aún la dejara aparecer como joven y fresca. Elegí una combinación de lápiz de labios y colorete rosa de muñequita y esperé a que se lo aplicase.

"¿Más fotos?" preguntó. "Claro, la esclava va a ganarse su sustento" Juraría que quería decir algo pero pareció cambiar de idea y en su lugar hizo lo que le pedía. Recogí su pelo en una cola de caballo. Con todo lo que me gustaba largo podía decir que iba a tener que tenerlo corto. La verdad era que el pelo largo era difícil de mantener con buen aspecto sin una atención regular de peluquería, algo que no podía atender por mí mismo. Suponía que lo dejaría como estaba durante un par de semanas y luego tendría que hacer algo al respecto.

Terminó con un par de guantes largos de látex que colocó a lo largo de sus brazos mientras yo terminaba de preparar la cámara. Ahora solo faltaba una cosa por hacer. Con los dedos cruzados mentalmente puse un par de pendientes de aro y una gargantilla sobre la mesa y le quité el collar. Caroline estaba ahora completamente libre por primera vez desde que la capturé. Parecía un poco impresionada y noté que dirigía su mirada fugazmente a la puerta de la mazmorra.

"Está cerrada," dije mientras jugaba con el trípode. "Habrías necesitado una antorcha para atravesarla. Ahora ponte las joyas y quédate de pie junto a la pared."

Alejó los ojos de la puerta y empezó a colocarse los pendientes. Recordando las lecciones de ayer intentó contonearse hasta la pared. Sin embargo resultaba obvio que había perdido el soporte en los tobillos de las botas de piel y por dos veces casi se cae. Finalmente llegó a la pared y se quedó esperando instrucciones.

Primero le hice estar de pie con las piernas cruzadas ligeramente, manos en las caderas, como enfadada ligeramente. Era una bonita foto, situándola inmediatamente como una joven zorra de caucho. Como había esperado el cruce de piernas forzaba a juntar los muslos estrechamente y las botas de látex, las manos enguantadas y el liguero formaban un marco de látex negro para el triángulo de su chocho afeitado. Sus pechos forzados contra el caucho de una forma de lo más apetecible y la mirada de su cara gritaba justamente "fóllame". Supe inmediatamente que esta primera foto era una "Pearson" y pareció un buen  presagio para el resto de la sesión.

A continuación la hice ponerse de cara a la pared, apretándose contra ella como un criminal en el momento de cachearle. Disparé una vez pero a la composición le faltaba algo. Le hice separar las piernas más e intenté de nuevo. Aún no era suficiente, así que la hice girar levemente la parte superior del cuerpo de manera que pudiera ver su cara de perfil. Esto ya estaba mucho mejor y después de variar la posición de sus manos y cabeza hice el disparo definitivo. A mi entender esta foto parecía como una batida en un burdel. Una joven guarra tirada contra la pared todavía vestida con su ropa fetichista, su larga melena de pelo rubio casi alcanzando su trasero descubierto. Medio se vuelve hacia el joven policía novato a cuyo cargo la han dejado y le hace una proposición. Si mira para otro lado y la deja escaparse le estará muy agradecida. Solo hace esto para pagarse su estancia en el college, su madre se moriría si lo supiese. Si la deja irse se reunirá más tarde con él y le demostrará su gratitud....

Para la siguiente la hice tumbarse con su caliente culo sobresaliendo hacia la cámara. Hice toda una serie con ella mirando hacia atrás sobre su culo orientado hacia la cámara. Probé con una variedad de expresiones desde la sorpresa hasta la lujuria y el miedo. La que finalmente me servía era una en la que le había hecho girar el cuerpo ligeramente hacia la cámara y sostener su cabeza con la mano enguantada. La ropa, la pose, la mirada, todo te indicaba que ésta era un chocho caliente a la espera de follar y la foto no mentía. Mirando a los ojos de Caroline podía ver que la adicción sexual que con tanto ahínco intentaba establecer, estaba por fin haciéndose un sitio. Lo estaba deseando de mala manera lo que me dio una idea.

La hice ponerse en pie y mediante el mando a distancia programé una pista del sistema de sonido. "Ahora vamos a probar algo en formato libre. Quiero que interpretes la música para mí tal y como la sientas." Me miró insegura así que, recordando mi experiencia de la noche anterior, le sugerí que cerrara los ojos. "Bien esclava, quiero que imagines esto. Eres todavía estudiante, y tienes un día para conseguir el dinero suficiente para pagar el alquiler o perderás el apartamento. Una de tus amigas te habló de un club en el que trabaja cuando las cosas vienen mal. Dice que siempre necesitan bailarinas y que una chica decidida a trabajar en ello podía sacarse una buena pasta. Preguntas al dueño pero él piensa que eres demasiado poco atractiva y plana. Le suplicas, estás tan desesperada y al final te da una oportunidad; si consigues una buena respuesta de los clientes te dará el puesto."

Podía verla temblar, una mano cubierta de látex se había deslizado por su entrepierna y estaba acariciando la palma hábilmente contra sus labios calientes. La animé a seguir. "Mira en el guardarropa, tienen todo tipo de cosas, uniformes de enfermera y de policía, trajes de baño pero dándote cuenta de que tienes que causar una buena impresión, eliges el atuendo más atrevido que puedes encontrar.  Es impermeable, de caucho negro y se ciñe a tu cuerpo como una segunda piel. Puedes sentir su contacto, oler el aroma de caucho caliente mezclado con el sudor de todas las otras chicas que lo han llevado. ¿Puedes sentirlo, esclava?"

"Sí," susurró. Su otra mano ha encontrado sus tetas y un dedo está trazando una órbita alrededor del bulto hecho por uno de sus pezones erectos. Respira pesadamente y se podría decir que ya está casi lista.

"Estás de pie entre bastidores esperando para salir. Hay unos treinta hombres esta noche, la mayoría hombres de negocio de mediana edad. Ves a tu amiga bailar desnuda en la mesa de un tipo con un manojo de billetes agarrados con una mano. Tiene adelantada una teta casi en su cara y se está volviendo loco porque no está permitido tocar. Ahora es tu turno, el director te pasa mientras va a anunciarte. Asiente y hace ruidos de ánimo. Te sientes nerviosa mientras sales, sintiendo todos esos ojos sobre ti. Estás lista sabiendo que tu futuro descansa en los próximos diez minutos."

Pulsé el botón de inicio y los altavoces ocultos cobraron vida. Hubo una apertura palpitante a base de discordancias y la canción explotó en la sala. Había escogido la canción "I Touch Myself" ("Me toco") de los Divinyls para empezar y un par de sus otras canciones en el caso de que se mantuviese. La música la enganchó inmediatamente y empezó a girar, tocándose cuando sentía la necesidad. Había un poste en la habitación que había usado para sujetarla y empecé a desear que estuviese más cerca. Caroline habría hecho una bailarina de poste del demonio, era sexy, seductora y aún con los ojos cerrados parecía como si disfrutara. Ajusté las luces para que incidieran directamente sobre ella, sería incapaz de ver más allá.

"Abre los ojos corazón," dije. Cuando lo hizo continué. "Las luces te ciegan pero sabes que detrás de la luz deslumbradora treinta tipos te están mirando. Puedes sentir sus ojos en tu piel, desnudándote aún más. Todos te desean, puedes sentir como su lujuria se derrama sobre ti en oleadas. Sientes treinta pares de manos imaginarias acariciando tu cuerpo, sobre tus tetas, sobre tu culo, acariciando tu chocho."

Se dio la vuelta mirando seductoramente a la imaginaria audiencia, enganchada por completo en su papel. A veces se desequilibraba y el talento natural tenía que superar la falta de técnica, pero en ese momento era una diosa del sexo, muy en su interior lo sabía. Miré cautivado mientras recorría el suelo parándose para posar sugerentemente o para tocarse de nuevo.

De repente me di cuenta que, en mi excitación, no había hecho fotos. Empecé a toda prisa a sacar series de sus manos errantes vagando entre tetas y chocho. Arqueaba la espalda, con los ojos cerrados nuevamente, subió una mano y liberó su pelo que cayó desordenado sobre sus hombros. Un rápido cuarto de vuelta de su cabeza y lo hizo chasquear de modo que además los mechones rubios cubrían ahora sus tetas. Luego mientras miraba deslizó las manos atrás hacia las cintas que mantenían en su sitio el sujetador. Estaban diseñadas para quitarse con facilidad, siempre considerando que la portadora se pretendía que estuviera atada. Encontró el cierre y cayó desde sus hombros. Una mano lo agarró contra su cuerpo y empezó a moverlo acariciando su suavidad sedosa sobre sus tetas y vientre. Arqueó la espalda provocando a la imaginaria audiencia con una sugerencia de pechos, todo el tiempo obteniendo la estimulación táctil de restregar el látex contra su cuerpo caliente. Finalmente lo tiró a un lado, dejando sus pezones erectos libres para poder jugar con ellos. Enfoqué para hacer una toma cercana mientras tomaba ambos pezones entre su pulgar y su índice y los hacía rodar suavemente, luego agitó la cabeza hacia atrás y gimió. De nuevo arqueó la espalda y una mano volvió a su caja goteante. Usando los dos dedos externos para separar los labios empezó a hacerse cosquillas en el clítoris.

Deslizó un dedo dentro, luego dos, ahora los gemidos se hicieron rápidamente chillidos. Dos fotos más, una un primer plano de su dedo follándose a sí misma, la otra mostrando su cara embelesada de modo que su identidad estuviera fuera de duda y me encontré con que se había terminado la película. Podía recordar menos de la mitad de las 36. Incluso recordaba que había habido algunos disparos involuntarios y esperé con ilusión para ver que otras cosas había tomado. Mirándola se diría que estaba a punto y yo había decidido ya que a estas alturas solo se corriera por mi mano. No me gustaba ser un aguafiestas pero no tenía remedio. Saqué un par de esposas de mi bolsillo y silenciosamente me puse detrás de ella. No era necesario ser muy sigiloso, la música estaba alta y ella estaba demasiado ida para enterarse. Tomé primero la mano que estaba jugando con sus pezones, no se resistió no sé ni siquiera si notó mientras cerraba la esposa a su alrededor. Tirando de ella hacia atrás agarré la otra muñeca. Ahora se resistió, estaba tan a punto que hubiera matado en ese momento. Pero yo era más fuerte y estaba en mejor situación, así que tras una breve lucha me las apañé para esposar en su sitio la otra muñeca. Gimió y empezó a rozarse los muslos uno contra el otro.

Cuando descubrió que eso no funcionaba se volvió y empezó a restregar su chocho contra el muslo de mis pantalones de cuero, yo giré a su alrededor. Había pretendido evitarle el orgasmo y mantenerla deseándolo durante el resto del día, pero había bailado tan bien que decidí darle un respiro. Giré su cara hacia mí, acercándola hasta que sentí uno de sus pezones erectos clavarse en mi pecho. Agarrando un mechón de pelo le giré la cabeza hasta que estuvo mirándome a los ojos. Luego, muy deliberadamente, la penetré lentamente con un dedo de mi mano libre. Un dedo hacía cosquillas en su clítoris mientras avancé el otro tan profundamente como pude en su interior. Se clavó apretando el dedo estrechamente. Dejando la yema trabajar sobre su bulto adelanté dos dedos más en su interior y fui recompensado con un jadeo mientras avanzaba sus caderas hacia mí. Luego la retiré lentamente, escuchando sus gritos mientras aumentaban los decibelios. Todo el tiempo estuve observando sus reacciones aunque la lujuria empañaba las ventanas de sus ojos. Primero necesidad mezclada con cierto apuro. A medida que estaba más cerca, la necesidad empezó a adueñarse por completo y su chocho empezó a clavarse aún más fuertemente en mis dedos cubiertos de piel. Luego una mirada de arrebato que coincidió con el espasmo que mis dedos sintieron en su profundo interior. Luego tuvo una expresión de plenitud, un suspiro profundo y luego sonrió de forma soñadora. Durante un segundo hubo algo nuevo y totalmente inesperado. Un instante antes de romper mi contemplación hubo algo que posiblemente podría ser amor.

Retiré mi mano enguantada hasta su boca y la hice que me chupara los dedos hasta que quedaran limpios. Esto llevó más tiempo de lo que había pensado y los pequeños movimientos de su lengua fueron deliberadamente sugerentes. También parecía que le gustaba el olor de los jugos de su coño y el cuero lo que resulta útil cuando estás intentando convertir una chica en una guarra vestida de cuero. La llevé a la mesa nuevamente y volví a colocarle el collar enganchándolo otra vez a una de las cadenas sobre la mesa. Liberé sus manos y por un momento consideré colocarle de nuevo el sujetador. Al final la dejé con las tetas al aire y me ocupé en ordenar la mazmorra. Se sentó en el borde de la mesa lamiendo los jugos de sus dedos, pensando intensamente. Al final tenía que saberlo.

"Vale ya, Esclava." "¿Sí, Amo?" "El pequeño discurso que estás preparando ahora mismo, quiero oírlo."

Tomó aliento profundamente, "Mi instrucción del college, mi actividad escolar." Debo haber mirado con sorpresa, ciertamente no era lo que hubiera  esperado que dijera. Parecía tan relacionado con lo ocurrido como el producto nacional bruto de Guam. "¿Y eso?" pregunté. "Si la dejo pasar no tendré otra oportunidad. Sé que intentas retenerme durante algún tiempo, quizás años, pero más pronto o más tarde te cansarás de mí y me dejarás ir. Quiero un futuro, Amo, quiero una educación."

"¿Y eso?" Debe haber sonado realmente estúpido pero la conversación era tan increíble que estaba perdido en las palabras.

Aspiró otra vez profundamente, luego dijo lo demás en una frase sin pausa para no darme ocasión de interrumpirla. "Si me dejas ir seré tu esclava. No contaré nada de lo que ha ocurrido. ¡Por favor! Durante un período estaré disponible en cualquier momento que me llames y volveré contenta aquí durante las pausas y vacaciones. Después de que me gradúe me retendrás aquí todo el tiempo que quieras, no intentaré escapar, haré cualquier cosa que tú quieras."

La miré a los ojos, había una mirada de sinceridad en ellos que me dijo que hablaba en serio. La hubiera mandado directamente a la mierda pero la parte diabólica de mi mente decidió jugar.

"Discutamos esto más a fondo," dije. "A modo de ejercicio digamos que estoy dispuesto a acordar esto. Cuando dices cualquier cosa ¿qué quieres decir?"

"Cualquier cosa", dijo de plano, "Absolutamente cualquier cosa." Me puse en pie de repente, se acobardó, se puso de pie y retrocedió hasta donde le permitía la correa. Quizá pensara que iba a pegarle. "Supongamos que quiero perforaciones (piercings)," dije recordando su reacción la última vez. "Quizás un pequeño aro de plata aquí y aquí." Le toqué los pezones que se pusieron erectos casi inmediatamente. Respiró rápidamente pero a pesar de no estar atada no hizo ningún intento de detenerme. "Quizás uno o dos aquí abajo, además." Mi dedo acarició ligeramente los labios de su coño. Jadeó, aunque no estaba claro si era en respuesta a las palabras o al roce.

"Si es eso lo que quieres." Dijo con los ojos encendidos.

"¿Y qué me dices de marcarte a fuego?" pregunté inocentemente, "Algo que te marque como mía, hagamos saber a esos calientes chicos del college que están tratando con la propiedad de otro." Pude sentir como se ponía rígida. "¿Qué te parece aquí?" dije indicando un punto justo encima del pezón derecho. Un sostén o un vestido normal lo taparía, pero los bikinis cortos y los vestidos con escotes pronunciados lo dejarían fuera.

Trago saliva, "Perfecto..."

Ahora estaba intrigado, quería saber hasta dónde llegaría. "¿Qué me dices de un niño?" dije, "Un hijo para llevar el nombre de la familia. Desde luego tendrías que firmar concediéndome todos los derechos de custodia..." Asintió, aceptando incluso eso y me di cuenta de que hablaba en serio. Estaba estupefacto, nunca en todos mis planes hubiera previsto esto. Estaba tan sorprendido que seguí casi con el piloto automático.

Dijo, "¿Qué pasa si es una chica?"

"¿Uh? Entonces probamos de nuevo," dije como quien no quiere la cosa. "¿Y la niña?" Estaba empezando a enfadarme, necesitaba pensar una respuesta oscura y viscosa. "No me interesan las chicas. Tendré un chico. Si es una chica podrás cuidarla tu misma, no quiero perder el tiempo con tus bastardos."

Desde luego era mentira, puesto que las niñas son mucho más interesantes que los niños. Puedes tener una conversación inteligente aunque extraña con una niñita de tres o cuatro años. Un chico a esa edad apenas articula. Si en algún momento en el futuro mi esclava me diera una hija la pequeña chiquilla no tendría problemas en hacerme girar alrededor de su pequeño dedo. Mi respuesta estaba motivada por la irritación y realmente no esperaba lo que ocurrió a continuación.

El efecto sobre ella fue como un soplido físico. Hizo un pequeño sonido de lamento y luego intentó enrollarse sobre sí misma en una bola. Sus piernas empezaron a ceder bajo su peso y se vino abajo como una piedra. Ya en condiciones normales hubiera sido dramático pero estaba encadenada al techo por el cuello y la cadena era corta. Me eché hacia delante pero estando preocupado no fui lo suficientemente rápido. Hubo un tañido cuando la cadena se tensó seguido casi instantáneamente por un chasquido áspero y el corazón se me saltó a la garganta.