Caroline capturada Cap. VI

Preparando material para el chantaje y la justificación de la desaparición de Caroline

ADVERTENCIA

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Este trabajo tiene copyright a nombre de TM Quin

Todos los personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia. El autor no está de acuerdo necesariamente con cualquiera de las actividades detalladas en el relato, algunas de las cuales son peligrosas o ilegales.

Quin 1996 (tmquin@attglobal.net)

Traducida por GGG 2000, revisada en agosto 2020


Caroline Capturada.  por Quin

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Capítulo 6: "Cadenas de Papel"

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Cuando el despertador sonó a la mañana siguiente me sentí empujado a mandarlo a la mierda. El día anterior había sido demasiado largo, mis esfuerzos con Caroline demasiado intensos (y el vino demasiado potente) para mí para levantarme ya. Así que estaba a la deriva en esa extraña media luz entre el sueño y la realidad y empecé a soñar.....

Me desperté con un sobresalto, frío pero sudando. Asustado, confuso, tenía la extraña sensación de que acababa de tener un mal sueño. Desde mi infancia había sido incapaz de recordar mis sueños, incluso las pesadillas. Torturé mi cerebro pero se había ido, dejando una sensación espeluznante detrás. Mi mano temblorosa encontró el mando remoto y encendí la TV. Pinché la celda de Caroline, mi mente medio consciente temerosa de lo que podía encontrar allí. Para gran alivio mío estaba como la había dejado. Todavía vestida con la lencería de cuero, todavía enmascarada y con las manos atadas detrás. Observé ansioso, buscando alguna indicación de que algo iba mal, pero dormía profundamente incluso roncaba un poco y tras unos minutos acepté que estaba bien.

Me hice una revisión personal. Estaba sediento, el sabor de mi boca y el indicio de un dolor de cabeza me convencieron de que había ido demasiado lejos con el vino. Fui a trompicones al baño y pegué la cabeza bajo el grifo del agua fría durante un minuto entero. Tras los primeros treinta segundos incluso recordé abrirlo.

Nunca he sido un bebedor excesivo, lo que soy queda mejor descrito como un "borracho depresivo", a partir de un cierto punto no me lo paso bien. Incluso aunque no había tenido conmociones antes, y aunque podía racionalizar el incidente como una combinación de mala borrachera y mala conciencia, me había dejado una sensación incómoda de que me estaba olvidando de algo importante.

Me preparé una aspirina y un par de píldoras vitamínicas antes de darme una ducha particularmente prolongada. Me vestí y aunque todavía un poco borroso me acordé de coger las píldoras de Caroline del baño antes de dirigirme abajo. Enrollé las píldoras en un pañuelo de papel y me las puse en el bolsillo. Luego fui de puntillas a la cocina y empecé a hacer el desayuno. Mientras esperaba al café pinché de nuevo la celda de Caroline. Estaba tumbada de lado, la boca abierta ligeramente y estaba babeando un poco mientras dormía. Parecía que no sería el único que se levantaría con dolor de cabeza.

La observé mientras dormía. La semana anterior había estado luchando para conseguir dinero suficiente para salvar su apartamento. Ahora estaba vestida como una prostituta, atada en el sótano de algún tipo. Me pregunté cuáles serían sus sueños. Una cosa estaba clara, la "luna de miel" se había terminado, el quebrantamiento de Caroline estaba a punto de empezar.

Hasta el momento había tenido un comienzo prometedor. Después de tres días de cautividad Caroline parecía estar adaptándose bien. Estaba especialmente satisfecho de su obediencia. No sólo daba menos problemas de los que había esperado si no que parecía costar que me desobedeciera. Aprendía muy deprisa, su uso de las palabras AMO y ESCLAVA había ido más allá de lo que esperaba en esta fase y el ajuste de las frases para evitar el pronombre personal estaba bien encaminado.

Como chupapollas era excepcional, y aunque no podía entender de donde había sacado su técnica, estaba más que contento de su obediencia y entusiasmo. Ahora necesitaba llevar las cosas más lejos, hacia la consecución de una esclava completamente sumisa y obediente. Aunque quería acelerar los pasos, no llevaría las cosas demasiado aprisa. Aún necesitaba observar su desesperanza mientras le robaba su identidad y destruía su independencia. La primera parte del gran juego estaba lista ahora.

El primer paso era destruir ese minúsculo parpadeo de esperanza, la posibilidad de rescate y ¡ella me ayudaría a hacer las cosas aún mejor!

Sorbiendo mi primer café del día y con el desayuno bien encaminado me dirigí abajo. Me deslicé en el cuarto oscuro y recuperé las fotos. Había habido un poco más de vino del que pretendía y aunque no había llegado a emborracharme estaba un poco preocupado de que hubiera procesado las películas antes de tener la cabeza clara. Medio había esperado encontrar todo arruinado pero de hecho había realizado un buen trabajo. Fotos de Caroline colgaban de todas mis cuerdas de secado. Caroline como joven profesional en su salida nocturna, Caroline como guarra, Caroline como ama excitante, Caroline como esclava vestida de cuero...

Seleccioné las mejores y volví arriba. Un rápido vistazo a la celda me mostró que aún dormía, así que después de controlar la marcha de las tostadas fui a mi oficina. Probablemente lo mejor del periodismo informático es el acceso a equipos nuevos e interesantes. Los fabricantes son muy conscientes de que la aprobación de un columnista bien conocido puede disparar significativamente las ventas. Uno de mis editores tiene ocho ordenadores en casa de los cuales solo ha pagado uno (y aún ese con un descuento sustancial). A través de los años mi interés manifiesto en los gráficos se había traducido en una variedad de equipo, la mayoría de él reflejo del estado de la técnica en el momento. Mi escáner actual está en préstamo a largo plazo de una importante compañía japonesa. Un escáner de tambor con color de 48 bits con mecanismo inteligente de alimentación de hojas y un precio de diez mil dólares. Está pensado para casas de publicación y proceso fotográfico pero era perfecto para mis necesidades. Cargué las fotos en el alimentador de hojas y configuré el ordenador para volcar cada digitalización en un directorio de trabajo de mi red. Arranqué y la máquina saltó a la vida, tejiendo las cadenas invisibles que atarían a Caroline a mí para siempre.

Tomé el desayuno en mi oficina rodeado del material de la caja de Caroline. De momento dejé los diarios a un lado y me concentré en el correo reciente y las cartas que había pegado a la puerta de su frigorífico. Casi inmediatamente conseguí un verdadero hallazgo, una carta de petición a su casa para su mamá sin echar al correo. No había verdaderas novedades, era breve y al grano "envía dinero o me echarán." La escritura era muy pulcra, especialmente considerando la dificultad del asunto. Como una corazonada tamicé la caja buscando blocs y sobres que coincidiesen con la carta. Abriendo el bloc encontré lo que había supuesto. Caroline parecía trabajar escribiendo primero un borrador y luego copiando la versión final en limpio. Dejaba los originales en el bloc, dándome nombres, direcciones y una comprensión básica de su estilo de escritura.

En ese preciso momento vi un ligero movimiento en el monitor. Me di cuenta de que se despertaría pronto. La había mantenido hambrienta deliberadamente desde el incidente de la patada, había sido una buena chica en la sesión de fotos de la noche pasada así que suponía que le debía un desayuno.

Volví a la cocina y empecé a preparar una versión más pequeña de lo que acababa de tomar, mirando todo el tiempo al monitor. La comida estaba casi terminada cuando empecé a ver las primeras señales reales de vida por parte de mi esclava. Fui a la alacena y saqué un par de las neveras de Styrofoam que puedes conseguir en las gasolineras. Me he preguntado a menudo por qué no importa cuánto gastes en una nevera que siempre te olvidas cuando la necesitas realmente. Debía haber cinco o seis del tipo de usar y tirar que guardaba con la excusa del "por si acaso" y aun así me las olvidaba siempre. Sin embargo por una vez iban a demostrar su utilidad cuando las cargué con platos cubiertos de papel de aluminio. Hice un tarro de café fuerte y dulce, luego me encaminé a la mazmorra.

La sala estaba aún decorada como estudio fotográfico. Las cortinas cubrían los muebles y los anillos y los otros puntos de sujeción de las paredes estaban cubiertos por cortinas azules de ducha. Pronto tendría que desguazar todo aquello pero antes.....

Eché algo de café dulce del termo en una taza de plástico y me dirigí a la celda. Caroline estaba despierta e intentando balancear las piernas sobre el fondo de la cama. Sus gruñidos me indicaron que la resaca estaba comenzando. Dejé la taza y la ayudé a ponerse en pie.

"¿Te sientes un poco frágil?" pregunté.

"Urggg," dijo, lo que parecía bastante apropiado a la vez.

Puse el café en sus labios y bebió ávidamente. La paré antes de que terminara todo y puse la taza a un lado.

Con algo de esfuerzo, porque sus piernas estaban un poco inestables, la ayudé a ir al retrete. Por el camino pasamos por el espejo (no era de vidrio obviamente) que había fijado a la pared. Captó la visión de su reflejo enmascarado y se detuvo por un momento como si estuviera hipnotizada. Miré pero no pude ver lo que la había fascinado, al final una palmada en sus nalgas al descubierto la convenció para que se diera prisa.

Hay un cierto valor de humillación asociado con observar a alguien usar el retrete. Se puso en cuclillas sobre la taza queriendo realmente que me fuera. Sonreí dulcemente y miré lo que estaba haciendo con gran intensidad. Lo peor vino cuando no pudo limpiarse con las manos atadas todavía. Aunque desamordazada tenía alguna dificultad para pedirme ayuda. Mientras ella lo resolvía cogí el café y saqué las píldoras de mi bolsillo. No le dejé verlas hasta que estuvieron debajo de sus narices.

"Toma esto."

"¿Q...qué son?"

"¡Qué son, AMO!" corregí, "En respuesta a tu pregunta, son aspirinas para el dolor de cabeza."

No parecía convencida.

"Mira esclava, si quisiera envenenarte o drogarte podría hacerlo en cualquier momento. Ahora, ¿las quieres o no?"

Abrió la boca y se las puse dentro usando el resto del café para tragarlas. Sólo era una pequeña mentira, una era una aspirina, la otra un anticonceptivo, algo que formaría parte de su dieta diaria a partir de ahora. Luego, mientras todavía seguía pensando en cómo pedir, hice tiras una manopla, la doblé sobre ella y la limpié.

Se sonrojó cuando volvimos a entrar en el 'estudio', recuerdos de la pasada noche aún frescos en su memoria. La hice sentarse en una de las mesas cubiertas mientras reemplazaba sus zapatos por sus botas de tacón alto habituales. Un vibrador de mariposa colocado en su sitio con un par de bragas de broche (para despertarla un poco más deprisa) y estuvo casi preparada para empezar el día.

Empujé su cabeza hacia delante de forma que pudiera alcanzar la hebilla de la máscara de cuero y la encontré extrañamente resistente.

"Por favor, amo..."

"¿Te gusta la máscara, esclava?"

Asintió y miró abajo evitando mis ojos.

"¿Por qué, esclava?"  pregunté genuinamente intrigado.

Permaneció en silencio pateando con sus tacones contra la pata de la mesa como una escolar vergonzosa.

"¡Contesta, esclava!" dije apretando en su entrepierna e incrementando la estimulación de la mariposa sobre su clítoris desnudo. Jadeó y se estremeció un poco.

"Por favor amo... Me hace... sentirme atractiva." Parecía apurada, estaba seguro de que había un sonrojo escondido tras la máscara.

"No es suficiente, esclava, pero haré un trato contigo. Podrás mantenerla SI puedes hacerme un buen análisis psicológico del por qué la necesitas."

Su ojos impactados miraban atentamente desde detrás de la suave piel.

"¿Bueno, esclava? Eres estudiante de psicología, deberías ser capaz de darme una buena respuesta técnica." Sus ojos se llenaron de emociones encontradas, su boca trabajaba en silencio. No era una mentirosa consumada, estoy seguro de que yo habría salido del paso con alguna bobada en su situación y era obvio que el anonimato de la máscara ofrecía algún atractivo para ella, quizás un modo de que Caroline, la hija del reverendo, pudiera distanciarse de la guarra en que se estaba convirtiendo. Incluso sentí, mientras observaba la lucha tras aquellos preciosos ojos azules, que era un antiguo demonio contra el que estaba luchando, no uno que hubiera salido a superficie en los últimos pocos días, traumáticos como fueron. Al final no habló así que le quité la máscara y la empujé sobre una silla.

Recogí algunas cuerdas y una serie de otros útiles de esclavización del armario y regresé. Volví a atar rápidamente sus muñecas y cuerpo al armazón de la silla. Aumenté el número de cuerdas hasta que tuve lo que necesitaba. Caroline, la heroína de la República había vuelto, aunque con una ropa interior mucho más extraña de la que era normal en los años treinta. Atada a una silla en el escondrijo de los villanos, luchaba contra sus tensas ligaduras. Desde luego algunas cosas habían cambiado. Su collar y la restante bisutería de esclavitud habían sido reemplazados por una simple gargantilla de disfraz y un conjunto de pendientes que estaban más de acuerdo con la época. Recargando la cámara y colocando rápidamente las luces empecé a disparar de nuevo.

El primer par de fotos tuve su sonrisa para la cámara mientras las tomaba desde distintos ángulos. Tenía un aspecto impresionante. Su pelo rubio caía sobre sus hombros desnudos y enmarcaba su rostro. Sus brazos eran visibles, atados a sus costados por cuerdas arrolladas fuertemente alrededor de su cuerpo y la espalda de la silla. Sus muñecas estaban atadas con cordones al armazón inferior de la silla, dejando sus manos enguantadas a la vista. Una serie de cuerdas empujaba firmemente hacia arriba sus tetas contra las copas del corsé de cuero. Sus largas piernas tenían que estar echadas hacia atrás de una manera tal que pudiera atar los tobillos embutidos en las botas a las patas de la silla. Esto dejaba al descubierto la superficie blanca cremosa de sus muslos destapados enmarcados como estaban por la parte alta de las medias y el liguero de cuero. También parecía empujar más fuerte contra su clítoris la mariposa porque después de pocos minutos se le volvieron los ojos y empezó a gemir escandalosamente.

La amordacé, con el corazón y el cerebro en amargo conflicto. Originalmente pretendía atarle una tela holgadamente sobre la boca de la forma poco convincente que se ve en muchas películas. Mi orgullo de amo no podía soportar la idea de una foto de una esclava mía con una chapuza tan obvia. Así que al final acepté el compromiso. Le rellené la boca con una bola de esponja y la fijé firmemente en su sitio con cinta de embalar. Utilicé cinta blanca (la tengo de todos los colores) y tras atar el trapo fuertemente sobre la cinta era imposible verla. Hice las fotos. Caroline aún parecía una heroína de la República, amordazada como en una película estúpida pero cuando mirara las fotos sabría que había sido silenciada firmemente según mis maneras usuales.

A continuación la desaté de la silla y le quité las botas. Le até los brazos y las piernas como había hecho el día anterior, cuerda con remate alrededor de los  tobillos y las rodillas, con una serie similar para las muñecas y codos. Pasé algo más de cuerda a su alrededor por encima y por debajo de sus tetas cubiertas de cuero para atar atrás sus brazos antes de quitarle la mordaza. Había encontrado antes que de rodillas estaba a la altura perfecta para dar servicio a mi polla engordada que estaba presionando dolorosamente contra mis pantalones de cuero. Sin decir una palabra me bajé la cremallera de la bragueta y empujé mi polla en su cara. En tres días Caroline ya había aceptado su papel como mi chupapollas, no hacían falta más órdenes. Chupaba y lamía, provocaba y atormentaba mientras empezaba a anudar toda la longitud del paño. Cuando agarré su cabeza terminó profundizando en su garganta y chupando con la misma maravillosa intensidad entumecedora que había demostrado la primera vez. Algo parecía claro, un día tendría que encontrar al tipo que le enseñó el truco y agradecérselo personalmente. Yo me corría y me volvía a correr, notando de una forma extrañamente despegada que tragaba cada gota. Sam, aunque tenía muy buena boca, siempre escupía después, lo que me dejaba la sensación de estar sucio y asqueroso. Caroline lo tragaba con diligencia y me di cuenta que mi corrida era lo más parecido a un alimento que había tomado en los últimos días.

Empujando hacia atrás su cabeza introduje la parte anudada del paño en su boca abierta utilizando los extremos para atarla fuertemente y situarla en su sitio. Luego le ordené sonreír, difícil con la boca amordazada tan fuertemente pero no imposible. Saqué fotos sonrientes de ella de rodillas y sentada luego la hice luchar en todas las posiciones que se me ocurrieron. Terminé el carrete con ella gritando con la mordaza, la cara contorsionada y la boca tensa contra la sordina de trapo. La dejé jadeando en el suelo, esperé a que recuperara el aliento y luego la hice levantarse y la llevé a la mesa.

La senté y esperó tranquilamente, las piernas atadas plegadas graciosamente bajo el asiento de la silla mientras desempaquetaba la comida. La senté en mis rodillas como había hecho el día antes pero esta vez retiré la mordaza de su boca y empecé a alimentarla con mis manos como haría con mi mascota favorita. Probablemente no era insensible a esto, pero en ese momento estaba tan hambrienta que aceptaba incluso esta indignidad.

Terminamos con tortitas y almíbar que parecían gustarle de verdad. Tras las tortitas le hice lamer el almíbar de mis dedos enguantados. Luego subí la mordaza y coloqué los nudos de nuevo entre sus dientes, antes de tensar el nudo detrás de la cabeza. Me echó una mirada de "Bambi bajo los faros" y mordió la mordaza mientras intentaba decir algo. Sonreí, le saqué las tetas del cuero aprisionador. Como antes extendí un poco de almíbar en sus pezones y empecé a lamerlos y chuparlos. Gimió y más sonidos apagados emergieron de su boca amordazada, aunque no estaba claro si quería que parara o quería más. Sus pezones sin embargo no ofrecían dudas, sobresaliendo duros y firmes cuando mi lengua bailaba sobre ellos. Era el momento de aumentar un poco la estimulación así que empecé a apretar la mariposa contra su clítoris sintiendo que su cuerpo se envaraba y estremecía.

Se produjeron más sonidos ininteligibles y empezó a restregar su boca amordazada contra mí, como había hecho el día anterior. Sin romper el ritmo agarré y solté el nudo. Durante unos segundos recuperó el aliento y luego jadeó, "Por favor...".

Me detuve y la miré, su cara estaba sonrojada, su aliento entrecortado por sus jadeos. Intentaba evitar mi mirada pero puse los dedos bajo su barbilla y levanté su cabeza hasta que sus ojos se encontraron con los míos.

"Por favor qué," pregunté, "Por favor para, por favor continúa, ¿qué?" No decía nada. Todas las otras veces que la había follado estaba amordazada y todo lo que había oído habían sido sus gritos apagados. Esta vez quería saber si eran de agonía o de éxtasis.

Sus ojos se llenaron de dudas y de algún extraño temor pero sobre todo de necesidad. La necesidad brillaba tras estos atribulados ojos azules y finalmente su boca se hizo eco de ella "P...Por favor, ¡fóllame amo! ... Es... ¡Esta puta necesita que la follen!"

Sonreí, tenía la respuesta pero intenté jugar un poco más. Me agaché y la lamí de nuevo, lo suficiente para asegurar que se mantuviera al borde pero no más.

"Por favor, amo....."

"¿Quieres correrte, esclava?"

Asintió en silencio, apreté un poco más fuertemente la mariposa sonriendo cuando empezó a jadear.

"Bueno, esclava si lo quieres vas a tener que hacer algo por mí."

Miró a mi entrepierna, era obvio por su expresión que consideraba que ya había hecho bastante, que la mamada era un pago por llevarla hasta el final. Me limité a sonreír.

La idea se formó en un instante. Si quería este orgasmo, y podía asegurar que lo quería, yo quería algo personal a cambio. Quería que su primer encuentro sexual fuera descrito en detalle gráfica y morbosamente. Enlazaría esta primera vez, buena, mala o indiferente, con el ruego a su secuestrador de que la follara. Era un acto de violación tan real como cualquier violación física que pudiera infligirle. La boca se me hacía agua de pensar en ello.

"Te voy a hacer unas cuantas preguntas. Contéstamelas y me tendrás a tu disposición." Me miró a los ojos. Sus jadeos indicaban que estaba tan cerca, asintió y miró al vacío.

"¿Cuántos años tenías la primera vez que follaste." Dudó, no tenía forma de verificar sus respuestas pero estaba apostando por sus dificultades para mentir eficazmente mientras estaba excitada. Empecé a acariciarla, aumentando el estímulo táctil mientras mantenía sus zonas erógenas como estaban. Mi mano se movió rápidamente sobre el cuero de sus bragas y fue a descansar en el interior de sus muslos que acaricié suavemente.

"Diec... dieciséis." jadeó. Dejé que mi mano errara un poco más cerca de la mariposa zumbadora.

"¿Tuviste orgasmo?" Sacudió la cabeza y gimió. En ese momento todo lo que quería era correrse. Incluso esta era una información interesante. Ahora tenía casi diecinueve, así que la siguiente pregunta era obvia.

"¿Cuántos orgasmos has tenido, esclava, aproximadamente?"

Para ser honesto no quería saber la respuesta. Supongo que lo vi sólo como otra pregunta embarazosa, un indicador antes de forzarla a relatar su primera aventura torpe con algún muchacho de campo. Cuando contestó fue como una especie de sobresalto.

"Cu... cuatro o cinco," jadeó

Era muy poco, había esperado al menos una docena en casi tres años y además estaba la masturbación.

"¿Cuántas veces los tuviste antes de venir aquí?" La pregunta me salió sin pensar. También había empezado a acariciarla inconscientemente de nuevo y ahora estaba muy cerca.

"Dos veces..." Se estremeció mientras lo decía, soltando la respiración a golpes explosivos.

"¿Con quién tuviste el primero?" le pedí notando que no tenía mucho tiempo.

Tartamudeó, jadeó y se estremeció.

"¡Me lo dirás, esclava!"

No contestó de forma que reduje el estímulo. Sintió que la ola del orgasmo moría. "Por favor..."

"Necesito una respuesta, chocho," dije viciosamente. "Si no hay respuesta sé de una pequeña guarra caliente que se va a quedar muy desencantada."

De repente adelantó las caderas mientras intentaba frotar su entrepierna contra mis dedos que se alejaban. Lloriqueó y rogó pero el orgasmo se moría. Le dejé claro que necesitaba un nombre. En su situación yo habría mentido pero se sentó y lloró. Al final me harté del ruido y la amordacé, le enganché el collar y me fui al armario.

De la misma forma que me encantaba tener a Caroline estrictamente encadenada, siempre supe que no podría tenerla siempre así. Necesitaría al menos cierta libertad de movimientos si quería que estuviera sana. Esto me producía problemas, no tanto de seguridad (encerrada en una celda a prueba de ruido estaba tan indefensa atada como si no lo estaba) sino de propiedad. Era mía, en cuerpo y mente. Atada como había estado los días pasados Caroline no tenía realmente muchas posibilidades de follarse a sí misma. Ahora intentaba reforzar mi propiedad sobre su sexo con cuero y acero.

Los cinturones de castidad son normalmente cosas grandes y aparatosas con candados amenazadores e incontables correas. Parte de esto es para impresionar, como tener una puerta grande y pesada, y parte es la mentalidad "una talla que valga para todos" de la ropa de serie.

En cambio el dispositivo de Caroline estaba hecho a medida. Esencialmente era un par de bragas de cuero gruesas que se enganchaban a la cintura con un cinturón de cuero estrecho. Las secciones de cuero en las proximidades de la base de las caderas habían sido modificadas de modo que unos cordones podían apretarlas alrededor de los muslos de la portadora de forma similar a los pañales de plástico. Una sección de plástico moldeada descansaba en las caderas y hacía una bóveda sobre el área púbica de forma que la víctima no podía excitarse frotando las bragas contra sí misma.

Como toque extra el diseñador había cubierto el molde de plástico con el mismo cuero que el resto de las bragas y había añadido una especie de mella que simulaba labios vaginales.

Una vez dentro de ellas parecían como un par de bragas de cuero grandes tensadas sobre un agujero de mujer. La víctima sin embargo no tenía acceso a su clítoris para estimularlo y como recurso añadido un delgado cepillo enganchado a la mella por la parte interna provocaría exasperación cuando torturase el clítoris lo suficiente para dejar a la víctima con las ganas. Había un corsé rígido a juego que impedía desde luego el acceso a los pechos. Una vez puesto parecía un corsé suave con los pezones de la mujer fuertemente presionados contras la piel pero como en el caso de las bragas los "pezones" eran parte de un armazón de plástico utilizado para aislar los pechos.

Enganché su collar a una de las cadenas verticales y la hice que se quitara los guantes y los tacones. Tuve que azotarla con la fusta unas cuantas veces porque sus manos se escapaban hacia abajo. Se quitó la mariposa como si estuviera perdiendo una vieja amiga. Estaba tensando la segunda correa de las bragas cuando comprendió lo que estaba sucediendo pero para entonces ya era demasiado tarde. El cinturón se enganchó firmemente en su sitio alrededor de la cintura y se acabó.

La dejé un rato observando sus expertos dedos cubiertos de cuero mientras escarbaba y empujaba pero no estaba accesible. Pronto se dio cuenta de que no podía mover el armazón y las correas de los muslos impedían que pudiera pasar los dedos entre el plástico y el cuerpo. Decidí que el diseño era bastante adecuado aunque todavía resultaba patente que el armazón no era su montículo real. Ahora que la tenía en mi poder podía tomar medidas para conseguir uno más ajustado. El diseñador podría todavía recibir instrucciones para hacer moldes de las áreas necesarias.

De momento Caroline se había convencido de que era inútil. Dio un suspiro estrangulado y frustrado tras su mordaza, clavó su pie embotado y luego se volvió para mirarme acusadora.

"Cuando estés preparada para decirme lo que quiero saber veré si todo va bien."

Para mi sorpresa no me dio problemas con el corsé y una vez colocado en su sitio con las medias enganchadas a los ligueros retrocedí y le eché un vistazo. En realidad se la veía no muy distinta de antes, todavía era el ángel de cuero de mis fantasías. Ahora había tomado posesión de sus tetas y su chocho. Sin mí era una castrada sin sexo y cualquier placer sexual que sintiera de ahora en adelante sería bajo mis órdenes.

Mientras se estaba lamentado le tiré las esposas.

"Póntelas, esclava" dije, "es hora de sacarte."

Obedeció, ¿qué otra cosa podía hacer? Y también tuvo que cambiarse el paño por una mordaza de bola, con cuero a juego con su atuendo. Luego enganché su muñeca derecha al cinturón de las bragas de castidad pero le dejé libre la mano izquierda.

La llevé a la celda y le volví a enganchar el collar, trabé sus piernas y coloqué la mordaza en su sitio. Su mano izquierda aún restregaba tristemente el liso caparazón que cubría su entrepierna así que decidí darle algo que hacer.

Fui a la alacena y cogí algunos libros antes de volver a la celda. Le tiré uno. Era un grupo de papeles reunidos mediante una espiral que había entresacado de internet y había editado extensamente. Lo llamaba el "Manual del Esclavo" y detallaba los conceptos generales y los deberes de un esclavo. En la cubierta figuraban las palabras, "Este material será motivo de examen y las respuestas incorrectas serán castigadas." Las leyó y me lanzó una mirada de cierva.

"Espero que te lo sepas todo, ¿entendido?"

Asintió.

"Si tienes tiempo lee esto." Le  lancé una copia de "El Disfrute del Sexo (The Joy of Sex)".

Intentó decir algo.

"¡Léelo! Ahora eres una esclava sexual. Todo lo que quiero para ti, todo lo que necesitas para ser buena, está en estos dos libros. Tu vida está en esas páginas así que léelas con cuidado. De otra forma tendré que reemplazarte." Añadí suficiente amenaza a estas palabras para convencerla de lo que quería decir el reemplazamiento.

Cerré la puerta y oí el sonido apenas perceptible de algo impactando contra ella. Tomé nota mental para más tarde, luego subí las escaleras.

Cuando volví a mi oficina el escáner casi había terminado. Una serie de mensajes en la ventana de mi estación gráfica indicaba que las primeras fotos habían sido analizadas. Saqué la primera, una foto de Caroline de pie tímidamente con su vestido de noche, y empecé a trabajar.

La manipulación gráfica es difícil y consume mucho tiempo, incluso con el mejor software convencional. Afortunadamente el último año y a sugerencia de Andy había estado ayudando a desarrollar un programa revolucionario.

Rastreo por rayos (raytracing) es la técnica usada en gráficos por ordenador para hacer que las imágenes generadas por ordenador parezcan reales, añadiendo efectos de luces, oscurecimientos y sombras a un objeto como si fueran realmente imágenes en tres dimensiones. Dentro de un programa de ordenador sitúas tus objetos generados por ordenador y estableces una serie de luces virtuales. El ordenador calcula como vería los objetos una cámara virtual, donde estarían las penumbras y las sombras y los reflejos. Una vez hecho esto se genera la imagen, a veces con increíble realismo.

Lo que mi programa hacía era lo mismo pero a la inversa, dada una imagen calcula las posiciones, características y magnitudes relativas de las fuentes de luz que iluminan el objeto original. Este mapa de iluminación puede luego aplicarse a otra imagen, sustituyendo las condiciones de iluminación presentes cuando se registró. Esto permite ensamblar diferentes imágenes y que parezcan iluminadas por las mismas fuentes.

En este caso eliminé el fondo de los cubrepolvos de la parte de atrás de Caroline y la transplanté a otro fondo que ya había digitalizado y analizado. Luego el ordenador empezó a trabajar, ajustando la iluminación de la foto de Caroline a la del nuevo fondo. Añadió sombras, brillos y reflejos a ambas partes hasta que pareció pertenecer a la otra foto. La técnica no es perfecta, la imagen compuesta aún necesita una buena cantidad de ajuste manual para adquirir una apariencia totalmente realista y no tenía tiempo para eso ahora. Afortunadamente incluso la simple ejecución del programa resultaba maravillosamente efectiva y era todo lo que necesitaba. Caroline de pie en una calle húmeda, bien iluminada después de la caída de la tarde. Sonreía a la cámara, las luces de la calle brillando en sus alhajas y sus tacones reflejados en los charcos de la acera...

Trabajé toda la tarde ensamblando imágenes y poniéndolas en un documento que había preparado antes. Pasaba de un ordenador a otro con mi silla de oficina comprobando primero uno, luego el otro, luego a Caroline, con precisión mecánica. Cuando la había dejado había tirado inicialmente los libros contra la puerta en un arrebato súbito de rebeldía renovada. Finalmente, después de haber intentado desesperadamente llegar a su entrepierna cubierta, el aburrimiento la había vencido y empezó a leer. Cada dos horas le hacía una visita, en parte para que pudiera beber pero principalmente porque las bragas de castidad le impedían ir al baño sin mi ayuda.

Sobre las cinco se terminó de imprimir el último documento y yo estaba listo. Puse mi trabajo en una carpeta junto con otros papeles, cogí un tentempié de la cocina y me dirigí hacia abajo.

Después de preparar la mesa la liberé y la conduje a la mazmorra. Enganché el collar a la mesa, le até los tobillos y el trasero a la silla. Luego le quité los guantes, porque quería sus huellas. Finalmente le quité la mordaza, pero como siempre, la dejé colgando alrededor de su cuello.

"Pensé que deberíamos hablar," dije sentándome en la mesa frente a ella. Le empujé una cocacola de dieta, "Sé que tienes preguntas sobre tu nueva vida aquí y realmente no te he dado respuestas." Se echó un buen trago de cocacola, que pareció devolverle la confianza.

"¿Quién eres? ¿Por qué me has traído aquí?" preguntó con voz alta y ansiosa.

Giré la vista, volviendo al mismo principio básico antiguo. "Soy tu AMO, te he seleccionado para que seas mi esclava sexual. Tu principal tarea es obedecerme por completo y darme placer sexual a mí y a cualquier otro que yo indique. Ya te lo dije antes." Sabía cuál iba a ser la siguiente pregunta, así que me adelanté. "En cuanto a por qué te escogí a ti, eso es cosa mía."

"Ahora que hemos atendido DE NUEVO a tus viejas preguntas, ¿hay alguna otra que quieras preguntar?"

"¿Cuánto tiempo pretendes mantenerme aquí?"

"Hasta que me aburra de ti. Luego te reemplazaré por otra nueva." Una mirada de terror se extendió por su cara.

"No eres la primera," mentí, "y ciertamente no serás la última. Cuanto más me gustes, más tiempo estarás viva y más tiempo estará en libertad la que te reemplazará."

"¿Cuánto tiempo?" preguntó con sus ojos enormes y temerosos.

"El récord actual está en cinco años," dije llanamente, "pero era excepcionalmente obediente. Las que rehúsan el entrenamiento no duran ni un mes." Podía ver como absorbía la información. "Al final estaba bastante enganchado a ella, cuando llegó el momento se la vendí a un amigo en lugar de hacer algo desagradable." Le sonreí, "Siempre hay un sitio para una esclava obediente, las difíciles traen lo inevitable con ellas."

La miré a los ojos, "Me pregunto, ¿de qué tipo serás tú?"

"Por favor, amo......" sus preguntas se habían terminado. Todos los horrores que se habían formado en su mente mientras yacía, atada y sola en su celda se habían confirmado. ¿Qué más quedaba que decir?

"Ahora tengo una pregunta para ti, esclava," dije percibiendo que reaparecía la tensión en los músculos de sus hombros. "Hace un par de días cuando mi amigo Bob vino y te escondí detrás del sofá, ¿por qué no intentaste gritarle?"

"Estaba amordazada..."

"Pero tienes que haberte dado cuenta de que podría oírte todavía estando tan cerca."

Tragó saliva. "Estaba allí contigo," lloró, "Tenías mucho tiempo para alejarme de allí, me imaginé que no te arriesgarías a que me encontrase si no lo supiera ya. ¡Querías que te desobedeciera para castigarme!"

Era un argumento bien razonado. Con todo el tiempo que había tenido hasta ahora había olvidado que estaba tratando con una colega pregraduada y no una simple chica de campo. Era brillante, de acuerdo, pero yo era mejor. Un pensamiento diabólico vino a mí.

"Tienes razón a medias, esclava," dije, "Bob no te habría liberado pero no tiene parte en esto. Mira, le dije al viejo Bob que mi última novia es rara, le va el sado y así, justo por si te descubría. Si hubieras gritado te habría presentado a él y se habría ido. Lo habría encontrado raro pero no habría pensado que estuvieras aquí contra tu voluntad."

Sonreí cuando una expresión súbita de comprensión cruzó su rostro. Todavía pude adivinar lo que estaba pensando. Si "Bob" la hubiera visto puede que la hubiera reconocido en un reportaje de personas desaparecidas. "Bob, el Fantasma" se había transformado en un "Fantasma de la Oportunidad" para el rescate que no había acertado a usar...

Esperé hasta que la mirada de desesperanza hubiera empezado a desaparecer. "No te atormentes," sonreí. "No lo sabías y además nadie sabe que estás perdida de modo que no te hubiera reconocido en ningún caso."

"Alguien lo sabrá," dijo con una mirada desafiante en su cara, aspecto de esperanza en sus ojos. "Más pronto o más tarde se informará de mi desaparición y..."

"Y nada," la corté. "Cada año desaparecen miles de personas, muchas más de las que pueden derribarse en una mala jugada. Hay gente huyendo de la ley, de los acreedores, matrimonios fallidos. Es uno de los encantos de un país de este tamaño, es fácil perderse en él. La mayor parte de la gente perdida regresa a casa a las pocas semanas, la policía probablemente no se ocuparía de tu caso en un mes. Luego estoy seguro de que hay un montón de préstamos pendientes en el college y en el banco, montones de dinero adeudado." Podía ver en sus ojos que los había. "La policía no busca a la gente que quiere seguir perdida y la evidencia es que tú te quitaste de enmedio."

Todavía brillaba un poco la luz de sus ojos. Era el momento de extinguirla por las buenas. "Todo lo que tenemos que hacer es asegurarnos de dar una buena razón para que dejaras la ciudad. Aquí tengo una perfecta."

Abrí la carpeta, saqué su pluma, papel y sobres y un papel impreso con láser."

"Este es el texto de una carta que mandarás a tu madre. La copiarás en el papel de carta EXACTAMENTE como está escrita. Tengo suficientes muestras de tu escritura manual como para reconocer si intentas alguna estupidez."

Observé mientras leía el texto. Era sencillo y trabajado con el estilo habitual de Caroline y decía que le habían ofrecido un trabajo de verano en una clínica psiquiátrica privada cerca de Seattle. El trabajo de asistente de enfermera no era en realidad nada más que una bobada sin mucho contenido, pero sus profesores estaban de acuerdo en que la experiencia podía contar al final de su graduación. Con esto en la cabeza se iría inmediatamente, ahora que los exámenes habían pasado. Les enviaría las nuevas señas en cuanto su nuevo patrono le hubiera asignado alojamiento.

"Bien, ¿a qué esperas?"

Agitó la cabeza y leyó de nuevo el texto. Era una explicación plausible de su marcha de la ciudad. El estilo, las palabras favoritas y la forma general de escribir eran suyos, una vez que los copiara en su propio material de escritura parecería completamente normal. Sabía tan bien como yo que cuando sus padres recibieran esto la caza se acabaría. Eventualmente la alarma podría dispararse, pero empezarían a mirar en dirección equivocada y para entonces la pista estaría muy enfriada.

La observé mientras lo sopesaba.

"Todo lo que necesito es una explicación verosímil de tu desaparición," dije. "Esta es la mejor porque parece más natural, pero una chica en tu situación, debiendo dinero y con padres no muy simpáticos puede tener miles de razones para desaparecer."

Le tiré un sobre comercial blanco grande. Lo cogió y lo miró inexpresivamente. Observé como sus ojos lo revisaban, se clavaron sobre las señas del remite, algún sitio en una calle poco conocida de Seattle. Sin embargo su reacción fue más pronunciada cuando vio a donde iba el paquete. Estaba a su nombre pero con la dirección de la casa de sus padres en Iowa. Con dedos temblorosos lo abrió. El paquete contenía cuatro páginas grapadas juntas. La primera era una nota en papel de buena calidad con cabecera comercial y un logotipo estilizado, casi art decó, de una bella mujer llevándose a los labios un vaso de vino, subrayado con unas letras de bello diseño y el texto "Cachet Escorts" (Acompañantes Distinguidas). La oficina de la compañía tenía las mismas señas poco conocidas que figuraban en el sobre, que sabía correspondían a un bloque de oficinas medio vacío en un suburbio del extrarradio de Seattle.

Estaba orgulloso de la carta y observé como sus ojos se abrían horrorizados. Estaba fechada unos pocos días antes del secuestro y decía:

Querida Caroline,

Deseo agradecerte tu dedicación las últimas semanas, no hubiera sido fácil acoplar nuestras entrevistas y sesiones fotográficas en tu ocupada agenda. Confío que tus preparativos para el traslado a Seattle estén bien avanzados. Solo puedo repetir que no te arrepentirás de tu decisión. Washington es un estado muy bonito y Seattle puede ofrecer un lugar de entretenimiento para una joven como tú.

Sin embargo, tengo que admitir que me siento un poco incómoda con respecto a la dirección de Seattle que propones. Aunque tu amigo tenga razón al decir que es una zona de viviendas de bajo coste, es el tipo de área por la que una chica no puede caminar sola con seguridad. Si te pones en contacto con nuestras oficinas podremos suministrarte una lista de hoteles limpios de bajo coste que encontrarías mucho más asequibles. Si el dinero te supone un problema estoy segura que podremos adelantarte una pequeña cantidad hasta que te hayas establecido.

He incluido una copia de la información que tenemos en nuestro archivo. Por favor, revísala, corrígela si es necesario, fírmala y pon la fecha al final y devuélvemela tan pronto como puedas.

También incluyo copias en borrador de tus páginas en nuestros diferentes directorios. Son los resultados de tus sesiones fotográficas y de la información que nos facilitaste. Aunque no se prevean problemas es nuestra política permitir a nuestras chicas revisarlas y, si fuera necesario, modificar sus apartados antes de que se imprima las copia final. Puedes estar tranquila de que nuestros directorios no saldrán de nuestras oficinas, aunque algunas veces facilitamos una copia de los apartados de chicas nuevas a nuestros clientes regulares bajo petición.

También incluimos tu apartado en nuestro directorio de servicios especiales. De nuevo debo felicitarte por tu decisión de probar esta área. Como ya dijimos el trabajo es variado y bien remunerado. Los caballeros que tienen estas necesidades especiales están entre nuestros clientes más generosos y unas cuantas de nuestras chicas se han borrado de nuestra lista general para concentrarse exclusivamente en estos clientes. Las fotos usadas en estas páginas son necesariamente más explícitas. Algunas de nuestras chicas han expresado en el pasado dudas respecto a sus apartados pero ahora están de acuerdo en que nuestra decisión fue correcta. El directorio especial nunca sale de nuestras oficinas y solo se muestra a clientes de especial confianza.

Te diré nuevamente que éstos son solo borradores para tu aprobación. La calidad de las versiones finales impresas será mucho mayor.

Finalmente, cuando hablamos la última vez todavía no estabas segura de si querías utilizar el nombre de Elizabeth. Como puedes ver nuestras páginas en borrador utilizan actualmente ese nombre. Si quisieras cambiarlo, por favor háznoslo saber lo antes posible. Nos reservamos el derecho de aprobar el nombre profesional de nuestras mujeres. Es nuestra política que cada una de nuestras chicas elija un nombre único, sobre la base de que la primera que llega es la primera que se sirve. Esto lo hacemos para evitar confusiones y asegurar a nuestros clientes que tendrán la chica adecuada si la piden por su nombre.

Además no aconsejamos el uso de nombres demasiado cercanos al nombre real de la chica porque puede producir desconcierto. Por ejemplo en tu caso no aconsejaríamos el uso de "Carol" o "Carolyne" pero nombres como "Catherine" o "Carrie" serían adecuados.

Por favor, ponte en contacto conmigo en cuanto llegues a la ciudad y acordaremos una comida y discutiremos tus planes.

Quedo tuya como siempre.

Brenda Evans.

No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que Cachet era una agencia de chicas de alto standing. Había tenido contacto con ellos un par de años antes cuando algunas de sus chicas trabajaron en una fiesta organizada por una compañía de software bien conocida. Sus chicas habían sido elegidas para ser corteses, sofisticadas y bien instruidas, pero no era un secreto que con la cantidad adecuada se las podía convencer para que se quedaran por la noche. Conocía un montón de hombres que usaban sus servicios cuando estaban en Seattle y, aunque yo mismo no era cliente, había oído suficiente por vía directa para saber cómo trabajaban. Un cliente indiscreto me había dado una vez el apartado de archivo de una chica con la recomendación de que la probara. Lo había usado como modelo para el apartado de Caroline.

Cachet estaba ahora fuera del negocio, sus oficinas cayeron con gran escándalo unos pocos meses antes. No tenía dudas de que habría ahora dos o tres 'Cachets' esperando recoger la clientela de la difunta agencia, así que mi engaño sería probablemente atribuido a un imitador de corta duración.

Caroline estaba ahora revisando la segunda página. Se suponía que era el apartado del archivo privado de la agencia con la edad, altura, peso, aficiones, dirección y parientes. No demasiado diferente del archivo de personal que cualquier compañía mantendría.

"Mira las señas," dije con cierto orgullo.

Bajo su nombre estaban las señas de sus padres, bajo las señas de sus padres, como parientes estaban sus señas del college.

"Es lo que un leguleyo llamaría un error de ordenador," dije, "En la industria le llamamos entra basura, sale basura. Ves que cuando la cosa se transfirió desde el papel ocurrió una desafortunada sustitución lo que quiere decir que la agencia envió esto 'accidentalmente' a la casa de tus padres. Cuando no puedan encontrarte lo abrirán desde luego y..."

Había encontrado el 'y...'. La primera página parecía suficientemente inocente. Era el apartado de Caroline en el directorio de la agencia. La mayor parte de la hoja contenía fotos de Caroline con el traje de noche. La primera era una foto de Caroline en la calle con una limusina saliendo como fondo. Segunda foto, una Caroline sonriente ofrece una mano enguantada a la cámara, fondo de dormitorio de hotel. El resto de las fotos iban en la misma dirección. Caroline manipulando y bebiendo champán y con apariencia sugerente. El texto sugería que después de una noche en la ópera 'Elizabeth' podía ser persuadida para quedarse un poquito más.

La segunda hoja era muy diferente. Supuesta del 'directorio especial' mostraba a 'Elizabeth' en su lencería de cuero total. En la primera estaba en pie con sus botas de tacón alto sobre un taburete mostrando sus bragas de cuero ceñidas estrechamente a su entrepierna, manos en las caderas, sonriendo. Había una que correspondía con 'Elizabeth bebiendo champán' y luego una secuencia de tres de una sonriente 'Elizabeth' amordazándose y esposándose ella misma. La última era de la dominante 'Elizabeth' flexionando una fusta de equitación y con aspecto severo. El texto era también más explícito hablando de los deseos de 'Elizabeth' de hacer que su cliente estuviera contento sin importar cuales pudieran ser sus 'necesidades especiales'.

Caroline miró hacia arriba horrorizada, "NO, por favor..."

"Voy a echar al correo una de estas mañana," dije apuntando al sobre grande y al cuaderno de cartas. "Realmente no me importa cual reciban. Cualquiera explicará por qué desapareciste y cualquiera desviará la atención de la idea de un rapto. Es tu decisión. Tus padres no te volverán a ver. La pregunta es, ¿cómo quieres que te recuerden, cómo su pequeña chica o como una guarra endiablada que vende su cuerpo por dinero?"

Caroline empezó a llorar. Podía ver la desesperación en sus ojos. Golpeé la mesa con la fusta, "¡Elige!"

Con mano temblorosa cogió la pluma y empezó a escribir.

Rechacé el primer intento porque la escritura era demasiado inestable, los dos siguientes por errores de deletreo. El número cuatro era perfecto pero lo rechacé de todos modos y la advertí de que no me diera más problemas. Le chillé y la amenacé con el castigo y al final conseguí llevarla al cuadro mental que necesitaba. Escribió la carta, puso las señas en el sobre e incluso lamió el sello para facilitar una evidencia al forense. Coloqué la carta en una carpeta y le pasé el segundo artículo. Cuando empezó a leerlo golpeé la fusta frente a ella.

"Los esclavos obedecen, no necesitan entender," dije viscosamente.

Así que empezó, escribió postales, firmó documentos, rellenó formularios con su nombre y una serie de alias. Cuando los terminaba iban a carpetas separadas. Parecía desconcertada y no le di tiempo para pensar cosas. Si un documento no era único a menudo rechazaba enconadamente el primero para mantenerla desequilibrada. Cuando firmó y fechó un complejo documento legal casi al final no se dio cuenta de que acababa de sentenciar el camino a su libertad.

Terminamos con ella firmando un par de cheques. Luego saqué un grabador de cinta y unas cuantas hojas de papel.

"Este es un guión," le dije echándole el papel encima, "Dirás las palabras exactamente como están escritas, ¿entendido?"

Asintió y lo hizo perfectamente con el primer par de mensajes, pero luego, cuando empezó uno obviamente significativo para sus padres empezó a sollozar incontroladamente. Al final nos llevó un montón de amenazas antes de conseguir la representación que necesitaba.

"Lo hiciste bien," dije tomando y empujando la mordaza de nuevo en su boca sollozante. "Te perdonaré por el arrebato de temperamento de esta mañana. Dime esclava, ¿aún estás caliente?"

Aun sollozando asintió con la cabeza.

"Bueno. Tengo que sacarte un ratito porque tengo cosas que terminar arriba," La acaricié suavemente el muslo. "Aunque después te recompensaré."

Le hice que se pusiera un nuevo par de guantes de látex y le volví a colocar las esposas. Le até los brazos a la espalda y la liberé de la silla. La empujé hacia mí sintiendo la dureza del corsé de castidad cuando se apretó contra mi pecho. La luz de esperanza se había ido de los ojos llenos de lágrimas clavados en mí desde encima de la mordaza.

"Soy tu amo, esclava, y ahora empieza tu entrenamiento."