Caroline capturada Cap. IX
Encuentro con Maggie
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Este trabajo tiene copyright a nombre de TM Quin
Todos los personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia. El autor no está de acuerdo necesariamente con cualquiera de las actividades detalladas en el relato, algunas de las cuales son peligrosas o ilegales.
Traducida por GGG 2000, revisada en agosto 2020
Caroline Capturada. por Quin
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Capítulo 9: Encuentro con Maggie
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Y lo raro fue que fuera mi adicción a los ordenadores lo que la salvó.
Soy un adicto, algo que admito libremente a todo el que quiera oírlo. Soy de los tipos que compran cosas de los catálogos de artilugios que te encuentras en los aviones. Muchas de las cosas que poseo tienen ordenadores en su interior, incluso algunas que no los necesitan en realidad. Por tanto apenas sorprenderá que cuando me puse a construir la casa de mis sueños fuera un "edificio inteligente". Podría hablar largo y tendido de líneas de paquetes de fibra óptica y controles redundantes, pero baste decir que una máquina está dedicada a los aspectos de seguridad de guardar una esclava.
El suicidio era una de las cosas desagradables que estaba obligado a considerar. Alguna gente no reacciona bien cuando está encerrada. Quitarse la propia vida les parece a veces preferible y cualquier guardián de prisión puede contar sobre suicidios ingeniosos, incluso cuando el prisionero estaba siendo vigilado estrechamente. Cuando Caroline se dejó caer tenía cadena floja suficiente para caer quizás 3 pies (1 m) antes de ser retenida. En el mejor de los casos podía hacerse daño cuando el collar se pusiera tirante, en el peor podía romperle el cuello. En el momento en que el punto de montaje estuviera bajo carga, un detector de tensión registraba el impulso repentino y lo enviaba al ordenador. Pero el ordenador conocía la diferencia entre una carga estática y una impulsiva, dejaría que el cuerpo de Caroline se aplicara a la cadena pero no de repente. En el instante en que cayó a una velocidad mucho más rápida de la que cualquier ser humano podría reaccionar, la máquina determinó que ella estaba en peligro y disparó un perno explosivo cortando el montante en el techo. Cayó al suelo sin resuello y demasiado sorprendida para hacer nada cuando la cadena aterrizó sobre ella. Con el corazón empezando a latir de nuevo la agarré y la ayudé a levantarse. Con una fuerza que no sabía que tuviera la levanté como si fuera una muñeca de trapo. "¡Qué cojones pasa contigo!" casi grité, "¡Estás tratando de matarte!" "Tú...tú dijiste...." "¡¡Qué cojones importa!!" La agité. Por primera vez me vino un impulso de pegarle. Empezó a llorar.
"Sobre si el bebé era una CHICA." Dijo como si la respuesta fuera algo evidente. La puse en la mesa, mi enfado empezaba a remitir. En el fondo de mi mente seguía analizando lo que había descubierto. La conclusión es que había raptado a una mujer zumbada. No era muy bueno pero me calmó. "Una broma," dije, "Eso es todo. Si hubiera sabido que hay sangre de rata en tu familia habría tenido más cuidado." "¿De modo que es una broma?" "Necesitamos discutir esto," dije, "Pero no ahora." La empujé de espalda contra la mesa y enganché la cadena a uno de los montantes de la mesa. Quería asegurarla antes de ir más lejos.
"Ahora, quítate los guantes."
Cuando empezó a obedecer fui a la alacena y empecé a escarbar en su interior. Había terminado cuando volví. Miró los nuevos artefactos con algo de temor, no podía decir como estaba yo de nervioso y no sabía si esto era algún nuevo dispositivo de tortura. Necesitó el uso de la fusta conseguir que pusiera las manos a la espalda y las mantuviera preparadas mientras tiraba de la manga única por los brazos arriba. Cuando llegó al final abroché la correa superior y reemplacé el collar por el postural ya enganchado a la manga. Luego siguieron cinco minutos de apretar las numerosas correas. Cuando terminé me eché atrás para admirar mi obra.
Houdini dijo en una ocasión que las camisas de fuerza eran fáciles de vencer una vez que asumías que estaban diseñadas para controlar a los locos. Esta creación de un suministrador fetichista de Inglaterra no había cometido esos errores, hecha de cuero negro con hebillas por todas partes, no dejaba posibilidad de escape. Todavía estaba luchando con ella cuando pasé a la fase 2. Primero, volver a recogerle el pelo en una cola de caballo. Luego agarré un nido de correas de la mesa. Ella no sabía para que eran la mayoría de ellas pero podía suponer donde iba la bola de caucho.
"¿Por favor?"
"¡Abre!" ordené sin humor para réplicas.
Dudó pero no mucho tiempo y empujé la gran bola de caucho firmemente en su boca. Por alguna razón llamaban a esto bola de mordaza de entrenamiento, a pesar del hecho de que esté considerablemente mejor diseñada que una bola de mordaza. Además de la bola usual y la correa hay un arnés que se engancha a la correa, va por los dos lados de la nariz de la víctima para abrocharse en la parte posterior de la cabeza. Una segunda correa pasa bajo la barbilla para forzar a la mandíbula a cerrarse fuertemente sobre la bola. Es muy efectiva y tiene la ventaja añadida de que una vez colocada no puede ser liberada incluso aunque la víctima pueda usar las manos. El fracaso de ayer no volvería a ocurrir. Una vez que todo estuvo atado y los candados puestos decidí mantenerla entretenida y distraída. Le enseñé lo que había pensado, un vibrador y un arnés tan inescapable como el resto de las sujeciones. Tenía un añadido imprevisto, un bloque de minúsculos dedos de goma que caían sobre el clítoris y que, según la propaganda de los diseñadores, incrementaban la estimulación sin aumentar las posibilidades de llegar al orgasmo. Parecía un buen momento para probarlo. Hubo un poco de resistencia antes de colocarlo en su sitio pero cuando terminé el arnés parecía justamente como un par de bragas de látex ceñidas. La única excepción era el botón de control de velocidad que sobresalía entre las piernas. Alcanzándolo la puse a fuego lento, y escuché los pequeños gemidos que escapaban de detrás de la mordaza.
El arnés de cabeza tenía unos componentes adicionales que había guardado en el bolsillo. Recuperé rápidamente la sección de vendas y la enganché sobre sus ojos usando las sujeciones suministradas. Se mantuvo en pie y temblaba mientras completaba los preparativos. No se resistió cuando enganché un par de patas de hierro a los tobillos de sus botas. Miré hacia abajo y empecé a respirar de nuevo, estaba a salvo. No sabía a cuento de que había venido todo, pero estaba seguro de que no había forma de que se hiciera daño ahora. La llevé de vuelta a la celda, empezó a lloriquear e intentó decir algo. La mordaza de entrenamiento había sido modificada de forma que no necesitaba quitarla para llegar a la bola. Solté suavemente un pequeño candado, desabroché un par de hebillas y la bola salió libre.
"Por favor," dijo ella, "Lo siento, yo no quería...."
"Tienes un minuto para explicarte, o serás castigada, Esclava."
"Por favor, no puedo."
"¿Quién eres?" exigí.
"Una es...esclava, Amo"
"¿Qué hacen las esclavas?"
"Dar placer a mi Amo y a otros que él designe." Era verdad pero no era lo que quería que dijese.
"¿Cuál es la regla número uno?"
"Obedecer a la primera, siempre."
"Y si una esclava no lo hace."
Le tembló el labio, "Es castigada."
"Así que te voy a dar una orden directa, ¡quiero que me digas a que viene todo esto!"
Hizo una pausa, aún con los ojos y la mayor parte de su cara cubierta podía ver que había un conflicto interno.
Al final dijo, "Fue lo que dijiste sobre un bebé niña."
Sonreí, aunque desde luego no podía verlo. "Qué pasa con eso," dije, "¡Cómo Amo estoy en mi derecho!"
Era lo que no debía haber dicho. Empezó a llorar de nuevo. Intenté que se sobrepusiera pero no hubo manera. Al final enganché el cable y la dejé sollozando sobre la cama.
Ahora sabía con certeza que allí había algo mal. Sus reacciones no habían sido correctas desde el comienzo. Sus súbitos cambios de humor, su falta de resistencia y ahora esto. Tenía unas cuantas teorías la mayoría de las cuales giraban en torno a una enfermedad mental seria. Una cosa era cierta, iba a necesitar la ayuda de un experto.
Hice dos llamadas. Primero llamé a Vicky al trabajo. Le expliqué que me había surgido un problema personal de última hora y teníamos que posponer las cosas una semana. Pareció desencantada hasta que le ofrecí pagarle la sesión cancelada e invitarla a comer para discutir los planes futuros. Luego llamé a una vieja amiga del college, para mi gran alivio tenía la mayor parte de la tarde libre así que quedé con ella en vernos en un bar que conocíamos. Hice mis preparativos, di a Caroline una bebida y la ayudé a ir al baño. Estaba silenciosa y dije lo menos que pude. Luego, satisfecho de que estuviera bien para las siguientes cuatro horas, me fui.
Vicky trabajaba como higienista dental en una parte de la ciudad que no tenía muchos restaurantes buenos. Habíamos quedado en vernos en el exterior de la parte delantera de su edificio para ir a un pequeño bistró que yo conocía. Mientras andaba hacia el coche supe que había hecho una buena elección. Era casi exactamente de la estatura y complexión de Caroline. En vez de la melena de cabello rubio dorado de Caroline llevaba un corto rapado ratonil y no se parecía mucho de cara, pero con todo estaba satisfecho. Cualquiera de los trajes que había comprado le servirían con poca dificultad y, lo más importante, con una peluca rubia y llevando los vestidos de Caroline serían indistinguibles en una foto lejana. Una vez en el restaurante le mostré mi catálogo, fotos que había tomado con Andy Pearson usando alguna de sus modelos. Tenía unas pocas fotos tomadas en París el año último; Sam, Jean Paul y yo, los dos charlando con Claudia. No soy normalmente de los que dejan caer nombres pero este era el primer trabajo como modelo de la chica y sentía la necesidad de convencerla de que no era algún informal imprevisible. La pagué y me disculpé de nuevo, luego pedimos la comida.
Tenía una personalidad agradable aunque un poco roma y tendía a limitar las conversaciones a temas con los que se sentía cómoda. Durante la primera parte de la comida el tema de los dientes se llevó una gran parte de la conversación. Luego hubo suerte y descubrí que le gustaban las motos. Esto era más de mi estilo y la segunda mitad de la comida fue más entretenida. Me despedí, le prometí llamarla y me encaminé a Boston.
El bar de Mike es una de las perlas escondidas de la vida nocturna de Boston. Los que lo conocen lo llaman el auténtico "Cheers", un tranquilo bar irlandés americano sin pretensiones, con una clientela leal que no siente la necesidad de anunciarse o ingresar en el comercio turístico. Los habituales mantienen su pequeño secreto y ser aceptado allí se considera tanto privilegio como ser miembro de alguno de los exclusivos clubes de caballeros. Mike extrae la mayoría de sus habituales de la directiva académica de las universidades locales. Nadie sabe cómo ocurrió eso pero sospecho que está suficientemente alejado de los colleges para estar fuera del rango de acción del tambaleo de los pregraduados. Esto ofrece a los profesores una oportunidad de verse, charlar y beber sin el riesgo de una interrupción por parte de los estudiantes. Llegué pronto y pedí la primera ronda, plantándome en mi cubículo acostumbrado y esperé. Pasaron unos cuantos habituales y algunos se pararon a charlar y el negocio de Mike fluyó a mi alrededor. Llevaba hecha una parte del crucigrama del Globe cuando una figura mojada sacudió ruidosamente su paraguas cerca de mí.
Levanté la mirada, "Hola Maggie, ¿llueve?" "No," dijo, "Es que me gusta pasear paraguas mojados. Para ser un hombre supuestamente inteligente, Richard Cody, dices algunas de las cosas más estúpidas." Señaló la pinta de Guinness sobre la mesa, "¿Es para mí?" Cuando asentí se la bebió a sorprendente velocidad. La camarera ya la había visto llegar y venía de camino para la siguiente ronda. "¿Lo mismo?" pregunté.
"Demonios, no. Si me pides que deje todo y venga significa que tienes un problema y que siendo así estoy en mi tarifa profesional." Sonrió a la camarera. Dile a George que tomaré un brandy con ginger ale, y quiero VSOP no de esa basura barata. El señor Cody, aquí presente, me dice que es un millonario del papel, veamos si no podemos hacerle gastar algo, ¿verdad?"
Había conocido a Margaret O'Hanks durante mi investigación de posgraduación. Era una pelirroja bajita esbelta, con preciosos ojos verdes y una personalidad
impulsiva. No puedo recordar exactamente como nos conocimos pero creo que nuestra atracción se basó en necesidad común; yo necesitaba una amiga y ella un equipo de TV. Podría garantizar virtualmente que tres minutos antes de que empezara el "Show del Sábado Noche" llamaría a la puerta y entraría y se sentaría y miraría como si fuera la dueña del lugar. También había sido mi primera amiga gay y pasamos muchas horas recorriendo los bares en busca de chicas. No había sentado muy bien a mi ego que pareciera mejor que yo pillando tías. Durante un tiempo habíamos compartido casa formando un improbable trío con una alta, espigada y bisexual rubia llamada Kathy. Las sesiones de los tres en la cama habían sido bastante comunes aunque Maggie y yo solamente lo hicimos juntos una vez lo que había sido suficiente para convencerla de que el sexo con pene estaba sobrevalorado. Era una guasona aguda y racional, algunas veces viscosa y ser su amigo no era una protección. Alguna de sus hazañas se habían convertido en leyenda, resultando sorprendente que le hubieran pedido que se quedara después de su graduación y había estado allí siempre desde entonces. Ahora era una investigadora muy respetada en psicología experimental clínica. Como siempre, había supuesto bien, necesitaba consejo.
Colgó el abrigo y depositó el paraguas en el perchero estando de vuelta en el cubículo al mismo tiempo que la bebida.
"Echa un ojo hacia aquí y mantennos en marcha," dijo a la camarera que presintiendo una buena propina en el aire empezó a dar vueltas a una discreta distancia de nuestra mesa. Maggie echó un trago y luego miró hacia arriba y sonrió.
"Así que Cody ¿cómo está el amor de mi vida, superaste finalmente a la Reina de Hielo?"
"Se llama Samantha."
"Sé cómo se llama," dijo ásperamente. "Y también sé que te has librado bien de ella. Lárgate pequeña zorra. Algunas mujeres son demasiado bellas para su propio bien o el de cualquier otro."
"¡Me estás diciendo eso porque ella te rechazó!"
"¡Estuvo tentada tío! A la señorita pantalones sabelotodo le gustan los chicos, de acuerdo, pero tiene un picor en sus pantalones que sólo otra mujer puede rascar"
Sonreí, era una vieja discusión, la habíamos empezado hacía veinte años y todavía permanecía viva y fuerte. Era un argumento de Maggie que todos éramos bisexuales, que los hetero estridentes y los gay eran los extremos, estando el 90% más en una dirección o en la otra. Creía que era sólo el tabú social lo que impedía que la gente experimentara y se diera cuenta de la verdad. Desde luego ella estaba dispuesta a ayudar a cualquier chica que quisiera comprobar que era verdad, pero eso, alegaba, no invalidaba el punto. Sentí que era el momento de cambiar de asunto.
"Hablando de picores ¿cómo te van las cosas?" Una extraña mezcla de emociones pasaron por su cara, "Estoy pensando en hacerme monja."
"¿Por qué?"
"Bien, he sido célibe durante casi nueve meses. Si voy a hacerlo sin, entonces puedo además conseguir que me lo reconozcan." Lo escupió con una amargura que nunca había visto antes. "Salud," Bajó la bebida y como por arte de magia apareció la camarera. "Otra de lo mismo."
"Mira," dije incómodo, "Si es un mal momento..."
"No, mira, estoy precisamente un poco harta en este momento." Dio un profundo suspiro. "Las últimas Navidades hubo un cierto escándalo, una chica se quejó de que un profesor le ofreció arreglar su calificación a cambio de sexo. Claro que todo el mundo sabía que estaba mintiendo, el tío que acusaba estaba más interesado en los jugadores de rugby estrellas de este año por alguna razón, pero la oficina del Preboste envió un informe a todo el mundo sobre la fraternización. Ya sabes."
"¿Hablas en serio?"
Frunció el ceño de nuevo, "Esto no ha parado a nadie. No creo que nadie trafique realmente con las calificaciones pero hay cantidad de jovencitas espabiladas que llegan al college en estos días. Si te acercas a una chica, especialmente si es agraciada y quieres ofrecerle algo de ayuda. Bueno, ya sabes." Pegó otro trago. "El Preboste actual no me gusta. Oh, se hará el ciego mientras alguno de sus amigos masculinos juegan pero puedes apostar que si yo me atrevo tan solo a mirar a una chica..."
Asentí.
"Y es tan desagradable," continuó, "Yo estoy interesada, ella está interesada y sé que si la veo algún imbécil soplará el silbato tan deprisa que aún no habré tenido tiempo a bajarme las medias." Se sentó y se puso melancólica durante un instante, puedo asegurar que estaba revuelta en su interior. Empecé a desear que hubiéramos estado más en contacto, pero después de que Sam me despachara había estado demasiado preocupado y los últimos meses habían sido íntegros de preparativos para el secuestro.
En un momento determinado miró hacia arriba y sonrió "En todo caso, ¿qué hay de ti?"
Estuve tentado de olvidar el asunto, pero me habría quedado con una esclava inoperativa y potencialmente suicida. Así que dejé que viniera otra ronda antes de empezar con mi historia. Desde luego no le podía decir toda la verdad, Maggie era cojonuda pero realmente no podía empezar con "Está esta chica que secuestré..." Así que en su lugar le conté la historia que había venido preparando en el coche mientras venía. Le dije que había conocido a una chica, Elizabeth, en una fiesta del college, que nos habíamos sentido atraídos y habíamos empezado a salir, le dije que le gustaba el sexo atada y el trato duro, que todo había ido bien excepto que había algunos pequeños incidentes. Le conté las historias tan cercanas a como habían ocurrido como era posible, omitiendo solo la naturaleza no consentida de su apresamiento y la existencia de la mazmorra. Maggie escuchó sin decir nada pero noté el ocasional parpadeo de interés, la mayoría de las veces coincidiendo con detalles de nuestras prácticas.
"Crees que está loca." Era una aseveración y sus ojos verdes miraban intensamente.
"Creo que es una posibilidad," dije, "Si no hubiera hecho un mal trabajo al sujetar esa cuerda podría haberse ahorcado."
"Realmente necesitaría verla, tener una entrevista completa." Se detuvo, "Mira, tengo un poco de práctica fuera de la universidad, podría ir allí."
Moví la cabeza, "Solo con que sospechara que he hablado con un psiquiatra se iría, estoy seguro. Es muy celosa de su intimidad, si no quiere decírmelo, dios sabe cómo reaccionaría ante ti."
Bebió un trago y con voz tranquila dijo, "Abusaron de ella de niña."
Arrugué el entrecejo. "No lo creo. Su padre era sacerdote," dije esperando que no hubiera dado información suficiente para relacionar a Caroline con "Elizabeth".
"Eso no quiere decir nada. Nueve de cada diez familias envueltas en un incesto parecen perfectamente respetables desde fuera. Incluso no tiene por qué ser un miembro de la familia, basta que sea alguien con autoridad sobre el niño percibida por él. Algo me lo está diciendo, la chica tiene dificultades para conseguir el orgasmo salvo si es forzada."
Me rasqué la cabeza, no acababa de verlo pero yo no era el profesional.
Miró por la ventana. Había dejado de llover y todavía estaba bastante oscuro. Una mujer joven cruzaba la calle tirando de su hija de siete u ocho años. Por un momento pensé en la hija polvorienta imaginada de Caroline. "Mira a esa niña," dijo Maggie, "Supón que quieres hacer sexo con ella." Puse cara de asombro. "Mira, concéntrate solo en los aspectos prácticos. Es más pequeña y más débil que tú, algo que muchos pedófilos encuentran particularmente atractivo. No tiene posibilidad de detenerte pero cuando lo has hecho hay un problema; que si ella lo dice. Puedes sobornarla, pero puede no funcionar, podrías matarla pero eso es todavía peor. Las amenazas son mucho mejor y la mejor manera es sugerirle a la niña que han hecho algo malo. Ves que si amenazas con matarla a ella o a sus padres puede funcionar, pero incluso una niña sabe que no puedes vigilarla todo el tiempo. Más pronto o más tarde se sentirá suficientemente a salvo como para hablar. Ahora bien, ¿qué pasa si le dices que ella fue la responsable, que es la que lo provocó y que si se sabe será la única castigada? Entonces nunca está a salvo. Cree que el adulto con el que podría hablar se convierte en un enemigo potencial. El violador y la niña comparten un secreto, uno que la niña cree que es una falta suya. Cree que cualquier adulto que descubra la verdad la castigará."
"Todavía no lo veo." Dije, "Lo siento si parezco un poco lento pero ¿qué tiene que ver esto con los orgasmos?"
"¿Has tenido alguna vez miedo al fracaso, Dick? Sonrió cuando vio mi expresión. "El cableado sexual de los hombres es bastante rectilíneo, estímulo, erección, eyaculación. Deja que aparezca una tensión emocional y todo el tinglado se viene abajo. Las mujeres cuanto más conectadas emocionalmente están, más susceptibles son a la caída emocional. Supongamos que esta niña crece, piensa que el sexo es sucio, diabólico y un fallo suyo. Toda la tensión y el trauma se transfieren al acto, siempre que practica sexo lo asocia con el trauma y se bloquea. Ahora imagínate una violación simulada altamente simbólica, una en la que se le dice que ella no es nada, una esclava sin posibilidad de elegir, sin responsabilidad. ¿Lo ves? Si es forzada no tiene responsabilidad. Si entonces le exiges el orgasmo como parte del ritual no solo resulta que el estímulo opuesto desaparece sino que estás añadiendo incentivos extras mediante la amenaza de castigo."
"Parece un tanto improbable," dije, "Y no explica el incidente reciente."
"¿Ha tenido un aborto?"
"Demonios, no lo sé, no es algo que suela salir en una conversación. Es una cumplidora de la biblia, dudo que pudiera encontrar una clínica que no hubiera sido quemada."
"¡Exacto!" Esto remata el asunto para mí. Supongamos que la deja embarazada, él sabe que el bebé significa descubrimiento de la relación, de modo que quiere que se libre de él. A ella le han dicho toda su vida que el aborto es diabólico, así que se resiste. La amenaza, todavía hay mucho estigma asociado a ser madre soltera en algunos sitios, ella probablemente ha visto lo que le ha ocurrido a otras chicas. Él le dice que arruinará su vida si se queda con el bebé, le habla de dedos apuntadores, miradas acusadoras."
La camarera se acercó contoneándose con una ronda más.
"Necesito verla, Richard. Si tengo aunque sea un poco de razón en lo que pasa aquí, necesita al menos consejo, posiblemente terapia."
"No creo que esté preparada para eso. ¿Qué podría hacer por ella? Quizás pudiera empezar el proceso, entonces se daría cuenta de que tiene un problema."
Meneó la cabeza, "Conoces mis sentimientos con respecto a la psicoterapia aficionada. Probablemente harías más mal que bien. Lo que necesitas hacer es conseguir que conozca el problema, luego encontrar a alguien que quiera aceptar su caso. Mi oferta permanece en pie y tienes el beneficio añadido de que no puedo implicarme con ella si es una paciente."
Sentí la necesidad de liberarme de la conversación.
"¿Qué otras cosas estás haciendo estos días, en el college?"
Captó la indirecta, "La fisiología de la responsabilidad social. Usamos un MRI (Magnetic Resonance Imager: escaneador de resonancia magnética). Estoy intentando encontrar que hace a la Madre Teresa diferente de Ted Bundy."
"Oh," dije, empezando a desear no haber cambiado de tema.
"Lo que descubrimos es bastante interesante. Los sociópatas tienden a ser muy inteligentes, fastidiosamente de acuerdo con la creencia generalizada, y tienen dificultades reales tratando con la gente. De hecho un poco como tú.·
"Gracias," dije, "Ahora debes perdonarme, no he matado a nadie en una hora."
Volteó los ojos, "También descubrimos que bajo el MRI tienen ciertas características anormales, un cambio general en la morfología del cerebro. Lo sorprendente es que esa anormalidad es compartida por el 10 al 20% de nuestra muestra, usualmente los más inteligentes, todavía los asesinos en serie representan menos que el uno por ciento de la población general."
"Maravilloso," dije, "Y yo que no me sentía seguro antes."
"Lo que quiere decir es que la estructura de tu cerebro tiene menos impacto sobre lo que haces que el condicionamiento que recibes a lo largo de tu vida. La familia Manson por ejemplo. Cuando aplicamos tests a Charlie encontramos que está muy ido, pero otros miembros, incluso los que cometieron asesinatos, serían considerados normales según el escáner. Es casi como si ellos se convirtieran en una extensión de Manson, representando su locura."
Empezaba a estar interesado. "¿Cómo es eso?"
"No es infrecuente en la actualidad, con el tiempo la gente llega a ser totalmente dependiente de algún otro, hasta el punto de que una persona es básicamente, justo una extensión de algún otro. Continúan funcionando como individuos pero actúan de acuerdo con otro, hasta el punto de que lo que esas personas quieren y desean llega a ser más importante que su propio ser. El llamado 'Síndrome de Estocolmo' es una manifestación menor. Escribí un papel al respecto el año pasado, algo que sabrías si te molestaras en seguirme la pista de vez en cuando." El rastro de amargura había vuelto y yo estaba confundido. Solamente habíamos llegado a ser buenos amigos, dada su preferencia sexual eso era todo lo que podíamos haber sido. Ahora sonaba como una amante rechazada.
"Bueno, tengo que irme," dije, "Tengo un viaje a Seattle pasado mañana y todavía tengo que preparar el equipaje."
"Espera," dijo y reconocí la mirada de necesidad en sus ojos.
"¿Maggie? No pensaba..."
"Tiempos de desesperación," Sonrió débilmente, "Tengo picores. No te preocupes, no la tomaré contigo si la respuesta es no."
"Pero ¿por qué ahora?"
"Lo que dije, sobre la niña y la culpa. No viene enteramente de la experiencia clínica." Debe haber visto mi cara impresionada. "Era mi tío, mis padres trabajaban los dos y él era cartero. Después del trabajo solía recogerme de la escuela y tenía que estar con él hasta que mi padre venía a casa. Siempre sentí que era por lo que prefería hacerlo con mujeres, no las malas compañías. Aún no puedo masturbarme adecuadamente."
"¡Oh, dios!" dije y lo sentía verdaderamente. Sonrió débilmente, "Nueve meses..."
"¿Qué quieres?"
"Hacer lo que tú haces con ella," rogó, "Pienso que puede funcionar. Elimina la responsabilidad, el sentimiento de culpa."
"No puedo," dije mientras el lado oscuro de mi cerebro gritaba SÍ.
"Por favor, solo esta vez. No te culparé en ningún caso."
La miré a los ojos. "¿Has hecho esto antes?"
Sacudió la cabeza y mi mente cayó en el desorden. Estaba casi rogándome y satisfaría alguna de las fantasías que había tenido desde el college. Por otra parte tendría todas las oportunidades de liquidar asuntos con mi amiga más antigua. "Si acepto hay unas cuantas reglas a cumplir. Primero, debes llamarme Amo y a ti misma Esta Guarra. Segundo, en las próximas tres horas eres mía, no tienes derecho a cuestionar ninguna de mis decisiones. Obedecerás a la primera en cada ocasión. Si piensas que no puedes hacer eso lo dejamos."
Miró hacia arriba. Podía jurar que estaba librando una batalla, si había alguien a quien conocía con personalidad dominante era ella. Convertirse en una sumisa era el cambio más dramático en el que podía pensar.
Miró hacia arriba, "Amo, esta guarra está preparada."
"Vete al baño y quítate las bragas y las medias. Ponlas en tu bolso."
Se sonrojó pero se puso en pie y se encaminó al baño de señoras. Silbé a la camarera y le pedí la cuenta.
Salió del baño tan roja que varias personas le preguntaron si iba todo bien. Al mirar no podías decir que no llevaba bragas pero ella lo sabía y andaba muy cuidadosamente provocando de nuevo comentarios de la gente.
La agarré, "¿Qué estás haciendo?"
"Por favor yo..."
"¡Esta guarra!" le susurré.
"Por favor, es...esta guarra no quiere que ellos vean....."
"No lo harán si te mueves con normalidad. Acabas de conseguir tu primer castigo, si no levantas la cabeza y sales de aquí pavoneándote como una guarra esclava haríamos el segundo."
Luego salimos, como ordené caminó a pasos largos con la cabeza vuelta y cuando comprobó que su larga falda escondía todo empezó a relajarse y disfrutar de la situación. Había cogido un taxi para llegar hasta aquí así que paseamos por las calles, rápidamente secas, hacia mi coche.
Creo que ella pensaba que fuéramos a su apartamento pero yo tenía otros planes. La sexshop no era uno de mis terrenos habituales, las de Nueva York tenían un surtido mejor, pero había hecho un punto de encontrarlo en caso de que tuviera necesidades especiales. Esta tenía una cajera femenina que no es tan inhabitual como podrías pensar, las sexshops obedecen a las mismas reglas económicas que tu comercio para sibaritas local. La cajera levantó la vista del papel cuando entramos pero era lo suficientemente lista para no hacer comentarios. Mi principal interés eran las ligaduras, no llevaba ninguna conmigo por si me paraban el coche. Sin embargo esta noche me estaba sintiendo especialmente generoso así que revisé la sección de utensilios femeninos. La oferta no era precisamente buena ni mayoritariamente barata, ponían juntos los artículos de PVC y de caucho a precios inflados. Afortunadamente Maggie era relativamente pequeña y encontré un bonito corselete de cuero que obviamente había sido pasado por alto. No pude encontrar guantes y botas a juego pero un par barato de PVC servirían de momento. Le pasé lo que había elegido e indiqué con la cabeza los probadores. Se sonrojó y empezó a abrir la boca para decir algo pero captó mi mirada y se detuvo mientras hacía lo que le había dicho. Mientras estaba fuera cogí un par de esposas, una mordaza de bola, una venda, un collar, algunos grilletes y un par de pinzas para pezones. Las había puesto rápidamente en una bolsa para que no pudiera ver lo que había comprado. Volví la vista hacia el probador y vi una mano enguantada aparecer a través de la cortina y hacerme una seña. Sonriendo le pedí a la cajera otra bolsa que guardé en mi bolsillo.
Echando a un lado la cortina miré al interior. El cambio era espectacular, parecía que el cuero adoraba su cuerpo, fluyendo sobre su torso como una fina pintura negra. Sus pezones estaban ya muy duros y empujaban incómodamente a través de los agujeros cortados en las copas. Abajo en la entrepierna trazas de vello púbico se dejaban ver alrededor del punto donde el corselete pasaba entre sus piernas. También noté la cremallera que pasaba entre las piernas permitiendo un acceso fácil sin necesidad de quitar toda la prenda. Con todo me gustó bastante el diseño y decidí conseguir algo similar hecho para Caroline. Las botas y guantes eran un poco decepcionantes, pero si Maggie adoptaba esta forma de vestir siempre podía regalarle un conjunto decente para las próximas Navidades. "Bueno Amo, ¿qué opinas?" La emoción estaba empezando a adueñarse de ella, y estaba más como la niña adorable y divertida que conocí al principio. Me rasqué la cabeza como si estuviera indeciso. En realidad ya había pagado todo pero tenía algo en mente.
"No sé," dije, "¿Por qué no se lo muestras a la cajera?"
Pareció impresionada. "¡No, no podría!"
"¿Por qué no?" pregunté, "No te conoce y nunca os volveréis a ver. Además si le gusta puedes haber encontrado alguien que te rasque ese picor con un poco más de regularidad."
Sus pezones se habían endurecido algo más y sabía era solo cuestión de minutos que su cerebro empezara a hacer lo que su cuerpo ya quería. "Contonéate esclava, recuerda que eres la guarra de tu Amo. Hazlo con orgullo."
Empezó a caminar hacia la cajera contoneándose sin dificultad.
Maggie siempre había adorado los tacones altos y le llevaba unos cuantos años de práctica a la pobre Caroline. No hubo accidentes, ni tambaleos, se deslizó hacia el mostrador mientras yo sacaba la bolsa tras ella y la rellenaba.
Tuvo mucho éxito con la cajera porque cuando me dirigí hacia el mostrador ya estaban intercambiando sus números.
"Le gusta," dijo Maggie con algo de júbilo, "¿Vas a comprarlo?"
"Ya lo he hecho," dije y le pasé por los hombros la chaqueta. Entonces se dio cuenta de lo que había en la otra bolsa. Seguí su mirada, "Venga, vamos a llevarlo fuera." Su cara se llenó de espanto. Le había dado una chaqueta corta de cuero, su chaqueta y el bolso estaban en la bolsa con el resto de sus ropas. Antes de que tuviera tiempo de pensar cogí la bolsa de las ligaduras y me encaminé hacia la puerta. Le llevó un momento percatarse de que estaba andando deprisa de forma deliberada y correr con botas hasta los muslos de tacón alto no es fácil ni siquiera para un experto.
"Tú...tú.."
Sonreí, "Sabía que no podrías asumirlo," dije, "Así que quieres rendirte." Maggie nunca se rendía. Era su credo, nunca hubiera admitido que no podía con ello. Sabía que estaba echando chispas pero al final todo lo que dijo fue, "¡Andas demasiado deprisa, Amo!" Sonreí y reduje la marcha. Habíamos aparcado a cierta distancia y el paseo era bastante interesante. Se apañó para abrocharse la chaqueta sobre sus pezones erectos pero era obvio por su respiración que se estaban frotando con el forro. Un olor apenas perceptible me indicó que ahora estaba verdaderamente húmeda. En la esquina de la calle estaban dos chicas "trabajadoras" e importunaban a la búsqueda de clientes. Al oír el ruido de los tacones sobre el cemento se volvieron. Maggie era una completa aparición, la chaqueta ocultaba la mayoría de su atuendo hasta la cintura pero sus manos enguantadas y brillantes daban alguna pista de lo que había debajo. La entrepierna cubierta de cuero era una especie de anuncio como lo eran las botas de vinilo ceñidas. Llegaron a la conclusión obvia de que Maggie estaba invadiendo su territorio. Si hubiera estado sola probablemente la hubieran cogido del pellejo pero yo era o bien un cliente o su chulo y las normas de las prostitutas indicaban que no ocurriría nada. Maggie pudo percibir la hostilidad y empezó a retroceder.
"Eh tío, ¿está contigo?"
"Claro," dije parando en la esquina para permitirle recuperarse.
"¿Cuánto te cuesta?" preguntó la más baja.
Maggie estaba lo suficientemente cerca para oír la conversación. Me volví hacia ella.
"Un billete de cien, ¿no es eso cariño?"
Ella no escuchaba pero la más baja sí.
"Déjala, la conozco."
Maggie se estremeció. El pensamiento de que alguien a quien conociera la pudiera ver así le resultaba insoportable.
"Eh, Roja, ¡no te dijo el doctor que no salieras hasta que te curaras la infección!" La más alta tuvo la idea y siguió con ella.
"Es verdad, Roja, tienes que terminarte todas las pastillas." Maggie estaba demasiado horrorizada para hablar. "En tu lugar la dejaría sola, tiene sífilis. Nosotras yo y Trudy estamos limpias y te llevaremos el mismo precio."
Me volví a ella, parecía impresionada, "¿Es cierto eso?" Podía ver que quería morirse.
"N.....no, por favor."
Era hora de sacarla de su zozobra. "Lo siento señoras, el doctor de la policía me asegura que mi compañera aquí presente, está libre de todas las enfermedades."
Ahora era su turno de estremecerse. La pequeña juró.
"Tenéis suerte chicas, no somos de Antivicio y estamos demasiado cansados para trabajar fuera de nuestra jurisdicción." Me volví a Maggie. "Si las dejamos podemos volver antes. ¿Qué opinas?"
Maggie se había enderezado hasta su altura normal y sonreía, lanzó a las chicas una imitación razonable de una mirada fija de mil yardas.
"Te adelantaría en leer derechos," dijo como insegura, "Pero luego está el papeleo." Sintiéndose incómodas y temerosas de que Maggie cambiase de idea se largaron echando una mirada atrás a nosotros hasta que estuvimos fuera de la vista.
Se sintió mejor cuando estuvimos en el coche.
"¿Puedo pedir un tiempo muerto aquí?"
"¿Qué pasa, Esclava, no puedes con ello?"
"Puedo con ello. Todo lo que quiero es un tiempo muerto de dos minutos."
"Vale," dije, "Pero añadiremos los dos minutos al final."
"¿Es así como tratas a Elizabeth?"
"No, es como te trato a ti."
"¿Por qué?"
"Bueno, para empezar está la fiesta de mi vigésimo cumpleaños, cuando me dejaste desnudo atado a aquel árbol. ¿Qué fue lo que dijiste?, algo como si no puedes torturar a tus amigos ¿a quién puedes torturar?"
Se puso blanca, "Dios, he olvidado todo sobre eso."
Me volví y sonreí, "Yo no."
"Era diferente, ¡era una broma!"
"Estaba nevando."
"Cuando empezamos no. ¿Quieres decir que has estado guardando esto todos estos años?"
"La venganza es un plato que se sirve frío," dije con la mejor sonrisa que pude.
Entonces se quebró algo de la tensión y empezó a reír. "Dios, me siento como si volviera a tener dieciocho años. ¿Estamos locos o qué?"
"¡Aún lo somos!" dije, "Solo te haces viejo si quieres. ¡Fin del tiempo muerto!"
Paramos en un Seven Eleven de camino de regreso para comprar suministros. Estaba seguro de que el cajero se imaginaría de que iba la cosa, comprando cinta adhesiva, con la línea de la ropa y el cómo. No pareció pensarlo o no hizo ningún comentario, probablemente aliviado de que no intentáramos robarle.
Me volví para encontrarla rozándose la entrepierna.
"Pícara esclava," dije y cogí la bolsa de las ligaduras. Ya había probado la llave de las esposas y la añadí a mi llavero así que lo único que necesitaba hacer era sentir el objeto de metal. La hice inclinarse hacia delante y antes de que supiera lo que ocurría le había esposado las manos a la espalda.
El aroma de chocho caliente todavía llenaba el coche y ella se retorcía ocasionalmente pareciendo conseguir un poco más de sensación. Fuimos hasta el complejo donde estaba su apartamento, no tenía coche pero tenía un espacio en el aparcamiento del sótano. Utilicé su llave y bajamos. Una vez allí me ablandé un poco y abroché su chaqueta sobre sus hombros. Desde luego esto no podía hacer nada respecto a sus tacones 'fóllame' pero escondía la mayor parte de su atuendo y las esposas. Su apartamento estaba cerca del ascensor así que decidí asumir un último riesgo. Mientras esperábamos en el aparcamiento vacío rebusqué en las bolsas y recogí unos cuantos artículos.
"Abre mucho."
"¿Qué?"
"Voy a amordazarte," dije con dulzura.
De golpe una mirada de horror se extendió por su rostro. "Oh dios, aquí no. ¡Son mis vecinos!"
Vio la expresión de mis ojos y abrió la boca.
Le metí las bragas firmemente dentro, desde luego no era ajena al jugo de coño así que probablemente le resultaría un sabor familiar.
Le puse unas cuantas franjas de cinta adhesiva y quedó eficazmente amordazada. Estaba contento con el resultado pero era un poco obvio. Como Maggie era una compañera voluntaria no resultó tan crítico como si estuviera llevando a Caroline, si nos pillaban sería embarazoso pero ninguno de nosotros acabaría en la cárcel. Aun así quería darle emoción con el mínimo riesgo actual. Así que cogí una bufanda que había comprado en el almacén y se la até alrededor de la cabeza. Deliberadamente la até un poco hacia delante de modo que revelaba la mordaza desde el lateral. Si alguien la miraba perpendicularmente a la cara podría verla con facilidad pero no tenía intención de darles esa oportunidad. Llegó el ascensor, afortunadamente vacío y fuimos hacia el fondo. Allí la hice volverse hacia la pared lateral permitiendo que la bufanda ocultara su mordaza más completamente. El ascensor subía lentamente. Gradualmente fui consciente del olor a coño caliente; a pesar de todas sus protestas era obviamente un aliciente para ella. Maggie vivía en el cuarto piso y habíamos esperado que el ascensor estuviera vacío pero en el primer piso la puerta se abrió y entró una pareja de mediana edad. Pensé que había oído un pequeño grito amordazado y pensé que ellos también lo habrían oído. Lo peor es que el olor a coño caliente era muy evidente en un espacio tan pequeño. En cualquier momento esperaba un comentario al respecto así que intentando evitarlo seguí con mi rutina planeada. Desde luego, al contrario que una cautiva real, Maggie no tenía intención de atraer la atención sobre su persona, así que estaba de cara a la pared y mirando hacia el suelo. Me puse entre ella y la pareja y empecé a continuar una conversación imaginaria, una larga y comprometida discusión sobre la Fiesta del Té de Boston que había tenido que memorizar para la escuela. Como planeé la pareja se desentendió y podríamos haber estado pintados de rosa para todo lo que les concernía.
Se bajaron en el siguiente piso. El único riesgo ahora era que hubiera alguien esperando el ascensor en el cuarto. No solo había pocas posibilidades de que pasáramos desapercibidos sino que la posibilidad de ser reconocida eran mayores. Se dio cuenta de esto y restregó su boca encintada contra mi brazo en un gesto muy de Caroline. La empujé hacia delante de modo que estuviera cerca de los controles y me situé frente a ella. Sus ojos eran fieros, hizo unos pocos ruidos amortiguados deseando obviamente que le quitara la mordaza.
"¿Confías en mí?" Cerró los ojos un momento, luego asintió.
"Buena chica."
Los acontecimientos estaban haciendo un gran efecto sobre mi erección y las ataduras secretas en público habían sido siempre una de mis fantasías. Imaginé a la otra pareja volviendo a su apartamento y continuando sus vidas sin haberse dado cuenta de que la chica del ascensor era una prisionera.
"Ahora, cuando el ascensor se detenga ve entre yo y la pared derecha. Me moveré contigo. Si hay alguien en el corredor vuelve la cara hacia la pared y finge estar molesta."
Esto resultó innecesario porque el cuarto estaba vacío. Jugué con la búsqueda de la llave correcta durante un instante sintiendo crecer su pánico. Finalmente entramos. El olor a chocho caliente era ahora irresistible. Le quité la bufanda, la chaqueta y las esposas. Cogió la mordaza pero una rápida palmada en la mano la detuvo. "¡Aun no!" Le enseñé las cosas de afeitar que había comprado y señalé su entrepierna. "Estoy seguro de que conoces la rutina, ahora quítatelo. Deja un poco para decorar pero el resto fuera."
Mientras se encaminaba al baño empecé a preparar el dormitorio. Até un par de trozos de cuerda a las patas y la cabecera de la cama y esperé. Salió con la cremallera de la entrepierna abierta para mostrar su chocho pelado y le pasé los grilletes. "Muñecas y tobillos, ¡ya!" Obedeció y la recompensé quitándole la mordaza. "De acuerdo, Esclava, consoladores y vibradores, ¿dónde?" Señaló el armario al lado de la cama. Había una colección impresionante y no tuve problemas en encontrar un hermoso y poderoso amiguito para hacerle compañía. La hice darse la vuelta y enganché juntas sus muñecas esposadas con una corta extensión de cordón. Luego presenté su chocho al vibrador y tiré de la cremallera hacia arriba para bloquearlo en su sitio. Sus caderas empezaron a ondular y mientras estaba distraída empujé la mordaza de bola en su boca y la sujeté fuertemente. Se quejó pero tenía poco que hacer. "Baila, esclava," dije, "Hazlo bien y te liberaré." Bailó, no tan bien como Caroline pero entonces dudo que tuviera la misma imaginación. Hacia el final movió su cuerpo contra el mío, parpadeando con fuerza cuando vio el tamaño de mi erección.
La llevé a la cama y utilicé las cuerdas para extender sus piernas. Elegí este momento para enseñarle las pinzas de pezones. Esto no le gustó tanto pero con sus pezones erectos aun asomando por los agujeros tenía poca protección. Le apliqué la venda y sentí que su cuerpo temblaba cuando su indefensión se incrementaba. Sabía que no era muy buena con la vieja flauta de piel así que no me molesté en quitarle la mordaza. En vez de ello le quité el vibrador de su caja húmeda. Sam me había demandado sexo oral y se había tomado su tiempo para enseñar a sus variados pretendientes la técnica correcta. Sé que probablemente no iba a ser tan bueno como alguna de las acompañantes de Maggie, la propiedad fomenta una cierta comprensión, pero los pequeños ruidos tras la mordaza me dijeron que lo apreciaba.
La provoqué, negándole deliberadamente el completar, gimió. Un suave tirón de las pinzas de sus pezones cada cierto tiempo la mantuvieron interesada y cuando supe que estaba lista me detuve.
Alcancé y quité las pinzas. Luego liberé momentáneamente las piernas, até sus grilletes de los tobillos a sus muslos usando grandes madejas de cordón. Cuando hube terminado estaba indefensa e incapaz de proteger su chocho desnudo.
Sonreí, "Bueno Esclava, ha llegado el momento de follar tu chocho inútil. No es bueno que te resistas porque estás indefensa. ¡Lucha esclava y lo verás!"
Lo hizo, era inútil. Había practicado con Caroline con quién la huida significaba la prisión, Maggie me había dejado pacientemente atarla.
"Grita esclava. Quizás los vecinos puedan oírte." Esto me había preocupado. No sabiendo cómo eran de finas las paredes tenía el rollo de cinta cerca para el caso de que la mordaza necesitara un suplemento. No lo necesitó, incluso cuando la animé a desgarrarse realmente, no hubo nada que pudiera atraer la atención.
"Supongo que no," dije y me quité lentamente la ropa dejando que la muchacha atada temblara anticipadamente.
La aparté a un lado y como con Caroline me la eché encima. Sus piernas atadas significaban que yo tenía que hacer la mayor parte del trabajo y que lo haría despacio pero la sensación de completa indefensión era lo que buscábamos y así estaba ella. "Voy a violarte ahora," dije, "Te voy a forzar a correrte, pequeña puta, tanto si quieres como si no. Y si no te corres esta vez quizás una flagelación del coño te convenza."
Sentí su temblor. Luego empecé y cuando crecía la excitación la insulté. Al decirle que gritara no hubo diferencia porque la mordaza la mantenía silenciosa, las ligaduras frenaron su lucha. Que yo la dejé indefensa y que yo me hice con el poder y que yo decidía que su coño sería follado y que yo quería que se corriera o sería castigada. Cada vez que enfatizaba el yo martilleaba el mensaje base de que estaba indefensa, que era mi voluntad y mi responsabilidad. Sentí el calor crecer cuando estos nueve largos meses salieron a borbotones a la superficie y oí los gritos amordazados mientras se corría una y otra vez.
Después me hizo un ligero tentempié y me dio una bebida. Parecía tranquila, sometida y bastante feliz. Me dijo que había sido tal como ella había querido, y que era la primera vez que se corría con un hombre. La cajera de la sexshop era aparentemente una sumisa en busca de ama, y Maggie pensaba que le daría una oportunidad ahora que sabía hacer hablar a las cuerdas. Estaba contenta y se sentía aliviada, todo el asunto le provocaba chistes y parecía que había reforzado nuestra amistad.
Maggie insinuó que podría desear probar esto otra vez y se me metió en la cabeza un pensamiento diabólico, después de todo siempre me había gustado la idea de tener dos chicas atadas. Así, con este pensamiento feliz, emprendí el regreso a casa y a Caroline.
Era casi medianoche cuando llegué. Una inspección rápida al vídeo me mostró que estaba bien y todavía tan fuertemente atada como la había dejado. Hice dos cafés y me encaminé hacia el sótano. Gimió e intentó moverse cuando entré. Ayudándola a incorporarse le quité la venda y luego esperé mientras se tragaba ansiosamente el café. Luego me miró con estos enormes ojos azules tan expresivos.
Sonreí, "Esclava, tenemos que hablar."