Caroline capturada Cap. IV

Un plan temporal de dominación

ADVERTENCIA

===========

La siguiente pieza de ficción se pretende un entretenimiento para ADULTOS y ha sido publicada sólo en un grupo apropiado de Internet. Si se encuentra en algún otro sitio no es responsabilidad del autor.

El autor prohíbe explícitamente:

1) La publicación de este relato de forma incompleta.

2) El uso de este relato en un trabajo mayor sin permiso expreso.

3) El uso de este relato en cualquier CD, BBS o sitio Web sin permiso escrito del autor.

Este trabajo tiene copyright a nombre de TM Quin

Todos los personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia. El autor no está de acuerdo necesariamente con cualquiera de las actividades detalladas en el relato, algunas de las cuales son peligrosas o ilegales.

Traducida por GGG 2000, revisada en agosto 2020


Caroline capturada.  por Quin

=============================

Capítulo 4: "Un Plan Temporal de Dominación"

============================================

Volví a subir y me preparé un café, pensando en mi esclava, en los planes que había hecho y en el "Fantasma Bob". Cuando el aroma del Java caliente se extendió por la cocina me senté y revisé los acontecimientos del día. Hace meses, cuando una Carolina real y viviente era sólo un sueño húmedo, había planeado los primeros días con mi nueva esclava. Había previsto su miedo, su enojo y sus intentos de huida. Había planeado para cada uno de ellos a cambio moldear sus reacciones y mis respuestas en un documento mental que llamé (con una inspiración típica de escritor) "Un Plan Temporal de Dominación". Empezaba con la preparación del secuestro, continuaba y fluía con la captura y el entrenamiento y la esclavización y el sexo hacia una escena que estaba tan vívidamente ante los ojos de mi mente que parecía casi real.

Esclava y yo entraríamos en un club nocturno de Nueva York (naturalmente vestida con ropa fetichista de muy buen gusto). Yo espiaría a Samantha en el bar e indicaría a Esclava que se acercara (ella siempre camina dos pasos detrás de mí como señal de respeto para su amo). La instruiría para que sedujera a Sam por todos los medios posibles. Esclava (no había respondido al nombre de Caroline en tanto tiempo que ni siquiera reconocía el nombre) sonríe y obedece alegremente, esto está muy lejos de ser la peor cosa que le haya pedido nunca y el pensamiento de desobedecer nunca cruza su mente cuidadosamente condicionada. Más  tarde me revelaría ante Sam forzándola a hacer cosas inexpresablemente humillantes bajo amenaza de publicación de las fotos de su aventura lesbiana. El círculo estaría completo, capturando a Caroline para permitir mi venganza contra Sam. Luego utilizándola para esa venganza. Pero desde luego eso era una fantasía y la realidad estaba demostrando no ser tan simple.

En mi plan mental las cosas eran ciertas y asegurar sus reacciones fácil de imaginar. Primero sería la negativa, el rehusar a hacer frente al secuestro y su nueva situación como mi esclava sexual. ¡Se suponía que este tipo de cosas no podían sucederle a ella! Esto ocurría a las chicas malas que hablaban con extraños o aceptaban dulces, o hacían autostop. Ella había evitado todo lo que su madre le había advertido y ahora estaba atada y amordazada, encadenada en el sótano de un tipo y forzada a hacer... cosas. Había supuesto que esta actitud duraría probablemente algunos días, luego esperaba que redoblase sus intentos de huida. Luego, lentamente, vendría la aceptación y una desesperación apática. Finalmente, bajo la estricta dominación y acondicionamiento, se adaptaría y empezaría a aceptar su nueva vida como mi esclava. Esperaba firmemente poder llevarla a nuestra cita predestinada en el club en un par de años.

Incluso el incidente del "Fantasma Bob" me había preocupado. No era estúpido, siempre me di cuenta que habría un grado de variación en mis planes una vez que hubiera una mujer real en la ecuación, pero había sido sorprendido por los pocos problemas que me producía en general. Había sido raptada hacía menos de veinticuatro horas, había esperado más lucha hasta que hubiera aceptado la falta de esperanza de su situación. Esa aceptación era el primer paso hacia su verdadera quiebra. Hubiera querido que fuera largo y lento de modo que cuando llegara la desesperanza fuera mucho mayor. Aún cada vez que la empujaba parecía

retroceder y, como una caña al viento, sin resistencia no podría quebrarla.

Había esperado que al intentar hacer indicaciones a "Bob" se hubiera estremecido con los pensamientos de desesperación que la habrían absorbido cuando fallara y sobre todo habría parecido propiciar el castigo por su desobediencia. El sucio esquema que había estado gestando en la trastienda de mi mente desde que leí su correo aquella mañana había empezado a reunir ideas y planes que hubiera reservado para más tarde. Todo el asunto era tan obvio, tan perfectamente simple e, incluso, inevitable que tenía que hacerlo, pero por ello, para trabajar necesitaba una excusa para castigarla.

En los últimos meses había leído mucha literatura sobre sadomasoquismo. Cada vez que me paraba en Nueva York por los suministros de la mazmorra había incluido una revista o dos y algunos vídeos con propósitos de "investigación". Una de las verdaderas estupideces que estas historias tienden a decir es que hay siempre una razón para castigar al esclavo. "El esclavo es siempre culpable", es una idea favorita, escrita por un tipo cuya relación más cercana con la esclavitud es la mísera renta que paga a sus modelos. En realidad no puedes nunca castigar a la esclava por nada, estás intentando grabar en ella nuevos valores, tienen que ser siempre consistentes. Obediencia significa recompensa, incluso si la recompensa es algo a lo que tenía derecho en su vida anterior como pasar un tiempo sin mordaza. La desobediencia significa castigo, siempre puedes sustituirlo por un castigo menor que el que amenazas y puedes ofrecer la posibilidad de redención o reducción a cambio de algún servicio, pero en general si es mala es castigada.

El secreto (si hay alguno) es tratar a la esclava como harías con un perro. Decirle que es una esclava lista cuando obedece y hacer siempre algo como reconocimiento. Castigar o refrenar algo cuando es mala, pero solo cuando es mala. Hay tipos que pegan a sus perros constantemente, lo que resulta en perros nerviosos y ansiosos.  Así hay tipos que pegan constantemente a sus mujeres y tienen mujeres nerviosas y ansiosas. Curiosamente es raro que el perro o la mujer escape de tales personas, todavía no consigo entender por qué.

En mi caso necesitaba una excusa para castigar a Caroline, cualquier excusa habría valido pero por cualquier razón necesitaba que supiera que ELLA era responsable. No podía ser una acción arbitraria por mi parte, tenía que haber hecho algo para merecerlo. Es un defecto humano extraño que sea más probable que alguien haga algo que no haría normalmente, para hacer un desagravio que para hacer un favor. Justo ahora la necesitaba aprensiva y deseosa de agradar si iba a poner en marcha mi nuevo plan.

Activé la cámara de vídeo y observé como yacía en la cama. Me empalmé de inmediato y mientras estaba sentado y bebía el líquido oscuro y caliente me iba poniendo cada vez más excitado hasta que al final tuve que apagar el monitor y pensar en otras cosas, como la fotografía.

Uno de los beneficios colaterales de vivir con una colaboradora de Vogue es el acceso a modelos, diseñadores y fotógrafos. Una de las pocas personas conocidas a través de Sam que realmente me gustaba era un fotógrafo de modas de talento llamado Andy Pearson. La mayoría de la gente probablemente no habrá oído hablar nunca de él, pero si echas un vistazo a la portada de una revista de modas mientras esperas en caja, es muy posible que hayas visto su trabajo. Andy es un tío, tío, un neozelandés grande y descarado que vino a Nueva York a través del lejano este y un trozo de Europa. Es también uno del creciente club de desechados por Sam. De hecho fue el que me ayudó a recuperar mis pedazos después de que la boda se cancelara. Realmente no sé cómo hubiera podido apañarme sin su ayuda y, en el proceso, se convirtió en mi mejor amigo. Si Andy es un gran tipo, es un fotógrafo brillante. Con aparente facilidad conjuga las veinte variables más o menos necesarias para obtener una buena foto, divina. Sus fotos hacen bellas a sus modelos y extraen de las ropas el máximo efecto. Un "Pearson" clásico tiene una espontaneidad que hace que una pieza cuidadosamente preparada parezca la clase de foto que harías a tu novia en una excursión (bueno la que harías si tu fueras un as de la fotografía y ella una supermodelo). Lo que hace lo hace tan bien que al menos una revista llama a la foto de portada, que es, desde luego, la más importante de cualquier publicación, la "foto Pearson". Le he visto pasar de conseguir poses fantásticas de jovencitas empezando en la profesión a abofetear a una supermodelo "difícil" en un suspiro. Mueve, moldea y manda a las mujeres de una forma que pocas dóminas sadomasoquistas podrían esperar igualar.

En el proceso de hacer amigos empezamos a interesarnos en el trabajo de los otros. A través de él aumentó mi interés por la fotografía. Siempre me había enorgullecido de ser un buen fotógrafo, y, para confirmarlo, cuando mis amigos se casaban recibía con frecuencia invitaciones "sugiriéndome" que podía llevar la cámara. Sin embargo Andy transformó esto. Adoraba la tecnología de la fotografía y a medida que pasaba el tiempo le enseñé a usar los ordenadores y él me enseñó trucos de profesional. La fusión de nuestras habilidades produjo algo ligeramente diferente y era exactamente lo que necesitaría si mi plan tenía éxito.

Para mi plan necesitaba fotos, algunas alegres e improvisadas para enviar a los Conway, otras más fuertes. Algunas tendrían que parecer muy profesionales, algunas como si hubieran sido hechas por un jamelgo sin talento. Con toda la complejidad consideré por un segundo hacer una llamada a Andy y pedirle consejo. El problema era que él adoraba este tipo de cosas y si podía sabía que se autoinvitaría. De modo que finalmente consulté las páginas amarillas locales y encontré una lista de suministradores de material fotográfico en la ciudad más cercana. Tendría que usar lo que me enseñó y pasar de lo demás.

Tomé un almuerzo ligero, una de esas bolsas de pizza que había comprado con idea de comer en frío en la carretera. No hace falta decir que era desilusionante pero supongo que dio en el blanco. Comprobé a Caroline, que aún estaba sollozando en la cama, luego cerré con llave y me dirigí al garaje. Dentro estaba una gran furgoneta Chevrolet que había comprado porque mi coche principal, un Triumph TR2 de 1958, no tenía mucho espacio para transporte. La furgoneta era una especie de semiconvertible, estaba tapizada y tenía un par de sillas de capitán pero, con la excepción de un asiento de banco corrido en un lado, se podía quitar todo para proporcionar la máxima capacidad de carga. Retrocedí, cuidadosamente para no dar ni en el deportivo ni en el coche viejo que había usado para el secuestro. Lo miré por encima con algún remordimiento, era un todoterreno grande y potente que había sido un placer conducir pero mi seguridad estaba por encima. Ya había hecho acuerdos para desguazar el coche e intentaba vigilar que fuera aplastado, de forma que estuviera seguro que la evidencia había sido destruida. De momento cerré con llave el garaje y me encaminé a la ciudad.

Los dos primeros almacenes de fotografía que probé estaban cerrados, Nueva Inglaterra no es tan bueno para los compradores dominicales como otros sitios. El siguiente no tenía nada de lo que necesitaba y estaba empezando a arrepentirme de no llamar primero. Sin embargo, a última hora de la tarde encontré algún sitio que podía satisfacer al menos mis necesidades básicas. Gasté unos doscientos dólares, principalmente en película y papel y conseguí la dirección de otra tienda que suministraba al circuito de fotógrafos profesionales. El resto tendría que esperar hasta mañana aunque tuviera la corazonada de que dispondría de mucho tiempo. Un desvío rápido a uno de los grandes almacenes DIY me proporcionó las otras cosas que necesitaba.

Llegué a casa con alguna aprensión, medio esperando un coche de policía en la calle. Por supuesto no lo había, la casa estaba tranquila y un rápido control a mi huésped confirmó que estaba bien y disfrutando de una siesta vespertina. Puse otra cafetera y empecé con entusiasmo. Refrigeré la película y preparé un cámara, luego bajé a preparar el "estudio".

Trabajé la mayor parte de la tarde poniendo cortinas de ducha y sábanas para el polvo, para disfrazar las paredes de la mazmorra y cubrir los muebles. Coloqué luces y preparé la cámara en un trípode. Finalmente, sobre las siete de la tarde estaba listo para mi modelo.

Se despertó mientras entraba en la habitación y dijo algo tras la mordaza. La liberé del cable, y revisé las ataduras, dándole tiempo a sentirse frustrada antes de soltarle el morro. Quería saber que iba a pasar, por qué la había dejado, que pasaría después. Estaba empezando a desear dejarla amordazada pero el plan requería que ella pudiera hablar, así que sin contestar a nada la volví a llevar a la mazmorra. Parpadeó cuando atravesamos las puertas, las luces de la habitación estaban oscurecidas automáticamente hasta un nivel que dejaba trabajar a las cámaras de vigilancia pero le permitía dormir. Salir de esa penumbra al resplandor de los focos la pilló fuera de control.

"Amo, ¿para qué es todo esto?"

"Para ti, esclava," contesté inocentemente, "Vamos a hacerte unas pocas fotos."

Observé como lo tragaba, sus ojos vagaron alrededor de la habitación hasta la pequeña mesa que había colocado cerca de la cámara. Había puesto una colección de vibradores, consoladores y azotadores para que los inspeccionara, no hacía falta ser un genio para imaginarse que clase de fotos iban a ser.

"No," dijo, "Yo no puedo."

"¿Yo esclava? Pensé que ya habíamos tenido esta discusión anoche," dije empezando a aumentar la presión.

Se paró, su cerebro se dedicaba a la gimnasia mental necesaria para convertir la frase a una forma más aceptable, cuando habló finalmente tuve que admitir que había hecho un buen trabajo.

"Amo, su esclava, ella no puede realmente... Por favor."

"MI esclava puede y quiere hacer lo que le ordene," dije vertiendo deliberadamente todo el tono de amenaza que pude en mi voz. "Ella es una puta guarra, le gusta hacer el tipo de cosas de las putas guarras. Precisamente ahora todo lo que quiere esta puta es meterse este consolador por la raja arriba mientras yo le hago unas fotos. ¿No es cierto, guarra?" Sus ojos se llenaron de lágrimas, "Por favor..." La empujé para que se acercara y metí dos dedos en su chocho, con sus manos todavía atadas detrás había poco que pudiera hacer.

"¡¿No es cierto?!"

Asintió sin palabras, mi otra mano empezó a dar masaje a una de sus tetas cubiertas de látex y me sorprendió encontrar el pezón ya duro.

"¿Por qué no lo dices, guarra?"

"Su esclava..."

"¡NO!" grité, "Di esta puta."

"Es... es... esta puta..."

"Quiere meterse este jodido juguete de caucho por su raja arriba hasta que se corra."

"Qui... "

"...Quiere hacer esto porque es una puta barata pintarrajeada. Que necesita follar. Algo que hará tan pronto tenga una herramienta en su interior."

Allí estaba, con la boca trabajando en silencio, las lágrimas de nuevo brotando continuamente. Seguí masajeando su chocho y su teta.

"¿Te hace sentirte bien, esclava?" pregunté observando la confusión en su cara, "Sabes por qué ¿verdad? Porque eres una puta, te gusta que te usen los hombres ¿verdad?"

Más silencio.

"¿Sabes por qué te tomé? Porque la primera vez que te vi pensé, ahí va una pequeña y caliente guarra, apostaría que folla como un tren." Mis manos continuaban pero esta no era una excitación suave, era un tantear todo degradante. La acerqué mientras enterraba más de mis dedos enguantados en su coño húmedo.

"Me di cuenta de cómo la chupabas, puta. Puedes ser la hija de un pastor pero no eres ninguna niña de coro. Ahora dime, ¿conseguiste esa buena técnica con los muchachos de las granjas de tu pueblo o tenías un trabajo nocturno del que no sabía nada?"

La observé intencionadamente, todavía no se producía la reacción que había esperado, lloró, lloriqueó pero no se rebeló. Necesitaba un método para llevarla más lejos pero no conseguía que se me ocurriera una forma plausible.

"¡Dilo!" grité, "Dime que eres una guarra barata."

"Yo... yo soy un gua..."

"¡¡Esta puta!!"

"Es.. esta puta..."

"¡Provocativa, esclava, dilo provocando! ¡Quiero que jadees como una zorra en celo! Quieres que suenes como la asquerosa tartita que eres realmente."

Agarré un enorme consolador de caucho negro de la mesa y lo balanceé ante sus aterrados ojos.

"¡Pídemelo esclava! ¡Bella y provocativa! Quiero que me digas lo puta despreciable que eres, y como harías cualquier cosa para tener esto por tu raja arriba."

Empezó, tartamudeando, a encajar todo lo que había pedido en la frase, las lágrimas fluyendo a chorro. Desencantado decidí dejarla terminar y hacer algunas fotos para la colección de todas formas. Ahora que sus ojos se habían acostumbrado a la luz había empezado a inspeccionar la mazmorra. La mayor parte estaba cubierta con telas antipolvo para esconder su verdadera naturaleza, excepto una esquina que había sido deliberadamente preparada para parecer más como las mazmorras de la tele. Con eso quiero decir que había enganchado chismes y parafernalia de sadomasoquismo a la malla de las paredes. Había máscaras de cuero, mordazas, capuchas, grilletes y arneses, todos atados a la pared de una forma como al azar. Los ojos de Caroline iban de uno a otro deduciendo cada vez para que se usaban y comprendiendo con certeza que habían sido comprados para usarlos con ella. Finalmente sus ojos habían descansado en un conjunto de arneses que había comprado bajo el estímulo del momento justo antes de ir a cazarla.

Debo confesar que siempre me gustó la idea de la actuación de chica contra chica. Una de las posibilidades con la que había trabajado en el "plan temporal" antes del rapto había sido la idea de que la captura fuera descubierta por otra chica, tal vez una colega de trabajo, y teniendo que sobreponerme y cogerla a ella también para que no pudiera identificarme. Realmente era una fantasía, un sueño húmedo, me preocupaba demasiado la vida y la libertad para haberme arriesgado a un descubrimiento casual. La fantasía incluso había sido tan fuerte que había cogido de paso unas esposas y mordaza extras por si acaso. También me había llevado a comprar este artículo por impulso. El propietario de la sexshop lo había llamado "Arnés de Lesbos", es simplemente un consolador muy largo enganchado a un par de correas sobre bragas de cuero. Una mitad del consolador va en una chica y usa la segunda mitad para follarse a una amiga y todo el balanceo atrás y adelante lo llevan ambas. Montones de gente reconocerían uno si lo vieran, pero la extraña expresión en la cara de Caroline me dijo que sabía exactamente lo que era. No conocía la historia pero podía decir que no le gustaba. Su concentración se rompió y se quedó cortada.

Y en un segundo tuve una inspiración.

"Patética esclava," dije forzando mi cara cerca de la suya, "espero que tu hermana sea mejor."

"¿M.. mi hermana?"

"Sí, Anna ¿no es eso?" pregunté fríamente, "Una chica bastante bien desarrollada para los dieciséis. Además es, obviamente, una pequeña puta. Cuando supe de ella empecé a pensar la maravillosa pareja que haríais. Anna parece una corredora, compré hoy este arnés para poder ver como quedaríais juntas. Ya sabes, el amor de hermanas y todo eso."

Parecía anonadada, conmovida, apuré la ventaja.

"Sé dónde vive, a que escuela va. Siendo una chica de granja debes saber cómo es de tranquilo el campo, cuantos sitios solitarios debe cruzar cada día. Comparado  contigo será fácil. ¿Estabas cómoda en el maletero? Tendrá que viajar más rato del que viajaste tú, así que si tienes alguna sugerencia sobre cómo podemos hacérselo más cómodo, dilo.

Caroline se puso blanca, yo seguí acariciándola. "Ahora imagina lo irónico que resultará que lo primero que sepan tus padres de tu desaparición sea cuando intenten decirte que he raptado a tu hermana. Sonreí e hice un gesto de desinterés, "¿Sabes?, creo que tienes razón apartaremos estas fotos hasta que Anna venga aquí." Chasqueé los dedos (cosa no fácil si llevas guantes), "Lo sé, mandaré un par de fotos a tu madre, ¡un recuerdo para consolarla en estos tiempos de pérdida!"  Estaba poseído por una mente diabólica. "Que te parece las dos atadas a la pared y amordazadas... Todavía mejor, ella atada y amordazada y tu comiéndole el coño... ¡NO! Desde luego, ella atada y amordazada llevando el arnés, tu arrodillada atada y amordazada frente a ella y ¡te está agrandando el  culo!"

La miré lascivamente, "Esta es de álbum, ¿eh, esclava?" Ahora las lágrimas caían a chorro y a través de la mano que había enterrado en su coño sentí su cuerpo temblar. "¡NO!" Gritó y me lanzó una patada que le hizo perder el equilibrio y vacilar sobre los altos tacones de estilete. Se habría caído si no fuera por la mano que tenía dentro de ella. Seguro que resultó doloroso pero la traba seguía en su sitio y así la patada no tenía fuerza real. Tomó aliento casi de inmediato, con una mirada de horror cruzándole la cara cuando comprendió la enormidad de lo que acababa de hacer. Ahora sabía que podía ser brutal si me obligaba y esa mirada me dijo que había recordado el incidente con la mordaza aquella mañana. "Por favor... yo... esta puta... lo siente." Debía haber visto la ira en mis ojos. "Por favor amo... esta put..a obedecerá. ¡Por favor no me hagas daño!" La arrastré hacia la celda, vacilaba, su posición era indefendible, no podía resistirse y si lo intentaba se arriesgaba a un castigo peor. Incluso parte de su mente le decía que si la llevaba de regreso a la celda no habría forma de desactivar la situación. Calificó de media pelea cuando la devolví a la celda y le volví a enganchar el cable a su collar. Rogó, suplicó y se arrastró mientras yo llenaba una cubeta de plástico con agua y la llevaba. Estaba presa del pánico ofreciéndose, cualquier foto que quisiera, cualquier cosa, porque decía que recordaba que la pena por atacarme era la desfiguración y el incidente con la mordaza esta mañana la había convencido de que la llevaría a cabo.

Ahora era mi turno de sobresalto. Mi mente retrocedió a todo lo que le había dicho sobre la Regla I y el coste de la desobediencia. Podía recordar haberle dicho algo con respecto a mi seguridad, pero con eso había querido decir intentos de fuga o herirme seriamente. Había esperado golpes y patadas los primeros días y esa era una de las razones para usar la traba. De algún modo en su terror había entendido mal. Iba de cabeza a la histeria y casi consideré corregirla, pero se estaba acercando rápidamente al marco mental que necesitaría para el plan. Al final le hice beber y luego le ofrecí la bola de la mordaza. Quería hablar, suplicar mientras estaba a tiempo pero también conocía la pena por rechazar la mordaza. Abrió aterrada la boca y la amordacé enganchando la correa un poco más tirante de lo estrictamente necesario para reforzar mi "enfado". En cuanto la dejé restregó su boca amordazada contra mi brazo, haciendo ruiditos, rogando sin palabras que se la quitara. Comprobé sus ligaduras y la dejé que continuara lloriqueando, ojos enormes, implorantes.

La miré, "Duerme, esclava," dije, "No te preocupes por el castigo, llegará suficientemente pronto."

Luego, sin mirar atrás, salí cerrando la puerta tras de mí; y dando un gran suspiro de alivio. Me había costado mucho esfuerzo pero finalmente la tenía donde la necesitaba. Sola en su celda, su mente estaba ya magnificando su crimen y sus castigos imaginados. Para mañana estaría lista.

Trabajé hasta casi las diez, principalmente trabajo preparatorio de publicaciones. Como todos los escritores preparo un montón de material sin utilizar al cabo del día, cuando la planificación está apretada o el horrible bloque de escritores me dejaría sin copia. El secuestro había estado en las fases de planificación durante varios meses y durante ese tiempo había estado recogiendo ideas e información de forma similar. Tenía toda una colección de cosas que tenía que enviar a los Conway para hacerles creer que Caroline estaba en cualquier parte. Una de ellas, un recurso que había proyectado utilizar si parecían estar en contacto con la policía, tenía ahora una utilidad más astuta que esperaba me aseguraría que nunca sabrían que su hija estaba perdida. Para terminar visité la celda antes de irme a la cama. Las cámaras estaban bien escondidas y obtenía alguna ventaja haciéndole creer que necesitaba comprobar su situación personalmente. La prieta mordaza le estaba provocando algún problema así que después de darle otra bebida (durante la cual le advertí que no hablara), la volví a enganchar de una manera un tanto floja y al azar. Otra vez restregó su boca contra mí y de nuevo rechacé el desamordazarla y hablarle. Salí y me fui a la cama.

A la mañana siguiente me levanté temprano y despejado. Una revisión rápida  de la cámara me la mostró dormida en su celda. Durante la noche se había apañado para quitarse la mordaza, una tarea no muy difícil porque la bola puede girar sobre la mandíbula inferior incluso cuando la correa está bastante tensa. Volviendo a lo mío recogí el correo y contesté al correo electrónico.

Me encaminé a la mazmorra. Había hecho ya mucho trabajo de preparación, su transformación en un estudio fotográfico improvisado estaba casi completa y, con la excepción de algún equipo más, mi necesidad primaria era un ligero ajuste de la actitud de mi modelo principal.

Me detuve a recoger algunas cosas del armario y para bajar una de las poleas unidas al techo. Había previsto este aparejo para usarlo en un castigo realmente grande y tenía todo lo necesario para suspender a mi esclava a varios pies sobre el suelo. De momento, sin embargo, todo lo que necesitaba hacer era mantenerla incómoda.

Se despertó con un sobresalto cuando entré a la habitación.

"¿Qué significa esto, esclava?"

"¿Significar?"

Obviamente era un poco lenta por las mañanas. Le paseé la bola por delante de las narices.

"Te dejé amordazada, esclava, esperaba encontrarte amordazada cuando volviera ¿está claro?"

Asintió en silencio.

"Te la dejé floja esta noche para que pudieras dormir más cómoda ¡y me pagas mi amabilidad de esta forma!"

"Duele..."

"Conozco montones de otras cosas que duelen, esclava," dije amenazadoramente, "Como descubrirás más tarde."

"Amo por favor, ¡no quería darte una patada!"

"Lo he estado pensando esta noche y ESTABA pensando en darte un respiro..."

"Oh, sí, por favor amo."

"Y luego me  encuentro con que me has desobedecido de nuevo."

Pareció hundida. Estaba contento, empezaba a llamarme amo sin ninguna de las dudas de autoconciencia que la habían perturbado el día anterior. Por el momento le estaba dejando usar el YO pero cuando AMO le saliera de forma completamente natural insistiría en que se refiriese a sí misma como ESCLAVA para enfatizar nuestras posiciones relativas y el nombre Caroline empezaría a borrarse de su mente. De momento le di una bebida y luego le solté las manos.

"Suelta la parte de arriba," le dije.

Pareció confundida durante uno o dos segundos. Luego entendió, deslizó el apretado bustier de látex, dejando que sus pechos bailaran libres. Estaba a punto de quitarse las medias de látex pero la detuve. En lugar de ello le apreté los cordoncillos de la parte de arriba que las sujetaban sin los ligueros. Creo que estaba en un dilema, feliz de salir del caucho sudado que había llevado durante los últimos dos días pero aprensiva de que su torso estuviera ahora desnudo. Le hice usar el baño, luego le enganché las manos, la amordacé y la llevé a la mazmorra.

Había dejado un montón de correas y barras en la mesa y la mirada de su cara me dijo que no sabía lo que eran. Su mirada de miedo me dijo que no quería averiguarlo. En el montón las únicas cosas obvias eran las bragas de cuero con broche, el tapaculos y el vibrador. Recordando el día anterior no me dio problemas, separando las piernas cuando se lo pedí, a cambio presté más atención a su coño de la que era estrictamente necesaria para lubrificar el vibrador. Un par de chasquidos más tarde y las prietas bragas mantenían ambos intrusos firmemente en su sitio. Dejé los niveles de vibración lo suficientemente altos para mantenerla ocupada pero no lo bastante para llevarla al final. Incluso había empezado un temblor involuntario para cuando empecé con el siguiente artículo. Para esto la tumbé en el suelo, luego empecé a atar uno de sus tobillos a una de las barras que formaban el extraño aparato. Creo que al principio pensaba que era una barra extensora normal a pesar de su longitud. Solo empezó a conocer la verdad cuando até el otro extremo al muslo opuesto en lugar del tobillo. Até el extremo a su pierna justo por debajo de la rodilla, luego usé otra línea para atar los tobillos juntos. Es difícil de explicar pero en esencia la había atado a la manera "arrodillada para ofrecerse". Una bota de tacón alto plantada en el suelo, la pierna subiendo verticalmente hacia la rodilla que estaba doblada. A lo largo del muslo de esa pierna estaba atada una vara y su otro extremo se enganchaba al otro tobillo. La otra pierna descansaba sobre su rodilla sin atar hasta que até el tobillo a la vara. Un cordón entre el tobillo vertical y el horizontal mantenía sus piernas en un rígido triángulo.

Enseguida se dio cuenta de que era muy incómodo e intentó luchar por una posición mejor pero desde luego no la había. Le quité el collar y la mordaza, sabía muy bien que quejarse imaginando eso era uno de los castigos que le había prometido. Junté su pelo en una cola de caballo para quitarlo de en medio, luego empecé a encajarle un arnés para la cabeza. Primero la mordaza, una bola de esponja grande y densa unida a una correa. No me dio problemas, abriendo la boca cuando se la acerqué. Le rellené la boca abierta  con el caucho, luego tensé la correa del mentón, esta bola no se iba a deslizar. Me llevó un rato encajar todo pero cuando terminé un nido de correas cubría su cabeza de manera tal que mantenía la bola en su boca y luego sujetaba su mandíbula cerrada a su alrededor. Como experimento agarré uno de sus pezones y lo retorcí con fuerza, no salió casi ningún sonido de detrás de las correas aunque sus ojos cubiertos de lágrimas estuvieran llenos de dolor. El arnés era, obviamente, demasiado complicado para ponerlo rápidamente pero si tuviera que transportarla a alguna  distancia la mantendría suficientemente en silencio como para esconderla casi en   cualquier sitio.  Además de la mordaza el arnés tenía varios montantes para otras cosas como vendas adicionales, pero dos grandes hebillas en la espalda estaban diseñadas para enganchar un collar postural especial. El collar estaba unido a una vara que a su vez se abrochaba en la vara usada para asegurar las piernas. Enganchando el arnés al collar y el collar a la vara mantenía la cabeza firmemente en su sitio y significaba que cualquier tensión en el arnés de cabeza se transmitiría directamente a las varas y no al portador. Esto era necesario porque el arnés tenía un ojal de suspensión en la parte alta de la cabeza. Enganché esto a la polea del techo, luego tensé todo. Como ocurrencia de última hora utilicé algo de cordón para atarle las muñecas y codos a la vara vertical, luego me alejé un poco para observar mi obra.

Descansaba caprichosamente, todo su peso sobre un pie calzado con tacón alto y una rodilla, atados en un triángulo rígido. Sus brazos enguantados estaban echados hacia atrás a lo largo de la vara de soporte, arrastrando los hombros hacia atrás y forzando los pechos desnudos hacia delante. Era una postura tirante e incómoda pero pocas quejas podían salir de su boca bien empaquetada. De hecho, mientras estuvo allí y las pequeñas cuentas de sudor brotaban de su piel al descubierto, el sonido más apreciable provenía del vibrador, fuertemente presionado contra las bragas de cuero blando y usándolas como una superficie sonora. Las ataduras parecían haberle robado incluso la posibilidad de control de sus músculos internos, a juzgar por el goteo de jugos que habían empezado a correr por su pierna abajo y el minúsculo y casi inapreciable empujón de su pelvis, el vibrador no hacía ninguna de las entradas y salidas del día anterior.

La dejé así unos minutos, luego le añadí la venda sobre los ojos y un par de auriculares. Sola en su privación sensorial, con el dolor como única compañía, la dejé que contemplara el coste de la desobediencia.

Me entretuve limpiando la celda y cambiando el servicio, de vez en cuando hacía una pausa y pasaba la palma de mi mano enguantada por la dura protuberancia de uno de sus pezones erectos. Creí oír un suspiro, aunque la mordaza estaba tan prieta que parecía poco probable, en cualquier caso sus dedos se flexionaron brevemente en respuesta, era el único movimiento que podía hacer. Me senté durante un rato y la observé mientras las gotitas de sudor rodaban por la parte descubierta de su torso. Noté los pequeños jadeos y gemidos que escapaban de su boca, sonidos que habrían sido gritos y gruñidos de no haber sido por la mordaza. Para mí no había duda de que estaba en plena agonía de sufrimiento, el cuerpo humano está diseñado para moverse y giramos y damos vueltas incluso durante el sueño, de modo que mantenerse tan rígidamente en una postura se hace incómodo y rápidamente se convierte en tormento. Casi todo su peso descansaba sobre un tacón y una rodilla, sus hombros echados dolorosamente hacia atrás. Sorda y muda, ciega y atada, sus únicos sentidos activos estaban saturados por el dolor.

Hice una pausa, luego subí y llamé a la tienda de fotografía de la que me habían hablado el día anterior, haciendo un pedido de recogida inmediata. Luego empecé a desayunar. Normalmente soy un hombre de cereales, el día es demasiado corto para malgastarlo en cocinar el desayuno, pero en esta ocasión empecé con una exhibición completa, incluyendo tortitas y almíbar. Mientras sorbía un café recién hecho me acordé por alguna razón del episodio del "Fantasma Bob" del día anterior. Intrigado me dirigí al gran sofá y lo separé de la pared. Este era el punto donde había estado tumbada Caroline durante la grabación, su posición había quedado marcada por las ligeras depresiones hechas por sus tacones de estilete en la alfombra nueva. Lleno de curiosidad dejé la taza, cogí el mando del control remoto y me tumbé como ella. Tecleé el código y cerré los ojos utilizando solo el sonido y la sensación como guía. La grabación era perfecta, estuve tumbado hasta que la tostada empezó a quemarse pero no pude encontrar nada erróneo. Me levanté aún más confundido, esa es la verdad, le había dado una oportunidad de escapar pero en su lugar había decidido obedecerme, a mí, a su secuestrador, su violador.

Me preparé el desayuno, huevos, salchicha, beicon, tostada con tortitas y almíbar y un nuevo trago de café. Lo puse todo en una bandeja y me encaminé abajo, a la mazmorra. Sabía que podía oler la comida, aunque desde luego no hizo ninguna indicación física en su situación actual. Me entretuve preparando la mesa y la silla, luego fui hacia ella. Llevaba como una hora desde que la dejé pero estaba claro que había sido suficiente. Solté la polea, luego sus piernas pero dejé sus manos atadas a la vara vertical y el arnés de la cabeza puesto. La ayudé, le llevó un par de minutos antes de que pudiera permanecer en pie sin ayuda, luego la llevé a la mesa. Todavía un poco tambaleante y desde luego con la venda puesta, necesitaba mi ayuda como sostén y guía, su torso desnudo apretado contra el mío, y de repente me empalmé de nuevo.

Cuando llegamos a la mesa me senté arrastrándola a mi regazo con cuidado para evitar la barra. La miré. El arnés enmarcaba su bella cara en cuero negro, solo la mordaza y la venda invadían sus facciones. Su boca estaba atrapada con firmeza alrededor de la bola, labios extendidos, congelados en una exclamación silenciosa, sus lágrimas reprimidas fluían tras la máscara de la venda y bajaban por los contornos de sus carrillos. Llegué con suavidad y desabroché la venda de sus enganches, parpadeó mientras recuperaba la vista y sus ojos enrojecidos luchaban por enfocar.

"Me alegro de que puedas estar conmigo, esclava" dije cortésmente. El collar impedía cualquier movimiento de cabeza así que se inclinó ligeramente para ver el contenido de la bandeja. Dijo algo demasiado débil y amortiguado para llegar afuera pero entonces su estómago gruñó tan fuerte que nos impresionó a los dos. Toqué y masajeé uno de sus pechos al descubierto, intentó retirarse pero estaba demasiado impedida. Al final se sentó rígidamente para prestar atención mientras paseaba mi mano enguantada sobre sus pechos, por su estirado estómago y entre sus piernas. El vibrador aún marchaba con fuerza y podía sentir su culo menearse al unísono con el tapaculos así que los dejé en su sitio y masajeé el interior de sus muslos. Únicamente un cambio sutil en su respiración revelaba lo que pasaba en el interior de su cuerpo atado.

Satisfecho empecé a desayunar. Creo que debió ser al tiempo de mi tercer bocado cuando se dio cuenta de que seguía llevando la mordaza y que nada de aquella comida era para ella. Aún fuertemente atada y amordazada había poco que pudiera hacer salvo sentarse y observar mientras yo me lo zampaba. Deliberadamente ignoré sus ligeros movimientos, su única otra opción era darme una patada y eso era la primera de las cosas que la había llevado a esta situación. Frustrada me miró comer hasta que solo quedaban las tortitas. Paseé un tenedor lleno por delante de su cara para ver su reacción. Intencionadamente no lo terminé, en su lugar me volví hacia ella.

"¿Creías que me había olvidado, verdad, esclava?" Ella desde luego no tenía forma de contestar. Cogí la pequeña jarra de almíbar y muy lentamente vertí un poco en sus pechos al descubierto. Estaba frío, dio un pequeño salto, pero al final tenía dos pequeñas corrientes marrones bajando por su pecho y sobre las duras prominencias oscuras de sus pezones. Empecé a limpiarla a lametones. Al principio creo que estaba indignada porque le negara la comida, ahora por ser usada como plato. Cuando apreté se puso visiblemente excitada, cerrando los ojos y arqueando la espalda aún más de lo que ya estaba. Estaba jadeando y también un poco excitada cuando terminé con la última gota. Estaba tan distraída que no creo que viera la venda en mi mano hasta que la abroché en su sitio. La volví a llevar al resto del aparato y empecé a aplicárselo de nuevo, creo que estaba a punto de rebelarse pero se dio cuenta de que era inútil. En cinco minutos estaba de nuevo sobre una pierna y la tortura comenzó renovada.

Volví a subir, luego me dirigí a la ciudad en busca de mis suministros. Hice una inversión significativa, suficiente para conseguir la atención del jefe. Charlamos y le conté una historia sobre que era un aficionado entusiasta que quería abrirse al circuito profesional. Como sospechaba tenía contactos con varias agencias locales de modelos y llevaba un pequeño catálogo para que los fotógrafos pudieran elegir sus modelos. Recorrí los libros buscando modelos que pudieran pasar por Caroline a diferentes distancias y anotando sus características. Una chica en particular captó mi atención, su nombre era Vicky y, con la excepción del color de su pelo, coincidía con Caroline en estructura y aspecto. Tomé nota cuidadosa, recogí mis cosas y volví a casa.