Caroline capturada

Relato por entregas (11 capítulos), escrito en inglés en 1995, traducido por mí (GGG) en 2000 y publicado con autorización del autor, Thomas M Quin, con el compromiso de aportar su dirección de correo electrónico. Es un relato de secuestro y esclavización. No tiene final por voluntad del autor

ADVERTENCIA

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La siguiente pieza de ficción se pretende un entretenimiento para ADULTOS y ha sido publicada sólo en un grupo apropiado de Internet. Si se encuentra en algún otro sitio no es responsabilidad del autor.

El autor prohibe explícitamente:

1) La publicación de este relato de forma incompleta.

2) El uso de este relato en un trabajo mayor sin permiso expreso.

3) El uso de este relato en cualquier CD, BBS o sitio Web sin permiso escrito del autor.

Este trabajo tiene copyright a nombre de TM Quin

Todos los personajes de este relato son ficticios, cualquier parecido con personas reales vivas o muertas es pura coincidencia. El autor no está de acuerdo necesariamente con cualquiera de las actividades detalladas en el relato, algunas de las cuales son peligrosas o ilegales.

Quin 1995 (tmquin@attglobal.net)

Traducida por GGG 2000


Caroline capturada. Por Quin

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Prólogo: Sólo una tranquila hamburguesería

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Cuando me acercaba a los límites del estado me salí de la autovía y me dirigí a los arcos dorados de un McDonalds abierto toda la noche. Cuando había planificado la ruta, el mes anterior, me había parecido el mejor lugar para parar, la comida comprada aquí aún estaría caliente cuando aparcara para cambiar las placas.

Aparqué hacia la parte de atrás del aparcamiento, cerca de una de las luces. Me imaginaba que probablemente nadie aparcaría cerca de mí, me había tomado muchas molestias para asegurarme de que ella estuviera fuertemente amordazada y que estuviera atada de tal forma que no pudiera atraer ninguna atención. Incluso me tomé una pequeña molestia extra y también reduje las posibilidades de algún transeúnte cubriendo mis rótulos de fabricación casera. Todavía me sentía nervioso e inseguro, copiar los rótulos de un desconocido para así no tener que atravesar un vecindario con placas de fuera del estado es pensar ágilmente y da sus frutos cuando las cosas están hechas y la policía anda buscando pistas. Incluso no podía dejar de sentir que esta sería la noche en que le robarían el coche al idiota o su mujer se precipitaría al hospital y que toda la policía del estado estaría detrás de esa matrícula. Fueron al menos veinte minutos después de la paradita cuando pude reincorporarme de nuevo, esperaba seguir de suerte todo el tiempo.

Salí del coche y simulé buscar mi cartera así pude dar vueltas alrededor del maletero. Nada, ni un atisbo. Tengo que decir que empecé a preocuparme, podía estar asfixiada o algo así. Era una chica lista, estudiante universitaria, debía entender la situación, atada y amordazada en el maletero de un coche llevada quien sabe donde, su mejor oportunidad es cuando paremos. Entonces, justo cuando estaba a punto de dejarme vencer por el pánico y abrir el maletero lo oí, un lamento imperceptible y amortiguado, tan suave que al principio pensé que era imaginado. Escuché y allí estaba de nuevo lleno de desesperación y esperanza, diciendo sólo una cosa, 'Ayúdame.'

Satisfecho de que no pudiera ser oída a más que unos pocos pies 'encontré' mi cartera y me dirigía hacia las puertas. No había duda de que era lista, había esperado hasta que pensó que me había ido antes de hacer algo de ruido. Una buena idea solamente estropeada por la poca cantidad de ruido que podía hacer. De alguna manera estaba contento, estaba cumpliendo perfectamente con lo que esperaba.

El McDonalds estaba casi desierto, y casi a punto de cambiar a cocina bajo pedido. Mis compañeros clientes eran un par de conductores de camión y un policía montado estatal. Tengo que confesar que me impactó al principio, pero de la conversación entre él y el personal se deducía que paraba aquí cada noche después de su turno. Le ignoré y seguí adelante. Les pedí que me rellenaran el frasco de café para 'más adelante' y tomé una coca-cola y las cuatro cosas que quedaban porque no quería esperar a que la cocina pudiera atender mi petición. El policía se despidió y fue un alivio cuando vi que se largaba. Una vez atendido también yo golpeé los nervios de la carretera, al borde pero manteniendo el límite legal de las cincuenta millas mientras me dirigía hacia la parada.

Recorrí los acontecimientos de los últimos días nuevamente para ver si había algo que pudiera ligarme a mí, Richard Cody periodista informático de éxito de treintaytantos, con Caroline Conway, la combativa estudiante de psicología de dieciocho años actualmente en mi maletero........

No puedo decir exactamente cuando se me ocurrió la idea de tener una esclava sexual por primera vez. Supongo que todos los hombres que hayan sido manejados por una mujer albergan ciertas fantasías, cualquier tipo con una jefa, cualquier tipo sublevado o avergonzado o humillado. Lo que supongo que me hacía diferente de "cualquier tipo" era que estaba dotado con los medios, tanto financieros como prácticos para llevar adelante estas fantasías y hacerlas realidad. Podía conseguir una mujer que no podría decir no, una sobre la cual tendría control total.

Supongo que en realidad todo empezó hace seis meses. En aquel tiempo estaba saliendo con Samantha Prescott, antigua modelo y editora auxiliar de Vogue. Debo confesar que había caído, desde luego era adorable, pero también tenía una elegancia y un encanto que me ganaron por completo. Supongo que vi más de lo que ella vio en nuestra relación, realmente yo estaba preparado para comprometerme. Estaba, a la vez, construyendo una casa en Nueva Inglaterra y contemplando la Gran Novela Americana. Entonces ella lo tiró todo por la borda y me echó del cielo, la siguiente vez que la vi fue en una revistilla escoltada por alguna estrella de béisbol a los Grammies. Cuando finalmente contestó a mis llamadas me dijo, tal como suena, que yo había sido un accesorio temporal, que los literatos habían sido un aspecto de la fase de Caída y que ahora había llegado la Primavera y que ella y sus amigas preferían algunas compañías más "físicas".

Alrededor de un mes más tarde uno de mis editores me llamó y me sugirió que hiciera un artículo de chismorreo sobre el porno informático. Los periódicos y la televisión se habían lanzado a un frenesí hambriento sobre las fotos de chicas de las BBS y el sadomasoquismo en Internet. Aparentemente una compañía de San Diego estaba comercializando un CD-ROM Multimedia de sadomaso, y acababa de ganar una batalla legal para permitirle su distribución. Acepté con algún reparo, sobre todo porque el asunto con Samantha me había derribado de mi columna. Pocos días más tarde llegó el CD-ROM. Para entonces había completado unos pocos miles de las palabras condenatorias requeridas por mi editor de clase media, pero pensaba que en todo caso intentaría obtener algunas citas más específicas.

En el juego juegas a ser "Dak Forest" un actor de cine porno. Cuando la coprotagonista de su próxima película "Enfermeras Ninfómanas del infierno" es raptada por un cartel colombiano de la droga, Dak tiene solamente tres días para rescatarla y salvar la película. El guión era malo, el vídeo incluía escenas de sufrimiento y en el transcurso de la película todos los personajes femeninos terminaban atados y amordazados, bien desnudos o bien con algún atuendo extraño.

Avanzada la obra aparece un personaje llamado Samantha Pressman, una editora de una revista de modas que es raptada por el cartel y convertida en Kitty, una esclava sexual ninfomaníaca que actúa como compañera de trabajo de Dak a partir de ese momento. Para cualquiera que la conozca las similitudes entre este personaje y Sam Presscot eran apabullantes, incluso la actriz se parecía mucho a ella. Me encontré viendo esa parte una y otra vez. Sam se arrodillaba delante de Dak y le imploraba que la flagelara, la azotara, la humillara. Dak por supuesto se negaba, pero esa y alguna otra de las escenas más fuertes de Sam me dejaron colgado del CD semanas después de que mi artículo se imprimiera.

Empecé a preguntarme si realmente era difícil coger una mujer y hacerla tu esclava sexual. Tenía una casa aislada con un gran sótano que originalmente había diseñado como laboratorio de informática. Tenía pocos amigos que vivieran en las cercanías, de modo que eran poco probables visitas imprevistas. Además tenía dinero y tiempo para sacarle provecho. De repente se me hizo claro lo que haría. Desde luego no podía coger a Sam, la historia de nuestra relación era demasiado bien conocida. En un instante de locura consideré coger a 'Kitty' y sacarla de California. Al final me di cuenta que necesitaba una mujer con la que no hubiera tenido contacto, una completa extraña, preferiblemente algo alejada para que la investigación de la policía no tuviera lugar demasiado cerca de mi casa. Miré un mapa y seleccioné un colegio universitario a unas trescientas millas de casa. Los colegios significaban jóvenes estudiantes femeninas, un buen punto de partida para la selección de una esclava........

Ahora había llegado al desvío que había estado esperando. Llevaba por una calzada de tres carriles hasta una hondonada boscosa. Me lo había tropezado casualmente mientras exploraba la zona unos pocos meses antes y apenas podía creer que hubiera encontrado algo tan perfecto. Pasé un par de noches aquí para asegurarme de que no fuera el carril de los amantes locales, o la ruta favorita de los furtivos. Al final, sin embargo, tuve que aceptar que era lo que parecía ser, una carretera tosca y sucia que llevaba a un pequeño bosque, y que el lugar estaba desierto por la noche.

Conduje con cuidado hacia la hondonada, no fuera a ser que con la noche me deslizara en una zanja o tuviera un reventón. Me aseguré de que estuviéramos suficientemente alejados de la carretera y que nadie estuviera observando. Finalmente salí, fui a la parte de atrás del coche y abrí el maletero. Dos grandes y atemorizados ojos azules me devolvieron la mirada sobre la masa de vendaje Ace que cubría la parte baja de su cara. El vendaje estaba tenso y sus carrillos sobresalían de él, en algunos sitios donde el vendaje no conseguía cubrir la cinta de embalar había un reflejo plateado. Hizo un sonido como de maullido y empezó a agitarse, revisé cuidadosamente sus ataduras. En algún sentido estábamos representando nuestros papeles, ella como víctima, yo como raptor, ambos sabíamos que no podía liberarse. Estaba vestida con el mismo atuendo que había llevado esa mañana a su trabajo de los sábados, un conjunto de chaqueta y falda azul bastante caro, una blusa blanca, zapatos de tacón y medias. Yo había retirado hacia atrás su largo pelo rubio en una especie de cola de caballo y lo había asegurado con algunas gomas, caía en cascada sobre su espalda como la crin de un caballo. Había pensado quitarle el traje antes de atarla pero esta vestimenta con poderío me había recordado a Samantha, de modo que en lugar de quitárselo lo había añadido al conjunto. Sus tobillos estaban esposados, sólidas y buenas esposas de cuero negro compradas en una sexshop de Nueva York, hacían juego en muchos aspectos con su calzado y demostraban que yo podía "acesoriar". De momento estaban enganchadas juntas mediante un candado y enlazadas con una correa larga de cuero a sus muñecas. Correas más pequeñas entrelazaban sus piernas por encima y por debajo de las rodillas inmovilizándolas eficazmente. Había hecho lo mismo con sus codos pero había usado cinta de embalar para asegurar sus muñecas y manos. Incluso sus dedos estaban cubiertos con una masa tan espesa que parecía que ella estaba agarrando una bola de bolera. Además de asegurar sus manos la masa también impedía que otra correa de cuero mordiera sus muñecas y era esta correa la que también se aseguraba en sus tobillos.

Tras comprobar que todo estaba seguro retiré la correa que la trababa. Gimió de alivio y empezó a estirar las piernas. La agarré por los brazos y tiré con fuerza, luego me la eché al hombro y la llevé a la puerta de pasajeros que estaba abierta y la coloqué dentro. Cerrando la puerta, entré por la del conductor. Nos miramos mútuamente durante un segundo, luego empezó a agitarse y volví a la tarea que tenía entre manos.

"¡Estate quieta!" Se volvió y me miró, enmarcando con los ojos una pregunta silenciosa.

"No, no te voy a matar si no me obligas a ello. Si quisiera matarte o violarte podría haberlo hecho en aquel callejón y me habría evitado un montón de problemas. Ahora deja de moverte, has estado sola en el maletero durante las últimas tres horas, si no pudiste liberarte entonces ¿qué posibilidades tienes conmigo aquí?"

Se detuvo y se sentó, observándome con una expresión nerviosa en su cara.

"Mira, tengo una propuesta que hacerte, tenemos un largo camino por delante y las cosas pueden ser bastante desagradables para ti a menos que lleguemos a un acuerdo." Ella siguió escuchando, con sus grandes ojos acusadores mirándome. "Probablemente necesitas el baño y debes estar sedienta. Tengo bebida para ti y algo de comida. Para que comas tengo que quitarte la mordaza, puedes gritar lo que quieras aquí y nadie te oirá, y todo lo que conseguirás es que me cabree, ¿está claro?" Ella miró a través de la ventana al bosque tranquilo y solitario.

"¿Está claro" grité.

Se volvió hacia mí y asintió, su cola de caballo ondeando tras ella.

"De acuerdo, quiero que me prometas que SI te retiro la mordaza, me dejarás volver a ponértela cuando sea hora de irnos. Estarás tranquila, tomarás tu comida y luego seguiremos de nuevo." Me miró incrédulamente y empecé a notar que ojos tan expresivos tenía.

"Te sugiero que pienses en esto, no podrás evitar que te amordace, en primer lugar y no podrás pararme ahora, todo lo que harás es obligarme a hacerte daño. Además, cáusame problemas ahora y simplemente no pararemos hasta que estemos en el sitio al que vamos, sé quién de nosotros sufrirá más." Podía ver los cálculos en sus ojos, definitivamente este era un mal sitio para ella, sin posibilidades de rescate. Podía verla pensando que la próxima parada podía ofrecer más posibilidades y no la iba a fastidiar ahora. Al final asintió.

"Así que veamos si está claro esto. ¿Te quito la mordaza, no gritas ni corres, comes, luego me dejas que te ponga de nuevo la mordaza sin problemas?" Asintió de nuevo, así que le dije que se doblara hacia abajo mientras le deshacía el vendaje. Aparté la cola de caballo y trabajé en el nudo, luego desaté el vendaje y lo dejé en el suelo. Empezó a protestar cuando empecé a retirar la cinta de embalar pero al final la quité y también la densa pelota de esponja de goma empaquetada en su boca.

Se lamió los resecos labios, "¿Agua?" graznó. Puse la paja en sus labios y empezó a beber ávidamente.

Finalmente paró y me miró, "¿Por qué haces esto?" preguntó mirándome con sus grandes ojos expresivos.

"Cierra el pico," dije, "No dije que pudieras hablar."

"No dijiste que no pudiera."

"Ya aprenderás," dije y cogí la bola de esponja.

"¡No!" dijo rápidamente, "Mira, lo siento. Estaré callada, ¡lo prometo!"

Sin una palabra acerqué la primera hamburguesa a sus labios y empezó a comer. Siguió un extraño silencio hasta que terminó. Busqué atrás, tiré de la bolsa de juguetes detrás de su asiento y empecé a escarbar en su interior. Al rato encontré lo que quería y saqué su collar. Al verlo empezó a protestar pero entonces captó mi mirada y se sentó dócilmente mientras se lo colocaba alrededor del cuello. Luego saqué una mordaza de cuero, esta vez no pudo contenerse.

"Qué..."

"Es tu mordaza."

"Pero pensaba...." Señaló hacia la bola de esponja.

"Ese diseño es muy efectivo pero el adhesivo de la cinta daña la piel. Esta es una mejor solución a largo plazo. Ahora abre mucho la boca.."

"Pero..."

"¿Estás rompiendo tu promesa?"

"No pero..."

"Entonces, ¡abre la boca!"

Suspiró resignada a su suerte y abrió la boca para dejarme ponerle la mordaza dentro, luego se dobló hacia delante mientras le aseguraba las correas. La mordaza tenía una sección ancha de cuero acolchado que cubría los labios y una correa que la ceñía estrechamente alrededor de la cabeza. Podía decir que se había dado cuenta de que la bola que tenía en la boca era mucho más pequeña que la anterior. Hizo unos cuantos sonidos apagados que eran mucho más silenciosos de lo que podían ser. Pienso que creía que había sobrestimado la efectividad de la mordaza y que podría explotarlo más adelante. Busqué en la bolsa y cogí la bomba. Al principio no reconoció lo que era y fue solo cuando la bola de su boca empezó a inflarse que se dio cuenta de la verdad. Ojos muy abiertos y abultados empezó a protestar, sus gemidos se fueron haciendo rápidamente más apagados mientras la bola se inflaba. Cuando estuve satisfecho de que estuviera amordazada tan eficazmente como antes volví a poner la bomba en la bolsa y saqué la venda de ojos acolchada a juego con la mordaza. La vio y no quiso nada con ella, sacudió la cabeza, luchó y gimió mientras se la ponía en su sitio. La

empujé hacia atrás y se sentó agitándose. Privada de visión se sentía aún más vulnerable. Su cara casi cubierta, mordaza y venda inspeccionaban el coche como si esperara que ocurriera algo. Salí del coche y lo rodeé hasta el lado del acompañante con la bolsa. Abriendo la puerta balanceé hacia fuera sus piernas atadas y enganché una cadena corta entre los anillos en D de las esposas de sus tobillos. Quité el candado que las mantenía juntas y luego las dos correas de cuero dejando sus piernas libres pero trabadas por los tobillos. Luego afiancé otra cadena a su collar para que actuara como correa y tiré de ella para que se pusiera en pie. De forma un tanto inestable me siguió hasta un árbol donde até la correa a una rama baja.

"Te voy a dejar aquí mientras meas, ¿está claro?"

Intentó decir algo.

"¿Las bragas?" Asintió, "No hay problema." Chilló mientras mi navaja las cortaba. Vi como se agachaba tras el árbol, luego volví al coche. En el maletero, cerca de la rueda de repuesto estaban mis placas, con algo de alivio quité mis buenas falsificaciones y las reemplacé por las legales. Observé como temblaba junto al árbol. No me preocupaba, aún si hubiera de alguna forma soltado la correa no podría ir lejos en un bosque con los ojos vendados y trabada. Al rato la recogí y la devolví al maletero. Reaseguré sus piernas y las trabé de nuevo a las muñecas. Gimió y luchó volviendo a su papel de víctima.

"Eh, corazón." Su cara cubierta de cuero apuntó en mi dirección. "No soy un mal chico, sé que puede ser aburrido estar aquí. Tengo un entretenimiento para ti." Con un rápido movimiento deslicé en su coño el vibrador y lo activé en modo lento. Un gemido estrangulado vino de detrás de la mordaza y empezó a agitarse mientras yo aseguraba sus rodillas y dejaba atrapado al intruso zumbador en su interior. Los gemidos y gruñidos continuaron pero la traba le impedía el movimiento necesario para quitárselo, si, desde luego, hubiese sido esa su intención. Sus caderas se movían todo lo que podían y gemidos apagados llegaban de detrás de la mordaza. De nuevo remetí las mantas a su alrededor para aislar el sonido y cerré el maletero. En el espeluznante silencio de los bosques aún podía oír sus imperceptibles gemidos. Satisfecho de que el vibrador, que tenía pilas de larga duración, la mantuviera entretenida hasta que volviéramos a casa, volví al asiento del conductor y me bebí el café.....