Carolina y su familia (Parte número 5).

Quinta y última parte de esta nueva historia, más breve de lo habitual, que espero haya sido del agrado de mis lectores. En unos días la publicaré entera para todos aquellos que quieran conservarla íntegra.

Influenciado por Paloma y por las excitantes orgías que, una vez al mes, organiza con sus hijas con intención de que pueda desfondarme y vaciarme con ellas a mi antojo, decidí volver a coleccionar las sugerentes prendas íntimas usadas por mis concubinas y cuándo conseguí reunir una buena cantidad, las obligué a decorar con su ropa interior las paredes del cuarto de baño y las del salón en donde agregué fotografías de aquellas golfas en bolas y en actitudes y posiciones muy sugerentes y aprovechando que las solía depilar regularmente con intención de que mantuvieran su raja vaginal despejada de pelos, exhibo sus “felpudos” pélvicos más poblados. Paloma decidió abonar el coste que nos supuso el cubrir las paredes y el techo de su habitación y de la mía con espejos para poder disfrutar de nuestra actividad sexual sin perdernos el menor detalle de su desarrollo.

Además de los estímulos que me supone retozar con aquel putón verbenero y con su hija mayor los sábados por la noche y después de haber disfrutado de la velada nocturna del viernes haciendo tríos con Carolina y Verónica, los domingos por la tarde la toca el turno a Susana, que como sus hermanas se hizo la ligadura de trompas a corta edad, con la que me suelo prodigar bastante más en el sexo anal que con Carolina, Paloma y Verónica que, a pesar de que “tragan” de maravilla por el culo, no se muestran demasiado dispuestas a ponerse con tanta frecuencia como me gustaría en posición para ofrecerme su trasero alegando que, al disponer de una verga tan gorda y larga, si se la introduzco cada poco tiempo por un orificio tan angosto como es el anal puedo llegar a causarlas desgarros, deterioros y lesiones internas además de que la punta de mi “banana” suele quedar aprisionada en su intestino para, luego, resultarme complicado y tedioso el poder librarla de su aprisionamiento intestinal aunque las encanta que en mis periodos de descanso y recuperación las insulte mientras me prodigo en lamerlas hasta la saciedad el ojete sin importarme que liberen varias ventosidades en mi cara antes de efectuarlas el “colibrí”; en realizarlas todo tipo de hurgamientos anales; en castigarlas los glúteos con mis cachetes, “guindillas” y pellizcos e incluso, en provocarlas unas masivas defecaciones al ponerlas dos o más lavativas seguidas lo que me ha permitido y en varias ocasiones, “degustar” su evacuación y comprobar que no resulta tan desagradable y repulsiva como pensaba, pero para poder “clavársela” por el orificio anal tengo que esperar a que estén sumamente cachondas y aprovechar la ocasión con intención de disfrutar plenamente mientras las hago mantener apretadas sus paredes réctales a mi chorra para que puedan darme una mayor satisfacción hasta que logro culminar en su interior. Al acabar de depositar mi leche en el interior de su culo, las cuatro suelen jiñarse y a comenzar a quejarse de que, a cuenta de las dimensiones que llega a alcanzar mi cipote y de la cantidad de lefa que echo al explotar, sufren unos persistentes procesos diarreicos.

Paloma consiguió, a través de sus influencias, que la empresa que la suministra las prendas íntimas más llamativas y sugerentes, me ofreciera trabajo en las oficinas de su centro de producción en cuanto concluí mis estudios al mismo tiempo que, al renunciar la joven estudiante que había atendido el comercio de lencería fina para poder desarrollar una ocupación laboral más acorde con su titulación, obligaba a sus tres hijas a hacerse cargo del negocio lo que posibilitó que pudiera comenzar a relacionarme sexualmente con otras hembras ajenas a la familia de Paloma por lo que, desde entonces, me encuentro bien servido en mi domicilio, en el de Paloma, en el comercio de lencería y en mi centro de trabajo en donde empecé a retozar regularmente con María del Mar ( Mari Mar ), una espigada y fascinante joven de poblado cabello rubio que suele llevar recogido en forma de cola de caballo que es la encargada del personal de confección y que desde que tuvo ocasión de comprobar que me encuentro bien “armado”, que doy unas buenas raciones de “salsa” y que dispongo de una virilidad más que aceptable, está siempre dispuesta a proporcionarme satisfacción sexual y sobre todo después de comer, prodigándose en el “chupa-chupa” y en abrirse de piernas para permitir que la “clave mi herramienta a pelo por la chirla” y aprovechando que lleva puesto el DIU, que explote en su interior libremente y que, de una manera más esporádica, la posea por el culo.

La joven, además, se ha encargado de promocionar mis atributos sexuales y las magnificencias de mis lechadas con varias de sus compañeras hasta lograr que otras cuatro empleadas, Arancha, Esperanza, Lorena y Soledad, se me ofrecieran para mantener relaciones completas más o menos frecuentes con ellas lo que me permite disfrutar de la debida variedad puesto que, aunque a todas las agrada efectuarme felaciones; que me recree en exceso comiéndolas el chocho; estimulándolas a través del ojete y efectuándolas todo tipo de cerdadas antes de que proceda a trajinármelas por vía vaginal para propinarlas unas buenas embestidas y echarlas libremente mi leche y en su caso, mi orina dentro de su chumino sin importarme que tomen o no medidas para evitar que las fecunde, cada una tiene sus propios gustos sexuales y como se mantienen “entonadas”, además de deleitarme con ellas a mi antojo, puedo disfrutar y varias veces cada día, del agradable, estimulante y placentero espectáculo que supone el que, abiertas de piernas y manteniendo aperturados sus labios vaginales, me ofrezcan ese autentico manjar de dioses que es la orina femenina para que la pueda ingerir íntegra mientras me deleito comiéndolas su jugoso coño y hurgándolas con mis dedos en el culo para, al acabar, mamarlas las tetas además de apretárselas con mis manos al mismo tiempo que las voy poniendo bien erectos los pezones con mis dedos gordos.

Mi propósito es aprovecharme de que Paloma piense que me tiene cogido por los huevos a cuenta de mi actual ocupación laboral, que ella me consiguió, para poder continuar disfrutando plenamente y a mi antojo de una actividad sexual cada vez más cerda, sádica y sucia tanto con mis atractivas compañeras de trabajo como con ella y sus tres hijas y de una manera especial, con Carolina que, además de vivir conmigo, continúa siendo la que más cautivado me mantiene.

F I N