Carolina y su familia (Parte número 4).

Continuo publicando esta nueva historia, más breve de lo habitual, que espero sea del agrado de mis lectores. Prometo publicarla entera después de hacerlo en partes para todos aquellos que quieran conservarla íntegra.

Las vecinas consiguieron que sus comentarios y algunos no demasiado afortunados ni veraces, se fueran extendiendo por el vecindario y que, incluso, llegaran a sobrepasar las puertas del edificio con intención de que se hablara de nuestra relación sexual en el exterior y se nos llegara a conocer como “las cuatro golfas y el cabrón que las llena”. Paloma, al final, sólo contó con el apoyo de Pablo lo que el resto del vecindario, metiéndose en nuestra intimidad, aprovechó para increparla públicamente su comportamiento al mismo tiempo que la pidieron de manera encarecida que sus hijas y ella llevaran una vida sexual algo más moderada y menos frenética limitándola al interior de su domicilio y dejando de vivir de una forma tan concupiscente.

Aunque Paloma no se callaba y hacía frente a todo aquello que se la pusiera por delante, después de los enfrentamientos que había tenido con sus vecinos a cuenta mía, en cuanto me encontré en condiciones de reintegrarme a mis estudios con intención de concluir mi carrera universitaria decidí evitar más problemas y volver a mi domicilio pero, eso sí, acompañado por la cautivadora, fogosa y sensual Carolina que, a sus veinte años, todavía estaba cursando sus estudios en el instituto y me había demostrado que la gustaba vestir de una manera muy provocativa, que era tan adicta al sexo como su madre y que se convertía en una cerda insaciable en la cama por lo que, al haberme dado un resultado tan satisfactorio, decidí ofrecerla la posibilidad de vivir conmigo lo que, después de consultarlo con su madre, aceptó.

Desde entonces y siempre basándola en el sexo, inicié una relación liberal y moderna con ella que se convirtió en mi pareja estable después de acceder a continuar satisfaciendo en todas sus necesidades sexuales a Paloma, Susana y Verónica lo que me obligó a seguir potenciando mi poder de recuperación con intención de poder dar “tralla” a cada una de ellas un par de veces a la semana al acabar de comer o al finalizar mi jornada lectiva en la facultad durante algo más de una hora para, por la noche, encontrarme en condiciones de rendir y con las debidas garantías, al follarme a Carolina además de comprometerme a realizar tríos cerdos y sucios los fines de semana con su madre y sus dos hermanas.

Carolina se convirtió enseguida en mi talismán hasta el punto de que, mientras acababa de cursar sus estudios en el instituto, mi vida sexual mejoró tanto que se convirtió en sumamente activa y satisfactoria. No tardé en conseguir que la joven se aclimatara a chuparme la polla por la mañana, al despertarme, succionándome con su garganta la punta con intención de que me brotara la lluvia dorada por la abertura para poder ingerir mi primera micción del día antes de efectuarme una felación hasta un poco después de que terminara de depositar en su boca uno de mis espléndidos y portentosos “biberones”; a que, a lo largo del día, nos aclimatáramos a ofrecer nuestra exquisita “cerveza” al otro para echársela en la boca mientras me chupaba el “rabo” o la comía la “seta” y a que, por la noche y con más tiempo, nos deleitáramos en sobarnos, lamernos el ojete y hurgarnos analmente a conciencia usando nuestros dedos o ciertos artilugios antes de introducirla mi “salchicha”, dura, larga y tiesa, bien profunda por la “almeja” mientras permanece bien ofrecida colocada a cuatro patas para que la pueda joderla “a pelo” hasta que, sumamente excitado, la deposito libremente en su interior dos lechadas seguidas y su posterior meada.

Los fines de semana nuestra actividad sexual suele ser más frecuente y larga. Aunque en esos días la sesión sexual nocturna se prolonga tanto que se une con el habitual contacto matinal que mantengo con Carolina al despertarme, después de dormir y de recuperar fuerzas durante unas horas a mi pareja la gusta poder observar mi tremenda erección y que me mantenga “palote” hasta que, al terminar de comer, mantenemos un nuevo contacto sexual casi tan completo como los nocturnos con lo que la joven, que se suele prodigar en efectuarme sus intensas cabalgadas, se asegura el recibir dos abundantes, largas y masivas lechadas antes de culminar meándome dentro de ella.

De acuerdo con el compromiso adquirido en su día con ellas y con intención de que pueda llegar a desfondarme y a vaciar mis huevos de leche echando siempre dos polvazos seguidos y culminar soltando mi lluvia dorada en tres o más ocasiones a lo largo de cada velada nocturna, la noche de los viernes solemos hacer tríos con Verónica a la que la sigue gustando pajearme para poder ver como se me levanta la “tranca”; como me luce inmensa con el capullo bien abierto y como me brota la leche. Los sábados por la noche los tríos los hacemos con Paloma a la que la encanta demostrar que desde joven ha sabido disfrutar plenamente del sexo y que continúa siendo una mujer cerda, golfa y viciosa. Aunque no sé cómo consigue que me sienta especialmente excitado y motivado al hacerlo con ella, creo que algo tendrá que ver el que use una ropa interior de lo más provocativa y que siempre me haya sentido especialmente atraído por las maduritas, si así se puede llamar a una fémina casi cuarentona, muy fogosa y de buen ver como ella y hasta que la conocí no había tenido ocasión de “empotrarme” a ninguna y menos con el morbo y la excitación añadidos que proporciona el poder tirarme al mismo tiempo a la madre y la hija.

Paloma logró a través de sus estímulos que, antes de dejarme descansar para recuperar fuerzas mientras me recreo haciéndolas múltiples cochinadas, me acostumbrara a, sintiendo un gusto cada vez más largo y mayor, echarlas tres polvazos seguidos a cuál de ellos más abundante y portentoso.

C o n t i n u a r á