CAROLINA (Sus inicios)

Carolina obtiene muy buenas notas en su Instituto. Su celebración en casa es un tanto atípica, pero supone el descubrimiento de un mundo de placeres insospechados para ella. Se inicia con un incesto. Su historia, narrada en primera persona.

¡Hola a todos! Este es el primer episodio de una serie en la que os relataré los años de mi adolescencia.

Me presentaré: Soy Carolina; -Carol, para la familia y amigos-.

Mis padres se llaman Antonio y Clara. Tienen ahora 44 años y están vinculados al mundo de la salud: mi padre es ejecutivo de una gran industria farmacéutica y mi madre es enfermera jefe de la U.V.I. en un hospital.

Vivimos en una ciudad de mediano tamaño en la costa mediterránea.

Soy hija única. Nací el 10 de Agosto de 1999. Estatura normal -1,65-; ni gorda ni flaca -56kg-; pelo largo, algo ondulado, rubio/rojizo; ojos verdes; labios algo carnosos; boca mediana y dientes bien alineados. Bastantes pecas, de color no demasiado intenso, salpican mi cara y buena parte de mi anatomía. Pechos de tamaño normal; cintura más bien estrecha; caderas bien marcadas; glúteos redondos y un par de piernas firmes y algo musculadas, consecuencia de mi práctica habitual de hacer ejercicio. Como deduciréis nada que esté fuera de lo normal para una jovencita.

Ahora tengo 18 años y me dispongo a iniciar mis estudios universitarios -Medicina-, que abordo con mucho ánimo e interés.

Pero la historia que voy a contaros es la de mi adolescencia, que comenzó hace 4 años, cuando solo tenía 14. Así fue como empezó.


MIS BUENAS NOTAS Y SU JUSTA RECOMPENSA

Me situaré poco antes del inicio del verano de 2013.

Yo era entonces una chiquilla un tanto tímida y algo reacia a crearme nuevos vínculos. Había dejado a todas mis amigas de siempre en mi ciudad de origen y me costaba un

poco sustituirlas por mis actuales compañeras del insti. Con ellas mantenía una buena relación, pero faltaba “algo” para volver a ser la cría alegre y desenfadada que era antes.

Físicamente no estaba mal; yo diría que estaba más desarrollada de lo normal en comparación con las otras compañeras. Herencia, supongo, de mis padres que son dos buenos mozos. Con los chicos; más de lo mismo. No era ni fea ni guapa; podría decirse que era “resultona”, sin más. A veces quedábamos un grupo de chicos y chicas para salir en panda, pero nada más. Ahí acababan mis relaciones sociales.

El primer viernes de Junio de 2013 se publicaron en el tablón del Instituto las notas de los primeros exámenes de mi curso -2º de E.S.O-. Tenía 9 en Lengua y 9,5 en Mates. Con el miedo que me daba el segundo curso de la ESO después del pequeño calvario que me supuso el 1º, que lo acabé pasando “por los pelos”. El salto de Primaria a la ESO fue para mí un tanto traumático, ya que coincidió con un traslado de domicilio por causa del trabajo de mis padres. Me costó mucho adaptarme a un nuevo tipo de enseñanza y en un Instituto y ciudad diferente de la que siempre había vivido. Así que cuando vi las notas me parecía estar soñando; ¡No me lo podía creer! ¡Dos sobresalientes!

Además de eso, en un descanso entre clases, Dani, un chico de 4º que babea por mí, me había invitado a una fiesta que iban a organizar cuando terminara el curso. Debido a tu cuerpazo –textual-, a pesar de tener casi 14 años no desentonarás de las pivas de 4º, -dijo-. (Dani está de lo más buenorro y también a mí me hace algo de tilín). Todo hace presagiar que este será un gran día para mí, pensé llena de alegría.

Enseguida puse un whatsapp a mi madre y otro a mi padre, adelantándoles la información de mis buenas notas. Estas fueron las respuestas que recibí:

-“Me alegro mucho, cielo. Te veré el domingo. Doblo turno en la UVI. Besos. Mami”. Añadía muchos emoticonos.

-“¡Fenomenal!; eso se merece una buena celebración, -contestó mi padre-”.

Llegué a casa sobre las seis de la tarde. Subí a mi habitación a dejar la mochila del insti y a cambiarme de ropa. Como hacía bastante calor me vestí muy cómoda: una blusita ligera, minifalda de vuelo, un tanga bastante pequeño y unas chanclas. Me coloqué los cascos y bajé al salón a escuchar música mientras esperaba la llegada de mi padre. Antes, pasé por la cocina y llené un bol arramplando con cuantas palomitas y otras chucherías encontré a mano, acompañado de una Coca Cola de las grandes que saqué del frigorífico.

Con ese botín me trasladé al salón, lo puse todo sobre la mesa, conecté el MP-3 y me dispuse a escuchar mi música, pensando en qué tipo de argucias debería emplear para sacarle a mi padre una nueva tablet como premio a mis buenas notas.

Poco después de las siete apareció mi padre, pero con la música sonando en mis oídos a todo trapo no me enteré de su llegada hasta que sentí un toquecito en el hombro.

--Vamos, Carol. Abandona tu mundo musical y regresa al del resto de los mortales. Si yo fuera un violador ni te habrías enterado. No sé cómo puedes escuchar la música a ese volumen. Vas a destrozarte los tímpanos; eres una sorda en potencia.

--Hola, papi. Ya sabes que me gusta oír la música un poco alta. Se aprecian mejor los matices.

--¿Un poco alta?; si la he oído casi desde el jardín.

--Venga, hombre. Anda que no eres exagerado.

Mi padre tomó asiento en una silla frente a mí y dio comienzo al pertinente interrogatorio.

--Bueno; dejémoslo estar. A ver, Carol ¿Qué es eso de las notas del Insti?

--Todavía no nos las han dado, pero han colgado los avances en el tablón: 9 en Lengua y 9,5 en Mates.

--Supongo que no me estarás tomando el pelo.

--Qué no, papi; que es verdad: Lengua 9 y Mates 9,5.

--Entonces sí que tenemos que celebrarlo. Ya te lo dije por whatsapp.

--¡Guay! Cuando tú quieras. Pero tendrá que ser otro día. Mami dobla turno en la UVI; me pasó un whatsapp.

--Ya lo sé, y si está en la UVI no se le puede molestar, de no ser por algo verdaderamente grave. Pero podemos tener nosotros una celebración anticipada.

--¿Qué me vas a regalar? Estaba pensando en una nueva tablet; la que tengo es antigua y ya está ga-ga. Creo que me la he ganado.

(Explorar bien el terreno que se pisa es fundamental)

--No corras tanto, Carol. Los regalos llegarán cuando tengas todas las notas; a lo mejor las que te faltan son un desastre, y echan a perder estas de hoy. Recuerda lo que ocurrió el curso pasado. Por ahora nos contentaremos con unos chupitos de celebración... ¿Qué te parece?

--Papi; lo del año pasado ya es historia. Este curso he estudiado mucho y me ha ido bastante mejor en todos los parciales. En cuanto a lo de los chupitos, siempre me estás dando el coñazo con eso de que a mí edad no debo beber licores. Se empieza probando un poquito y luego no se sabe parar. Anda que no me lo has repetido veces y veces.

--Carol; seamos serios. No me irás a decir ahora que todavía no has probado el alcohol con tus amiguitos del insti. Yo no me chupo el dedo. A mí no me la cuelas, ¿Eh?

--incluye mi respuesta en el apartado de: “no sabe; no contesta”. Como en las encuestas.

--No me andes con regates, Carol. Pero dejemos eso. Hoy es un día un tanto especial; ¡Un 9 en Lengua y 9,5 en Mates! Repito: esto merece una buena celebración. Y no se admiten negativas.

--Vale; allá tú. Dame un chupito de lo que tú quieras.

--Qué prefieres: ¿Ginebra, whisky o vodka? Elige.

--Todo eso es demasiado fuerte para mí, ¿No?

--Un poco, sí; pero solo un chupito no te hará daño.

--Entonces prefiero probar el whisky. A ti sí te gusta.

--Mira, Carol. Vamos a empezar por algo más suave: Baileys. Es un licor a base de whisky, pero rebajado con crema de caramelo. Es algo dulce y más suave.

--Como tú quieras. Eres el que manda. A la orden.

Se dirigió al mueble bar y sacó la botella de Baileys y la de su whisky favorito. Sirvió un poco de Baileys en uno de esos vasitos minúsculos, como los que ponen en los restaurantes cuando te sirven el clásico licor de hierbas al final de la comida y te dicen “invita la casa”. Él se puso una buena copa de whisky. Luego cogió las botellas y las copas y las trasladó a la mesita baja frente al sofá.

--Ven, Carol. Vamos a sentarnos en el sofá; estaremos mucho más cómodos.

Me senté en el lado derecho del sofá. Él se sentó casi pegado mí, justo dejándome a su derecha, pasó su brazo por mi espalda y me recostó sobre su pecho. Su mano derecha quedaba a la altura de mi pecho. Me acurruqué, mimosa, insistiendo: papi, ¡promete que me comprarás la tablet!, porfa, porfa.

(Imploraba, tratando de afianzar mi posición)

--Cuenta con ella…. si no me defraudas. De notas, parece que vas bien, pero… de chicos ¿qué tal andamos? Supongo que ya habrá algún “noviete” que revolotee como un moscardón a tu alrededor.

(Su posición y esa pregunta hicieron que sospechara que quizá tramaba algo. Decidí pasar por ingenua)

--Papi…. que solo tengo trece años.

--Carol… En el mundo actual, tus trece años son como los veinte de mi época. Este mundo de hoy va mucho más acelerado que el que viví yo. Anda; no seas vergonzosa y… cuéntame.

--Siento defraudarte, papi, pero no; “noviete” lo que se dice “noviete”…. no hay.

--No pretenderás que me crea que con el cuerpo que tienes ninguno te ha tirado los tejos. No puedo pensar que estén tan ciegos.

--Algunos me dicen cosas, pero son desagradables y a veces muy bordes.

--¿Qué cosas te dicen? No creo que a tu edad puedas escandalizarte.

--Que estoy buenorra y otras vulgaridades obscenas: ¡qué buen par de polvos tienes!… y burradas de ese estilo.

--Perdona, hija; pero es que tienes un cuerpo de escándalo para tu edad. Estás muy, pero que muy bien desarrollada. Si yo te tuviera de compañera de clase seguro que te diría cosas aún peores que esas que te dicen.

--A ver si resulta que ahora me vas a tirar los tejos tú. Me estás empezando a parecer un viejo verde. Perdona; no me hagas caso.  Es broma, ¿Eh?

--No te preocupes, Carol, pero supongo que habrá alguno que te interesará más que otro.

--Bueno hay dos o tres que me gustan. Tonteamos.

--¿Y, qué hacéis? ¿Habéis llegado muy lejos? A mí me lo puedes contar. Soy tu padre y he tenido tu edad. Sé lo que os pasa en esos años: tenéis todas las hormonas en ebullición. Puedes hablarme con confianza. Sabes que en casa siempre tenemos libertad para expresarnos.

--Nunca hemos pasado de morreos y algún toqueteo; pero todo muy superficial.

Durante la conversación había ido bebiendo sorbitos de Baileys y ya me había terminado el chupito. Mi padre lo volvió a llenar, pero puso Baileys y le añadió un poquitín de whisky.

--Parece que te ha gustado el Baileys, Carol. Anda, bebe otro poquito. Lo he mezclado con algo de whisky, para que te vayas habituando.

--Es dulce, muy suave y tiene buen sabor, pero solo esta, eh; no quiero marearme, papi. No tengo costumbre de beber.

--No te preocupes por eso; estás en casa, conmigo y tu madre dobla turno; no volverá hasta la noche del domingo. No se enterará de nada de lo que pase. Si te mareases sería nuestro secreto. ¿De acuerdo?

--Tendré que confiar en ti; qué remedio me queda.

Mientras charlábamos, la mano de mi padre se había posado definitivamente sobre mi teta derecha y había empezado a deslizarla suavemente sobre ella. Me moví un poco, como si quisiera acurrucarme mejor, bebí otro poco del nuevo chupito y desabroché un botón de mi blusa.

(Era el primer paso de un plan que se me ocurrió)

--Siento mucho calor, papi: debe ser por el Baileys.

--No te preocupes; ponte todo lo cómoda que quieras.

Animada por ese consentimiento me abrí otro par de botones, de forma que solo dejé abrochados los dos de más abajo. Mis tetas aparecieron, provocadoras, casi totalmente al aire, porque cuando volví del insti me había quitado el sujetador para estar más cómoda, como solía hacer siempre en casa.

(Fue un segundo paso, encaminado a tentarle)

--De manera que solo morreos y toqueteos, ¿Eh? ¿Me lo tengo que creer? Me cuesta, Carol, me cuesta. Claro… que si no me quieres contar más… tendré que hace un esfuerzo… y creerte.

--No es que no quiera contártelo, jopé; es que me da mucho corte.

(Adopto el papel de la “modosita” ignorante y tímida)

--Eso significa que hay algo más. ¿Tan pecaminoso es? Venga, cuéntamelo; prometo no enfadarme contigo, sea lo que sea. No tengas miedo; no me chivaré a tu madre.

--Bueno, pues allá va. Hace un par de meses o tres le hice una paja a un compañero, pero duró muy poco; ni dos minutos: el pobre se corrió enseguida. El me había estado tocando las tetas y yo le correspondí. Me excito mucho cuando alguien me acaricia los pezones, ¿sabes? Pero sigo siendo virgen; que lo sepas.

(Hago como que me confío a él y le tiendo una trampa sutil)

--Eso no es nada malo, Carol. No debes avergonzarte por ello. ¿No hay nada más? ¿Habéis repetido más veces?

--Con él no. Ya te he dicho que se corrió enseguida.

--Si dices que con él no has repetido, supongo que sí que lo habrás hecho con otros.

--Bueno; lo he hecho tres o cuatro veces más. Hay veces que nos calentamos un poco y luego todo se lía. Es que cuando me tocan y me pongo cachonda ya no sé parar. Ya sabes. Pero ya te lo he dicho: todo ha sido muy superficial.

(Sigo lanzándole la caña, bien cebada, a ver si pica)

--Dices que te excitas mucho cuando te acarician los pezones. ¿Te lo suelen hacer a menudo?

--De vez en cuando. Depende de las circunstancias. A veces cuando estamos en grupo y las demás chicas se dejan tocar, yo no sé cómo negarme. Además, es que me gusta que me lo hagan.

(Remacho en el mismo clavo y le sigo incitando)

Mientras hablábamos mi padre me fue abriendo del todo la camisa, dejando mis tetas definitivamente al aire.

(Ya está en mi terreno; le tengo donde quería, pensé)

--No me extraña nada que te las toquen, Carol. Tus pechos son preciosos. ¿Puedo? Preguntó, haciendo un gesto con la mano como si me las acariciara.

--Espera un momento, papi. Tengo que ir al servicio.

Acabé el segundo chupito y fui al lavabo. Me mojé un poco la cara con agua fría y volví al ratito con una toalla de baño, que coloqué doblada en el asiento del sofá y me senté sobre ella.

Observé que mi padre me volvía a llenar el chupito, pero esta vez era Baileys y whisky, mitad y mitad.

--Sigo teniendo mucho calor. Debe ser por el licor.

--Ponte como más cómoda te sientas. Soy tu padre. No debes tener ninguna vergüenza; ya te lo he dicho: estamos solos y nadie va a molestarnos en estos dos días.

--Me quité la camisa y la faldita y me quedé solo con el tanga. Así estoy más cómoda ¿No te importa?

(Esta fue mi apuesta final: me estaba ofreciendo a él. Si fallaba, abandonaría mi plan)

--Me parece una buena idea, Carol; me quitaré el polo y el pantalón y me quedaré solo con el bóxer. Ahora estamos cómodos los dos. Por cierto ¿Para qué has traído esa toalla?

--Si me acariciases los pechos me excitaría mucho en cuanto me rozases un pezón; empezaría a segregar flujo y no quiero que se manche el sofá. Mamá preguntará por la mancha y a ver cómo se lo explicamos.

(Estoy doblando mi apuesta)

--Eres muy previsora, cariño. ¿Seguro que con los chicos no has pasado de la paja que me has dicho antes?

--No, papi. Seguro. Y no por falta de ganas. Hay uno, Dani, de 4º, que me gusta un montón, pero tiene 17 años y me da un poco de miedo.

(Confieso que a veces tengo ganas; lo entenderá)

--Pues tantea el terreno; pero ten mucha prudencia.

--Pero entre las compañeras del insti sí que hablamos mucho de sexo, ¿Sabes? En mi clase hay 13 chicas y 9 ya lo han hecho… ya sabes… que ya no son vírgenes… que ya han jodido. Jo, papi; me da mucho corte hablar así contigo.

--No te preocupes, Carol, cariño. Estás haciéndote una mujercita y todas esas cosas son naturales. No debes tener ninguna vergüenza para hablar conmigo sobre ello. Pero, sigue. Decías que 9 ya han jodido. ¿Solo una vez?

--No lo sé. Ellas dicen que lo hacen con frecuencia. Cuatro son mayores que yo, porque han repetido curso, pero otras cinco son, más o menos, de mi misma edad. Una de las repetidoras, cuyos padres están separados, me ha contado que un finde que le tocaba estar con su padre llegó a casa un poco tarde, -porque se entretuvo celebrando el cumple de un compi-, y algo “pedo”, -un poco bebida-, y que su padre no la regañó, sino que la animó para que continuaran bebiendo juntos: acabaron muy borrachos los dos, en pelotas y jodiendo. Les gustó tanto que a partir de entonces lo hacen todos los finde que les toca pasarlos juntos. Hace casi seis meses se les unió un tío y ahora joden los tres revueltos. A veces Susi jode con ellos al mismo tiempo; se lo pasa muy guay haciéndolo con los dos a la vez: es flipante que te la metan dos tíos, dice.

(Nosotros también bebemos juntos ¿Se animará?)

--Vaya con tu compañera; parece muy espabilada. Pero, sigue…, sigue…, perdona la interrupción.

--A las que aún no nos hemos estrenado nos llama tontas y estrechas y nos anima a que lo hagamos cuanto antes: no sabéis lo que os estáis perdiendo, nos dice. A mí me ha dicho que, si me animara, podría pasarme un finde con ella, su padre y su tío: seguro que te estrenas y verás cómo te gusta. Me contó que una de nuestra clase y otras dos de 1º ya se han estrenado con ellos, pero no me dio nombres. Bueno…. no sé por qué te cuento todo esto. Debe ser por el licor que me has hecho beber. La cabeza empieza a darme vueltas y creo que me estoy mareando.

(Trato de meterle prisa para que se decida a atacar de una vez)

--Tranquila, Carol; te daré una pastilla y verás cómo se te pasa enseguida ese mareo.

Mi padre fue al baño y volvió con una pastilla azul y un vaso de agua. Me la tomé, me recosté en su regazo y continuamos hablando, mientras él me sujetaba con su brazo y me tranquilizaba.

--Me arrepiento de haberte insinuado lo de acariciarte los pechos, dijo muy suavemente. Olvídalo, si es que no quieres, o si te pone demasiado nerviosa.

(Parece que se me va a escapar; tengo que hacer algo más, pero ¿qué?)

--El caso es que me gusta mucho la sensación que me produce el roce en los pezones ¿sabes? Es que me pone, cómo te diría… muy cachonda, pero entonces tendría que masturbarme, porque si no me desahogase pronto, estaría muy inquieta. Ahora ya noto que estoy húmeda ahí abajo.

(Un órdago en toda regla. Se lo estoy poniendo en bandeja. No creo que desperdicie esta oportunidad)

--Eso es que tus hormonas te piden tener sexo. Si no las satisfaces en plenitud tienes que masturbarte, y eso no es más que un sustitutivo. Lo que realmente te relajaría sería practicar sexo completo; eso sería lo ideal.

--Jolín, papi. Cualquiera pensaría que me estás dando permiso y que me animas a que joda con el primero que se me ponga delante.

--Tampoco es eso, Carol. No lo tomes al pie de la letra. Solo quiero decirte que no debes catar un melón si luego, a pesar de gustarte su sabor, no estás dispuesta a comprarlo. Dicho de otra manera: si estás con un chico, os empezáis a tocar y tú sabes que eso te excita y luego tienes que masturbarte, no empieces con esos toqueteos si aún no estás dispuesta a practicar el sexo en plenitud. Evitarás que os calentéis y que tengas que esperar a tener una oportunidad para poder desahogarte.

--Entonces, papi, ni se te ocurra tocarme los pechos. Seguro que me voy a excitar y necesitaré masturbarme porque aquí no tengo con quién satisfacer mis deseos sexuales.

--Has dicho que ya estás humedecida ahí abajo. Eso significa que no hace falta que nada ni nadie te excite: ya estás suficientemente excitada.

--Coño, pues claro que lo estoy. Esta conversación y los tres chupitos de Baileys que he tomado me han puesto bastante cachonda.

(No sé qué más quiere. ¿Estará esperando a que le pida expresamente que me los toque?)

--¿Se te ha pasado ya la sensación de mareo?

--Pues sí; parece que ya me encuentro mucho mejor.

--¿Te apetece otro chupito, Carol?; esta vez de whisky sin mezclar. Así podrás comprobar si también te gusta beberlo solo.

--Vale, pónmelo; tú serás responsable de lo que me pase.

--Será una nueva experiencia: beber whisky solo.

--Parece que la tarde va de experiencias. Hasta ahora nunca había estado así contigo. Ya veremos cómo acabo.

--No tengas miedo, Carol. Estoy aquí para cuidarte. No te pasará nada malo.

--Eso me imagino, pero no me esperaba nada de esto.

--Volviendo a lo de tu excitación. Sigo con ganas de acariciar tus tetitas. ¿Me dejas? Si te pones muy cachonda te masturbas aquí; si quisieras, yo te ayudaría a hacerlo.

--La verdad es que cada vez estoy mojando más el tanga. Anda, acaríciamelas; no te quedes sin ese capricho.

(¡AL FIN! Parece que lo he conseguido)

Mi padre me sentó sobre sus muslos, con mis piernas bien abiertas y muy pegadita frente a él,  de forma que mis tetas le quedaban a muy poca distancia, y sugirió que le rodease la nuca con mis manos -para que yo pudiera mantener mejor el equilibrio sin tener que esforzarme-, dijo. Ocurrió que, en esa posición, mi vagina estaba casi pegada al pene de mi padre.

Cogió cada uno de mis pechos dentro de una de sus manos y comenzó a acariciarlos, apretando de vez en cuanto para comprobar su firmeza. Durante varios minutos recorrió suavemente mis senos en toda su extensión, rodeándolos una y otra vez.  Luego cogió un pezón entre sus dedos y los giró, produciendo un suave pellizco que me enervó. Inclinó su cabeza y pasó su lengua por toda mi areola alrededor del pezón; luego me lo mordió con mucha delicadeza, pasando de uno a otro, al mismo tiempo que los succionaba simulando mamar. Esa maniobra me sacó de quicio y no fui capaz de aguantar por más tiempo la tensión sexual a que estaba siendo sometida.

(Aquí pierdo totalmente el control de la situación y todo se convierte para mí en un torbellino de nuevas sensaciones, que me superan y me convierten en una especie de marioneta, cuyos hilos maneja mi padre con maestría. Yo solo bailaba al son que él tocaba; y vaya cómo me gustaba la partitura que estaba interpretando)

Mi respuesta a esos estímulos fue agarrarme fuerte a la nuca de mi padre y, haciendo palanca, acercar mi zona vaginal todo lo que podía a su paquete, hasta sentir cómo mi rajita prácticamente descansaba sobre su verga, que ya notaba durísima. Una vez que sentí ese contacto inicié un movimiento de vaivén, en el que el rozamiento ya no era en absoluto disimulado. Mi padre me dejó hacer y provocó con ello que mi calentura fuera en aumento. Él respondía a mis movimientos pélvicos con una mayor presión en mis pezones, hasta volverme loca de deseo.

--¡¡Papi!! ¡¡¿Qué me haces?!! ¡¡Es maravilloso!! ¡¡No pares!! ¡¡No pares!! ¡¡Muérdeme los pezones!! ¡¡Más!! ¡¡Más fuerte!! -grité-, al tiempo que cabalgaba sobre sus muslos intentando sentir al máximo su verga bajo mi coño.

--Bébete el whisky, Carol, y dime qué te parece.

Me bebí el chupito sin respirar, de un ansioso trago. Resoplé con ansia por lo fuerte que me pareció el whisky… Brrrrrr… ¡qué fuerte es!, y respondí.

(Para entonces yo estaba dispuesta a beber todo el whisky que me diese y hacer todo lo que él me pidiera; y cuando digo todo, es eso: TODO. No era tonta y ya suponía en qué acabaría aquello. Ya no pensaba en la Tablet; tan solo disfrutaba con el placer que sentía, imaginando lo que me esperaba y… estaba deseando que eso sucediera cuanto antes)

--El whisky me gusta y esto que me estás haciendo… esto: ¡¡Me vuelve loca!! Estoy ardiendo; no sé si es por efecto del licor o porque estoy cachondísima; solo nos queda una cosa por quitarnos, pero sin nada puesto estaríamos mejor ¿De acuerdo, papi? Creo que ya no necesitaré masturbarme porque me correré en cualquier momento.

Su respuesta fue bajarme de sus muslos y arrancarme el tanga, que voló lejos, junto al bóxer de mi padre. Luego, ya completamente desnudos, volvimos a nuestra posición inicial.

Sentir una hermosa verga, tiesa y ya muy dura, deslizarse entre los labios de mi rajita, bien humedecida y sin ropa de por medio, era algo absolutamente nuevo para mí, y me elevó al zenit del placer, a la vez que alcancé un orgasmo como nunca había imaginado. Lo disfruté al máximo. Tardé bastante tiempo en recuperar mi respiración normal. Jamás me había corrido así.

Mi padre no me preguntó nada y me dejó descansar, pero, mientras tanto, volvió a llenar el chupito con whisky. Cuando me vio más tranquila, me lo soltó:

--¡Vaya con la tonta y la estrecha! Hermosa corrida, cariño. Menudo chorro de flujo has soltado. Tu coño parecía una fuente. Me has dejado empapada la polla.

(Mi padre mostraba su satisfacción por el trabajo que había hecho conmigo. Ahí tuve plena conciencia de que él siempre llevó las riendas de nuestra situación. Fui una pretenciosa al pensar que era yo la que le había conducido a mi terreno. Qué equivocada estaba)

--No exageres, pero tú tienes la culpa, papi. Desde que has venido y hemos comentado las notas del insti me has animado a beber whisky, me has hecho hablar de sexo, has insistido mucho en acariciarme los pechos. Sabías que eso me excitaba mucho, pero has continuado. ¿Cómo no iba a ponerme cachondísima? Si no hubieras hecho nada de eso, ahora yo seguiría tan tranquila escuchando música.

(Con esta frase pretendía hacerle entender que había comprendido que él buscó todo lo que ocurrió y… todo lo que ocurriría después)

--Ya; es posible. Eso nunca se sabe; es una hipótesis. Pero lo que realmente importa es lo que ha sucedido hoy: eso es un hecho, no una hipótesis . ¿Qué te ha parecido? ¿Te arrepientes de haberlo hecho?

--Entre nosotros, papi. Tengo que reconocer que HA ESTADO COJONUDO. Y no; no me arrepiento ahora; es más;  espero no arrepentirme nunca.

--¿Recuerdas lo que te dije antes respecto al sexo y al melón? Pues bien: ya has catado el melón; te ha gustado y creo que ya no tienes más remedio que comprarlo. ¿Qué te parece, cariño? ¿Lo compras?

--¡Joder! Papi. ¿Qué me va a parecer? Una barbaridad. Además, ya me he corrido y no necesito masturbarme.

--Ya. ¿Y cuánto piensas que va a durarte? Si te tomas este chupito y yo te sigo acariciando, volverás a ponerte cachonda de inmediato… y lo sabes. ¿Qué harías entonces?

(Me muestra bien a las claras que él es el que manda y que yo no tengo ya voluntad para negarle nada)

--Yo qué sé, papi. Yo qué sé. Todo esto es nuevo para mí. Nunca había estado así con ningún chico.

Al tiempo que me acercaba a la boca el chupito que acababa de llenar, mi padre continuó incitándome.

--Toma, cariño, bebe. Veo en tus ojos un brillo muy especial; tu deseo sigue vivo. Sé que te gustaría continuar.

(Afianza su poder sobre mí. Me domina por completo)

--¡Joder, papi! Me estás proponiendo que tengamos sexo completo nosotros dos ¡Soy tu hija y solo tengo 13 años!, -le dije-, al tiempo que abría la boca para que mi padre vertiera en ella todo el contenido del chupito. Creo que ya era el quinto.

(Con la mención a su paternidad intentaba poner la última barrera ante mi fortín, aunque tragarme el whisky que me puso en la boca proclamó mi rendición total)

--Es verdad, Carol; aun no tienes 14 años -te falta solo un par de meses- pero te has corrido como si ya tuvieras 24. Eres mi hija, sí, y ¿Qué importancia tiene eso? Para mí, ninguna. Hace poco me has dicho que una compañera tuya hace tiempo que jode con su padre y con su tío. No seríamos los primeros, ni seremos los últimos en practicar incesto. Yo soy el que te ha dado a catar el melón tocándote las tetas, pero tú no lo has rechazado. Hace un ratito me pedías a gritos que te  mordiera más fuerte los pezones. ¿Lo recuerdas? También has sido tú la que has propuesto quitarnos la poca ropa que nos quedaba, hasta acabar así: despelotados.

--¡Joder, papi! Parece que estás muy satisfecho, ¿No?

--Claro que lo estoy. ¿Tú no lo estás, cariño? Venga, Carol; di la verdad ¿Te ha gustado lo que hemos hecho?

--¡Joder, papi!, claro que me ha gustado, pero eres un jodido tramposo. Te has aprovechado de mí. Me has llevado a la situación en la que querías ponerme. Has conseguido que beba whisky. Has mamado mis tetas y me has vuelto loca; me has puesto tan cachonda como nunca lo había estado; he sentido tu polla deslizarse en medio de mi rajita mojada y en ese momento he deseado que me la metieras bien dentro. Claro que estoy deseando comprarte el melón.

(En ese instante se produce mi incondicional y total rendición; es como decirle: haz conmigo lo que desees: sea la que sea tu voluntad, yo la cumpliré. Soy toda tuya)

--Pues si lo quieres comprar, yo te lo vendo; ¿Hace?

--Estoy tan cachonda que ahora mismo no sé si un solo melón será suficiente, respondí. ¿Cuántos tienes?

(Soy tan orgullosa y rebelde que, a pesar de todo, le reto a darme completa satisfacción y pongo en duda que sea capaz de ello: “no sé si un solo melón será suficiente”)

--No lo sabes, Carol; ni yo tampoco. Pero tenemos dos días para averiguarlo. Podemos empezar ahora mismo… o dejarlo aquí. Creo que merece la pena que te aventures en esta nueva experiencia. ¿Qué te parece?; Decide tú.

--A mí me gustaría. Me he sentido muy bien con tu polla en las puertas de mi coño -¿puedo seguir hablando así?-, pero no sé si me va a doler mucho. Estoy hecha un lío, pero Susi dice que se pasa guay jodiendo. No sé qué hacer, papi. No sé qué hacer… pero me gustaría hacerlo.

--Pues déjate llevar, Carol. Te prometo que no quiero causarte ningún daño; solo proporcionarte placer y que descubras el sexo a través de alguien que te quiere mucho y que tendrá todo el cuidado para no lastimarte. Ah; habla como quieras. A veces decir tacos ayuda a excitarse más.

--Vale; de acuerdo. Pero dame otro chupito de whisky. Me está gustando mucho y me anima. Si me mareo me das otra pastilla, ¿Ok?

Mi padre llenó el chupito por sexta vez, al tiempo que seguía hablándome.

--Puedes contar con ello, Carol; pero ahora préstame mucha atención. Es importante para que puedas disfrutar. Compórtate con toda libertad: en tus expresiones y en tus deseos. No te reprimas por nada. Pídeme lo que quieras; grita, si te apetece; emplea tacos o palabrotas. No pienses en mí como tu padre; trátame como si yo fuera ese chico que tanto te gusta.

--Susi dice que con su padre y su tío dice palabrotas, les insulta y les llama de todo y que a ellos les gusta que se comporte lo mismo que si ella fuera una puta. Asegura que se lo pasa en grande jodiendo con ellos: es flipante, dice.

--Pues haz tú lo mismo, si te gusta. Haz lo que quieras en cada momento. No te cortes por nada ni ante nada.

Me bebí ese chupito de whisky a pequeños sorbitos, saboreándolo un poco más mientras mi padre acariciaba de nuevo mis senos. Cuando lo acabé, lo llené yo misma otra vez, con la aquiescencia de mi padre, que me animó a que bebiera todo lo que me apeteciese.

--Si llegas a emborracharte te daré algo para que no tengas resaca. Pero me encargaré de que eso no ocurra.

Fui bebiéndome ese chupito mientras continuamos hablando. ¿Era ya el séptimo? Creo que ahí empecé a perder la cuenta.

--Ahora me pedirás que te la chupe, ¿No? cabrón, porque tú no te has corrido todavía, papi. Muy bien: pues te la chuparé, pero si lo que quieres es correrte, vas a tener que hacerlo dentro de mi coño, después de haberme jodido como si en vez de tu hija solo fuera una puta golfa.

(De nuevo mi orgullo y rebeldía)

--Modera tu lenguaje, jovencita. Nada de palabrotas, Carol. No olvides que soy tu padre, dijo con mucha sorna.

--Joder con tu paternidad. No seas tan hipócrita. Si lo que pretendías esta noche era echarme un buen polvo, me lo echas ahora y en paz. Es lo que estás deseando hacer. Si de paso me haces gozar te lo agradeceré. Ahora olvídate de que soy tu hijita, que solo tengo 13 años. Tus argucias han conseguido que desee convertirme en una puta, ansiosa de que le metan por primera vez una buena polla; así que ahora solo somos dos personas que están muy calientes, cachondas y que desean joder. ¿De acuerdo? Además, ¿No acabas de decirme que hable como me salga del coño?

(Busco emanciparme de su autoridad. Quiero que me trate de igual a igual. Como dos animales encelados)

--En el fondo eso es lo que eres: una jodida y puta golfa. Esta noche vamos a disfrutar mucho los dos y tú vas a aprender lo que significa tener sexo del bueno, con alguien experto. En primer lugar tendrás que aprender a comportarte como lo hace una verdadera puta; las putas, lo primero que hacen es mamársela al cliente; así que: venga, a mamarme la polla, so puta. Gánate mi leche.

(Mi padre me concede, y digo concede , tratarme como una adulta, pero desde su posición dominante: Él es el amo, el cliente; yo soy la puta y estoy a su servicio. Yo lo asumo y me convierto en su esclava, su juguete)

Este cruce de improperios entre nosotros contribuyó a ponerme todavía más cachonda, si eso era posible.

Mi padre me descabalgó de sobre sus muslos e hizo que me arrodillase frente a él, sobre un cojín que cubrimos con la toalla.  Él se sentó al borde del sofá, abrió al máximo las piernas y yo me dispuse a comenzar con mi primera mamada de polla. Antes de empezar, dijo mi padre.

--Vamos a ver si es verdad lo que me has dicho de que te gusta mucho el whisky.

--Pues claro que me gusta ¿No has visto cómo me he puesto yo misma el último chupito?

--Pues ahora te lo pongo yo. Bébetelo mientras me la chupas. Las verdaderas putas nunca desprecian una buena copa a un cliente.

Y me puso whisky, no mucho, en su copa, porque: las putas no beben chupitos; eso es solo para las crías, dijo.

--Parece que sabes mucho de putas, papi.

--Más de lo que te piensas. Si tienes alguna duda se lo preguntas a tu madre -fui su mejor cliente antes de que nos casáramos-.

--Vaya sorpresa; ¡mi mami es una jodida puta! dije con una voz que ya mostraba los efectos de la bebida.

--Ahora ya no lo es. Lo fue en su juventud; aunque no puta, exactamente. Verás; tu madre y yo éramos compis en el insti; yo iba un par de cursos adelantado y estaba acabando la ESO. Tu madre tenía entonces cerca de los 14 años y desde hacía más o menos un año era bien conocida como una mamadora de pollas de campeonato: se la había chupado a casi todos los de su clase y algún que otro profe. Decía que antes de quedarse con una mercancía necesitaba probarla, para ver si le gustaba su rendimiento.

--Así que estudiabais en el mismo Instituto. Guay. ¿Y cómo os conocisteis?

--Un amigo mío nos presentó y en dos o tres salidas me la empezó a mamar. Le gustaba que yo controlase bastante mi eyaculación y me dio el título de proveedor favorito de materia láctea, -así denominada ella el semen-. Poco a poco fue abandonando a los otros capullos y me dio la exclusiva. Luego continuamos saliendo; con el tiempo empezamos a joder y como nos entendíamos muy bien en la cama, seguimos juntos durante la Universidad y al acabar la carrera nos casamos. Ahora es una perfecta madre y esposa. Quizá tú tienes su herencia genética. Pero venga: empieza a mamar. Yo te dirigiré.

Comencé por abrir la boca lo máximo que pude y me tragué su capullo de una vez, pero me la ocupaba casi por completo.

--Abre bien la boca, Carol, coloca la lengua fuera, sobre los dientes, y procura mantener la respiración mientras yo la intento meter más adentro.

Seguí su consejo y sentí cómo su polla penetraba un poco más, pero me quedé sin aire y me retiré para poder respirar un  poco.

--No ha estado mal este primer intento. Descansa un rato y bebe whisky.

--De acuerdo, papi, pero voy a emborracharme; ya me noto un poco rara, dije al tiempo que bebía un sorbito.

--Eso no importa. Solo son las 9 de la tarde y ya sabes que tu madre no vendrá hasta el domingo. ¿A ti te importaría emborracharte?

--Mientras esté tan cachonda como ahora y todavía no me hayas follado, no me importa. Tú sabrás como tienes que cuidarme.

--¡Ole!, ¡Ole!, y ¡Ole! Esta es Carol, mi niña. Lo vamos a pasar cojonudo; ya lo verás. Tenemos mucho tiempo.

--Pues no lo perdamos. Dime qué hago ahora. Sigo estando cachonda.

--Lo mismo, pero coge mucho más aire antes; como si fueras a bucear. Luego te la meteré y empujaré para ver hasta dónde eres capaz de tragar. Procura aguantar; si ves que te ahogas dame una palmada en el muslo y te la saco.

Hice lo que mi padre me dijo y él empujo con fuerza y poco a poco me fui tragando cada vez más cantidad de su polla. Es algo larga, -más de 20 ctm-, pero no muy gorda y me entró bastante bien. Así estuvimos cosa de un cuarto de hora, metiéndomela muy dentro, y sacándola cada vez que yo le hacía saber que necesitaba respirar. Llegó con facilidad hasta mis amígdalas pero pasar de ahí no era fácil.

En algún descanso mi padre me dijo que siguiera con el whisky, así que en ese cuarto de hora me lo terminé y mi padre volvió a llenarme su copa.

Estuvimos otro buen rato haciendo lo mismo. Cada vez me costaba menos trabajo que su polla penetrara, más y más profundo aunque a veces tenía muchas náuseas; sobre todo cuando consiguió, al fin, rebasar la campanilla.

--Papi, hay veces que creo que voy a vomitar.

--Eso no es malo. No te preocupes. Si tienes ganas de vomitar; vomita.

--Pero voy a ponerlo todo perdido.

--No te importe, lo que se manche lo lavaremos. Sabes que tenemos dos días.

Continué con mis intentos de tragarme toda su polla.  Para eso, mi padre me había cogido la cabeza y desde la parte de atrás me la llevaba hacia él y me mantenía sujeta, procurando introducir su polla cada vez más dentro. Por fin, tras un par de vomitonas, en una de esas embestidas me vi con mi nariz pegada al bajo vientre de mi padre, lo que significaba que ya me la había tragado por completo.

--¡Qué maravilla de garganta tienes!, hija. La mamas casi tan bien como lo hacía tu madre. A tu edad no creo que ninguna de tus compañeras siquiera se acerque a ti.

--Pero estoy hecha un asco. Mira: tengo las tetas y la tripa pringosas por la vomitona; me llega hasta el coño.

--Y eso qué importa. Lo que cuenta es saber si te ha gustado ¿Qué me dices?

--Bueno; sí que me gusta, pero a veces lo paso mal.

--Eso será solo hasta que te acostumbres. Esta es tu primera vez. Ya mejorarás.

--No sé; Susi, la que se lo hace con su padre y su tío, dice que le gusta mucho chuparla, pero no se si se la traga toda entera, como me la has metido tú. Ya le preguntaré.

--Bueno, pues ahora vamos a rematar. Bébete lo que te queda de whisky -ya te pondré más-. Ahora te la voy a meter muy seguido y rápido, hasta que me corra. Cuando lo vaya a hacer te aviso para que estés atenta y te tragues toda mi leche, ¿De acuerdo? Y no te preocupes. Me correré otra vez cuando te joda por el coño, ¿Vale?

--Vale, pero date prisa porque estoy cada vez más cachonda y tanto whisky ya me está haciendo efecto.

Mi padre me metió su polla de un solo golpe y yo sentí intensamente otra de mis náuseas. Al tercer empujón no aguanté y vomité todo lo que había estado bebiendo, junto con las chucherías que había merendado. En mi posición, el vomito me bajó por la barbilla y las tetas, hasta llegar a la toalla.

No pasa nada, no te preocupes; es normal, dijo mi padre, y siguieron sus embestidas, cada vez más fuertes y profundas, que hicieron que vomitase otras dos veces más, aunque ya solo echaba una bilis amarillenta, hasta que, al final, mi padre me sujetó fuertemente le cabeza y, casi ahogándome, descargó todo su semen en mi garganta.

Sentí sus chorros  intermitentes golpear con fuerza al fondo del esófago. Yo hacía esfuerzos para no dejar caer fuera ni una gota de su leche, pero me atraganté y escupí un poco sobre su polla. Como pude cogí aire ansiosamente, a grandes bocanadas, y me tranquilicé un poco. Luego lamí los restos leche que cubrían la verga de mi padre.

--Lo has hecho muy bien, Carol. Bébete otra copita de whisky, para quitarte el sabor de las vomitonas.

--No sé cuántos chupitos y copitas me he bebido ya, papi, pero han sido muchos y estoy mareada otra vez; vas a tener que darme otra pastilla.

--Te daré algo mucho mejor. Pero ahora descansa un poco mientras recojo lo que has vomitado.

--Me bebí con bastante dificultad la enésima copita de whisky y caí derrumbada sobre la toalla que traje del baño, quedando tumbada sobre un costado, medio adormilada.

Mientras mi padre limpiaba todo lo manchado, yo me quedé dormida profundamente, de manera que cuando me espabilé un poco era ya más de las diez de la noche.

--¿Qué tal te encuentras?

--Me duele la cabeza, papi. Creo que me he dormido.

--Has dormido algo menos de una hora. Estamos en condiciones de seguir nuestra fiesta particular.

--Yo no creo que sea capaz de beber una sola gota de whisky más.

--Ya verás cómo sí. Mira: tú estabas muy cachonda y deseabas que te follara. No creo que se te hayan pasado las ganas de joder. Yo en esta hora me he recuperado; puedo tener la polla dura otra vez y finalizar lo empezado. Y, sobre beber más whisky, ya verás cómo sí que puedes.

--Pues vas a tener que darme una tortilla de pastillas.

--Lo primero es saber si el whisky te ha gustado y si quieres seguir bebiendo copitas, pero sin emborracharte.

--Anda, claro que me ha gustado, pero es que vomito y luego me duele la cabeza: eso es un jodido mal rollo.

--Pues no te daré una tortilla de pastillas; te voy a dar algo muchísimo mejor, pero tiene que ser un secreto entre nosotros. De todo esto ni media palabra a tu madre. Una cosa es que haya sido algo golfa en su juventud y otra que sea capaz de aceptar todo lo que hemos hecho y lo que vamos a seguir haciendo. ¿De acuerdo?

--Vale. Tú eres el que manda y yo estoy loquita por ser jodida de una puta vez, dije con una voz muy pastosa.

Mi padre se fue al baño y volvió con un espejito y un frasquito pequeño con un polvo blanco. Puso una pequeña cantidad de polvo en el espejo y comenzó a prepararlo.

--No estarás pensando en drogarme. Eso sí que no.

(Me asustó mucho pensar que mi padre quería darme droga, pero era incapaz de luchar contra el deseo que tenía de ser jodida)

--Solo será una pequeña rayita de cocaína, Carol. Mucha gente la toma. A tu edad muchas crías ya la han probado. Seguro que lo has oído en el Insti. ¿Por qué vas a ser tú diferente? Además, te pondré solo un poquito.

--Algo se comenta en el insti sobre eso, pero a mí me da mucho miedo probar con las drogas; a lo mejor me engancho y entonces no podré salir de ese mundo.

--No te apures por eso. Yo te controlaré. Pero la coca es una gran ayuda a la hora de beber mucho y estar largo tiempo practicando el sexo. Con esta rayita podrías estar tres o cuatro horas bebiendo y follando. La cocaína actúa en tu organismo como un estimulante fantástico. Pero si no quieres probar no pasa nada. Tú eres la que debe decidir.

--La verdad es que estoy muy cachonda y me gustaría seguir bebiendo whisky y que me jodas ya de una puta vez. Venga: dime como tengo que tomar la cocaína.

Mi padre me enseñó como tenía que esnifar la cocaína y me la metí; un poquito por cada fosa nasal. Descansé un poco para que empezara a hacerme efecto, y me dispuse a chupar la polla de mi padre para mantenerle la erección.

Entonces adoptamos una nueva -para mí- posición: el 69; con lo que pude disfrutar de la experta lengua de mi padre lamiendo mi clítoris hasta llevarme al mayor de los éxtasis que jamás había experimentado.

--Papi, no pares y sigue lamiéndome el clítoris. ¡¡Qué gustazo!! Me voy a volver loca del gusto. Debo estar chorreando flujo.

--Y bien rico que está. Me lo estoy bebiendo a tragos. Es justo que, si tú te has tragado toda mi leche, yo me trague tus fluidos. Además, así te lubricas mejor y no te dolerá mucho cuando te desvirgue.

--Pues estoy deseando que lo hagas, pero creo que si continuas así un minuto más me voy a correr de nuevo.

--No te reprimas y córrete cuantas veces quieras. Yo me reservo para llenar tu coño con una buena dosis de mi leche.

--Pues creo que ya te puedes preparar porque estoy a punto de correrme.

Empecé a introducir la polla de mi padre en la boca, todo lo profundo que pude y arqueé mi cuerpo al tiempo que me llegaba el segundo orgasmo de la noche, que estalló en medio de un agudo grito de: ¡¡¡MEEEEEEE COOORRROOOO…!!!

Una vez recuperada la tranquilidad mí padre y yo intercambiamos unos besos cariñosos. Los labios de mi padre estaban plenos de mis jugos vaginales, así que yo pude saborear también mis propios fluidos por primera vez.

Mi padre me sirvió otra ración de whisky y me la bebí a pequeños y continuados sorbitos.

--El sabor del whisky cada vez me gustaba más, papi.

--¡Joder! Es un Gran Reserva. Cuesta un huevo cada botella. Pero tú te lo mereces, Carol.

Por otra parte, yo me sentía como flotando en una nube. La voz de mi padre parecía llegarme con una especie de eco, como si él estuviera dentro de un gran cajón; la habitación tenía un brillo muy intenso y las formas de los muebles parecían resaltar sobre el fondo, como si fuera una tercera dimensión muy destacada. Mis sentidos se habían agudizado al máximo y un simple roce lo percibía con gran intensidad. Se lo dije a mi padre.

--No te preocupes, Carol. Lo que me dices es normal. Es la consecuencia de la cocaína; intensifica todos tus sentidos y estimula tu sistema nervioso. A partir de ahora no sentirás sueño ni cansancio, a pesar de que estés horas bailando o jodiendo. Podrás beber una gran cantidad de whisky sin que te cause efectos de mareo o vómitos, como sentiste antes.

--¡Joder, papi! Eso estaría muy guay. Ahora mismo estoy mucho más cachonda que antes, pero no tengo nada de sueño ni de cansancio. Venga, méteme la polla, que quiero joder cuanto antes.

--Pues vayamos a la faena. Pero hagámoslo bien. Para que te resulte mucho más cómodo lo haremos en una buena cama.

--Pues subamos a mi cuarto,

--Tu habitación es de estudiante; está pensada solo para ti. Los dos no podríamos movernos con amplitud. Mejor lo hacemos en la de matrimonio. Podremos darnos las vueltas que queramos, que la cama es ancha.

Mi padre cogió solo la botella de whisky, prescindiendo    de las copas. Entramos en la habitación, quitó la colcha y las sábanas. Hacía calor y no era necesario taparnos. Colocamos unas toallas de baño para proteger el colchón y evitar que se manchase. Si hiciera falta, lavaríamos las toallas antes de que volviese mamá.

Me coloqué boca arriba. Mi padre se colocó sobre mí y empezó a acariciar mis tetas, haciendo pellizcos sobre los pezones. Enseguida reaccioné, agarrando su polla con la mano y dirigiéndola a la entrada de mi cuevita.

Mi padre la colocó en la entrada y antes de empujar a fondo se dedicó a deslizarla por mi raja, que ya estaba humedecida. Su retardo en intentar la penetración me ponía cada vez más cachonda, pues mi mayor deseo era saber qué sentiría cuando tuviese dentro esos 25 ctm de verga, cosa que me parecía imposible para una cría como yo, de solo trece años.

--Papi, esto es guay, cada vez estoy más cachonda. Quiero que me la metas ya, pero ten mucho cuidado; creo que mi coñito es muy pequeño y no podrás meterla toda.

--Bueno; eso lo veremos. Lo voy a hacer con cuidado. Si te duele mucho lo dices y descansamos.

--Vale, pero no tardes en meterla porque no creo que aguante mucho sin volver a correrme.

Mi padre colocó la punta de su verga en la entrada de mi coñito y me dijo que iba a intentarlo.

Sentí una presión y poco a poco noté que algo de polla empezaba a entrar. Al poco mi padre me la sacó y me dijo que había metido ya el capullo.

--La primera parte ya está hecha. Has admitido dentro el glande y no te has quejado.

--Es que hasta ahora no me ha dolido.

--Voy a ir empujando poco a poco, metiéndola cada vez un poco más dentro. Si te duele lo dices.

Mi padre hizo un par de intentos; metía el capullo y empujaba un poco; lo sacaba y al poco lo volvía a meter.

--Cada vez te entra un poco más; ya tienes alrededor de la mitad, pero he llegado al himen -el virgo-. Tendré que empujar más fuerte y ahora sí que te va a doler algo. Coge la botella de whisky y dale un buen trago.

Me bebí un trago largo de whisky y me dispuse a que me la metiera del todo.

--Cuando quieras, papi. Ya puedes empujar fuerte.

--Ahí voy, dijo mi padre, haciendo mucha presión con su polla en el interior de mi coño.

--Yo sentí un dolor muy penetrante y agudo y pegué un grito fuerte cuando me desgarró el himen.

Sentí como si mis entrañas se rasgasen y me partieran en dos.

--Me duele mucho, papi; para, porfa, para.

--La he metido casi toda, Carol. Ya estás desvirgada. Es preciso que ahora descanses un poco para que el dolor desaparezca. Bebe whisky si eso te hace sentirte mejor.

Bebí otro traguito y noté que el dolor se calmaba algo.

--Ya me duele menos. Si quieres puedes seguir.

--Pues ahora, Carol, disponte a disfrutar. La voy a meter un poco más y la sacaré. Luego repetiré. Verás que cada vez te entra un poco más, te deja de doler y empiezas a gozar.

Mi padre estuvo como diez o quince minutos metiendo y sacando su polla de mi coño. Cada vez mi placer era más intenso y ya no pude aguantar más. Empecé a chillar.

--Papi: ¡¡esto es maravilloso!! ¡¡No pares!! Métemela cada vez más deprisa. ¡¡Más fuerte!! ¡¡Más fuerte!! ¡¡Métela toda de golpe!!

--¿Te gusta, putita? ¿Te gusta mi pollón?

--Claro que me gusta, cabronazo. Me estás jodiendo muy bien. Quiero que me la metas toda de un golpe muy fuerte. A lo bestia.

--¿Así? ¿Te gusta así? Disfruta, puta; disfruta.

Y metió su polla de una embestida que me llegó a lo más profundo del coño, donde sentí que algo duro me atravesaba. El dolor fue agudísimo cuando sentí su glande estrellarse contra el cérvix de mi útero juvenil.

--Lancé un aullido: ¡¡Joder, que daño!!

--He alcanzado tu cérvix. Pararé un poco.

--Ni se te ocurra, cabrón. No pares y métela otra vez toda de golpe, hasta que me corra. Aunque me duela. Me gusta mucho.

--¡Toma polla, puta! ¡Toma, toma y toma.!

Mi padre también gritaba cada vez que me la metía de un tremendo empujón.

--¡¡Más fuerte!! ¡¡¡Más fuerte!!! ¡¡¡Qué cabrón eres!!! ¡¡¡Qué bueno es follar!!! ¡¡¡No pares!!! Estoy a punto de otra corrida fantástica.

--Yo también estoy a punto de correrme, Carol. No voy a parar hasta que nos corramos los dos.

--SIGUE, SIGUE, NO PARES. MEEE  COOOORRRRO OOTRA VEZ.  ¡¡MAS!! ¡¡MAS!! ¡¡QUIERO TODA TU LEEECHE DEEENTRO DE MI COOOÑOOO!!

--Ahí te va, dijo mi padre.

De repente sentí dentro de mi coñito los chorros de su leche caliente y espesa que me inundaban, al tiempo que yo apretaba mi coño contra su cuerpo para no permitir que su polla se saliera, mientras me estremecía de placer.

Pasado un ratito, me tranquilicé y dije a mi padre:

--Tiene razón Susi, papi: ¡Lo que me perdido por haber esperado hasta ahora para joder! Y pensar que desde hace por lo menos tres meses su padre y su tío me podían haber estado jodiendo. ¡Qué estúpida he sido no haciéndole caso cuando me lo propuso! Cuánto tiempo he perdido.

--Anda, Carol, no seas borde. Te faltan casi dos meses para cumplir 14 años. ¿Qué querías? ¿Que te jodieran ya en la guardería? Bebe un buen trago de whisky, bajemos al salón y charlemos sobre todo esto. No son más que las 11 de la noche.

¡Ah! SE ME OLVIDABA: TE HAS GANADO LA TABLET. SOBRADAMENTE Y CON OTRO SOBRESALIENTE. DE DIEZ.

En el próximo capítulo os enterareis cómo siguió el fin de semana de mi estreno en el sexo, el alcohol y la droga.

POST DATA PARA LOS ADMINISTRADORES

Este es el primer relato que envío.

Es la primera parte de una historia que constará alrededor de 10 a 15 episodios. Me vendría bien vuestras sugerencias en cuanto a:

-Longitud de cada Capítulo ¿Es adecuada la de éste? ¿Tipo de letra a emplear y su tamaño?

-¿Algún problema con la edad de la protagonista?

-¿Algún problema con el tema de alcohol y drogas?

¿Qué hacéis con los relatos una vez publicados? ¿Se devuelven al autor? ¿Quedan en poder de la página?

Si la página decide no publicarlo ¿Se devuelve al autor?

He intentado hace unos meses entrar en contacto con la página, vía e-mail, pero a pesar de reiterarlos nunca he recibido respuesta.

Agradeceré vuestra respuesta.